Desierto de Sinaloa, México

El sol brillaba en su máximo apogeo, con una luz aún más potente que cualquiera antes experimentada. La piel se le quemaba bajo la ropa térrea que lucía, y las ideas parecían evaporarse con cada gota de sudor desprendida de la frente; mas, su semblante se mostraba impasible, a la par que el caminar, cuando descendió del auto y se situó frente a los cuatro hombres armados hasta los dientes.

-"Soy un viajero que viene de occidente"- Dijo el pelirrojo, en el idioma de aquella nación.

-"Vete extranjero. El desierto no es lugar para alguien como tú."- Respondió uno de ellos bajando su arma, los otros le imitaron.

Aquél había sido el código señalado para identificarse.

- Soy Carlos Ruiz, y Gonzalo Pérez me está esperando - Pidió el pelirrojo quitándose el sombrero. El hombre que antes le había respondido, se aproximó a él con una sonrisa.

- Me temo que no puede recibirle - Iba a replicar por su comentario, cuando sin decir más, le golpeó directo en el estómago, haciéndole caer de rodillas al suelo.

- A él! - Dando la orden, los otros tres se abalanzaron sobre el colorado y comenzaron a darle golpes en la cara y patadas por todo el cuerpo. Lo amarraron de las manos, lo cargaron como costal de basura y lo echaron en la parte trasera de una camioneta que condujeron por el desierto.

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Alguna parte de Londres, Gran Bretaña, misma hora.

Podría ser un día de primavera, y quizás no era muy su costumbre utilizar aquél valioso tiempo para descansar, en vez de resolver uno de sus asuntos legales; pero vamos, había trabajado en ese conflicto por varias semanas, y sentía que se merecía un descanso...

- Además, la solución que Shion me dio para resolverlo, fue la misma que yo pensé antes. No veo porque desperdiciar mi tiempo en volar hasta Francia para verlo y que me diga lo que yo ya sabía. - Se quejó con indignación ante Milo, quien divertido le escuchaba.

Recargó completamente la espalda en su silla de playa, tomó su vaso con piña colada y se olvidó del mundo por una fracción de segundo. Después siguió comentando, arrastrando la voz

- Pude haber ocupado ese viaje para comprarnos algo... ya sabes... cosas de moda o al menos, pude gastar ese tiempo para que Camus visitara su país. Creo que eso le hubiera gustado, no lo crees, primis? - Pero éste, ante la mención del galo, se sumergió en sus propios pensamientos.

Qué estará haciendo en estos momentos?... ¿Pensará en mi?... ¿Me extraña?... ¿Y si conoció a alguna rubia oxigenada que atraiga más su atención que yo?

- Oye, suspiritos - Se burló Shaka al notar esa profunda exhalación, que podía delatar lo mucho que anhelaba la vuelta del custodio. – Relájate, quieres? - Acomodó los brazos cruzados bajo su cabeza. - Camus volverá mañana por la tarde y no se separarán hasta dentro de dos semanas, cuando él tome de nuevo su descanso... claro, a menos que seas más inteligente y le propongas llevarlo de viaje a la cabaña que compramos en los Alpes...

Ambos guardaespaldas trabajaban todos los días. Descansaban cada dos semanas, durante tres días; tiempo que ocupaban para realizar algunas misiones, sin que los primos estuvieran al tanto de ello. Cuando tomaban intermedios de dos a cuatro horas, era para adquirir su nueva misión o cualquier tipo de información que los auxiliaría. Los dos protocolos resultaban extraños y quizás algo pesados; pero era la única forma de cumplir con ambos trabajos.

Milo prefirió reservarse su comentario. Suspiró y se levantó de la silla, con una toalla contorneando su cintura; caminó de regreso a la mansión, siendo seguido por las pupilas escrutadoras de Kanon.

Él conocía todo el riesgo al que Camus se sometió al querer hablar con aquél peligroso narcotraficante. Le advirtió hasta cansarse que no podía cumplir solo aquella misión; pero el pelirrojo hizo caso omiso a sus palabras, trayendo como consecuencia que Kanon se viera en un predicamento, puesto que no podía decirle a ambos millonarios que la SD-6 daba a su compañero como desaparecido, así como tampoco podía dejar su empleo para organizar una búsqueda por alguna parte de México.

¿Qué pasaría si no llegaba mañana por la tarde?

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Oscuridad lo único que podía apreciar. El persistente sonido de algunas gotas de agua cayendo sobre una superficie acuosa, era lo único que podía escuchar.

Sus ojos se abrieron con presura, permitiéndole notar paredes, tubos y cajas en aquél cuarto. Se encontraba con las manos atadas en la espalda, recostado de lado, en el piso de lo que parecía ser un sótano o bodega abandonada.

- Maldición! - Injurió tratando de quitarse las sogas que lo tenían sujeto.

- Te aconsejo que no gastes fuerzas en vano...

- Esa voz... - Era una mujer ubicada al lado contrario hacia donde sus ojos apuntaban, seguramente en la misma penosa situación que él, o quizás culpable de su confinamiento.

- Sí, Camus. A mí también me alegra verte. - El galo comenzó a moverse como si se tratase de un gusano, intentando virar sobre sí mismo hasta comprobar la identidad que había supuesto

- Marín!

Y no había duda. Se trataba de una mujer de cabello rojizo, corto, cuado él lo recordaba largo y peinado de otra forma; piel blanca y dos pupilas parecidas a rubíes. Se encontraba con la espalda apoyada en la pared, sentada en el piso y amarrada de brazos y piernas, con menor posibilidad de escapar que el custodio.

- Correcto. - Respondió ella, sonriente. - Veo que aún no aprendes. Sigues siendo un pillo. - Al pelirrojo se le dibujó un gesto de picardía en los labios.

- Ja!... Mira quien lo dice. Estamos en la misma situación. - La chica torció la boca, sin opacar su alegría.

- Bah!... gajes del oficio. Esto sólo me recuerda cuando nos encerraron en la oficina del conserje...

- Es verdad. Tuvimos que salir por el conducto de ventilación - Rió el galo

Cómo podía aún acordarse de aquella niña con la que creció en el orfanato, y no recordar los detalles vividos con Milo?

- Tengo varios días aquí, intentando escapar... - Comentó la mujer, al verle pensativo. Camus intentó arrastrarse hasta ella para sentarse a su lado, en la misma posición, mientras le respondía

- Esos malditos me tendieron una trampa. Estoy casi seguro que alguien les avisó de mis motivos verdaderos para venir hasta aquí - Dijo en susurros, molesto y resentido.

- Mucho tiempo te advertí que trabajar para la SD-6 no era buena idea - Señaló la chica, en un tono acusador. Al cruzar una idea por la mente del francés, este contrajo un poco el entrecejo

- Marín, no me hagas pensar que tú tuviste algo que ver con lo que me está pasando - Ella realizó un par de movimientos negativos con la cabeza.

- Yo sabía que tú vendrías. Después de todo, siempre has sido uno de sus mejores agentes; pero yo no los puse sobre aviso.

- Por qué no te creo, entonces? Te conozco: crecimos y fuimos entrenados juntos para trabajar por y para el gobierno; pero tú te vendiste al mejor postor, Marín. - La pelirroja pareció molesta, quizás incómoda. Tragó un poco de aire y se dispuso a responder

- Mi organización busca a quien se hace llamar Gonzalo Pérez para interrogarlo, mientras que la tuya quiere asesinarlo; claro, hasta que no les diga donde se encuentra el fragmento del mapa que él robó. - Explicaba en forma seria - Yo vine a ofrecerle protección, cuando me hicieron lo mismo que a ti. Fue una emboscada. Tengo dos días más que tú

- Qué? ¿Tanto?... ¡Demonios! - Con toda razón, al custodio no le dio muy buena espina su testimonio, por lo que se atrevió a preguntar - Cuánto tiempo estuve inconsciente?

- Te trajeron ayer por la noche... - Respondió, sin saber que tales palabras acelerarían el ritmo cardíaco de su acompañante.

- No puede ser! - Abandonó la pose de sosiego en la que se encontraba, para ponerse de rodillas, y, recargándose en la pared, lograr ponerse de pie - Tengo que salir de aquí! - Gritó

- Yo también quiero lo mismo, pero es imposible - Admitió la chica mirando las cuerdas que la tenían cautiva; pero Camus se mostraba desesperado por salir de aquella situación

- No, es que no entiendes... se supone que en estos momentos debería estar de camino a Londres... - Tiró de los filamentos que apresaban sus muñecas una y otra vez, frotó los nudos contra la pared, e intentó todas las maniobras que se le ocurrieron para desatarse, mientras mantenía una 'conversación' con la otra agente

- Si, supe que trabajabas para una familia de millonarios. No pasa nada con que te retrases un día, cierto? - El galo la miró como si no pudiera dar crédito a lo que oía

- No puedo estar mucho tiempo lejos... Tengo que volver!

- Pero...

Él ya no siguió escuchándola, en su lugar comenzó a hacer ruido con todo lo que podía golpear o patear, rompiendo cajas a diestra y siniestra, para mayor horror de la joven, quien lo desconocía.

- Exijo hablar con su líder!... Abran esa maldita puerta!... Tengo que hablar con Gonzalo Pérez! - Vociferaba

- Camus... ¿Qué te pasa? - No es que a ella le agradara estar ahí, encerrada; pero de acuerdo al entrenamiento, si las cosas se tornaban color hormiga, lo mejor era idear algo, que hacer ese tipo de escenas. - Si te calmas, quizás juntos podamos planear una estrategia para salir de este lugar.

Y aunque Marín trató de hacerle entrar en razón, el galo parecía tener motivos que iban más allá de su entendimiento, para tener tal desesperación en abandonar su cautiverio.

Lástima que ese comportamiento atrajo consecuencias que no pudo frenar...

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Parecía que sus ojos no se cansaban de mirar el reloj, de consultar la hora del día, o incluso, de contar las horas de retraso que le privaban de su presencia.

La idea de la rubia oxigenada, que él pudo haberse encontrado en la playa, de nuevo vino a su cabeza, atrayendo ese sonrojo y ceño arrugado como señal de la aparición de celos infundados.

No era nadie para decirle lo que podía o no hacer; pero vamos, al menos le agradecería una llamada para decirle que se dio cuenta que las mujeres le satisfacían mucho más que los hombres y que no quería volver a intentar nada con él porque no le gustaba y porque había encontrado a una persona de mayor atractivo, mucho mejor que él, con pinta de mujerzuela a los ojos de los demás, pero un ángel a los de Camus...

De cualquier forma, era muy pronto para hacerse ilusiones y pensar que el galo podría sentir mayores cosas por él, quizás se había arrepentido...

El rubio suspiró. Dejó el cómodo sillón de la sala, para dirigirse hacia las escaleras

- Dos días máximo, oíste Kanon? - Escuchó la voz de su primo, hablando con el guardaespaldas. Su tono no era precisamente calmado... - Si Noiret no se reporta en ese período, puede despedirse de su empleo.

- Pero...

- No aceptaré una réplica!. Eran tres días de descanso en la playa y lleva cinco, qué se cree? - Comenzó a caminar con indignación hacia su despacho, mientras el peliazul le seguía con la mirada y su primo se quedaba congelado en su lugar.

El guardaespaldas exhaló. Guardaba un secreto que no podía revelar, ni siquiera al rubio rizado que ahora lo miraba de forma suplicante, pidiéndole cualquier dato sobre el paradero de su compañero, o una explicación al porqué de su ausencia. Sin poder soportarlo, cerró sus esmeraldas, le dio la espalda y caminó hacia la cocina. Milo también suspiró y emprendió la marcha hacia su baño, donde planeaba relajarse un poco.

En ese mismo momento, con un océano y un desierto como obstáculo entre ellos, Camus yacía en el piso, con la cabeza apoyada sobre una de las rodillas de Marín.

A causa del alboroto que armó en la bodega, los maleantes tuvieron que acallarlo a golpes, antes de aplicarle una droga que lo había tenido dormido por varias horas. La pelirroja trató de prestarle ayuda; pero estando amarrada de pies y manos, únicamente logró que le rompieran la nariz.

- Debo regresar... - Murmuraba el galo entre sueños. No era la primera vez que ella le escuchaba decir aquellas palabras; mas, no comprendía porqué tanta insistencia

¿Qué había en la mansión que lo ataba de aquella forma?

El rubio se despejó completamente de su ropa, y anduvo desnudo por su habitación hasta entrar al baño. Cerró la puerta, apoyó la espalda en ella, y decidió dejar todo lo que le acongojaba del otro lado; lo importante ahora era escuchar la música que había puesto para destensarse, beber el vino que tenía servido a un lado de la bañera, y permitir que el cuerpo se relajara.

Ya dentro de la tina, con la cabeza apoyada en el mosaico, disfrutó la tibieza del agua, mientras hacía un fallido intento por olvidarse de todo, especialmente si tenía que ver con él...

Abrió los ojos lentamente, aún adormilado, maltratado. Marín le recibió con una sonrisa enternecida; no obstante, el pelirrojo al darse cuenta que seguía preso, intentó ponerse en pie, ocasionando que los estragos de la golpiza le obligaran a permanecer en su sitio.

- Si corres, te caes. Es una ley natural. - Dijo en broma su compañera; aunque no causó el efecto deseado.

- Tengo que salir de aquí... - Volvió a repetir el galo

- Quieres hacerme el gran favor de explicarme porque tienes tanta prisa? - Cuestionó perdiendo la paciencia

- Me están esperando... - Respondió en voz baja, como si no quisiera que le escuchara.

Milo había tenido que cambiar más de una vez la canción que sonaba y es que todas, sin motivo, le recordaban a él, pese a que fuera en una sola estrofa.

Y, vamos... Qué caso tenía pensar en él, si, seguramente, se la estaba pasando genial con alguna tipa cuyo cuerpo le atrajera más que él?

- Al menos es mejor pensar en ello a que algo malo le hubiera pasado... - Declaró vencido, dejando de cambiar las tonadas

Marín no comprendía de lo que Camus hablaba. Sentía que desvariaba

- Creo que te drogaron demasiado. - Aseguró. El francés intentó sentarse, siendo auxiliado por ella.

- Milo debe estar pensando que ya me olvidé de él... o que algo me ocurrió... - Reveló. Su acompañante frunció el ceño a modo de extrañeza

- Milo? Quieres contarme quién es ese tipo? Porque según recuerdo a ti siempre te gustaron las niñas... bueno... no siempre...

Ingirió un poco del vino antes de acomodarse en la bañera y pensar en todas las actividades que podía realizar para olvidarse de su martirio...

- Esto se vuelve algo obsesivo... - Murmuró comenzando a impacientarse.

El francés dudó por un momento. Quizá ella fue su mejor amiga en el pasado, y podría presumir de conocerle; pero también era cierto que su vida había dado un giro impresionante desde que entró en la SD-6. De cualquier forma, el haber conocido a Milo es lo que la gente religiosa llama 'milagro'

- Sé que te sonará algo loco... pero yo...

- Tú...?

- Estoy intentando rehacer mi vida con él

- Qué!? - Si. Había reaccionado de la forma esperada...

- Dónde estás?... Qué estás haciendo? Siento que hay algo que Kanon no me dice, ni siquiera se atreve a mirarme a los ojos. - Pronunció en voz alta, hablándole a la nada.

A esas alturas, el rubio ya había renunciado a su 'paz', si es que alguna vez la tuvo. Abrazó sus piernas aún en la tina de baño, acomodando la barbilla sobre la articulación y lloró.

Entre la reacción de la pelirroja y las pocas escenas que recordaba haber vivido recientemente con Milo, la cara del galo se encontraba tan colorada que era muy difícil saber donde comenzaba su cara y terminaba el cabello.

- Es que no puedo creerlo...

- Marín, no es fácil aceptar algo así. - Murmuró ladeando el rostro, no mirándola directamente

- Por qué lo haces entonces?

- Porque me ama, y yo tengo más miedo por él que por mi. Quiere hacerme sentir...

- Y lo ha logrado? Es decir, sientes algo por él? - El custodio la miró a los ojos.

El baño no tenia el efecto deseado, por lo que cansado, decidió salir de la tina antes de que la piel comenzara a arrugársele. Se colocó la bata sin secar su cuerpo, y anduvo por la habitación, descalzo, sobre la alfombra de grabados múltiples, hasta detenerse en la ventana y finalmente en el balcón, un sitio que de mucho no le ayudaba.

El francés suspiró.

- Si... - Respondió, sorprendiendo a la chica con su afirmación. - Milo es diferente

- Por qué? Aguarda... dijiste Milo? - abriendo sus ojos de la sorpresa

- No lo sé, no puedo explicarlo exactamente. No me entenderías

- Inténtalo, quieres? - El pelirrojo tomó un poco de aire

- Cuando me enteré del engaño de Mariah, creí que la vida se había terminado para mí. En cierta forma, cuando la vi muerta en el departamento, una parte de mí se fue con ella... el resto se marchó al saber que era una agente de la KGB

- Lo dudo...

- Cómo?

- Nada. Estaba pensando en voz alta. Hace un rato dijiste que tenías más miedo por él, que por ti mismo...

- Si. Milo me ofreció la oportunidad de vivir. Si esto no resulta, yo sé a lo que me atengo; pero él... se condena conmigo. Marín, él me quiere demasiado, tanto, que puede parecerte una locura, pero aún estando a varios kilómetros de distancia siento su temor... está preocupado...

- Y tú, que sientes? Porque me has dicho que es diferente - La chica notó una tenue sonrisa en los labios galos y la forma en que miraba al vacío en forma añorante

- Lo extraño. Mis labios están secos, los suyos deben estar igual. Creo que es lo que más me gusta de él... la forma en como me besa... tan entregada... tan... apasionada... yo... - Camus enfocó el semblante de su confidente, notando una sonrisa pícara y una mueca en su faz que lo hizo sentirse incómodo, por lo que simplemente se aclaró la garganta y evitó mirarla a los ojos - Dime que tan anormal sonó eso...

- Hay un extraño lazo entre ustedes. - Expresó pensativa, aunque al custodio le dio la impresión de que conocía cierta información que él no; pero prefirió no preguntar

- Sabes? Me dijo que quería protegerme, y lo más extraño es que a él no le gustan las armas... Cómo podría un civil protegerme justo a mí?

- Creo que no quiso decir eso. Sus palabras no son más que una metáfora. Pienso que cuando él dijo que quería protegerte, se refería al dolor y la soledad. Cosas a las que pareces haberte acostumbrado a sentir... - Aquella explicación dejó pensativo al galo – Ahora lo comprendo. No puedes fallarle; así que será mejor que comencemos a buscar la forma de salir de este lugar - Concluyó con decisión.

Emitió un bostezo y fue conocedor de que el cansancio al fin lo vencía. Cerró la ventana y se dirigió hacia la cama, aún con el cuerpo un poco empapado. Dejó la bata de lado, se sentó en el colchón y se cubrió con las mantas, al mismo tiempo que abrazaba una de sus almohadas.

- Buenas noches, Camus. Sueña conmigo - Esbozó una tenue sonrisa, y cerró los ojos, dispuesto a soñar con el pronto regreso del guardaespaldas.

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Aquél hombre de cabellos tan negros como su conciencia, a quien se le atribuía la descripción de peligroso asesino, observaba a Marín y a Camus a intervalos, ambos de rodillas delante de él, con una pistola apuntando a su cabeza.

Los había mantenido como prisioneros para luego mostrarlos como trofeos a sus respectivas agencias, como un ultimátum sobre lo que era capaz de hacer, en caso de que volvieran a intentar una nueva treta en su contra.

- Aún no decido si sería mejor enviarlos en pedazos o crucificarlos en alguna parte del desierto - Comentó con una sonrisa sadica y un gesto de prepotencia.

- Lo que te parezca más de tu estilo. De cualquier forma, te van a encontrar y pagarás por esto - Respondió de forma osada el pelirrojo, siguiendo el plan trazado por su amiga

- Si ustedes no pudieron conmigo, el resto de sus agentes tampoco lo hará. - Dijo muy convencido de sí mismo, aquél peligroso narcotraficante. Camus sonrió de forma irónica.

- Eso crees? La SD-6 te busca por traición, tiene agentes en todos los países del mundo. Dar contigo será juego de niños.

- A menos que aceptes la protección mi agencia. Yo vine a ofrecerte un trato: Protección para ti y tu familia, a cambio de información sobre las cuevas de Hitler, toda la que sepas. - Acotó Marín. Si su plan daba resultado, lo siguiente que él haría, sería probar sus palabras.

- Qué te hace pensar que voy a confiar en una persona a la que eh tenido en cautiverio por más de una semana? - Indagó.

- Porque si mis superiores no reciben noticias mías mañana, enviarán a alguien más, y esta vez hará el trabajo sucio. Supongo que conoces lo que es un limpiador. - El pelinegro les dio la espalda. Se acercó a uno de sus hombres y le murmuró algo, que el otro respondió en el mismo tono; su jefe y él intercambiaron algunas palabras, antes de que el segundo se acercara a la pelirroja y la desatara.

- Te pondré a prueba. Mátalo - Le arrojó un arma cargada, mientras otro de sus secuaces levantaba al galo a base de jalones. Marín tragó saliva y comenzó a parpadear. - Dudas en acatar mi orden? - Ella negó, levantando el arma a la altura del pecho de su amigo

- Ni por un momento - Sujetó con el dedo índice el gatillo, apretándolo hasta que una bala saliera por el orificio del arma, golpeando con fuerza en el pecho de un hombre que cayó desplomado hacia atrás. Tomó el cuchillo que se asomaba por uno de sus tirantes, mientras ella y Camus caían al suelo, y con rapidez cortaba las sogas que los tenían cautivos, al mismo tiempo que los partidarios del pelinegro ejecutaban la orden de matarlos.

Las balas cortaban el aire, agolpándose mortalmente contra los cuerpos, dejándoles sin vida en el suelo. En lo que Marín se dedicaba a neutralizar al enemigo y cubrir a su compañero, éste se aventuraba a ir tras su presa, antes de que pidiera refuerzos y se vieran en una situación de mayor compromiso.

El pelinegro corría por el pasillo, virando a ratos el rostro para observar lo lejos que le había dejado; así que cuando se vió acorralado, dió la vuelta dispuesto a presentar batalla, dejando muy en claro que Camus no lo pescaría vivo sin antes luchar. El pelirrojo se le fue encima, sosteniéndole por los antebrazos; su enemigo hizo lo mismo. Forcejearon un par de minutos hasta que el pelicorto encontró la oportunidad de aventar al agente contra la pared para noquearle; mas, cual fue su sorpresa cuando el galo esquivó el golpe, ocasionando que este estrellara su puño contra el muro. Mientras el asesino se reponía, Camus aprovechó la oportunidad para incrustar su rodilla ferozmente contra el estómago del otro, para que mientras este se agarraba la parte afectada, lo tomaba por los negros cabellos y estrellara su cara contra la pared. El noqueado resbaló hasta el piso.

- Así es como caen los poderosos - Comentó el custodio irónicamente, mirando con deprecio al letal asesino.

Al final, el nombrado Gonzalo Pérez, mejor conocido como Aldebarán, fue sometido por Camus con maestría; una demostración digna de lo perfectamente bien entrenado que estaba.

Cuando Marín terminó con los partidarios del asesino, llegó corriendo por el corredor para encontrarse con su antiguo compañero...

- Qué vamos a hacer con él? - Le preguntó el colorado a su amiga.

- Tendremos que hacer un fotomontaje, Camus. - Respondió pensativa. – La SD-6 lo quiere ver muerto, y mientras le muestres a Hades las fotos en las que simularemos su muerte, podré llevármelo.

- Pero tengo que llevar conmigo la localización del mapa.

- Entonces tendremos que interrogarlo. Por esta vez permitiré que tengas lo que deseas; pero tienes que saber que si nos volvemos a ver, las cosas serán muy diferentes. - Ambos se miraron en forma seria

- Lo sé. Por qué te vendiste? - Había tanta tristeza en su voz, que Marín no se atrevió a mirarle a la cara por miedo a revelarle una cruda verdad...

- Hay muchas cosas que aún no sabes, y que por razones de fuerza mayor yo no puedo revelarte; sin embargo, quiero que sepas que siempre contarás conmigo. - Volvió a mirarlo a los ojos mientras apoyaba la mano en su hombro - Además, no importa lo que pase, mis sentimientos por ti jamás van a cambiar... Te quiero mucho... - Había cierto misterioso destello en sus pupilas...

- Marín... - Trató de interrogarla; mas ella se apresuró a añadir.

- Crecimos juntos... y por eso somos como los hermanos que no tuvimos - Tampoco lo miró a los ojos al decir aquellas palabras

- Gracias. - Sonrió débilmente el galo, aunque el sentimiento continuaba ahí. La pelirroja tomó algunas armas, que colocó en su talle para protegerse de los ataques de los posibles guardias, antes de apoyar al nuevo preso sobre uno de sus hombros.

- Debemos irnos. - Dijo. Camus asintió. Tomó el brazo libre del hombre inconsciente, se lo pasó por detrás de la cabeza, y entre él y Marín lo sacaron de su guarida para ponerle fin a aquella misión de tan alto riesgo.

Por lo menos sabía que terminando su tarea, podría volver a Londres, donde un preocupado y ansioso Milo lo estaba esperando...