Capítulo seis

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Resumió sus actividades lo mejor posible. Las aguas tempestuosas pronto llegaron a llenar ese hueco que dejó Izuku con su ausencia.

Cuando pensaba al respecto, se recordaba que Izuku se había alejado porque él se lo pidió. No por gusto.

Se reiteraba que no era por gusto.

No tener a Izuku en su vida suponía un silencio desgarrador, puesto que aunque no lo entendía del todo, dolía mucho.

A decir verdad, lo extrañaba. Su voz, sus ojos, sus pecas, su determinación. Lo extrañaba, pero ya era muy tarde.

Pero gracias a lo que hizo, se percató de que sentía un cariño muy especial por el contrario, del cual no creyó que fuera posible.

Se dedicó a trabajar durante jornadas laborales largas para evitar pensar en Izuku. Evitarlo a toda costa.

Evitarlo porque no toleraba admitir que realmente desarrolló sentimientos especiales por él. Tuvo que perderlo para darse cuenta de algo tan obvio. De algo que llevaba tiempo sintiendo y que por su orgullo no se dio cuenta.

Años de conocerlo y apenas tomaba en consideración lo importante que es su presencia en su vida.

Vaya adulto que resultó ser él. Uno jodido y lamentable por su tonto orgullo.

Ahora que tenía la necesidad de ser abrazado y acogido por brazos fuertes, no tenía nada que lo subyugara de aquel sentimiento amoroso que flotaba en su corazón.

Las grietas de su relación con Izuku perduraban en su mente, como memorias talladas en la piel.

Extrañaba tanto el «¡Kacchan!» Que llevaba desde los doce escuchando y es la primera vez que ya no lo oye.

La puerta de su departamento ya no estaba decorada con flores y chocolates picantes.

Se recordaba que en sus escasos días de descanso Izuku no lo iría a visitar cuando él inconscientemente preparaba dos platos de Katsudon y los colocaba en la mesa, en el asiento que se encontraba ausente.

Se recordaba a diario que cada vez que su celular sonaba no sería Izuku quien lo llame.

Se recordaba que esos ojos verdes que con admiración lo miraban no estarían posados sobre él y que si volteaba hacia atrás no habría nadie ahí.

Sólo él.

Solo.

Sin Izuku.

Completamente solo.

Su corazón se oprimía ante tal realización tan dolorosa pero cierta. Y fue una realidad que poco a poco se cernió en su cabeza, vertiéndose lentamente en su interior, obligándolo a reconocer el peso de sus acciones. El peso de sus palabras. El peso que se echó encima como un cubetazo de agua fría.

Se sentía como el peor de los idiotas.

Y nada de lo que hiciera se comparaba con ese hecho.


Fue a tomar con Kirishima saliendo del trabajo. Ambos pidieron sus bebidas, dirigiendo sus atenciones prácticamente hacia el barrendero.

A Katsuki se le escapó un suspiro de los labios, captando la atención de su amigo, quien sorbía de su bebida con ímpetu.

—¿Qué sucede?

—Nada—Refunfuñó. —Nada.

—No parece nada.

Le dirigió sus ojos rojos como flashes sin luz detrás de ellos, rasgando esas premisas que sostienen su mirada hueca.

Kirishima suspiró.

—Arruinaste todo con el chico, ¿no es así?—Pasó una mano sobre su frente—. No necesito que me digas más.

Katsuki puso cara de «¿Cómo supiste eso?»

—Te conozco—Dijo. —Arruinas todo con tu bocota.

—¡Oi! ¿Quieres pelear?—Se acomodó a la defensiva, olvidando el tarro de cerveza que yacía en la barra.

—Pobre chico, de veras. Lo has de ver herido horrible. Si cuando rompiste conmigo sentía que me moría. Y teníamos dieciséis.

Katsuki bufó apesadumbrado.

—Ni una palabra más sobre eso. Ya lo entendí.

—Si lo hubieras entendido. No hubieras lastimado a tu amigo.

Con esas palabras se quedó atascado en la avenida de su pensamiento. Realizó en esa conversación que no había entendido nada sobre madurar, porque se comportó peor que un adolescente. Se comportó como un niño.

Insultó y menospreció el amor que Deku le daba porque tenía miedo de dar el primer paso a una relación distinta con él. Puesto a que se le figuraba que si lo hacía, cambiaría su forma de ver al otro y las cosas no volverían a ser las mismas.

Sin embargo, él fue el encargado de haber roto todo.

Qué irónico.

Kirishima tenía razón en llamarlo «inmaduro», porque fue inmaduro lo que hizo. Inmaduro en el sentido estricto de la palabra.

Deku debió sentirse peor que una escoria. Y el pecho le dolía de solo pensar en el dolor que Deku debió pasar por su causa.

Cómo lo lamentaba.

Anhelaba saber cómo se sentirían los brazos de Deku alrededor de su cuerpo. Si se derretiría en su toque. Si se sonrojaría. Si su corazón se aceleraría. Si su juicio se nublaría. Si qué… Si qué pasaba después de ahí. Si todo estaría bien a partir de ese gesto o no. Se preguntaba eso aun cuando ya sabía la respuesta.

Se rió de sí mismo ante la ridiculez de sus pensamientos afectados por el alcohol.

Claro que estaría bien. Se dijo.

Claro que estaría bien en sus brazos.

De eso no le cabía dudarlo ni por un segundo.


Pasaron los meses a velocidades impresionantes. En cuanto menos lo pensó, Izuku ya estaba en el último año de la preparatoria y ya comenzaba a tener importancia en las personas que habían sido salvadas por él o que ya lo conocían de alguna parte.

A Katsuki le daba gusto que Izuku poco a poco iba alcanzando su sueño, a pesar de que le dijo esas palabras tan crueles, él no se rindió en su meta. La perseguía pese a todo, pese a su rechazo, pese a que arruinó su amistad. Izuku seguía perseverando en lo que llevaba añorando desde la infancia y por lo que ha visto en las noticias, continúa creciendo en su camino. Creciendo tanto como es posible. Creciendo tanto que arrasa contra todas las opiniones de los demás, incluyendo la suya.

Sin embargo, intentó acercarse muchas veces al adolescente, terminando en un rechazo por parte del mismo. Que le decía que no tenía disposición de conversar con él, porque necesitaba concentrarse en su objetivo. Ese era la única excusa que le daba cada vez que él lo abordaba en los pasillos o en cualquier otro sitio de la escuela; además, pudo haber resultado más sencillo abordarlo en los dormitorios, ya que él cuidaba a sus alumnos ahí.

Por otro lado, el saberse evitado por Izuku no le gustaba, puesto a que sabía que él ocasionó aquello. Él ocasionó que el adolescente llorara y se rindiera con su amor. Él hizo ese desastre irónico, de la cual no lograba zafarse.

Y era tan frustrante que no conseguía tener la atención del adolescente, que descuidaba su trabajo de sobremanera. Asimismo, no concentrándose en lo que debía de resolver, o peor aún, descuidándose a tal punto que resultó herido en una pelea contra un villano que fácilmente pudo haber derrotado de una explosión de sus palmas. Esta herida, lo mantuvo en el hospital por unos días, los cuales estuvo inconsciente.

Lo que no contó fue que al despertar se encontraría con Izuku sentado a su lado. Katsuki quiso mover su mano hacia él, pero al hacerlo, Izuku lo retuvo colocando su mano sobre su muñeca, frenándolo de moverse.

—¿Izuku?—Preguntó incrédulo.

—Despertaste, Kacchan— Suspiró aliviado.

Los sentidos arrasaron a Katsuki, quien miraba sin barreras a Izuku. Se percató al instante que sus bellos ojos estaban cubiertos de ojeras y su piel siempre impecable, lucía seca. Le daban un toque desastroso en el buen aspecto que portaba usualmente.

Izuku debió estar en vela, esperando su despertar.

—Sí.

Se sintió estúpido por responder con una respuesta tan básica que no se ponía a la altura de todo el mar de cosas que Izuku siempre le dice.

Acaba de despertar, pero no quiere descansar más. Quiere estar el mayor rato con él.

—¿Cómo te sientes, Kacchan?

—No me duele nada.

—¿Seguro?

Katsuki asintió. —No me duele nada, idiota.

Izuku sonrió triste.

—Me alegra tanto…—Sus ojos se empañaron en las esquinas.

—Tan sentimental como siempre, Deku— Mofó. —Te digo que no me duele nada. Estoy bien. Carajo.

Katsuki quiso tomar la mano de Izuku que estaba en su muñeca, pero Izuku la retiró, sin percatarse de las intenciones del rubio.

—Sí—Exhaló, apartando la mirada. —Lo entiendo.

Izuku actuaba raro. Lo sabía. Conociéndolo, estaría echo un mar de lágrimas, diciendo lo mucho que le importaba su bienestar. Pero palabras de ese estilo no salieron de él.

Izuku se estaba aguantando.

—Bueno, supongo que me tengo que retirar— Declaró Izuku, parándose.

—¿Huh? ¿A dónde carajos vas?— Gruñó.

—Kacchan.

—Acabo de despertar y en menos de cinco minutos ¿Te quieres ir?— Izuku bajó la mirada al suelo. —Estás extraño, Deku. Lo sé. Dime lo que te pasa. Te conozco.

Izuku alzó la mirada a él, causándole un amargo desasosiego en el estómago.

—No tengo nada que decirte, Kacchan—Manifestó el adolescente.

—¿Qué?

No esperaba que lo tratara de esa manera, si fue él que lo salvó y se mantuvo a su lado, seguramente todo el tiempo que estuvo inconsciente. De eso no le cabe estipularlo, lo sabe.

—Dijiste que no querías que estuviera en tu vida— Arguyó, apoyando sus manos sobre las piernas. —Y me he mantenido firme en eso— Y dicho esto, cruzó sus miradas con él, alejándose unos centímetros, que para él fueron kilómetros de distancia.

—Deku, yo-

—Lo siento, pero no te puedo hacer compañía— Le dirigió esa mirada que puso cuando le dijo que se alejaría de él. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Izuku, él estaba seguro de que no estaría con él. —No me involucraré más en tu vida. Solo quiso ver cómo estabas. Es todo—Empuñó las manos. —Lo siento. Me tengo que retirar.

—Deku, espera.

—Lo siento— E Izuku se dio la vuelta, marchándose del cuarto.

El «¡Deku!» Se le quedó pegado en la lengua, al ver que Izuku se había ido, cumpliendo firmemente con su palabra. Dispuesto a conceder lo que él dijo sin pensar en las consecuencias en aquel entonces.

Katsuki estuvo un rato solo en la cama de hospital, lamentándose que Izuku no estaba a su lado en esos momentos en que más necesitaba de compañía, aun cuando antes pensaba que no necesitaba de nadie cuando estaba en recuperación, para que sus conocidos no lo vieran vulnerable.

Katsuki se negaba a recibir ayuda. Se negaba a que alguien lo viera frágil. Humano.

Por desgracia, vivía el peso de sus decisiones como una herida abierta en su corazón que sangraba. En su corazón que se hacía un nudo en el cuerpo. En las extremidades.

El peso de sus decisiones es muy grande que no le cabe en la cabeza poderlo procesar claramente.

La enfermera apareció en cuestión de minutos. Lo revisó. Le dio las indicaciones de que su recuperación iba por buen camino. Luego vino el doctor, después sus padres, luego Kirishima, de quien se encargó de correr del cuarto con la amenaza de explotarlo en cuanto le den el alta, hasta quedarse solo.

El silencio de su habitación le dejó una sensación de vacío que bien podría hacerle ver lo mucho que necesitaba a Izuku.