[Lo que ocurre bajo el cielo]
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[Un día funesto]
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Marinette tan sólo logró asentir y contestarle la despedida a Félix cuando este finalmente anunció que se marcharía del teatro. Ella no pudo culparlo, ya que el intermedio estaba apunto de terminar, y los presentes lo observaban como si sufriera de alguna especie de enfermedad contagiosa. Marinette trató de refugiarse en el alentador pensamiento de que por lo menos, el artículo de aquel boletín no se refería específicamente a Félix Graham de Vanilli.
Todos se prepararon para regresar a sus asientos. Luka la tomó por el brazo gentilmente mientras la guiaba de vuelta hacia su palco, el que se veía prácticamente vacío sin la presencia de Félix y su mamá, quienes habían partido sin pensarlo dos veces en cuanto los asistentes a la ópera comenzaron a regresar a sus lugares. Ella también le dirigió una rápida mirada a Adrien, quien parecía tan preocupado como ella. Después de todo, pese a que las cosas no hubieran terminado en los mejores términos, lo cierto era que él no era una persona mezquina, y probablemente, no sacaba ninguna clase de placer de ver a su primo arruinado en sociedad.
Marinette apenas se pudo concentrar al escuchar la segunda parte de la presentación, ya que tanto su mente como sus ojos volaban una y otra vez de vuelta al boletín que aún descansaba en sus manos. Marinette no podía creer que la persona que describía aquel artículo fuera el mismo hombre bueno y paciente que había conocido hasta el momento. El mismo que había estado a punto de besar una noche antes, aunque aquello estuviera completamente en contra de cada uno de sus principios.
Ella leyó de nuevo los incidentes. La fuente anónima se refirió a un evento en donde había provocado la caída de una bebida de una dama sobre su vestido nuevo, todos pensaban que había sido intencionalmente, aunque nadie pudiera probarlo. El artículo también contenía el feo desplante que le hizo a la hija de una marquesa, al despreciar su invitación a un concierto. Al parecer, él se burló de las intérpretes en frente de todos, a pesar de que eran las hijas de las anfitrionas, y que la muchacha a la que se encontraba despreciando tenía un rango social mucho más alto que el suyo, en un país como Inglaterra en donde aún existía la monarquía.
Sin embargo, lo más alarmante había ocurrido durante un baile de navidad hacía un par de años, cuando la anfitriona juraba haber perdido un brazalete, y que el único culpable era Félix. Marinette sintió un feo sabor de boca al pensar que, en realidad, todas las víctimas de las humillaciones del muchacho parecían ser mujeres, jóvenes, en especial, era casi como si mostrara un desprecio especial por ellas, y aquello la perturbó.
A pesar de lo anterior, ella trató de enfocarse en las palabras de su amigo durante el baile del señor Agreste, y la noche anterior, pues él sabía que lo que había hecho en el pasado era completamente despreciable, y se arrepentía de aquello. Félix le había dicho en un par de ocasiones que él admiraba su capacidad de concederle a las personas segundas oportunidades a aquellos que lo necesitaran. Probablemente, era precisamente por esta razón que él pensaba así, porque él más que nadie necesitaba una segunda oportunidad.
Al día siguiente. Marinette salió en compañía de su mamá a caminar por el parque, mientras que disfrutaba del sol de la temporada. Marinette vió al otro lado del parque a los Agreste y a los Tsuruguis departiendo alegremente mientras que Adrien como orgulloso prometido que era, había decidido pasar tiempo con su futura esposa. Marinette no pudo evitar resentir en aquel momento no tener a su lado a Luka quien había tenido que ausentarse por un par de días, ya que su regimiento lo necesitaba. De repente, ella vislumbró a la persona que había ocupado sus pensamientos desde hacía una semana, debido a su abrupta desaparición.
Félix Graham de Vanilli apareció caminando por el sendero en compañía de su madre. Él se veía altivo, guapo y orgulloso como siempre, cómo si el boletín social de la alta sociedad no hubiera ventilado todos y cada uno de los vergonzosos secretos al público.
– Vienen hacia nosotros – murmuró su mamá, para quien era muy claro que en ese preciso momento tendrían que escoger el bando en el que se ubicaría su familia. Marinette miró alrededor y se dio cuenta de que debía llegar a una decisión rápidamente. Ella nunca entendería que la llevó a tomar semejante determinación, lo único que sabía era que nada podría cambiar su opinión.
– Buen día señora Graham de Vanilli. Buen día, señor – dijo amablemente Marinette en tanto sus caminos se cruzaban. Ella hizo una reverencia y tanto la madre como el hijo le respondieron su saludo con un toque de sorpresa en su voz. Las palabras que cruzaron fueron incómodas al principio. Sabine casi parecía temerosa de que le fueran a contagiar alguna enfermedad, y Amelie temía asustarla en cualquier momento. Sin embargo, a pesar de ello, luego de unas cuantas palabras, a las dos mujeres les quedó claro que la simpatía entre ellas era más fuerte que cualquier rumor que circulaba en los boletines sociales, por lo que las dos comenzaron a andar juntas, una tomada al brazo de la otra mientras que dejaban a sus dos hijos ligeramente rezagados.
– ¿Cómo va todo? – preguntó Marinette después de unas cuantas frases de cortesía sobre el estado de los caminos en aquella época del año.
– Me temo que no muy bien – respondió Félix mientras que negaba con la cabeza – le han enviado un par de notas a mamá retirando las invitaciones que nos han hecho a algunos de los eventos más importantes de la temporada– dijo.
– ¿Y la familia Couffainne? – preguntó Marinette genuinamente interesada por su relación con Juleka.
– Les hice una visita matutina hoy, y fui bien recibido – dijo Félix– hay algunos cuantos a los que no les importan los rumores. Supongo que no es coincidencia que se trate de aquellas familias con hijas en una situación económica desesperada.
– A excepción de Juleka – aclaró Marinette – hasta donde tengo entendido, su familia no afronta problemas de dinero. He escuchado que su padre no lleva una vida ordenada, pero aquello no ha afectado la situación familiar. – dijo. De repente, Félix le regaló una mirada cargada de sorpresa.
– ¿De dónde ha obtenido esa información? – preguntó Félix.
– Del Capitán Couffainne, por su puesto– dijo Marinette quien quería hacerle justicia a su prometido, ya que él no se encontraba allí para defenderse.
– Señorita Dupain– empezó Félix – nuevamente, yo no quiero ser el portador de malas noticias, pero me temo que eso no es correcto. El padre del Capitán Couffainne tiene bastantes deudas, y se encuentran en un estado bastante grave– dijo.
– ¿A qué se refiere? – preguntó Marinette.
– No estoy diciendo que su prometido sea un mentiroso, pero sé que él no suele frecuentar los clubes de caballeros, así que probablemente no haya escuchado muchos de los rumores que corren acerca de la situación económica de su papá– dijo Félix.
– No sabía aquello – contestó Marinette contrariada, ya que por doloroso e incómodo que fuera, ella únicamente había aceptado un matrimonio tan apresurado cómo aquel porque Luka le ofrecía seguridad, y la posibilidad de tener un marido razonable y gentil para pasar sus días. Marinette decidió obligarse a dejar de pensar aquello, ya que si las cosas no llegaban a ser económicamente tan ventajosas como ella lo había planeado, su dote seguiría siendo suficiente, y el dinero que ella había ahorrado como costurera también les ayudaría.
– Es desafortunadamente cierto – continuó Félix – es por eso que supongo que su mamá está tan agradecida de que yo siga frecuentando su casa. Además, su dote no es muy alto.
– ¿No lo es? – preguntó Marinette sorprendida.
– En lo absoluto– dijo Félix – pero no importa. En mi situación, lo que yo necesito no es un dote, es una esposa, y rápido. Ya han pasado casi tres meses desde la muerte de mi abuelo y no me queda mucho más tiempo.
– Lamento mucho que tenga que encontrarse en esa situación – dijo Marinette realmente apenada, ya que había algo que le recordaba a sí misma en el discurso de Félix.
– Yo también lo lamento, pero lo lamento aún más por la mujer que tenga que casarse conmigo en estas condiciones– dijo Félix.
– ¿A qué se refiere?
– Piénselo, señorita Dupain – dijo Félix – la persona que se case conmigo apenas tendrá tiempo para conocerme, y yo no podré quedarme eternamente en Francia, eventualmente tendré que volver a Inglaterra. Juleka Couffainne necesita dinero, y yo necesito una esposa, y de alguna incómoda manera, siento que no me estoy comportando muy diferente a Adrien cuando le hizo aquella propuesta. Yo también me estoy aprovechando de su necesidad.
– Lo entiendo, yo siento lo mismo por Luka. Yo a veces pienso que estoy aprovechándome de él – respondió Marinette sin agregar palabra alguna, pero sin dejar de pensar en su pobre y buen prometido, quien claramente no era amado de la forma en la que lo merecía. Marinette hubiera dado mucho por poder retornar sus sentimientos, pero el corazón simplemente no funcionaba de aquella manera.
– Últimamente he llegado a resentir la manera en que todo este asunto nos hace comportar – continuó Marinette – es curioso, porque en los libros el matrimonio siempre es un asunto sentimental, pero lo cierto es que una mala decisión podría arruinar nuestras vidas, eso puede ocasionar que no seamos tan generosos con nuestra pareja como debiéramos.
– Para usted debe ser especialmente difícil– opinó Félix de repente – pensar que al casarse perderá gran parte de sus bienes.
– Lo es – dijo Marinette – es por eso que realmente espero que el Capitán no se moleste conmigo por mi "pasatiempo".
– Aún creo que el capitán es una persona razonable – dijo Félix – estoy seguro de que entenderá.
– Eso espero... – suspiró Marinette.
– Lo cierto es que si Juleka Couffainne llega a rechazarme estaré en serios problemas, la mitad de París me trata como si tuviera lepra, y a la otra no la conozco. – dijo con sarcasmo prácticamente exudando por sus poros – a este paso me temo que tendré que caminar por la calle con un cartel que diga "se busca esposa, urgentemente".
– No creo que tenga que llegar a esos extremos – dijo Marinette riendo – si yo fuera usted, me conformaría con poner un anuncio en el periódico y ya está, andar con un cartel colgando no puede ser bueno para su cuello.
– ¿Se está burlando de mi?
– Por supuesto que sí – respondió Marinette.
– Perfecto – contestó.
Por más absurda que fuera la situación, lo cierto era que la función debía continuar, y un par de noches más tarde sería el momento más adecuado para hacerlo, ya que una de las grandes damas de la sociedad parisina daría un baile. Marinette esperaba con ansias aquel momento, pero no por las razones comunes a todas las jovencitas como ella, sino porque nada menos y nadie más que la anfitriona de la fiesta había encargado un vestido de Ladybug.
Chloe Burgeois era una de las mujeres más irritantes que hubiera conocido en su vida, pero secretamente no podía más que agradecerle, ya que su admiración ciega por Ladybug había logrado catapultar su negocio a niveles estratosféricos. Ella amaba cada uno de sus vestidos, y Marinette amaba venderselos. Era irónico, pero pese a lo mucho que le desagradara esa mujer, ella no podía más que agradecerle todo lo que había hecho por su negocio.
Marinette le dió una última mirada al vestido, y supo que se encontraba listo para ser despachado a la tienda de la señora Marant. De repente, el sonido de la campanilla de la entrada la alertó.
Ella no se encontraba esperando a nadie durante aquella tarde. Es más, sus padres habían salido a atender una cita programada por sus contadores. A pesar de lo anterior, ella decidió quitarse su delantal de trabajo y arreglar su peinado para recibir a su visita. Marinette se benefició del tiempo que se demoró la mucama en permitirle la entrada al visitante.
– Señorita – dijo Tikki quien subió las escaleras a toda velocidad, al punto que venía sin aliento – El señor Adrien Agreste se encuentra en la sala de música, no pudimos negarle la entrada, me temía que si permanecía por más tiempo en la calle alguien podría verlo.
– Oh, no – dijo Marinette – me pregunto qué querrá – ella bajó las escaleras ya sin siquiera prestar atención a su aspecto. En otra época, una visita de Adrien hubiera sido recibida con la mayor de las ilusiones, pero en aquel momento no era más que una inconveniencia. Marinette se preguntó cómo era posible que sus sentimientos hubieran cambiado de semejante manera en cuestión de poco menos de un mes.
Sin embargo, la respuesta llegó fácilmente a ella. Si Adrien se hubiera comportado con un poco más de gracia luego de su ruptura, a ella le hubiera costado mucho olvidarlo. Pero su propuesta y sus intentos de acercarse públicamente a ella aún después de su compromiso eran inadmisibles y podrían dañarla mucho. Marinette no existía porque a él le era tan difícil entender que luego de un cortejo tan largo y público como el suyo no podrían llegar a ser amigos sino hasta que los dos hubieran contraído matrimonio, de lo contrario, los rumores mal intencionados siempre estarían a la orden del día.
– Adrien – dijo Marinette mientras entraba al salón de música de la segunda planta y cerraba la puerta para evitar que alguien pudiera verlos – ¿Qué se supone que estás haciendo aquí? – preguntó. Adrien apenas alcanzó a levantarse de su silla y a hacer una reverencia para saludarla, mientras que ella lo recibía con tan poca amabilidad.
– Sólo deseaba hacerte una visita – respondió Adrien claramente contrariado por las palabras de Marinette. Ella lo observó exasperada pues habían dos posibilidades, o bien él era extraordinariamente torpe en las reglas de la sociedad, o claramente, él tenía segundas intenciones, y aún deseaba acorralarla para que no le quedara más remedio que aceptar su propuesta.
– Marinette, por un largo tiempo fuimos muy buenos amigos, yo no puedo pensar en perderte tan simplemente – dijo Adrien. Marinette sintió que sus defensas bajaban muy lentamente al escuchar aquel comentario. Después de todo, ella sabía a la perfección que tan solitaria era la existencia de su vecino, y pese a que desde su salida en sociedad él había hecho unos cuantos amigos, lo cierto era que durante las largas temporadas que pasaban en el campo, los dos eran la única compañía del otro.
– Está bien– suspiró Marinette – por favor siéntate. Mandaré a buscar bebidas y bocadillos.
La bandeja con lo que Marinette le solicitó a Tikki no tardó en aparecer, mientras que Adrien tomaba alegremente algunos de los bocadillos de la fuente.
– Había extrañado mucho la repostería de tu casa, Marinette. Ustedes deben tener el mejor chef de la ciudad– dijo él amablemente como parte de una serie de comentarios irrelevantes y amables que ambos habían cruzado el uno con el otro.
– Adrien– dijo de repente Marinette quien no acababa de creer todo aquel asunto de que él únicamente se encontraba en aquella casa como parte de su gran amistad. – dime la verdad, ¿por qué te encuentras acá? – preguntó.
– ¿Es que acaso no eres consciente de que tanto daño me podrías hacer con tu visita? – continuó Marinette quien realmente quería lograr entrar a su dura cabeza.
– Lo sé, lo sé, lo he pensado mucho, pero realmente necesitaba hablar contigo– dijo Adrien mientras se dejaba caer pesadamente sobre el sofá mirándola como alguien que acaba de llegar de un viaje especialmente extenuante.
– ¿Sobre qué? – preguntó Marinette quien se sentó lentamente en su silla al tiempo que sentía que su molestia iba siendo reemplazada por curiosidad.
– Sobre nada en especial, simplemente es que yo… – comenzó Adrien – yo no tengo nadie con quien hablar.
– No digas eso, está tu papá, Nathalie y tu prometida. Pronto se casarán, de seguro disfrutas pasar tiempo con ella – dijo Marinette quien a pesar de todo el agua sucia que había corrido entre los dos, no podía simplemente lastimar sus sentimientos. Después de todo, habían pasado casi cinco años como amigos.
– Kagami… – comenzó Adrien con una profunda exhalación – Kagami está bien, no puedo quejarme, pero al mismo tiempo, hay algo que no funciona por completo. No creo que me comprendas.
Marinette no respondió, pero lo cierto era que él comprendía mucho mejor de lo que él podía imaginar. Ella pensó en su propia situación con Luka, quien se había comportado de una manera impecable, pero Marinette no estaba completamente segura si ella podría corresponder sus sentimientos. Tal vez, con el tiempo, y luego de conocerse por algún tiempo, ella estaría tan enamorada como él lo estaba, pero, por ahora, simplemente no había suficiente química entre los dos. Aquello era algo que ella no podía explicar, aquella sensación estaba más allá de una explicación lógica.
– A veces nuestra razón no funciona como debiera– dijo Marinette pensativamente.
– Y me temo que esta es una de esas oportunidades – respondió Adrien, quien se levantó del sofá y caminó hasta la ventana, dándole la espalda. – creo que tú me entiendes mejor de lo que parece ¿no es así, Marinette?
– No sé a qué te refieres – respondió Marinette, quien realmente no quería proporcionarle a Adrien una forma para que él pudiera ver las debilidades en su futuro matrimonio.
– Tu no quieres casarte con el Capitán Couffainne, de eso estoy seguro– dijo Adrien quien soltó una exhalación – así como yo tampoco quiero casarme con Kagami. Ella es divertida, tiene una gran personalidad, pero tan sólo nos conocemos desde hace unas semanas, no siento aún gran cosa por ella.
– Adrien, francamente, no sé qué quieres que te diga.
– Nada, no me digas nada, por favor, simplemente necesito a alguien que pueda escuchar– continuó Adrien por lo que Marinette permaneció en silencio– tengo la impresión de que ella no disfruta cuando trato de hacerme el gracioso.
– No puedo culparla, lo que sucede es que no eres gracioso – bromeó Marinette de la misma forma en la que lo hacía cada vez que él elegía jugar al payaso.
– Yo sé que aunque lo niegues, me encuentras bastante encantador, mi Lady – dijo Adrien dándose la vuelta y dedicándole una sonrisa – No es su culpa, ni significa que ella haya hecho algo malo, simplemente me pregunto hasta qué punto somos verdaderamente compatibles, si es que no puedo confiar en ella algo que me hace tan feliz.
Marinette volvió a guardar silencio, pues lo cierto era que las palabras de Adrien llegaban peligrosamente cerca a su situación actual. Marinette amaba confeccionar sus vestidos, pero estaba segura que la posición como Capitán de navío de Luka le impediría dejar que su futura esposa continuara con aquella afición, y mucho menos, que se dedicara a ello como negocio. Luka podría ser muy bueno para ella, pero nunca entendería o aceptaría esa parte secreta de su personalidad que era tan importante para ella.
– Adrien– Empezó Marinette – sé que necesitas alguien con quien hablar, pero sabes bien que la situación en la que me encuentro me impide ser esa persona. Yo realmente quiero que seas feliz, pero si Luka se llega a enterar de que te encuentras en esta casa…
– No entiendo porqué no podemos ser amigos – respondió Adrien de mal humor mientras se volteaba hacía la ventana nuevamente – Luis XV fue amigo de Madame de Pompadour hasta el día de su muerte, aún mucho después de que ella se hubiera hecho a un lado. ¿Sabías que existía el cargo burocrático de la Amante Oficial del Rey? ella lo ocupó por muchos años. Era una mujer muy inteligente, trabajó en la construcción de la Enciclopedia, y cómo diplomática ante los embajadores de Austria.
Marinette casi agradeció no poder ver la expresión de Adrien mientras tenía el descaro de decirle aquello. Ella sabía a la perfección que aquello sólo era una alusión a su propia situación. Rápidamente, Marinette se puso de pié y caminó hacía la puerta.
– El punto aquí es que tú no eres Luis XV, yo no soy Madame de Pompadour. Ellos ya no existen, son parte del pasado. Adrien, no puedo permitir que permanezcas ni un minuto más en esta casa, mi familia espera determinado comportamiento de mi parte, y yo no planeo defraudarlos, por favor, vete– dijo Marinette mientras abría la puerta de par en par.
– Marinette, yo no…
– Bien – asintió Marinette sin una pizca de simpatía en su voz – si tú no te vas, yo me iré– concluyó. Ella partió por el pasillo hasta el desván, en donde comenzó a subir las escaleras. Marinette se dispuso a abrir la puerta, pero, justo cuando se encontraba por entrar al recinto, ella sintió una mano sobre la suya en la perilla de la puerta. Marinette levantó su mirada y se dio cuenta de que él la había seguido hasta aquel lugar, por lo que no pudo más que sorprenderse por su descaro.
– Por favor márchate – dijo Marinette quien a cada momento se ponía más y más molesta. La puerta del desván se abrió de par en par como consecuencia de su forcejeo.
– ¡No puedes entrar allí! – dijo Marinette al ver que él la soltaba con la intención de ver lo que había en su interior. Marinette trató de empujar a Adrien tomándolo por la chaqueta, pero fue inutil. Él lo había visto todo.
– Tu eres esa costurera tan famosa – dijo Adrien maravillado – eres muy talentosa Marinette – comentó Adrien alegremente mientras comenzaba a pasearse por la sala observando los maniquíes, y deteniéndose en el que llevaba el vestido de Chloe Burgeois. Por un momento, a ella le pareció ver un rastro de la persona a la que amaba, la misma que la había llevado a cometer muchas locuras los últimos dos años.
– Esto es simplemente maravilloso – continuó Adrien mientras miraba atentamente el vestido– aún recuerdo cuando me dijiste que querías aprender a coser. Yo nunca pensé que hubieras llegado tan lejos. Todo París habla de tí – dijo él.
Marinette entró lentamente a la habitación mientras se tranquilizaba al ver la reacción de Adrien. Él parecía genuinamente feliz por ella, y Marinette no pudo más que agradecerle mentalmente. De repente, él se quedó analizando el vestido de Chloe con más atención, ella agradeció que su vestido de bodas que ya se encontraba finalizado estuviera en el armario, escondido. Marinette vió algo cambiar en su expresión, ya que él parecía casi ausente.
– Marinette – empezó Adrien – no se supone que hagas esto, pronto te casarás, y dudo mucho que el Capitán espere que su esposa haga algo diferente a encargarse de su hogar– dijo mientras se acercaba a la puerta de entrada y la cerraba muy lentamente, probablemente, para que nadie pudiera escuchar aquella comprometedora conversación.
– Lo sé, pero he ganado bastante dinero haciéndolo, tal vez, si se lo digo,él eventualmente podría aceptarlo– respondió Marinette.
– Tal vez – respondió Adrien sin darle verdadera importancia a aquel comentario. Ella no podía establecer exactamente qué había cambiado en la conversación, pero no podía dejar de pensar que había algo diferente en su tono de voz, pues hacía tan sólo unos segundos se escuchaba alegre y maravillado al ver lo que ella había logrado gracias a su esfuerzo.
– Sin embargo – continuó Adrien mientras se alejaba de la puerta y se acercaba a ella – lo cierto es que te meterías en serios problemas si se llegan a enterar de esto, Marinette– dijo él con una expresión preocupada y colocando cada una de sus manos en sus hombros. Marinette sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo al sentir el contacto de sus manos. Aquel sentimiento no le agradaba.
– Lo sé – respondió Marinette preocupada – es por eso que te pido por favor que guardes el secreto.
– ¿Yo debo guardar el secreto? – preguntó Adrien quien se aproximaba cada vez más hacía ella. Marinette se molestó al escuchar aquella pregunta. Adrien no era precisamente un niño, como para que aún no supiera que debía guardar su secreto, entonces ¿Por qué fingía no saber acerca de la delicada posición en la que se encontraba?
La respuesta llegó rápidamente: él se estaba burlando de ella. En aquel preciso momento, Marinette tuvo el terrible presentimiento que él sería capaz de chantajearla.
– Adrien… – empezó Marinette quien por primera vez estuvo consciente de cuánto se había acercado a ella, al punto que ella casi podía sentir su aliento sobre sus labios y ver sus ojos entrecerrados. Adrien se encontraba dispuesto a besarla.
– Adrien– repitió ella – tú no te atreverías… tú no podrías…
Adrien no respondió, pero al sentir que ella trataba de alejarse, él acomodó su agarre y puso su mano sobre su cadera para obligarla a permanecer donde se encontraba. Ella miró a los ojos a Adrien y nuevamente, algo en su mirada cambió.
– Tienes razón – aceptó Adrien soltandola – yo nunca haría algo como esto – dijo.
Los dos exhalaron y fue como si un gran peso se hubiera liberado en el ambiente. Adrien dió un par de pasos alejándose de ella. Él pasó sus manos por su cabello y tomó un respiro.
– Marinette – empezó Adrien con la voz quebrada – durante estos años has sido mi única amiga.
– No digas eso, aún tienes a Nino y a los demás…
– Los dos sabemos que no es lo mismo. Nino tiene obligaciones, mi amistad con él es divertida, pero nunca ha sido tan profunda como lo que tu y yo tenemos – dijo él – si tu te alejas de mí, me quedo completamente solo.
– Debes estar exagerando– dijo Marinette.
– Sé que tu sientes lo mismo, sé que tú tampoco deseas casarte con Luka Couffainne. Por favor, Marinette, por favor te pido que aceptes mi propuesta– dijo Adrien.
– No – respondió Marinette firmemente y sin romper el contacto visual con él.
– Bien– asintió Adrien tras una breve pausa con la voz quebrada – está bien, si esa es tu desición, yo la aceptaré – dijo.
– Lamento mucho que todo tuviera que concluir de esta manera, Adrien – dijo Marinette.
– Yo lo lamento aún más – dijo Adrien – en especial, porque ahora es claro realmente cuál de los dos tenía sentimientos más fuertes por el otro.
– ¡Eso no es justo, Adrien!– respondió Marinette ofendida por aquel reproche.
– Es la verdad – dijo Adrien.
– No lo es, y eso tu lo sabes – dijo Marinette aún más molesta – yo pasé casi dos años arruinándome a mí misma en sociedad por complacerte, y ya no puedo seguir haciéndolo. Lo que verdaderamente te molesta es que ya no estoy dispuesta a cumplir tus deseos.
– Ahora eres tú quien está siendo injusta – respondió Adrien– será mejor que me vaya, te estás portando como una histérica.
–¿Yo soy histérica? – preguntó Marinette genuinamente ofendida – tú fuiste quien vino a esta casa a hacer propuestas inadmisibles, y a ocasionar todo un escándalo, y de alguna manera, al final, resulta ser mí culpa – rió Marinette.
– Está bien, me iré– dijo Adrien antes de retirarse y azotar la puerta fuertemente.
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La velada en casa de los Agreste había resultado ser más aburrida de lo que él inicialmente había planeado. Adrien aún no llegaba de su práctica de esgrima, Gabriel apenas le dedicaba una palabra y la prometida de Adrien no tenía absolutamente nada en común con él. Félix hubiera querido pasar la velada en cualquier parte menos allá.
– Señorita Tsurugui – empezó Gabriel en tanto bajaba su periódico con un gesto de contrariedad en su rostro – ¿Sabe si Adrien se tardará aún más?
– Creo que sí, señor Agreste, su entrenador en el campo de esgrima dijo que quería que practicara un poco más con él – contestó la chica.
Félix no podía estar seguro, pero algo le decía que Kagami estaba mintiendo. Al parecer, a Kagami le agradaba ver las prácticas de esgrima de Adrien, pudiese ser que ella no lo practicara, pues sería pésimamente visto que una dama como ella luchara con los hombres. Sin embargo, todo aquel asunto de que Adrien se había quedado a practicar por unos instantes más le parecía tan sólo un montón de embustes.
Él miró su reloj de bolsillo y esperó a que Adrien se diera prisa, pues en un par de horas tendría que asistir a una cena en la casa de los Couffainne, y sus deberes en lo que respectaba a Juleka estaban antes que cualquier compromiso con la incómoda familia de su difunta tía.
– Buenas tardes – dijo Adrien airadamente mientras entraba al salón. Kagami levantó su rostro del de la labor de costura en el que fingía trabajar y lo observó aliviada. – lamento mucho la tardanza, yo...
– Hola– lo interrumpió Kagami con un tono de voz inusualmente agudo para ella que ponía en evidencia su estado de nervios – ¿Cómo estuvo la práctica con el señor D'agencourt?
– Bastante frustrante a decir verdad – respondió Adrien mientras que se dejaba caer pesadamente en una silla al lado de la entrada. Félix observó a su primo por algunos segundos, pues si no lo conociera lo suficiente, podría jurar que se encontraba de un pésimo humor.
– Bien, ya que estamos todos reunidos – comenzó Gabriel haciendo su periódico a un lado – creo que podemos hablar. Félix– comenzó su tío.
– ¿Señor?
– Supongo que te encuentras trabajando en una manera para limpiar tu nombre en sociedad, aquel boletín te ha hecho mucho daño, y a esta familia también. El nombre de los Agreste está ineludiblemente asociado con el de los Graham de Vanilli, y cualquier escándalo nos afectará a todos. – comentó su tío. Félix decidió tomarse unos instantes antes de responder, ya que sabía que debía pensar muy bien su respuesta.
– Bien… – comenzó Félix – lo cierto es que no tengo la menor idea de quién pudo haber difundido esos rumores.
– Pero ya debes haber pensado una forma de contrarrestarlos– dijo Gabriel.
– No tengo manera de hacerlo– confesó Félix – lo cierto es que, desafortunadamente, todo lo que está ahí es cierto.
– Oh por favor – murmuró Kagami exasperada, pero Félix decidió ignorarla.
– Esos son mis errores. Ese es mi pasado, y debo aprender a vivir con él – continuó Félix – afortunadamente, para lo que realmente me importa, no ha tenido efectos negativos.
– ¿A qué te refieres? – preguntó Gabriel.
– A que mis nuevos amigos han sido más comprensivos de lo que inicialmente pensé – dijo Félix, al tiempo que sentía los ojos de Adrien sobre él, lo cual era nuevo, ya que hasta ahora él había parecido completamente ausente de la conversación.
– Los Couffainne me invitaron a cenar esta noche– dijo Félix. – Y los Dupain me tratan con la misma familiaridad de siempre– continuó, mientras que sentía la mirada de Adrien sobre él.
– ¿Van a ir los Dupain a cenar en casa de los Couffainne esta noche? – preguntó Adrien, en tanto su prometida y su padre lo miraban sorprendidos. Félix creyó saber porqué. Probablemente, los dos ya sabían que él se encontraba completamente enamorado de Marinette, después de todo, era un hecho más que público en las páginas sociales de la ciudad. Sin embargo, se encontraban sorprendidos ya que Adrien nunca daba señal alguna en frente de ellos, y aquella pregunta lo ponía en evidencia.
– Me temo que no– respondió Félix. – los Dupain tenían planeado pasar el día en compañía de sus contadores, por lo que supongo que necesitarán un buen descanso. Tengo entendido que la señorita Dupain también se disculpó de asistir, al parecer quiere pasar las últimas veladas con sus padres antes de su matrimonio.
– Ah, sí, el matrimonio de la señorita Dupain– comenzó Gabriel con la mala intención grabada en cada una de sus facciones, de seguro aquello era un golpe certero en contra de Adrien – ¿Qué sabes acerca de todo el arreglo?
– No mucho, en realidad–dijo – según tengo entendido, se celebrará en la casa de campo de la novia, pues los Dupain tienen mucho espacio libre allí. La señorita Dupain me comentó que su vestido de novia ya se encuentra listo, y su ajuar está siendo preparado. Al parecer, mandó hacer todo a la mismísima Ladybug. Las dos familias están muy emocionadas, y todos están muy contentos por la pareja.
– Por su puesto – opinó Kagami de repente – es lo más lógico, los dos hacen una pareja de ensueño, "todos" deberíamos estar contentos por ellos – continuó la chica al tiempo que Félix se preguntaba si ese comentario también iría veladamente dirigido a Adrien quien escuchaba con amargura desde su asiento.
– Escuché que el novio será trasladado al Cabo de la Buena Esperanza por un tiempo, es una lástima que no pueda pasar tiempo con su novia– comentó Adrien de repente.
– Sí, yo también he escuchado aquello– dijo Gabriel – tal vez, si él tiene éxito en su labor, podrían nombrarlo gobernador de provincia en alguna de las colonias, o algo por el estilo. En ese caso, su esposa y él deberán vivir allá. La señorita Dupain tendría que acostumbrarse a vivir muy lejos de sus padres.
– Dudo mucho que ese sea el caso, papá – opinó Adrien tranquilamente – Luka es capitán de navío, él hace parte de la fuerza naval, no de la infantería, no lo nombrarían gobernador. Aún así, deberá pasar mucho en el mar, si desea ascender. – comentó.
De repente, la ama de llaves entró a la habitación, se disculpó y le informó a Gabriel que su presencia era requerida.
La tensión que se impuso en la habitación fue simplemente insoportable. Kagami estaba molesta con Adrien, eso era claro, y Adrien estaba molesto con alguien o algo indeterminado que no dejaba que el mal humor de su prometida lo tocara. Félix realmente se sentía como el tercero indeseado en aquel lugar y quería marcharse lo más rápido posible.
– Si me perdonan, debo ausentarme un momento – dijo Félix quien subió rápidamente a los aseos y regresó sin el menor interés. Él se asomó a la entrada del salón, pero la conversación que escuchó entre su primo y Kagami lo detuvo. Era claro que él no debía interrumpir.
– Me has obligado a decirle mentiras a todos – dijo Kagami – me sentí como una complea idiota cuando llegué a observar tu práctica y no te encontré allí – continuó.
– No sabía que estarías tenía que atender otros asuntos– contestó Adrien quien a los ojos de Félix, en raras ocasiones se había escuchado tan molesto como lo hacía en aquel instante. Si él hubiera sido Kagami, hubiera preferido esperar a reñir a su primo en un momento, en el que se encontrara de mejor humor, pero era claro que su propia ira la cegaba. Definitivamente, aquella discusión no acabaría bien, los dos se encontraban demasiado furiosos como para tener cualquier tipo de conversación razonable.
– Le mentí al señor D'agencourt, y ahora me has obligado a mentirle a tu papá– dijo Kagami. – yo miento para lograr pasar tiempo contigo, pero tú mientes para pasarlo lejos de mí.
– Kagami…
– Adrien, tu sigues enamorado de Marinette Dupain – dijo Kagami sin ningún tipo de pudor. Adrien pareció recibir aquello como un golpe en el estómago.
– Lamento mucho que las cosas tengan que ser así, Kagami, quisiera poder decirte lo contrario. Pero, tú y tan sólo nos conocemos desde hace unas cuantas semanas, y si quieres terminar este compromiso, lo entenderé– dijo Adrien. Félix quiso salir corriendo al escuchar aquello, pero tenía que reconocer que su primo tenía un buen punto en la discusión. Podría ser duro, pero por lo menos era honesto.
– Tú sabes bien que no puedo hacerlo, así que sin importar que suceda, tenemos que aprender a soportarnos el uno al otro– respondió Kagami, quien se puso de pie y se marchó del salón. Félix se hizo a un lado, para evitar ser visto. Él regresó a la habitación lentamente en tanto observaba quien se frotaba las sienes, estaba claro que no había tenido un buen día.
– ¿Cuanto escuchaste? – preguntó Adrien sin ninguna ceremonia.
– Lo suficiente– respondió Félix.
– Vaya, mi día no hace otra cosa que ponerse mejor a cada momento – se quejó Adrien.
– Adrien– empezó Félix quien nunca creyó que sería necesario meterse en la vida amorosa de su primo, pero aquello era un tren descarriado a punto de estrellarse, él no podía simplemente quedarse parado al lado del camino mirando aquel desastre– deberías cancelar ese compromiso. Ustedes apenas si han permanecido un par de semanas juntos. Por su puesto, tú serás el más afectado en sociedad, pero podrás tener la vía libre para casarte con Marinette.
– Sabes bien que es terriblemente mal visto que el novio cancele un compromiso, solo la dama puede tomar tal determinación – respondió Adrien – y ella se niega a hacerlo.
– Eso se debe a que su familia la tiene tan fuertemente presionada como a tí – dijo Félix.
– Entonces, creo que esto no tiene solución. Tú ya conoces a papá – dijo Adrien.
– Yo realmente creo que deberías cancelar este compromiso, es una terrible idea. Puede que los Dupain no tengan un rango tan elevado como ustedes, pero tienen un gran potencial. Su casa de campo tiene un gran potencial, y si Napoleón segundo llega a subir al poder, su padre tendrá una gran influencia política.
– Papá piensa que con todo este desastre el verdadero heredero de Luis XVI podría subir, y la monarquía podría ser restaurada nuevamente, es por eso que es importante un matrimonio con una persona que también cuenta con un título – contestó Adrien.
– Pues tu padre se equivoca – dijo Félix – tú también te equivocas. Los tiempos han cambiado, la gente no olvidará tan fácilmente la Revolución. La monarquía como la conoció tu abuelo está completamente muerta y enterrada. Nada será como antes.
– De eso no puedes estar seguro – respondió Adrien.
– Puede que no, pero lo que sí sé es que si te casas con esa chica cometerás un grave error. Adrien, ustedes no son compatibles, es claro que ella te intimida, y que a ella le está comenzando a molestar tu indecisión. Escúchame bien, si no quieres cometer un error, tienes que romper un poco las reglas.
– ¡Para tí es fácil decirlo!– dijo Adrien completamente furioso mientras se levantaba de su asiento y comenzaba a dar vueltas por la habitación – tú no has hecho otra cosa que cometer errores en sociedad. Yo simplemente estoy cumpliendo el deber que tengo con mi nombre y con mi familia, y tú eres la última persona que tiene derecho a juzgarme, pues hasta donde recuerdo, tú también estás buscando desesperadamente una esposa, aún cuando la chica a la que cortejas apenas te simpatiza.
– Félix – volvió a comenzar Adrien con voz más profunda– si es que tú estás cumpliendo el deber que tienes con tu familia, lo único que quiero es que por favor me dejes cumplir con el mío.
Félix se quedó solo en aquella habitación por un rato, hasta que entendió que ninguno de ellos iba regresar, por lo que lo mejor sería marcharse a la casa de los Couffainne, y dejar una nota disculpándose por haberse marchado sin despedirse.
Mientras hacía aquello, Félix no podía sacudirse el pensamiento de que su primo tenía algo de razón. Lo cierto era que aunque a él no le agradara, los dos se encontraban haciendo exactamente lo mismo: tratando de cumplir con las expectativas de sus familias. La diferencia, era que Adrien estaba arrastrando a Marinette con él. Aquel compromiso era un arreglo forzado que Kagami y él habían aceptado, mientras que su amiga era un tercero forzado que no había decidido participar en toda aquella trama.
En aquel momento, Félix no pudo evitar pensar en su propia situación con Juleka Couffainne. ¿Sería posible que él también se estuviera comportando como Adrien con ella? se preguntó. Después de todo, ella no parecía sentir nada por él, ni siquiera amistad. A decir verdad, Juleka parecía incómoda cada vez que se le acercaba. Félix se preguntó si él no se estaría comportando como aquel pretendiente incómodo de las novelas románticas, que no hacía otra cosa más que incordiar a la protagonista, llevándola a sentirse de una manera muy desagradable.
Lo cierto era que tanto Kagami como Adrien habían consentido libremente verse inmiscuidos en aquel inconveniente compromiso, pero no era justo que una tercera persona que se viera involucrada en ella, aún más cuando ésta no deseaba hacerlo. Tal vez Juleka se encontraba en la misma posición, tal vez Juleka tampoco quería que él la pretendiera, y él simplemente se había dedicado egoístamente a ignorar sus deseos. Félix se había resignado a aceptar su destino y a casarse con la primera persona que cruzara su camino, pero puede que ella no lo hubiese querido así.
En aquel momento Félix tomó una decisión. Si Juleka decidía participar en su charada sería porque ella realmente lo quería, pero no sería porque él imponía su voluntad a la de ella. Félix le pediría matrimonio, y si ella aceptaba estaría claro que había dado su consentimiento, y de lo contrario, él buscaría a alguien más, por más difícil que pareciese.
Félix llegó a la casa de los Couffainne en donde fue recibido con mucho mejor humor que en la casa de los Agreste. Luka Couffainne se veía exhausto pero contento luego de haber pasado todo el día atendiendo asuntos en su regimiento. Félix no vió a su padre por ninguna parte, pero no le importó, pues sería mucho más agradable si no se encontraba presente, justo lo que necesitaba después de aquella desagradable tarde que había pasado con su primo.
La cena fue agradable y la conversación fluida, mientras que Luka y su madre pasaban miradas confidentes el uno al otro. Mientras tanto, Juleka fingía que no las veía. Félix se preguntó hasta qué punto el Capitán y su madre estaban preocupados por el futuro económico de la chica, al punto que estaban dispuestos a lanzarla al primer pretendiente rico que se cruzaba por su puerta. Félix tuvo un feo sentimiento en la boca del estómago al darse cuenta de que él era aquel pretendiente incómodo y poco querido.
Cuando los tres finalizaron de cenar, la familia y Felix pasaron al salón mientras que la conversación se llevaba a cabo. De repente, Anarka se levantó de su silla y se marchó de allí con la excusa de que se disponía a ir en busca de su labor de costura. Mientras tanto, Luka recibió una nota de las manos de una de las mucamas por lo que decidió que tuvo que ausentarse por un momento para hablar con el mayordomo de un asunto importante de la administración de la casa.
Félix apreció como era la segunda vez en el día en que sus anfitriones se olvidaban de él en medio de una visita, pero lo aceptó silenciosamente. En aquel momento, él le dedicó una mirada a Juleka, y fue claro que lo que su familia realmente quería era darles unos instantes a solas. La incomodidad de la chica era tal, que él casi podía sentirla al otro lado de la sala.
De repente, él decidió cambiarse de asiento y ocupar el lugar libre en el sofá junto a ella, mientras que Juleka se hacía a un lado dejándole espacio. Aquel era el momento de la verdad, él sabría si ella en realidad quería entrar en su juego o no, y él tendría que asumir las consecuencias si no lo hacía.
– Señorita Couffainne – empezó Félix – hace un tiempo que nos conocemos. Yo sé que las circunstancias por las que me encuentro en Francia no son las más favorecedoras, en realidad, tengo la sospecha de que usted puede que me desprecie gracias a todos aquellos rumores que andan circulando por la ciudad. Sin embargo, quiero que pase lo que pase, sepa que mi simpatía por usted es completamente genuina. – dijo.
– Yo vengo con toda la intención de proponerle matrimonio, y que si usted así lo quiere. Sin embargo – comenzó Félix antes de que ella pudiera interrumpirlo– lo que más deseo es que usted elija libremente, sin presión de ninguna persona externa, por lo que sugiero que mantengamos esta propuesta en secreto hasta que usted haya tomado una decisión. – continuó. Juleka tomó una profunda exhalación y le dirigió una sonrisa.
– Agradezco mucho su propuesta, pero agradezco aún más que usted pensara en mi situación antes de lanzarla. Lo cierto es que si Luka y mamá se llegan a enterar de esto, no me hubiera quedado más opción que aceptarla. Señor Graham de Vanilli, estoy segura de que usted es un buen hombre, pero me temo que yo no soy una buena mujer para usted, yo no podría hacerlo feliz, y no sería justo aceptar una propuesta sabiendo que no daré la talla como su esposa.
Félix le dedicó una pálida sonrisa. Estaba claro que lo único que Juleka Cuffainne pretendía era evitar herirlo, con sus palabras aduladoras y amables, pero lo cierto era que él no pudo evitar sentirse algo desairado por su negativa. Probablemente, se debía a su educación, porque a él, como a muchos de los demás caballeros de la sociedad, le habían enseñado que tenía una especie de "derecho" sobre los sentimientos de una dama, y que sus sentimientos debían ser siempre validados por ellas, casi cómo si les estuvieran haciendo una especie de favor al lanzar una propuesta de este tipo. Tal vez, fue este mal enfocado sentimiento lo que lo llevó al decir la siguiente frase:
– Entiendo. Supongo que si bien no tenía sentimientos hacía mí, tal vez el interés podría guiarla, considerando todos los rumores que corren en las calles sobre las deudas de juego de su padre.
– ¿Perdón? – preguntó Juleka molesta.
– Por dios, lo lamento mucho– se disculpó Félix rápidamente – sé que ese comentario estuvo completamente fuera de lugar, lo siento, no debí.
– Espere, señor Graham. Puede que su comentario haya sido inadecuado, pero necesito urgentemente a qué se refiere– dijo Juleka.
– No es nada, son solo rumores – se disculpó Félix quien claramente no quería verse involucrado en aquel asunto familiar.
– Pues necesito saber más sobre esos rumores, ya que por más que le sorprenda, no tenía conocimiento de ninguno de ellos – dijo Juleka quien al ver que Félix dudaba se acercó a él y murmuró – Por favor, señor Graham, si es que usted realmente siente la simpatía que decía sentir por mí instantes antes, necesito saber la verdad. – dijo. Félix no pudo negarse a semejante pedido, y comenzó a narrar.
Él le contó acerca de los rumores que había escuchado de parte de su madre, y de las historias que había escuchado de aquellos hombres que aficionados a apostar en el club de caballeros al que él asistía.
– No puede ser posible…
– Tal vez no lo es, tal vez sólo son rumores– dijo Félix en un tono demasiado alegre para su tradicional taciturna personalidad.
– Los dos sabemos que no es así – negó Juleka quien por primera vez hablaba fuerte y claro – papá siempre quiso ser músico, pero como no pudo hacerlo ya que la familia lo envió al ejército, prefirió enfocarse en la bebida– dijo.
– Luka debe saber esto– afirmó la chica quien se puso de pie sin pensarlo dos veces y salió de la habitación. Félix decidió que era hora de marcharse. Después de todo, ya había arruinado dos veladas en un mismo día, por lo que debía haber roto alguna especie de record. Sin embargo, el capitán entró rápidamente a la estancia.
– Señor Graham de Vanilli– dijo en un tono que no admitía contradicción alguna. Por primera vez, desde que lo conoció, Félix se preguntó hasta qué punto llegarían sus habilidades con la espada, porque lo cierto es que él tan sólo poseía en su defensa el boxeo que había practicado en un cuadrilátero de entrenamiento para niños ricos ubicado en la calle San James en Londres, pero nada serio que pudiese ayudar a defenderlo en una verdadera pelea con un capitán del ejército francés, que probablemente ya tenía experiencia como parte del ejercito de Napoleon.
– No quisiera molestarlo, pero mi mamá y yo necesitamos que nos diga exactamente qué es lo que ha escuchado acerca de papá – dijo el Capitán.
Félix sintió que comenzaba a sudar, pese a que la estancia se encontraba completamente helada. Él sintió cómo si tomara una gran bocanada de aire que prácticamente no sería liberada hasta media hora después cuando finalmente se encontró en el carruaje de camino hacía su casa. Félix les narró todos los rumores, cada uno de ellos, mientras que se sentía más y más sorprendido al ver el poco conocimiento de las finanzas de su familia que tenían los Couffainne. Lo único que esperaba era no causar más problemas de los que ya había ocasionado.
Hola a todos, un nuevo capítulo, escrito extra rápido porque estoy inspirada y me estoy desquitando por lo poco que pude escribir las semanas pasadas. Este es un capitulo en donde nadie tiene un buen día, ni Marinette, ni Félix, ni nadie.
Muchas gracias por sus comentarios, y por dejar kudo y estrellita, realmente es muy motivador ver gente que lee y disfruta estas historias. Como siempre nos leemos pronto, bye.
