Lincoln no sabía qué hacer ni qué pensar. Nunca había estado en una relación con alguien más allá de la amistad. Claro, pensar en eso era fantástico, pero ahora que se le presentaba la oportunidad de tenerlo de verdad, no estaba tan seguro ni emocionado como cabría esperar. Estaba nervioso y confundido. Sin embargo, no podía negar que Haiku le había despertado algo dentro de él.
Ella era solo dos años menor que él, eso era lo único que le podrían echar en cara. Era bonita, con él sonreía y disfrutaba pasar el tiempo, lo hacía sentirse especial, lo animaba, y ella parecía sentir lo mismo. No daban el siguiente paso por puros nervios. Lincoln se imaginaba una y otra vez a sí mismo diciéndose: puedes hacerlo. Pero pensarlo era mucho más fácil que hacerlo. No encontraba el valor, y terminaba hablando de otra cosa, o huyendo cada vez que se presentaba una oportunidad.
- ¿Qué hago? -pensaba a menudo- Nunca he sido bueno en estas cosas. Siento que lo haré mal.
¿Se sentía más seguro? Tal vez. No se ponía tan nervioso como al principio, pero no podía abordar el tema que deseaba. Lo carcomía la vergüenza, la pena, y el temor al rechazo. ¿Realmente le gustaba a Haiku? Clyde ya le había intentado demostrar que así era, sólo que nunca terminaba convencido.
- Hoy es el día, tengo que hacerlo. Creo que esta es mi oportunidad de oro.
Cierto día, después de casi dos semanas de intentos fallidos, Lincoln se encontró a sí mismo en una de esas reuniones con Haiku, aunque ahora solo eran excusas para verla otra vez, dado que ya no se sentía muy deprimido. Su situación en la escuela mejoró bastante, y ya no tenía que fingir que todo estaba en orden. Ahora solo se sentía ligeramente triste al ver a Luna, pero nada más.
En esa tarde especial, Lincoln fue a visitar la casa de Haiku. No fingiría absolutamente nada: lograría todo siendo él mismo, no intentaría crear una imagen falsa de su persona. Los dos continuaron su reunión, reuniendo el valor para hablar de lo que querían.
- Ok, Lincoln, creo que ya estás mucho mejor -comentó Haiku, cuando el momento de irse se acercaba- Ya no veo ninguna sombra en tu alma, por lo que... Ya no es necesario que te ayude a buscar paz interior. Así que... si quieres irte... puedes hacerlo...
- No -dijo rápidamente Lincoln- Haiku, ¿crees que no me agradas o algo? La única persona más cercana a mí, además de ti, es Clyde, y eso es porque lo conozco desde que tengo memoria. Tú tienes un lugar único en mi vida y en mi corazón.
Al oír esas palabras, Haiku se sonrojó. Lincoln estuvo a punto de echarse para atrás, pero se armó de valor, y se esforzó por continuar.
- Haiku... No sé qué sería de mi vida sin ti. Cuando más ayuda necesitaba, tú me encontraste y me devolviste a la luz. Desde hace tiempo... he querido decirte que...
Lincoln quiso continuar, pero la voz no le salía. Haiku lo miraba expectante. Se veía más hermosa que nunca. Su corazón latía a mil por hora.
- Tú... me... me gustas... Estoy... enamorado de ti.
Sentía que la cara se le encendía. Respiraba con dificultad.
- Y yo estoy enamorada de ti, Lincoln -susurró Haiku.
Lincoln no podía pensar. Se sentía más feliz de lo que había estado en mucho tiempo. Haiku se le echó encima, abrazándolo con fuerza, a la vez que ambos reían de felicidad. Haiku se quedó quieta y Lincoln la miró. Con lentitud y nerviosismo, pero con decisión, sus rostros se acercaron. Sus ojos se fueron cerrando, mientras sus labios se aproximaban. Por fin, Lincoln y Haiku se besaron. Fue un beso corto, tierno, que demostraba lo que sentían.
Se separaron momentáneamente, viéndose sonrojados y emocionados. Luego hubo un segundo beso, con más pasión y más tiempo. Se dieron uno más. Las manos de Haiku tomaban el rostro de Lincoln, mientras lo acercaba una y otra vez a su boca. Lincoln tenía una mano en la espalda y la otra en el hombro de Haiku, acariciando su blanca piel.
Sintió la intrusión repentina de la lengua de Haiku en su boca. Pelearon por el dominio mientras se empujaban los rostros para hacer más salvaje el beso. Respiraban a duras penas, tan enfrascados estaban el uno con la otra. No pudieron durar mucho más. Se separaron en busca de aire. Jadeaban en las bocas del otro mirándose con amor y deseo. Se acostaron juntos, con las manos entrelazadas, hablándose en secreto, y cómo no, besándose de vez en cuando.
El silencio los envolvió un poco, luego a Lincoln se le ocurrió.
- Haiku, ¿desde cuándo te gusto? Conmigo todo empezó con la tristeza que solía tener, pero, ¿qué hay de ti? -cuestionó Lincoln. Haiku suspiró, regalándole una risita.
- Fue cuando entré a Royal Woods. Era apenas una de mis primeras semanas ahí, y tenía mucho miedo. Era sólo una niña. Lucy era mi amiga, pero seguía asustada. Un día unos chicos me estaban molestando, porque mi cabello negro era muy largo, y les gustaba jalarlo para fastidiarme. Muchos ya se reunían para continuar la burla, pero llegó un niño de cabello blanco, y les dijo que me dejaran en paz. Lucy me ayudó a ponerme de pie, diciéndome que no pasaba nada. Salimos solas de ahí, viendo como ese niño gritaba a los otros que pararan. Luego llegó la maestra y lo protegió. Los niños lo dejaron en paz, y después de que todo acabara, vi como este chico peliblanco, junto a un chico moreno, fueron a ver cómo estaba yo. Como ya me sentía mejor, le dije que todo estaba bien, y le di las gracias. Y ese niño me dijo que siempre me iba a proteger. Recuerdo que le pregunté a Lucy quien era ese niño, y me dijo que era su hermano. Me dijo también que además de él, tenía varias hermanas más, y que, siendo el único chico, él siempre estaba ahí para ellas. Desde ese día, me empezó a agradar ese niño. Yo era muy nerviosa y no podía acercarme a él. Pero conforme crecía, me di cuenta de que lo que sentía no solo era admiración o agradecimiento. Ese chico seguía siendo amable, servicial, ayudaba a quien lo necesitaba, no los dejaba solos y siempre intentaba resolver los problemas. Yo me fui alejando cada vez más, tratando de olvidarte. Pero no sirvió. Me di cuenta de que me había enamorado de mi salvador.
Lincoln sonrió.
- Ahora fuiste tú la que me salvó a mí -dijo, mientras le daba otro beso- Y... Bueno... No me sentiría bien conmigo mismo si no lo digo como es debido, así que... Haiku, ¿me harías el hombre más feliz del mundo si aceptaras ser mi novia?
Haiku sonrió, complacida.
- Claro que sí, Lincoln. Soy tu novia.
Se pasaron un buen rato de esa manera, cubiertos por la quietud y alma de la tarde. Después, el celular de Lincoln vibró. Al tomarlo, el albino vio que Lynn le avisaba que viniera a la casa, que se estaba haciendo tarde.
- Tengo que irme -anunció Lincoln. Haiku lo acompañó a la puerta, donde unas nubes se veían un poco amenazadoras.
- Te veo mañana, mi amor -suspiró Haiku.
- Hasta mañana, mi pequeña vampira -sonrió Lincoln.
Haiku se rió. Se dieron un último beso.
Cuando Lincoln volvió. Lori y Leni lo esperaban. Lynn, Luan y Lucy vigilaban ocultas. Y por un ligero zumbido, dedujo que Lisa les informaba a Lana, Lola y Lily lo que escuchaba por un radar detector de sonido. Luna era la única que faltaba.
- Muy bien, Lincky -dijo Leni- No creas que no nos daríamos cuenta de que te has ido por un largo tiempo. ¿Qué hacías?
- Nada. Estaba con Haiku.
- Ajá. ¿Haciendo qué?
- Charlar. Escuchar. Lo de siempre.
- Si era lo de siempre, no te habrías tardado tanto -intervino Lori- ¿Por qué ahora sí te tardaste?
- No hay razón.
- Vamos, Lincoln, ¿a quién quieres engañar? ¿Qué hicieron tú y Haiku?
Si hubiera sido una situación normal habría insistido en guardar el secreto. Pero como en estas situaciones uno siente impulso de decir el secreto a quien sea, tomó aire y exclamó:
- Nos besamos. Le dije que me gustaba, y ella me lo dijo también. ¡Ya por fin somos novios!
Hubo muchos gritos agudos de emoción. Las hermanas se apiñaron alrededor de Lincoln, preguntando por los detalles. Lincoln tardó casi una hora en apaciguar la curiosidad de sus hermanas. Cuando por fin Lola se apartó, finalmente pudo subir a su cuarto en paz. Rememoró esa tarde con Haiku, y esperaba poder verla otra vez al día siguiente.
Luna había ido a un concierto con sus amigos. George no había ido. Según él, tenía que hablar con un amigo. Le dio tan poca información que sospechó de él. Ya nada era como al principio. Ya no la hacía sentir especial, ni sentía gran cosa cuando se besaban. Cuando la llamaba amor, cariño, bebé, o lo que fuera, casi sentía como si fuera una obligación que la llamara así. Le habría gustado que la llamara por su nombre. Sam le había dicho que lo había visto en el parque, pero no lo pudo seguir. Luna se sentía desanimada. La felicidad que sentía al ser la novia de George se estaba esfumando.
Esa noche, cuando regresó a casa, Luna notó que había menos ruido del habitual, aunque escuchó susurros emocionados en las habitaciones contiguas. Se dirigió a su cuarto, y vio a Luan, quien sonreía por lo bajo. Ávida de noticias, la rockera se acercó a la comediante.
- Hola, Luan, ya volví. Oye, ¿qué pasó hoy? Todas parecen emocionadas.
- ¿No te enteraste? Lincoln ya tiene novia. Aunque bueno, es lógico que no supieras. Nos acaba de decir hoy.
Luna se quedó de piedra. Su rostro se puso tenso y Luan debió notarlo, porque cuando volvió a hablar, parte de su emoción parecía haber desaparecido.
- Mira, sé que estás molesta con él, pero sigue siendo nuestro hermanito. Haiku y él por fin se declararon, y ya van a empezar a salir. Eso es bueno, ¿no?
Luna no podía creer lo que oía: Lincoln tenía novia. Ella pensaba que su hermanito nunca tendría suerte, no por ser mala persona, pero porque las chicas no se fijaban mucho en la amabilidad a esa edad en la que estaba Lincoln. O al menos no todas; Haiku debió de fijarse en él desde antes, quizá desde hacía años. Y por fin Luna se percató de que ya no se sentía tan feliz por como trataba a Lincoln, y estaba casi dispuesta a perdonarlo, ya que George se hacía cada vez más distante, y sus sospechas sobre él crecían. No podía decir nada sobre eso, así que disimuló.
- Sí, es una gran noticia... Es que me sorprendí mucho. Lincoln nunca tuvo mucha suerte, ¿verdad? Primero Cristina, luego Ronnie Anne...
- Sí -admitió Luan, distraída- Bueno, cruza los dedos. Parece que esto sí va a durar. Lincoln ya estuvo esperando bastante...
- Sí -interrumpió Luna- ¿Sabes, Luan? Estoy aburrida, voy a ver la televisión.
- Ok -dijo Luan, algo contrariada.
Luna siguió pensando en lo que escuchó. Sintió celos. Incluso después de todo el tiempo que tenía sin hablar con Lincoln, aún lo amaba. No podía evitar pensar que tal vez él había tenido razón, y que George la engañaba de verdad.
Pero todo había vuelto a complicarse. ¿Cómo iba a no sentirse celosa, cuando Lincoln había sido el que siempre le alegraba sus días? Recordaba cada vez que Lincoln había dejado de hacer lo que él quería para ayudarlas, a ella y a sus hermanas. Era tan amable y tierno con ella que la hacía sentir especial. Accedía a tocar música con ella, y aunque no era muy bueno, se emocionaba y tocaba con toda su alma, le sonreía, la animaba y por sobre todo, la quería.
Ahora le pertenecía a Haiku, y no podía hacer nada al respecto.
- ¿Luna?
Abrió los ojos. Ya estaba oscuro. Se levantó y vio a Lincoln viéndola con dificultad. Agradeció la oscuridad, que ocultaba su rostro lleno de vergüenza.
- ¡Oh...! Ho-Hola Lincoln, ¿qué pasa?
- Bueno... Oí la televisión prendida, así que la fui a apagar, y cuando bajé te encuentro aquí, dormida. ¿Estás bien?
- Sí, es solo que me quedé pensando, tengo muchas cosas en la cabeza.
- Ah...Ok, supongo... Bueno, ya no te molesto, buenas noches.
A Luna le sorprendió ese trato tan frío, pero luego recordó que se suponía que estaban peleados, y rectificó su actitud.
- Lincoln, espera -lo detuvo, mirándolo ansiosa- Mira, sé que no hemos hablado mucho, pero si dijiste todo eso sobre George, debió de ser por algo, ¿no?
Lincoln recordó la amenaza de George, y recordó que no podía decir nada.
- Sí, pero era un rumor, o por lo menos eso parecía. Lamento haber dicho algo de lo que no estaba seguro.
- Bueno, pero lo hiciste porque te preocupabas por mí, ¿no?. Eso es muy tierno de tu parte, Lincoln... ¿Crees que podríamos hablar, como lo hacíamos antes?
El rostro de Lincoln se iluminó.
- ¡Claro! -exclamó Lincoln.
El albino abrazó a Luna, cuyo rostro se encendió. Tuvo que improvisar para evitar ser descubierta.
- Ah, por cierto, felicidades por lo de Haiku. Debes de estar feliz.
Lincoln se puso algo más modesto.
- Sí, lo estoy. Gracias... Luna, es algo tarde, creo que sería lo mejor que me fuera a dormir.
- Ok, yo igual. Descansa.
Subieron a acostarse, ambos pensando en el otro, y lo bien que se sentía estar en paz otra vez. Luna seguía triste por lo de Lincoln y Haiku, pero Lincoln pensaba en lo feliz que estaba ahora, y su corazón dejaba un poco a Luna de lado, aunque no del todo.
Lincoln ya llevaba casi un mes saliendo con Haiku, y aunque ya eran una de las parejas reconocidas ese año, no eran como una pareja normal. No hacían cosas como el primer mes juntos, o regalos todos los días, ni mensajes a cada momento, ni siquiera dejaban a sus amigos y conocidos de lado.
Solo se veían cuando podían y estaban de acuerdo, y disfrutaban el simple hecho de hablarse y estar juntos, aunque sea solo unos minutos al día. Pasaron varios meses de citas románticas, momentos tranquilos, regalos y detalles. Si había algún problema o discrepancia entre ambos, los dos hablaban y charlaban, buscando pacíficamente una solución. Intentaban comprender los gustos del otro, comprendían si había ocasiones en las que necesitaban estar solos o con personas ajenas a ellos, o simplemente calmarse si se necesitaba. Sencillamente, se comprendían... Al principio, al menos.
Todo comenzó a desmoronarse cuando, a más de seis meses de su primer beso, Haiku se empezó a fijar más en otras parejas. Es claro que cada pareja es distinta, cada una tenía sus propias circunstancias y características, pero muchas de ellas tenían algo en común. Y es que se ponían tan melosos y dulces entre ellos, que incluso Haiku empezaba a desear algo parecido. Las amigas más cercanas de Haiku le decían que todo estaba bien, pues, como también eran góticas, preferían algo más sencillo y modesto que mostrar su amor a todo el mundo.
Incluso Lucy le decía a Haiku que no se lo tomara muy a pecho, pues Lincoln no tenía experiencia alguna con las chicas, así que no era culpa del albino que no se percatara de sus inseguridades. Es cierto, Lincoln era detallista, amable, cariñoso y atento, pero se distraía con cierta facilidad, causando que no acudiera en ayuda de Haiku cuando más necesitaba apoyo.
Fue por eso que Haiku empezó a sentirse cada vez más resentida con Lincoln por no prestarle lo que ella consideraba una debida atención. Un error fácilmente cometido por las mujeres es que no se dan cuenta de que los varones con tontos. Mientras una mujer no diga nada, el hombre asumirá que todo está en orden, ya que, bajo la perspectiva de un chico, a un hombre sólo se le habla de un problema cuando verdaderamente no hay problema; si no se menciona ninguna dificultad, entonces el hombre piensa que todo marcha sobre ruedas. Y es difícil para los hombre comprender que una mujer no piensa pedir ayuda porque para ellas la mayor muestra de afecto surge cuando alguien ofrece ayuda antes de que se le solicite. Estos dos polos opuestos llevan causando problemas desde que el hombre es hombre y la mujer es mujer, y muy probablemente aún exista hasta que la humanidad se extinga. Y cabe mencionar que ninguna de las perspectivas esté bien o mal; simplemente se tiene que mencionar el problema para intentar arreglarlo. El problema aquí es que nunca se dijo nada sobre el asunto.
Fue por esta naturaleza de ambas visiones que Haiku se empezó a sentir desesperada por la ayuda de Lincoln, y Lincoln se pasaba cada día tranquilamente pensando que Haiku estaba contenta. Sin embargo, incluso el albino comenzó a notar algo cuando, en los tiempos más recientes, muy pocas veces se había visto la sonrisa de Haiku, aún cuando la gótica sonreía con más frecuencia desde que salí con Lincoln. Y el ánimo de Lincoln comenzó a decaer, pensando que había hecho algo para molestar a su novia. Nadie iba a intervenir en algo que no les concernía ni el que no se les pedía ninguna opinión, dejando que el agravo de Haiku hacia Lincoln y el desconcierto de Lincoln hacia Haiku aumentara día con día. Y para colmo, no era una situación lineal entre dos personas solamente: Era en realidad un cuadrado amoroso del que solo una de las cuatro puntas estaba relativamente enterada de que existía. Y esa punta era la peor de todas, ya que al fin y al cabo, George no olvidaba que debía mantener su amenaza a punta de pistola.
Luna estaba más celosa que nunca. No soportaba ver como Lincoln le dirigía sus sonrisas a otra chica que no fuera ella. La molestaba la simple mención de Haiku, y odiaba cada vez que Lincoln salía con ella, o cuando la gótica visitaba la casa. Y lo peor para Luna era cuando Lincoln y Haiku se besaban. Una vez los dos estaban acurrucados en un rincón del sótano, cuando Luna bajó para buscar su ropa de la lavandería. Tuvo que excusarse y salir apresuradamente de ahí.
Y la gota colmó el vaso para la rockera fue que George ya casi no le ponía atención. Claro, cuando se besaban se ponía intenso, pero además de ello, prácticamente la ignoraba. La única razón por la cual George mantenía su amenaza sobre Lincoln era que podía usar toda esa información en su contra, así que se veía casi forzado a seguir saliendo con una chica que ya no le llamaba tanto la atención. Ya no sentía nada cuando se abrazaban o besaban, y hacía semanas que no se mandaban mensajes.
Luna se sentía sola, y ya no podía hablar tanto con Lincoln por todas sus citas. La rockera evitaba a el resto de la familia quedándose sola en su cuarto. Solo hablaba mucho más con Luan, quien era la única que sospechaba que algo no estaba bien. La comediante sabía que su compañera de cuarto se encontraba bajo mucha presión, pero no tenía idea del porqué. Luan decidió que era hora de utilizar unas de sus herramientas más antiguas para estar al tanto de su familia. Luan sabía que Luna misma era la que más se hacía cargo de Lily, dándole incluso más responsabilidades de las que ya tenía, por lo que decidió dejar de dudar y tratar de averiguar lo que sucedía, aún cuando invadiera algo de privacidad y traicionara algo de confianza ¿Qué más podía hacer? Instaló varios dispositivos alrededor de la casa y se dedicó a esperar.
Luna estaba más que harta de toda la situación, odiando a todo el mundo por su desgracia. Ni siquiera podía escribir a gusto, y la canción que insospechadamente había hecho caer a su hermano por ella era la última que había escrito con gusto desde hacía meses. Llevaba así unos días, tratando de encontrar algún incentivo nuevo, cuando recibió un mensaje de Sam.
- Amiga -decía el mensaje- tenemos que vernos YA. Es urgente. No te puedo dar todos los detalles ahora, pero no te va a gustar. Créeme, es para enojarse y llorar.
Se le cayó el alma a los pies. Luna dejó a sus padres hacerse cargo de Lily, explicándole a sus muy atareados y ocupados padres que tenía una emergencia y contestó.
- Ok, te veo en nuestro lugar habitual. Nos vemos.
Regularmente iba con los demás rockeros de su escuela a un vecindario abandonado. No iban muchas personas ahí, ya que no había mucho que encontrar, de modo que era el lugar perfecto para hacer relajo. Ese día no había nadie a la vista, a excepción de una mujer que utilizaba ese vecindario como atajo entre su casa y el supermercado. La mujer no le puso atención a la desaliñada adolescente, y Luna a la fea anciana és de andar unas calles, Luna por fin a Sam estaba apoyada en una de las paredes de una casa. Se veía impaciente.
- Hey, Sam, ¿cómo estás?
- Bien. No. ¿Sabes qué? La verdad estoy fatal -gruñó Sam, exasperada. Esto desconcertó a Luna.
- ¿De qué hablas?
- Mira, no me iré por las ramas, así que seré directa -Sam miró a su mejor amiga con una expresión apenada- Hace un rato estaba tomándome una malteada en Flip's, cuando alguien entró en la tienda. Era George, y compró dos malteadas. Como que tú estabas en tu casa y él parecía muy emocionado, me dio mala espina, y lo seguí. Qué suerte tuve al decidir que quería estar sola en un rincón de la tienda. George no tardó en detenerse. Y mira lo que logré averiguar.
Sacó su celular, y le mostró unas fotos. Luna vio en ellas a su novio con una chica guapísima. Luna estaba bastante desarrollada para su edad; para tener dieciocho años ya tenía bastantes curvas. Pero esa chica que parecía apenas mayor que ella, tenía incluso más. Luego venía un video en el que George le metía la lengua hasta la garganta a esa chica, sin siquiera dignarse a hacerlo en un lugar más privado. Una señora los miró con desaprobación. Se seguían besando al punto de estar uno encima del otro, y el video terminó.
- No lo pude soportar más. Me fui nada más ver eso -dijo Sam, enojada al por fin confirmar que el novio de Luna era un idiota. Luego guardó unos instantes de silencio antes de añadir- Lo siento, Luna.
A pesar de que ya nada entre ellos era lo mismo, a Luna le dolió ver como todo el tiempo había sido engañada y usada. Lincoln tenía razón desde el principio. Pero, ¿por qué no había seguido con la verdad si él lo sabía?
Sam quiso ayudar un poco a su amiga, por lo que volvió a hablar.
- El muy imbécil estaba tan ocupado con esa estúpida, que no vio como yo le agarré el celular enfrente de sus narices. Como estaban rodeados de arbustos, pude acercarme sin que me celular lo dejó en la banca, por lo que lo pude tomar sin problemas. Ya ves porqué te dije que era urgente; en cualquier momento se dará cuenta de que no tiene su celular, y estoy segura de que él está seguro de que sospecho lo que él hace a escondidas. Prefiero que sepas lo que pasa antes de que otra cosa suceda. Y lleva usando la misma contraseña desde hace tres años, así que, aquí están todas las pruebas que necesitas. Sospeché que más de una chica debía de ser engañada y si lo hizo, todo debe estar en su celular. Mensajes y cosas así.
Luna no quiso tomarlo. Pero poco a poco la fue invadiendo un torrente cada vez más grande de ira. Quería vengarse, o por lo menos que George dejara de engañar chicas.
- Gracias, Sam. Te debo una.
Eso sorprendió a la rubia, pues esperaba que su amiga la odiara o se enojara con ella por haberle dado las malas noticias de esa manera. Sin embargo, no iba a dejar escapar de que todo saliera de perlas para ella, de modo que siguió hablando.
- Ni lo menciones, somos amigas después de todo. Bueno, ¿qué vas a hacer?Y si requieras ayuda, estoy preparada.
- Oh, claro que tengo un plan, pero primero tengo que pensar las cosas...
Mientras Sam reflexionaba también, Luna pensó sobre su propia situación, cada vez más confundida. Aún le consternaba saber porqué Lincoln le había advertido sobre George, para luego no haber insistido en que decía la verdad. Supuso que las respuestas estarían en el celular del bastardo de su novio, así que lo investigó de cabo a rabo. Lo encendió y verificó su contenido. En efecto, había muchas conversaciones con muchas chicas y fotos de él abrazando y besando a muchas. Como no había nada relacionado con otras cosas, decidió echarle un vistazo a todo lo que pudo. Había muy pocas notas de voz, todas ellas con menos de 20 segundos de duración. Sospechando lo peor, Luna les puso play, y escuchó. Sam detuvo sus cavilaciones para escuchar con atención.
- Randall Graves, me vio besando a Renata. Amenazado con cuchillo.
- Stephen Orwell, me vio saliendo con Miranda. Amenazado con robar su casa.
- Kendall Ymel, me vio en una cita con Hannah. Amenazada con publicar fotos suyas.
- Dannan Hetren, escuchó mis conversaciones con Sarah. Amenazado con acosarlo y atacarlo en la escuela.
- Brenda Doyle, me vio seduciendo a su hermana Jenny. La convencí de que también saliera conmigo.
- Lincoln Loud, me vio besando a Wendy. Amenazado con desvelar su peor secreto.
- Clinton Moar, me vio con fotos de Aranza. Lo chantajeé dándole unas cuantas fotos a él.
Sam abría los ojos lentamente, luego lo que se cerró lentamente fueron sus puños.
- Ese hijo de la gran chin... -gruñó Sam.
Luna no podía creer lo que veía. No se sorprendió cuando confirmó que George la engañaba, pero ver que amenazaba o embaucaba a otros que lo habían visto haciendo todo eso, era incluso peor. Y por fin sabía la razón por la cual Lincoln se había callado. Lo habían amenazado. Pero la confundió las palabras "peor secreto". ¿Qué tan malo podría ser un secreto para que dejaras que tu hermana fuera engañada? Se enfadó un poco más, pero pensó que debía de haber una buena razón para que ese secreto no fuera revelado.
Guardó el celular, dispuesta a acabar con George, y de hablar con Lincoln. No sabía cuál de las dos podría ser peor. Sin embargo, ya tenía un plan perfectamente trazado para llevar a cabo su venganza. Y todo saben que cuando una Loud se enoja, no hay nadie que pueda detenerla de su cometido... Excepto, claro está, la madre de todas ellas, pero ella era la Loud suprema, y si uno combinaba la ira de una Loud, con la ira de una madre... Ni Satanás se salva.
Por el momento, Luna hablaría con Lincoln. Al menos sobre su hermanito aún tenía cierta autoridad que la ayudaría a obtener algunas respuestas. Y tenía que calmarse un poco; aún había muchas preparaciones por realizar. Y es que la venganza perfecta requiere preparaciones perfectas.
Lincoln volvía de otro estupendo día con Haiku, o al meno eso pensaba él. Era cierto que a veces dudaba de la estabilidad de su pareja, pero no había recibido ninguna palabra de desaliento. Estaba muy feliz de cómo lograba mantener la relación. Saludó a las hermanas que pasaban por ahí, y se dirigió hacia arriba, perdido en sus pensamientos. Dejó su mochila y se quitó los zapatos.
- Hola, Lincoln.
Parecía todo un logro que alguien que no fuera Lucy lo asustara, pero eso mismo ocurrió en ese momento. Luna estaba parada en su cuarto, su espalda apoyada contra la pared.
- Luna, ¿qué haces aquí?
- Solo quería hablar contigo de esto.
Luna sacó un celular que el peliblanco no reconoció.
- Sam espió a George, y le logró quitar el celular sin que lo notara. Aquí se ve como me engañaba con por lo menos quince chicas.
Lincoln no dijo nada, pero al recordar la amenaza y lo que contenía, empezó a sudar disimuladamente.
- No venía porqué, pero parece que tu supiste de ello, y me advertiste. Sin embargo, George lo supo y te amenazó para que no siguieras. Parece que tienes un secreto que no quieres que nadie sepa. ¿Qué clase de secreto es tan importante como para dejar que tu hermana sea engañada?
- Luna... En serio lo siento, pero no te lo puedo decir. Es algo que ninguna persona puede aceptar ni asimilar. Créeme, no fue fácil para mí decidir eso, pero no tenía alternativa. Todo el mundo me rechazaría, y mi vida se vería arruinada.
- ¿Tan malo es? -cuestionó Luna, no del todo convencida.
- No es que sea algo malo en sí, pero es inapropiado y tabú.
- Pero, ¿qué...? -murmuró Luna confundida. No se esperaba para nada esa serie de acontecimientos- Lincoln... ¿Qué hiciste?
- Nada, pero no es algo que se lo digas a alguien, y si lo haces, es porque confías ciegamente en esa persona -dijo Lincoln en voz alta. Luego en su mente añadió- Cómo tú, Clyde.
- Ay, Lincoln -Luna se masajeó las sienes, tratando de mantener la compostura. Luego, cansada mentalmente, se rindió- ¿Sabes qué? Voy a dejarte por ahora, pero no pienses que voy a olvidar el asunto. Y por favor, no vuelvas a hacer algo así. George ya casi no me agradaba en los últimos tiempos, pero no es algo que valla deje pasar así nada más.
- Lo prometo Luna -dijo rápidamente Lincoln- Te prometo que no volverá a pasar... Pero, ¿qué pasará con George?
- Oh, de eso no te preocupes -dijo Luna, entrecerrando amenazadoramente los ojos- Ya tengo pensado lo que haré para darle una lección...
Lincoln no entendía lo que iba a pasar, pero supuso que George no volvería a engañar a nadie, a juzgar por las claras intenciones de Luna.
Al día siguiente, George estaba dirigiéndose a uno de los edificios abandonados en los que se reunían los rockeros. Había recibido un mensaje de una de las muchas chicas que exitosamente había engañado.
- Soy tan guapo que ninguna se me resiste -pensaba a menudo, orgulloso- Ya hasta quieren entregarme su cuerpo.
Pensó con lascivia el hermoso cuerpo de Jenny, quien había sido la que le había propuesto reunirse ahí, diciéndole que estuviera listo para lo que estaba dispuesto a hacerle. Al entrar al edificio, todo estaba oscuro. Subió las escaleras al segundo piso y vio a Jenny, acostada en una cama, esperándolo. No se podía ver mucho, pero al menos podía verla a ella con claridad.
- Hola, nena.
La chica lo vio seductoramente, con claras ganas de que se acercara.
- Hola, bombón. ¿Listo para lo de hoy? Será una muy, MUY larga noche.
- No podría estar más listo -dijo George, quitándose la camisa.
- Perfecto -dijo Jenny. Encendió las luces, y George vio como tenía un bate en sus manos. Luego dos, seis, once, diecisiete, y hasta veintitrés chicas salieron de las sombras, entre ellas Luna y Sam, rodeándolo y atrapándolo.
Esto emocionó a George. Pero cuando vio las miradas de ira, los diversos accesorios y utensilios empuñados como armas, y la colección completa de las chicas que había engañado, lo comprendió. Debió de haberlo sospechado en el momento en que había perdido su celular.
- Todo gracias a esto -dijo Sam, que le regresó su celular, todo destruido- Gracias por dármelo.
- Así que... fuiste tú... -murmuró George, súbitamente alarmado. Intentó retroceder, pero las chicas lo habían cercado, y la únicas dos salidas eran imposibles. La puerta estaba cerrada y bloqueada. Podía saltar por la ventana y arriesgarse a romperse un brazo... Pero si George hubiera sabido cómo iba a terminar, probablemente hubiera saltado por la ventana, aún cuando lo hubieran podido atrapar debido a que estaría ralentizado por la caída.
- Claro, eres bastante confiado y arrogante como para no prestar atención a nada más que no seas tú -le espetó Sam con desprecio- Todas las chicas en tu celular fueron convocadas para que sepan lo que hiciste. Ahora pagarás por ello.
Las chicas se acercaban, cada una con la llama de la ira impregnada en sus ojos, y el chico estaba rodeado e indefenso.
- En efecto, será una larga noche- pensó.
No se supo nunca que fue lo que ocurrió en ese edificio exactamente, pero duró horas enteras. Ya era de madrugada cuando, exhaustas, las chicas desfilaron una tras otra, con el cabello despeinado, y hablaban entre ellas de forma animada y confiada. Llevaban a George entre ellas, con tantos cortes, golpes y magulladuras en su cuerpo, que no se le veía ni un trocito de piel en él. Estaba también escrito con tinta palabras groseras y amenazas en su cuerpo. Sus dos ojos estaban morados, su cuerpo estaba totalmente helado, su cabello fue rapado, ya no tenía cejas y sus ropas estaban hechas jirones. No tenía uñas, le faltaban unos dientes, su brazo izquierdo colgaba en un ángulo extraño, y una de sus piernas estaba dislocada. Por supuesto, estaba inconsciente.
Lo llevaron al hospital, y como arguyeron que lo encontraron después de que lo golpearan unos matones, la cuenta iba sobre él. George nunca más volvió a chantajear a nadie. Se disculpó con todas las chicas, les dio dinero, dejó libres a los amenazados, y se mantuvo callado y distante por lo menos dos años, hasta que dejó de tenerle fobia a las chicas. No fue sino hasta su vida adulta cuando volvió a tener relaciones, y su novia era dominante y algo ruda, pero era lo necesario para mantenerlo calmado, y él se aseguró de que era lo mejor.
En cuanto a las chicas, todas estuvieron dolidas un tiempo, hasta que volvieron a sus vidas normales. Luna encontraba su apoyo en Sam, quien era, y por mucho, su mejor amiga. Si no fuera por ella, George seguiría libre. Fue gracias a Sam que ahora todo estaba arreglado. Sin embargo, Luna seguía sin saber qué era ese secreto que tenía Lincoln. Si llegaba a ser algo ilegal, no lo podría soportar. Amaba mucho a Lincoln, y lo ayudaría no importaba qué ocurriera. Pero por ahora se veía feliz y contento, sobre todo a causa de Haiku, y de que su hermana rockera ya estuviera bien.
Luna se sentía mal consigo misma por sentirse atraída por su hermano, pero no lo podía evitar. Cada vez se sentía más melancólica. Volvía a tocar con gusto, emoción y pasión, pero sus canciones se fueron volviendo cada vez más tristes y románticas. Procuraba que nadie la escuchara, aunque algunos miembros de su familia trataban de detectar algo a hurtadillas.
El peliblanco no olvidaba sus sentimientos por Luna. Su relación con Haiku casi dejaba de lado a la rockera, pero no la eclipsaba por completo. Había veces por las noches en las que recordaba cómo y porqué aún tenía sentimientos por su hermana. No la olvidaba... Pero Haiku seguía siendo la primera chica que lo había amado de esa manera.
Sin embargo, a Lincoln casi lo asustaba lo que estaba ocurriendo en su relación con Haiku. La gótica estaba desesperada porque Lincoln no le ofrecía su consuelo cuando ella quería. Bajo la perspectiva de Haiku, Lincoln solo quería divertirse, en lugar de hablar sobre ellos, sus deseos, su futuro, lo que pensaba de su relación, cómo llevar las cosas a cabo. Y lo peor de todo era que, como Lincoln siempre llevaba la misma vida de siempre, eso significaba que no tenía mucho tiempo para sí mismo, y eso fue el desencadenante que destruyó todo.
Lincoln tenía que apoyar a sus hermanas, ayudar en la casa, hacer tarea, atender al colegio y hacer tarea. Eso se le sumaba todas las veces que tenía que estar con Haiku, lo cual siempre era una prioridad. Si antes apenas podía hacerlo que él quería, ahora incluso menos. Es cierto que Lincoln estaba muy acostumbrado, y que se esforzaba por lograr todo, pero hasta él tenía sus límites. Como Haiku solo iba a la escuela, no tenía hermanos y se pasaba todo el tiempo sola en casa, notaba la ausencia de su novio mucho más. Según ella, Lincoln no tenía ninguna obligación de ayudar a sus hermanas, pero Lincoln no iba a escuchar nada de eso. Era su familia, y eso era algo que jamás iba a dejar, no hasta que fuera mucho mayor y tuviera empleo. Lincoln también quería pasar un tiempo de calidad con sus amigos, a quienes veía con cada vez menor frecuencia desde que consiguió novia. Haiku era importante, sin lugar a dudas, pero Lincoln apreciaba mucho a sus amistades de hacía años como para dejarlos de lado.
Haiku quería que Lincoln dejara algo de lo que solía hacer para reclamar algo de atención para ella misma, pues se consideraba merecedora de tal atención. Pero eso nunca iba a ocurrir. Lincoln pensaba en todas las personas a la vez, y no solo en una. A la vez que salía con Haiku, se acordaba de ayudar a Lynn con sus entrenamientos, cuidar a Lily, estudiar con Lisa, charlar con la familia, divertirse con Clyde y los demás chicos, hacer sus deberes, ayudar en la casa, y estar ahí para todos los que eran importantes para él.
Y fue cuando Lincoln le comentó a Haiku cierta mañana que tenía planeado salir con sus amigos, que la gótica no pudo soportarlo más. Dejó a Lincoln plantado en los casilleros y no le habló en todo ese día. Sin entender nada, Lincoln tuvo que visitarla para arreglar lo sucedido. En cuanto vio a su novia, el peliblanco se acercó.
- ¡Haiku, espera! -exclamó Lincoln, agradeciendo que no tenían a nadie alrededor de ellos- ¿Qué es lo que ocurre. ¿Qué he hecho? ¿Hice algo mal?
Lincoln esperó pacientemente a que Haiku contestara, pero pasó un buen rato antes de que la gótica se dignara siquiera de mirarlo.
- ¿No soy importante para ti? -le preguntó ella, al fin.
Lincoln se sorprendió, confundido.
- Claro que sí. ¿Por qué preguntas eso?
- No pasas más tiempo conmigo que con los demás. ¿Acaso importo lo mismo que un perro o un libro?
- Claro que no, Haiku, tú eres la persona más importante para mí, pero aún hay gente que me preocupa también, tú no eres la única -respondió él.
Eso no hizo más que enfurecerla al punto más álgido.
- Si no puedes decidirte entre las demás personas o yo, creo que esto no funcionará.
- ¿Qué...? Haiku, ¿de qué hablas...?
- ¡O eliges a los demás, o me eliges a mí? -gritó Haiku, furiosa- ¡¿Qué no te das cuenta de que te necesito más que a nada en el mundo?! Eres lo único que me mantiene a flote
- No te entiendo, Haiku, siempre te pongo atención. ¿En serio me estás diciendo que tengo que elegir entre las dos? ¿No hay un punto intermedio?
- No, o son los demás o soy solo yo.
Lincoln no soportaba tener que negar a las otras personas para estar con Haiku, por lo cual dudó. Su novia no iba a ceder ni un solo ápice, de modo que se le quedó viendo a los ojos, decidida, pero con un enorme miedo en su corazón de que tal vez había cometido un error. De todos modos, su determinación no flaqueó. Se cruzó de brazos, aguardando la respuesta de Lincoln. Este la miró con cara de pena y suplica, pero la gótica no dio señales de ceder su voluntad. Pasaron diez segundos. Veinte. Casi cuarenta. Y Lincoln no decía nada. No podía evitar ser quien era, y su naturaleza le decía que intentara buscar conseguir todo.
El rostro ceñudo de Haiku se transformó poco a poco en una de tristeza y congoja. Se pasaron varios instantes en silencio, suplicando sin hablar que el otro aceptara sus súplicas; pero solo se quedaron ahí viéndose sin mediar palabra. El dolor que emanaba de ambos era palpable. Lincoln no podía renunciar a todo lo que lo hacía él, y Haiku no podía obtener la atención que necesitaba.
Al final, Haiku retrocedió unos pasos, mientras unas lágrimas asomaban a sus ojos.
- Lo siento- dijo el peliblanco, con la voz quebrada.
- Muy bien -dijo Haiku, a la vez que se enjugaba inútilmente las lágrimas, y salía corriendo de ahí.
Lincoln volvió lentamente a su casa, triste como no lo había estado en mucho tiempo. ¿Había valido la pena rechazar a su novia para evitar perderse a sí mismo? No lo sabía. Lo único que quedaba era seguir con lo que había elegido. No paró de pensar en lo mucho que le había ayudado Haiku, y las veces en las que tenía que soportar cierta depresión por culpa del amor que sentía hacia otra persona. ¿No había ninguna chica que estuviera con él, el tiempo que fuera, y ser feliz con eso? ¿O que nunca lo abandonara, sin importar qué?
Ronnie Anne estaba lejos, Luna se fue con otro, y Haiku lo quería solo para ella. Aunque, ahora que lo pensaba, hablar con Ronnie Anne por mensaje era normal, y ya solo la veía como amiga. Y aunque su rompimiento con Haiku era doloroso... No podía evitar pensar, por pequeña que fuera esa parte en su corazón en esos momentos, de que había tomado la decisión correcta.
Pero Luna... No importaba qué le pasara a Lincoln, todo siempre vuele a girar alrededor de ella. Seguía amándola. No obstante, de nuevo se planteaba el problema de que era algo imposible. Nada en ese mundo lograría que él estuviera con Luna. Así que, desolado, volvió a casa, evitando que nadie lo viera. Se acostó en su cama, sin estar del todo seguro de lo que pasaba en su cabeza.
Sin embargo, Lincoln ahora procuraba que todo lo que sentía no se viera reflejado en su vida. Acompañaba a sus hermanas cuando lo requerían, estudiaba y salía con sus amigos, tratando de fingir que todo estaba en orden.
Generalmente Clyde lo acompañaba, y su amigo lograba que se distrajera con cualquier cosa. Varios días pasaron, y Lincoln veía cómo la vida se desarrollaba con normalidad, algo que para él era un poco molesto, como si a nadie le importara lo que le había pasado.
La escuela volvía a ser algo aburrida, pero veía con más regularidad a sus hermanas, quienes siempre lo veían con cariño, aceptando que ya no tenía novia y ayudándolo si necesitaba que se sintiera mejor. Lincoln veía a Lori y a Bobby juntos, y se dio cuenta de que tendría que haber sacrificado mucho más si quería seguir con Haiku, sobre todo cuando ambos crecieran y tuvieran otras necesidades.
Sin embargo, un problema que había olvidado y que pudo haberle hecho perder la cordura ocurrió unos días después de su rompimiento. Mientras Lincoln se despedía de sus amigos al terminar la escuela, Lynn lo alcanzó, viendo que estaba solo. La deportista tenía que advertir a su hermano, pues podía estar en peligro.
- ¡Hey, Link! -exclamó Lynn, apurándose.
- Oh, hola Lynn. ¿Qué pasa?
- Tienes que irte, hermano, creo que pronto vendrán unas chicas. Ya sabes, esas chicas que te buscaban cuando te notaron. Las vi cuando se reunían, y parece que están dispuestas a salir contigo, ya que terminaste con Haiku.
Lynn lo decía como advertencia, lo cual hizo que Lincoln se sintiera agradecido con su hermana. Al menos alguien aceptaba la situación y lo apoyaba por completo.
- Ok... gracias Lynn.
- No hay de qué.
Se alejaron uno delo otro, y Lincoln se apresuró en salir; era una suerte que Lynn lo hubiera encontrado primero. Se adentró por las calles, evitando así a las chicas que lo buscaban, y se fue por un camino más seguro. Cuando llegó a su casa, vio a Leni con unos nuevos vestidos que había hecho, usando a Lori, Luan y Lola como modelos. Lily estaba acostada cerca, riendo y aplaudiéndole a los colores que le gustaban.
Subió a su cuarto, por fin a salvo. Sin embargo, antes de que se acomodara, oyó que alguien llamaba a la puerta.
- Lincoln, tengo que hablar contigo.
Era Lucy. Aunque no podía verle la cara, Lincoln notó que Lucy estaba angustiada.
- Claro. Adelante.
Su hermana entró y vio que Lucy tenía a uno de sus murciélagos de mascota con una nota entre sus fauces, como una horrible parodia de paloma mensajera.
- Me han enviado un mensaje que habla sobre ti, Lincoln. Me lo envió Haiku.
Lincoln no dijo nada.
- Estaba triste y tremendamente desesperada. Ella sigue sin entender como la pudiste dejar. Ella dijo que tú no quería verla más a ella que a las demás.
- Es que ella quería que toda mi atención estuviera en ella. Entiendo que se sienta a gusto conmigo, ya que era mi novia... Pero no soy el único que se preocupa por ella. Aún tiene a su madre y a ustedes, sus amigas. Y yo también tengo otras personas que me importan.
- Entiendo eso... Pero tal vez pudieron llegar a un acuerdo.
- Mira, le voy a dar todo el tiempo que merezca a cada persona. Ella no quiso escuchar razones y me dejó solo con las opciones de ella o los demás. Y no iba a aceptar eso; en cualquier momento iba a romper mi promesa, aunque fuera un accidente.
- ...Eso fue lo que no le gustó a Haiku, supongo. No estoy segura de si esto tenía solución... Pero también creo que todo se pudo resolver de mejor manera.
- Tranquila, Lucy, solo fue un desacuerdo entre nosotros. Además, creo que esto es bueno, tanto para ella como para mí. Creo que era mejor conocer a otras personas... Aunque duela al principio.
Lucy no lo desmintió, y se declaró la indicada para hacer que Haiku viera los puntos buenos. Aliviado de recibir incluso más apoyo, Lincoln, por un día, pudo leer sus cómics de Ace Savvy en paz. Llevaba cierto tiempo juntándose mucho con Clyde, por lo que un día en soledad le sirvió mucho.
En la siguiente semana sobrevivió a otro día de las bromas de Luan, asistió a una conferencia científica de Lisa, ayudó a Luna a cuidar a Lily, evitó más peleas entre Lola y Lana, escuchó los poemas de Lucy, y practicó deportes con Lynn. Lori no le pidió nada, y se dedicó a quedarse hablando con Leni, mientras que la modista diseñaba más vestidos.
Pero a pesar de que todo parecía volver a la normalidad, Lincoln no podía dejar de soñar con Luna. Muchas de sus noches eran duraderas y largas a causa de ella. Soñaba con salir con ella, besarla, pasando el tiempo con ella, incluso un simple sueño de ellos acostados en la hierba era suficiente para ponerlo feliz.
Ya había pasado tanto tiempo... ¿Cuánto? Le calculaba al menos un año. Tal vez año y medio, ahora era pasado abril... Y en eso recordó. Muy pronto sería el cumpleaños de Luna. Eso apartó sus dudas. Aún no el había regalado a Luna nada por haberle revelado la farsa de George de manera tan brusca, y era algo perfecto para ver esa sonrisa que podía hacerle sentir en paz, a pesar de todos sus problemas.
El cumpleaños de Luna comenzó con su familia levantándola cantándole las mañanitas. Sonrió, feliz de que su familia se hubiera acordado. Estaba ansiosa de poder regresar de la escuela para abrir tranquilamente sus regalos y pasar el día con su familia. Sus amigos y compañeros le deseaban felicitaciones por igual. Sam le dio un collar con las iniciales L y S. Estaba claro que su amistad duraría mucho. Luna jamás olvidaría que fue Sam la que la ayudó en cuanto descubrieron el engaño de su ex. Una amiga como ella era invaluable.
Cuando Luna por fin acabó las clases y volvió a casa, vio que sus regalos estaban encima de la mesa. Aún con diecinueve años ahora, recibía cariño de parte de todos. Lily hizo un tierno dibujo de Luna tocando, y la rockera abrazó a la niña, convencida de que era una bendición enviada directamente de los cielos.
Lola, Lana, Lisa y Lynn cooperaron para comprarle un boleto de primera fila para el próximo concierto de Mick Swagger, Lucy le dio una uña de guitarra nueva y reluciente, Luan le presentó a un director que estaría dispuesto a dejar a Luna tocar en su escenario, Leni le hizo ropa de rockera que se veía espectacular, y Lori le dio un póster de Mick Swagger, nuevo y autografiado.
Sus padres le dieron un estuche nuevo para su guitarra, el cual ya estaba algo gastado. La verdad era que la propia guitarra ya estaba gastada también, pero a Luna no le importó. Agradeció a su familia, y subió a su cuarto para subir sus cosas, mientras los demás arreglaban la mesa para su pastel.
En eso vio a Lincoln que escondía algo en su espalda, nervioso ante la perspectiva de habla con su hermana, y preocupado de que alguien los viera. Unos dispositivos ocultos recordaron y vieron cada segundo de esa conversación.
- Lincoln, ¿qué haces?
Éste se acercó un poco, mientras la veía con timidez.
- Feliz cumpleaños, Luna -empezó Lincoln, tímido.
- Ehm... Gracias.
- No sabía qué podía darte, ya que eres alguien muy especial para mí, y quiero darte algo tan especial para ti como tú lo eres para mí. Y bueno... Pensé que esto te gustaría.
Le enseñó lo que tenía en la espalda. Luna dio un gritito de sorpresa. Se hallaba ante ella una fabulosa guitarra negra, con llamas púrpuras decorándola, con las cuerdas plateadas, y adornada con unos pequeños dibujos de calaveras y el clavijero dorado.
- Lincoln... No sé qué decir- dijo apenas con un hilo de voz.
- No tienes que decir nada. Sólo tómala.
Luna la agarró con suavidad y con sumo cuidado. Se veía extraordinaria. Esa era la más asombrosa guitarra que hubiera visto en tiempo real. Lincoln se acercó un poco más.
- Lamento haber sido tan rudo con lo que dije de George Luna, y en serio lamento haberme quedado callado. Espero que esto...Bueno, no que perdone todo, pero que al menos se acerque a la disculpa que te mereces. Y claro, espero que tu cumpleaños sea...
Luna dejó con cuidado la guitarra en el piso, y abrazó fuertemente a Lincoln, interrumpiendo sus palabras. Lincoln, sorprendido, respondió dándole un fuerte abrazo a su hermana, feliz de que por fin estuvieran avanzando.
- Hermano... Eres el mejor. Te amo.
Lincoln pensaba que Luna no se refería a nada más que hermanos, pero a su corazón le dio un salto después de todo. Luna se prometió que iba a cuidar esa guitarra con su vida, pues era invaluable. No por el precio monetario, sino por la carga sentimental de dos personas que arreglan sus problemas con éxito.
Esa noche Luna estrenó su nueva guitarra, tocando a todo lo alto, sobresaltando un poco a los vecinos, quienes ya estaban acostumbrados al ruido de los Loud. La fiesta duró varias horas, hasta que, exhaustos, todos se fueron a acostar. Fue el mejor día para Luna, cuyos sentimientos por el peliblanco florecieron una vez más. Se le escapó al decirle "te amo" a Lincoln, pero de seguro su hermanito lo interpretó como algo entre hermanos. Pero ¿por qué se había gastado todo ese dinero por ella?
¿Acaso...? Por primera vez, Luna se planteó si le gustaba a su hermano. Al fin y al cabo, se habían vuelto muy unidos. Pero con ninguna otra hermana se comportaba como con ella. Su corazón se aceleró, y aunque aún no encontraba el valor para decirle a Lincoln lo que sentía, se sintió emocionada. Suspiró, y volvió a hacer lo que consideró mejor desde el principio: plasmar todo lo que sentía en música.
Durante los siguientes días, en la casa Loud no se escucharon muchas canciones de rock. Las pocas veces en que se captaban unas notas, eran tristes y melancólicas, a la vez que conmovedoras y dramáticas.
- Qué extraño -pensó la señora Loud, cuando oyó a Luna- Parece que se enamoró otra vez. Lástima que no le corresponda, o al menos eso parece por la letra.
Luna estaba cada vez más desesperada, y se le hacía cada vez más difícil ocultar los sentimientos que la abrumaban. Lincoln no se quedaba atrás. Era de los pocos en la casa que sabía de lo que trataban las canciones de Luna, y se sentía maravillado cada vez que la escuchaba.
Pero ya estaba desesperando. Detestaba su propia incapacidad de no ser lo suficientemente valiente... o estúpido para expresarse. ¿Qué haría? Su regalo de cumpleaños había sido un gran gesto, pero no podía dejarlo ahí. Se la pasó pensando en eso por un buen rato. Luego, finalmente llegó la respuesta en un gran golpe de inspiración. Y por fin, ideó algo. El chico con el plan por fin creó un nuevo plan.
