Capítulo VI. | De un león que besaba sapos|
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Harry Potter era considerado por muchos el epitome del Gryffindor perfecto. Valiente, arriesgado, poderoso y dispuesto a defender sus ideales hasta su último aliento. Era el Salvador del Mundo Mágico, el Elegido, Vencedor de Señores Oscuros, El Niño que Vivió Dos Veces. Y, sin embargo, se preguntaba qué dirían sus enemigos si supieran que su mayor temor era un sapo albino, o al menos, el chico humano que era su verdadera forma. Seguro pasarían un buen rato echándose unas risas.
Harry había cometido muchísimos errores a lo largo de su vida, gran parte de ellos decisiones de guerra que le costaron partes de su corazón y que mantenían las pesadillas como un hábito de sueño. Sirius, Remus, Dobby, Tonks…Draco. La diferencia es que él aún estaba vivo, aún podía arreglarlo, sino fuera tan cobarde. Le había tomado bastante valor ofrecerse a cuidar a Draco transfigurado mientras el resto investigaba en la biblioteca.
Y ahora estaban en su solitario cuarto de la torre, con Draco nadando despreocupadamente en la pileta del lavamanos y él sentado en el tocador, transfigurando jabones y cepillos en nenúfares y algas para que se asemejara más un pantano y menos a un cuenco de porcelana desgastada. Había pasado más de una hora desde que estaba bajo su custodia y no habían hecho otra cosa.
—Sé que no comiste mucho en el desayuno —murmuró jugueteando con el dobladillo de su camisa, se había desecho de su túnica y chaleco apenas pisó la habitación—, ¿Quisieras unas moscas o algo así?
El sapo, que se había acomodado sobre un nenúfar con cierta dificultad, se limitó a verlo con sus enormes ojos dorados. Harry no había creído que pudiera sentirse más incómodo, pero fue así. El silencio de extendió sobre ellos, haciéndolo dudar si de verdad lo entendía o si Draco había perdido su apetito luego de semejante desastre. No lo culparía.
—Creo que es un no —suspiró dejado caer su cabeza contra el espejo—. Menudo lío.
Draco croó. Esta acción le pareció tan inverosímil que no pudo evitar reírse, un sonido seco y sin poco humor.
—Lo siento, es que esto es demasiado absurdo hasta para mí —explicó.
Draco soltó un sonido largo, como si cantara, que sonó muy similar a una protesta.
—Si hubiera sido al revés estoy seguro de que te estarías partiendo de risa —replicó cruzándose de brazos. No quiso pensar en lo estúpido que se vería peleando con un sapo en medio del baño.
Recibió silencio como respuesta. Si de por si era difícil mantener una plática con Draco que no terminara en una pelea cuando estaba de malhumor, tratar de comunicarse con él ahora, era una tarea sin sentido.
—Me pregunto qué tipo sería yo —musitó admirando el impoluto blanco de la piel viscosa, nunca había considerado a un sapo como una mascota que él quisiera tener, aunque de ser así, seguro uno pequeño y albino hubiera sido su primera opción—. Creo que yo sería de esos sapos negros y gordos que usamos en clase de pociones. Lo que tienen unos cuernitos, sabes de los que hablo, ¿verdad? No son muy lindo que digamos.
Un croido cantarín. Alzó una ceja.
—Así que eres un parlanchín cuando se trata de insultarme, ¿eh? —farfulló con cierta gracia.
No se sorprendió con el silencio que recibió, no es como si Draco tuviera una gran gama de sonidos para responder. Tal vez el silencio era como un asentimiento, un "Claro qué sé cuáles sapos, Potty, yo no soy el que explota los calderos ¿recuerdas?"
Casi se ríe de sus absurdos pensamientos, teniendo toda una conversación imaginaria con alguien que probablemente lo odiaba. No obstante, Harry pensó que era un poco lógico, llevaba mucho extrañando aquellos comentarios burlones de quien fue algo parecido a su novio. No solo sus comentarios, por supuesto. Llevaba demasiado extrañando a Draco Malfoy.
El sonido de voces y pasos provenientes de la habitación lo alertaron, tan metido estaba en sus divagaciones que ni siquiera se dio cuenta del sonido de la puerta abriéndose. Dio un salto del tocador para ponerse de pie y abrió la puerta del baño para ver quién era, con suerte no sería ese niño Thompson, quien tenía una adoración malsana hacia él. Un escalofrió hizo estremecerse al recordar aquella madrugada que se despertó por un mal sueño y lo encontró con la nariz metida en una de sus camisas usadas. Desde entonces escondía todas sus cosas a su baúl con cinco hechizos de cerradura puestos.
Era Seamus, revolviendo su desordenada cama en busca de lo seguro era alguna tarea. Estaba acostumbrado a eso desde primer año. El chirrido de la puerta debió alertarlo pues subió la cabeza del nido de mantas donde dormía.
—Así que estas aquí, chico travieso —dijo con una sonrisa pícara.
—¿Chico travieso? —repitió burlón. Cuidadosamente cerró el baño detrás de sí. Entre menos preguntas, menos explicaciones.
—Debes de serlo si te saltaste las clases para pasar un rato a solas con una chica en el Lago —chasqueó sin levantar la vista.
—¿De qué demonios estás hablando? —escupió acercándose hasta estar a los pies de la cama de su compañero.
—Yo repito lo que escucho —se encogió de hombros, levantando la mirada—. Algunos novatos de Ravenclaw te vieron yendo a Lago con una chica en la mañana. Supongo que se fueron por la explicación más placentera —se rio con un movimiento de cejas que probablemente en su cabeza se veía coqueto.
—¿En serio alguien cree eso? —refunfuñó poniendo los ojos en blanco.
—Tal parece que todo el castillo.
—Por Godric, que reverenda estupidez —maldijo pasándose las manos por el cabello.
¿Y si Draco había creído ese tipo de tontas habladurías y por eso lo evitaba a toda costa desde que volvieron al colegio?
—¿Puedes culparlos? Desde que acabó la guerra todos te consideran un heroico semental que disfruta de encuentros fugaces en aulas abandonas con afortunadas e inocentes chicas que permanecen en el anonimato con la esperanza de caer de nueva cuenta en las pecaminosas manos de nuestro Salvador —relató con tono soñador, batiendo las pestañas hacia el moreno—. Si tan solo supieran que usas calzoncillos agujerados —canturreó pasando a su lado, dándole una sonora palmada en el trasero.
Harry le devolvió el golpe en la cabeza.
—¡Fue una vez nada más!
—¿Qué puedo decir? Vi tus heroicas nalgas, no es una imagen fácil de olvidar para alguien tan débil y solitario como yo —suspiró llevándose una mano al pecho, con una sonrisa insinuante que le dio nauseas.
—Voy a ahorcarte mientras duermes, Finnigan.
—Hay toda una fantasía ahí —tarareó abriendo la puerta—. ¿Y así quieres que te olvide, semental?
—¿Por qué no mejor te vas a coquetear con Dean? Es el único que aguanta tu calentura permanente —ordenó tomando una de las almohadas que tenía a mano y lanzándosela.
Riéndose sin pudor alguno Seamus se fue agitando un pergamino y cerrando la puerta justo a tiempo para que el almohadón golpeara la madera. A veces Harry de verdad extrañaba su alacena, al menos estaba solo y el estado de sus calzoncillos le concernía únicamente a él.
Malhumorado se giró otra vez al baño, los monólogos con Sapo Draco eran depresivas, pero al menos no humillantes. No tanto al menos. Se dio cuenta que la puerta del baño estaba entreabierta, ¿Qué no la había cerrado? Había sonado el clic del pestillo, ¿no?
Con el corazón en la garganta abrió de un tirón. Draco no estaba en la pileta, ni en el lavado. Como un poseso tiró la cortina de baño, nada. Revisó el suelo, nada. Tragando pesadamente abrió la tapa del escusado, por suerte nada. No quería ni imaginarse que haría Parkinson de saber que su mejor amigo estaba nadando en el agua del inodoro.
Tal vez nada demasiado diferente a lo que le haría de saber que Draco estaba extraviado, otra vez. Salió como un huracán del baño, dándole una ansiosa mirada a la habitación, ¿Seamus había cerrado la puerta mientras charlaban?
—Vamos, Draco, por favor no hagas esto —suplicó agachándose debajo de cada cama—. Pansy va a castrarme, incluso para ti eso es demasiado cruel.
Debajo de los armarios, detrás de los escritorios, entre las cobijas. Nada.
—Accio Mapa del merodeador —gritó. El mapa salió volando del bolsillo interior de su túnica, que estaba tirada de cualquier manera sobre su cama.
Aun sentado en el suelo, Harry buscó de manera frenética el nombre del rubio en el papel. En su habitación no estaba, ni en la Sala Común, ¿Qué tan veloces eran los sapos? Esas malditas ancas parecían más rápidas que las largas piernas humanas de Draco.
Por fin lo localizó cerca de las escaleras móviles. Había más nombres a su alrededor, pero no les prestó mucha atención. Salió como alma que lleva el dementor de la habitación y cruzó tan apresurado la Sala Común que casi choca con una niña que estaba entrando por el retrato.
En medio de su carrera suplicó a Merlín que la Señora Norris no se comiera a Draco en lo que llegaba.
Pansy estaba gratamente convencida de la eficiencia de Winny. Luego del fiasco Abott, Pansy se había deslizado a la mesa de su amigo y la comadreja durmiente. Entre susurros le indicó la siguiente fase del plan, acordando realizarlo apenas tuviera el libro en sus manos.
Cuando regresó con Hermione, sin rubias a la vista, tuvieron algunos traspiés para volver a un buen ritmo de charla. Pansy dejó pasar su pequeño e imprudente desliz, decidida a sacarlo a colación en su futura cita en Hogsmeade y mantenerse en un ambiente cómodo. La castaña se encontraba dividida entre la decepcionada y la vergüenza. Pansy no le prestó atención a aquello para no hacerla sentir presionada.
Dejó que los silencios cómodos y los intercambios cortas llenaran el tiempo hasta que oyó la breve campanada que anunciaba quince pasadas las once. Pronto Blaise y Ron aparecieron en su mesa según lo establecido, integrándose a un largo diálogo sobre la condición de Draco y cómo no había encontrado ningún resultado. Poco después Pansy se disculpó para ir un momento al baño, con un guiñó dirigido a la castaña abandonó la biblioteca y se apresuró hacia las mazmorras.
Usando atajos aprendidos tras años de recorrer la misma ruta no le tomó mucho tiempo para llegar al muro desnudo que era la entrada. Cuando ingresó descubrió que la Sala Común estaba desierta, algo normal dado que todos estaban en clase a esas horas. Su dormitorio, compartido solo con Greengrass y una silenciosa niña rubia, estaba en las mismas condiciones. Unos minutos después de sentarse en su propia cama Winny apreció en un sonoro poof.
—Ama Pansy —saludó con una reverencia.
—Winny —correspondió haciéndole un gesto para que se acercara—, ¿Cumpliste tu tarea?
—Sí, ama, Winny cumplió con su encargo al pie de la letra —aseguró tendiéndole el volumen—. Winny agregó la hoja hasta el final, ama.
Pansy asintió y con dedos rápidos llegó hasta el lugar indicado. La receta de Verdes para siempre, con sus respectivas modificaciones, descansaba a un par de hojas del final, estaba tan bien hecho que por un segundo debió recordar que no formaba parte del libro.
—Winny también lo agregó en el índice, creyó que sería más creíble —murmuró la elfina retorciendo sus huesudos dedos.
Pansy le dio una mirada asombrada antes de revisar lo dicho. La morena rio jubilosa. Todo estaba saliendo a pedir de boca, algo justo después de tal desastre.
—Winny, eres la elfina más inteligente que existe —dijo levantándose—. Recuérdame recompensarte por esto cuando este de vacaciones.
Un chillido de emoción inundó la estancia, antes de que la bruja pudiera hacer algo la criatura estaba llorando a lagrima viva y deshaciéndose en halagos.
—¡Oh, ama, usted es tan bondadosa! —gorjeó encogiéndose—. Winny sabía que la ama era tan buena, Winny siempre estuvo segura de que una amiga de la señorita Granger no podía ser menos que maravillosa —berreó. Se limpió la cara con las mangas de su uniforme todavía hipeando.
—¿Conoces a Hermione? —preguntó alzando una ceja. Recibió un efusivo asentimiento.
—Todos los elfos domésticos la conocen, antes de la guerra Dobby habló con muchos de nosotros sobre la iniciativa de la señorita Granger.
Pansy se quedó sin palabras por un segundo, dividida entre el orgullo de saber que la propuesta de Hermione en realidad estaba funcionando y sentirse conflictuada por estar al corriente de una posible revolución cociéndose entre sus elfos domésticos. Tendría que hablar de ello con sus padres cuando regresará a casa.
Con una sacudida de cabeza volvió a su problema principal, luego tendría tiempo de pensar en eso. Volvió su atención a la elfina.
—Hablaremos después de todo esto Winny, debo irme —despidió dirigiéndose a la puerta—. Gracias por tu excelente trabajo.
No se quedó para atender los berridos del elfo y se apresuró a regresar a la biblioteca. Según su reloj de muñeca llegaría unos diez minutos pasados la media.
Se deslizó sigilosa en la biblioteca. En su mesa encontró a los mismos tres ocupantes, con la comadreja muerta de hambre cabeceando un poco mientras Blaise y Hermione parecían discutir amistosamente de algo, ella mucho más apasionada que el italiano.
Entró en papel. La fase final de plan tomaba lugar.
—Chicos —llamó con premura. Volvió a su silla a lado de la castaña con tres curiosos pares de ojos sobre ella.
—¿Sucede algo? —cuestionó Hermione preocupada.
—Algo así —susurró colocando el encuadernado sobre la mesa—. Creo que acabo de encontrar la solución al problema de Draco.
—¿Qué? —exclamó Blaise con tal aplomo que tuvo que morderse la lengua para no reír. Aparentemente, no era la única que le gustaba la actuación.
—¿Cómo? —ladró Hermione arrebatándole el ejemplar y hojeándolo ella misma.
—Lo encontré en un pasillo viniendo hacia acá, estaba mal escondido tras una estatua —explicó con fingido desconcierto—. Creo que acababan de ponerlo porque escuché unas voces antes de dar vuelta por el corredor, cuando lo encontré y revisé, me di cuenta de que este libro no está catalogado en la sección de Pociones.
—Pero si esta llenó de recetas de pociones, ¿Por qué no estaría allí? —interrumpió Hermione.
—Porque estaba en la sección de Alquimia Liquida —apuntó un, ahora despierto, pelirrojo.
—¿De qué hablas, Ron? —cuestionó Hermione—. Nadie buscaría nada sobre pociones en ese lugar, de hecho, dado que hace años que no se ha ofertado la materia de Alquimia nadie suele estar en esa sección.
Pansy intercambió una mirada con Blaise, tratando de lucir tan neutral y confundida como era posible. ¿Así que revelando nuestros secretos para impresionar al cabeza de calabaza ignorante?, pensó divertida. Cuanto buen material de burla estaba descubriendo ese día. Blaise lucía indiferente y Weasley estaba patéticamente rojo.
—Maldición, Hermione, no lo sabes todo —masculló desviando la mirada.
—Volviendo al tema —interrumpió Blaise antes de que la aludida pudiera protestar—, creo que es obvio que esos imbéciles Ravenclaw entraron en pánico y no tuvieron tiempo de ocultar la evidencia —razonó estirándose para hojear el libro—. Mejor para nosotros.
—Suena impropio de un Ravenclaw dejar tantos cabos sueltos —farfulló la castaña entrecerrando los ojos.
—Bueno —intervino Pansy al instante, si dejaba que fuera por ahí su plan se iría a la basura en un parpadeo—, no sería la primera vez que alguien no cumple con los estereotipos de su casa, ¿No crees?
Hermione lució avergonzada ante el comentario, y con un "tienes razón" en voz baja, dejó que su cabello le cubriera el rostro. A Pansy le supo mal, sin embargo, era un pequeño sacrificio que estaba dispuesta a pagar, por su mejor amigo y por su propia felicidad, ¿Cómo la convencería de tener una cita si descubría su treta? Ella tenía sus prioridades claras, una consciencia limpia y moralista no estaba ni en los primeros diez lugares.
—Maldito infierno —escupió Weasley, que se había inclinado sobre el hombro de un complacido Blaise para leer el texto—. Malfoy está jodido.
—¿Qué dices, Ron? —saltó Hermione apoderándose del escrito.
Pansy, siguiendo su actuación, se inclinó ansiosa a su lado, como esperando una mala noticia.
—Aquí dice… —comenzó leyendo en voz alta—la única manera de deshacer el efecto de esta poción tan particular es con el beso de verdadero amor —recitó frunciendo más el ceño conforme avanzaba—, el creador de la pócima recalcó que, incluso si los sujetos no estaban conscientes de aquel amor, el beso funcionaria si ambos profesaban sentimientos románticos por el otro de manera inconsciente—finalizó gruñendo—, ¡Que montón de sandeces!
—Pues si el libro lo dice debe ser verdad —objetó Blaise encogiéndose de hombros—. El arte de las pociones es un misterio, quien sabe que estaría pensando ese loco cuando la creó.
—¡Aun así! —protestó negando—, tal vez si fuera un hechizo, ¿Pero una poción? —agregó terca—. Esto suena como un cuento de niños.
—¿En los cuentos muggle las cosas se arreglan con besos? —dijo Pansy con genuina curiosidad—. Suena interesante.
—No es así —chilló sonrojada la castaña—. Solo en algunos, cuando hay princesas y dragones. Tonterías de esas.
—Lo dragones no son una tontería —replicó Weasley frunciendo el ceño con desconcierto—, ¿Las princesas muggles se ganan el reino venciendo a un dragón?
—Por Merlín, Ron, ¡Eso no tiene sentido!
—Entonces Potter puede considerarse una princesa —comentó con burla mal disimulada Pansy—. Venció al colacuerno en el Torneo de los Tres Magos.
—Harry no es una princesa — bramó Weasley, aunque, para desconcierto de Pansy, el pelirrojo no se mostraba del todo seguro de esa afirmación, como si milagrosamente hubiera una posibilidad de que ese vagabundo tuviera una pizca de sangre noble en las venas. Pansy no podía culparlo del todo, Potter era lo imposible hecho humano.
—Sin embargo —masculló la Gryffindor para sí misma—, sí hay un cuento de una princesa besando a un sapo, ella lo hace y rompe su maldición —divagó distraída mordiscándose el labio—, o poción en este caso.
Weasley pareció horrorizado ante la afirmación.
—¡Harry no va a besar al hurón! —aulló casi saltando de su silla.
Si Pansy no le dijo lo que pensaba de ese apodo y del remedo de héroe por el que se pavoneaba fue solo por el bien de su plan. Blaise aparentó pensar lo mismo, porque la cara de idiota enamorado que tenía hace un segundo desapareció y se limitó a mirar al frente.
—Nadie ha dicho eso, Ron, tranquilízate —pidió Hermione—. Y el apodo estuvo demás —masculló lanzándoles una mirada a los repentinamente silenciosos slytherin.
Pansy vio el arrepentimiento en el rostro del pecoso cuando notó como Blaise mantenía los labios en una línea y clavaba los ojos en el libro.
—Sí, lo lamento —se disculpó volviendo a su sitio—, es la costumbre.
—Como sea —resopló Blaise—. Tenemos una solución ahora, pronto serán las doce, deberíamos ir con Potter y hablar de esto. De cualquier forma, es lo único que tenemos.
—Por muy absurdo que sea deberíamos intentarlo —concordó Pansy—. Si es nuestra oportunidad de mantener a los profesores fuera, estoy segura de que Draco lo preferiría.
—Si creen que Malfoy así lo desea —aceptó la castaña incorporándose.
Abandonaron la mesa en silencio. Convencieron a Hermione de dejar el libro en la biblioteca, pues igual no serviría de mucho ahora que sabían la solución, sin mencionar que tendrían que dar explicaciones de porque estaban entregando algo que en primer lugar no habían pedido. Pansy y Blaise les pidieron esperar fuera mientras ellos lo devolvían a su lugar en la sección de Alquimia Liquida.
—No puedo creer que te guste ese impertinente boca floja —acusó Pansy luego de colocar un Muffliato. Se encontraba apoyada en uno de los libreros mientras veía a su amigo buscar un lugar donde ocultar el ejemplar.
—Es cierto que tiene sus momentos —suspiró el italiano escondiendo el tomo detrás de una hilera de libros. Después regresarían por él y lo mandarían a la mansión Parkinson.
—De verdad, tú y Draco escogieron a los peores —bufó cruzándose de brazos.
—Y según tú, ¿Quién es una mejor opción de chico Gryffindor? —atacó dándole una mirada desagradable después de girarse hacia ella e imitar su postura, quedando frente a frente.
—Esos gemelos tenían su encanto —se encogió de hombros—, fue una verdadera lástima que uno falleciera — mencionó con sincero pesar.
—Siguen siendo Weasley —bufó el italiano poniendo los ojos en blanco.
—No, ellos son Weasley —aclaró con tono de obviedad—. Ese es Weasley —agregó frunciendo la nariz y acentuando su desagrado en el apellido.
—Si ese razonamiento te deja dormir —resopló—. ¿Qué sigue ahora?
—Los celos —respondió con una sonrisa felina. Blaise esbozó una sonrisa de medio lado, con una pizca de maliciosa diversión— Dadas las circunstancias, ¿Prefieres que ser tu o que sea yo?
—Por alguna razón creo que será más efectivo si yo lo intento —razonó con simpleza—. Algo me dice que ser chico le causará mayor disgusto a San Potter.
—Suena lógico —aceptó—, entonces yo te seguiré la corriente.
—Perfecto —dijo enderezándose—, andando.
Harry estaba a punto de sufrir un ataque de pánico cuando finalmente llegó a las escaleras. Solo había un par de hufflepuff subiendo por una de ellas que justo estaba girando, sin prestarle mucha atención buscó desesperado por el suelo y los rincones. No se iba a permitir pensar en un pequeño sapo saltando a una escalera en el preciso momento que cambiaba de dirección y cayendo al vacío. En definitiva, no.
—Croac.
Harry casi lloró de alivio cuando escuchó en sonido a sus espaldas. En la esquina del alfeizar de una ventana, el sapo estaba lo más tranquilo tomando el sol de la mañana.
—Por Merlín, ¡Draco! —exclamó tomándolo en sus manos y dejándose caer en el lugar ocupado antes por el anfibio—. Debes estar desternillándote de risa tratando de acabar lo que Voldemort no pudo.
No obtuvo respuesta, Draco se escurrió de sus manos y se acomodó en su regazo, otra vez de cara a los rayos matutinos. Harry resopló, se acomodó en el marco de la ventana, resignándose a complacer el capricho del rubio. Se sintió repentinamente cansado luego de semejante susto, sentarse un momento no le vendría mal.
Un silencio cómodo se extendió sobre ellos, aun si la cabeza de Harry estaba todo menos despejada. Desde esa mañana, cuando contempló la apariencia desanimada del heredero Malfoy no había sido capaz de apartar sus pensamientos del chico. Ni sus recuerdos.
A diferencia de lo que el resto del mundo creía, su historia estaba muy lejos de ser solo peleas en los pasillos y hechizos vergonzosos. No al menos desde su quinto año. Harry recordaba perfectamente como en una de sus discusiones en medio de un castigo de Snape terminaron atrapados en el desagradable armario de ingredientes, con el profesor ausente debido a un accidente con uno de los productos de los gemelos. Harry odiaba los espacios pequeños gracias a sus horribles noches en el armario de sus tíos, algunas veces incluso se volvía algo demasiado próximo a un ataque de pánico, justo como esa vez. Lo que no se esperó para nada fue que el slytherin pareciera casi tan asustado como él mismo cuando comenzó a hiperventilar.
La razón del porque tomó su rostro y le guio mientras lo ayudaba a regular su respiración continuaba siendo un misterio. Draco nunca quiso responderle.
Después de eso, todo escaló. Draco rompió con todo lo que Harry había creído de él. Un patán elitista y burlón no te ayudaba mientras estabas a punto de ahogarte en un apestoso armario. El rubio sí lo hizo. Y Harry quiso entender el por qué.
A decir verdad, Harry no lo descubrió, pero sí encontró que Draco Malfoy era mucho más de lo que nunca creyó. Que eran mucho más compatibles de lo que hubiera soñado. Que sus manos encajaban tan bien que le costó una vida poder soltarla.
El problema es que Harry no sabía como recuperar algo que siempre fue tan frágil. ¿Cómo le pides a alguien que vuelva a escaparse a media noche para verte cuando tú mismo estás tan asustado de hacerlo? ¿Qué se le dice a una persona que quieres poder besar hasta perder la cordura cuando antes solo tenían toques tan suaves como el aleteo de un pajarillo? ¿Cómo le haces entender que la distancia que pusiste para mantenerlo a salvo había acabado también con tu corazón? ¿Qué ni tu egoísta deseo de mantenerlo seguro bastó y la separación terminó poniéndolo en mayor peligro?
—¡Potter!
Harry casi saltó del alfeizar ante el llamado. Se giró para encontrarse a sus amigos y ambos slytherin yendo hacia él. Tomó a Draco en sus manos antes de alcanzarlos a medio camino.
—¿Ya son las doce? —preguntó alzando una ceja. No había escuchado las campanadas.
—Veo que se te ha pasado el tiempo volando con tan buena compañía —rio Parkinson esbozando una sonrisa que le puso incómodo. ¿Ella sabía de su verdadera relación con Draco o estaba tirando el anzuelo tratando de provocarle un desliz de lengua?
—¿Encontraron algo? —cuestionó decidido a ignorarla.
El gesto asqueado de Ron y el humor grave de Hermione no le dio buena espina. En cambio, los otros dos lucían complacidos de una manera que le recordaba a Crookshanks cuando atrapaba a unos de los gnomos de la Madriguera.
—Sí, de hecho, sí —comenzó su amiga—, pero no sabemos que tan verídico sea.
—Estaba en la página de la poción, ¿Por qué no lo sería? —inquirió Zabini cruzándose de brazos.
—¡Es que es un disparate! —replicó Hermione poniendo los ojos en blanco—. Es como si fuera un cuento para niños, no tiene sentido que una poción pueda revertirse así.
—No entiendo —gruñó malhumorado—. ¿Cuál es esa supuesta solución que es un disparate?
—Un beso del verdadero amor —canturreó Parkinson antes que cualquiera pudiera abrir la boca. Harry sintió como la respiración se le atascaba.
—¿Qué? —murmuró sin aliento.
Una sonrisa taimada y un paso más cerca fue su respuesta. Harry retrocedió por instinto, alejando a Draco consigo.
—Así es —confirmó asintiendo—. La pócima Verdes por siempre se revierte únicamente con el beso del verdadero amor, solo así el afectado volverá a su forma original —informó inclinándose hacia él.
Harry sintió que el pulso se le aceleraba mientras sus ojos se detuvieron el albino anfibio, que se encontraba de lo más cómodo acurrucado contra su pecho. ¿Eso significaba que debía besar a Draco frente a todos ellos?
Su relación había sido un secreto por seguridad de ambos, fue un acuerdo mutuo incluso cuando eran encuentros casuales en alguna aula abandonada donde conversaciones interminables les enseñaban más uno del otro. Ya no existía un peligro de aquella magnitud, no había magos oscuros tras sus cabezas.
Sin embargo, él solo no podía tomar la decisión de exponerlos frente a sus amigos, Draco siempre fue reservado sobre muchas cosas, él le había dicho de forma explícita que no se sentía listo para que sus amigos y sus padres supieran de lo suyo. Como sus sentimientos eran iguales en aquella época, no se habló nunca más del tema. Por supuesto, Harry ya no se sentía así, más no conocía la opinión del rubio. No podía decidir por ambos. En especial cuando ellos ya no eran nada.
—¿Por qué pones esa cara, Potter? —soltó Zabini alzando una ceja, detrás de su amiga—. No te estamos pidiendo que tú lo hagas, sería absurdo.
Eso estuvo muy lejos de aliviarlo. Era estúpido que se sintiera herido por ni siquiera ser considerado, después de todo para el resto de las personas lo más lógico era que dos rivales escolares no quisieran verse ni en pintura, mucho menos besarse. Aun así, no pudo evitar fruncir el ceño.
—Sí, no debes preocuparte, Potter —secundó la morena extendiendo la mano en su dirección—. Danos a Draco y nosotros nos encargaremos de resto.
—¿A que te refieres? —riñó sin ceder—. Ustedes no sabes quien el verdadero amor de Draco.
Sus amigos se veían genuinamente confundidos, pero para su alivio, parecían preferir quedarse al margen. No así los integrantes de la casa de Salazar. Intercambiaron una mirada que lo puso alerta.
—Sí lo sabemos —afirmó Zabini plantándose a lado de su compañera—. Yo lo besaré —declaró con tal desfachatez que Harry se quedó sin palabras.
—¿Qué? —saltó Ron. El por qué se veía enojado y decepcionado era una cuestión que no le interesaba en ese momento.
Zabini le dio un vistazo ansioso, que no duró más de un segundo antes de volverse a Harry con la mirada llena de una decisión que le revolvió el estómago.
—Tu no eres su novio. —O eso esperaba. Ni por un momento se le pasó por la cabeza que Draco encontraría a alguien más, tal vez porque para él mismo era una posibilidad prácticamente nula pensar en estar con otra persona.
—Vaya que estas seguro, ¿eh? —dijo Pansy entrecerrando los ojos y dejando caer su brazo—. Pero eso no importa —descartó con una mueca altanera—, Blaise ha sido la última pareja oficial de Draco y es su mejor amigo.
¿Última pareja oficial? ¿Cuándo había pasado eso? ¿Fue antes de su quinto año? Él nunca le increpó sobre el tema de las parejas anteriores, avergonzado de su patético historial de citas. Tal vez debió hacerlo.
—¿Tú fuiste novio de Malfoy? —preguntó Ron con un hilo de voz.
—Lo fui —asintió con una mueca y el mismo tono de voz.
Cuando Ron retrocedió con claro abatimiento, esa mirada anhelante volvió al italiano. No obstante, otra vez duró poco y encaró a Harry.
—Si no funciona se lo pediremos a Astoria Greengrass —intervino la morocha dándole una larga mirada a su amigo y al pelirrojo—, ha estado enamorada de Draco lo suficiente para que cuente —se encogió de hombros.
—Yo creo que Hermione tiene razón —gruñó, sintiendo su carácter burbujeando—, es una tontería.
—Esa no es tu decisión —se burló Parkinson—. Les agradecemos la ayuda, pero ahora nos las arreglaremos por nuestra cuenta —aseguró dándoles una sonrisa encantadora a sus dos pasmados amigos—. Danos a Draco, si eres tan amable, Potter.
—No lo dejaré con ustedes —dijo sin pensarlo un minuto. Dio un paso atrás, con el sapo firmemente pegado a sí.
—Tu complejo de héroe es un dolor en el trasero, Potter —escupió la serpiente, agriando su gesto, ya no había sonrisa—. Nosotros somos sus amigos, tú no —sentenció grave—. Dame ese sapo Potter, o tomaré tus "joyas" a cambio —amenazó desenfundado su varita con un elegante movimiento.
Hermione dio un respingo, alarmada. Harry apretó los dientes.
—No me importa, es mi última palabra —siseó.
—Harry, por favor, Pansy tiene razón —concilió Hermione acercándose tentativamente, sus manos extendidas con aire maternal—. Ellos lo cuidaran, son sus amigos —recordó. Ron asintió detrás de ella.
—Aun así, yo…
—Suficiente —cortó Zabini salvando la distancia de una zancada.
Era más alto que Harry, así que para su desgracia tuvo que levantar la cabeza para verlo a los ojos. Zabini trató de tomar a Draco de las manos de Harry, pero él, que era un jodido buscador, fue más rápido y lo alejó de su agarre.
—¡Esto es ridículo! Draco no es nada tuyo, dámelo ahora mismo —ordenó subiendo la voz.
—Aléjate, Zabini, o te hechizare —juró con fiereza. Sabía que era una amenaza en vano, no podría sacar su varita sin soltar a Draco.
—¡Harry! —reprendió Hermione con claro asombro.
Zabini ahora lucía realmente enfadado, aprovechando que era más fuerte que Harry sujetó su muñeca y comenzó a forcejear. Harry, demasiado concentrado tratando de no aplastar a Draco, solo podía girarse sobre sí mismo para que no se lo arrebatara. Escuchó gritos y amenazas que ignoró fácilmente. Zabini aprovechó para sacudir sus muñecas hasta que el sapo saltó asustado, escurriéndose entre sus dedos.
—¡Atrápalo, Blaise! —chillo Pansy apuntando al fugitivo.
—¡No! — protestó sin quererlo.
Ambos se lanzaron detrás de él. Harry tenía razón, esas malditas ancas eran rápidas. Sabiendo que el italiano tendría ventaja por sus piernas más largas lo jaló de la parte trasera de su túnica para hacerlo tropezar hacia atrás, ganándose una maldición y un manotazo en el pecho mientras el otro caía. Sin detenerse a observar, cruzó a su lado corriendo para atrapar al sapo, que justo había doblado a la izquierda en el corredor que daba al vestíbulo.
Zabini pateó su tobillo aun sentado en el suelo. Trastabilló, apoyando sus manos en el piso para no caer completamente. El slytherin consiguió incorporase de un salto en lo que duraba su despiste. Ambos retomaron la carrera, dándose manotazos y jaloneando sus ropas para hacer retroceder al contrario. Entre forcejeos e insultos ambos llegaron a pasillo contiguo, con el resto siguiéndolos a sus espaldas luego de salir de su estupor ante la exhibición que montaron.
Un chico alto, en medio del corredor, sostenía dubitativo al sapo. Harry lo registró de pasada como Neville, pero no podía decirlo a ciencia cierta, estaba demasiado ocupado tratando de librarse de las manos de Zabini y llegar a Draco primero. Valiéndose de su altura inferior, le dio un codazo en el estómago que le hizo doblarse con un quejido.
—Una mierda que tu lo besaras —gritó arrebatando al sapo de las manos su petrificado amigo. Por el rabillo del ojo vio que el resto los habían alcanzado y estaban estáticos a unos pasos.
Le dio igual.
Si Draco quería cruciarlo después de exhibir a ambos por su pasado compartido, que lo hiciera, valdría la pena si mantenía la inmunda boca de Zabini lejos de él. Sin pensarlo un segundo más se inclinó hacia el sapo, sintiendo la sensación viscosa de su piel bajo sus labios.
Un segundo. Dos segundos. Tres segundos. Cuatro segundos. Cinco segundos.
Nada.
Harry se apartó aturdido y con el corazón pesado. ¿Él no era su verdadero amor? ¿Debería durar más tiempo? Oh, piadoso Merlín, ¿Tenía que incluir lengua?
—¿Qué demonios está pasando aquí?
Todos se giraron con diferentes grados de asombro hacia la conocida voz, que sonaba tan sorprendida como confundida. Detrás de Neville, con una mancha de suciedad en la mejilla, algunas diminutas hojas enredadas en el cabello y un enorme libro en las manos, Draco Malfoy tenía la boca abierta ante lo que acaba de presenciar.
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Primero, mil gracias por sus comentarios y lecturas, a ustedes pertenece mi corazón 3
Cada vez estamos más cerca del final de esta historia, ¿Quién iba pensar que originalmente este era un one-shot? Jajaja vaya, los caminos de la vida no son como yo pensaba (?)
En fin, no me extiendo más. De nuevo, les agradezco un montón y apoyo y los quiero mucho.
Nos leemos :)
