Filosofía en el tocador

VI

Ni Kyle ni Bebe eran ingenuos y sabían que eventualmente iban a ser descubiertos. Eso no significaba que iban a estar preparados cuando ocurriese.

Ese día Kyle debía llegar temprano a su casa y como su sesión sexual no fue tan extensa como estaban acostumbrados aun estaban tan llenos de ganas que apenas podían quitarse las manos de encima. A duras penas logró salir de la habitación cuando Bebe se abalanzó sobre él y comenzó a besarlo en el pasillo, destruyendo su fuerza de voluntad con cada toque.

"Bebe, tengo que irme" suspiró él entre besos, haciendo lo posible por controlar los traviesos dedos de la chica.

"Lo sé. ¡Lo sé!" gruñó ella frustrada. Lo besó una última vez y lo empujó con fuerza para estar lo más alejados posible. Un vistazo a sus ojos y Kyle supo que al menor descuido se le subiría encima y lo desnudaría en segundos. "Vete. ¡Rápido!"

Kyle rió mientras se despedía. Tan absorto estaba en su aun burbujeante deseo y los deberes que tenía que cumplir que no se dio cuenta de la tercera persona que estaba en la casa y fue solo cuando escuchó una voz femenina llamándolo que su mente quedó en blanco y su cuerpo se petrificó.

"Oh, eres Kyle Broflovski, el hijo de Sheila. ¡Hola querido!"

Kyle se dio media vuelta y ahí, en la entrada de la cocina, estaba la señora Stevens, inconfundible por las fotos en las paredes. En algún momento del día había llegado a casa y ambos habían estado tan distraídos que no se dieron cuenta.

"Si mamá, Kyle es mi amigo" dijo Bebe desde las escaleras. Su tono fue frio y cruel, muy diferente del que usaba normalmente. El tenía conocimiento de que ella y su madre no estaban en buenos términos (de hecho se atrevería a decir que era un tema tabú ya que se ponía a la defensiva cuando el tópico siquiera se atrevía a asomarse) pero ver a la dulce y alegre rubia con esa mirada hostil no solo eliminó cualquier duda al respecto sino que también reveló que aquello era más profundo de lo que él se pudiese imaginar. "¿Y bien? ¿Tienes un problema con eso?"

La madre de Bebe, sin embargo, le sonrió con dulzura. "Por supuesto que no cariño. Solamente me preguntaba si podía hablar con él por unos minutos. ¿Me harías ese favor Kyle?"

¡Ella sabe! fue lo único que pensó Kyle, al tanto de que no podía haber ninguna otra explicación para querer hablar con él. La verdad era que en varias ocasiones tuvo el deseo de hablar con los padres de Bebe para no sentirse como si estuviese abusando de su hija y de su confianza pero las veces que le preguntó qué pensaba al respecto ella le dijo que no era necesario y que debían disfrutar lo que tenían por el momento.

Bueno, ahora ese momento de disfrute había terminado abruptamente.

"¿Ahora estas por hostigar a mis amigos desde el primer encuentro? ¿Es que no tienes nada mejor que hacer?" Bebe se escuchaba cargada de emoción. "Kyle tiene cosas que hacer así que no tiene tiempo para ti."

Kyle escuchó aquella oportunidad para marcharse pero se quedó donde estaba, sus ojos enfocados en la señora Stevens. Estaba consciente de que su próxima respuesta sellaría su destino pero no podía cumplir la orden de Bebe por más que quisiera: El fue educado con valores que le decían que no podía ignorar un pedido de la dueña de la casa.

"Por supuesto que puedo hablar con usted señora Stevens. Estoy a su orden."

La señora Stevens suspiró con júbilo mientras le hacia una seña para entrar a la cocina. Antes de ir miró a Bebe, quien lo observaba con un rostro indescifrable, sus manos apretando el barandal de la escalera con tal fuerza que sus nudillos palidecieron. Esperó que sus ojos le transmitieran que esto era algo que él no podía ignorar y que lo que sea que ella decidiese por haber tomado esa decisión él lo respetaba.

Apenas fue poner un pie en la cocina cuando empezó a temblar. La señora Stevens estaba de espaldas preparando algo mientras tarareaba una suave melodía. Todo a su alrededor estaba perfectamente ordenado, lo que mostraba que para la dueña de la casa ese lugar era sumamente importante. "Siéntate mi niño. En seguida estoy contigo."

Kyle obedeció sin decir palabra. Se quitó el sombrero y lo colocó en una de las puntas de la silla. Entrelazó los dedos sobre la mesa para controlar sus nervios y un delicioso aroma llenó sus pulmones. Finalmente la mujer se dio vuelta con una taza en mano y cuando la puso frente a él sintió un nudo en la garganta: Le había preparado chocolate caliente, con todo y pequeños malvaviscos flotando alegremente sobre la superficie.

La señora Stevens se sentó frente a él y lo miró por un largo tiempo. Sonrió cálidamente y su rostro pareció transformarse en el de Bebe por un segundo. "Oh Kyle, no sabes lo mucho que me alegra conocer finalmente al chico con el que mi niña está saliendo. Espero que te guste el chocolate; lo hice especialmente para ti."

Kyle cerró los ojos y bajó la cabeza sin saber qué hacer pero la mujer le tocó las manos con suavidad. "No te preocupes querido, no estoy enojada sino todo lo contrario. Levanta la cabeza para poder ver tu apuesto rostro mientras hablamos." Incapaz de oponer resistencia hizo como le ordenaron. Puso las manos alrededor de la taza y, aunque estaba caliente, fue lo único que pudo calmar sus temblores. "Kyle, ¿Sabes cuál es el trabajo más agotador de una madre?" Obviamente él no sabía que responder y tenia certeza de que intentar adivinarlo sería grosero así que se limitó a negar con la cabeza. "Preocuparse. El trabajo más difícil y agotador de una madre es preocuparse por sus hijos."

La señora Stevens llevó los ojos al techo y pensó en las palabras que iba a decir. "¿Sabes cual fue uno de los momentos más definitivos de mi vida? Fue un día en que vi a mi pequeña Bebe y supe con certeza que ella iba a ser una mujer hermosa, inteligente, sagaz, viva, fuerte e intrépida a un nivel que yo no iba a ser capaz de seguir y que eventualmente me convertiría en un estorbo para ella."

Los ojos de Kyle empezaron a llenarse de lagrimas. Tuvo el deseo de tomar un sorbo de chocolate pero sus miembros no le respondían, hipnotizado por la historia tan personal que estaba escuchando.

"Siempre supe mis limitaciones y este pueblo siempre se aseguró de que no las olvidase, pero aun así me esforcé lo mas que pude por estar ahí para ella. Estar a su lado hasta que mi presencia se volvió una vergüenza frente de sus amigas. Estar allí para ayudarla con sus estudios hasta el día en que se desesperó con mi falta de inteligencia y me pidió continuar sola. Estar con ella para aconsejarla sobre amistades y chicos hasta que lo vio como ataques personales y me prohibió entrar a esa parte de su vida... Aun con cada puerta que se me cerraba siempre me preocupe por ella y por más que la vida me alejaba de mi niña nunca me rendí porque mi trabajo es cuidarla, aunque cada vez era más y más difícil."

Aun con las cosas que estaba diciendo, la señora Stevens se veía en paz.

"Y no sabes lo feliz que estoy de que para variar este trabajo de preocuparme no ha sido tan agotador estos últimos días porque, por primera vez en mucho tiempo, mi Bárbara es genuinamente feliz y brilla como el sol. A veces se ríe por ningún motivo o empieza a cantar aun cuando todos se le quedan viendo. La veo preocupándose por su apariencia con una sonrisa radiante en el rostro y a veces mira su celular y suspira como la niña dulce que es. Supe al instante que era porque dejó entrar alguien en su vida en el cual ella confía, la hace feliz y la hace sentir especial. Alguien que la valora como es debido y lo único que he querido todo este tiempo es conocer a esa persona porque tiene que ser alguien increíblemente maravilloso."

Kyle no pudo más. Un sollozo escapó de su garganta y pesadas lagrimas cayeron de sus ojos sin control. "Lo siento tanto señora Stevens. Debí haberme presentado antes pero no -"

La señora Stevens acercó su silla y le secó las lagrimas con la delicadeza y el cariño que solamente una madre tiene. "No te lamentes por eso mi niño. No estás maltratando a mi Bebe y la estás haciendo feliz. Simplemente están disfrutando su juventud con esta aventura romántica y déjame decirte un secreto: Cuando seas grande, sin importar donde estés o con quien estés, siempre recordaras con enorme aprecio este momento de tu vida en el que compartiste un secreto de verano con una chica tan linda."

Kyle apretó el rostro para parar su llanto. Parecía como si hubiese mordido un limón y la señora Stevens no fue tímida en reírse de su aspecto.

"Cuando vi que eras tú quise hablar contigo, no para asustarte o para que te sientas mal, sino para que sepas que estoy de tu lado y que no tienes que andar en secreto en esta casa. Conozco el carácter de Sheila y sé que te crió para ser un chico honesto así que a lo mejor este secretismo, aunque excitante, tiene que estar estresándote pero por mí no te inquietes." Le topó la nariz con el dedo y Kyle sonrió tímidamente. "Bebe y yo tenemos nuestras diferencias y no quiero que te preocupes por eso porque eso es entre ella y yo. Tu único deber es tratar a mi niña como es debido, ¿De acuerdo?" Vio que iba a llorar nuevamente y negó con un dedo. "Ya está, no mas lagrimas sobre este asunto querido. Toma un poco de chocolate: Te aseguro que te sentirás mejor."

Kyle se llevó la taza a los labios y bastó un sorbo para sentirse rejuvenecido. El liquido estaba delicioso como ningún otro que había degustado en la vida. Bebió nuevamente, esta vez con apetito, y su cuerpo recordó una época en la que era más joven y las cosas eran menos complicadas. Dejó la taza en la mesa y exhaló profundamente. Vio que la señora Stevens asentía con una mirada de complicidad y sonrió. "Es por mucho el mejor chocolate que he probado, y no lo digo por adularla."

"Lo sé" proclamó ella con orgullo mientras le giñaba un ojo. Acercó una mano al rostro de Kyle y le acarició una mejilla. "Eres tan buena persona y tan buenmozo. Mi Bebe y yo somos súper afortunadas de tenerte aquí."

Kyle se sonrojó por completo. La mirada, el tocar y las facciones de la señora Stevens tenían rastros de Bebe y su cerebro no pudo evitar hacer la conexión. Estaba seguro que la hija terminaría pareciéndose a la madre en el futuro y la verdad sea dicha, cualquier mujer daría lo que fuese por verse así a cualquier edad.

"Ahora ve. Estoy segura que tu compromiso no era una mentira. Gracias por haber sacado un poco de tiempo para mí y recuerda: Ven a verla siempre que quieras. Eres bienvenido en esta casa."

Kyle tomó su sombrero y se levantó con cuidado. Antes se irse miró a la mujer que tenía en frente y aunque le dio mucha vergüenza, la petición que le hizo vino desde su corazón. "¿Le importaría si la abrazo, señora Stevens?"

Y por supuesto, ella no pudo hacer más que sonreír, levantarse y traer a Kyle para sí, apretándolo entre sus brazos. Sintió una calidez maternal arroparlo y pensó que podría acurrucarse por horas entre la suavidad de aquel cuerpo maduro.

La mujer tomó el sombrero de sus manos y lo colocó en su cabeza como si vistiese a un hijo para enviarlo al colegio. "¿Te puedo pedir una última cosa?"

"Por supuesto señora Stevens. ¡Lo que usted quiera!"

"Si algún día Bebe decide entrar en detalles sobre su relación conmigo, por favor cree su versión de la historia y trata de comprenderla. ¿Entiendes lo que te pido?"

Kyle no comprendió la petición en ese momento pero en el futuro lo haría perfectamente. Pese a todo, estaba dispuesto a cumplir con lo pedido así que asintió con la cabeza y salió de la cocina mientras la señora Stevens tomaba la taza y la llevaba al fregadero mientras tarareaba una nueva melodía.

De vuelta en la sala Bebe había esperado todo ese tiempo sentada en los escalones. Al escuchar pasos se levantó de golpe y al ver quien era un semblante de preocupación apareció en su cara. "¿Está todo bien?" preguntó, visiblemente estresada. Su madre se apareció detrás de Kyle y su tonó nuevamente se volvió agrio. "No tenias el derecho de hacer esto, ¿Me oíste? ¡No lo tenias!"

Kyle escuchó aquellas retoricas mientras veía como la madre no hacia ningún esfuerzo por defenderse. Recordó la promesa que le había hecho y suspiró con tristeza ante la escena pues le faltaba contexto para entender aquella animosidad y no había nada que el pudiese hacer. Mientras Bebe estaba distraída subió los peldaños y se encontró con ella a media escalera. La chica lo miró sorprendido y antes de que supiese lo que estaba pasando le tomo la mano, entrelazando sus dedos afectivamente.

Bebe reaccionó como si hubiese recibido una descarga eléctrica, confusión y miedo reflejándose en sus ojos. Miró desesperada a Kyle y luego a su madre. Un silencio cubrió la casa y el judío supo que ambas mujeres estaban teniendo un encuentro llenó de historiales pasados sin decir ninguna palabra, en los que desacuerdos y peleas las separaban mas y mas y destruía su relación como un ácido corrosivo. Bebe apretó con fuerza su mano, necesitando todo su apoyo para mantener el contacto visual.

Finalmente la señora Stevens sonrió, asintió con la cabeza y volvió a la cocina sin nada más que decir. Cuando estuvo fuera de vista toda la fuerza pareció irse del cuerpo de Bebe, apoyándose del barandal para no colapsar. Miró a Kyle a los ojos, sonrió y por primera vez hizo algo que nunca había hecho frente a él: Llorar. Lagrimas corrieron de sus ojos mientras lo abrazaba con fuerza, sus dedos hundiéndose a través de su abrigo hasta sentirlos en su piel.

Kyle la rodeó con sus brazos y la consoló cariñosamente. Si tuviese que adivinar, aquellas lagrimas eran el resultado de que finalmente, después de muchos pleitos, desacuerdos y encuentros físicos, ella y su madre finalmente concordaron en algo y tuvo un enorme sentido del deber pues eso significaba que la confianza de dos mujeres colgaba sobre él y era su responsabilidad ser la mejor persona posible para no decepcionar a ninguna de las dos.

Y el haría lo posible por dar la talla. Bebe se lo merecía.

Fin.