El coleccionista
Sumario: Algo extraño está sucediendo con Draco. Al menos, Harry sabe que el Draco que él conocía en Hogwarts no permitiría que lo tratasen de esta manera.
Género: Drama/Romance.
Claves: Casefic. Drarry/Harco. Post-Hogwarts. EWE. Harry sí es Auror, Draco tiene problemas…y adiós canon.
Disclaimer: Si HP fuese mío, esto sería canon. Ya que no lo es, saben lo que significa.
VII
—…ahí está.
A Harry se le ocurrió que el tono del mago que lo acompañaba era casi doloroso cuando la localizaron. Su expresión, en cambio, conservaba ese tranquilo vacío que solía ver en las fotografías de los artículos semanas atrás.
Luego de atravesar una exhaustiva seguridad para ingresar al salón, en una zona antimuggles a las afueras de Londres, de que un Auror joven (que por suerte, no pertenecía a su escuadrón) sospechase de Draco, y tuviese que reprenderlo y dejar en claro que iba con él (ya se podía preparar para la nota de Skeeter al respecto…), estaban dentro.
Las decoraciones opulentas eran doradas y blancas, y deslumbraban a los ojos de una forma que resultaba incómoda, obligándolos a apartar la mirada. Los invitados, más allá de aquellos que conocía, no eran mucho más agradables.
Pansy, como era de esperarse, iba del brazo de Reed, con uno de esos vestidos satinados que advertían de haber sacado unos cuantos galeones del bolsillo del hombre. Estaban rodeados de sus socios del banco, también como previeron, y la chica permanecía en un dócil silencio ante la plática.
—¿Ahora qué? Creo que sabe que están aquí —mencionó Hermione, que estaba cerca de ellos en calidad de invitada. Ron y ella, en realidad, pero su esposo estaba atacando la mesa de bocadillos.
Sus palabras se debían a que el mago había echado una ojeada a la entrada cuando se aproximaron, para luego decir algo a sus colegas y apartarse, llevando de la mano a Pansy hacia una pequeña pista improvisada, donde las parejas se movían con una lentitud que Harry sólo habría sido capaz de definir como agonizante.
—Granger —Draco le tendió una mano e hizo una reverencia rígida y corta—, ¿me concedes esta pieza?
No tenía que hacer más que ver el rostro divertido de su amiga para saber que se reiría por los próximos días de la petición entre dientes del ex Slytherin. Como persona "madura", sin embargo, aceptó sin soltar una carcajada de por medio.
—¿Qué hace Mione bailando con él? —Oyó poco después, cuando Ron se acercó con la boca llena y los brazos a rebosar de bocadillos. Aún vestía el uniforme de Auror, pero imponía poco o nada si tenía las comisuras de los labios manchadas de mermelada y chocolate.
—Van a acercarse a Pansy.
—Oh, bien. Mione nunca baila conmigo —observó Ron, frunciendo un poco el ceño. Harry elevó las cejas.
—¿Tú aprendiste a bailar, Ron?
—Pues…no —admitió su amigo, tras una pausa—, pero ella podría enseñarme y no lo hace. Y sabes que intenté aprender para nuestra boda, pero no se me da, entonces le dije que practicase más conmigo y en algún momento iba a aprender, ¿no? Pero creo que se rindió…
Decidió no hacer comentarios al respecto. En cambio, se fijó en la pista de baile.
Draco llevaba a Hermione de la cintura, la mano a una altura apropiada y sin arruinar la figura relajada que le daba el atuendo de dos piezas, ni hacer resaltar el vientre abultado. Andaba con una grácil suavidad, que hacía parecer que el baile era su segunda forma de moverse, y guiaba a la bruja a cada paso, sin tener que ver a las demás parejas, porque estaba tan bien coordinado con la música y el balanceo, que era seguro que aún le quedarían centímetros de distancia entre ellos y los otros.
Hubo un cambio de pareja cuando la canción finalizó. La chica que tomó la mano de Draco era apenas una veinteañera, que sonrió como si se hubiese ganado la lotería muggle. Él siguió bailando, sin dejarse distraer por los intentos de entablar conversación que ella llevaba a cabo.
Harry, que se descubría a sí mismo anhelando estar en su posición para averiguar si sería tan fácil, tan fluido, tan cómodo, bailar con él, se divirtió a costa de la palpable decepción de la joven bruja cuando una segunda canción llegó a término y Draco se le escapó. Pansy, que también fue arrastrada por el cambio de parejas, fue la siguiente opción. Reed estaba a varios metros, mirándolos.
—Lo logró —Jadeante, ruborizada, Hermione volvió a su lado. Le arrancó una fresa pasada por la fuente mágica de chocolate a su esposo, que protestó en vano, y sonrió victoriosa al devorarla.
Tenían de dos a tres minutos, dependiendo de la duración de la melodía. Tan pronto como consiguió llevarla a su ritmo, Draco empezó a hablar.
Los tres se mantuvieron atentos a la pista, mientras esperaban alguna señal de que todo estaba en orden. Señal que no llegaría, además.
Cuando la pieza terminó, Pansy se escabulló entre los restantes bailarines, y regresó a un lado de Reed, aferrándose a su brazo, a la vez que daba inseguras ojeadas hacia atrás. Hacia un Draco que también había salido de la pista, al perseguirla, y que ahora tenía que verlos marcharse y permanecer lejos.
—Deberías ir con él —opinó su amiga, codeándolo, cuando transcurrió un momento y Draco no se movía del punto en que la bruja se le escapó—, se ve muy miserable.
—Hasta pareciera que tiene sentimientos —agregó Ron, con la boca llena, quejándose cuando su esposa lo reprendió. Si Harry se apartó entonces, fue más para evitar quedar en el medio de la disputa marital, que porque creyese que podía hacer algo por el otro mago.
Caminó hacia él, abriéndose espacio entre el resto de invitados con dificultad, respondiendo a los saludos, escaqueándose de los que pretendían retenerlo un poco más. La sensación de asfixia volvía, poco a poco. ¿El aire era así de pesado cuando entró?
—Draco-
No tuvo tiempo de decir más. Draco giró el rostro, Harry tenía las palabras en la punta de la lengua. Luego un agarre firme se cerraba sobre su codo, y cuando lo hacían voltearse, estaba cara a cara con el Ministro.
—Señor- Ministro, señor, eh- —balbuceó—, hola. Buen día. Noche. Eh, noches. Buenas noches.
—Harry —saludó con un escueto asentimiento, que repitió al mirar sobre su hombro y hallar a Draco—, siento pedirte esto cuando ni siquiera estás cumpliendo tus funciones de Auror…
Oh, no, no, no.
No.
—…pero los directivos del hospital y los contribuyentes te vieron entrar y están ansiosos porque digas algunas palabras, espero entiendas, para alentar a los que podrían apoyar la causa.
No. Por favor, no. Cuando Draco se posicionó a su lado, tenía una expresión de "te lo dije". Él lloriqueó.
—Señor- discúlpeme, Ministro, pero- sabe cómo soy. Los discursos no son lo mío —susurró Harry, como si todavía fuese un secreto que la comunidad mágica internacional desconocía—, ¿recuerda el último en que no me avisaron con antelación?
Y sí, hablaba de esa ocasión en la Academia donde la manga de su túnica se incendió mientras hablaba. Todavía nadie sabía qué fue lo que pasó. Hermione tenía la interesante teoría de que fue un estallido de magia accidental de su parte, producido por los nervios.
Harry no quería incendiar también la única túnica hecha a la medida que tenía, y que había sido encargada por Draco. No que lo último fuese relevante, por supuesto.
—Por Merlín espero que no se repita un incidente similar aquí —El Ministro le dirigió una mirada de disculpa, y antes de darse cuenta de lo que pasaba, era arrastrado hacia el estrado.
Cómo odiaba ser reconocido. ¿Por qué no podían llamar a Ron? ¿O a Hermione? ¡Eso era! ¡Alguien llamase a Hermione, su amiga sabía más de medimagia que él! Ellos eran tan "héroes" como Harry, no era justo.
Mientras el Ministro captaba la atención de los invitados, Harry pensaba en quince rutas de escape diferentes, sin necesidad de distracción, y se preguntaba qué pasaría si se paraba ahí, soltaba un "Hermione Granger-Weasley, damas y caballeros" y se retiraba con su dignidad intacta.
Oh, no quería ponerse a balbucear frente a los médicos que siempre lo atendían de vuelta de las misiones. Le debía mucho al área de maldiciones.
Cuando fue dejado, solo, en el centro de la tarima, se encogió dentro de la túnica nueva y lamentó que no viniese con un encantamiento desilusionador incorporado. Estaba tan tenso que no hubiese sido una sorpresa oír sus huesos crujir cuando barrió la multitud con un vistazo.
Ron encabezaba el aplauso general con que lo recibieron en la tarima; adoraba la energía de su mejor amigo al apoyarlo, pero hubiese preferido que no tuviese que apoyarlo ese día. Hermione, junto a él, le recordaba que respirase profundo antes de empezar, en base a gestos confusos que le hicieron perder varios segundos.
Los cientos de ojos puestos en él se sentían igual que agujas. El aire que recogía no parecía ser suficiente para su sistema.
Se desplomaría. Se asfixiaría, se desplomaría y los médicos de siempre lo atenderían, y sería la página principal de El Profeta, de nuevo, Skeeter volvería a decir que necesitaba terapia en San Mungo.
Se desmayaría ahí mismo. Se iba a morir y la gente no donaría al área de maldiciones por su culpa.
Todo el mundo sabría que fue su culpa. Los enfermos no recibirían las donaciones que necesitaban, lo odiarían, y Harry no podría disculparse, porque arruinar ese evento de recaudación sería en verdad horrible hasta para él.
Pero era tanta gente.
Había tanta gente esperando que dijese algo.
El pánico era la ola de un tsunami que se lanzaba hacia él. Y Harry no sabía qué hacer contra dicha fuerza de la naturaleza. De su naturaleza.
Boqueó. Sabía que no tardaría en empezar a temblar, después le sobrevendría el sudor frío y las náuseas, y sí, terminaría en el piso. Lo sabía, lo sabía, lo sabía.
El ardor en su rostro le decía, por si no lo había notado, que los segundos se sucedían y él seguía ahí, inmóvil, callado.
No. No. No. No.
También tuvo que pararse así, en público, después de la Batalla de Hogwarts.
No podía pensar en eso.
No quería pensar en eso.
No. No. No.
¿Por qué tenían que hacerlo hablar a él?
¿Por qué no entendían que Harry ya dijo todo lo que debía decir y ahora sólo quería esconderse por el resto de su vida, de ser posible?
Por favor, no.
El poco aire que conseguía tomar se le atascaba en la garganta.
No, no, no, no, no, no, no…
Hermione hacía ademán de atravesar la multitud para buscarlo. Eso estaba bien, muy bien; ella vendría, ella lo arreglaría, ella lo sacaría de ahí.
Ella haría que el vértigo se detuviese, que el mundo parase de darle vueltas.
¿Por qué Ron la detenía?
¿Qué había hecho para que lo odiase tanto?
—…tter, Potter, Potter…
Harry parpadeó. Los ojos se le nublaban y no era una reacción que la banda mágica para su vista sin lentes pudiese prevenir o revertir.
—…Potter…
La voz le hablaba junto al oído; sin embargo, estaba solo en la tarima.
¿Quién era? Sonaba a alguien que conocía, alguien que escuchó a diario por años.
—El valor de los hospitales, Potter, santuario para los enfermos. Aurores y medimagos —siseaba la voz, y era extraño, porque sonaba a que estaba molesto, pero era ese detalle el que lo hacía más familiar, más confortable—. Vamos, Potter, vuelve, concéntrate en mi voz. No me hagas repetirlo, cara-rajada.
Draco.
Harry apretó los párpados un instante y respiró por la boca.
Cuando abrió los ojos otra vez, la multitud no importaba tanto. Al menos, no lo suficiente para que pensase que moriría. Draco era fácil de localizar por su cabello rubio platinado; estaba cerca del estrado, la varita contra la garganta, y al mover los labios, él lo escuchaba.
—Aurores y hospitales, Potter. Adelante.
Y los ojos fijos en él no lo asustaban, porque tenía la sensación de que volvía a ser un adolescente, antes de la guerra, y aquel no era más que el público de un partido de Quidditch. Por tanto, sólo tenía que prestar atención a Draco, ¿cierto?
El Buscador de Gryffindor pasaba más tiempo pendiente del Buscador de Slytherin que de la snitch. Así funcionaba. Así lo haría, de nuevo, ese día, aunque su pelotita de oro fuesen palabras.
—Para nosotros, la- la comunidad mágica británica, que hemos vivido dos guerras en menos de un cuarto de siglo —Harry pausó, respiró. "Vas bien, sigue" decía la voz junto a su oído, y él le creía—, los hospitales son más que estructuras a las que llevan a los enfermos y moribundos…
—0—
—…no sé si es pánico escénico desarrollado tras la guerra, o ansiedad en general que empeora frente al público, pero una de esas dos debe ser.
No era una acusación, pero tampoco una pregunta. Cuando miró de reojo a Draco, se dio cuenta de que simplemente parecía aguardar por una respuesta.
Harry tragó en seco. Luego meneó la cabeza.
—No- yo- yo sólo- —Boqueó por unos instantes, el vértigo repentino lo mareaba. Draco esperaba. Tras un momento, pasaba, y él respiraba con normalidad—. No me gustan los sitios con, ya sabes, muchas personas. Es como…es…como…
Como estar de vuelta en el Gran Comedor con los heridos y muertos después de la derrota de Voldemort.
Y todos esperando que Harry supiese qué hacer.
El antiguo Slytherin arqueó las cejas.
—¿Malos recuerdos?
Lo sopesó unos segundos. Nunca había hablado con nadie sobre el tema; Hermione se hacía una idea en base a pura observación, Ron nunca lo hostigaba con preguntas. Ni siquiera Ginny, cuando todavía estaban juntos, hizo que lo mencionase más allá de lo que era de conocimiento general.
Rita Skeeter tenía un par de artículos interesantes al respecto, en especial de la época de buscarle síntomas que no tenía e insistir en que necesitaba un cuarto permanente en San Mungo.
Resopló.
—Sí, yo…supongo que me trae malos recuerdos, podrías decir eso —confesó, en voz baja.
Estaban a las afueras del edificio en que se realizaba la recaudación. Dentro, el evento continuaba, con sus aburridos sangrepura adinerados, colaboradores y algún que otro medimago de categoría que pudo tomarse el día libre. Afuera, en las escaleras laterales en que Draco y él estaban sentados, apartados del campo de visión de quienes salían por la puerta principal, lo único que interrumpía el silencio si no hablaban, eran los débiles murmullos de la conversación lejana del matrimonio Weasley-Granger, que discutían sobre por qué Ron tenía que ir adentro para conseguirle unos dulces a su esposa.
—Malos recuerdos entonces —Draco pareció considerarlo un poco. Hace rato había sacado de su bolsillo un cigarrillo mágico, y cada vez que inhalaba y soltaba el aire, este se llenaba de una humarada dorada que resplandecía y se desvanecía sin ensuciarlo ni tocar nada—, tiene sentido.
Harry parpadeó.
—¿Sí?
Entre todas las reacciones que podía imaginarse, aquella era, sin duda, sencilla. Tranquila.
—Te involucraron en una guerra sin pedir tu opinión, te arrinconaron hasta que tuviste que dirigir a un grupo de amigos cercanos, a los que después viste morir uno por uno, literalmente moriste también. Es sorprendente que no estés internado en San Mungo —Draco sopló el humo contra su cara, a propósito, y él arrugó la nariz y se echó a reír. Era cálido y olía a tarta de melaza. Amaba la tarta de melaza.
—¿Me creerías si te digo que tal vez debería…ir? En teoría, claro. Hermione me llevó a un examen con un psicomago y…no querían dejar que me fuera después, así que, uhm…
El mago elevó una ceja, instándolo a continuar. Las voces de sus amigos perdían relevancia. Draco, con el cigarrillo mágico aprisionado entre los dedos y balanceándose sin cuidado, era más interesante. No hubiese podido apartar la mirada de él, aun si hubiese querido.
Y tampoco quería.
—Bueno, eh- —Harry vaciló y carraspeó para aclararse la garganta. Era tan ridículo hablar al respecto con su ex rival, que tenía ganas de reír; supuso que era un vestigio de los nervios que experimentó en el estrado y lo obligaron a escaparse nada más terminó de hablar—. La guerra terminó y yo estaba- tú estuviste ahí, sabes- sabes cómo era.
—Una mierda —espetó él, sosteniendo el cigarrillo entre el dedo índice y el medio para expulsar el humo. Harry tuvo que darle la razón con un asentimiento.
—Y todos esperaban que yo hiciese más, ¿entiendes? Yo tenía que responder sus preguntas, asegurarme de que estaban a salvo, estar en el conteo de muertos, la reconstrucción de Hogwarts, los funerales- debía ir a todos los funerales —Se obligó a tomar una bocanada de aire, cuando la garganta comenzó a cerrársele—. Y ellos esperaban que yo- que yo supiese qué hacer y-
Calló. Las manos le temblaban cuando las cerró en puños.
—Comprendo el punto —Otra sorpresa de la noche fue girar el rostro y encontrar a Draco ofreciéndole el cigarrillo. Harry arrugó el entrecejo—. El héroe de guerra y toda esa tontería, ¿no? El Merlín actual. Sólo tenías dieciocho años. Entre algunos muggles, ni siquiera éramos adultos todavía.
Él asintió, despacio, aturdido. Era curioso que fuese justamente Draco quien entendía.
—No creo que sepa…—Harry apuntó el cigarrillo.
—Sabe a caramelo —Draco agitó la mano, el cigarrillo llegaba a lucir incluso estilizado entre sus dedos pálidos y largos—. Estas cosas sólo tienen el mismo nombre que los de los muggles, tranquilo, son tan sanos como cualquier dulce. Casi como un caramelo convertido en polvo y humo.
Con un encogimiento de hombros, Harry lo tomó y probó, no muy seguro de cómo se hacía.
Sintió que se ahogaba y se echó a toser humo dorado y brillante. Sí, sabía a caramelo. Mientras se quejaba, se lo devolvió a un divertido Draco, que le dio una calada larga, sólo para presumir.
Harry rodó los ojos, pero sonreía. Lo observó soltar la humarada, una cortina que velaba su rostro en un color brillante, sin borrar ni cambiar ni una de sus facciones.
Se le ocurrió que, cuando no estaba siendo un idiota, era bastante atractivo. Fue una idea curiosa y extraña, no de un modo desagradable.
—Nunca te había oído decir lo de "héroe de guerra" —mencionó Harry, sin dejar de sonreír levemente—, pero lo has dicho varias veces estos últimos días.
—Eso eres, ¿o no? —Draco le frunció el ceño, de forma apenas perceptible. Si no hubiesen estado tan cerca, no lo habría notado—. Siendo sinceros, eres su héroe y yo un ex convicto —Cuando hizo ademán de refutar, lo calló con un gesto—, pero ahora, estamos los dos sentados aquí, haciendo exactamente lo mismo, y no hay tanta diferencia. No es una verdad absoluta, como quieren creer.
Le volvió a tender el cigarrillo cuando expulsó el humo de la última calada. Harry lo recibió, sus dedos se rozaron.
—Eres una mala influencia —aclaró en un murmullo.
—Alguien tiene que serlo, Potter. Parece que necesitas que te sacudan y te digan que no sufrir un colapso es más importante que llenar sus expectativas —Draco entrechocó sus hombros—. La próxima vez que sientas que no puedes, mándalos a la mierda, y ya. Incluso si es el Ministro. Y que luego, si quiere, se queje conmigo por darte la idea, y le recuerdo con mucho gusto por quién no hay un Quién-Tú-Sabes por aquí.
—No podría huir de todo eso, aunque quisiera-
—No tienes que huir, sólo decirles que no fastidien. Preocuparte más por ti.
A Harry le fue mejor esa vez. Todavía se ahogó y tosió, y Draco se burló de él, pero el sabor a caramelo perduró en su paladar y decidió que le gustaba.
Dio otra calada, antes de regresárselo, y Draco rodó los ojos con falsa exasperación.
—¿Qué haremos con Pansy?
La temida pregunta, aquella que evitaban desde que Harry bajó del estrado con las rodillas amenazando con fallarle y sin poder emitir sonido alguno, a pesar de que terminó el discurso, siguiendo los conceptos de su acompañante. Hermione y Ron se cerraron tanto en torno a él, de camino a la salida, que bien podrían haberse hecho pasar por murallas defensivas, y Draco lo siguió sin atisbo de duda hacia afuera. No había dicho nada al respecto.
Ahora, era él quien lo cuestionaba, y su ex rival el que retrasaba el momento de la respuesta, aspirando del cigarrillo de caramelo.
—Ella no sabía quién soy —le contó Draco. Harry pensó que explicaba por qué huyó de la manera en que lo hizo.
—¿Fue obliviada?
Draco negó.
—Me pareció que era un efecto del hechizo que le puso. Le habrá dicho que no me reconoce, o que tiene que actuar como si no lo hiciese —Se encogió de hombros. De pronto, lucía muy cansado, y él lamentó tener que sacar el tema—. Se activó cuando quise hablarle de ayudarla, pero antes de eso…estaba tan bien como podía estar, ya sabes, me reconocía, me contestó. Luego vi que algo cambió, se asustó y sólo…me olvidó.
—Si pudiéramos conseguir alguna prueba del hechizo-
—¿Cómo se logra eso? Te he dicho que no deja rastro.
Fue el turno de Harry de encogerse de hombros.
—Nunca he tratado con un mago así —admitió, de mala gana—; usualmente los atrapas en el acto o no lo haces.
—Qué alentador.
—Lo siento.
Draco realizó un gesto vago para rechazar su disculpa.
—Está bien, no me mientas. ¿Qué harías, en un caso regular, en este punto?
Harry se tomó un momento para analizarlo. Veía un par de soluciones, pero implicaban tiempo, dedicación, esfuerzo. No le importaba poner su energía en este caso, quería ayudar, pero le preocupaba esperar lo que fuese necesario para alguna muestra, un error de cálculo de Reed.
—Informantes, supongo —musitó, arrugando más el entrecejo—. Buscaría fuentes de información cercanas al criminal. Válidas, útiles.
—Ese soy yo —Draco hizo girar el cigarrillo a punto de consumirse del todo entre los dedos. En un momento dado, se desvaneció en el aire sin dejar rastro—. ¿Qué viene después?
—Observación, por largos períodos de tiempo si hace falta. Seguimiento de su día a día, movimientos bancarios, trabajo. Seguir cada paso que dé, cada palabra que diga.
Draco se demoró unos instantes en asentir.
—Hasta tener algo, imagino —indicó. Fue el turno de Harry de asentir—. ¿Y luego lo arrestas o cómo funciona esto de ir por lo legal?
Sonrió, a medias, por la manera en que casi escupió el término "legal", como años atrás hubiese hecho con "sangresucia".
—Normalmente, se les cortan las opciones poco a poco, se persiguen y se capturan. Si tiene rehenes- Pansy cuenta como un rehén, en este caso, digamos, suelen ser recogidos luego del arresto, cuando ya es seguro retirar protecciones y barreras. He estado en pocos casos en que podamos retirar al rehén antes del criminal sin que acabe…ya sabes.
—Hay que agilizar este proceso entonces —decidió Draco, poniéndose de pie con un movimiento fluido. Se había quitado la túnica, al igual que Harry, para sentarse en la escalera, pero a diferencia de este, llevaba pantalón de vestir y camisa manga larga debajo.
—Ese es el modo en que-
—Pregunté cómo lo hacías. Ahora lo haremos a mi manera —Con un giro de muñeca, Draco deslizó la varita fuera de su manga, y se golpeó sin fuerza la palma de la otra mano—. ¿Sabes quién puede conseguirnos información, a cambio de una exclusiva sobre un tema interesante…? —Y lo abarcó con otro gesto, la punta de la varita señalándolo.
Harry frunció el ceño.
—Tienes un plan. Y no me va a gustar, ¿verdad?
—No voy a negarlo, Potter —Se detuvo y apretó los labios un momento, como si todavía tuviese una pieza que no encajase frente a él—. Reunir información, a cambio de más información. Hay algo que podemos ofrecer y haría que Reed venga contra nosotros….si puedo…funcionará, sé que…
—Espera, espera —pidió Harry, levantándose también, y se metió en su camino, para que se quedase quieto—, ¿qué tanto murmuras ahora?
—Creo que sé cómo hacerlo —Draco lo sujetó por los hombros. Harry se puso rígido, una emoción cálida y cosquilleante le inundó el estómago—, pero necesito que digas una pequeña mentira a alguien más y…
Vaciló. Harry alzó las manos para sujetarle las muñecas, y así, recapturar su atención. No se apartó del agarre que tenía sobre él. No quería hacerlo.
—¿Qué más?
—Tenemos que considerar algunos riesgos. Necesito- no, debería- —Draco se detuvo con un largo "hm", apartándose de él para comenzar a dar algunas vueltas al pie de la escalera. De repente, frenó, chasqueó los dedos, y dibujó una floritura en el aire, seguida de un murmullo.
De la punta de la varita brotó una hilera de humo negro, que se enroscó, osciló, y después formó una silueta que cobraba vida a medida que se hacía más palpable.
—A Blaise —El caballo enorme, de alas huesudas, que se apareció a partir del hechizo, se acercó al mago, dejándole poner una mano bajo su barbilla. Le tocó la frente con la suya y relinchó, un casco que no era sólido golpeando el suelo.
A Harry le llevó un momento identificar al thestral, y para entonces, había echado a correr y se esfumaba con cada centímetro avanzado lejos de Draco.
—¿Qué fue eso? —Alcanzó a susurrar Harry, sin despegar los ojos del punto en que la criatura negra se perdió.
—Un mensaje para Blaise. Él nos ayudará, sólo tenemos que-
—No —Harry meneó la cabeza. Tenía una sensación de déjà vu, que le hacía pensar en las veces que enviaba un mensaje vía patronus—, me refería al encantamiento que usaste. ¿Qué fue eso?
—Ah —Draco exhaló, guardándose la varita con la misma facilidad con que la sacó—. Extronus.
Él arqueó las cejas, y el otro rodó los ojos.
—Un hechizo que Blaise y yo inventamos —explicó, ante su mirada confundida. Oh. Los Inefables inventaban un encantamiento cuando estaban por graduarse; era curioso que lo hubiesen hecho antes del ingreso siquiera—. El inverso del patronus, si así lo quieres ver.
Harry alternó la mirada entre el espacio antes ocupado por el caballo alado, y el mago que lo generó. Y entendió.
—Funciona con los malos recuerdos, ¿cierto?
Cuando Draco asintió, los dos se observaron en silencio por un momento.
Draco tenía razón. No eran tan diferentes.
