Capítulo 7
Una velada mágica I
Kagome no pudo dormir en toda la noche, pues se la había pasado caminando de un lado a otro de la habitación pensando en lo que Inuyasha estaría tramando para el día siguiente ¿Qué no hubiera sido mejor que hicieran el amor esa misma noche, en lugar de esperar?
Pero él le había prometido una primera vez inolvidable y seguramente él quería planearlo todo.
Escuchó que alguien llamaba a su habitación, esbozó una sonrisa al pensar que podría ser él, pero esa sonrisa se borró de sus labios al ver una mujer del servicio.
―El señor la está esperando en el puerto – dijo la mujer – Me encargó que le entregará esto
La mujer le entregó a Kagome una maleta pequeña y solo esperó a que ella se fuera para abrirla. En ella había un traje de baño de dos piezas en color rojo y un pareo, además de una nota.
"Te espero en el puerto
Tuyo
Inuyasha"
Kagome esbozó una sonrisa cuando él se refería a "suyo", fue al baño para darse una ducha y al poco tiempo ya estaba lista, salió de la habitación y por consiguiente del hotel.
El puerto no estaba muy lejos de ahí, así que lo puedo ver a simple vista dándole instrucciones a un hombre, cuando él percibió su presencia despidió al hombre con un leve asentimiento de cabeza y fue hasta ella con una amplia sonrisa.
―Veo que estas lista – dijo él al mismo tiempo que la tomaba de un brazo
Kagome no supo que contestar, estaba más concentrada viendo el atuendo de él, llevaba una camisa tipo polo en color azul marino y unos short color caqui y sandalias en color negro.
― ¿Kagome? –dijo él al ver que ella no respondía ― ¿Estas lista?
―Si – se apresuró en contestar
―Bien. Vamos
Inuyasha la condujo a un lujoso Yate, ambos subieron y Kagome se sorprendió al ver una pequeña mesa adornada por un mantel blanco y guindo, varios cubiertos y un pequeño adorno florar y sobre todo una botella de chaman.
― ¿A dónde vamos? – preguntó cuando Inuyasha le entregó una copa
Él esbozó una sonrisa – Paciencia Cariño. Es una sorpresa
Se decía que la paciencia era un virtud en las mujeres, pero ella carecía de dicha virtud, era impaciente, siempre quería saber más, estar si era posible un paso más adelante que los demás, pero estando cerca de ese hombre perdía toda tranquilidad, nunca dejaba de sorprenderse por lo que él hiciera, de hecho, se esperaba lo que fuera por parte de él.
El Yate se puso en marcha mientras ellos dos tomaban asiento en un pequeño sofá que había en este, Kagome contemplaba el hermoso mar azul, la brisa salada golpeaba su rostro, giró la cabeza y se encontró con la mirada de Inuyasha, quien no dejaba de sonreírle en todo momento.
―Ya – dijo acercándose a él – Me vas a decir en estos momentos a donde vamos y porque hay una mesa en el yate
Él se encogió de hombros –Supongo que no vas a descansar hasta que te diga nuestro destino
―Desde luego – afirmó ella
―Muy bien – suspiró él – Lo sabrás en cuanto lleguemos
―Eres un…
―No puedo decírtelo cariño – se rio al ver la expresión de enfado en ella, después se acercó un poco y le susurró al oído – Recuerda que te prometí una primera vez inolvidable, así que disfruta del paisaje, porque no voy a revelarte los planes que tengo para ti
Kagome tembló ante esas palabras llenas de sensualidad, así que giró la cabeza para ver de nuevo el mar, Inuyasha frunció el cejo, la tomó de la barbilla y la hizo mirarlo.
― ¿Te estás arrepintiendo? – Preguntó pues no deseaba obligarla hacer algo que ella no quería –Si es así puedo dar la orden de regresar
Ella se apuró en negar con la cabeza, lo menos que deseaba era regresar y no saber lo que él tenía preparado.
―No – ella tomó su mano libre – No lo hagas. Lo que pasa es que estoy nerviosa― confesó ella
―Yo también – asintió él – Es la primera vez que lo voy a hacer – esbozó una sonrisa al ver como arqueaba una ceja irónica – Lo que quise decir es, que va a ser mi primera vez con alguien especial como tú y deseo que sea perfecto
Antes de que ella pudiera responder, un hombre se acercó a ellos.
―Señor hemos llegado
El hombre les dejó dos tanques de oxígeno y los dejó solos.
― ¿Para qué son esos tanques? – preguntó ella
Inuyasha esbozó una sonrisa – Es para bucear
― ¿Vas a bucear?
―Vamos – corrigió él – Vamos a bucear
Kagome se mordió el labio inferior, no era que no supiera bucear, el hecho era que ya había pasado tanto tiempo, recordaba una temporada en que ella y su familia se habían ido a unas playas mexicanas donde dio la casualidad de que se habían encontrado a Inuyasha y ambos pasaron toda la tarde buceando.
Inuyasha le ayudó con su tanque y luego él se puso el suyo. Antes de sumergirse al mar.
―Sígueme – dijo él – No te separes de mi todo el tiempo. Hay algo que quiero mostrarte
Ella asintió y así amos se sumergieron al mar, Kagome miraba fascinada las profundidades del mar, era como sentirse libre y de hecho así se sentía, miraba los corales, algunos peces, pero sin dejar de seguir a Inuyasha.
Quien se había metido en un espacio entre unas rocas, así que ella también lo hizo, sus ojos visualizaron luz y al poco tiempo estaba en la superficie, era una hermosa curva oceánica.
―Qué hermoso – comentó ella sin dejar de ver la extensión de la cueva y su voz se había hecho eco por toda la cueva
Inuyasha quien ya estaba en la superficie y sentado en una roca, la miraba.
―Te dije que no te separaras de mí
Se acercó a ella y la ayudó a salir del agua, le retiró el tanque de oxígeno y no acomodó a un lado del suyo.
Ambos tomaron asiento en la misma roca donde él había estado sentado hace unos momentos, Kagome no dejaba de mirar la cueva, pues sus colores eran magníficos, el azul turquesa del agua iluminaba casi todos los rincones de la cueva.
―Cuando era adolescente mi madre y yo solíamos venir aquí cada vez que ella no tenía que hacer sus viajes de negocios con mi padre –suspiró – Y bueno, después seguí viniendo yo solo – miró a Kagome – Por eso pensé en traerte primero aquí, que disfrutes un mucho de una experiencia nueva
Ella le regaló una sonrisa, estaba tan cerca de él, sentía su piel cálida contra la de ella.
―Gracias
―No quiero tu gratitud y bien lo sabes – la tomó de la barbilla y la acercó hacia su rostro – Quiero esto
Y así tomaba con profunda pasión sus labios y lo mismo que habían experimentado la noche anterior de nuevo se hacía presente en esos momentos.
―Aquí no cariño – Inuyasha se vio forzado a interrumpir el beso y vaya que le resultó muy difícil pues si hubiera seguido era probable que la tomase en ese lugar – Si sigo besándote haré cosas que no deseo.
Permanecieron un buen tiempo ahí, hasta que ya era hora de regresar, después habían pasado varias horas nadando, ya una vez arriba del Yate Kagome se recargó en el sofá, se sentía muy cansada, sabía que eran los efectos del buceo y haber pasado casi toda la tarde nadando, Inuyasha la dejó descansar mientras él se iba con el hombre que conducía el Yate solo para darle algunas instrucciones.
Regresó con Kagome y la encontró profundamente dormida, esbozó una sonrisa, la tomó entre sus brazos y la llevó hasta el único camarote que había en el Yate, la depositó en la cama cubriéndola con una manta ligera y después salió de ahí.
No sabía cuántas horas llevaba dormida, lo que si sabía era que se hizo tarde, ya que había viso por una ventana la luz de la noche, se recargó en la cama ya no se sentía cansada como hace un par de horas.
Algo llamó su atención, a lado de ella había una rosa roja junto con un vestido en color negro, ropa interior del mismo color y de nuevo una nota de él.
"No hay nada más agradable que una velada romántica a la luz de las velas y al sonido de las olas.
Te espero arriba
Tuyo
Inuyasha"
Kagome se llevó la rosa a sus labios, pensando en cómo le había hecho Inuyasha para conseguir el traje de baño y ese vestido negro, por lo observaba conocía bien su talla, ya que tanto el traje de baño como el vestido le habían quedado a la perfección.
Se miró por última vez en el espejo deseando verse hermosa y sensual para él. Ella también deseaba que esa noche fuera inolvidable para los dos, confesarle de una vez por todas que lo amaba y que nunca lo había dejado de hacer, que lo llevaba en su piel día y noche.
Subió las escaleras que la llevaban a la cubierta y ahí, él le estaba dando la espalda, miraba el océano mientras bebía una copa de brandy, aun esa posición era un peligro para ella, llevaba un traje de etiqueta del mismo color que su vestido, él sintió su presencia, giró suavemente sobre sus talones y al verla esbozó una sonrisa.
Él estiró su mano hacia ella, Kagome se acercó y tomó su mano, Inuyasha depositó un tierno beso sobre la piel de la joven.
―Estas hermosa esta noche – comentó él – El negro te favorece
―Gracias – dijo ella sonrojada – Aunque me estaba preguntando ¿Cómo es que sabes mi talla?
Inuyasha esbozó una sonrisa – No es difícil adivinarla cariño – el acarició su mejilla ― ¿Quieres cenar? ¿Prefieres platicar? Tú di y eso se hará
Lo cierto era que se estaba muriendo de hambre, habían pasado muchas horas desde que ella había probado bocado y su estómago le estaba reclamando de sus atenciones.
―Si no te molesta preferiría cenar
―Muy bien
Inuyasha sintió él, ayudó a Kagome a tomar asiento y después miró al único mesero, al cual le hizo una señal para que comenzara a servir la cena.
El primer platillo constaba de una sopa crema, después en el segundo les llevaron Langostas acompañado de un vino tinto, para el postre el mesero les llevó selva negra (pastel de chocolate con cerezas y crema chantilly).
Alguien puso una canción y en cuanto Inuyasha la escuchó se levantó de su silla y fue hasta ella para invitarla a bailar.
Las olas movían en Yate al compás de la música, al igual que ellos dos lo hacían.
―Hermosa canción – comentó Kagome mirándolo a los ojos
Inuyasha asintió, la atrajo hacia ella y le cantó al oído.
―Casi todos sabemos querer, pero pocos sabemos amar. Es que amar y querer no es igual, amar es sufrir, querer es gozar…
Amar y Querer, recordaba a su madre poner canciones de José José haciendo que le gustara (y a quien no) nadie tenía esa voz y esa manera de interpretar como él. Pero si la persona que amas te canta al oído una canción de amor como ésa hace que el corazón se te acelere, igual como le estaba pasando a ella, sentía el aliento cálido de Inuyasha mientras le cantaba al oído la canción.
Después él dejó de cantarle, la miró a los ojos, se dejó llevar por sus ojos color chocolate y al calor de la velada y de la propia música se acercó a ella y la besó.
En un principio el beso había sido tierno, pero después se convirtió en algo más, más apasionado, Inuyasha reclamaba sus labios con ansiedad, ambos sabían que el momento esperado para los dos había llegado.
Así que la tomó entre sus brazos y la llevó hasta el camarote, la dejó en el suelo y cerró la puerta con llave, amos corazón latían con fuerza al mismo tiempo.
Se acercó a ella y volvió a besarla.
―No sabes cuánto había esperado este momento – dijo susurrándole al oído mientras deslizaba el cierre de su vestido…
