La historia de Luna


Era un día nublado y frío. La casa de Luna era una pequeña construcción en madera y piedra con el mismo aire extraño que la de su padre, resaltando entre las otras pocas casitas que había alrededor en ese pueblo. Tenía tres chimeneas, a pesar de ser tan pequeña, y tres puertas de entrada, una junto a la otra. Sin embargo, esta no tenía ciruelas dirigibles ni carteles extraños clavados en la hierba del jardín delantero. Todo lo extraño de la construcción se limitaba únicamente a la arquitectura, y lo demás era totalmente sobrio, como si al construir la casa hubiera tenido alocados planes que luego, con el paso del tiempo, abandonara y decidiera cambiar por lo opuesto a eso; había una pulcritud allí ahora que no habría resultado desagradable a Petunia Dursley, y eso ya es decir mucho.

-Buenas tardes, señorita Lovegood -saludó el señor Abbott, cuando Luna abrió. La muchacha observó al auror desde el umbral. Estaba irreconocible para alguien que la recordara de su versión quince años más joven: Su cabello seguía siendo rubio, pero lo llevaba prolijamente alisado y atado en lugar de despeinado. Su rostro no llevaba aretes extraños como antes, sino que estaba totalmente limpio y con un poco de maquillaje, sin nada llamativo. La chica había abandonado los colores chillones, las lentejuelas y lo extravagante y ahora se vestía con una túnica de un único color oscuro totalmente sencilla.

Pero, sin dudas, lo que más había cambiado era su mirada: ya no era una mirada soñadora, anclada en las estrellas. Sus ojos estaban firmemente en la tierra, posados sobre el recién llegado. Su rostro estaba serio. Luna ya no era una muchacha feliz y soñadora como antes, y solo bastaba observarla un segundo para darse cuenta de que su vida había cambiado por completo. Ahora era una persona realista, seria y hasta un poco intimidante. Algo en ella le dio la sensación a Abbott de que estaba molestándola.

-Soy el auror Abbott y este es mi compañero, el auror Goldstein, venimos de parte del Ministerio de la Magia para hacerle algunas preguntas sobre la muerte de Harry Potter -explicó el auror, ante la ausencia de un saludo por parte de la chica-. ¿Podemos pasar?

Luna siguió en silencio, observándolo unos instantes. Entonces se apartó del umbral para permitirles entrar.

Si el jardín de entrada era extremadamente pulcro y ordenado para una Lovegood, eso no era nada comparado con el interior: la modesta casita estaba casi vacía de decoración. No había un solo cuadro ni florero allí, solo tenía lo indispensable, y todos los muebles eran de colores oscuros y aburridos. No había un solo cuerno de una criatura mágica ni nada que la relacionara con las antiguas creencias suyas y de su padre. Abbott se tomó el tiempo para observar todos estos detalles y recorrer la sala lentamente con los ojos, aprovechando que la muchacha no habló ni los invitó a tomar asiento.

-¿Estaba ocupada, señorita Lovegood? ¿Es un buen momento? -preguntó, mientras se paseaba un poco por la zona del recibidor, observando atentamente la sala.

-Sí, no hay problema -murmuró ella, en voz muy baja. Se había quedado de pie a unos pasos de la entrada, con las manos juntas y mirando al piso.

Abbott empezó a recorrer la sala, observando todo como con curiosidad, y Goldstein se quedó allí de pie donde estaba, observando a la chica. Luna no le devolvió la mirada. Su rostro estaba muy serio e inexpresivo.

-¿Hace cuánto tiempo vive aquí, señorita Lovegood?

-Catorce años -contestó ella al instante.

-¿Ha vivido sola todo este tiempo?

-Sí.

-¿No ha tenido jamás una pareja, un compañero o compañera con quien haya vivido?

-No.

Abbott lanzaba esas preguntas mientras caminaba por la sala, de espaldas a la chica. Se detuvo ante un mueble de madera donde no había casi nada. Una pequeña plantita del tamaño de una mano era la única decoración en los seis estantes. No había fotografías.

-Pero no ha ocupado la casa, desde luego, mientras hacía sus viajes por el mundo, ¿verdad?

-Exacto -respondió ella, de forma rápida y cortante. No se movió de su lugar junto a la puerta. Estaba cruzada de brazos.

-¿Cómo resultaron sus viajes? ¿Ha hecho algunos descubrimientos?

-Sí, algunos.

Abbott caminó hasta una ventana y miró hacia afuera. Luego dirigió su mirada hacia una escalera que conducía al piso superior.

-Ahora administra El Quisquilloso, según entiendo. ¿Está la imprenta en el piso de arriba?

-No -dijo Luna-. Soy la dueña, pero ya no lo administro. Mi empleada lo hace, y tiene la imprenta en su casa.

-¿Es decir que usted ya no está participando en los artículos que son publicados en la revista?

-No, ya no.

Abbott continuó caminando, dando la vuelta a la sala y regresando a la entrada. No había demasiado que ver allí. Era una casita pequeña, con una zona de recibidor cerca de la entrada, conectada a una salita de estar, y más allá un pequeño comedor unido a una cocina.

-¿Cuál era su relación con Potter, señorita Lovegood?

-Ex amigos -dijo ella. Seguía cruzada de brazos, y Goldstein observó algo nuevo en ella: continuaba seria, con esa actitud hostil, sin ofrecerles nada de beber ni moverse de su lugar, pero ahora también lucía nerviosa. Le temblaba ligeramente la voz al hablar.

-¿Hace mucho tiempo no se hablaban?

-Sí, bastante.

-¿Cómo fue su relación luego de terminar Hogwarts?

-Fue decayendo con los años, hasta que ya no hablamos más.

-¿En qué momento considera que dejaron de ser amigos?

-Durante mis viajes, supongo.

-¿Por qué?

-Quise mantener el contacto con ellos. Escribirles. -Pareció dudar unos instantes antes de agregar algo más. Finalmente dijo: -Pero no me contestaban.

-¿Se refiere a los otros miembros del grupo de amigos llamado Los Originales 6?

-Sí, a ellos.

-¿Todos ellos dejaron de responderle las cartas?

-Bueno, cada uno hizo su vida -negó lentamente con la cabeza-. Harry y Ron trabajaban en el Ministerio. Usted debió conocerlos.

-Sí, sí, hemos sido compañeros.

-Y Hermione se hizo Ministra… Estaban todos muy ocupados, supongo.

-Es decir que aquellas vacaciones en Francia quedaron rápidamente olvidadas.

-Sí.

-Pero usted se fue de viaje por el mundo varios años, quizá eso tuvo algo que ver con que se distanciaran también, ¿no cree?

-Pero les escribí -dijo ella, y algo en su voz que no pasó desapercibido a los aurores indicó resentimiento.

Hubo una breve pausa, durante la que Abbott retomó su paseo por la habitación.

-¿Cómo describiría su relación con Neville Longbottom?

-Ex amigos.

-Pero él estaba interesado en algo más que una amistad con usted, ¿no es verdad?

-Sí, es verdad.

-Pero usted lo rechazó.

-Así es.

-¿Por qué?

-Porque éramos amigos -dijo ella. No dejaba de mirar el piso. -No lo veía de otra forma.

-¿Y fue luego del rechazo que dejó de hablarse con él?

-Yo sí, pero él siguió molestándome.

Abbott giró brevemente la cara hacia ella, la observó unos instantes y luego continuó su paseo.

-¿Molestándola? ¿Cómo fue eso?

-Me escribía todo el tiempo, me hizo sentir… acosada -agregó en voz baja-. Venía a mi casa sin avisarme, para tratar de hablarme. Primero quise que siguiéramos siendo amigos, pero al ver que él seguía insistiendo, tratando de acercarse… de otra forma… le dije que ya no me molestara. Y no hablamos más.

-Ya veo. ¿Le ha hecho algo malo?

-No, no. Solo fue eso. Hace bastante tiempo. Pero así terminó la relación, con él. Con los demás fue un distanciamiento, como le digo.

-Está bien… -Abbott se tomó unos instantes antes de continuar-: ¿Y cuándo fue la última vez que vio a Potter?

Luna no respondió enseguida. Luego de un largo silencio, dijo:

-No lo sé.

-¿No lo recuerda?

-No.

-Es decir que habrá sido hace bastante tiempo. ¿Años, quizás?

-Quizás.

Otra pausa. Esta vez mucho más larga que las anteriores.

Entonces, Abbott dejó de pasear, caminó hasta donde estaba la chica y la miró fijamente. Luna dejó de contemplar el piso y lo miró también, con unos ojos azules que ya no reflejaban una expresión soñadora e inocente sino una seria y terrenal. Le sostuvo la mirada varios segundos hasta que el auror habló.

-¿Podemos tomar asiento? Solo le robaremos unos minutos más.

Luna asintió y se dirigió a la mesa del comedor, que estaba unido a la sala en la otra punta de la casa, pasando las escaleras. Los dos aurores fueron tras ella y los tres se sentaron enfrentados, ellos dos de un lado y ella del otro. Se miraron fijamente a los ojos unos instantes, hasta que Luna apartó la cara y se quedó mirando la cocina, sus brazos cruzados sobre la mesa y cara de pocos amigos.

-Tenemos motivos para creer que uno de Los Originales 6 cometió el asesinato de Potter -explicó Abbott, mirándola fijamente, a pesar de que ella no lo miraba-. Y que planea cometer otros asesinatos.

Ella siguió en silencio.

-Creemos que su vida, señorita Lovegood, peligra. Al igual que la de los otros miembros de su ex grupo de amigos.

Luna no pareció ni remotamente preocupada por esto. Siguió mirando hacia otro lado.

-Usted podría ayudarnos a salvarlos a todos -añadió el auror, sin dejar de observarla a través de la mesa.

-¿Cómo? -preguntó ella, y esta vez solo un susurro salió de sus labios.

-Diciéndonos cualquier información que tenga al respecto.

Se hizo otro silencio, y ella negó lentamente con la cabeza.

-No sé nada -dijo.

-¿De verdad? ¿No se le ocurre quién de los seis… es decir, de los cinco, podría ser el asesino?

Ella volvió a negar con la cabeza.

-¿Usted no sospecha de nadie?

-No.

-¿No cree que alguno de los otros cuatro miembros del grupo podría haber cometido el asesinato?

-No… no lo creo -Luna se pasó una mano por el cabello, luciendo cansada.

-Sin embargo, nosotros estamos seguros de que alguno de ellos lo hizo.

-Si usted lo dice -el tono hostil creció en la chica, indicando claramente que se estaba hartando del interrogatorio. Jamás apartó la mirada de la cocina, tras ellos dos.

Abbott suspiró y se quedó mirando alrededor unos segundos. Goldstein no dejaba de mirar a Luna fijamente. Aquello estaba resultando difícil para los aurores, y el ambiente no era nada amigable.

-¿Puedo compartir una información del caso con usted?

-Sí, claro.

Abbott asintió y buscó algo en su bolso. Los ojos de Luna se dirigieron a una carpeta que el auror extrajo y que depositó sobre la mesa. Empezó a sacar archivos de allí, algunos de ellos con fotografías. La primera ficha que puso delante de ella tenía una fotografía de Ginny junto a una descripción de todos sus datos personales.

-Esta información es confidencial -señaló el auror, y Luna lo miró a los ojos unos instantes, frunciendo levemente el ceño. Esa actitud de desconfianza e intrepidez indicaba una inteligencia por parte de la chica que resaltaba a la verdadera Ravenclaw que siempre había tenido dentro, que ahora era mucho más visible que en épocas pasadas. Era como si al desaparecer todo lo extravagante de su persona ahora fueran visibles otras cualidades que la chica siempre había tenido más ocultas.

-Disculpe, jefe… -dijo Goldstein en voz baja, dirigiéndose a Abbott-. ¿Cree pertinente… compartir información confidencial…?

-Sí, Goldstein. Lo creo pertinente.

-Puedo ver lo que hacen -añadió Luna, y ambos la miraron sorprendidos-. Quieren hacerme creer que van a confiar en mí, a compartir algo "confidencial" conmigo, para ganarse mi confianza -negó aún más con la cabeza, con una expresión casi de asco-. Es patético.

Aquello los tomó totalmente por sorpresa. Goldstein incluso se sonrojó un poco.

-Bien, Lovegood, nada de trucos con usted -el tono de voz de Abbott se hizo mucho más áspero-. Iré al grano entonces: Ginny Weasley tiene el perfil de una mujer oscura y solitaria que lo ha perdido todo. Primero a su hijo, en un trágico accidente. Luego a su marido, que la engañó con su mejor amiga. Luego se ha peleado con su hermano también, y hasta se distanció del resto de su familia. Es una persona devastada, que se ha quedado sin nada, y Potter fue quien terminó de arrebatarle la felicidad al serle infiel. Una gran cantidad de casos de homicidios son causados por las ex parejas de las víctimas, ¿sabe? Por lo que es nuestra principal sospechosa. Es una de Los Originales 6, es quien tenía más motivos para matar a Potter, y quien menos tiene que perder… ¿Qué piensa usted de esto?

-Imposible -dijo Luna al instante-. Ginny no es una asesina.

-¿Cómo lo sabe? Hace años que no se hablan.

-La conocí muy bien, en su momento.

-La gente cambia.

-No pudo ser ella.

Abbott lanzó otro suspiro y se refregó los ojos con los puños.

-El asesino amenazó con matar a todos Los Originales 6… Ginny Weasley aún tiene motivos para querer vengarse de Granger, la persona con la que le fue infiel su esposo, e incluso con su hermano Ron, con quien ha tenido discusiones los años siguientes, sin volver a dirigirse la palabra.

Luna seguía negando con la cabeza, en silencio.

-De acuerdo -dijo Abbott, derrotado-. Pasemos al que sigue -puso una foto de Hermione sobre la mesa-. La ministra Granger es una persona extremadamente organizada y que necesita mantener una imagen limpia hacia el mundo mágico, ¿no lo cree?

Abbott miró a Luna de forma inquisitiva, pero ella siguió esquivando su mirada.

-Se imagina usted cómo debió afectarla que se haga público su amorío con Potter, del cual posiblemente ella estaba enamorada desde la infancia, conociéndose ambos hace tanto tiempo. Hay artículos de Corazón de Bruja de la época de 1994, durante el Torneo de los Tres Magos, que sugieren romances entre ella y él, pero todo parecía indicar que solo eran amigos hasta que mucho más recientemente se supo que estaban durmiendo juntos.

"Lógicamente, que esta relación paralela de Granger y Potter se haga pública tuvo efectos devastadores en la ministra, sobre todo en su imagen. La ha golpeado en donde más le duele. No es extraño que el romance con Potter no haya continuado luego: aunque tuvieran el camino libre, habiéndose ambos separado de sus respectivas parejas, el dolor por el daño ocasionado fue más grande, e impidió que Granger siguiera viéndolo.

"No solo su familia se destruyó, sino que su carrera se vio perjudicada. Y es una mujer sumamente devota hacia su carrera. Posiblemente le guardara rencor, o lo culpara a él. Ella pudo ser la asesina. Y no sería extraño que tenga planes funestos para su ex marido también, con quien habrá tenido varias discusiones luego de todo el escándalo, así como también para Ginny Weasley. ¿Qué me dice de eso, Lovegood? ¿No cree que Granger puede ser la asesina que estamos buscando?

Esta vez, Luna se demoró mucho más tiempo en dar una respuesta, como si algo le impidiera hablar.

-No lo creo -dijo finalmente-. Hermione no es una asesina.

Abbott la fulminó con la mirada.

-Muy bien -dijo, y cambió nuevamente el fichero. Ahora puso uno delante de Luna con una foto de Ron. -Ron Weasley. Un hombre que ya ha sembrado sospechas en el departamento de aurores hace unos años por un presunto caso de ocultamiento de información. Ha dejado el departamento en circunstancias cuanto menos sospechosas, luego del suceso que acabara con la vida del hijo de Potter y Ginny Weasley. Lo que más llama la atención es que dejara una carrera de auror para dedicarse a un negocio de chascos con su hermano.

"Odiaba a Potter en los últimos años, por ser el amante de su mujer. Seguramente le guardaba un profundo rencor ya que destruyó el hogar que él había estado construyendo toda una vida. Eran amigos de la infancia, mejores amigos, y pasaron a convertirse en grandes enemigos. Esa clase de cosas deben ser intensas. Pudo ser perfectamente el asesino. Su odio pudo ser tan grande que lo llevó a amenazar a todo el resto del grupo. También podría ser para crear una distracción. Quizás solo pretendía matar a Potter, pero la amenaza de muerte hacia los demás sea solo para desviar el curso de nuestra investigación y que no demos con la opción más obvia: él.

-No -volvió a negar ella-. Ron no… Él no lo haría.

-¿Cómo lo sabe, señorita Lovegood? -dijo Abbott, que ya estaba perdiendo la paciencia-. ¿Acaso le consta que no fue él?

-No.

-¿Tiene alguna información que nos está reteniendo?

-No.

-¿Cómo lo sabe entonces?

-Solo lo sé.

Abbott se mordió los labios, como si estuviera conteniendo los deseos de gritarle. Finalmente asintió una vez más, y cuando puso el fichero con la foto de Neville ante ella, con una mano que temblaba un poco, el movimiento fue brusco, casi violento.

-Neville Longbottom -dijo-. Usted acaba de decir que solía acosarla. Y tenemos motivos para creer que ha hecho lo mismo con Ginny Weasley luego -Luna no mostró ninguna reacción ante esta revelación-. Y con Granger también, después.

De nuevo, Luna no mostró reacción ante aquello. Seguía sin mirarlo.

-Es el perfil de un hombre acosador, un hombre que…

-No pudo ser Neville -dijo Luna, en voz muy baja, pero suficientemente audible para lograr que Abbott cerrara la boca. Y que, al mismo tiempo, perdiera la poca paciencia que le quedaba.

-Usted parece saber muy bien quién fue y quién no fue, Lovegood. ¿Por qué no nos cuenta, así nos enteramos también? ¿Quién fue entonces?

-No lo sé.

-¿Nadie le ha dicho nada? ¿Nadie le dio ninguna información? -el tono de voz de Abbott iba en aumento.

-No.

-¿Y entonces cómo diablos explica que Harry Potter haya venido a verla a su casa solo tres días antes de su muerte, y usted no haya dicho absolutamente nada al respecto en todo este tiempo desde que empecé a interrogarla?

Dijo aquello último con la voz cargada de ira, casi gritando, y el comentario fue seguido del más devastador silencio. Luna se quedó inmóvil en su sitio, la mirada fija en la otra punta de la casa aún. Los dos aurores se quedaron mirándola fijamente. Solo se oía el sonido distante de algunas personas en la calle a lo lejos, en otra parte de ese pueblo.

-¿Cómo lo sabe? -susurró Luna finalmente.

-Su casa, por suerte, no está en medio de la nada, como la de su padre -dijo Abbott-. Y Potter resultaba ser una persona bastante famosa, incluso en sus últimos tiempos. Hay otros magos en este pueblo aparte de usted. Testigos.

Luna respiró muy hondo y se la notó más nerviosa que nunca. Apoyó la cabeza en una mano, agobiada.

-Está bien -dijo entonces, asintiendo muy lentamente-. Sí, es verdad. Harry vino… vino a verme. Unos días antes de su muerte.

Abbott la miró muy serio, esperando la continuación del relato.

-Quería… quería hablar conmigo…

La noche ya había caído cuando él llegó. Oyó el sonido de la puerta. Sin embargo, jamás hubiera esperado verlo a él allí, del otro lado.

-¿Harry? Ho… Hola…

-Hola, Luna.

-¿Qué haces aquí?

-Apareció de repente, hacía años que no hablábamos -explicó Luna, arrugando la frente, como si tuviera que hacer un gran esfuerzo por recordar.

-¿Y qué le dijo…?

-Tenemos que hablar, Luna -dijo Harry, de pie en el umbral.

-¿Qué sucede?

-Dijo que estábamos en peligro -Luna se pasaba la mano por el cabello, muy nerviosa-. Dijo que… que había estado investigando.

-¿Investigando? ¿Qué cosa estuvo investigando Potter? -preguntó Abbott, con muchísimo interés.

-He estado investigando, Luna -dijo Harry, ya dentro de la casa-. Y he descubierto algo.

-Vino a verme porque necesitaba hablar con alguno de Los Originales 6 -explicó Luna-. Y no podía hablar con Ginny, desde luego. Tampoco con Hermione. Ni con Ron. La situación estaba muy mal con todos ellos. Así que quedábamos Neville y yo. Y decidió venir a hablar conmigo.

-¿Hablar por qué? ¿Qué tenía que decirles?

Luna se quedó mirando la mesa, sin responder. Abbott estaba tan impaciente que parecía a punto de enloquecer, y ella prolongó ese silencio.

-Dijo que los seis estábamos en peligro -repitió entonces-. Que creía que había una amenaza sobre nosotros… Alguien que podía querer hacernos daño.

-¿Quién? -Abbott elevó el tono de voz otra vez.

-No lo sabía. Harry no sabía quién… Pero sospechaba que algo pasaba.

-Luna, tienes que ayudarme -dijo Harry, mirándola fijamente a través de esa misma mesa. Los dos estaban sentados allí, enfrentados. Las cortinas estaban cerradas y unas velas sobre la mesa alumbraban sus rostros en la noche, unos rostros mucho más envejecidos de lo que ambos recordaban del otro.

-¿Qué puedo hacer, Harry? -le había dicho ella, mirándolo fijamente.

-Me dijo que necesitaba a alguien de su lado -dijo Luna, ahora mirando a Abbott-. A uno de Los Originales 6… Que, si estábamos separados, no podríamos hacerle frente a esa amenaza… que teníamos que estar unidos.

-¿Y qué más dijo? -preguntó al instante Abbott, que seguía cada palabra con extrema atención y estaba totalmente impaciente por saber más.

-Solo eso -Luna negó con la cabeza-. No… no me dijo nada más.

Hubo un breve silencio.

-¿Qué más dijo? -repitió Abbott en un tono más alto, ignorando eso último, clavando sus ojos en ella con una mueca de desprecio.

-Ya le dije que no me dijo nada más -dijo Luna lentamente, clavando su mirada en él con absoluta seriedad.

-¡MENTIRA!

Abbott se puso de pie, totalmente fuera de sí, y le dio un puñetazo a la mesa con todas sus fuerzas. Luna dio un salto fuera de su silla, y Goldstein se metió en medio de ellos con los brazos extendidos por puro instinto, como si temiera que ambos sacaran sus varitas para batirse a duelo.

-Lárguese de mi casa -dijo Luna, con la voz temblando.

-¡SOY UN AGENTE DEL MINISTERIO DE LA MAGIA, Y VA A RESPONDER TODAS MIS PREGUNTAS!

-¡Lárguese de mi casa!

-¡DÍGAME LA VERDAD! ¿QUÉ MÁS LE DIJO POTTER?

-¡Deje de molestarme!

-¡HABLE DE UNA VEZ, MALDITA SEA! ¡HABLE! -bramó el auror con todas sus fuerzas, enloquecido.

-Señor Abbott… -murmuró Goldstein, sosteniendo al otro por los hombros.

Abbott había enloquecido. Temblaba de furia. Escupía rabia y miraba a Luna con total odio, tratando de apartar a Goldstein del medio. Parecía que se estaba conteniendo por batirse a duelo con ella.

Pero entonces, el auror notó algo que lo hizo cambiar de comportamiento: Luna estaba llorando.

La chica seguía allí de pie, del otro lado de la mesa, pero se sacudía al tiempo que lágrima tras lágrima caían por su rostro, mientras miraba al auror con miedo.

Abbott recobró sus sentidos. Apartó a su compañero, tranquilizándose, se acomodó el abrigo y trató de recuperar la compostura. Por un momento pareció avergonzado de su propia reacción.

-Bien, creo que es suficiente -dijo entonces en voz baja-. Dejaremos el interrogatorio aquí… Vámonos.

Empezó a caminar hacia la puerta, con Goldstein pisándole los talones. Ambos salieron a la calle y cerraron la puerta tras de sí rápidamente, dejando a Luna allí parada, abrazándose a sí misma y llorando en silencio.

Se alejaron por las calles de ese pueblo muy rápidamente, como si no pudieran esperar para dejar la casa detrás. Finalmente, cuando estuvieron lo suficientemente lejos, Abbott se volvió hacia su compañero.

-Necesito Veritaserum, Goldstein. Encárguese usted. Haga el papeleo que sea necesario, pero consígamelo. Voy a obligarla a tragarlo si es necesario.

Goldstein no pareció atreverse a desobedecer, así que se limitó a asentir con la cabeza. Parecía asustado de su jefe.

-Esa chica sabe algo -dijo Abbott, buscando algo en el interior de su abrigo. Goldstein vio que sacaba una petaca y empezaba a beber del pico. Jamás había visto ese comportamiento en él antes.

-¿Usted cree que no nos dijo todo lo que sabe?

-En todos mis años de carrera como auror -dijo Abbott-, he conocido muchísimos delincuentes, asesinos y magos oscuros de todo tipo. No por nada me asignaron un caso como este. Puedo decir que tengo experiencia en esto.

-Lo sé, señor -dijo Goldstein enseguida, temeroso.

-Y créame cuando le digo, con toda mi experiencia, que esa mujer nos estaba mintiendo -señaló hacia atrás, hacia la casa de Luna, ahora perdida en la distancia-. Lo sé. Pude verlo en su rostro, en sus ojos. Nos estaba mintiendo, Goldstein.

-¿Cree usted, señor, que fue ella? ¿Cree que Lovegood asesinó a Potter?

Abbott le dio un sorbo a su petaca y luego negó con la cabeza, con una mueca de desprecio.

-No. No creo que haya sido ella, no tiene lo que hace falta. Lo que creo, Goldstein, es que ella sabe quién fue.

Este alzó las cejas y miró a su jefe con sorpresa.

-Creo que esa Lovegood sabe quién es el asesino, porque Potter se lo dijo. Y ahora lo está encubriendo.

-¿Encubriendo? -repitió Goldstein, pensando a toda velocidad-. Pero señor, si su propia vida corre peligro… ¿por qué habría de encubrir al asesino?

Mientras tanto, en la casa de Luna, la joven había subido las escaleras e ingresado a su dormitorio. Las lágrimas aún caían por sus ojos cuando abrió el cajón de su cómoda y sacó la única fotografía que había en toda esa casa.

Sacudiéndose por un llanto descontrolado, se puso a mirar esa fotografía, donde estaban Harry, Ron, Hermione, Ginny, Neville y ella misma en una playa; todos sonriendo a la cámara, abrazados por los hombros.

Sobre el papel de la fotografía, alguien había escrito con tinta: "Amigos".