CAPÍTULO 4

Edward

En mi familia, todos sabían ya que iba a hacerme pasar por Anthony, así que no tuve ningún problema en salir de su casa y dirigirme a la cabaña.

No me hizo ninguna gracia cuando volví de mantener una conversación privada con Emmett y Rosalie para descubrir que Bella había escapado temprano de la cena familiar.

«¡Santo Dios!», maldije. Verla de nuevo me había dejado mudo y apenas pude hablar con ella sin soltar la verdad de lo que ocurrido realmente hacía doce años. Terminé centrándome en Emmett para mantener la boca cerrada, pero sentarme al lado de Bella después de tantos años de separación no había sido fácil. Especialmente porque sabía que ella había estado muy mal informada.

Quizás no le disgustaba. Puede que solo estuviera enfadada. Me moría por preguntárselo, pero no iba a hacerlo en mitad de una reunión familiar.

Entré en la cabaña del resort de aguas termales de mi madre, listo para desayunar. Como la mayoría de mis hermanos, yo era un pésimo cocinero y comía fuera tan a menudo como podía.

Era algo que Anthony haría porque ni siquiera era capaz de poner agua a hervir, según yo tenía entendido, y se aprovechaba del desayuno bufé casi todos los días cuando estaba en casa.

Lo cual resultó ser bueno... porque me había encargado de hacerme pasar por mi gemelo desde hacía varios días y lo odiaba. No era la primera vez que hacía esto por él, pero estaba decidido a que fuera la última. Nadie de la familia sabía la verdad sobre la Organización de Rescate Privado, excepto yo. Mi familia, por supuesto, sabía exactamente quién era yo, tanto si actuaba como Anthony como si no. No es que pudiera ser tan idiota como él, pero la familia simplemente... sabía quién era quién, aunque fuéramos idénticos. Especialmente mi madre. Nunca había fallado en reconocer con qué gemelo estaba hablando. Sin embargo, mi familia sí sabía que Anthony trabajaba con la CIA, así que justificamos mi suplantación con sus deberes ante el gobierno.

Odiaba ser alguien que no era y preferiría estar en mi propia casa. Como tenía que estar en Washington gran parte del tiempo, valoraba mucho mi tiempo en Rocky Springs. Pronto llegaría mejor tiempo y mis vaquillas tendrían sus crías. Estaba ansioso por pasar tiempo con mi gerente e investigador jefe en el rancho, preparándome para los partos.

«Rescatar a Ángela es mucho más importante que mi ganado ahora mismo», me recordé.

Bella parecía mantener la calma, pero tenía que estar muy agitada por el secuestro de su hermana. Me sentí aliviado de que no le hubiera mencionado la situación a mi madre, y parecía que mi familia no había dicho nada para revelar el hecho de que había sido yo y no Anthony quien fue a buscarla a Denver hacía doce años.

Recordé mi conversación con Ángela hacía tantos años. Solo desearía que Ángela hubiera mencionado por qué Bella no quería hablar conmigo. Era evidente que había hecho daño a Bella Swan sin siquiera saberlo.

Sentarme a cenar con ella a mi lado había sido una tortura, especialmente porque no había podido hablar sobre lo que había sucedido.

Empecé a servirme desde la larga hilera de productos para el desayuno en el comedor de la cabaña, intentando no ser increíblemente amistoso como de costumbre. Joder, a diferencia de Anthony, a mí me gustaba la gente. Y me encantaba Colorado. Como senador, era natural para mí entablar una conversación en cualquier parte donde iba.

Pero Anthony no era de los que hablaban a menos que le pareciera necesario. Mi hermano evitaba las relaciones cercanas y era el hombre más reservado que había.

Así que, a pesar de que me dolía, ignoré a la mujer mayor que me sonrió mientras me servía una montaña de huevos en el plato y no le dije una palabra al anciano que pinchaba unas salchichas, porque eso era exactamente lo que haría Anthony.

No estaba seguro de dónde estaba mi gemelo mayor ahora, pero esperaba que trajera a Ángela muy pronto. Ser Anthony era contrario a mi propia naturaleza y tenía que ser consciente de quién fingía ser a cada momento que me hacía pasar por mi gemelo.

Ahora que entendía lo ocurrido hacía doce años, me estaba costando no aclarar las cosas con Bella. Nuestra cena familiar había sido bastante incómoda y apenas había logrado pasarla sin llevármela a rastras para poder explicarle lo sucedido. De alguna manera, necesitaba cerrar ese lamentable capítulo de mi vida. Pero había decidido que probablemente debería esperar hasta que Ángela estuviera de vuelta en casa y a salvo. Probablemente sería prudente evitar a Bella hasta entonces.

Como Anthony dijo que Bella había superado lo ocurrido, probablemente no era lo suficientemente importante para ella como para justificar el buscarla ahora.

Sentarme a su lado en la cena de mamá, sin decir una palabra, había sido una de las cosas más difíciles que había hecho en toda mi vida. Pero no era el momento ni el lugar para explicarlo y no tenía ni idea de cómo reaccionaría ella. Lo mejor que pude hacer fue fingir que no me importaba.

Por desgracia, Bella todavía me afectaba tanto como hacía doce años, y necesité toda mi fuerza de voluntad no hablar con ella. Puede que para ella el incidente estuviera olvidado y en el pasado. Pero yo no la había olvidado ni había superado el hecho de que me dejara plantado.

Claro, ahora lo entendía, pero habían pasado muchos años en los que le reproché haberme ignorado tan fríamente después de dejarle claro que quería tener noticias de ella. Me había preguntado a menudo por qué se había negado a hablar conmigo.

Ahora que sabía que la había hecho daño sin querer, lo estaba pasando fatal. Por aquel entonces, debería haber seguido mis instintos de localizarla y exigirle una respuesta. Pero su rechazo me había escocido y fue lo suficientemente doloroso como para mantenerme a distancia.

Ahora que sabía la verdad, quería decirle muchísimas cosas. Quería saber exactamente cómo había llegado hasta donde estaba en su carrera actualmente. Quería decirle cuánto sentía que hubiera perdido a sus padres antes incluso de terminar la universidad.

No necesitaba preguntarle por qué estaba involucrada en ayudar a las personas sin hogar. Ya sabía por qué.

Sobre todo, quería poder olvidarla por completo, porque nunca lo había hecho.

Todavía pensaba en ella. Pero ya no fantaseaba con ella como antes. Bueno, de acuerdo, puede que sí lo hiciera, pero ya no tan a menudo. Si en ocasiones leía artículos sobre su construcción de refugios para personas sin hogar y veía su foto, solo era por curiosidad; al menos eso era lo que me decía.

Los primeros años fueron un infierno. Le decía la verdad a Anthony cuando le confesé que la había llamado. Lo que no le había dicho es que había estado obsesionado por hablar con ella, así que la llamaba varias veces al día. Una y otra vez. Esperando que finalmente respondiera, aunque solo fuera para deshacerse de mí.

Cuando su número de teléfono finalmente fue desactivado, casi perdí los nervios. Pero acabé retirándome. Si había aprendido algo estando en política, era a luchar las batallas que realmente podía ganar. No es que no intentara cambiar las cosas que creían que estaban mal, sino que tenía que priorizar. Bella Swan era una batalla perdida por aquel entonces. Aunque hubiera respondido a mis llamadas, ¿qué podría haberle dicho si no estaba interesada? Era algo que simplemente tenía que aceptar.

—¿Anthony? —Escuché la voz confundida de mujer a mi espalda, y mi cuerpo se tensó.

Era una voz que no había escuchado en años, excepto por las pocas palabras que intercambiamos durante la cena. De repente sentí la tentación de ignorarla.

«Bella. ¿Qué demonios está haciendo aquí?», pensé. No se me había ocurrido que probablemente se alojaba aquí porque ya no tenía familia ni casa en la zona. Pero era lógico. Evidentemente, se había encontrado con mi madre, y tenía sentido que probablemente estuviera alojándose allí.

Al final, tuve que volverme de frente a ella; pero, cuando lo hice, fue como si me golpeara de lleno un defensa.

«¡Dios!», pensé. En realidad, no había cambiado mucho. Era tan guapa como lo había sido siempre, un hecho que me había afectado tan violentamente cuando la vi en casa de mi madre que había tenido que concentrarme en otra cosa a menos que quisiera balbucear como un idiota.

—¿Sí? —Levanté una ceja arrogante al estilo de Anthony.

—¿Por qué sigues aquí? Pensé que ya te habías ido a buscar a Ángela, —dijo con una voz sin aliento que me lo puso duro en un instante.

—Todavía no, —respondí con una evasiva—. Pero la encontraremos, — dije antes de dar media vuelta y buscar una mesa.

«No puedo hablar con ella. Aquí no. Ahora no», pensé horrorizado. Por desgracia, ella no pensaba darme un momento de tranquilidad.

Bella posó su café y se sirvió un bollo antes de venir a sentarse frente a mí, haciendo que perdiera totalmente el apetito.

Se me hizo un nudo en el estómago cuando me encontré con su mirada inquisitiva escrutándome.

—¿Que has averiguado? ¿Sabes dónde está Ángela? ¿Encontraste nuevos miembros para el equipo?

Hablaba con urgencia y yo quise desembuchar todo lo que sabía, incluida mi identidad, casi de inmediato.

Pero todavía no era el momento ni el lugar para soltarle la verdad.

—No mucho. Todavía no. Y sí, he reunido un equipo.

Bella puso los ojos en blanco mientras mordía el panecillo.

—Entonces ¿no deberías pensar en un plan de ataque?

Tomó un sorbo de café, que todavía tomaba solo como pude percatarme.

—Estamos trabajando lo más rápido posible, —respondí débilmente—. Todavía no la hemos localizado. No podemos irrumpir en una zona como esa sin saber dónde vamos.

Sinceramente, no tenía ni idea de si Anthony había localizado a Ángela, pero esperaba que lo hubiera conseguido. Bella dejó escapar un gran resoplido de frustración.

—Lo siento. Solo quiero a mi hermana de vuelta.

—Lo sé, —respondí estoicamente—. ¿Te hospedas aquí?

—Sí. Vendimos la casa de mis padres cuando murieron. Yo asentí.

—Lo sé. Lamento tu pérdida. Tus padres eran buenas personas. Mi madre se quedó destrozada cuando murieron. —Vacilé un instante antes de preguntar

—: ¿Dónde estás viviendo ahora?

—En California, —respondió ella—. Pero paso mucho tiempo viajando por mi trabajo—.

—Eres arquitecta, ¿verdad? —Sabía de sobra a qué se dedicaba, pero estaba tan tenso que necesitaba seguir charlando.

En realidad, lo único que quería hacer era consolarla, estar allí porque necesitaba a alguien, y debajo de su actitud exigente pero preocupada, de alguna manera yo sabía que se sentía perdida y sola. Pero no quería arriesgarme a revelar mi tapadera en público.

«Aquí no. Ahora no», me recordé.

Ella dejó de comer para examinarme atentamente y me estremecí bajo su escrutinio.

—Sí. Soy arquitecta, —respondió con cautela—. Pero ya lo mencionaste.

La primera vez que te vi, ¿recuerdas?

Joder, no, no lo recordaba. Había estado hablando con Anthony, no conmigo.

—Lo siento, —musité con torpeza. Para ser político, desde luego que no estaba pensando con agilidad para evitar preguntas incómodas. Solía ser de respuesta rápida y sonrisa encantadora, pero mi cerebro parecía estar desconectado cuando se trataba de Bella.

La miré directamente y ella me inmovilizó con su mirada esmeralda. Por un momento, el tiempo se detuvo; yo todavía recordaba cómo me había mirado hacía doce años.

Incluso en su estado agitado, seguía pareciendo la misma Bella, sus emociones reflejadas en su expresión y en la profundidad de sus ojos. Había madurado bien y ahora, sin duda, era una mujer en lugar de una chica, pero aún veía los vestigios de la Bella de dieciocho años que tanto me había importado.

Llevaba el bonito cabello rubio recogido con una pinza en la parte posterior de su cabeza; algunos mechones ya habían escapado de su encierro y le enmarcaban el rostro. Los preciosos ojos esmeralda que recordaba eran tan brillantes como siempre, especialmente ahora, con las emociones tan a flor de piel. Me percaté de que estaba asustada, pero no histérica.

—Tienes muy buen aspecto. ¿Eres feliz? —Pregunté con voz ronca, incapaz de dejar de mirarla.

Dudaba que Anthony fuera a preguntar eso, pero no me importó una mierda.

Tenía que saberlo.

Ella parpadeó con fuerza y luego volvió la vista hacia su bollo a medio comer.

—Sí. En casi todo. Echo de menos a mi familia y me preocupa Ángela desde el momento en que decidió volar hacia el peligro en lugar de alejarse de él. Pero me encanta lo que hago.

—¿Los encargos o los trabajos benéficos? —pregunté con curiosidad.

—Ambos, —reconoció ella, arrancando pequeños trozos del bagel y llevándoselos a la boca—. ¿Y tú eres feliz? Parece que viajas tanto como mi hermana.

Me encogí de hombros.

—Supongo que podría darte la misma respuesta que tú... casi todo el tiempo. Viajar acaba aburriendo.

La mayoría de las veces me trasladaba entre Colorado y Washington, pero a veces, el no tener un hogar permanente resultaba monótono.

—A mí no me importa tanto, —dijo Bella pensativa—. Supongo que disfruto viendo diferentes sitios.

Comí mientras la miraba, hipnotizado por lo poco que había cambiado físicamente.

—¿Por qué nunca respondiste mis llamadas? —Solté sin filtrar mis palabras. Me moría de ganas de saberlo.

Ella me miró sorprendida.

—Pensé que en realidad no te acordabas mucho de lo que ocurrió entonces.

—Mentí, —respondí de inmediato—. Recuerdo cada detalle, y no ha pasado un día sin que pensara en ti, Bella.

Ella levantó una ceja enfadada.

—¿Estabas pensando en mí cuando besaste a tu novia el día después de joder conmigo? —preguntó sin rodeos.

—Sí, —respondí, a sabiendas de que no sonaba bien. Pero no me importaba una mierda. Nunca volvería a mentirle a Bella ni a evitar la verdad si ella me preguntaba.

Los dos habíamos pasado por doce años de mentiras y malentendidos. Tal vez todo debería haberse olvidado, pero aquello me había devorado por dentro más de lo que quería reconocer y eso se iba a acabar.

Me estaba matando no decirle que yo no era Anthony y me dolía el estómago por dejarla creer que yo era mi hermano. Pero no me atrevía a pronunciar ni una sola palabra en aquel momento sobre el hecho de que nunca había sido Anthony quien la había tocado. Nunca había sido mi hermano quien tuvo el privilegio de ser el primer hombre con el que se acostaba.

Solo por una vez, yo quería escucharla decir mi nombre en voz alta, reconocer exactamente quién la había hecho venirse de manera tan explosiva aquella noche hacía doce años.

Pero no podía. No con la vida de su hermana pendiendo de un hilo. Anthony tenía que llegar a Ángela sin que nadie supiera que se había ido. Sin duda, ya estaría en Oriente Medio y probablemente era seguro confesar. Pero yo necesitaba hacerlo en un ambiente controlado.

Despreciaba el engaño y no podía culpar a Bella por detestarme. Si hubiera estado en su lugar doce años atrás y la hubiera visto colgando de otro hombre justo después de estar juntos, probablemente hubiera querido ponerme como una fiera con él.

Evidentemente, Bella no había hecho frente a Anthony por aquel entonces ni había dicho una palabra. Se había escabullido silenciosamente, tal como hizo cuando la vi en la cena de mamá. No la había visto irse, pero necesité toda mi fuerza de voluntad no averiguar dónde estaba e ir tras ella cuando desapareció en silencio después de la cena en casa de mamá.

—¿Dónde está tu novia ahora? —Preguntó Bella altanera.

—Lo dejamos. Ni siquiera recuerdo su nombre. —Era la verdad. Anthony tenía tantas novias que yo nunca había conocido a la gran mayoría de ellas.

Las relaciones duraderas con las mujeres no eran su punto fuerte. Ninguna había tenido prioridad frente a los negocios para él. Las mujeres no tardaban mucho tiempo en percatarse de que habían pasado a un segundo plano ante los otros intereses de Anthony.

Bella se encogió de hombros.

—No importa. Fue hace mucho tiempo y ya no hay nada entre nosotros.

—Y una mierda, —la desafié con voz ronca. Había chispas por todas partes y yo no dejaba de preguntarme si una de ellas encendería la llama que haría estallar todo el puñetero resort—. ¿Estás saliendo con alguien?

La vi manosear torpemente el final de su panecillo y acabó dejándolo en el plato.

—No estoy segura de que sea asunto tuyo. Vine a ti para pedirte ayuda para encontrar a mi hermana.

—Dímelo de todos modos. Sígueme la corriente.

—No es que sea de tu incumbencia, pero no, no estoy saliendo con nadie ahora mismo.

Mi cuerpo se relajó.

—Gracias. Por si significa algo, yo tampoco tengo una relación.

—No significa nada, —dijo ella rotundamente—. Ya no importa. Solo quiero concentrarme en encontrar a Ángela.

—Importa, —respondí yo llanamente.

—Anthony, no me importa nada lo que hagas o tengas aparte de las habilidades que posees para rescatar a mi hermana, —replicó Bella en tono gélido.

—Todavía te atraigo. No importa cuánto tiempo haya pasado, —le dije con autoconfianza. «Joder, podría cortar la tensión con un cuchillo, y no es porque ella me odie», pensé.

La vi tragar un nudo en la garganta, intentando ocultarlo. Pero sabía muy bien que no estaba sintiendo esta atracción yo solo, al igual que lo sabía hace doce años.

Solo quería que ella lo reconociera. Necesitaba escucharla decirlo.

—Cuando hablamos de Ángela te dije que ya no sentía nada por ti. ¿No podemos dejar lo que ocurrió en el pasado?

—No, —respondí con obstinación.

Bella había visto a Anthony. Había hablado con Anthony. Ahora que hablaba conmigo por primera vez desde hacía más de una década, yo sabía que no sentía eso. Lo presentía. No estaba seguro cuando la vi en la cena unas noches atrás porque estaba demasiado ocupado intentando ocultar mis propias emociones, pero ahora sentía el vínculo mutuo.

Había aprendido a leer bien el lenguaje corporal durante mi carrera política. Ella estaba... nerviosa. El tipo de nervios que te dan cuando te atrae alguien, pero no quieres reconocerlo.

—Ya he terminado. —Se puso en pie y luego se volvió hacia los ascensores que llevaban a las habitaciones.

Yo estaba justo detrás de ella cuando entró en el único ascensor abierto.

Bella golpeó el botón de su piso, fulminándome mientras yo me apoyaba contra la pared del ascensor de brazos cruzados.

—Sal, —exigió ella.

Le sonreí cuando las puertas empezaron a cerrarse.

—No hasta que me digas la verdad.

—Ya lo hice.

Su aroma único y seductor me volvió loco, y la arrinconé en una esquina cuando las puertas del ascensor se cerraron.

Se me agotaba la paciencia y la inmovilicé colocando un brazo a cada lado de su cuerpo.

—No me digas que ya no me deseas. No me lo creo. —Respiraba pesadamente cuando le acaricié un lado del rostro con la nariz, inhalando una fragancia que nunca había llegado a olvidar—. Dilo, —gruñí, mi pene luchando por liberarse de los confines de los pantalones que llevaba.

–No.

Le besé la sien y dejé que mis labios vagaran por la curva de su mandíbula, prácticamente ahogándome en su perfume irresistible.

—Dímelo.

—Vete. —Ella me empujó del pecho, pero yo no me moví.

Sus mejillas estaban sonrojadas; yo estaba casi seguro de que el rubor era producto de una saludable mezcla de rabia y deseo.

—Todavía te deseo, Bella. Quizás más que hace años.

—No quiero esto. ¡No quiero desearte! —exclamó, sonando desesperada. Finalmente toqué sus labios con los míos, pero solo ligeramente.

—Sigo esperando.

—¡Maldita sea! —Ella clavó los dedos en mi pelo y atrajo mi cabeza hacia abajo—. Por alguna razón, ahora te deseo, pero no te deseaba la primera vez que te vi. Y me odio por eso, —dijo sin aliento.

El corazón me latía con fuerza contra la pared del pecho al escucharla decir por fin que me deseaba, aunque no fuera precisamente un halago. Demonios, aceptaría lo que me diera. No pude esperar ni un minuto más para descender y reivindicar su deliciosa boca.