Day 6 - Mafia / Yakuza AU

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11:50 p.m.

Las luces doradas del bar iluminaba perfectamente la blanquecina piel de un azabache que se encontraba en la barra bebiendo de su Martini seco. No estaba despechado amorosamente ni se encontraba mal emocionalmente. Simplemente le gustaba ir a ese lugar cada dos días a la semana, el ambiente era sano, un bar un tanto lujoso, por lo que el olor a alcohol era agradable ahí dentro, Megumi solo iba para relajarse después de largas jornadas de trabajo.

Estaba vestido de traje completamente de negro, parecía un elegante cuervo con ese color tan oscuro. De alguna u otra forma, se sentía bien vistiendo eso color, nada ni nadie lo preocupaba cada vez que entraba.

Era un cliente frecuente, por lo que tanto el dueño como los empleados del bar le tenían lista el lugar en la barra donde tanto le gustaba estar las veces que llegaba. La rutina era la misma: llegar, beber, relajarse, platicar con alguno del personal, y cuando sintiera suficiente, retirarse.

Sin embargo, esa noche fue diferente... fue especial.

Su entrada llamó la atención de todos en el bar, vistiendo un traje grisáceo y camisa celeste, un hombre con cabello rosa pálido y tatuajes en el rostro, llegó al bar caminando con total normalidad sin prestarle atención a las miradas dirigidas a su persona. Se sentó a dos lugares de distancia de donde Megumi residía.

Sus miradas cruzaron por un momento, y en ese momento, Megumi sintió su cuerpo derretirse. La mirada del hombre era... muy intimidante. Le gusta.

Era la primera vez que se veían, sin embargo sentía una fuerte atracción en él, no era esa clase de persona que se flecha en una persona a primera vista, pero esta vez fue... diferente.

— Supongo que conseguí lo que quería al llamar tu atención. — la voz de él era rasposa y profunda, imaginándose lo bien que se sentiría si le susurraba en el oído.

— ¿Disculpa? — respondió el azabache tratando de disimular que no prestaba atención.

— Llevas viéndome desde que entré. Eso es un éxito para mi. — el hombre se levantó de su asiento para acercarse hasta el siguiente lugar junto a él. Megumi jamás había visto a un hombre tan atractivo como al que tenía enfrente. — Sukuna Ryomen.

— Megumi Fushiguro. — terminó de presentarse él.

Ambis hombres terminaron en una larga charla tan amistosa que incluso las mejillas del azabache se sonrojaron un par de veces. Charlaron de todo un poco, Megumi sentía la suficiente confianza en él como para reír de forma encantadora cada cosa "graciosa" que le dijera.

El tiempo estuvo pasando, y Megumi muy a su pesar tuvo que despedirse de él al ver la hora que era para llegar a su casa. Sus perros de seguro lo estarían extrañando.

Se despidió de él, quedando en volver a verse cuando volviera al bar. Y Megumi se fue a su casa en su automóvil. Cuando llegó, lo único que giraba en su cabeza era a Sukuna y su encantadora mirada.

Cielos...

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Los días fueron pasando, y entre en cada encuentro, las pláticas se iban acercando poco a poco. Sukuna confesó que lo había visto a lo lejos, por los que llamó su atención, y no había querido manifestarse hasta ese día en que captó su atención no más entrando. Al final, Megumi y Sukuna se habían acercado lo suficiente para organizar citas ahí en el bar más seguido.

Semanas después, Megumi aceptó los sentimientos que se manifestaron cuando conoció al hombre. Volvieron a organizar una cita en el bar.

Megumi se encontraba ansioso esperando al hombre de las finas líneas tatuadas en el rostro. Entre sus manos sosteniendo una copa de whisky, portando un nuevo traje negro, su pierna izquierda en constante movimiento sinónimo de nervios.

— Hola — escuchó esa voz que tanto le encantaba — Lamento si te hice esperar.

— Para nada. — tranquilizó Megumi con una sonrisa sintiendo encender sus mejillas. — Llegas a tiempo.

Sukuna se veía jodidamente guapo, al igual que él, vestía un traje y camisa negra, exceptuando a su corbata azul en su cuello. Definitivamente el negro es su color.

Solo volvieron a charlar por largo tiempo, algunos podrían llamarlo algo aburrido, sin embargo para ellos, escuchar la voz del otro era como escuchar voces del cielo.

Cuando la noche se fue alargando, Megumi supo que era tiempo de volver, por lo que gentilmente avisó a Sukuna que debía irse, sin embargo fue grande su sorpresa cuando ofreció acompañarlo. Oportunidades como esa no ocurrían dos veces, por lo que aceptó casi de inmediato.

— ¿Cómo te va en la veterinaria? — cuestionó curioso el pelirosa que caminaba a su lado con dirección a su automóvil.

— Bien, hoy recibí a una cliente que traía como seis conojes de distintos colores y razas — las manos del azabache se enteraban con nerviosismo — Estaba mordiendo la lengua para no pedirle que me regale uno.

Sukuna asintió levemente tomando nota metal.

— ¿Y a ti cómo te va en la oficina?

Sukuna se puso nervioso por un momento, claro, "oficina", por no decir otra cosa.

— Igual que siempre — terminó por decir — La gente va y viene.

Megumi asintió, estaban ahora frente a su automóvil, realmente no quería irse, y quedarse toda la noche platicando con Sukuna le era muy tentador.

— ¿Quisieras quedarte en mi casa?

Eso tomó por sorpresa a ambos, ¿era tanto la confianza como para ir a su casa? Ni idea, pero de lo que ambos estaban seguros es que querían pasar más, mucho más tiempo juntos. Terminando por aceptar, Sukuna subió al auto de azabache con camino a su casa.

Una vez dentro, Sukuna fue recibido por dos perros que al principio reaccionaron de forma hostil, sin embargo Megumi los calmó a ambos sacándolos de la sala hasta la habitación que tenía para ellos cuando había necesidad si tenía vista.

Es sábado de madrugada, ambos viéndose de frente sentados en el sofá, nerviosos sin saber que decir. Megumi sentía un poco pesados sus ojos, necesitaba dormir, pero no quería hacerlo... no sin él.

Lo siguiente que pasó, fue que Meguni se encontraba sentado a horcajadas sobre el regazo de Sukuna, sus brazos enredados en su cuello, sus dedos entre su cabello, Sukuna abrazandolo por la cintura, besándose apasionadamente.

No recuerda cómo pasaron de estar charlando a estar besándose de tal forma que querían devorar su boca. Se siente bien.

Sukuna lo recostó sobre el sofá continuando con el apasionado beso acariciando cada parte de su cuerpo, quería tenerlo sólo para él. Es incluso un poco peligroso, sin embargo... ¿a quién no le gusta jugar con fuego?

Continuó devorando su boca introduciendo su lengua en la cavidad bucal del azabache, este succionó su lengua en cuanto entró, encendiendolo aún más.

Desabrochó su cinturón a la vez que despejaba al azabache de sus prendas. La noche apenas comenzaba.

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— Uraume. — Sukuna llamó a su subordinado quien llegó de inmediato ante el llamado.

— ¿Sukuna-sama?

— ¿Alguna novedad de nuestros socios italianos? — Sukuna tomaba de su cigarro, un nuevo traje en su cuerpo.

— Solo que se deshicieron de los soplones.

— Es suficiente para mi. — con eso, Sukuna dio por terminada la conversación. El Albino estaba por retirarse — Uraume.

— ¿Señor? — volteando sobre sus talones regresó con libreta en mano.

— Consigue un conejo.

Uraume miró confundido a su líder, sin embargo no dijo nada al suponer que el animalito sería para su pareja.

Desde que Sukuna comenzó a salir con Megumi, fue siendo más blando, más no sin seguir si seriedad y autoridad con sus empleados. Eso sí, Megumi no tenía ni idea a lo que su novio se dedicaba, y sería mejor si nunca se enterara.

— Después quiero que investigues sobre el comprador de nuestra siguiente mercancía.

Uraume asintió ante lo pedido. Sí, podría ser que el gran "rey de maldiciones" como era apodado, uno de los mafiosos más poderosos del mundo esté enamorado, pero el hecho de que lo estaba, no significa que cambie a ese ser despiadado cuando de su trabajo se trate.

Aún así, se siente bien.