Arthur tamborileaba con agresividad sus dedos sobre la mesa. La jornada de puertas abiertas para las universidades era inminente, "un día que determinará si seguirán por el camino de la izquierda o el de la derecha", o eso repetían sus profesores incesantemente.
Para Arthur, quien ya había proyectado su futuro prácticamente desde el útero, todo tenía que salir a pedir de boca.
Después de su maravillosa relación con España, lograr entrar en una de las universidades mejor valoradas del país, y del mundo, sería la guinda del pastel.
Ahora, esperando a que diese comienzo una nueva reunión del consejo, trataba el tema con Japón. Este aprovechó para sacar a la luz sus preocupaciones. También estaba algo nervioso por su amigo Italia, ya que, a ojos del japonés, este no parecía tener mucha idea sobre que hacer con su vida.
—Aún estamos en primero, y ya verás como estos días sirven a Feliciano de orientación.
Inglaterra se colocó bien las gafas que usaba exclusivamente para leer.
—Eso espero, aun así debe mejorar sus notas o lo tendrá difícil.
—Está a tiempo, no le des tanta importancia. Además, ¿no te has parado a pensar que igual Italia no quiere ir a la universidad?
—Si así fuera, le apoyaría igualmente. Pero sé que quiere.
Kiku continuó hablando un rato más. Para su futuro barajaba diversas opciones y no se cerraba puertas a ninguna.
—Y tú, Arthur-san ¿Cuáles son tus planes?
—A mí me gustaría entrar en una universidad que tenga un buen programa de cine. Así que pienso solicitar plaza en todas las que lo ofrezcan.
—Y yo espero que te acepte una de las top, como también espero que me dediques tu segundo Óscar.
—¿Y el primero?
—Doy por hecho que se lo dedicarás a tu amorcito.
En la cafetería Antonio se apoyaba sobre la palma de su mano mientras observaba a Francis, que acaba de volver de echarse un cigarro.
—Tío, no deberías fumar, te estropea la piel. Así nos tienes el baño, ¡lleno de cremas!
—El futuro médico que no me toque las narices con el diagnóstico.
Gilbert se sentó junto a estos dos. Traía una de esas bolsas de patatas fritas tamaño familiar, tres refrescos y varios panfletos informativos.
—Si nos organizamos bien, podemos hablar con los representantes de todas las que nos interesan.
El albino bebió un trago de su lata y las burbujas le hicieron toser. Los otros dos se rieron. Francis cogió las patatas y mientras las abría, miraba a Prusia.
—Gilbert, cuando te decimos que las patatas con sanas, no nos referimos a estas —comió un par.
—Ya, pero bien que le damos a la bolsita ¿eh?
Emma acababa de entrar en el lugar. Iba con otra encantadora joven, Iryna. Reían con una complicidad sospecha. Fueron directas a la mesa del Bad Touch Trio.
—¡Hola, chicos!
—¡Pero bueno! —Antonio se levantó para darles un abrazo— ¿Cómo están las más bellas del universo conocido y por conocer?
—¿Ves por qué me gusta tanto este chico? —Bélgica miró a Ucrania dándole un pequeño golpe con el codo. Esta asintió sonrojada.
—¿Os quedáis con nosotros? Estamos con lo de las unis —preguntó el francés señalando los papeles. Estas asintieron felices y Francis volvió su mirada a Gilbert— Ve a buscar unas sillas para las señoritas.
El prusiano ni siquiera se levantó, estiró los brazos y enganchó dos sillas de la mesa de al lado. Ellas se sentaron. Hablaron, entre otras muchas cosas, sobre sus planes de estudio. Mientras se desarrollaba la conversación, España se fijó en un brillo especial que emanaba de la belga.
—Oye Emma, te noto distinta. ¿Te has hecho algún tratamiento?
—Esa cara no es tratamiento —intervino el galo— ¡esa cara es de enamoramiento! Tú estás saliendo con alguien.
—¿Sí? ¿Quién? —preguntó el castaño entusiasmado.
La joven rubia movió la cabeza levemente de arriba a abajo con una sonrisa. Entonces puso su mano sobre la mesa. Sin embargo, esta no estaba sola, sino que se había unido a la de la muchacha ucraniana, quien se tapaba su acalorado rostro con la mano que tenía libre.
Los tres amigos tardaron uno segundos en procesar la información. Cuando lo lograron, las felicitaron con cariño sincero. Gilbert añadió:
—Anda que no, como se atraen entre las guapas.
—Y los hermanitos ¿Cómo se lo han tomado?
Francis lanzó una mirada inquisitiva a las muchachas. La ucraniana se encogió de hombros. Dijo que aún no se lo había comentado a Rusia, pero que seguro que este ya lo sabía, pues siempre está en plan perro guardián. Bélgica les contó que, cuando se lo dijo a Holanda, solo la miró un segundo, dijo: "guay" y siguió a lo suyo.
Concluida la junta, Inglaterra se despidió del resto del consejo y puso rumbo a la cafetería. Acababa de recibir un mensaje de Antonio citándole allí.
España le esperaba en dicho lugar charlando y riendo con los dos de siempre, Emma y, para sorpresa de Arthur, Iryna también. En una mesa cercana, aunque nadie lo había notado, Ivan no les quitaba ojo.
Dio un beso en la mejilla al español y saludó, con una gentileza casi reverencial a las damas y con la confianza propia de quienes cada vez pasan más ratos juntos a Francis y Gilbert. Luego cogió una silla y la colocó al lado de la de su novio. Entre tanto, Prusia le puso al día. En cuanto supo la buena nueva felicitó a las afortunadas.
Al rato Arthur y Antonio se fueron por su cuenta. Tras un breve paseo por los pasillos de la Academia, cogidos de la mano, se sentaron en los jardines. Arthur apoyó su cabeza sobre el regazo del español. Este se dedicaba a acariciarle el pelo mientras hablaban.
—Si no estuviera en el consejo, podría pasar más tiempo contigo —el inglés se acurrucó—Bloody hell, estamos con un estrés... Hoy Alemania por poco colapsa.
—Llámame loco —el castaño le decoraba la cabeza con las hojas que tenía a su alrededor—. Pero creo que no os vendría nada mal tener voluntarios.
—¿Estarías interesado?
—No preguntes lo evidente, Arturito.
Inglaterra estiró los brazos para tomar en sus manos la cara del otro. Le dio un beso esquimal. El joven español rio ante tal gesto y siguió con el engalanamiento.
—Pues luego te vienes conmigo a ver a Ludwig.
El anglosajón se fijó en los dedos de su chico. También este estaba histérico, se notaba en las uñas. Era sabido por todos sus allegados que Antonio se las mordía. Sin embargo, dicha manía empeoraba cuando estaba en una situación agobiante, podía llegar a hacerse heridas.
—Con las manos tan bonitas que tienes, darling, es una pena que te las destroces así.
—Tus manos son más bonitas que las mías.
—Quizá solo luzcan mejor porque yo no me devoro las uñas. No deberías ponerte tan nervioso, sweetheart. Lo de hoy no es más que una guía. Lo duro vendrá el año que viene, con las solicitudes y las entrevistas.
—Lo sé, cielo. Aun así creo que esta clase de ocasiones son importantes. Al fin y al cabo si le causas buena impresión al representante es muy probable que te vean con otros ojos. Y cualquier ayuda es poca en esta guerra.
Antonio se tumbó sobre la hierba. Su acompañante hizo lo mismo y se quedaron muy quietos, memorizando cada nube. El castaño se giró, puso su cabeza sobre el pecho del rubio, estirando su brazo como un gatito. Arthur le beso en la cabeza
—Ni tú ni yo vamos a tener ningún problema. He visto tus notas y son casi perfectas — ahora era el inglés quien jugaba con el cabello de su novio—, no te tortures.
Arthur miró su reloj cuando Antonio se levantaba. En quince minutos empezaban las actividades de la jornada universitaria y todos los miembros de la junta habían prometido al alemán estar un poco antes, pues bastante apurados iban ya.
Ludwig andaba de aquí para allá con el portapapeles en la mano, organizando todo con precisión germánica cuando le localizaron. Arthur le explicó el porqué de la presencia del otro chico. Ludwig parecía más interesado en saber por qué el vicepresidente tenía hojas en el pelo.
—Nos veas lo bien que nos vienes, Antonio.
El alemán parecía sinceramente aliviado. Desde luego, la simpatía natural del español era justo lo que necesitaban para dar la bienvenida a sus invitados. También la gracia de Feliciano iba a ser de ayuda, aunque este andaba distraído con el catering.
—Spagna! —veneciano abrazó al español. Desde lo que pasó con su hermano, casi no había podido estar con Antonio, y eso le dolía mucho—. Ven ¡mira que pinta tienen los mini sandwiches!
Le tomó de la mano y le condujo a la mesa de los aperitivos. Inglaterra se fue a ayudar a Hungría y Japón. Al poco rato volvió el español para que Lud le asignará sus tareas.
—Gracias por apuntarte. Que suerte tiene Arthur contigo, le ha tocado la lotería.
—Pues sí —Toño no podía apartar la vista de su novio. Como se movía de un lado a otro con esa soltura. En esos momentos solo podía pensar en lo loco que estaba por el británico—. Y a mí también, para qué nos vamos a engañar.
—El tarambana de mi hermano no pasa por aquí ni por equivocación. —pensó Ludwig en voz alta.
Casi al instante, el pequeño de los Beilschmidt tuvo que tragarse sus palabras, pues Gilbert junto con Francis, Alfred y Matthew entraron en escena. El inglés levantó una ceja.
—¿Qué hacéis aquí?
—Notre Antoine nos ha pedido que vengamos.
Las horas siguientes transcurrieron sin incidencias. Los representantes de las universidades conversaban agradablemente con los alumnos sobre la historia, tradiciones y programas de sus respectivas facultades.
Para Arthur y Antonio el hecho de tener que escuchar a aquellas personas deshacerse en elogios hacia sus madres era un poco molesto. Afortunadamente, enseguida mostraron interés por ellos y sus logros. Está claro que el rubio tiene un expediente brillante y, aunque siempre sorprenda a todos aquellos que no le conocen más que de oídas, el castaño también.
Era algo que siempre había desconcertado al consejo estudiantil al completo: Como era posible que, con las que liaba el triángulo del vicio, como gustaba llamarles Austria, tuvieran los tres una ficha intachable. ¿El secreto de su éxito? Muy sencillo. De puertas para dentro eran el Dr. Jekyll y de puertas para fuera Mr. Hyde 1. Eso y evitar subir cosas comprometidas a las redes sociales. Y ya está.
Alemania observaba con cierta satisfacción a su novio. Este llevaba bastante rato acaparando a uno de los invitados, quien daba la sensación de estar hipnotizado por el joven italiano y su perspectiva sobre la pintura renacentista.
La escena sirvió para dar fe de lo que el alemán tenía claro: Si Feli ponía empeño, subía su media y dejaba de estar en Babia, podría lograr entrar en la universidad que le diera la gana.
Cuando el acontecimiento se dio por finalizado despidieron cordialmente a los visitantes y siguieron cada uno con sus quehaceres. Los que acudieron a ayudar a montar el tinglado se quedaron a retirarlo.
Desde una punta de la sala a otra, España e Inglaterra coqueteaban tontamente. Uno le lanzaba un beso, el otro le guiñaba un ojo. Cada vez que se cruzaban llevando una silla o algún otro útil, se rozaban y se reían bajito. Elizabeta y Kiku observaban todo y daban las gracias por el "material".
Roderich intentaba pararle los pies a Prusia, quien había convertido la escoba en su guitarra particular y pegaba brincos por todo el sitio. Francia hablaba con Canadá mientras ayudaban a recoger los bocadillos sobrantes.
Comentarios finales:
Igual me estoy metiendo en un lío curioso con lo de las unis y todo lo de admisiones y tal. Pero en esta historia me gustaría crear la experiencia completa ja ja.
Antonio de médico, ¿se puede ser más básica? No me lo tengáis en cuenta. Lo he visto en varias historias y fanarts y, la verdad, es que me parece una idea perfecta. No sé quién fue la primera persona que se le ocurrió pero, olé tú.👏
Respecto a Inglaterra queriendo ser cineasta. Era eso o escritor, ya que Arthur sería un perfecto cuentacuentos. Sin embargo, como ya lo es su madre me pareció redundante. Además junto con la literatura ¿cuál es el mejor medio para contar una historia? Exacto, el cine.😉
¿Las carreras soñadas del resto de personajes? Las iréis descubriendo a medida que avance la trama.
¡Espero que tengáis un feliz resto de semana! ️
Por cierto, sabed que leo todas las reviews y os estoy muy agradecida, ¡me animan mucho! Y si teneis alguna idea para algún capitulo también me la podéis poner y la tendré en cuenta.
Aclaraciones y traducciones:
1 El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde es una novela corta publicada en 1886 escrita por Robert Louis Stevenson.
