Nota de autora:

Holaaa. Me paso rápido solo para decir que estaré un tiempo desaparecida por aquí y de verdad espero que no sea por mucho tiempo. Tenía este capítulo ya escrito desde hacía días y quería esperar a tener otro más para actualizar como Dios manda, pero como no sé cuánto tiempo tardaré en regresar, prefiero compartirlo con vosotras/os antes que dejarlo ahí cogiendo polvo...

Así que como siempre espero que os guste.

¡Nos vemos pronto!


CAPÍTULO 7.


Hermione suspiró ante la sensación de comodidad y bienestar que la envolvía.

Se estiró, intentando acomodar su cuerpo, pero algo la retuvo fija en el sitio. Confundida, abrió los ojos y pestañeó violentamente tratando de acostumbrarse a la claridad que llenaba el lugar. Por un instante se sintió terriblemente desubicada, pero cuando su mirada se enfocó y reparó donde se encontraba su corazón dejó de latir durante unos segundos.

Estaba recostada sobre el pecho duro y cálido de Draco, cuyos brazos la rodeaban con firmeza por la cintura haciendo que el espacio entre sus cuerpos fuera inexistente. Todavía seguían tumbados sobre el cómodo sofá de lo que parecía ser el inmenso salón de un apartamento y Hermione vio por el rabillo del ojo su vestido plateado tirado sobre el suelo de madera, y como este parecía brillar bajo los rayos de sol que entraban por el enorme ventanal que había a sus espaldas.

Con cierto temor de encontrarse con un par de ojos grises mirándola, Hermione levantó la cabeza con suma lentitud. Aunque lo que encontró fue una escena que la dejó sin aliento.

Draco todavía dormía y su rostro estaba tan cerca del suyo que su respiración, suave y perezosa, le hacía cosquillas en la piel. Estaba acostado sobre su espalda, con la cabeza ladeada sobre el reposabrazos, en una posición que parecía incómoda aunque su expresión era de completa plenitud. Hermione se recostó despacio sobre su pecho, lugar donde intuía que había dormido durante toda la noche, y no pudo evitar observarlo más detenidamente.

Sus rasgos estaban relajados y en su frente ya no había atisbo de esas arrugas que se le formaban cuando ponía su máscara de indiferencia y superioridad. Tenía los labios ligeramente separados y el pelo rubio le caía rebelde y algo rizado sobre la frente por culpa del sudor. Parecía más joven, un retrato más cercano al niño que Hermione conocía aunque esta versión era mucho más inocente que los recuerdos de su infancia.

Y aquel hecho hizo que su corazón se encogiera un poco.

Tal vez fuera verlo en su forma más humana lo que hizo que Hermione estirara una mano en su dirección. Le acarició la mandíbula con suavidad y notó el picor de su barba rozarle la yema de los dedos. Después se movió más hacia arriba, hacia la curva de sus cejas, para luego deslizarse por el puente de su nariz recta y elegante, y acabar en la curva de su boca. Posó los dedos allí durante unos segundos, dibujando el contorno de sus labios y maravillándose por todo los que estos eran capaces de hacerle sentir. Como tan solo unas horas atrás le había besado la piel desnuda y saboreado lo más profundo de su ser. Una sensación cálida le recorrió el pecho lo que hizo que Hermione retirara la mano de su rostro con más brusquedad de la que pretendía.

De pronto toda la situación se volvió demasiado íntima, algo relativamente fuera de lugar considerando la naturaleza de su relación. Y no pudo evitar que su corazón se acelerara mientras intentaba incorporarse tratando de no despertarlo.

Presa del pánico, Hermione llevó sus manos hasta su cintura cogiendo los pesados brazos de Draco y tiró de ellos hasta que consiguió zafarse de su agarre. Estos cayeron a cada lado de sus costados sobre la oscura superficie de cuero del sofá, y dejó de respirar cuando escuchó como él resoplaba y fruncía el ceño ante el repentino movimiento.

Hermione levantó la cabeza para estudiar su rostro mientras conseguía desenredar sus piernas de entre las suyas, y cuando se incorporó abandonando por fin la calidez que le ofrecía su cuerpo, se dio cuenta de que estaba completamente desnuda. Arqueó una ceja ligeramente cuando reparó en que Draco, por el contrario, seguía completamente vestido a excepción de su lujosa chaqueta que descansaba en el suelo al otro extremo del glorioso salón.

Reptando como si fuera una serpiente, Hermione consiguió llegar hasta el suelo, cayendo casi de rodillas sobre él y gateó despacio y sin hacer ruido hacia su vestido. Agarró la tela plateada con manos temblorosas y cuando estaba apunto de pasárselo por la cabeza reparó en que la cremallera estaba completamente rota, fruto del forcejeo de la noche anterior.

—Mierda...—maldijo en un susurro.

No había forma de que se pusiera ese vestido sin que cayera al suelo de nuevo. Podía formular un hechizo reparador, pero su varita estaba dentro de su bolso y no sabía donde lo había lanzado durante el arrebato de pasión. Tampoco quería correr el riesgo de murmurar un Accio y despertar a Draco. No sabía por qué estaba tan nerviosa ante esa opción. Así que improvisó sobre la marcha. Agarró su bragas, la única prenda intacta junto a sus zapatos de tacón —como se los había sacado mientras dormían era un misterio—, y siguió gateando por el suelo hasta el lugar donde yacía la chaqueta de Draco.

Se incorporó mientras se ponía primero la ropa interior y luego la pesada americana de terciopelo. Hermione siseó ante el frío que desprendía la suave tela y se sintió agradecida porque esta le cubriera parcialmente su desnudez. El bajo le llevaba por mitad de los muslos, las mangas le quedaban enormes y cuando comenzó a abrocharse los botones comprobó que solo le tapaban la mitad de los pechos. Tampoco es que importara demasiado puesto que iba a desaparecerse de allí en cuanto recuperara el resto de sus cosas.

Se giró sobre sus espaldas, solo para comprobar si Draco seguía en brazos de Morfeo. Observó con cierto alivio como su pecho subía y bajaba lentamente bajo la arrugada tela de su camisa blanca, pero no quiso tentar su suerte más de lo debido así que comenzó a buscar de nuevo a su alrededor. Con pasos sigilosos cogió sus zapatos en una mano y el ajado vestido en la otra, y sus ojos marrones se movieron con rapidez por el resto de la sala.

Cuando se habían aparecido allí, Hermione no había reparado casi en el lugar. El apartamento era diáfano, con la pared frontal hecha de enormes ventanales que iban desde el suelo hasta el techo lo que hacía que la luz llenara cada rincón. Del otro lado observó los tejados oscuros de los edificios típicos del centro de Londres muggle y su ceño se frunció ligeramente ante aquel detalle. ¿Por qué tendría una casa en un barrio como ese? Por que era evidente que era su casa, o al menos cumplía esa función. La decoración era tan presuntuosa y elegante que prácticamente gritaba "Malfoy" por todas partes. Los muebles oscuros, las paredes grises, el ligero tono verde esmeralda que había en cada pincelada de los cuadros, incluso en los suntuosos jarrones de cerámica.

Hermione no era experta en decoración de interiores, pero se notaba que Draco había plasmado su personalidad en cada esquina de aquel lugar. Y fue haciendo esa silenciosa inspección cuando vio su pequeño bolso tirado bajo un aparador cerca de la entrada. Tuvo que hacer un esfuerzo titánico por no mirar hacia detrás una última vez con el objetivo de grabar aquella imagen en su retina para siempre. Pero no lo hizo. Más bien no quiso hacerlo. Se moriría de vergüenza si él decidiera despertarse en ese preciso instante y la pillara allí, medio desnuda en su salón, con su chaqueta puesta y con pruebas más que evidentes de que estaba huyendo.

Así que en su lugar casi corrió hacia la entrada y suspiró con alivio cuando se agachó para recoger su bolso. Hermione se incorporó y respiró hondo mientras dibujaba en su mente la imagen del pequeño salón de su casa, sintió el tirón que precedía a la aparición, pero algo la frenó de golpe frenando su impulso y haciendo que sus pies volvieran a anclarse en el suelo.

—Vaya, Granger… No creía que fueras de las que salían corriendo a la mañana siguiente.— murmuró una voz algo adormilada y grave a sus espaldas.

Hermione sintió como la tierra se abría bajo sus pies y por un momento quiso hundirse en sus profundidades y no salir jamás. Como si fuera una especie de escudo protector, aferró sus tacones, su vestido y su bolso contra su pecho, y se giró para enfrentarse a Draco.

Ya no estaba acostado sobre el sofá sino de pie, apoyado sobre una de las columnas que servían para separar una estancia de la otra. Estaba desaliñado, con el pelo sobre la frente, la camisa por fuera de los pantalones con los primero botones desabrochados, y los pantalones holgados sobre la cintura. Y estaba descalzo. No es que ese detalle fuera importante, pero a Hermione le causó cierta diversión ver sus pálidos pies sobre la madera oscura.

Aunque su momento de diversión se esfumó por completo cuando reparó en como sus ojos grises recorrían su cuerpo con exquisita lentitud. Primero por sus piernas desnudas y luego hacia arriba hasta que reparó en la única prenda que ocultaba su desnudez. La comisura de sus labios se elevó cuando comprobó que llevaba puesta su chaqueta, aunque su mirada quedó fija en su rostro. Vio un brillo extraño en ella, un intensidad que nada tenía que ver con la pasión que se habían demostrado la noche anterior.

Hermione alzó la barbilla, un gesto al que solía acudir cuando se sentía expuesta, y sonrió con toda la suficiencia que fue capaz.

—¿Es que acaso quieres que me quede a desayunar, Malfoy?

Lo dijo con un tono de voz totalmente irónico, pero se quedó pasmada cuando vio como él se encogía de hombros sin que la sonrisa abandonara su rostro.

—Después de saborearte anoche podría decir que estoy bastante satisfecho...—Draco se separó de la columna y dio varios pasos en su dirección, cortando la distancia de los separaba. Hermione tragó en seco cuando se situó delante de ella y se quedó sin respiración cuando le arrebató sus cosas de las manos con suavidad—. Pero sé perfectamente lo que quiero hoy para desayunar, Granger…

Observó como él dejaba sus tacones, su vestido y el maldito bolso sobre el aparador de la entrada. Su cuerpo rozó el suyo por un momento y ella se vio atraída hacia él como si de un imán se tratara. De pronto Draco se alzaba sobre ella con un imponente altura, haciendo que Hermione tuviera que alzar la cabeza hacia atrás para poder mirarlo. Ya no sonreía, pero sus ojos seguían brillando como plata fundida cuando uno de sus largos dedos se deslizó lentamente por su cuello.

Hermione se estremeció ante la sensación de sentir de nuevo su piel contra la suya y fue como si provocara un incendio sobre cada célula de su cuerpo. No podía dejar de mirarlo mientras su dedo se deslizaba entre sus clavículas y bajaba por su esternón, por el camino que había entre sus pechos y más abajo. Directo al primer botón de la chaqueta.

Su respiración se tornó caótica y desenfrenada cuando Draco hundió el dedo en la tela y la atrajo hacia él. Sus pechos colisionaron y su otro brazo la envolvió por detrás con el objetivo de retenerla, y Hermione tuvo que cerrar los ojos cuando él se inclinó hacia delante y enterró el rostro en la curva de su hombro.

Draco inspiró lentamente, llenando sus pulmones con su aroma, y su boca se movió lenta sobre su piel y fue desperdigando besos suaves hacia arriba. Por el contorno de su mandíbula, por su mejilla para luego perderse en un punto sensible bajo su oreja que la hizo encoger los dedos de los pies. Tuvo que aferrarse a él y agarrarse a la tela de su camisa blanca tal y como lo había hecho la noche anterior.

Sus labios le rozaron suavemente haciéndola estremecer de nuevo. Su sangre se había convertido en brasas y Hermione ya estaba completamente lista para convertirse en cenizas.

—Tortitas...—susurró él entonces con tanta vehemencia que Hermione abrió los ojos de golpe y se separó para mirarlo a la cara —. Me apetece desayunar tortitas.

Draco sonreía. Pero no de una forma ladina, cruel o irónica. Sino una sonrisa verdadera y amplia, incluso podría decirse que satisfecha. Hermione no pudo evitar abrir la boca con sorpresa, y tampoco pudo frenar la carcajada que brotó de su pecho hacia afuera. Los ojos de Draco volvieron a brillar con intensidad sobre todo cuando acortó la distancia que los separaba para besarla.

Fue rápido y casto, totalmente desprovisto de la rudeza con la que acostumbraban a besarse, pero que aún así hizo que a Hermione se le doblaran las rodillas.

—¿Tú…quieres que me quede?—preguntó entonces con cierta sorpresa.

La expresión de Draco se volvió un poco más seria, su sonrisa casi desapareció pero el fuego que había en su mirada permaneció en todo momento. El brazo que la sostenía por la cintura se volvió más fuerte, y el dedo que seguía enredado entre la tela de la chaqueta y la piel de su pecho se movió de forma lenta para acariciarla.

—Difícilmente quiero que te vayas...—murmuró y el corazón de Hermione dejó de latir durante un segundo, pero todo volvió a la normalidad cuando el semblante de Draco recuperó la diversión pasada cuando añadió:—No pienso comerme todas esas tortitas yo solo, Granger. Tengo que mantener la línea.

Y sin previo aviso, tiró de ella de nuevo hacia el interior del salón, dejándola más confusa que cuando se había despertado minutos atrás.

Sabía que no estaba bien, que tenía irse y parar aquello de una vez por todas… pero Hermione no pudo frenar el impulso de sonreír mientras Draco la guiaba hacia la cocina y observaba como sus largos dedos se entrelazaban con los suyos.

Y por la forma en la que sus manos encajaban a la perfección, supo que había tomado la decisión correcta.


Un review si a ti también se te antojaron tortitas jajaja.