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CAPÍTULO 6: Las margaritas
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Suguru vivía tan cerca del edificio de NG Records que podía ir y venir andando. Eso hacía que su apartamento fuera más caro pero, cuando Tohma le buscó una residencia para él solo en Tokio, ese fue el único punto sobre el que Suguru mostró interés. Su primo le habló brevemente del encanto que podían tener otros barrios, pero el pequeño Fujisaki solo había prestado atención a lo práctico.
Cuando subió a las oficinas, se encontró allí con Shuichi y con Hiro firmando sus respectivos documentos.
H: Oh, oh… Algo muy gordo ha tenido que pasar para que llegues el último, Suguru - Dijo el guitarrista, sonriendo con intención.
SH: Sí, y no creas que vas a marcharte de aquí sin contárnoslo.
S: Jijiji… Buenos días - Suguru saludó a la empleada de administración, que dijo que enseguida le traería los papeles - ¿Contaros el qué? - Dijo, sonrojándose.
SH: ¿Cómo que "el qué"?
H: Eso, no te hagas el despistado. Queremos detalles.
S: ¿Qué detalles?
H: ¡Escabrosos!
S: ¡Anda ya!
SH: Venga, Suguru. Somos unos cotillas, ya lo sabes. ¡Desembucha! - Dijo el cantante, tirándole de la manga.
S: Ay, pero si no hay nada que contar… Jijiji…
Shuichi y Hiro siguieron bromeando con su compañero e intentando sonsacarle los "detalles escabrosos" mientras este estampaba su firma en los diversos impresos que le iban poniendo delante. Las bromas y los codazos de complicidad continuaron de camino al ascensor y dentro del ascensor.
Suguru les decía que eran unos pesados y que pararan ya, pero, en realidad, estaba encantado de que le trataran con aquella familiaridad. Aunque finalmente los tres habían llegado a llevarse bastante bien, Suguru sabía que sus compañeros compartían un vínculo mucho más íntimo, una amistad que se inició mucho antes de que él entrara en sus vidas y que, por consiguiente, su relación con ellos no podía estar al mismo nivel. Eso le frustraba un poco, pero consideraba que no podía hacer nada al respecto.
Hiro y Shuichi seguían intentando que Suguru cediera a compartir su "cotilleo" pero, en realidad, no hacía falta que contara nada. Su cara de felicidad y la sonrisilla tonta que le bailaba en los labios lo decían todo.
SH: Vamos, Suguru - Ya en la planta baja, aquellos dos continuaban con el interrogatorio para que su compañero confirmara el motivo de su alegría - Hiro y yo te lo contamos todo sobre nuestras parejas. Tú tienes que ser igual de generoso.
S: Pero… Jejeje… Pero es que yo no tengo… - Su teléfono volvió a sonar - Perdonad un momento. Hola, Tatsu.
Hiro y Shuichi empezaron a dar saltitos y a aletear los brazos, abriendo desmesuradamente las bocas como si estuvieran lanzando gritos silenciosos. A Suguru se le escapó un bufido de hilaridad y les dio la espalda para poder seguir hablando sin que le entrara la risa.
S: Si, ya he terminado, estoy con estos dos atontados que… Sí, voy a volver directamente a casa… Pues unos diez o quince minutos, calculo… Vale, ahora nos vemos. ¡Adiós!
Cuando se dio la vuelta, vio que Hiro y Shuichi estaban abrazados y se miraban el uno al otro con caras de estúpido embeleso.
SH: Sí, Tatsu-chan, vuelvo corriendo a tus brazos. Mua, mua, mua, mua.
H: Date prisa, Suggy-chan, que me falta el aire si no estás a mi lado. Mua, mua, mua, mua.
S: ¡Jaaaa! ¡Jajaja! ¡Sois idiotas!
o~o~o
- ¡Ya estoy aquí, Tatsu!
Suguru cerró la puerta, dejó sus cosas en el recibidor y fue al salón en busca de su amante.
- ¡Bienvenido!
Lo que el teclista se encontró le dejó bastante desconcertado. Tatsuha se había vestido y le esperaba sentado en el borde del sofá con una pose recatada y modesta, frente a la tetera humeante, dos tazas y una bandeja con pastelitos que había colocado en la mesita del salón. Sonreía, visiblemente emocionado e, inexplicablemente, se sonrojó al verle entrar.
Aquello era un poco extraño. Normalmente, durante las visitas de Tatsuha, si se veía forzado a dejarlo solo en casa por algún motivo, al regresar se lo encontraba en el sofá, pero espatarrado y mirando la tele, no en aquella postura tan formalita y con una merienda preparada. En vez de vestido, solía recibirle en calzoncillos o sin calzoncillos y, en lugar de dirigirle aquel tímido saludo, solía hacerle saber, sin ningún tipo de recato, que estaba listo para dar y recibir amor.
- Emmm… Gracias. ¿Has traído tú eso? - Dijo, señalando la bandeja de pasteles.
- Sí, claro. Ven, siéntate aquí conmigo - Tatsuha dio unas palmaditas sobre el cojín del sofá. Suguru obedeció, todavía extrañado - ¿Te...? Ejem… ¿Te apetece una taza de té?
- Pues… Vale, gracias.
- Enseguida - Y Tatsuha, con una elegancia y eficiencia dignas de la más afamada geisha de Kyoto, procedió a servir el té.
- Esto… ¿Celebramos algo? - El ruido que hizo la vajilla le hizo saber que sus palabras habían hecho que a Tatsuha le empezara a temblar un poco el pulso. El joven monje se sonrojó violentamente y su sonrisa se hizo más amplia a causa del nerviosismo.
- Pues… Sí, la verdad es que sí. Jijijiji… - Respondió, tendiendole la taza. Suguru la cogió.
- Genial. Y, ¿qué es lo que celebramos? - Dio un sorbito a su té. Estaba riquísimo.
- Oh, pues… Jejeje… Verás, el caso es que… Mmmm… Yo… Quería… Quiero...
Tatsuha se estaba comportando de una forma muy rara, incluso para ser Tatsuha, y Suguru se estaba empezando a inquietar. El joven Uesugi parecía no poder estarse quieto en su lado del sofá. Corregía constantemente su postura, se pasaba las manos por el pelo y toqueteaba el cuello de su camisa con visible nerviosismo, todo ello sin acabar ninguna de las frases que empezaba.
- Tatsu, ¿te encuentras bien?
- Sí, claro. Perfectamente. De hecho… De hecho estoy muy contento, ¿sabes?
- Bien, eso es fantástico, pero… ¿Por qué no te calmas y me explicas tranquilamente qué es lo que te ha puesto tan contento?
- Sí, sí… Verás, el caso es que yo… ¡Oh! - Tatsuha dio un pequeño respingo. Parecía haber recordado algo - Te he traído una cosa.
Acto seguido, cogió la taza que Suguru tenía en las manos y volvió a dejarla en la mesita. Luego se giró y se inclinó para coger algo que había dejado en el suelo, oculto tras el sofá.
- ¡Para ti! - Dijo, colocando un ramo de margaritas en los brazos de Suguru.
- Oh, vaya… Gracias - "¿Y qué hago yo con esto?"
- Jijiji - Tatsuha cogió una de las manos de Suguru entre las suyas - Verás, Suggy-chan, yo… Quería decirte una cosa.
- Pues claro, Tatsu, y yo te escucho. Pero dime de una vez de qué se trata porque me estoy empezando a…
- Sí, sí, por supuesto. Lo que quiero… Lo que intento decirte es que… - Tatsuha puso la mano de Suguru contra su mejilla y acercó la cara a la de su amante - TE-QUIE-RO.
Suguru, completamente inmóvil, parpadeaba sin comprender.
- Perdón, ¿cómo dices?
- Que… Jiji… Que te quiero. Te quiero mucho, Suggy-chan, y me gustaría que tú y yo fuéramos… Ya sabes, algo más.
Suguru, por fin, pareció entenderlo, pero eso no mejoró nada la situación.
- Oh, dios mío... - Dijo, dejando caer los hombros y con cara de estar, súbitamente, muy cansado.
- ¿Oh-dios-mío? ¿Eso es todo lo que se te ocurre decir? - Respondió Tatsuha, ya sin sonreír y con un pequeño punto de indignación en su voz.
- Es que… Tatsu, esas cosas… No van conmigo, ¿entiendes? Así como estamos es todo perfecto. ¿Por qué tenemos que liarnos con complicaciones?
- ¿Complicaciones? Suguru, esto no es una complicación. Te estoy diciendo que estoy enamorado de ti. ¿Y tú lo ves como un problema?
- Oh, Tatsuha... Estas cosas siempre acaban trayendo problemas. Lo sé perfectamente. Yo prefiero lo que tenemos ahora. Algo divertido, fácil…
- ¿Divertido y fácil? ¿Eso soy yo para ti, un entretenimiento divertido y fácil?
- Yo no he dicho eso.
- ¡Pero lo piensas! - Tatsu ya no ocultaba de ninguna manera lo ofendido y dolido que se sentía, y eso puso a Suguru de muy mal humor.
- Bueno, ¿y qué tiene de malo? Yo me divierto contigo y tú conmigo. Sin problemas ni engorros. Ya tengo suficientes preocupaciones en mi vida. Lo que necesito es algo que me relaje, no que me la complique todavía más.
- Pero, ¿tú te estás oyendo? ¿Cómo te atreves? ¡Hablas de mí como si fuera una especie de prostituto de lujo que viene a quitarte el estrés a base de polvos!
- ¿Ves? No llevamos ni cinco minutos hablando de enamoramientos, y ya hemos empezado a discutir. ¡Y tú a decir tonterías!
- ¿Y qué esperabas, Suguru? ¿Cuánto tiempo pensabas que íbamos a durar así? Esto es lo que hacemos las personas, ¡nos enamoramos y sentimos cosas!
- ¡Oh, claro! ¡Ahora resulta que soy inhumano porque paso del drama y quiero ser práctico! ¿Verdad?
- ¿Práctico? ¡Esto es increíble! ¿Cómo se puede pretender ser "práctico" en una relación? ¿Cómo?
- Pues como… Como lo son Mika y Tohma, por ejemplo.
- ¡¿Qué?! ¿Eso es lo que quieres? ¿Una relación donde TODO se toca con guantes y en la que trates a tu pareja como a una empleada?
- ¡A ellos les funciona!
- ¡Eso es lo que tú te crees! - Respondió Tatsuha, airado. Y decidió no seguir por ese camino, porque tampoco era cuestión de ponerse a airear las intimidades de su hermana.
- Bueno, ¿y tú qué quieres? ¿Pasarte el día llorando y vivir en un melodrama constante, como Shuichi y tu hermano?
- Pues, al menos, ellos se atrevieron a bajar la guardia y a admitir que sienten algo el uno por el otro. ¡Eso contigo sería imposible que pasara porque tienes la misma capacidad de sentir que un gato de escayola!
- ¡Oh, esto es una mierda! - Suguru se dejó caer, malhumorado, sobre el respaldo del sofá, con los brazos cruzados sobre el pecho - Te recuerdo que fuiste tú el primero que dijo que no quería oír hablar de amor ni de…
- Sé perfectamente lo que dije, pero… - Tatsuha replegó su enfado y bajó la vista, azorado - Ahora... quiero algo más.
Suguru suspiró y puso los ojos en blanco.
- Mira, Tatsu… Lo siento, pero yo no puedo darte más - Sintió la oleada de tristeza que emanó del cuerpo de Tatsuha al oír sus palabras - No es por ti. Es por mí, que no…
Tatsuha apoyó el codo en el brazo del sofá y la cara en la mano.
- No, por favor. No vayas por ahí - Que Suguru le rechazara ya era doloroso, mucho, pero que le tratara con condescendencia de manual era, además, humillante, y le hacía sentirse como un trapo.
- Lo digo en serio, Tatsu. No siento lo mismo por ti porque yo no siento esas cosas - Le puso una mano en el hombro, intentando ser amable - No va conmigo, ya te lo he dicho. Pero eso no quiere decir que no te aprecie - Añadió, con sincero cariño.
Tatsuha no se movió y continuó mirando al suelo. Transcurrieron unos momentos de tenso silencio.
- Bien, no insistiré - Dijo, por fin, haciendo acopio de toda la entereza que le quedaba - Estás en tu derecho, por supuesto - Se puso de pie.
- ¿Eh? ¿A dónde vas?
- A recoger mis cosas - No había enfado en su voz, solo tristeza y resignación.
- ¿Quééé? - Suguru trató de ir tras él y se dio cuenta de que aún tenía el ramo de flores sobre el regazo. Lo dejó en el sofá y siguió a Tatsuha hasta el dormitorio - Pero, ¿por qué? No hace falta que te marches.
Tatsuha había puesto su pequeña bolsa de viaje sobre la cama y estaba recogiendo las pocas cosas que había traído. Nunca llevaba demasiado equipaje cuando iba a Tokio. De todas formas, se pasaban la mayor parte del tiempo en pelotas…
- Sí que hace falta, Suguru. No puedo quedarme aquí después de esto. Espero que lo comprendas.
- Pero… Pero… - Ahora, el que parecía seriamente apenado era Suguru - Mañana… Me habías prometido…
- Las entradas fueron un regalo para ti, Suguru. Puedes ir con quien tú quieras.
- ¡No, no! - Suguru se abrazó a la cintura de su ex no-novio y alzó la cara para mirarle, haciendo un puchero - ¡Yo quiero ir contigo, Tatsuha! No te vayas, por favor.
Tatsuha le sonrió tristemente.
- No puede ser, Suguru. Aunque me quedara e hiciera como que esto no ha pasado, yo seguiría queriendo más. Tú eres muy listo, seguro que lo entiendes.
Suguru abrió la boca para intentar decir algo, pero no se le ocurrió nada lo suficientemente convincente para retenerle. Tatsuha se inclinó para salvar la diferencia de altura, le abrazó estrechamente durante unos segundos y le dio un beso en el pelo.
- Espero que te vaya todo muy bien, Suggy-chan, aunque sea sin mí. Te lo mereces.
Deshizo el abrazo de Suguru en torno a su cintura y salió de la habitación, dispuesto a marcharse.
Suguru no sabía qué hacer. Se quedó un minuto más en su habitación, mirando a su alrededor como si tratara de buscar una respuesta en los objetos que le rodeaban. Finalmente, decidió ir tras él. Tatsuha se encontraba en ese momento esperando el ascensor.
- Tatsuha, entonces… - No sabía muy bien qué decir - ¿A dónde vas a ir? - Preguntó desde la puerta de su casa. Tatsu se lo pensó un momento.
- Pues… Puede que vaya a visitar a mi hermano antes de volver a Kyoto. O a mi hermana. No sé, ya veremos - Y entró en el ascensor.
Media hora más tarde, sonó el timbre del piso de Yuki. Shuichi abrió la puerta, sorprendiéndose enormemente al encontrar allí a Tatsuha.
- Hola... Esto… ¿Os importa que me quede aquí esta noche? O unos días… Todavía no lo sé. Por favor…
Había tal desazón en la cara de Tatsuha y era tan impropio de él pedir algo con aquella timidez, que Shuichi estuvo seguro, inmediatamente, de que había pasado algo, algo malo. Especialmente porque le hacía en casa de Suguru pasándoselo en grande. Allí había un problema y era menester encontrar la solución, por la cuenta que les traía a todos.
- Pues claro que sí. No tienes ni que preguntarlo. Pasa. ¡Yuki, está aquí tu hermano! - Le tomó de la mano y le condujo hasta el salón - Pobre Tatsu, qué carita traes. ¿Qué ha pasado?
Yuki salió del despacho y no disimuló su fastidio al ver allí a su hermano.
- ¿Qué haces tú aquí?
- Tatsuha y Suguru se han peleado y tu hermano se va a quedar con nosotros unos días - Dijo Shuichi, en un tono que no admitía réplica.
El escritor tuvo que tragarse la sorpresa y las ganas de protestar. Le reventaba que Shu-chan hubiera decidido, sin consultarle, meter a alguien en casa, pero se tenía que aguantar. Al fin y al cabo, aquella también era su casa y ese "alguien" era su propio hermano.
Shuichi sentó a Tatsuha en el sofá, agarró cariñosamente su brazo y le invitó a que les contara lo que había sucedido. Al joven Uesugi le daba un poco de vergüenza desvelar la razón de sus penas delante de su hermano (Quien, muy probablemente, ni entendería nada ni mostraría ninguna empatía) pero, por suerte, ahí estaba Shuichi, sinceramente interesado por su tristeza y dispuesto a escucharle. Y Tatsuha necesitaba desahogarse.
Así, animado por Shu-chan, acabó explicándoles el tipo de relación que llevaba meses manteniendo con Suguru y como este había acabado siendo muchísimo más importante para él de lo que había imaginado en un principio. Les contó lo de su fallida declaración de amor y el tipo de respuesta que había recibido para acabar echándose la culpa de todo, por pretender que alguien tan brillante, tan inteligente, tan talentoso y tan de todo como Suguru sintiera algo por un idiota como él.
- ¡Oh, Tatsu-chan, no digas eso! - Dijo Shuichi, poniéndose de rodillas sobre el sofá y abrazándole - Tú eres genial, y Suguru lo sabe. Es solo que… Bueno, que es Suguru.
Tatsuha escondió la cara contra el pecho de Shuichi al notar que su labio inferior empezaba a temblar.
- Bueno, pues si el enano ese te ha dicho que no, que le den. ¿Por qué no vuelves a Kyoto y sigues con tu vida? - Dijo Yuki. Inmediatamente, se dio un coscorrón mental por haberlo hecho.
No quería que sus palabras sonaran así, pero aquello había sonado e-xac-ta-men-te como si quisiera echar a su hermano de su casa.
- ¡Yuki, ¿es que no lo entiendes?! - Le amonestó Shuichi - Tatsuha no quiere irse tan lejos por si Suguru cambia de opinión. ¡Parece mentira que no te des cuenta!
Yuki hundió un poco la cabeza entre los hombros, avergonzado por resultar tan inútil en aquella situación. Lo que había dicho Shu-chan tenía todo el sentido. Por muy remota que fuera la posibilidad de que Fujisaki recapacitara y decidiera aceptar el amor de su hermano (cosa que Yuki estaba bastante seguro de que NO iba a pasar), volver inmediatamente a Kyoto no era una opción nada atractiva. Su padre no mostraría ninguna compasión ante la melancolía de su hermano por no considerarlo "cosa de hombres". Diría que lo que le hacía falta era una buena dosis de trabajo duro y le encargaría una tarea tras otra hasta que su hijo acabara con la lengua fuera y deseando pegarse un tiro. Además, Tatsuha ni siquiera podría ser sincero con su padre y contarle la verdadera razón de su tristeza. Vamos, que una mierda.
- Vale, pues… Quédate aquí. - Dijo, malhumorado, y volvió a meterse en su despacho.
Decidió que lo mejor que podía hacer era desvincularse de aquello y no fastidiarlo más. Que se ocupara Shuichi. Era tonto, pero tenía mucho más corazón.
o~o~o
- Oooooh, ¡mi pobre cariñito! - La voz de Mika sonaba profundamente enternecida a través del teléfono. Tatsuha había considerado mejor informarla de lo que había pasado para evitar que pudieran producirse momentos incómodos entre ella y el primo de quien le había rechazado - Tatsu-chan, ¿quieres venirte a mi casa? Aquí tenemos más espacio y podrás…
- Gracias, Mika, pero no me siento psicológicamente preparado para quedarme en tu casa… y la de Seguchi. Supongo que lo entiendes.
- Claro que sí, mi amor.
Lo entendía perfectamente, del mismo modo que entendía cómo debía de sentirse su hermano ante la respuesta fría y aséptica que había recibido por parte de Suguru al desnudar su corazón. Mika nunca hablaba de los pormenores de su matrimonio con sus hermanos ni con nadie pero, tácitamente, Tatsuha y ella sabían que se comprendían.
Estuvo un rato más consolando a "su pobre cariñito", sabiendo que nada de lo que pudiera decir tendría mucho sentido para Tatsuha en aquel momento, hasta que el chico se despidió. En fin, al menos su hermano sabía que podía contar con ella.
Unas horas más tarde, Tohma y Mika se encontraban en el salón de su casa, cenando en silencio. Como de costumbre, Seguchi comía tranquilamente sin prestar atención a la persona con quien compartía la mesa hasta que, casualmente, su mirada se cruzó con la de su mujer.
Dio un respingo. Mika, sentada frente a él, no comía nada, ni siquiera tenía los cubiertos en las manos. Le miraba fijamente con los codos sobre la mesa y la barbilla apoyada en los puños, el ceño profundamente fruncido y una sombra de odio infernal en el rostro. Algo iba mal, pero no se le ocurría qué podía ser.
- Ejem… Querida, ¿ocurre algo? - Su mujer apretó los dientes.
- Que si ocurre algo, dice… - Masculló ella, mientras se ponía de pie. Apoyó las manos sobre la mesa e inclinó el cuerpo hacia delante - Lo que ocurre, Tohma, es que os detesto a ti y a tu maldito corazón de plástico.
Mika prácticamente había escupido las palabras que acababa de dirigirle a su marido. Acto seguido, apartó la silla y se dirigió hacia la puerta.
- Maldita sea toda vuestra asquerosa raza - Decretó antes de abandonar el comedor, y se fue de allí dejando a su ojiplático esposo parpadeando sin entender nada y levantando las manos en un gesto de absoluta confusión.
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Pobre Tatsu-chan, para una vez que se pone tierno, le rompen el corazoncito.
Pero esto no se acaba aquí. Seguimos con esta aventura.
¡SALUDOS!
