Aquella noche, un grito agudo atravesó los dormitorios de la clase 1A. Luego otro, y otro más.
Enid se revolvía en la cama, jadeando y chillando, cubierta de un sudor helado y golpeando la pared junto a su cama. Las sábanas crujían cubiertas de escarcha, y la ropa misma empezaba a quedarse rígida sobre su piel.
—¡No, no, no!
Ochaco fue la primera en llegar a la habitación. Jadeaba de miedo y llevaba el pijama pegado al cuerpo por el sudor, pero se detuvo en seco cuando el frío la golpeó en la puerta.
—¡Enid!
Ella había abierto los ojos. Estaba despierta, pero los lagrimones se le congelaban unos sobre otros en las mejillas mientras, con las pupilas desencajadas, la niña suplicaba ayuda enredada en su imaginación. Daba manotazos al aire, se revolvía de terror, chillaba hasta que su voz de muñeca se rompía de las peores formas entre sollozos de pura desesperación. Uraraka se volvió de lado a lado, hasta que suspiró al ver a Shoji correr en su dirección. Kirishima y Bakugo le pisaban los talones, pero Tentacole fue el primero en llegar. Trastabillando por el frío, el héroe se lanzó dentro de la habitación, se protegió los brazos con el poncho con el que dormía y abrazó a la joven.
—Enid, es una pesadilla.
Hubo una pausa. Si bien los ojos de la chica siguieron clavados en las sombras, también dejó de moverse. Se quedó temblando violentamente junto a los brazos calientes de Mezo, inmóvil, sopesando su situación. Entonces, Bakugo entró como un tren de mercancías por la puerta. Uraraka trató de detenerlo, demasiado tarde:
—¡Son las tres y veinticinco de la madrugada! —vociferó— ¡Estás en los dormitorios de la Yuei, clase 1A, cuarto piso!
Lentamente, la mirada de Enid fue recuperando brillo. Su piel dejó de enfriarse, y un suspiro largo logró romper sus llantos.
—Estoy…
Mezo se volvió hacia Katsuki, que se había quedado en la puerta. Agarraba el marco con ambas manos, con tal fuerza que hacía chirriar la madera.
—Estás bien. Estás a salvo. Estás en tu habitación, en tu cama, y Shoji te está abrazando. ¡Devuélveselo, joder!
De repente, Enid volvió en sí. Se giró de golpe hacia el rostro enmascarado de Mezo, sobrecogida, y llevó una mano a su máscara regirada. Se la colocó bien con unos pucheros infantiles pintados en el rostro.
—Gracias por venir, tú… —murmuró con un hilo de voz—. Y todos… He tenido una pesadilla. ¡Pero estoy bien!
Poco a poco, más alumnos fueron llegando a la puerta. Unos se atrevieron a entrar, otros no. Shoto fue uno de los que sí: se abrió paso junto a Mezo y encendió una de sus manos para calentarlos a ambos, que suspiraron de alivio.
—Gracias, gracias —susurraba ella—. Estoy bien…
Y, tras el susto inicial, todos fueron volviendo a sus camas. Los últimos en marcharse fueron Shoto, Mezo, Mashirao, Katsuki y Eijiro, que prefirieron esperar sentados con ella a que se durmiera de nuevo. Bakugo había tenido que quedarse fuera para resguardarse del frío, pero Fubuki se ocupó de agradecérselo a menudo con sus brillantes sonrisas.
Después de todo aquello, la vida estudiantil continuó como de costumbre. Aquella mañana, Aizawa había reunido a todos sus alumnos en los terrenos exteriores de la universidad, con la condición de que llevaran con ellos sus trajes de héroe o uniformes de gimnasia. Así que allí estaban todos reunidos, charlando entre ellos mientras esperaban indicaciones. Shoto miraba de un lado a otro con el ceño fruncido, así que Izuku acudió en su ayuda con una suave sonrisa.
—¿Qué pasa, Todoroki?
Él cruzó una breve mirada con Katsuki, que estaba también inquieto, pero acabó volviéndose hacia el chico con su habitual expresión impasible.
—Busco a Enid.
Midoriya suspiró una sonrisa. Desde aquella primera tarde en los dormitorios, en la que Katsuki y Shoto habían ayudado a la chica a instalarse, Todoroki prácticamente la había adoptado y se había encargado, personalmente, la misión de protegerla. De hecho, el propio Bakugo parecía menos dispuesto a pelearse con ella que con el resto. Algo habría pasado en aquella reunión… y Izuku se moría por saber el qué.
La llegada de los profesores distrajo los pensamientos del chico. Aizawa y All Might charlaban con Enid, que andaba entre ellos con la chaqueta del uniforme de gimnasia echada sobre los hombros para protegerse del sol. Sonreía de oreja a oreja, como de costumbre, y se toqueteaba los puños de hierro de las manos mientras hablaba. Además, se había encargado de añadir coderas y rodilleras a su uniforme y unas pesadas botas de suela de metal. Bajo la luz de la mañana, el cabello de la joven refulgía hasta un punto cegador.
Al verla, Shoto relajó los hombros y la saludó. Ella se iluminó como un lucero, emocionada, y olvidó su conversación con sus superiores para correr hasta él y abrazarlo.
—¡Hola, hola!
Izuku dio un paso atrás para darle espacio, pero la chica parecía de buen humor y se volvió hacia él sin perder la sonrisa. Lo saludó con la mano y se volvió hacia All Might, que le sacudió el pelo de camino al frente de su clase. Shouta, que se le había adelantado, se colocó allí con las manos en los bolsillos y su usual expresión cansada.
—Bienvenidos, alumnos. En el ejercicio de hoy, trataremos la improvisación y aplicación de tácticas en combate.
—Para ello —asentía el antiguo símbolo de la paz—, ¡os enfrentaréis unos a otros en duelos como el del festival deportivo! Para hacer una demostración, empezaremos con Fubuki y Kirishima. ¡Acercaos!
Su sonrisa calmada se opuso al súbito silencio de sus alumnos. Hubo miradas incómodas, alguien tragó saliva. Fubuki, por su lado, levantó ambos brazos al aire.
—¡Sí, yo voy primera! ¿Quién es Kirishima?
Eijiro miraba a Katsuki en silencio, aunque no lograba que su amigo le devolviera el gesto. Así que se frotó el cuello y suspiró.
—Yo… Soy yo.
Finalmente, dio un paso adelante y le tendió la mano mientras ella se quitaba la chaqueta. ¿Iba a… tener que pegarse con ella? ¿Cómo iba a golpearla, sin más? Las coderas y rodilleras no harían mucho para protegerla. Y los puños de hierro… bueno, no le resultaban una gran amenaza, tampoco.
Por eso, cuando se hubieron colocado en medio de la pista en silencio y su profesor hizo sonar el silbato, Eijiro no esperó que Enid se lanzara contra él como una exhalación.
Desconcertado, el chico retrocedió y endureció sus brazos para protegerse. Aun así, la chica se agachó, se deslizó junto a él sin tocarlo, y lanzó una patada contra sus rodillas. Kirishima perdió el equilibrio y tuvo que endurecer las piernas con un gruñido, tras lo que se giró violentamente y lanzó un puño que conectó en el pómulo de su oponente. Aun así, ella no se movió un ápice y mantuvo los pies clavados en el suelo. Así que era más dura de lo que parecía... Sin embargo, Enid esbozó una mueca y torció los labios al notar un sabor metálico llenarle la boca. Ah, no. Se había mordido la lengua… No sangraba demasiado, pero sería lo suficientemente molesto como para distraerlos a ambos. Retrocedió lentamente, con cautela, relamiéndose para eliminar el reguero rojo que le bajaba por los labios.
Mientras la miraba alejarse, Izuku se relajó y acabó sonriendo. Llevó una mano al brazo de Tenya, que todavía no se atrevía a mirar.
—Ida. Saben lo que hacen. Mira.
Enid había dejado entre ella y Red Riot una distancia prudencial. Como él había endurecido las piernas, no osó avanzar: ella era más rápida, y recibiría otro golpe por detrás. Así que esperó… y ella se lanzó de nuevo contra él. Seria, callada, con los ojos chispeantes clavados en su objetivo. Un gancho conectó con la guarda del rostro de Kirishima, luego el rodillazo le golpeó el vientre, le arrancó un gemido y lo forzó a endurecerse también allí. Aun así, con aquel ataque Fubuki perdió mucho tiempo, lo que le costó un puñetazo en un costado que apenas logró doblarla ligeramente sobre sí misma. Acabó retrocediendo de nuevo, arrastrando las botas para alejarse de Ejiro con los dientes manchados de sangre serrados con fuerza. Katsuki chasqueó la lengua.
—Se está haciendo la tonta —siseó. Denki, a su lado, arqueó una ceja, pero el chico no añadió nada más.
Varios ataques después, Kirishima empezó a desesperarse. Enid se lanzaba contra él como un rayo, intercambiaba golpes, y se alejaba sin un solo rasguño. Él lograba pegarle a menudo, pero ella ni siquiera se encogía cuando lo hacía. Era como pelear contra una pared, y por un momento recordó su duelo contra Tetsutetsu. Pero, en teoría, él era más fuerte...
Oh.
Oh, no.
Al sentir que le fallaban las fuerzas, el chico cargó desesperado contra su oponente con la cabeza por delante. Enid era menos fuerte, sí… pero mucho más resistente.
—¡Pelea como un... ! ¡Pelea!
Ella lo esquivó como una exhalación y lanzó un taconazo a sus gemelos, lo que logró tirarlo de rodillas al suelo con un gemido. Le agarró el pelo para levantarle la cabeza, mientras él gruñía en un titánico esfuerzo por mantener su singularidad activa.
—Ríndete —intentó Enid. Él abrió y cerró la mandíbula con un chasquido y se retorció para darle un codazo en las piernas, que al conectar le ganó tiempo para levantarse.
—¡No!
Ella retrocedió de nuevo, esta vez más despacio. Se mordió el labio.
—Lo siento.
Y ese fue el momento. En el instante en el que Kirishima se deshinchó con un suspiro, cuando su piel volvió por un segundo a su estado usual, Fubuki cargó hacia adelante con una fuerza que no había mostrado antes. Levantó una suela de hierro a la altura del rostro de Eijiro, pero un grito de Aizawa le obligó a bajarla:
—¡Fubuki!
Ella chasqueó la lengua, pero aprovechó el pisotón al suelo para impulsarse y lanzar una mano a la guarda del rostro de su oponente. La agarró y tiró de ella; la guarda se desencajó, pero el tirón fue suficiente para hacer trastabillar al chico.
Entonces, un puño de hierro impactó en el pómulo blando de Eijiro con un crujido desagradable. Kirishima tropezó y trató de huir, sintiendo la sangre pegajosa bajarle por la mejilla, pero Enid había tomado el control: un golpe en la cara, otro en el vientre, un pisotón en la rodilla, un gancho en el costado. Poco a poco, el joven perdía el aliento, bloqueando como podía sin la ayuda de su don. Trató de empujarla, hacerla retroceder para ganar espacio, pero ella no cedió un solo centímetro. Tan solo siguió golpeándolo. Vientre de nuevo, rodilla, cara; luego agarró el cuello del chico y, con un rugido desgarrador, dio un pisotón y estrelló a su oponente contra el suelo.
El grito de Kirishima acuchilló un campo que se había quedado en silencio.
Una vez le volvió el aire a los pulmones, Eijiro boqueó desesperado. Cerró los ojos, pero no fue capaz de levantarse. La clase A seguía muda.
Sin siquiera darle a sus alumnos la oportunidad de hablar, Shouta avanzó hasta el centro del campo. De mientras, Enid se había agachado junto a Kirishima. Le acariciaba los brazos, preocupada, y aprovechó el frío de sus manos para aplicárselo sobre los golpes.
—Perdón, perdón… ¿Estás bien? Ha... sido divertido, ¿no?
Él tosió el polvo que le había entrado en los pulmones y se frotó el cuello enrojecido.
—Lo… ha sido. Te he subestimado, ¿eh?
Poco a poco, logró levantarse con ayuda de su compañera y de All Might. Eraserhead los siguió con la mirada, hasta que se aseguró de que su alumno podría mantenerse en pie hasta el final de la clase. Luego le hizo un gesto a Fubuki para que se acercara. La chica volvió a ponerse la chaqueta sobre los hombros, acalorada, y se colocó a su lado obedientemente irguiendo la espalda. Katsuki sonreía mirándola. ¡Ni siquiera jadeaba! Tenía sangre en el labio, estaba sucia y arañada, pero sonreía tanto como nada más llegar. Aquella chica era increíble.
—Lo que voy a decir no será una sorpresa para Todoroki y Bakugo —empezó Aizawa con los brazos cruzados—, pero Enid no viene de ninguna otra universidad. Los dos años que la separan de vosotros, Fubuki los ha pasado en el ejército.
Al principio, hubo un silencio anonadado. Poco después, sin embargo, las palabras del profesor calaron y la clase estalló en gritos y preguntas. Enid se encogió un poco con timidez, pidiéndoles paciencia con las manos, retrocediendo poco a poco. Por su lado, Aizawa se encargó de hacerlos callar con un gesto.
—Fubuki sabe que su singularidad es menos dura que la de Kirishima, así que se ha encargado primero de agotar su endurecimiento. Para eso, lo ha golpeado por todo el cuerpo para obligarlo a forzarse. De ahí, ha esperado a que su rival se cansara para atacar. Kirishima se ha confiado, y por eso ha reaccionado tarde. —Dio un paso atrás y se llevó la mano a la bufanda, pasando la mirada penetrante por cada uno de sus alumnos—. Nunca subestiméis a vuestros oponentes.
—
En las piscinas cubiertas de la UA, Neito Monoma y Haru Uzusame iban a pasar una clase un poco diferente. Dejaban su ropa sobre los bancos junto al agua, en silencio, mientras el chico albino taladraba el suelo con la mirada. El rubio carraspeó y se irguió para hinchar el pecho, esbozando una de sus enormes sonrisas con un gesto dramático de las manos.
—¡Bueno! Cuéntame, ¿qué tengo que saber?
Haru se volvió hacia él rotando los hombros para calentar, ignorando por completo su presencia con gesto distraído. Estiró los brazos, dejando que los ojos se le perdieran por la superficie del agua y los músculos de su espalda se contrajeran y relajaran. Contra la luz blanquecina que se colaba por las ventanas, la piel lechosa del chico parecía más pálida que nunca, y Neito se descubrió admirando aquellos colores. Haru se miró las manos.
—No sé mucho. En el registro puse "Corrientes". Puedo… dirigir el agua, pero no sé cómo lo hago. La empujo con la mano… —Chasqueó la lengua y sacudió la cabeza—. Déjame enseñártelo.
Le dirigió una rápida sonrisa y trotó hasta la piscina. Estiró también las piernas, que se había cubierto con unos pantalones de neopreno, y se tiró al agua con un salto elegante. Monoma sonreía: aquel chico tenía una forma de moverse muy parecida y, al mismo tiempo, muy distinta a la suya. Se movía como un bailarín de ballet, con el mismo dramatismo que él pero con todo el recogimiento que Monoma no tenía. Eran dos actores, y eso le gustaba.
Así que se metió en la piscina tras él, mucho más despacio, mientras el chico iba colocando pesas en el fondo y boyas en la superficie. Era obvia la habilidad que tenía en el agua: se movía donde quería, cuando quería, incluso sin usar su singularidad, con tanta elegancia y naturalidad como lo hacía en tierra firme. Una vez hubo terminado, Uzusame empujó suavemente el líquido frente a él con una sola mano. Un pequeño remolino chapoteó junto a sus dedos y, después, una suave corriente empujó parte de las boyas y trazó una curva hasta el pecho de Neito. Él asintió y recogió los juguetes para apartarlos de su cuerpo.
—Así que no se mueve toda la piscina, solo lo que tú quieres.
El otro asintió. Cuando lo hacía, se encogía un poco de hombros con un estremecimiento, actitud que no había pasado desapercibida para su compañero. ¿Aquello era timidez… o miedo? Neito se acercó a él, se sentó en la escalera con un breve resbalón y lo miró con una de sus sonrisas torcidas. Cuando estaba solo, estas adquirían un destello cómplice extrañamente cálido. Al principio, Haru no se había fiado de él. Pero aquella enorme sonrisa traviesa… le hacía sentir seguro, por alguna razón. Así que entrelazó los dedos de ambos y tiró con firmeza para impulsarse y sentarse a su lado.
Monoma sintió un suave escalofrío. A veces, las singularidades que tocaba provocaban un "vacío". La de Haru no había dado ese resultado, por supuesto, pero de algún modo le creaba la misma sensación pesada en el estómago. Abrió y cerró los dedos, pensativo, y llevó una mano al agua para crear una pequeña corriente en zigzag con un gesto de los dedos. Su compañero dio un respingo.
—No sabía que podía hacer esos ángulos tan cerrados.
A Neito se le escapó una carcajada.
—Y por eso entrenas conmigo, claro. Ahora… —Frunció el ceño, mirándose las manos con gesto dubitativo. Luego probó a salpicar con los pies, sin resultado—. Bueno, es algo con la punta de los dedos, eso esguro. Hay un cosquilleo cuando uso tu singularidad, luego pican… como si les hubiera dado un golpe. ¿Entiendes?
Haru asentía, atento, cuando él le mostró un dedo con la punta enrojecida. Nunca había experimentado demasiado con su singularidad, así que cada palabra de Neito le resultaba tan nueva a él como a su compañero. Sí; ahora que lo decía, era más cosa de la punta de los dedos que de la palma. Y no, no funcionaba con los pies… aunque él nunca lo había intentado.
—Me recuerda… —continuó Monoma—. A la singularidad de ese engreído de la clase A. —Soltó una fuerte carcajada al recordarlo y, con un gesto dramático, se llevó una mano a la frente—. Con ese tempreamento, solo cabe imaginar el tipo de gente que hay en esa clase…
Se echó a reír histéricamente, en parte por relajar el cuerpo rígido de Haru. Finalmente, el joven acabó soltando también una risita melódica, que resonó en el silencio junto al agua. Dejó caer lentamente los hombros.
Así que… ¿explosiones? Uzusame nunca lo había mirado así. Levantó las manos, mirándoselas como si fuera la primera vez que las veía. Pensándolo así… sí, sentía un chisporroteo en los dedos cuando usaba su don.
—¿Crees… que puedo hacer algo útil con este don?
Neito parpadeó, pillado por sorpresa, pero acabó dándole un golpecito en el brazo y abrió los brazos de par en par.
—¡Claro! —exclamó, tal vez demasiado alto. Una sonrisita tiró de nuevo de las comisuras de los labios de Haru. Monoma resbaló de la escalera y se dejó caer al agua, tras lo que utilizó su nueva singularidad para crear un circuito y atraer hacia sí algunas boyas—. ¡Es muy precisa! Salvar a gente que se ahoga, neutralizar villanos acuáticos, evitar huidas, desatascar barcos de canales de comercio… ¡o crear torbellinos! Si lo trabajas conmigo, y con Número 13, acabarás haciéndote muy poderoso.
El chico se quedó callado unos momentos. Se pasó una mano por el pelo blanco, del que le caían gotitas frías en la cara. No.. No era una singularidad muy llamativa ni útil fuera del agua. Pero, si lo pensaba un poco… ¿cuántos héroes profesionales lo eran dentro de ella? Así que suspiró y se metió de nuevo en la piscina con un chapoteo para seguir entrenando.
La singularidad de Neito fue lo único que iba recordando a ambos nadadores el paso del tiempo. Bailaban, experimentaban en el agua, cada uno con su elegancia, y se familiarizaban con las Corrientes. De hecho, hubieran continuado durante horas si Kendo y Tetsutetsu no hubieran ido a buscarlos. Para entonces, ambos alumnos se habían sentado en el borde de la piscina para descansar y beber agua, y charlaban animadamente: Monoma se quedaba a poco de caerse a cada gesto dramático que hacía, y Haru reía con él, sus carcajadas resonando en el gimnasio vacío.
—¡Eh, Haru! —vociferó Tetsutetsu al llegar, levantando una mano—. ¡Hola!
El chico dio tal brinco que perdió el equilibrio y resbaló sobre el borde, directo al agua. Monoma estalló en carcajadas y le guiñó el ojo a un colorado Haru que asomaba tímidamente la nariz por encima de la superficie, sus cejas blancas llenas de gotitas que le caían por la nariz mientras fijaba la mirada violeta en los recién llegados.
—Así que Tetsutetsu, ¿eh?
—Cállate —siseó él. Itsuka fingió no haber visto nada cuando llegó junto a ellos. Esperó pacientemente a que Haru volviera a subir al borde de la piscina, no sin antes pillar a Tetsutetsu admirando su cuerpo de nadador chorreando agua. Vaya dos.
—El profesor Vlad King nos ha pedido que viniéramos a buscaros —explicó—. Ya os toca volver a incorporaros a las clases.
Ellos asintieron. Con una mueca, Uzusame se volvió a meter en el agua y se hundió con movimientos delicados hasta el fondo. Con un violento gesto de su singularidad, una potente corriente de agua sacudió la piscina y arrancó los pesos del fondo para mandarlos de vuelta a las manos de su dueño. Monoma hizo lo mismo con las boyas, y pronto ambos salían a secarse.
Tetsutetsu corrió junto al joven albino, inclinando el cuerpo hacia adelante para mirarlo mientras el otro hacía todo lo posible por esconderse dentro de su toalla.
—¿Ese es tu don? ¡Qué guay! Yo en el agua me hundo, tío, es imposible. Necesito manguitos hasta en los pies. Oye, ¡molan tus dientes! Son así afilados, como los míos.
Se los mostró en una enorme sonrisa, y Haru no pudo evitar estallar en carcajadas.
—
Aquella noche, Enid y Katsuki se quitaban los uniformes de camino a los vestuarios. La chica estiraba los brazos para quitarse las coderas, canturreando distraídamente para sí. Bakugo se miraba las manos.
—¿Estás bien? —inquirió. Levantó la mirada a la gota de sudor helado que le bajaba por la sien a su compañera. Ella se la limpió con la manga con un gesto rápido del cuello.
—¡Sí, sí! —sonrió—. No te preocupes por mí.
Enid tenía TEPT. El estrés postraumático era una condición peligrosa para un héroe pero, por desgracia, también muy común. En cuanto se había enterado, Aizawa había puesto en marcha un entrenamiento especial para ayudarla a sobrellevarlo mejor: ponía a pelear contra falsos objetivos a Bakugo, con su falta de autocontrol, y a Fubuki, con sus desmedidas reacciones de pánico a las explosiones.
Pero ella había aprendido a pedirle mesura, y él había aprendido a tratar sus crisis.
Cuando llegaron a la sala común, la pareja se cruzó con Eleonora y Eraser Head, que volvían de sus habituales paseos nocturnos. En ellos, al parecer, ponían en común sus experiencias con los alumnos… lo que debía ayudarlos a mejorar. Al verla, Eleonora se acercó a Enid con una de sus sonrisas maternales.
—¡Fubuki! ¿Cómo estás? ¿Qué tal los entrenamientos con Todoroki y Bakugo?
Ella le cogió la mano como una cría mientras se acercaban al portal.
—¡Bien! Katsuki es muy bueno conmigo. Shoto está aprendiendo mucho a regular su temperatura, ¡y yo voy aprendiendo a sobrellevar el calor!
—Estamos trabajando en hacerte algunos objetos de apoyo para eso —intervino Aizawa sin perder de vista a Katsuki, que refunfuñaba—. Llevarás unos como los de Shoto para poder regular tu temperatura corporal a un nivel aceptable, tanto para ti como para el resto, para evitar accidentes.
Ella asentía, con la expresión ausente que le era común después de entrenar con Bakugo, pero se acordó de sonreírles a sus superiores.
Poco después, se habían asentado todos en la zona común de los dormitorios. Eleonora cenaba junto a Hanta, que le había comprado algunos productos veganos para poder compartir con ella. Desde que se había enterado de que la mujer lo era, se había encargado de encontrar productos para que no le faltara de nada en su nuevo hogar.
—A propósito… —intentó el chico, mirando de reojo a Morpher.
La criatura había tomado forma humana aquella noche. Piel translúcida, ojos violetas y la media melena negra que le caía sobre la nuca. La exasperante inexpresividad de aquel joven clamaba a gritos que no, no podía ser humano. Se había sentado en el sofá junto a su compañera (¿y qué significaba eso de que eran "compañeros", de todas formas?), con las piernas algo abiertas e inclinado hacia la comida, pero con la mirada perdida en la nada. Sero se humedeció los labios y se volvió hacia Eleonora.
—¿Morpher… come?
—
Haru Uzusame (陽渦鮫)
Edad: 18
Don: Corrientes
Este don permite trazar corrientes de agua "empujándola" con la punta de los dedos. Los circuitos que puede dibujar con estas corrientes son muy precisos, pero no la cantidad exacta de agua que mueve. No está muy desarrollada todavía, pero parece que tiene potencial.
Altura: 1,76m
