Capítulo 6: La unión verbal.
Ciudad Laberinto, Muelle de Orario:
–En nombre del gremio de Orario, la diosa Loki y la familia Ganesha, ¡Queda detenida! –Exclamó Riveria, apuntando con su báculo en dirección a la mujer de mirada difusa.
Revis observó con inquietud al grupo de aventureros que se había reunido en son a su objetivo principal. Un ligero sentimiento de frustración nacía en su interior al contemplar como la pelea se tornaba en su contra de un momento para otro. Dejando salir el aire de sus pulmones en un sonoro suspiro, la monstruosa guerrera alzó ambas manos en señal de rendición.
–Bueno, vaya sorpresa. Sabía que Fealltóir tendría algo de ayuda, pero esto es inesperado.
Su mirada pasó con lentitud sobre todos ellos, analizando cada misero detalle en sus rostros y figuras hasta por fin clavarse sobre la inexpresiva princesa de la espada. Alzó ambas cejas en un atice de curiosidad, como si hubiese contemplado una verdad inenarrable. Y de repente, una sonrisa; Una pequeña, burlona y extraña sonrisa acompañada por un ligero movimiento de labios.
–Y tú… tu rostro me suena.
El semblante de Ais ni siquiera se inmutó, como si no hubiese oído las palabras de la mujer. A través de sus ojos, lo que Revis decía no eran más que meras distracciones, un vago intento por nublar su mente. Pero entonces, algo ocurrió; La mujer dejó salir un sonido leve, casi imperceptible que solo fue oído por la aventurera empuñando la espada irrompible. La esclerótica en los ojos de Ais se redujo, su corazón salteó algunos latidos y su respiración se estremeció de repente.
–¡Ais!
Exclamaron Riveria y Lefiya, unisonando sus voces en un único grito. La princesa de la espada volvió en si en el instante justo en el cual el suelo de duro concreto se partió bajo los pies de Revis. Ella blandió su espada de inmediato, alcanzando únicamente a cortar algunos cabellos de la aventurera antes que esta se dejase caer al agua. Estando ya en las profundidades, lo único que debió hacer para concretar su escape fue volver a partear la estructura e impulsarse como una bala a través de las olas. El apaleado muelle comenzó a desmoronarse, y los aventureros que se encontraban sobre él se vieron forzados a retroceder; Todos, menos Ais. La muchacha se lanzó sobre el agua en dirección a la orilla opuesta, y comenzó a seguir el violento nadar de la mujer.
–¡Ais, espera! –Exclamó Riveria, siendo ignorada por la pesada mente de la princesa de la espada.
Su cabello flameaba con el rose del viento, partiendo el viento con cuerpo su delgada figura y aumentando su velocidad con cada paso que daba. Ella le persiguió, embrujada por las palabras que había oído y decidida a escuchar todo lo que la aventurera tenía para decirle.
El muelle cerraba en el punto exacto en el cual las murallas de Orario conectaban con la salida al mar. La función que estas cumplían era la de filtrar el agua para evitar la entrada de visitantes indeseados. Dicho esto, era probable que una vez llegado hasta ese punto, cualquier persona que intentase entrar por vía marítima quedaría retenida a los pies de la entrada de metal.
Ais trepó por las salientes de las casas, utilizó las chimeneas como punto de apoyó y se lanzó sobre la enorme estructura para, por fin, aterrizar sobre la parte superior de la muralla. Ella se posó sobre la cornisa, aguardando con paciencia y suma atención a cualquier movimiento inusual, como un depredador esperando a su presa. Sin embargo los minutos pasaron, el agua corrió, pero ni un solo rastro de Revis pudo verse. De todas formas, e incluso habiendo pasado más de media hora en aquel lugar, ella continuó esperando y repitiéndose a sí misma aquellas palabras. "Eres la viva imagen de tu madre".
Las horas pasaron junto al grupo de aventureros, y la familia Ganesha hizo presencia alrededor de toda la zona. Como era de esperarse, las acusaciones no se hicieron esperar y las pesadas miradas cayeron sobre el joven de chaleco marrón. Permaneciendo bajo el cuidado del elfo de rosadas vestimentas, Kahn y Ryuu fueron retenidos en el sitio mientras se recolectaba la información de los alrededores.
–Tiene suerte de que me haya encontrado con la señorita Ais de camino. –Regañó Lefiya.
La sangre supuraba de manera constante de las heridas mientras vendadas por las suaves manos de la pequeña chica. La expresión del muchacho, una llena de desinterés e introspección denotaba su claro alejamiento con lo que ocurría a su alrededor.
–¡Oiga! ¡Deje de ignorarme! –Aleteó sus manos frente a él.
–¿Podrías darme un momento? No sé si se nota, pero acabo de perder mi hogar y todas mis pertenencias…
La expresión en el rostro de Lefiya cambió, mostrando ahora un gesto apenado. –Lo siento…
–Da igual, no es como si tuviese algo de valor allí dentro.
–Está pensando en esa aventurera, ¿verdad?
Kahn guardó silencio, frunciendo el ceño y desviando su mirada en dirección a las murallas que encerraban la ciudad. El anaranjado sol del atardecer comenzaba a ocultarse en el horizonte, y unas oscuras nubes de tormenta se asomaban en la lejanía, cual presagio de mala fortuna.
–Aún hay algo que no comprendo, dijo usted que esa mujer podía… ¿curar sus heridas?
–Regenerarse. –Corrigió de inmediato. –Cada golpe que logré asestarle, incluso cuando Ryuu logró apuñalarle, todo fue para nada. Ni siquiera parecía cansada luego de todo lo ocurrido.
–Jamás he oído de un aventurero con una habilidad de ese estilo. ¿Realizó algún cantico, invocación o algo así?
–Nada. –Negó con la cabeza. –Pero sin duda, lo verdaderamente aterrador era… bueno…
Lefiya le observó con curiosidad. Los ojos de Kahn se blanquearon, perdiéndose en un mar de pensamientos y abandonando su cuerpo por algunos segundos.
–¿Señor?
–Oh, lo siento… ¿En qué estaba?
–¿Qué es lo que le pareció aterrador?
–Eh… –Balbuceó con nerviosismo. –N-No te preocupes, no es nada… solo tonterías, nada importante…
La mirada de la confusión reflejaba en la joven elfo los sentimiento que nacieron en su interior al contemplar la imagen del preocupado muchacho. No necesitaba ser una experta para darse cuenta que lo que estaba diciendo era mentira. Sin embargo, como si supiese de la verdadera naturaleza del problema, formó una gran sonrisa en su rostro y se mostró confiada frente a sus ojos.
–Trate de no pensar en ello, nosotros nos encargaremos de ahora en adelante.
–Niña, no creo que eso solucione nada…
–Además… –Señaló detrás de Kahn con un gesto.
Allí mismo yacía una elfo de mirada seria, quien se encontraba siendo interrogada por la noble maestra de Lefiya. Kahn no volteó a verle, pues a pesar de estar detrás suyo, podía sentir la recelosa mirada de la chica.
–Está enojada. –Resopló al señalar lo evidente.
–Y con razón. Ella lo acompañó hasta aquí porque se preocupaba por usted, y de la nada sale corriendo y se mete en una pelea de este estilo.
–¡No! –Negó rotundamente. –Ella está enojada porque no lo entiende.
–¿Y por qué cree usted que lo entiende? –Se cruzó de brazos.
–Simple, esta era mi pelea, Revis me buscaba a mí y solo a mí. ¿Y sí le hubiese pasado algo? ¿Y si ella hubiese muerto? Entonces, eso hubiese sido culpa mía.
–¿Y si usted hubiese muerto? –Se apresuró alzando un poco la voz. –Entonces hubiese sido su culpa, ¿no lo cree?
Kahn negó con la cabeza. –Está claro que tú tampoco lo entiendes.
–Tal vez, o tal vez es usted quien no quiere entender.
Riveria agradeció con un gesto a la joven de dorados cabellos. Su mirada seria se alzó en alto mientras se acercaba al dúo de aventureros.
–Bien, creo que hemos oído suficiente. Están limpios, por ahora.
Kahn saltó de su asiento, estirando sus músculos con algo de dolor.
–Perfecto. ¿Podemos irnos entonces? Digo, no es como si tuviese un lugar a donde ir pero…
–Su amiga puede, usted por otro lado, deberá acompañarnos. Le debe una respuesta final a nuestra diosa, y dada las circunstancias creo que será mejor que vaya a hablarlo en persona.
–¿Tengo opciones?
–No lo creo.
Kahn dejó salir un sonoro suspiro de cansancio. Era una respuesta que podía verse venir, y teniendo en cuenta lo ocurrido, lo más lógico sería cortar por lo sano y aceptar a lo que sea que le pidieran.
–En ese caso, ¿nos vamos?
–Lefiya, acompáñalo hasta la mansión. –Ordenó con su tono calmado.
La pequeña elfo asintió de inmediato, mostrando un semblante serio ante la figura de la noble mujer. Ambos encabezaron su viaje en dirección a la calle principal, caminando con tranquilidad bajo la sombra del atardecer. Sin embargo, el muchacho se detuvo unos instantes antes de partir; Miró de regreso al muelle, contemplando la imagen de su amiga, observándole con una mirada solemne. No hubo intercambio de palabras entre ambos, solo un frio silencio. Fue un mensaje, uno qué, sin decir nada, significó mucho para el apaleado joven. Un escalofrió recorrió su espina cuando, en un momento de distracción, conectó su mirada con los azulados ojos de la chica. De inmediato los apartó, como un niño asustado que se escondía.
–Hablaré con ella cuando todo esto acabe. –Musitó en voz baja. –No sé cómo lo haré… pero tendré.
Orario, Mansión Crepúsculo:
–Gran parte del suelo fue completamente destrozado. Los escombros volaron por todas partes y dañaron algunas estructuras aledañas; Ventanas rotas, objetos decorativos y algún que otro animal golpeado.
La hechicera de grisáceos ojos y cabello castaño, conocida bajo el nombre de Elfy Colette leía el recuento de daños causados por la aventurera de ojos bestiales. Frente a ella, la diosa del engaño descansaba su figura sobre el abultado sofá de la sala principal. El aburrimiento que su lenguaje corporal expresaba era suficiente para demostrar su falta de interés por dicha actividad, pero era algo que debía realizarse.
–¿Qué hay sobre los involucrados? –Preguntó tras profundo bostezo. –¿Alguien más salió lastimado durante la pelea?
–Algunos civiles fueron alcanzados por los escombros, sin embargo, el único que fue afectado en gravedad es el aventurero de Domhan.
Los ojos de Loki se abrieron con curiosidad. – ¿El hijo de Tyr? ¿Dónde está ahora?
El sonido de un ligero golpeteo llamó la atención de las ambas. La esvelta imagen de un joven de vestiduras maltratadas se adelantó con tranquilidad hacia el interior del cuarto, ignorando por completo las advertencias de la elfo de anaranjados cabellos.
–Bueno días, ¿interrumpo algo? ¿No? Perfecto.
–¡Señor Kahn le dije que me esperara! ¡No puede entrar a una casa ajena de esa forma!
Elfy dio un pequeño salto hacia atrás al encontrarse cara a cara con el jovencito. Por otro lado, Loki dejó salir una maliciosa sonrisa mientras su cuerpo se deslizaba por el sillón y pasaba a sentarse de una manera más cómoda.
–¡Mira nada más quien decidió aparecer! –Exclamó con los brazos abiertos. –Justo de quien estábamos hablando, ¿gustas un lugar? –Apuntó al asiento junto a ella.
–No, en realidad me gustaría ir directo al grano.
–Un día duro, ¿verdad? Es horrible cuando nos toca.
–Bien, si tenemos en cuenta que fui brutalmente golpeado, casi nos matan a mi amiga y a mí, perdí mi casa y todas mis pertenencias, casi soy detenido y fui arrastrado hasta aquí en contra de mi voluntad pues sí, fue un día ¡DE MIERDA! –Exclamó al acabar su oración, haciendo que los papeles caigan de las manos de la joven hechicera frente a él. –Y puede que esté un poco molesto también…
Loki agitó su mano en petición para que su subordinada se retire. Elfy se apresuró a juntar sus pertenencias y pasó caminando a paso ligero junto al muchacho, intentando evitar el contacto visual con este a toda costa. Kahn alzó una ceja en dirección a la diosa, curioso por aquella extraña actitud.
–Oh, ignoren eso. –Abanicó su palma. –Algunos rumores han estado corriendo por aquí y… bueno, ya conoces a los niños. Creen en todo lo que oyen.
–¿Rumores? ¿Qué rumores?
–Nada de qué preocuparse, solo un poco de chismerío. ¡Ahora! –Golpeó sus manos con fuerza. –Dime, ¿Has pensado en tu respuesta? ¿Qué has decidido? ¿Te vienes con nosotros?
Kahn suspiró de manera sonora. –Antes que nada, quisiera pedir un punto extra en el acuerdo.
Loki frunció el ceño. –¿Disculpa?
–La oferta era que me sacaras de encima a los burócratas del gremio, el problema es que ahora hay cosas peores que unos cuantos viejos verdes con papeleras. –Su voz bajó un poco la intensidad, tratando de no hacer tan evidente la necesidad del muchacho. –Esa aventurera que causó los problemas en el muelle me estaba buscando, y por lo que me dijo, sabe… bastante sobre mi persona.
Los ojos de Loki brillaron con una tenue luz de resolución. Una idea había fluido en su mente, una oportunidad que no estaba dispuesta a rechazar.
–Creo que entiendo a donde quieres llegar. –Asintió con la cabeza. –Dime, ¿qué es tan importante para ti que merece arriesgar una deuda con una diosa como yo?
–La gente que me importa. –Afirmó sin miedo.
–Ya veo, tienes miedo de que alguna de tus amigas sea el foco del próximo ataque, ¿verdad? –Apuntó un poco más profundo mostrando una afilada sonrisa.
–No es miedo, solo soy preventivo. Ellos… bueno, no es ningún secreto que son muy importantes para mí. No me sorprendería que Revis o que cualquier otro demente empoderado intentase alguna locura.
–Claro… "señor preventivo", por supuesto. –Blandió de manera burlona. –Bien señor prevención, lo que estás pidiendo es perfectamente posible, sin embargo… eso aumentaría el precio de nuestro trato.
El joven bajó la mirada al suelo. –Lo sé… he de suponer que no vas a pedir algo simple, ¿verdad?
–Kahn, amigo, puedo parecerlo pero no soy un monstruo. Escucha…
Así mismo, la diosa del engaño comenzó a caminar a través de la habitación, meciéndose de lado a lado con su frente en alto y sin despegar en ningún momento su mirada del aventurero. Sus palabras, improvisadas pero elocuentes, marcaron un contrato que marcaría un antes y un después en la vida de ambos; Una unión verbal.
–Si tú, Kahn, hijo de la familia Tyr acepta este acuerdo verbal conmigo, Loki, líder de la familia de dicho nombre, serás convertirás en nuestro aliado oficial y se te será tratado como a un miembro de nuestro linaje. Esto significa que recibirás una protección especial tanto para ti como para tus seres queridos. Sin embargo, a cambio de dicho beneficio, tus conocimientos, servicios y las hazañas que cometas de ahora en adelante, quedarán bajo mi total y completa pertenencia.
–¿Servicios? ¿Podrías explicarme esta parte? –Interrumpió deteniendo el movimiento de la mujer. –Porque si mal no recuerdo, habíamos acordado que no se me pediría ensuciarme las manos.
–Un encargo no tiene porqué acabar con sangre, querido Kahn. Sí bien, puede tener como consecuencia un poco de suciedad, tienes mi palabra en que no te obligaré a realizar ningún tipo de acto ilícito.
El muchacho arrugó su semblante, dibujando en su rostro una expresión de desconfianza y duda. Se repetía una y otra vez las implicaciones de aquel contrato, buscando las palabras entre líneas y maldiciéndose a sí mismo por lo que estaba haciendo. "Confiar en Loki… confiar en la mismísima diosa del engaño… ¿En qué diablos me estoy metiendo?".
La mujer extendió su mano con una enorme sonrisa en su rostro. –¿Qué me dices? ¿Estamos juntos?
–Una última pregunta. –Apresuró el joven. –Cuando todo esto termine, ¿deberé seguir atado a este trato?
–Este trato se mantendrá hasta que tú mismo lo des por acabado, mi querido amigo.
Kahn ladeó la cabeza, titubeó en unos momentos de indecisión, pero al final acabó por aceptar el apretón de manos de la diosa. El vínculo había sido formado, y la familia Tyr, presente en su único miembro, había creado puentes con la familia Loki.
–Bien, en ese caso es oficial. –La diosa giró hacia la muchacha de extensa cabellera. –Lefiya cariño, muéstrale a nuestro invitado las instalaciones. Llévalo a ver a Line y dale alguna de las habitaciones libres.
–¿Habitaciones libres? –Interrogó Kahn.
–Por supuesto. A no ser que ya tengas algún lugar donde quedarte.
–Había pensado pedir hospedaje en la Señora de la Abundancia, pero… no es que haya demasiado espacio allá.
–¡Está decidido! –Golpeó sus palmas de forma complacida. –Mañana hablarás con Finn sobre la "operación trinchera".
–¿Finn? ¿El legendario Finn Deimne? ¿FINN EL BRAVO? –Abrió sus ojos con sorpresa.
Loki asintió con un gesto a la par que contenía una pequeña carcajada.
–Tyr me contó sobre él. P-Pensé que era solo una leyenda. –Balbuceó perplejo.
–Es una leyenda; Una leyenda viva, y tú tendrás una audiencia con él. Así que más te vale estar preparado.
Lefiya tomó del brazo al dilucidado joven y comenzó a arrastrarle en dirección a las escaleras. Una risa incrédula salió de los labios de sus labios, y un gesto de genuina incredulidad se dibujó en su rostro.
–Oh dios… Finn el Bravo… No puede ser, Finn el Bravo… ¿Puedes creerlo? ¡Finn el Bravo!
–Si, señor… Yo trabajo con él, puedo creerlo… –Repetía la muchacha por cada vez se repetía el nombre de su capitán.
–¡JA! ¡Finn el Bravo!
Las torres que rodeaban a la base central de la mansión Crepúsculo eran utilizadas como zonas de recreación y descanso. Por lo general, lugares donde los aventureros dejaban de lado su naturaleza y se distraían realizando todo tipo de actividades; Un momento para despejar, mundanamente dicho. La tranquilidad siempre es bien recibida y sobre todo luego de haber pasado por la tempestad. Sin embargo, el viento suele traer consigo algunos problemas indeseables.
Murmullos, exaltación y miradas llenas de curiosidad aparecían en los rostros de los miembros de la familia Loki que se encontraban en al camino del elfo y el joven. Sobra decir que estas actitudes no ayudaban en nada; Un sentimiento de intranquilidad, de extraña inquietud era creado dentro del pecho de Kahn, quien intentaba esconder este realidad a través de una sonrisa amable. "Cuenta hasta cuatro, inhala. Cuenta hasta cuatro, exhala. No le des importancia, no vienes aquí por ellos…" se repetía en su mente.
–Line es la sanadora de nuestra familia. Ella fue quien ayudó con mi pierna, estoy segura de que lo dejará como nuevo en un santiamén. –Aludió Lefiya con una enorme sonrisa.
–¿Magia sanadora? No lo sé… solo estoy un poco golpeado, no creo que sea para tanto.
–¿Un poco golpeado? –Alzó una ceja. –Señor, una pared de ladrillos le cayó encima… solo por decir algo que le haya ocurrido.
–Tampoco estaba tan dura. Estoy bie…
Un estruendoso portazo cortó el tema de conversación. Una suela metálica se abrió paso bajo el marco de la puerta a una velocidad trepidante, dejando pálida a la chica a centímetros de distancia. El rostro de Lefiya se paralizó en una expresión de terror, y desde del cuarto emergió un joven de desalineados cabellos grises y puntiagudas orejas de lobo. Kahn frunció el ceño, clavando sus ojos sobre las afiladas retículas de aquel individuo.
–Bete… –Musitó Lefiya. –Ya te hemos dicho que tienes que dejar de patear las puertas…
Haciendo caso omiso a su compañera, el aventurero Bete Loga se acercó lentamente al hijo de la familia Tyr. Dos seños fruncidos enfrentados, desafiando y reclamando su lugar frente a la persona que tenían en frente. La pequeña chica dio un paso hacia atrás, contemplando en silencio a ambos muchachos. Era como ver a dos animales tratando de intimidarse entre sí.
–Así que… tu eres ese tal Kahn, ¿verdad? –Susurró Bete.
–Y tú eres un perrito con pocos modales, ¿verdad?
El hombre lobo frunció el ceño y enseñó sus colmillos con amenaza. Su mirada recorrió a Kahn de arriba abajo, analizándole de manera minuciosa. De forma lenta y disculpada, una pequeña sonrisa comenzó a formarse en su rostro, y una carcajada sonora acabó por esparcirse por toda la habitación.
–¿Es este de quien están hablando todos? ¿Este vagabundo de cuarta?
–Este vagabundo de cuarta, como dices, es capaz de patearte el trasero cualquier día de la semana, perrito…
Lefiya dejó escapar un chillido ahogado. "Él no dijo eso… él no pudo haber dicho eso…" repetía para sus adentros. Bete le observó unos instantes, inmutado por las palabras de odio que habían salido de los labios del joven.
–¿Con qué sí? –Crujió sus puños lentamente, dejando a la vista una vez más sus afilados molares.
Kahn se paró firme, preparándose para contestar al primer ataque del licántropo. La expresión de ambos era similar, una denotaba una ira contenida, una que se esforzaba por no arremeter contra la persona frente a él.
–Alguien debería enseñarte a no hablar cuando no toca…
–¡Bete!
De repente, una voz chillona llegó hasta ellos. El repentino sonido de unos zapatos se movilizó a través del pasillo. Una joven de anteojos, cabellera oscura y ropajes de color blanco y morado corrió hasta los aventureros de una manera desesperada. Su expresión, una de genuino desvelo, recayó sobre el iracundo muchacho de orejas peludas.
–¿Eh? ¿Qué ocurre? –Refunfuñó a modo de queja.
–La señorita Riveria lleva buscándote desde la tarde, dijo que era tu turno de hacer el patrullaje.
–Oh… demonios… –Ladeó su cabeza con molestia, recayendo nuevamente sobre el chico detrás suya. –Supongo que quedará para otro día… pero no creas que pienso dejar pasar esto.
Los labios de Kahn se movieron con la intención de responder, pero de inmediato su atención fue robada por la imagen de aquella chica, negando con violencia en un silencioso gesto de manos.
–Está bien… supongo que fue mala mía de cualquier modo. –Musitó a regañadientes.
–Por supuesto que lo fue. Ahora, ¡fuera de mi camino! –Exclamó Bete, empujando al muchacho hacia un lado con la palma de su mano.
El rechistar de sus suelas metálicas resonó por el pasillo, perdiéndose por fin al llegar al comienzo de las escaleras. Lefiya suspiró con profundidad, como si un peso enorme hubiese sido retirado de sus hombros.
–Oh cielo santo… menos mal estabas cerca Line. ¡¿En qué cabeza cabe hablarle de esa forma a Bete?! –Regañó a Kahn, alzando la voz y liberando su genuina preocupación.
–Oye no fue mi culpa, él empezó.
–¡Da igual que él haya empezado!
Buscando el encuentro entre sus ojos y los del muchacho, Line reverenció apenada por las acciones de su amigo.
–Le pido que lo disculpe, Bete no suele ser muy amable con desconocidos… ni con sus conocidos en general.
–Me ha pasado bastante estos últimos días, uno más no es que haga la diferencia.
–Permita presentarme. –Alzó la cabeza hasta encontrarse cara a cara. –Mi nombre es Lina Arshe, sanadora oficial de la Familia Loki. Lefiya me contó sobre usted.
La expresión amable de la chica tomó por desprevenido al aventurero. La mirada en sus ojos no era una expresión que solía regalársele a un desconocido; Le estaba sonriendo, pero con un sentimiento que evocaba un cariño inmenso, como quien le sonríe a un amigo o familiar.
–Oh, bueno… Es un placer, supongo.
–El placer es todo mío, señor. ¿Podrían acompañarme a mi habitación? Allí podré tratar sus heridas con mayor comodidad.
Kahn miró a Lefiya con desconcierto. En verdad le era difícil creer aquella oferta; Ella literalmente estaba invitando a su cuarto a un extraño que acababa de conocer. La joven elfo devolvió un gesto agraciado, despreocupado, como si intentase comunicarle que todo estaba ocurriendo con normalidad.
–Bien… ¿Qué tengo que perder? –Dejó salir encogiéndose de hombros.
Line asintió con un gesto, invitando al grupo a que le siguiese. Y entonces, en ese mismo instante y sin razón aparente, Kahn giró hacia una de las ventanas. La imagen del cielo de Orario recubierto por un millar de estrellas iluminando la noche causó un ligero escalofrió en su espina; Un sentimiento extraño, algo a lo cual no pudo encontrar una respuesta. Lo qué el muchacho no sabía, era que en ese mismo instante, una elfo de dorada cabellera se encontraba mirando en la misma dirección que él. Vistiendo su blanquecino pijama, sentada con tranquilidad sobre su suave cama y tratando de encontrar la respuesta a sus preguntas, Ryuu musitó para sí misma.
–¿Qué clase de hombre eres, Kahn? ¿Qué es lo que te atormenta tanto?
