El mes de octubre llegó aún más frío de lo esperado para el alumnado de Hogwarts. Una súbita tonalidad cenicienta había teñido el ambiente a mediados de mes. Aquello era algo que nunca había visto Rose en cualquiera de los cursos anteriores. El cambio de tiempo, porque para el cambio de estación aún quedaban meses, había sido inesperado. Había pasado casi sin que Rose se diera cuenta; una tarde había estado con Albus charlando en los jardines bajo el cobijo de un árbol que aún tenía algunas de sus hojas y a la mañana siguiente, todo el césped había amanecido escarchado.
Por suerte para ella, aún no había nevado. Apenas habían podido disfrutar de los cálidos días que el otoño trae conseguido cuando ya había tenido que ponerse a buscar en su baúl la bufanda que su abuela Molly le había tejido para ese curso. La lana era muy suave, de un color azul hortensia que iba a juego con el color de sus ojos, al menos eso era lo que le había dicho la anciana en la cocina de la Madriguera.
A Albus le había tejido otra igual en tono verde esmeralda, pero Rose dudaba de que el chico la hubiera estrenado ya. A él siempre le gustaba más cuando la abuela le tejía el jersey de Navidad que nunca faltaba.
Rose iba caminando por los pasillos con rapidez en dirección a la biblioteca. Después de la clase de pociones en las mazmorras, se había destemplado aún más por lo que se había convencido de que si aceleraba el paso, entraría en calor antes. El frío en esa zona del castillo era aún más acusado. Por mucho que le gustase la asignatura, siempre le costaba mucho concentrarse por culpa del frío.
En el tercer piso, casi cuando había llegado a su destino, un grupo de alumnos de su casa se cruzaron con ella, interceptándola rápidamente. Rose no estaba segura si aquel grupo de alumnos era de tercero o de cuarto pero como buena prefecta, disimuló lo mejor que pudo.
—Weasley, perdona. ¿Podemos hablar contigo un momento?
Rose se detuvo a desgana. Quería llegar cuanto antes a la biblioteca, la pelirroja sabía que no importaba lo tarde que apareciera por allí, pero le había pedido tarea extra al profesor de Pociones para practicar de cara a los ÉXTASIS. Rose quería ponerse cuanto antes con ello para tener el fin de semana completamente libre. Aún era martes, la semana se le estaba haciendo bola nada más empezar. Rose puso su mejor sonrisa, estaba cansada de tratar con el resto del alumnado de Ravenclaw sobre aquel tema pero no quería que los chicos lo notasen.
—Sí, claro. ¿Habéis tenido algún problema con alguien? ¿Con algún profesor?
Se miraron entre ellos. Rose sonrió mentalmente, podía oler el miedo que tenían al hablar con ella. Rose tenía su respuesta preparada, no le había quedado otra después de lo que había ocurrido a finales de septiembre. El más alto de los chicos, que estaba detrás del que había hablado primero, fue quien se atrevió a hablar esta vez.
—Queríamos preguntarte por las pruebas de selección de quidditch…¿el puesto de cazador está libre, verdad?
El grupo de chicos la miró nervioso, la pelirroja se fijó en que detrás del chico alto, había una chica. La única chica del grupo. Rose sabía que le iban a preguntar por ese tema. Uno de los cazadores del equipo de Ravenclaw había decidido en el último momento que prefería centrarse en mejorar sus notas de cara al curso siguiente cuando le tocase enfrentarse a los ÉXTASIS. Rose no le culpaba, quizás ella hubiera hecho lo mismo. Por Circe, ella había pensado en dejar el equipo siendo la capitana sin ningún tipo de excusa.
—Sí, una de las plazas está libre. ¿Te quieres presentar?
Rose miró directamente a la chica que seguía intentando esconderse detrás del chico alto. En un primer momento la había confundido con un chico. La muchacha tenía el pelo corto con dos mechones rubios enmarcando su rostro. Rose sonrió, aquello le recordaba a alguien. Al igual que Rose, ella también llevaba el pantalón del uniforme en vez de la falda. Rose admiraba a aquellas chicas que, al contrario que ella, eran capaces de pasar todo el invierno llevando falda y medias.
El chico alto se apartó, se parecía mucho a la chica aunque más atlético. Todos la miraron, emocionados.
—Me gustaría intentarlo, sí. Ya estoy en tercero, ¿puedo, verdad?
—Claro. Las pruebas son este viernes. No habéis sido muchos los que os habéis interesado por el puesto, me alegra que te animes. Los capitanes aún estamos encajando horarios. No te puedo decir a qué hora se llevarán a cabo las pruebas de Ravenclaw pero en cuanto lo sepa, lo pondré en el tablón en la sala común. ¿Ninguno de vosotros se quiere presentar?
Rose vio como esta vez, todos miraban al chico más bajito, el que había hablado primero. Sin embargo, algo le decía que el chico no las tenía todas consigo.
—A mí me gustaría probar para ser golpeador pero el puesto está cubierto…
Rose se acomodó el maletín en el hombro de nuevo.
—Sí, el puesto está cubierto pero si quieres, puedes acudir a las pruebas.
Hugh Jones, uno de los golpeadores, estaba en su mismo curso. El año que viene el puesto quedaría libre así que podría ser una buena oportunidad para que Hugh viera si el chico tenía lo que hacía falta.
—El año que viene el puesto quedará libre, quizás así te ayude a estar más tranquilo. ¿Cómo te llamas?
—Adain, Adain Rees.
Rose pensó que aquel nombre era muy apropiado para alguien que quería formar parte del equipo de quidditch.
—¿Y tú?
Rose se dirigió a la chica, sonriendo. Su ánimo había mejorado notablemente.
—Sammy Lees.
—Vaya, menuda coincidencia. Pues a lo largo de esta semana, como os he dicho, pondré en el tablón de la sala común la hora a la que se llevarán a cabo. Los demás, aunque no queráis presentaros, no hay problema alguno en que vengáis a animar a vuestros amigos. ¿Tenéis alguna duda más?
El grupo no dijo nada más, solo movieron la cabeza negando. La verdad, es que parecía de verdad que no tenían nada más que hablar con ella. Rose pensó por un momento que tal vez el grupo estaba esperando a que ella apareciera por ahí. Rose se despidió con un gesto de la mano antes de cambiar de hombro el maletín.
El grupo fue en dirección contraria, con suerte, volverían a la sala común. Rose se giró al escuchar cómo entre todos animaban a Sammy por haberse animado a participar. Estaba segura de que los vítores se podrían escuchar desde la biblioteca. Rose reanudó su camino.
Llegó a la biblioteca, la señora Pince estaba ahí, como cada día. La mujer levantó la mirada de su lectura para saludarla con un asentimiento de cabeza. Rose correspondió de igual modo. Por consejo de su madre, se había comprometido a ser educada con la señora. Al igual que McGonagall, la señora Pince tenía en alta estima a su madre aunque por la cara de asco que la mujer tenía permanente, no lo parecía.
La biblioteca estaba medio vacía. Rose no estaba sorprendida, aunque aún quedaban un par de horas antes de que la biblioteca cerrase, no era hora punta. Fue por el lateral izquierdo sin llamar apenas la atención del resto de alumnos que estaban allí estudiando. Pasó por la Sección Prohibida cuando por fin le vio. El rubio aún no había reparado en ella por lo que Rose optó por bajar el ritmo para no hacer demasiado ruido y no alertarle.
Había habido un ligero cambio en la relación que tenían, al menos en aquellos ratos que compartían en la biblioteca lejos de ojos ajenos. Fuera de la sala, seguían siendo prácticamente dos desconocidos para el resto, actuaban como si nunca hubieran compartido una palabra en su vida.
Ahora, y desde hacía un par de semanas, se sentaban juntos en la misma mesa para estudiar.
Un día Rose había llegado más tarde de lo normal, tal y como había ocurrido hoy, para encontrarse con que Scorpius en vez de estar en su mesa de siempre, se había sentado en la anterior a la que él acostumbraba a ocupar. A Rose le había gustado la iniciativa del chico, se había tomado aquello como una invitación para sentarse al lado del rubio y había decidido ir a su lado en vez de en la mesa que tan bien conocía.
El chico estaba enfrascado en la lectura, abstraído completamente del mundo. Rose se sentó a la derecha, al otro lado, el rubio había dejado su maletín y la capa.
El chico continuó leyendo sin mirarla aunque fue el primero en hablar.
—Pensé que hoy ya no te vería por aquí. No te vi tampoco en el Gran Comedor a la hora de la comida.
Rose se quitó la capa, colocándola en el respaldo de la silla. En la biblioteca había una temperatura agradable por lo que decidió quitarse también la bufanda. Rose abrió el maletín mientras buscaba las notas que había tomado durante la clase de Pociones. El profesor Kudrow era muy buen profesor pero a veces se pasaba con tanta teoría.
—Hagrid me invitó a ir a tomar el té con él. Le pedí más tarea al profesor Kudrow, ¿al final te animaste tú también?
Scorpius asintió pasando otra hoja del libro que tenía entre las manos. Cuando estaban juntos en esos momentos, ambos habían sobreentendido que tenían que actuar como si cada uno estuviera pendiente de sus tareas. En la biblioteca, eran escasas las veces que podían hablar con la misma comodidad como cuando se encontraban de noche en algún lugar del castillo.
Los encuentros entre los dos habían continuado. Rose había descubierto que el rubio no era tan prepotente ni misterioso como hacía aparentar. Incluso en aquel mes escaso que llevaban hablando, creía que el chico había dejado de ser tan hermético con ella. Quizás era una sensación y nada más, pero le notaba más cómodo a su alrededor que aquella primera noche en el lago.
Estaban lejos de ser amigos pero Rose había llegado a la conclusión de que tampoco le importaba si el rubio alguna vez llegaba a formar parte de sus amistades.
Scorpius, por su parte, había descubierto que disfrutaba de la compañía y de las conversaciones que compartía con la pelirroja. Aunque aún tenía sus dudas respecto a dónde iba a parar esto que tenían entre manos, había llegado a compartir con la chica algunas cosas de las que únicamente era conocedor Alexander. Ese último dato no se lo había dicho a Rose, pero tampoco quería parecer desesperado por algo de contacto humano.
Scorpius era consciente de que no sólo Rose, sino prácticamente todo el colegio, sabía que él no tenía amigos. Era un soplo de aire fresco tener alguien con quien hablar que no fuera su primo.
—Tengo que entregarle una muestra de filtro de muertos en vida a lo largo de la semana que viene. ¿A ti que te ha tocado hacer?
Rose estaba pasando a limpio las anotaciones, ordenándolas para que después, cuando se pusiera a hacer la poción, pudiera seguir el orden correcto. Dejó de escribir acariciando con la pluma sus labios.
—Me ha tocado hacer la misma poción.
Compartieron una breve mirada antes de volver cada uno a sus cosas. Rose continuó escribiendo mientras Scorpius proseguía la lectura. A veces se exasperaba, no llegaba a entender su propia letra. Rose acercó la mirada para leer lo que había escrito con letra minúscula en uno de los márgenes. Scorpius volvió a hablar.
—Podemos hacer la poción juntos. Juntando tus notas con las mías, si es que algún día llegas a poder leerlas.
Rose le miró con ganas de querer matarle. El rubio sonreía pero su mirada no había abandonado el libro. Scorpius pasó otra hoja más fingiendo inocencia. Sabía que la pelirroja estaba intentando matarle con la mirada. Scorpius se había fijado en las clases que compartía con ella que aquel era un gesto que la pelirroja hacía muchas veces, aunque siempre dirigido a Albus Potter.
Scorpius se mordió el labio inferior, nervioso. No tenía ninguna tarea pendiente pero había estado esperando a la chica en la biblioteca. Suponía que en algún momento de la tarde la pelirroja aparecería por allí. Necesitaba hablar con ella. Bueno, necesitar no, necesitar era una exageración, pero quería hablar con la pelirroja sobre algo que llevaba varios días en su cabeza para saber su opinión.
Scorpius comenzó a mover la pierna. Había conseguido evitar pensar en aquella situación durante todo el día pero ahora, con la pelirroja a su lado, el momento había llegado. Solo quedaba esperar a que la oportunidad surgiera sola.
Scorpius miró de reojo a la chica, que había vuelto a ponerse con su tarea. Él ya no podía volver a concentrarse en la lectura así que cerró el libro. Su pierna no dejaba de moverse haciendo que la mesa se tambalease ligeramente. Decidió buscar algún otro libro para leer en su maletín. Solamente en los días que se encontraba así de ansioso se atrevía a sacar el libro de su madre del cuarto en Slytherin pero su mente ahora mismo no necesitaba cuentos de hadas. Entre sus pertenencias estaba la cajetilla de tabaco aunque ahora mismo no le apetecía salir a fumar. Prefería quedarse allí con la chica a pesar de que no se atreviera a contar lo que le pasaba.
Scorpius se recostó en la silla dejando el maletín abierto sobre la mesa.
—¿Se puede saber qué te pasa, Scorpius?
Rose había dejado de escribir aunque no había levantado la pluma del pergamino. Miraba al rubio intensamente como queriendo leerle la mente. Aunque tratándose de Scorpius, conseguir hacer eso era prácticamente una misión imposible.
—Nada.
Rose se irguió, posando la pluma sobre la mesa.
—Intenta convencer a otro de que no te pasa nada. Estás nervioso, no dejas de mover la pierna. ¿Estás nervioso por lo de pociones?
Scorpius la miró confuso.
—Quizás el profesor Kudrow se ha olido algo al haberle pedido ambos que nos diera clases extra pero por mí no tengo problema en trabajar juntos.
Scorpius se relajó. Aunque lo que había dicho antes de hacer la poción juntos lo había dicho a broma, parecía que Rose se lo había tomado en serio. Scorpius se dio cuenta de que en realidad no le importaba trabajar con la chica. La idea de pedir clases extra se les había ocurrido a principios de octubre en una de las salidas nocturnas a la guarida secreta, antes de que empezara a hacer tanto frío.
—No había pensado en eso la verdad pero sí, podemos hacer la poción juntos. Aunque sin probarla el uno en el otro, por favor.
Rose puso los ojos en blanco. Comenzó a guardar las notas en orden. Parecía que Scorpius tenía algo que decir. El rubio seguía moviendo la pierna de un modo tan intenso que Rose estaba segura de que llegaría a abrir un boquete en el grueso suelo de piedra.
—No, eso no. Pero en serio, Scorpius. ¿Qué te pasa?
Rose se cruzó de brazos apoyándose en la mesa. Scorpius despertaba mucha curiosidad en ella, tanta, que a veces le daba miedo pasarse de intensa con sus preguntas. Scorpius tenía un ritmo muy diferente al de cualquiera de sus amigos.
Scorpius tomó aire. No era tan difícil, no era la primera vez que hablaban de temas más o menos serios. Y aquello que le estaba torturando por dentro desde luego que no era el peor tema del que podían hablar, menos aún con la pelirroja.
—Tengo una duda. Y necesito, bueno, más bien quiero, tu consejo.
Rose miró alrededor. Como era costumbre, nadie sabía que estaban ahí. Se giró en la silla para así poder encarar al chico. Scorpius hizo lo propio, intentando controlar el movimiento de su pierna poniendo la mano sobre su rodilla.
—Soy todo oídos. ¿Es algo grave?
Scorpius miró al suelo. Lo que ocurría no era para nada grave, algunos lo tacharían de ser una tontería. El chico se sentía ligeramente mal por preocupar a la pelirroja innecesariamente. El rostro de la chica mostraba cierta inquietud que no ayudaba en nada a sus nervios.
—No es grave, no te preocupes. Puedes estar tranquila, Rose. Probablemente te parezca una tontería pero necesito una segunda opinión.
—Dime. No sé si te serviré de ayuda pero bueno.
—Estás completamente capacitada para ayudarme. Verás, bueno...a ver cómo lo digo…
Scorpius sabía que se estaba yendo por las ramas. No podía evitar pensar las cosas demasiado y estaba confundido. Esperaba que Rose, dentro de todo lo imparcial que ella podía llegar a ser, le ayudase a aclarar un poco la mente. La chica le había demostrado que era no sólo muy observadora sino también muy buena oyente.
—¿Scorpius? ¿Sigues aquí?
Rose le estaba pasando la mano por delante de los ojos intentando que el chico volviera a la dimensión en la que se encontraban. Scorpius volvió en sí.
—Eh, sí, sí. Mira, lo que pasa es que... estoy pensando en presentarme a las pruebas de quidditch para guardián.
Lo último lo había dicho muy rápido, casi atropellándose. La chica abrió mucho los ojos a la par que sonreía ampliamente.
—¡Eso sería muy buena idea, Scorpius!
Scorpius la miró confuso, no se esperaba una respuesta afirmativa. Mucho menos una tan efusiva.
—¿De verdad lo piensas? Alexander y tu primo llevan comiendome la cabeza desde casi principios de curso con el tema…
—¿Tienes el visto bueno de Albus? ¡Entonces es que tienes que ser muy bueno! De otra cosa no, pero de quidditch mi primo sabe un montón. ¡¿Te vas a presentar, no?!
—No lo sé.
—¿Por qué no? ¿Qué es lo que te da tanto miedo miedo para que estés dudando así, Scorpius?
Scorpius volvió a bajar la mirada al suelo. Se rascó la frente inquieto. Había llegado el momento de reconocer en voz alta lo que más temía de presentarse a las pruebas de selección. En ese momento Scorpius se dio cuenta de que se sentía más cómodo contándoselo a Rose que en cualquiera de las otras veces en las que había estado hablando del tema con Alex.
—Me da miedo ser el hazmerreír del colegio. Más aún, quiero decir. -Scorpius bajó la voz acercándose ligeramente a Rose - ¡Imagínate lo que dirán por ahí si me sale mal la prueba!
Rose se acercó a él, hablando en un susurro.
—¿Y desde cuándo te ha importado lo que los demás digan de ti, Scorpius? Piensa en todo lo que puedes ganar si consigues la plaza.
Scorpius volvió a mirarla confundido.
—¿Qué quieres decir?
—Puede ser una oportunidad para que conozcas a más gente. Ya te digo yo que si...ya te digo yo que cuando consigas la plaza se te va a complicar lo de pasar desapercibido. Incluso te puede servir para que hagas amigos por cuenta propia sin depender de Alexander. ¿Te acuerdas, que me lo contaste?
Scorpius pensó en las palabras de la pelirroja. Se la veía igual de animada con la idea de que se presentase a las pruebas que su primo. Quizás Alex tenía razón con lo de que los Weasley-Potter llevaban el quidditch en la sangre.
Rose se había animado bastante, al menos más que cuando algún alumno de su casa se acercaba para preguntarle si les veía aptos para el equipo sin ni siquiera haberles visto volar, cuando escuchó que el rubio estaba pensando unirse al equipo de Slytherin. Al verle tan preocupado, ella ya se había puesto en lo peor. Había decidido callarse que Bella Zabini había dejado el pabellón por todo lo alto pero no quería meterle más presión.
En ese mismo momento tenía muchas ganas de ir a hablar con Albus sobre qué pensaba hacer respecto al rubio que ahora mismo tenía enfrente, pero se dio cuenta de que tendría que explicar demasiadas cosas de algo que ella aún desconocía casi por completo. ¿Cómo iba a explicarle a su primo que ella sabía que Scorpius Malfoy quería presentarse a las pruebas de Slytherin?
Scorpius volvió a hablar, aunque parecía que lo hacía para sí mismo. Rose intentó agudizar el oído para descubrir que murmuraba el chico pero era prácticamente imposible. Scorpius la miró en ese momento como si se hubiera olvidado de que ella estaba a su lado.
—Creo que voy a hacerlo, Rose. Tienes razón, no tengo nada que perder. Literalmente, nada. No sé porque me he estado comiendo la cabeza con todo esto. Perdona por haberte preocupado antes con este tema.
—Pensé que sería algo más serio, no te lo niego. Pero bueno, ya sabes que sé escuchar y tú lo necesitabas. Nunca me había hecho tanta ilusión la llegada de un viernes.
Si a Rose le dieran un galeón por cada mirada de confusión que Scorpius había puesto aquella tarde, podría comprarse un par de acciones de Sortilegios Weasley.
—Este año, menos Hufflepuff, todas las casas tenemos que hacer pruebas de selección. Y aunque no fuera así, los capitanes tenemos la prerrogativa de poder acudir a las pruebas de selección del resto de las casas. Como capitana, y además, guardiana del equipo de Ravenclaw, estoy en mi legítimo derecho de ver como de hábil será el próximo guardián de las serpientes.
Aquello último lo dijo con un orgullo hacía ella misma que hacía mucho tiempo que no sentía. Scorpius sacudió la cabeza restándole importancia a las palabras de la pelirroja. El mechón castaño cayó sobre su rostro. Scorpius colocó con delicadeza aquel mechón tras la oreja. Se emocionó y sintió un poco de vergüenza. Scorpius no quería que la chica le viera tan emocionado, no en ese momento al menos así que aprovechó para meterse un poco con ella.
—Anda, déjate de tonterías. El té que te has tomado antes con Hagrid te ha sentado mal, Rose. No sabes lo que dices, no soy tan bueno. Y desde luego, aún no soy el guardián de Slytherin.
—Bueno, eso ya te lo diré el viernes. Creo que nunca te he visto volar. ¿Qué escoba tienes?
—Una Astra 63. Sé que no es la novedad pero me gusta mucho. Alex insiste en dejarme la suya para la prueba pero creo que sería demasiado rápida para el puesto de guardián. ¿Tú qué crees?
—La Astra es muy buena para el puesto de guardián. Es casi igual de buena o más que la mía. Desde luego es más ligera que mi Blitzglitz. Yo creo que haces mejor usando tu escoba. Estás hecho a ella. Además, Alexander hasta donde recuerdo, tenía una Impetuosa 3, ¿no?
—Este verano se ha comprado una Impetuosa 5.
—Entonces ni se te ocurra. En la posición de guardián con una escoba tan rápida como esa acabarías en la Torre de Astronomía en un pestañeo. ¡Quienes verán a Albus y a Alexander!
Scorpius cerró los ojos, mostrando su resignación. Albus había recibido por parte de su madre una Impetuosa 5 a finales de septiembre. Lo que había provocado que tanto su primo como el primo de la pelirroja se pasasen las horas hablando del tema y cuidándolas como si se fueran a romper con mirarlas. Tampoco ayuda que Zabini babeara día tras día porque alguno de los dos le dejase montarse un rato en ellas.
—No te haces una idea, Rose. Aunque también te digo, si acabo en la Torre de Astronomía, mientras no esté por ahí Lorcan desnudo con tu prima encima, no me supondría un problema. Me he estado fijando en lo que comentaste el otro día. En el día a día, Lorcan pasa de ella, pero totalmente. Creo que le hace más caso a su sombra que a ella.
Rose comenzó a dar golpes suaves sobre la mesa.
—¿Verdad? ¡Por fin alguien tan observador como yo! Ojalá le pudiera decir a Lily que tú piensas igual pero claro, sería un poco raro. Ella ha hablado con él y parece que está muy enamorado pero yo creo que la está utilizando. Si tú y yo ya les hemos pillado dos veces de esa guisa.
Porque había vuelto a pasar. En una de las quedadas clandestinas que mantenían mientras Rose hacía su ronda de prefecta, se habían vuelto a encontrar a la pareja en la Torre de Astronomía. Esa última vez, con mucha menos ropa puesta que la primera.
—¿Solo un poco? Intenta explicarle esto - Scorpius se señaló a sí mismo y a Rose intermitentemente- a Lily. No gracias, no quiero que me lance un hechizo. Tu prima es demasiado buena con el mocomurciélagos.
La cara que Scorpius puso hizo que Rose riera levemente. Si algo había mejorado entre los dos, es que la conversación surgía de manera mucho más natural. Rose nunca hubiera llegado a pensar que Scorpius sabía tanto de escobas si no se hubieran llegado a cruzar nunca.
Un carraspeo hizo que ambos levantasen la cabeza. Delante de ellos estaba la señora Pince con un grueso libro entre las manos. A su alrededor flotaban el resto de libros que el alumnado había utilizado aquella tarde esperando a que la bruja los devolviera al lugar donde descansaban.
—Lamento estropear su tiempo de estudio y la distendida charla que mantenían, jóvenes. Pero tengo que comunicarles que quedan diez minutos para el cierre. Si no llego a hacer la ronda de reconocimiento que hago habitualmente, se hubieran quedado aquí encerrados.
—¿Ya es la hora de cierre?
—¿Tan tarde es?
Ambos habían hablado a la vez, sorprendidos. La bruja simplemente asintió antes de girarse para perderse entre las estanterías. Los libros la seguían moviéndose de lado a lado, casi parecía que estaban bailando.
—Por favor, recojan sus pertenencias y abandonen la sala. El tiempo vuela cuando se aprende, ¿no lo creen así, jóvenes?
La voz de la anciana bruja sonaba amplificada entre las estanterías. Tanto Rose como Scorpius comenzaron a recoger sus pertenencias con celeridad. Ninguno de los dos lo diría en voz alta, pero los dos estaban igual de sorprendidos con lo rápido que pasaba el tiempo cuando estaban juntos.
Rose se puso la bufanda antes que la capa y parecía que se iba a ahogar con tanta ropa encima. Scorpius se colocó el maletín sobre el hombro izquierdo para poder caminar al lado de la pelirroja sin que les molestase. El rubio cayó en la cuenta de algo que parecía que habían pasado por alto.
—¿Seremos de verdad los últimos en la biblioteca?
—Supongo. ¿Qué ganaría la señora Pince mintiéndonos? ¿Por qué lo preguntas?
—¿Salimos de incógnito como siempre o salimos juntos?
Rose se colocó el maletín a la derecha. No había avanzado todo lo que le hubiera gustado pero la charla con Scorpius había sido muy interesante. Rose le miró indecisa. Scorpius parecía igual de dubitativo.
—¿Te atreves, Scorpius?
El rubio hizo una reverencia como si la invitase a pasar.
—Esta vez, en vez de ir detrás de ti, será un placer ir a tu lado.
Ambos sonrieron. Salieron a la nave principal por el camino por el que había llegado la pelirroja para confirmar que, efectivamente, eran los últimos en abandonar el recinto. Cuando salieron al pasillo, el frío golpeó el rostro de Rose, consiguiendo que se le borrase la sonrisa de los labios.
—¡Joder, que puto frío!
—Esa lengua, señorita.
—No te la saco porque si sale de mi boca se congela. ¿Pero cómo es posible que haga tanto frío?
Una voluta de vaho se escapó de sus labios. Scorpius también notaba el frío que reinaba en los corredores pero en aquel tiempo que llevaba hablando con y conociendo a la pelirroja, había descubierto que pocas cosas podían molestar más a Rose que el frío.
—Venga anda, no te voy a hacer sufrir acompañándome a las mazmorras porque soy un caballero. ¿Nos veremos esta noche?
Rose le miró, los dientes habían comenzado a castañear.
—Cr-cr-cr-creo que no, Scorpius. De noche va a hacer aún más frío. Hoy haré la guardia y me meteré en la cama. No quiero ponerme enferma si andamos por ahí de noche porque a ver entonces cómo se lo explicaría a Madame Pomfrey.
Scorpius se resignó. Si lo pensaba bien, ya había estado hablando bastante rato con la pelirroja. Caminaron por el pasillo en silencio, bastante distanciados para evitar levantar sospechas si se cruzaban con algún alumno que estuviera de camino al Gran Comedor o a su sala común. Al final del pasillo, como era costumbre en ellos, no se despidieron, cada uno siguió su camino como si no supiera de la existencia del otro. Las despedidas siempre se las daban durante la noche aunque hoy no fuera a ser así.
No era la primera vez que Scorpius se encontraba dentro de los vestuarios en el campo de quidditch, pero si era la primera vez que iba a volar por el mismo con el potencial de llegar a formar parte del equipo.
Acarició el palo de su escoba como si en esa situación en la que se encontraba, y en la que él solo se había metido, fuera su chaleco salvavidas.
El viernes había llegado antes de lo esperado para el rubio quien hasta casi el último momento de la tarde del miércoles, antes justo de que el resto de capitanes se reunieran para organizar las pruebas, no se había atrevido a decirle a Albus Potter que aceptaba su oferta, se presentaría a las pruebas de selección.
Le había pedido al pelinegro que no le dijera nada a su primo, no quería ser luego una decepción para Alex si no conseguía pasar la prueba, pero el hijo mediano de los Potter no sabía quedarse callado y para la hora de la cena, había tenido que amenazar a Alex con que no escribiera a sus padres para contarles la noticia. Al menos, no hasta que supiera si estaba dentro o se había quedado fuera del equipo. Scorpius había optado por no decirle nada a su padre. Si llegaba a ser parte de la formación de las serpientes, le escribiría para contarle la noticia aunque dudaba de que su padre fuera a mostrar el mínimo gesto de satisfacción o de alegría.
Scorpius se golpeó la cabeza suavemente contra el palo de la escoba. Pensar en esas cosas no le haría ningún favor, al menos no en ese momento.
Gryffindor había ocupado la mayor parte de la tarde con las pruebas. Para el puesto de golpeadores, que habían quedado libres los puestos de James y Fred tras su graduación, habían comenzado las pruebas antes de la hora de comer para no retrasar a las demás casas.
Había preferido no escuchar cómo le había ido a los demás alumnos en sus respectivas pruebas. Ni siquiera había querido ver como le iba la prueba a Charles Montague, el único alumno que se había presentado para el puesto.
En la casa de las serpientes era conocida la animadversión que Montague le tenía a Bella Zabini, quien había ocupado el puesto de guardiana hasta el curso pasado. Scorpius suponía que el hecho de que el chico se presentase a las pruebas era una especie de vendetta a la que él no le veía mucho sentido.
La voz de Alex le sacó de sus pensamientos.
—Scorpius, es tu turno.
El rubio asintió.
—¿Quieres saber qué tal le ha ido a Montague?
La sonrisa de suficiencia de Alex le decía todo lo que Scorpius necesitaba saber pero prefería no hacerse falsas ilusiones. Más de las que ya se había hecho desde que había estado hablando con Rose en la biblioteca.
—Preferiría que no.
Scorpius cambió la escoba de mano mientras caminaba al lado de su primo. Aunque sabía que se arrepentiría de lo que iba a preguntar, tenía que hacerlo.
—Alex, ¿hay mucha gente ahí fuera?
El moreno se encogió de hombros.
—La verdad es que no mucha, la mayoría venían apoyando a Gryffindor así que se han ido marchando a lo largo de la tarde. Has tenido suerte, así tienes menos presión.
—Sí, supongo que la necesito.
—Sé de lo que eres capaz, Scorpius. Confía en ti mismo por una vez en la vida, yo lo hago, pero no podré estar contigo allá arriba.
Su primo le dio una palmada en la espalda intentando infundirle ánimos. Albus Potter estaba esperándolos a la salida de los vestuarios. El chico tenía el pelo revuelto como era costumbre en él además de las mejillas enrojecidas.
—Te ha tocado ser el último, Scorpius. Pero no por eso seré más flojo contigo. ¿Estás preparado?
Scorpius asintió, fingiendo una convicción que en ese momento flaqueaba.
—Perfecto. Te explicaré en lo que consiste la prueba. Primero daremos un par de vueltas alrededor del campo, para que te sueltes sobre la escoba después de haberte pasado la tarde en el vestuario. Tranquilo, Montague contó con la misma ventaja. Con este frío siento pena por todos los que siguen en las gradas.
Alex interrumpió al chico, divertido. Scorpius por un momento se imaginó siendo parte de aquello. Tenía que esforzarse si quería llegar a experimentarlo de primera mano.
—Como alguno de ellos se pongan malos, Madame Pomfrey te va a odiar aún más por colapsar la enfermería.
—Bueno, sabrán perdonarme. La mayoría de ellos son mi familia y los que no, como si lo fueran. No es mi culpa que no puedan evitar deleitarse con mi figura sobre la escoba. A lo que iba, Scorpius, a lo importante. Después de ese par de vueltas, empezará de verdad la prueba. Entre Alex y yo tiraremos veinticinco tiros. No te lo pondremos fácil porque al resto de equipos no se lo ponemos fácil. No lo digo por meterte miedo, solo es un aviso.
—Entiendo.
Scorpius sentía como su pierna comenzaba a moverse sin que él la pudiera controlar. No quería mostrarse nervioso delante de Albus Potter, menos aún cuando estaba a punto de comenzar la prueba.
—Montague está de acuerdo en que el que más tiros pare, se quedará con el puesto. ¿Te parece bien como tomaremos la decisión?
—Me parece lo más justo, sí. ¿Empezamos ya?
Albus le sonrió, colocándose las gafas que utilizaba para que el viento no le molestase en los ojos.
—Así me gusta, que la gente tenga iniciativa. Las cosas o se hacen bien o no se hacen. Vamos Alex, coge tu escoba. A ver qué es lo que esconde tu primo. Toma, ponte esto. No quiero que de un pelotazo te caigas de la escoba. Ahí sí que me metería en un problema con Pomfrey.
Albus le guiñó un ojo a través de las gafas que le daban una apariencia muy difícil de respetar. Si Scorpius lo hacía bien, tendría que acostumbrarse a esa imagen del chico.
Los tres salieron del vestuario. El sol prácticamente se había puesto. Scorpius no había contado con la dificultad añadida de que su visión iba a estar tan limitada. Albus se elevó en el cielo así que Scorpius le siguió.
Alex fue el último en montarse en su escoba.
Durante la primera vuelta, Scorpius solo pudo concentrarse en la sensación del viento contra su piel. Durante un instante se arrepintió de no haberse atado el pelo. El viento, a pesar de llevar casco, hacía que sus ojos quedasen cubiertos a ratos. Ya no había vuelta atrás, lo hecho estaba hecho.
En la segunda vuelta, Scorpius se arrepintió de haberse quedado quieto durante el rato que había estado en el vestuario. Sentía los músculos agarrotados aunque quizás también se debía a los nervios.
Llegó el momento en el que Scorpius nunca llegó a imaginarse. Delante de los aros, defendiéndolos, como si supiera lo que estaba haciendo.
Antes de que sus compañeros empezasen las distintas maniobras para intentar despistarle, dirigió su mirada acero hacia las gradas.
Quiso pensar que entre todas las melenas pelirrojas que estaban allí sentadas, Rose estaría entre sus primos aunque se estuviera muriendo de frío.
Scorpius se sentía en una nube de emociones que no sabía muy bien cómo categorizar. Se sentía eufórico como hacía tiempo que no se sentía. Si se ponía a pensar en la última vez que se había sentido así de feliz, algo que no quería hacer en ese momento, sabía que su felicidad sería efímera.
Lo había conseguido. Era el nuevo guardián de Slytherin. Él, Scorpius Malfoy.
Durante la cena, no se había hablado de otra cosa. Ni siquiera los nuevos fichajes de Gryffindor no habían causado tanta conmoción.
No había ayudado tampoco que Albus se hubiera propuesto hacer un brindis delante de todos los alumnos. El rubio sabía que se había puesto rojo, lo que había empeorado la situación.
Le había costado mucho escaparse no solo de su cuarto, sino de también de la sala común. Pero tenía que salir de ahí. El resto de las serpientes estaban tan sorprendidas con la noticia que hasta los niños de primer curso se habían acercado a felicitarle.
Incluso Charles Montague, el otro competidor para el puesto que él había conseguido, se había acercado a él para estrecharle la mano. El chico había puesto más fuerza de la que Scorpius consideraba verdaderamente necesaria pero no le culpaba. Si hubiera sido él quien se había quedado fuera, Scorpius sabía que no se sentiría tan bien como en ese momento.
Scorpius tenía que reconocer que Rose había estado en lo correcto.
El rubio creía que la pelirroja había estado exagerando pero nada de lo que había pasado en las últimas tres horas había ocurrido tal y como la pelirroja le había avisado.
Scorpius estaba paseando por los pasillos buscándola. No estaba buscándola pero al contrario que otras noches, aquel viernes no tenía ninguna excusa válida. Era la primera noche del curso en la que no le apetecía salir a fumar. Scorpius sabía que a la chica le haría más ilusión eso que el hecho de que ahora fueran rivales pero quería darle las gracias.
El rubio sabía que si no hubiera sido por las palabras alentadoras de ella, Scorpius hubiera optado por seguir su vida en Hogwarts sin vivir realmente.
Tenía incluso ilusión por escribir a su padre aunque supiera de mano que esa emoción no sería compartida con la misma energía. Aunque quizás recibir una carta suya animaba a su padre. Se desanimó un poco, decepcionado consigo mismo. Aún no había escrito a su padre desde que se habían despedido en Malfoy Manor antes del comienzo de curso.
Subió las escaleras que daban al cuarto piso. No se había cruzado con ninguno de los prefectos del resto de las casas, lo cual agradecía. El castillo parecía que estaba totalmente desierto.
Scorpius se detuvo en seco en mitad del pasillo. Había hablado demasiado rápido. Al fondo del pasillo, discutiendo con Peeves, estaba Russell Davies. El prefecto petardo de Ravenclaw.
Scorpius se giró intentando dar la vuelta pero el chico ya le había visto. Había dejado de pelearse con Peeves, quien estaba burlándose del chico a sus espaldas haciendo distintas muecas, algunas de ellas se veía que era un gesto claramente sexual, lo que sorprendió al rubio. Scorpius tuvo que contener la risa. No podía creerse que le hubieran pillado, menos aún Russell Davies, que la mayoría de las veces no sabía ni donde estaba su ombligo. Si tan solo hubiera sido Rose la que persona al final del pasillo.
Pero lo único que aquello hubiera significado era que la vida se lo estaba poniendo demasiado fácil para él. Scorpius sentía que ya había utilizado toda la suerte que tenía en la recámara aquel día.
—¡Malfoy! ¡Malfoy, espera!
El chico se acercó a él jadeando. Tenía la camisa del uniforme fuera de los pantalones y la corbata desabrochada. Scorpius entrecerró los ojos. No podía ser. No podía estar pasándole esto a él otra vez. ¿Qué estaban poniendo los malditos elfos en el agua?
—Quería darte la enhorabuena, colega.
El chico apoyó la mano sobre su hombro. Scorpius enarcó una ceja. No entendía de dónde sacaba tantas confianzas con él alguien que la mayoría de las veces ni siquiera le dirigía la palabra en clase.
—No estaba allí porque tenía que...estudiar.
La pausa y la duda en la voz del águila le confirmó lo que ya suponía que estaba haciendo el chico con a saber quién en aquel pasillo. No quería conocer más detalles y esperaba que Russell no se pusiera hablar con él como si se conocieran de toda la vida.
—Pero tío, los veinticinco tiros. Todos y cada uno de ellos parados. ¡Y nada menos que de Albus Potter y Alexander Nott!
Scorpius no podía evitar pensar que el chico tenía una doble intención con tanta adulación y esa manera tan pomposa de hablar.
—Montague con sus míseros dieciocho tiros no tenía nada que hacer contra ti, ¿eh?
Aquel último comentario le enfadó. Scorpius no toleraba que nadie se metiera con otra persona injustamente, menos aún cuando la otra persona no estaba presente para defenderse. Él había pasado por aquello más de una vez y no quería caer en esas mecánicas.
—¿Alguna vez has parado dieciocho tiros, Davies?
El semblante de Russell Davies cambió, poniéndose serio. Scorpius puso esa cara de asco que no le gustaba utilizar con otros pero que le venía de fábrica.
—Eso me temía. Ya estaba dando el camino de vuelta a mi sala común, siento haberte interrumpido tus...estudios.
Scorpius se giró sin decir nada más. Se había quedado con una duda que quizás el chico podría resolverle.
—Por cierto, ¿anda Weasley vigilando por esta zona? Prefiero evitar tener que explicarme dos veces.
Scorpius había rebajado el tono de su voz, no quería que el chico se fuera a dormir aquella noche con mal sabor de boca. Él no era así aunque el resto del alumnado pensara lo contrario.
—Esta noche solo vigilo yo. Rose está en la enfermería. Con este frío que hace, se puso mala al estar hasta tarde en las pruebas de selección. Creo que tenía algo de fiebre.
Tras escuchar las palabras del chico, Scorpius no pudo evitar sentirse mal.
