Bueno, mira...como poder, puedes. Aunque no lo recomiendo demasiado.

— ¿Por qué no?

Porque puede provocarle un desequilibrio hormonal que lo va a afectar en otras cosas, Satoru. Si no hubiese peligro alguno, te doy las píldoras sin problemas, pero...bueno, es algo que tienes que decidir tú, en realidad.

— Por algo te lo estoy preguntando a ti, que sabes más que yo de esto.

Satoru chasqueó la lengua y cambió de posición, apoyado contra la pared de la sala; su padre se encontraba en su despacho y ya era bastante entrada la noche. Suguru no agregó nada más del otro lado de la línea y Satoru bufó, ansioso y harto al mismo tiempo por la situación.

— Suguru, maldita sea…¿qué hago?

Dios, encima me lo preguntas a mí. ¡No sé!

— ¿Cómo que no sabes? Eres mi amigo, ayúdame a pensar algo, carajo.

Lo intento, estúpido. ¿Cuánto le falta?

— No sé, mierda.

Dios.

El silencio volvió a adueñarse de la línea telefónica, y no era para menos.

Hacía poco más de un par de días, Yuuji le había comunicado a Satoru la peor de todas las noticias, la que menos quería oír: su celo se estaba acercando. El Omega lo había notado por cambios sutiles pero le había dejado en claro que sus síntomas previos a la necesidad no eran muy llamativos...por lo que tampoco podía decirle si faltaba un día, una semana o un mes para que la desgracia sucediera.

Y con ello por supuesto había llegado la hora de la verdad: ¿qué carajos hacía? Su relación con Yuuji había avanzado para bien, si es que así se le podía llamar...pero tampoco como para que Satoru no tomara aquello como un abuso. Si...si llegaba a quedarse en esa casa y estaba con Yuuji durante su celo lo iba a considerar una violación aunque fuese consentido. ¿Pero dejarlo sufrir era menos miserable? Sabía que un Omega en celo sufría de calambres y dolores que podían tornarse insoportables, y ahora que Suguru para colmo le decía que no podían suministrarle la misma droga de la vez pasada sus esperanzas caían al suelo.

¿Supresores? Podrían ayudar, pero no sabían cuánto. Yuuji no los había estado tomando simplemente porque...por el miedo que Satoru tenía a su padre y su posible reacción si el Omega no se embarazaba pronto.

Por un lado estaba el temor de que su padre lo considerara un Omega infructuoso y lo sacara de allí a quién sabía qué destino espantoso...y por el otro lado temía embarazarlo a través de un abuso.

El panorama era...encantador.

¿Y tu padre?¿Está en casa?

— Sí, maldición. Aunque no importa, supongo que si lo echo diciéndole que Yuuji va a entrar en celo se irá...el problema soy yo, Suguru. No puedo irme.

Hay...hay otra opción, pero no sé si...no sé si va a agradarte.

— Si existe, la tomo. Dime qué es.

Si el problema eres tú...echa a tu padre y...dame a Yuuji a mí. Estará más seguro conmigo que contigo.

— Ni hablar. No lo voy a permitir.

Suguru guardó silencio y Satoru se maldijo mil veces mientras intentaba no golpear ningún mueble. Por supuesto que el otro tenía razón; Yuuji estaría mucho más seguro con Suguru que con él en un eventual celo, eso estaba claro considerando la resistencia titánica que el Alfa tenía a sus hormonas…¿pero y si no se podía contener? Y más allá de eso, estaba la cuestión de los celos irrefrenables y estúpidos que Satoru como Alfa no podía contener. Yuuji era su víctima, pero aún así con culpa y todo encima lo consideraba suyo y de nadie más.

¿Cómo iba a permitir que otro Alfa se lo llevase justo en su celo?

— Suguru...lo siento, hablé sin pensar. No sé qué me pasa.

¿Tengo que decírtelo yo o ya lo sabes y no quieres admitirlo?. — Suguru bufó y luego maldijo sin que Satoru se atreviera a agregar ningún comentario. — Mira, ya te lo dije. Es tu decisión. Tampoco te tortures tanto, Satoru. Si quieres estar con él y Yuuji así lo desea...hazlo.

— Llego a embarazarlo así y...no puedo.

Tarde o temprano tienes que hacerlo y lo sabes. Lo que estás intentando hacer es dilatar la cuestión para que te genere menos culpa.

— ¿Por qué no te mueres?

Porque sabes que estoy diciendo la verdad, y no te juzgo. Pero eres tú mismo quien se juzga demasiado fuerte. Cuando decidas qué hacer, avísame. No vivo solo y también tengo que organizarme.

Y sin más, Suguru cortó la comunicación. Satoru permaneció de pie con el teléfono en la oreja durante varios segundos más, su mirada perdida en el infinito y su mente en blanco sin poder procesar lo que dependía totalmente de él. No le extrañaba tampoco que Suguru se estuviese cansando, todo tenía un límite.

Finalmente, dejó el teléfono en su sitio y decidió su próximo movimiento. Si no estaba calculando mal, Yuuji ya tendría que haber terminado la cena y...sí, quizás sería un buen momento para hablar.

Y así sacarse un poco más de culpa, ya que estaba.

— ¿Satoru?

La voz amortiguada de Yuuji lo recibió del otro lado de la puerta cuando golpeó una, dos veces.

— ¿Eres tú?

— Ah...sí.

Ingresó al cuarto y se topó con la mirada confundida del otro, de nuevo sobre la cama. Suspirando, cerró despacio la puerta detrás suyo, apoyando la espalda sobre la madera.

— Es...raro verte aquí a esta hora. ¿Qué haces ahí contra la puerta? Me asustas.

Si bien había dicho aquello, Yuuji le sonrió nerviosamente, sus piernas moviéndose sobre la frazada. Satoru carraspeó y se aproximó a la cama con paso calmo hasta sentarse en la orilla opuesta, el ceño de Yuuji frunciéndose un poco ante su distancia.

— ¿Qué...qué ocurre?

— Me dijiste que tu celo está cerca. — el Omega asintió con la cabeza. — Yuuji...me...me gustaría llevarte a otro lugar. Para que no pase nada.

Yuuji frunció más el ceño y entrecerró los ojos, al parecer sin comprender lo que le decía. Los segundos pasaron y Satoru no sabía qué agregar, aguardando lo que fuera.

— ¿A otro lugar?¿Cómo? Espera. — el entendimiento pareció llegarle y Satoru vio como su semblante se tornaba ligeramente pálido. — Vas a llevarme a tu cuarto, ¿no es así?

— ¿Qué? No. Claro que no.

— ¿Entonces?

— Hablaba de un lugar lejos de mí.

De nuevo lo vio fruncir el ceño.

— No entiendo.

— ¿Qué es lo que no entiendes, Yuuji? Si tu celo está cerca, tienes que estar en un lugar tranquilo lejos de mí.

— ¿Por qué lejos de ti?

— Yuuji, ¿es en serio?

— ¿Tengo algo malo?

— ¿Eh?¿De qué hablas?. — Yuuji parpadeó rápidamente y Satoru supo que las aguas estaban ascendiendo más velozmente de lo que podría frenarlas.

— Hace seis meses que estoy aquí. Los tengo contado, no te creas que...no te creas que no sé qué hago aquí.

— Yuuji…

El Omega levantó una mano para detenerlo y Satoru vio resolución y cierta firmeza en su mirada, amedrentándolo. Tragando saliva y apartando la mirada, se sintió repentinamente expuesto y estúpido, todo al mismo tiempo.

— Soy tonto, pero no para tanto. Estabas esperando que esto pasara, ¿por qué entonces ahora no quieres estar conmigo?

— Yuuji, no, te equivocas, yo no…

— ¡No mientas!. — al elevar todavía más el tono de voz, Satoru se sintió atrapado en su propia trampa. — Quieres un hijo, ¿no es así? Por eso no me has tocado en todo este tiempo. Si te lo doy, ¿vas a dejarme ir?

Satoru se incorporó bruscamente de la cama y comenzó a caminar en círculos dentro de la habitación ante la mirada atenta de Yuuji. El silencio se extendió entre ellos mientras el Alfa intentaba procesar lo que acababa de ocurrir. ¿Cómo podía haber sido tan obtuso e idiota de no pensar que Yuuji sí había atado cabos? Él sabía cómo se manejaba la sociedad en esa época, como todos. ¿Cómo se le había ocurrido que no iba a llegar a la conclusión él sólo? De nada valía que empezara a dar excusas diciéndole que él no lo había secuestrado, Yuuji ya lo sabía.

¿Cómo iba a decirle que...que tampoco podía dejarlo ir?

Finalmente detuvo su caminata y miró a Yuuji. Pese a que parecía enojado, aquel rastro de ingenuidad seguía vislumbrándose en su mirada, la esperanza de que...Satoru no podía evitarlo, se sintió repentinamente descompuesto.

— Mañana vas a irte a otra casa hasta que tu celo se pase del todo. Y es mi última palabra.

— ¿Qué? ¡Espera!¡Satoru, vuelve aquí!

De nuevo, huyó del cuarto dejando a Yuuji solo y enojado, frustrado, confundido. Asustado.

No, no podía hacerle eso. No había manera.

Volvió a descender las escaleras a paso rápido antes de que la idea y la resolución se le escapara de la mente, los gritos de Yuuji aún resonándole en el cerebro.

¿Diga?

— Suguru.

Hey. ¿Sucedió algo? Es raro que…

— Llévatelo.

¿Qué?

Satoru bufó, resopló, maldijo antes de proseguir.

— Que te lo lleves. Saca a Yuuji de aquí mañana mismo.

Mmmmmmmmmmmh...Satoru...¿estás seguro...? xD...

¡Nos leemos!