CAPÍTULO V
«No puede ser. ¿No me digas que el capitán es…?» pensó Sukuna.
Para su desgracia, al dar un cuarto de vuelta y redirigir la mirada hacia el lugar del que provenía esa (horrible) voz, Sukuna se topó con un hombre alto, musculoso, con el cabello largo recogido en un rodete y de una característica cicatriz en el lado izquierdo del rostro.
—¡Tōdō! —exclamó Itadori mientras el otro se acercaba—. ¡Quién diría que nos veríamos aquí!
—Sí —como si de un ritual se tratase, luego de llegar a donde se hallaba su hermano del alma y chocar las palmas, se dieron un apretón de manos antinatural, como si estuvieran haciendo pulsos de pie—. Veo que no has estado perdiendo el tiempo, brother.
—Lo mismo digo —articuló entre dientes. Parecía que Tōdō se había vuelto más fuerte, casi que le costaba mantener el agarre.
El resto de los alumnos se encontraban entre aterrorizados y maravillados, pues en los brazos al descubierto de ambos chicos se podían divisar venas marcadas, tan nítidas que temían verlas explotar en cualquier momento.
«Qué extraño —interiorizó Sukuna—. ¿Qué hace este tipo aquí?». Si su memoria no fallaba, porque rara vez lo hacía, Tōdō debía ser dos años mayor que ellos y dado que cursaban el segundo grado de preparatoria, él no debería estar allí.
—Veo que el demonio con apariencia humana también regresa a la zona de juego.
Sukuna recibió dos fuertes palmadas en la espalda luego de eso. Tōdō se ganó una mala mirada, pero nada más.
—¿Hn? —miró las piernas de Sukuna, las cuales, se encontraban cubiertas por medias de compresión—. ¿También tienes en las piernas?
—¿Tú qué crees?
Además de Itadori, el director Yaga y algunos docentes, Tōdō sabía de los tatuajes de Sukuna, después de todo, él fue quien le recomendó el lugar para que se los hiciera.
Los tres se conocieron durante la escuela media. Tōdō formó un vínculo especial con Itadori en cuestión de horas; Sukuna se acostumbró a su presencia más de fuerza que de gana y, tiempo después, fue quien inició a los gemelos en el streetball.
Fushiguro se mantuvo al margen de la conversación, pero no pudo evitar echar un vistazo discreto a Sukuna cuando Tōdō hizo aquella pregunta. ¿Qué es lo que tenía en las piernas? Suponer que había una relación entre eso y la licra deportiva que usaba bajo el uniforme no fue difícil, el problema era que ahora le mataba la curiosidad. Imaginó que Sukuna lo mandaría al demonio si le manifestaba sus inquietudes directamente, pero ¿debía preguntar a Itadori entonces?
Quizá.
Fushiguro tenía ese terrible hábito de inmiscuirse como oyente en los secretos de terceros y lo peor es que era consciente de ello, aunque no los divulgaba ni mucho menos. El por qué era así, se remontaba a su dulce infancia. Gojō tuvo, y seguía teniendo, muchas parejas que le duraban poco tiempo, así que se entretenía haciendo predicciones sobre cuándo terminarían según observaciones basadas en el comportamiento. A la larga, comenzó a interesarse en relaciones amorosas ajenas a él, nada más para corroborar sus habilidades analíticas; encontraba cierta satisfacción cuando comparaba sus sospechas y confirmaba que siempre tuvo toda la razón. No obstante, en algún punto sus objetivos primordiales dejaron de ser los romances y ahora se aferraba a cada detalle que pudiera generar la suficiente intriga para mantenerlo ocupado un buen rato.
Entre tanto, Tōdō revisó los formularios y se los entregó a una de las managers. Luego, dio dos fuertes aplausos para llamar la atención del resto del equipo, pues todos estaban presentes.
—El día de hoy se nos unen estos chicos —se colocó entre ambos para presentarlos, señalando a cada uno con la palma extendida conforme los nombrara—. Para quien aún no los conozca: el de mi izquierda es Itadori Sukuna y el de mi derecha es, my brother, Itadori Yūji.
—¡Un placer conocerlos! —agregó Itadori.
Sukuna no dijo nada.
—Como es costumbre —prosiguió Tōdō—, los de nuevo ingreso tienen que mostrarnos de lo que están hechos, así que… —buscó con la mirada a unos buenos oponentes—. ¡Okkotsu! ¡Fushiguro! Van a jugar contra estos muchachos por la siguiente media hora. No se contengan.
Los chicos recién mencionados se encaminaron al centro de la cancha. Tōdō acercó a los gemelos para recargar un brazo sobre el hombro de cada uno y les habló en voz baja.
—Esos dos son miembros titulares, así que quiero que los hagan pedazos.
—¿Estás seguro? —preguntó Itadori, algo confundido, porque hasta donde había entendido, sólo tenían que demostrar de lo que eran capaces.
Sukuna esbozó una sonrisa socarrona, maliciosa, por lo que Tōdō supo que debía advertir que ese juego tenía reglas.
—Sólo recuerden que esto no es sucio ni callejero. Eviten el contacto físico, los tirones de ropa y todo lo que implique meterse con el otro jugador.
Acto seguido, indicó a una de las managers que le arrojara un balón y se posicionó justo al centro de la cancha mientras el resto del equipo se alejaba para espectar.
En el círculo del centro se colocó Fushiguro y frente a él, Itadori.
—Esto será divertido, Fushiguro.
—No te quejes si hacemos más puntos entonces.
Ambos se sonrieron, por alguna razón, sentían como la adrenalina comenzaba a fluir nada más con intercambiar miradas.
Okkotsu vio como Sukuna se colocó más allá de la línea de tres puntos, casi hasta el cuadro bajo su aro, dejando solo a su hermano. Le pareció extraño, quizá anticipaba que Fushiguro robaría el balón y adelantaría a Itadori, por lo que él actuaría como defensa. En ese caso, él se acercó a Fushiguro para cubrirlo, por si Itadori tenía la suerte de ganar el balón en el salto.
«Con que van a hacer eso» pensó Tōjō. Bueno, era de esperarse. Él mismo les indicó que los destrozaran.
—Empiecen —junto con esa palabra, arrojó el balón hacia arriba y se retiró de la cancha.
Itadori flexionó las rodillas, ignorando por completo la posición de Fushiguro, pues confiaba en su potencia de salto. Más temprano que tarde liberó la fuerza que contuvo en sus piernas y atrapó el balón.
Okkotsu, y varios de los presentes, se sorprendieron ante tremendo brinco, pero sonrió por su decisión de mantenerse cerca. Le robaría el balón antes de que Sukuna pudiera acercarse como apoyo. No obstante, antes de siquiera regresar al piso, Itadori botó el balón hacia atrás, con la mirada al frente, y éste llegó de inmediato a Sukuna, quien no meditó sus movimientos; apenas el objeto llegó a sus manos, lo lanzó en una limpia parábola que anotó de lleno, sin rozar el aro.
Todos los espectadores siguieron el balón hasta sus últimos rebotes sobre la duela y, entonces, Sukuna irrumpió el silencio, dirigiéndose hacia Tōdō.
—¿Estás seguro de que quieres media hora de esto? Cinco minutos serían más que suficientes.
Okkotsu le dirigió una mirada asesina. ¿Los estaba humillando o provocando?
—Media hora —aclaró Tōdō—. Ni un minuto más, ni un minuto menos.
—¡Muy bien! —exclamó Itadori, llevando el puño de la mano izquierda con la palma de su diestra. Después, juntó ambas en torno a su boca para hablarle a la niña junto a los balones—. Oye, ¿podrías arrojarnos uno de esos?
La chica salió de su trance e hizo lo que le pidió.
—¡Muchas gracias!
Tōdō sabía que los gemelos eran una combinación monstruosa. Su brother tenía una resistencia sobrenatural y gracias a su coordinación, contaba con buenos juegos de pies para usar a su favor, además era capaz de predecir muy bien cómo se movería su oponente, aunque sus tiros y pases eran, más que decepcionantes, lamentables.
Sukuna, por otro lado, tenía una precisión increíble, era veloz y poseía reflejos envidiables. Su punto débil era la resistencia y, en cierto sentido, la boca que tenía, pues su táctica principal consistía en sacar de quicio a sus contrincantes para que no pensaran en una manera de contraatacar, porque sí que había forma de hacerlo. Si algún jugador bloquease a Sukuna de manera constante, este se vería obligado a zafarse mediante una carrera, pues sólo necesitaba un par de segundos para atrapar un pase y anotar, pero su estamina no le permitía mantener esa estrategia durante periodos prolongados. En cuanto eso ocurría, Itadori se convertía en el tirador designado, pero fallaba dos de cada tres, a no ser que estuviera tan cerca del aro como para saltar directo hacia él y meter el balón.
En esos momentos necesitaba saber qué ocurriría primero. ¿El equipo Okkotsu-Fushiguro descubriría la mecánica de juego de los gemelos e idearían alguna forma para vencerlos? ¿O el Itadori Combo los aplastaría de manera inminente? Y si ocurría lo primero, ¿los hermanos se dejarían vencer o a esas alturas ya habían creado una segunda estrategia que él aún no conocía?
Sería una media hora interesante.
Como era de esperarse, los gemelos ganaron, aunque justo en los últimos cinco minutos Okkotsu y Fushiguro parecieron captar cuál era el truco, porque Okkotsu comenzó a marcar a Sukuna a cada momento.
En cuanto al resto de la práctica, transcurrió con normalidad y como Tōdō detestaba hacerse el místico, anunció que el equipo titular estaría conformado por Fushiguro, Okkotsu, los Itadori y él mismo, más los que se mantuvieran en la banca. El resto de jugadores tendrían que trabajar muy duro para superar a alguno de ellos si querían tomar su lugar.
Por otro lado, Gojō encomendó a Fushiguro la misión top secret de echarle un ojo a Sukuna siempre que pudiera hacerlo y que le notificara de inmediato si comenzaba otro incidente como el de hace un par de días, pero que no le comentara nada a Itadori. Confió en él cuando le dijo que su hermano se comportaría, aunque, siendo honestos, Sukuna no parecía ser de los que cumplen con todo al pie de la letra porque le pidieras las cosas "por favor", así que prefirió asegurarse. Gojō era permisivo y porque Itadori le gustaba como ser humano era que actuaba así, de tratarse de otro alumno, nunca se tomaría tales molestias. También le intrigaba conocer qué tan lejos llegarían esos dos en su situación actual. Vigilarlos de cerca era lo que podía hacer de momento.
Fushiguro Megumi
Todo en orden.
Luego de enviar ese texto, Fushiguro dejó su celular con el resto de sus pertenencias en el locker que le correspondía y se dirigió a la bodega del gimnasio para terminar de limpiar. Él entraba y Sukuna iba de salida, por lo que se hizo a un lado para dejarlo pasar, pero este le tomó por la ropa a la altura de las clavículas para obligarlo a detenerse.
«Maldita sea, mandé el mensaje muy temprano» pensó Fushiguro. Tuvo la intención de apartarse y adoptar una postura defensiva, pero la voz del otro llegó primero a sus oídos antes de poder hacer algo.
—Tranquilízate. No te voy a hacer nada —aflojó por completo su agarre para dar mayor validez a sus palabras.
Por alguna razón, la voz de Sukuna le generaba escalofríos. No hallaba el motivo exacto, pero imaginaba que ver un cuerpo similar al de Itadori, con quien siempre bajaba la guardia, hablando con una voz diferente, más amenazante, y que le dirigiera una mirada gélida, era la causa.
—Pon atención —en esta ocasión sólo le echó una mano al hombro y habló cerca del oído opuesto—, no tengo la menor idea de por qué lo hiciste.
De buenas a primeras, Fushiguro no sabía de qué rayos le estaba hablando, así que siguió escuchando.
—Pero estás aspirando muy alto si crees que voy a estar en deuda contigo por asumir la culpa aquella vez.
—No te preocupes —ahora entendía que se refería a la pelea que tuvieron—, no esperaba eso de ti —respondió con un tono casi tan frío y altivo como el que solía usar el otro—. Y no espero nada tampoco.
Al no tener nada más que decir, Fushiguro se adentró a la bodega para tomar un par de trapeadores para duela. A sus espaldas tan sólo oyó como Sukuna chasqueaba la lengua antes de salir como si nada hubiera pasado.
Esa fue la primera vez que a Sukuna se le "puso al brinco" alguien a quien le había dado una paliza con anterioridad, aunque eso podía ponerse en discusión, porque nada más le dejó un ojo morado y pese a que ya no lo tenía inflamado, logró divisar remanentes negruzcos alrededor del párpado.
En fin, era un muchacho que despertaba su curiosidad y que estuviera rodeado por su hermano todo el tiempo le facilitaría mucho las cosas.
