Los últimos rayos de sol bañaban las sorprendentemente tranquilas aguas del Lago de la Furia. Una pareja disfrutaba en la orilla de las insólitas y bellas vistas, sentados y acurrucados en la toalla sobre la que habían merendado. Se trataban de una mujer castaña y un hombre pelirrojo que se encontraban celebrando su aniversario en el lugar en el que se vieron por primera vez. Ella estaba tranquila y relajada pero él llevaba tiempo acariciando una pequeña caja que llevaba en el bolsillo, tratando de determinar cuál sería el mejor momento para sacarla. Al final hizo acopio de valor y se animó a dar el paso, señalando un punto cualquiera del lago para desviar la atención de su pareja.

—Lira, ¡mira eso! ¿No es un gyarados rojo?

—¿Qué? ¿Dónde?

La mujer miró hacia otro lado y el hombre aprovechó para ponerse de rodillas y sacar la caja. La castaña se pasó un buen rato inspeccionando el lago de cabo a rabo, esperando captar aunque fuera la silueta del pokémon que había mencionado su novio, pero al final tuvo que darse por vencida.

—Pues yo no veo nada —se quejó mientras se daba la vuelta para mirar al hombre. Al hacerlo vio la posición en la que se encontraba y aquello que tenía en una mano y, al entender lo que estaba sucediendo, se tapó la boca con ambas manos. Su novio sonrió al ver su reacción pero esa felicidad no le duró mucho—. ¡No, no, no y no!

Lance se quedó a cuadros ante esa respuesta. No se había esperado una negativa, no una tan enérgica al menos, pues habían hablado sobre ese tema varias veces y ella había dejado claro que sí quería. ¿Por qué le estaba rechazando? ¿A lo mejor le había dicho que quería para que no pensara que no estaba enamorada? ¿O es que pensaba que estaba preparada y al ver que la cosa iba en serio no se sentía tan segura?

—Lo siento, Lira. Yo creía que —empezó con un hilo de voz mientras procedía a guardar la caja pero se detuvo en cuanto vio que ella se ponía de rodillas y sacaba una caja similar a la que él le había mostrado. Lance miró la caja, miró a Lira, miró la caja y volvió a mirar la expresión de fastidio de su novia, y al entender lo que había sucedido no pudo evitar estallar en una gran carcajada.

—No te rías. Quería hacerlo yo primero, lo tenía todo pensado y ¡me has arruinado el plan! ¡No podías declararte otro día!

—Me adelanté, supongo que eso significa que te quiero más.

—¡No es justo! —Lira guardó la caja, se cruzó de brazos y le dio la espalda a Lance— Que sepas que no pienso decir que sí. Voy a ser yo la que proponga matrimonio y tú me vas a decir que sí a mí.

—Está bien, mi amor —dijo Lance mientras le abrazaba por detrás y le besaba la cabeza—. A ti te diría mil veces sí.

Lira intentó mantener el enfado pero se vio incapaz de hacerlo ante la muestra de afecto de su novio. Era cierto que le fastidiaba no haber sido la primera pero no podía negar la felicidad que sentía porque acababan de dar un gran paso en su relación. Ella alzó la mirada con una radiante sonrisa y su pareja se la devolvió antes de darle un beso que duró lo suyo, tras lo cual juntaron sus frentes y se quedaron mirándose llenos de amor y ternura.

—Te quiero mucho, Lance —susurró ella antes de darle otro beso. Él cerró los ojos y lo correspondió con mucho gusto.

—Yo también te quiero, Lira.