A la mañana siguiente, los rayos del sol que entraban por la ventana le despertaron, por lo Kyo abrió los ojos de mala gana. Le había contado a Shingo sobre su encuentro con Vice y Mature (Aunque había evitado mencionar su encuentro con Iori en el parque) y sobre su intención de entrar al torneo, al comienzo Shingo se había mostrado escéptico ante la idea de que pudiese confiar en ellas, pero Kyo estaba decidido, sin importar que, iba a descubrir la razón por la cual había sido secuestrado y tomaría venganza.

Caminó por el pasillo de la casa y fue en ese instante que de golpe sintió como todo a su alrededor se oscurecía y perdía el equilibrio al caminar. Sintió un dolor profundo en su cabeza, como si alguien estuviese abriéndole un agujero con un puñal en el centro, como si su cerebro se fuera a desgarrar de su cráneo. Se llevó las manos a los costados de su cabeza, como si tirando de su cabello pudiera cesar el dolor.

El dolor continuó, era tan intenso que le impedía ver con claridad, de repente toda su realidad había convertido en manchas borrosas e inteligibles. Entonces fue cuando cayó de bruces sobre la alfombra verde del pasillo, retorciéndose como un gusano en una brasa, desesperado por algo de alivio.

- Shi... Shingo... – intentó llamar, pero su garganta estaba seca y solo hasta ese momento fue consciente de las ganas de vomitar que le invadían y sintió en su boca el sabor metálico característico de la sangre.

– Ahhh... – gritó y escupió una bocana de sangre. Sus ojos completamente cerrados y todo su cuerpo estremeciéndose en ocasionales espasmos que solo hacían más insoportable su agonía.

En la cocina, Shingo se encontraba preparando huevos fritos y un par de pancakes para el desayuno, entonces fue cuando escuchó el grito de Kyo y corrió hacía la habitación y lo vio tirado en el suelo del pasillo.

Shingo lo sostuvo en sus brazos, Kyo escupió más sangre y luego quedó inconsciente por lo que pareció una eternidad. Shingo estuvo a punto de llamar a una ambulancia para regresarlo al hospital, pero unos minutos más tarde su maestro abrió los ojos lentamente, frunciendo el entrecejo.

- Kusanagi-san – susurró tímidamente como temiendo herir a Kyo si usaba un tono muy alto. Kyo lo miró aliviado. Por fin podía ver el rostro de Shingo nítidamente de nuevo y no solo escuchar sus gritos de preocupación. Trató de incorporarse lentamente, deseando que ese repentino mareo cesara y le dejara caminar. - ¿Se encuentra bien? –

- Eso creo... – Respondió Kyo llevándose una mano a su cabello. Aún se sentía mareado, intentó levantarse ¿Sería eso a lo que se referían Vice y Mature con que su cuerpo había cambiado?

- Volvamos al hospital – Propuso Shingo aun estrechándolo en sus brazos. Kyo hizo una mueca de desagrado. ¿Estar encerrado en esas cuatro paredes de nuevo? ¡Ni loco!

- ¡No! – Cortó violentamente – No es necesario – Agregó dando por terminado el asunto, apoyando su brazo (aún resentido por el golpe) en el suelo, sintiendo un hormigueo recorrerlo cuando intentó apoyarse para ponerse de pie. Shingo lo siguió con la mirada confundido, Kyo no se veía para nada bien.

- Kusanagi... es mejor que volvamos al hospital – Shingo se levantó con él e intentó acercarse, pero Kyo lo empujó y le miró furioso, el alumno se quedó sorprendido al encontrarse con la intensidad de esa mirada y se quedó en silencio, viendo como Kyo regresaba a su habitación.

Shingo Recordaba nítidamente, como había "encontrado" a Kyo antes de llevarlo al hospital.

Ese día en especial llovía y mientras caminaba por una calle desierta bajo una sombrilla verde, unos ojos rojos como el mismo infierno se encontraron con los suyos. Era Iori Yagami vestido todo de negro. Shingo se detuvo sorprendido, hacía mucho tiempo que no veía al pelirrojo, pero lo más increíble de todo era que, Iori traía a Kyo en brazos.

Iori había tirado el cuerpo de Kyo hacía él y Shingo lo había recibido en sus brazos sintiendo que su emoción y felicidad de volver a ver a su maestro se convertía en odio hacia Yagami.

"No te atrevas a dejarlo morir, solo yo tengo derecho a matarlo" Le había ordenado Yagami antes de marcharse y Shingo no había tenido otra opción más que llevarlo al hospital más cercano.

Ahora se cuestionaba si debía contarle la verdad a Kyo sobre como lo había encontrado, temía que Kyo tomara una decisión de manera impulsiva y fuese a buscar al pelirrojo para retarlo.

Un rato después Kyo había salido de la habitación, parecía haberse calmado, su expresión era diferente y no había rastro de rabia. Shingo había desayunado y se encontraba viendo televisión en la sala.

- Vamos a entrenar Shingo – Dijo con una seriedad absoluta dejando en claro de que no era una sugerencia si no una orden que no podía ser refutada.

Shingo solo asintió confundido.

A falta de un dojo decente, se encontraban en el parque donde días antes Kyo se había encontrado con Yagami. Kyo había invocado sus llamas y estas se habían mostrado rebeldes por primera vez en mucho tiempo. Con un movimiento de su mano le indicó a Shingo que no se acercara, el fuego le había envuelto el cuerpo completamente fuera de control y podría hacerle daño.

Kyo se concentró intentando apaciguar el fuego, pero este seguía ardiendo sin control, como si el fuego se negase a reconocer a su propio amo. Al cabo de lo que le pareció una eternidad el fuego pareció cambiar de idea y dejarse "manejar" nuevamente por Kyo, por lo que el joven pudo hacer que desapareciera con un movimiento de su brazo y un chasquido de dientes.

- ¿Qué fue eso? – Exclamó Shingo sumamente preocupado, Kyo no supo que responder, no tenía idea de porque de repente las llamas habían tomado vida propia y lo peor de todo, habían arremetido contra él.

- No... no lo sé – Respondió Kyo mirándose las manos – Por... un momento el fuego... se salió de control – Shingo lo seguía mirando con preocupación – Es la primera vez que me pasa desde que era niño –

- Seguramente es por qué su cuerpo aún no se recupera del todo – Se apresuró a decir Shingo – Recuerde que el doctor dijo que necesitaba por lo menos 3 meses de recuperación... quizás su cuerpo no es lo suficientemente fuerte como para controlar el fuego –

- Puede ser... - Aceptó Kyo pensativo y Shingo le puso una mano sobre el hombro.

- No se preocupe Kusanagi-san, podemos intentar de nuevo mañana – Agregó con voz animada, Kyo asintió levemente con la cabeza, esperaba que Shingo tuviese la razón y aquella inesperada rebeldía de su fuego, se debiera solo a que su cuerpo no estaba en óptimas condiciones.

Esa noche debía presentarse en un bar no muy grande al sur de Osaka, el pelirrojo se encontraba en el camerino y mientras revisaba que las cuerdas de su bajo estuviesen debidamente tensadas, recordaba la noche en la que había encontrado a Kyo.

Aquella noche, cuando irrumpió en la base de NESTS, estaba cegado por la rabia, corría por los pasillos destruyendo cuanta cosa le impidiese el paso, furioso, con todo y con todos, iba a matarlo de una maldita vez, lo mataría por huir como un cobarde, por esconderse en ese lugar. ¿Qué acaso no tenía honor?

Finalmente había dado con la puerta del laboratorio al final del largo pasillo, la había abierto de una patada y todo a su alrededor pareció desaparecer, cuando encontró el cuerpo de Kyo semidesnudo y amarrado a esa camilla.

Fue como si todo odio y deseo de matarlo desapareciera por completo, al igual que los sonidos de las explosiones.

En la camilla Kyo parecía estar inconsciente. ¿Qué significaba todo eso? Pensó angustiado, todos esos cables algunos finos y otros gruesos, entrando por los poros de su piel, todas esas máquinas conectadas a su pecho, registrando los latidos de su corazón y la cara de Kyo compungida en dolor...

Tan vulnerable...

Aquel muchacho miserable, no era el Kyo kusanagi que recordaba, ese no era su rival.

Aún sostenía en sus garras el cuerpo desangrándose de un asqueroso clon que había salido a su camino mientras lo buscaba, su rostro y cuerpo eran idénticos a Kyo y quizás podría haber engañado a cualquiera, pero no a Iori.

Matar al clon no presentó ningún placer para el pelirrojo, mientras que la sola idea de tener a Kyo sufriendo en sus manos le hacía temblar de emoción. Una contradicción extraña, teniendo en cuenta de que había sentido el deseo de protegerlo ahora que lo veía débil atado a esa camilla en ese maldito laboratorio bajo tierra.

- Ya...Yaga... – Un ronco y casi inteligible intento de hablar de Kyo, Iori se giró y notó los ojos castaños mirarlo profundamente horrorizado – Ya...g-ga-mi – Suplicándole acabar con ese dolor, pidiéndole ayuda... a él

Con sus manos bañadas en sangre había tomado a Kyo por la cintura ayudándolo a ponerse de pie, pero Kyo no pudo sostenerse y su cuerpo cayó desmadejado sobre el suyo.

"Siempre estoy salvándote el maldito trasero" Bufó mientras Kyo perdía el conocimiento en sus brazos.

Quizás ver a Kyo indefenso era lo que le impedía matarlo, saber que si lo atacaba no se defendería y eso le hacía sentir culpable.

- ¡Yagami! Empezamos en 5 minutos – La voz del guitarrista le había sacado de sus pensamientos.

Cuando la presentación terminó una hora después, Iori bajó del escenario y no se esperó encontrar ese par de ojos castaños mirándolo acusadoramente y el cigarrillo se tambaleó en sus labios con la sorpresa.

- ¿Qué carajos quieres? – Preguntó y Shingo tragó saliva apretando los puños con fuerza.