Capítulo 5
Shaka no despegaba los ojos del bol vacío en la mesa; trató de recordar cuántos chocolates le quedaban en su templo. Saga, sentado en un sillón individual de brazos cruzados, veía al caballero de Virgo sin decir nada. No pudo evitar sentir ternura por la manera en que mantenía los dedos entrelazados y las manos aprisionadas por sus muslos, en una muestra de timidez y autocontrol, muy típica de los primeros días del indio en el Santuario. Aunque también lo encontró más alto y con una figura más varonil. Por primera vez fue consciente de que ahora eran pares.
El santo de Géminis suspiró, apoyó la pierna izquierda sobre el muslo contrario; acción que captó la atención de Shaka. Él se dio cuenta de su espalda encorvada y se sentó derecho. Movió los pies y apretó los labios hacia adentro de la boca.
—Ehm... No es que me moleste tu compañía —dijo Shaka—, pero mañana tengo que reunirme con el Patriarca temprano...
—Entiendo. No voy a demorar mucho. Solamente quería avisarte que voy a renunciar.
—¿Q-qué? ¿Por qué?
—Es mejor que no pierda más tiempo. Mu nunca va a verme de una manera especial.
—Ni siquiera lo intentaron. Sé que parece imposible porque Mu nunca tuvo interés en nadie... pero...
Se mordió el labio al no saber cómo convencerse a sí mismo y a su compañero. Estaba atrapado entre el deber de santo y la amistad con Mu. Sabía qué era lo correcto, pero el lazo con el caballero de Aries lo estiraba para no avanzar.
—Me gustaría hacerlo —dijo Saga—, es lo que se me pidió y lo mejor para el Santuario. Pero si él no pone nada de su parte, no voy a poder hacerlo solo.
—Entonces no te rindas. Algo se nos va a ocurrir. Lo del peluche salió bien; a Mu le gustó ese gesto. Tal vez debamos seguir por ese camino... ¿Qué podría ser?
Shaka se cruzó de brazos y arrugó el entrecejo. Saga sonrió, lo que sorprendió al sexto guardián.
—¿En serio querés que continúe? Sos uno de los mejores amigos de Mu. Imagino que no te gustaría verlo sufrir por la obligación de enamorarse a la fuerza.
El santo de Virgo apoyó las manos sobre sus muslos.
—Mu siempre supo lo que se esperaba de él y piensa cumplir a pesar del dolor... Lo único que puedo hacer por él es acompañarlo.
—¿Seguro?
—Completamente.
—¿Por qué no te eligieron a vos? Sos quien mejor entiende a Mu. Se llevan bien desde que se conocieron, le ayudás con Kiki y ahora con esto...
Shaka no había pensado en ello hasta ese momento. Sí le pareció injusto y doloroso que Mu tuviera que hacer semejante sacrificio, pero nunca había pensado en que quizás -y solo quizás, según él- tenía lo que necesitaba para que el herrero se sintiera a gusto. Al igual que su amigo, nunca había experimentado el amor romántico puesto que no lo tenía permitido. Tal vez si fuera una orden lo pensaría, por más que la idea de tener que sufrir y que Mu le rompiera el corazón siempre que necesitara polvo de estrellas no le atraía.
—No sé —respondió—. Quizás nunca me tuvieron en cuenta por mi formación.
—A mi parecer tenés más probabilidades que cualquier otra persona.
El caballero de Virgo se llevó la mano a la nuca. Lo que Shion le había dicho quizás era cierto y solamente estorbaba, por eso Saga quería renunciar. «Pero Mu no me quiere de esa forma y yo no puedo quererlo más que como amigo—pensó—, sería lo mismo».
—¿Por qué no se lo proponés al Patriarca? —le sugirió Saga.
—Eh... Pero... te eligieron a vos.
—Aunque me hayan escogido a mí, el último que tiene la palabra es Mu... Entre vos y yo, ¿a quién pensás que quiere?
Shaka negó.
—Decís que no, pero sabés bien que te pasa lo mismo. Tal vez hayas renunciado a los sentimientos, podrás controlarlos y no demostrarlos, pero no depende de vos que nazcan.
—E-esperá... No te hagas ideas equivocadas... Nunca dije que no lo quisiera, porque sí lo hago —Apretó la tela de su pantalón—. Mu fue el primero que me aceptó sin importar mi origen. Cuando todo el mundo me maltrató y me dio la espalda, él no me dejó solo... Por eso... le estoy agradecido y le ayudo en todo lo que pueda. No es por otra cosa.
—Sí, me acuerdo de esos días —dijo Saga al mismo tiempo que apoyaba los codos sobre los muslos—. Vos tampoco te acercabas a nadie, aunque lo entiendo: preferiste mantenerte alejado de cualquier cosa que pudiera lastimarte... Me sorprendió mucho la vez que Mu te trajo de la mano todo empapado y golpeado.
Shaka tragó saliva. Los recuerdos seguían frescos delante de sus ojos. Los habría odiado de no ser porque su amigo estaba en ellos.
—Así como él me cuidó, es mi deber hacer lo mismo... Por eso, si no hay otra forma de conseguir el polvo de estrellas, al menos... me gustaría que lo haga con alguien que lo cuide siempre.
—¿Por qué no podés ser vos?
—Mu ya dijo que no le gustaría... hacerme eso... Pero no te eligieron sobre mí por esa razón —aclaró enseguida—. Sos el más confiable y fuerte... Mu tampoco quiere lastimarte.
—Se preocupa demasiado por los demás —dijo Saga—. Se olvida que todos estamos en una posición similar. Arriesgamos nuestras vidas en nombre de Athena. ¿Qué hace un corazón roto?
—Sí... Pienso lo mismo... —sonrió— Pero así es Mu y quien sea el elegido tiene que entender eso. Preocuparse por los demás no es signo de debilidad. Él siempre se esfuerza y es capaz de sacrificar su amor por todos nosotros.
Shaka se levantó animado.
—No tengo experiencia en este tipo de cosas, pero ni Mu ni vos están solos. Yo también estoy con ustedes. No dudo de que vamos a encontrar una forma de que todo salga de la mejor manera posible.
Saga se sorprendió por la determinación del caballero de Virgo. Sabía que no se negaría jamás a cumplir cualquier orden en favor del Santuario, pero nunca imaginó que sería capaz de aceptar algo tan doloroso como ver a su mejor amigo sufrir por amor. Suspiró y puso una expresión serena.
—Está bien... Voy a intentarlo por unos días más.
Shaka se sintió tan aliviado que la sonrisa se le ensanchó.
—El maestro Dohko me va a dar algunos consejos... Podría pensar alguna estrategia.
—¿Estrategia? —preguntó risueño. Cosa que causó un sonrojo leve en la cara de Shaka.
—Tenemos que mantenernos por el sendero de la razón y no guiarnos demasiado por los sentimientos. Es la única forma de hacer que Mu caiga.
—Hum... Eso sí es algo que vos dirías.
Tras esa charla que pudo mantener bajo control Shaka regresó a su templo. Apenas llegó se sentó en la flor de loto gigante en la que solía meditar. Intentó contactar con su maestro más de media hora, pero le fue imposible. Le preocupaba que él mismo no le hubiera hablado, puesto que siempre, ante el más mínimo indicio de perturbación en el santo de Virgo, hacía acto de presencia. Aunque se sintió más frustrado que otra cosa: el único que podría tener una pista estaba fuera de alcance.
Estuvo a punto de poner un pie en el piso y se detuvo.
—Asmita —pronunció ese nombre.
Su maestro no respondía, pero aún estaba su vida pasada. Si lo que había escuchado era cierto, Asmita de Virgo vivió en Jamir junto a Shion y el herrero maestro de su época. No tenía nada que perder; volvió a sentarse en la posición de loto listo para contactar a su pasado.
Poco a poco los sentidos le abandonaron, su cosmos se elevaba al punto de rodearle el cuerpo en un brillo enceguecedor. Él era la única fuente de luz en medio de la oscuridad. Los hilos dorados que formaban su cabellera flotaban en el aire. Una luz tenue apareció a unos pasos de distancia; comenzó a titilar cuando Shaka elevó aún más el cosmos. Frunció el ceño, el resplandor amorfo se hizo más pequeño, al punto de desaparecer por un instante. Una explosión diminuta y el cuerpo de un joven reflejo del sexto guardián se hizo presente.
Shaka abrió los ojos lentamente. No era la primera vez que lo veía, pero no conseguía acostumbrarse al parecido que guardaban. De no ser porque sabía que Asmita había tomado muy en serio sus votos hubiese jurado que, además de la unión de sus almas, también estaban conectados por lazos genéticos.
—Shaka... Tanto tiempo —habló a la par que dejaba ver unos iris azules—. Oh, ya no tenés la cara cubierta de granos.
Entonces recordó por qué no contactaba a su vida pasada tan seguido. Asmita no tenía filtros a la hora de decir lo que pensaba.
—El Patriarca... me curó.
—Ah, Shion. ¿Cómo está? ¿Ya bajó de peso?
Shaka carraspeó la garganta.
—No te llamé para hablar sobre esas cosas... Hay... algo importante que me gustaría saber.
—¿Nnh?
—Tengo entendido que viviste en Jamir antes de ser santo de oro.
Asmita bajó la mirada.
—Ah... Sí.
—Necesito que me digas todo lo que sepas sobre el polvo de estrellas. Seguramente estuviste presente cuando el herrero maestro tuvo que crearlo.
—No me digas que... —Lo miró a los ojos— ¿Ya hay un nuevo herrero y te eligieron como su consorte?
—No. Bueno, sí hay uno nuevo. Yo tengo que acompañarlo a los encuentros con... su pareja.
—¿Eh? Si no sos consorte, ¿por qué te preocupás tanto? Esto es así desde hace siglos.
—Pero Mu está sufriendo. Él nunca gustó de nadie y se niega a lastimar a quien el Patriarca y el maestro Dohko eligieron como su pareja. Por eso quisiera saber si hay otra forma de conseguir el polvo.
—Como ya te dije, es la manera de conseguirlo desde que se crearon las armaduras. Las constelaciones son caprichosas. ¿Por qué pensás que se necesita sangre para devolverles la vida?
Shaka apretó los puños que reposaban sobre sus muslos. Asmita lo observaba en silencio. Tenía una leve idea de su aspecto físico, por lo que ver a su sucesor le incomodaba: era como si él mismo atravesara por ese dolor. Cerró los ojos y asintió.
—Presencié muchas cosas durante mi estancia en Jamir —dijo Asmita—, desde los aprendices desangrarse y quedar inconscientes... hasta al maestro... dejar la pagoda para volver con frascos cada vez más pequeños de polvo estelar.
—¿Por qué eran cada vez más pequeños?
—Es lo normal. El consorte se cansa, su corazón se vuelve duro e incapaz de derramar lágrimas. Por eso el herrero suele tener más de uno o buscar uno nuevo cada cierto tiempo.
Ya uno era complicado, conseguir otro iba a ser imposible. Imaginar a Mu con varias parejas a la vez hizo que a Shaka le doliera el pecho, no solo por su amigo, sino también porque sus deberes como chaperón no terminarían.
—Mirale el lado bueno —dijo Asmita—: sos el ayudante, no vas a tener que derramar ni una lágrima. Aunque... Hakurei me explicó que también se puede conseguir el polvo con la ayuda de un amigo.
—Mu me dijo lo mismo, pero se niega a hacerlo.
—Que yo sepa, Hakurei nunca tuvo que recurrir a ese método. Tal vez Shion lo haya hecho, seguramente lo conoce. Si tu amigo tampoco quiere hacerlo debe ser igual de malo que la otra manera.
Shaka se revolvió el pelo.
—Sigo en el mismo lugar.
Asmita suspiró.
—Al final vos también terminaste involucrado en esto. Bueno, todos los santos de Virgo lo hacemos.
—Me gustaría... encontrar una forma de que Mu no sufra.
—Hum... Por más que lo intente, no se me ocurre nada. Lamento no ser de ayuda.
—Está bien... Voy a esforzarme más.
—Ohhh... Aunque parezcas un nenito miedoso sos igual de decidido que yo.
Shaka se levantó de la flor, la oscuridad se desvaneció y caminó molesto.
—Debo estar desesperado para hablarle a ese tipo —dijo para sí mismo.
Tras una noche en la que apenas llegó a dormir dos horas entre que pensaba demasiadas cosas, Shaka se reunió con Shion y Dohko para informarles sobre los avances nulos de Mu. Tuvo que presenciar un monólogo del Patriarca semejante al que su amigo soportó el día de su cumpleaños. Al menos no le dijo que era su culpa por ser una distracción para Mu -pero en el fondo creyó que lo era. Dohko fue más relajado y lo animó a esforzarse un poco más.
—Es normal que no sepan qué hacer —dijo el caballero de Libra—. Todavía son jóvenes inexpertos. Shion tampoco sabía cómo actuar cuando fue su turno y eso que ya casi tenía diecinueve años.
—Te recuerdo que para ese entonces ya era Patriarca. Tenía demasiadas cosas que hacer.
—¡Ah, pero de no haber sido por mí jamás habrías conquistado a Yuzuriha! —Le hizo una toma por el cuello— Así como lo ves el gran Patriarca tardó todo un año para declararse y eso que se conocían desde que eran aprendices.
Shion le dobló el meñique a Dohko y consiguió zafarse. Luego se acomodó el pelo.
—El primer cortejo siempre es complicado —dijo el Patriarca.
—Bueno, eso es verdad... Más con una mujer como Yuzuriha. No se las encuentra fácilmente. Era una belle-...
Shion carraspeó la garganta. Dohko sintió escalofríos por la mirada de su amigo y rio nervioso.
—Una belleza la manera en que peleaba, muy fuerte... Volviendo al tema de Mu... No esperamos que avance mucho de un día para el otro. Pero tenemos que asegurarnos de que se sienta cómodo.
—Pronto va a comenzar el entrenamiento de Kiki en Jamir —dijo Shion—. Lo ideal es que la relación de Mu con Saga se establezca antes de que abandone el Santuario.
Shaka agachó la cabeza con una sensación amarga en la boca. Había olvidado el detalle de Kiki. Se miraba las manos y aún le parecía tenerlo en sus brazos cuando lo encontró aquel día tormentoso.
—Todavía falta para eso —le dijo Dohko con unas palmadas en la espalda—. Lo criaste muy bien junto a Mu, pero ahora ellos tienen que empezar a llevarse como maestro y alumno.
El santo de Virgo levantó la cara.
—Tengo que planear el almuerzo. Si eso es todo, me retiro.
—En tres días Saga va a liderar una misión a América —le dijo Shion—. Ese mismo día partís para China.
—Entiendo —Se puso de pie sin cambiar la expresión de amargura.
—¡Todo va a estar bien! —exclamó Dohko— Son chicos fuertes, por algo están en el Santuario.
—Sí... Con permiso.
Shaka abandonó la oficina del Patriarca con los vítores de Dohko de fondo. Cuando se cerró la puerta la sonrisa del caballero de Libra se deshizo lento para terminar en un suspiro. Dio media vuelta para ver a su amigo que se apretaba el puente de la nariz.
—Tal vez fue demasiado pronto. Tendría que haberme hecho cargo de la formación de Kiki yo mismo.
—Tarde o temprano Mu iba a sucederte. Si no fuera por Kiki quizás no habría conseguido un alumno en décadas... Pero eso no es lo que te preocupa, ¿o me equivoco?
Shion se tomó unos segundos en los que movió los dedos sobre el escritorio y luego habló:
—¿Habrá vuelto para repetir el pasado?
—Shaka no es Asmita, Shion. Bueno, sí lo es, pero no se parecen en nada. Shaka es muy dulce, quiere mucho a Mu y a Athena, es un chico alegre.
—Ya tengo suficiente con sacarles la felicidad a mis nietos... No me gustaría hacerle lo mismo a Shaka... de nuevo.
—No lo puse en la lista por lo que me dijiste cuando llegó al Santuario. ¿Ahora te arrepentís?
—No del todo... Por haber nacido como un intocable a Shaka se le negaron muchas cosas. Era muy triste, nunca hablaba, no sonreía...
—Y Mu cambió eso.
El Patriarca asintió.
—Por saber lo que iba a tener que hacer cuando se convirtiera en el herrero maestro, reprimió tanto sus sentimientos que ahora no puede expresarlos.
—Entiendo que hayas decidido que Mu no haga sufrir a la persona que quiere... Pero esto es crítico, Shion. Ya casi no queda polvo de estrellas y vas a mandar santos a la misión más peligrosa en años. Varios van a volver con la armadura muerta.
El Patriarca se mordió el labio.
—Vos viste cómo es esto, Dohko. Es horrible tener que ilusionar a alguien para romperle el corazón... Ni siquiera me gustaría que Mu se lo hiciera a Saga... Pero... al menos va a tener a Shaka.
Dohko se refregó la frente.
—Deberías decírselo a Shaka. Tal vez él pueda convencer a Mu de que lo acepte.
—¿Y sacarle el único amor que conoce? Prefiero que se mantenga al margen y que esté para Mu en caso de que necesite a un amigo.
—¿Qué vas a hacer si Shaka empieza a tener sentimientos por Mu?
Shion se llevó ambas manos al rostro y gruñó.
Mientras tanto, fuera de la oficina del Patriarca, Shaka iba camino a la salida del templo principal cuando vio a la diosa sentada con la cabeza entre las manos y cara de aburrimiento. A pocos centímetros de sus pies había una pelota.
—Athena, buenos días.
—¡Ah, Shaka! —Se levantó de un salto— ¡Qué bueno que viniste!
—Perdón, pero no puedo quedarme a jugar.
—Oh... Nadie quiere jugar conmigo.
—No es que no quiera. Es que tengo que ir a pensar cómo va a ser el almuerzo de hoy. Por más que lo intente no se me ocurre nada.
—Hmmm... ¡Tengo una idea! ¡Esperá acá! No te vayas a escapar, eh.
Aunque quisiera, Shaka había aprendido la lección la última vez que lo hizo: Athena armó tal escándalo que Shion lo obligó a ser la princesa invitada a las fiestas de té durante una semana. No deseaba repetirlo. Así que esperó; no fueron más de cinco minutos. La diosa volvió arrastrando una canasta.
—¡Hoy está relindo para un picnic! Podés usar esto. La tenía preparada hace días, pero nadie me quiso acompañar.
—Si no fuera porque realmente sos una diosa de hace siglos, me sentiría mal por seguir los consejos de una nena de ocho años. Pero es una buena idea.
—¿Vas a ir con Mu y Kiki?
—Eh... Algo así.
—¿Puedo ir?
—¿No tenés que estudiar o entrenar?
—Sí, pero más tarde.
—No vamos a jugar. Esto es parte de nuestras obligaciones.
—Ohhh... ¿No puedo ayudar?
—Con la idea del picnic ayudaste mucho.
Athena frunció los labios. El sexto guardián veía venir un berrinche divino y cómo pronto iba a tener que usar vestido de nuevo.
—¡Ah, Shaka! —llamó Dohko— Menos mal que todavía estás acá.
El caballero de Virgo volteó enseguida a verlo, aliviado.
—¿Qué se le ofrece, maestro?
—Hoy ya me voy del Santuario. Quería darte un par de consejos para que ayudes a Mu.
Shaka asintió.
—Saga es buen chico, le gusta ayudar a los demás y es responsable. Pero esas son cosas a las que todo el mundo está acostumbrado. Así que vas a tener que animar a Mu a acercarse a Saga de otra forma.
—¿Otra forma?
—Podría ser... agarrarse de las manos, sentarse juntos, cada vez más pegados. Oh, algo que no falla es limpiarle la boca si se ensucia al comer. Alguna caricia sutil sin motivo aparente también podría servir. O hacerse el dormido y usar el hombro del otro como almohada. ¡Ah! No te olvides de hacer que se ponga bonito para Saga. Alentalo a que se arregle antes de cada encuentro.
—¿Está seguro de que eso sirve, maestro?
—Totalmente. Es mejor que Mu tome la iniciativa para que se acostumbre. Así no va a sentirse incómodo cuando Saga lo intente.
—Hum... Entiendo.
—Contamos con vos para que esto funcione.
—Me voy a esforzar.
—Sé que lo vas a hacer... Bueno, voy a buscar a Shiryu. Nos vemos en un par de días.
—Sí —Hizo una reverencia—. Muchas gracias por sus consejos, maestro.
—*—*—*—
En el taller del primer templo Mu sostenía un frasco vacío frente a sus ojos; cada tanto lo sacudía, como si con ese movimiento el polvo fuera a aparecer por arte de magia. Volvió a colocarlo en la repisa junto a un montón en el mismo estado. Pasó la mano por cada uno de ellos. Miró a la fragua donde había un martillo de juguete. Lo agarró y luchó para que la expresión de dolor no le ganara.
Salió del taller. En el living Kiki intentaba leerle un libro al señor Tanpoppo gigante. Mu le acarició la cabeza y le dio el martillo.
—No dejes tus juguetes tirados en cualquier parte.
—Sí, maestro.
Fue hasta la cómoda donde había varios portarretratos. De un cajón sacó una franela y un lustramuebles. Mientras repasaba la madera miraba las fotos; en la mayoría estaba él, ya fuera con sus compañeros, con Kiki y Shion, también una con sus hermanas, madre y abuela. Se detuvo al llegar a la imagen en donde Saga lo cargaba sobre un hombro, mientras llevaba a Milo colgado en la otra mano. En la foto el santo de Géminis tenía dos años menos que él, sonreía amplio, los ojos le brillaban. Saga siempre había tenido esa expresión.
El primer recuerdo que tenía de él era la sonrisa con la que se presentó animado la vez que acompañó a Shion a Jamir. Mu estaba nervioso porque visitaría el Santuario y Saga le dijo que iban a ir juntos de la mano para que no diera tanto miedo. Con él se sentía seguro, no se despegaba en ningún momento de su lado en cada viaje a Grecia. Sentía culpa al ser incapaz de revivir esa emoción por el caballero de Géminis. Le dolía el estómago al pensar que lo vería en unas horas, solo para arruinarlo de nuevo.
Se pasó el dorso de la mano por la frente antes de volver a pasar la franela por el mueble. La siguiente foto era de hacía un año, cuando había regresado de una misión con Shaka, la número diez como equipo. Agarró el portarretratos y se contagió la sonrisa impresa del caballero de Virgo. Acarició suave el vidrio que protegía la imagen de su amigo. Los cachetes comenzaron a tomar color.
—¡Shaka!
La voz de Kiki lo asustó; estuvo a punto de que la foto se le cayera de las manos. La dejó sobre el mueble y giró hacia la puerta. Suspiró aliviado cuando vio a su amigo abrazar a su discípulo como de costumbre.
—Hoy no viniste a desayunar. Todavía hay torta.
—Perdón. Tuve una reunión con el Patriarca.
—Vení, vení —Lo estiró de la mano para llevarlo donde estaba el peluche—. ¿Podés leernos un cuento? El maestro Mu dijo que no tiene ganas.
—Dije que no tengo tiempo —Se defendió el herrero—. Todavía no terminé de ordenar.
Shaka dejó la canasta sobre la mesa ratona. Se acercó a Mu para mirarlo mejor. El santo de Aries retrocedió levemente y la cara se le puso de un tono rosado. El sexto guardián puso una expresión preocupada.
—Tenés los ojos hinchados —dijo casi en un susurro.
Mu apartó la vista y forzó una sonrisa.
—No pasa nada. Tal vez sea alergia.
—Mu...
Estiró la mano para ponerla sobre el hombro de su amigo. Pero antes de tocarlo se detuvo de golpe. El primer guardián levantó una ceja. Shaka tenía por costumbre acariciarlo y mimarlo de alguna manera cada vez que lo veía desanimado, por lo que encontró demasiado extraño que no lo hiciera.
—¿Qué pasa?
—No... —Cerró el puño y lo alejó de Mu— Es verdad. Tal vez sea alergia.
El santo de Aries se frotó el brazo. Nunca se había parado a pensar en cuán acostumbrado estaba a las muestras de cariño de Shaka. Que se lo negara le pareció desagradable. Buscó algo que le sacara de ese momento incómodo.
—¿Qué hacés con eso? —preguntó con la mirada en la canasta.
—Athena me la prestó. Sugirió que el almuerzo de hoy sea un picnic.
—¿Un picnic?
—¡Yo quiero, yo quiero! —Kiki saltó— ¿Puedo ir, maestro?
—Eh... No sé...
—Yo me ocupo de Kiki mientras hablás con Saga. No muy lejos pero tampoco cerca.
Mu agachó la cabeza. Shaka se apretó el índice de la mano derecha hasta hacerlo sonar.
—Mientras no descubramos otra forma de conseguir el polvo de estrellas, vas a tener que fingir.
—No quiero hacer eso.
—No hay otra opción, Mu... A menos que alguien más tome su lugar... Quizás yo pueda-...
El herrero caminó hacia la mesa a paso rápido.
—¿Y qué se supone que llevemos al picnic?
—Todavía no se me ocurrió nada. ¿Tenés alguna idea?
Mu abrió la canasta. Un par de ojos enormes y brillantes lo miraron.
—Shaka, ¿revisaste lo que había adentro antes de traerla?
—Eh... No.
—Se nota.
Levantó la canasta para que su amigo viera adentro.
—¡¿A-Athena?!
—Mejoré mi técnica —dijo la diosa con una risita.
Luego de que los santos intentaran convencer a Athena de que lo mejor sería regresar a su templo y fallar en el intento, accedieron a que tanto ella como Kiki los acompañaran al picnic. Mu no estaba feliz con la decisión, pero Shaka sería el niñero ese día, además de preparar la comida mientras él terminaba con la limpieza de la casa.
El caballero de Virgo practicó la paciencia con el par de infantes en la cocina. Cada uno devoró la porción de torta que les sirvió para que estuvieran tranquilos por un rato. Volvieron a corretear por toda la casa hasta que Shaka les permitió ayudarle a lavar verduras; aunque no hicieron demasiado. Enseguida se aburrieron y prefirieron jugar a las escondidas en otro lado.
Entre tanto Mu continuó con la limpieza de la casa. Los días fríos habían terminado, por lo que ordenó el armario de su cuarto para guardar las frazadas y cubrecamas que ya no hacían falta. Revisó qué cosas servían aún y cuáles podía tirar; se distrajo un rato largo en la labor. En una caja encontró varios objetos que ya no recordaba.
Suspiró sorprendido y agarró con delicadeza un par de escarpines amarillos. Les pasó la mano para sacarles el polvo. Los ojos le brillaron a la vez que la sonrisa se le ensanchó. No podía creer que hasta no hacía mucho tiempo Kiki los usaba. Decidió que los iba a conservar y los dejó a un costado.
Luego agarró un cuaderno viejo que también estaba en la caja. Dudó en abrirlo; apenas vio la tapa recordó qué había en las hojas y le dio una sensación entre dolorosa y de emoción en el estómago. Pero al final lo hizo. La primera página tenía un poema; se ruborizó. «¿Por qué pensaba que era bueno? —preguntó en su mente— Espero que él jamás vea esto». Pasó la hoja, otra y varias más; en todas había poemas o versos sueltos, entre garabatos y rayones. Cada uno le daba más vergüenza que el anterior.
Pero todo se le fue cuando encontró una foto que creyó olvidada. Se sorprendió tanto como el día que Aioros se la mostró. Era de una tarde de verano, el primero que pasaron con Kiki. En aquel entonces se calmaba únicamente si dormía sobre el pecho de Shaka, tal cual aparecía en la imagen. Ese día había sido muy caluroso, por lo que el santo de Virgo colocó un colchón con varias almohadas en el hall de Aries, donde el viento daba alivio, y se acostó a dormir la siesta con Kiki. Mu los encontró al volver de entrenar. Se dio una ducha rápida y se unió a su amigo y su discípulo. Un rato más tarde Aioros los descubrió; no dudó en sacarles la foto.
Mu dejó el cuaderno en la caja, se levantó de un salto y salió rápido del cuarto. Fue a la cocina. Shaka intentaba pelar los huevos que todavía estaban muy calientes. Los soltó y sacudió las manos, después abrió la canilla para mojarse y calmar el dolor.
—¡Shaka, mirá lo que encontré!
Giró a ver los escarpines que Mu sostenía. Cerró el agua, se secó las manos sonriente.
—¿Son los primeros que le conseguimos?
—Sí. Los tenía guardados en una caja.
Shaka agarró los escarpines y, al igual que su amigo, los veía embelesado.
—No recordaba que fuera tan chiquito.
—¡Y mirá esto! —Le enseñó la foto.
—¿De cuándo es? Nunca la había visto.
—La sacó Aioros. También la tenía guardada.
—Kiki creció tan rápido... Siempre tuve miedo de que los pañales le quedaran tan grandes. Más cuando dormía así.
—Yo tenía miedo cada vez que salías en una misión: lloraba por horas. Y cuando volvías no había forma de despegártelo.
La sonrisa de Shaka se borró de golpe y le devolvió los escarpines a su compañero. Mu supo enseguida que el hecho de que pronto se llevaría a Kiki a Jamir todavía le molestaba.
—Shaka...
Intentó agarrarle la mano, pero el caballero de Virgo se apartó unos pasos para abrir un cajón. Sacó el pisa papas. Mu agachó la cabeza.
—Perdón.
—¿Por qué te disculpás?
—Seguís molesto... porque me voy a llevar a Kiki.
—Ah, eso... No. No me molesta.
—Pero...
—¿Nnh?
—No... Es que... Estás raro.
—No sé de qué hablás —Sonrió—. Estoy igual que siempre.
Mu negó y Shaka no dijo nada más. Volvió a la tarea de pelar huevos. El santo de Aries no se movió; solo se dedicó a mirar a su compañero quemarse y sacudir las manos. Shaka era muy paciente, excepto para dejar enfriar los huevos y Mu lo sabía, por eso siempre le curaba las quemaduras apenas se las hacía. Pero esa vez no se animó.
Vio todo lo que había en la mesada y lo que todavía estaba sobre el fuego. En la mesa, la canasta para el picnic. A lo lejos escuchó la voz de Athena contar a los gritos. Mu no quería encontrarse con Saga. De hecho, no quería ver a nadie. Ya no había rastro de la alegría que le provocaron los recuerdos de la caja. La cabeza le pesaba, necesitaba apoyarla en la almohada, aunque primero encontró el hombro de Shaka.
El santo de Virgo abrió la canilla para mojarse los dedos. No dijo nada, apenas apretó los labios.
—¿Me abrazás?
La sorpresa de Shaka fue tal que abrió los ojos, pero no demasiado. Inclinó la cabeza para el lado contrario a Mu y dijo:
—No me lo pedías desde los diez años.
—Hasta ahora no lo necesité.
Shaka agarró un cuchillo y empezó a cortar los huevos.
—Estoy ocupado.
—¿Ya no querés que te toque? ¿No lo habías superado?
—No es por eso.
—¿Entonces?
—¿No ves? Estoy ocupado.
—Siempre te hacés un tiempo para mí.
Shaka no respondió.
—¿Soy una molestia?
—En este preciso momento intento cocinar. No sos de mucha ayuda.
Poco a poco Mu se apartó. Shaka siguió sin mirarlo y se mordió el labio. Ya se imaginaba la cara triste de su amigo: cuando estaba así siempre tenía los ojos de tono verde oscuro. A Shaka le gustaban más cuando se iluminaban con el sol o al sonreír. Pero ahora por su culpa habían perdido el brillo y no podía mostrarse dulce como deseaba, no le correspondía cumplirle el capricho.
—¿Por qué no le pedís a Saga que te abrace cuando lo veas?
Mu quedó helado. No supo qué responder, aunque tampoco hubiera podido por el nudo que se le formó en la garganta. Retrocedió un paso. Shaka seguía sin mirarlo. Mu giró lento, a la espera de que su amigo dijera algo más, pero no lo hacía. Se encaminó a la salida. Antes de dejar la cocina miró una vez más al santo de Virgo que no respondió como esperaba.
Entonces regresó a su cuarto. Dejó los escarpines y la foto en la mesa de luz. Miró por la ventana a nada en particular. Los segundos pasaron mientras él permaneció quieto. Imaginó cómo le hubiera gustado que Shaka reaccionara y se abrazó a sí mismo. Con un poco más de esfuerzo trató de creer que el santo de Géminis estaba en lugar de su amigo, pero sacudió la cabeza de inmediato.
Volvió al armario y buscó el cuaderno de poemas; después un bolígrafo en un cajón de la cómoda. Se sentó en la cama con una hoja en blanco delante. Se mordió el labio y las palabras comenzaron a manchar el papel. Apretaba cada vez con más fuerza tanto el bolígrafo como la frente. Rápido, los trazos se acumulaban, el latido en el pecho se aceleraba.
Cuando ya no supo qué más escribir leyó los versos:
Tus brazos, rayos de sol
me abrigan y estoy vivo
El astro más brillante
al salir mi pecho quema
No puedo verte sin que arda
mi piel espera, pero no
estás lejos, tan cerca, grande
como la pena que cargo
No puedo amarte
El último verso le dio escalofríos y ahogó un suspiro. Se llevó la mano a la boca, releyó el poema. Arrancó la hoja y la tiró hecha un bollo sin importarle dónde cayera. Dejó el cuaderno junto a los escarpines y la foto, se acostó con la almohada sobre la cabeza. Entonces recordó por qué había dejado los poemas: no le gustaban las sensaciones raras que lo llevaban a elegir esas palabras y de esa forma, en especial porque siempre tenía a Shaka en mente cuando escribía.
Giró y quedó de costado con vista a la ventana. «¿Por qué esas palabras volvieron a salir? —Se preguntó— No está bien, no puedo pensar esas cosas de Shaka». Aplastó la almohada aún más sobre su cabeza. De a poco quedó en un estado entre la vigilia y el sueño.
La luz que entraba por la ventana se ocultó. Un par de ojos azules lo miraron de cerca. Su corazón golpeó fuerte y antes de que el rubor en la cara se notara giró hacia el lado de la puerta. Shaka se llevó las manos a la cadera. Negó junto a un suspiro, luego se sentó en la cama, aunque de espaldas al caballero de Aries.
—Perdoná por haberte tratado así... Sé que te cuesta hacer esas cosas si no estás a gusto... Pero...
No podía decirle que el Patriarca le había prohibido ser cariñoso. Tampoco debía mostrarse dolido o triste, Mu se pondría peor. Juntó las manos de una forma semejante al mudra dhyana y apretó los pulgares uno contra el otro.
—Está bien —dijo Mu—. Lo entiendo... Ya no... No debería hacer ese tipo de cosas... Seguro se ve raro.
—¿Raro? —Lo miró, aunque el primer guardián seguía con la cabeza cubierta— ¿Qué tiene de raro que nos abracemos?
—Ya no somos nenes... Además, se supone que estoy... saliendo con Saga.
—No creo que sea raro. Es decir, crecimos juntos, somos como hermanos.
—Pero no lo somos.
Shaka parpadeó confundido.
—Mu... ¿Por qué...? Nunca te importó que fuera un intocable, o que no compartamos sangre...
El caballero de Aries se sentó y se pasó la mano por la cara.
—No me importan esas cosas.
—¿Entonces?
—No sé... No entiendo nada de lo que digo o pienso —Se estiró el pelo —. Es tan raro todo.
Shaka se arrodilló en el colchón y atrapó a su amigo entre los brazos. Hizo que apoyara la cabeza en su pecho, mientras le acariciaba el hombro. Mu no podía parpadear siquiera; el perfume dulce a flores que desprendía el cuerpo ajeno lo había paralizado al instante.
—Para mí también es raro —dijo Shaka en tono suave—. Siempre sos vos el más animado.
Mu escondió la cara en el pecho de Shaka y se agarró de la tela de su ropa.
—Me quiero ir.
—En unos días va a haber una misión en América. Tal vez el Patriarca te deje ir a Jamir hasta que termine.
—No quiero ir a Jamir... Quiero ir a Lhasa.
—Extrañás a tu familia... Mientras no te escapes, quizás haya una posibilidad.
—¿Me vas... a acompañar?
Shaka suspiró y le frotó la espalda.
—Sí, Mu. Siempre voy a estar con vos.
—¿Como un hermano?
—Como un hermano.
Mu cerró los ojos, apoyó la oreja contra el pecho de Shaka y se dedicó a escucharle los latidos. Era tan relajante que perdió la noción del tiempo. El calor del caballero de Virgo le dio fuerzas para, al menos, fingir que todo iba a estar bien, aunque sabía que Shaka no le creía pero le seguía el juego.
Volvieron los dos a la cocina para terminar de preparar el almuerzo. Mu consiguió distraerse; de a poco dejó atrás las inseguridades que le atacaron cuando estuvo solo. Guardaron todo en la canasta y Shaka fue a buscar a Athena y Kiki.
Tardó unos minutos en encontrarlos: ambos miraban los retratos y placas de los antiguos herreros maestros. Athena leía los nombres, mientras que Kiki contaba algún dato que Mu o Shion le habían dicho; algunas cosas la diosa recordaba muy bien y otras no tanto.
—Kiki, Athena —los llamó serio—, saben que no pueden jugar acá.
—Le estaba mostrando a Athena quiénes fueron herreros como mi maestro —respondió el Aries menor—. Algún día mi cara también va a estar en esta pared.
El pecho de Shaka se oprimió con esas palabras. Kiki admiraba tanto a Mu que quería ser como él y se preguntó si algún día se arrepentiría de su destino como el santo de Aries. La expresión alegre que siempre tenía era similar a la de su amigo cuando se conocieron. Trató de ignorar los pensamientos que le hacían reprocharse por no haberlo llevado a otro pueblo o con la madre de su mejor amigo.
Miró cada uno de los retratos: ninguno era igual a otro, ya fuera por el estilo artístico de la imagen o el porte de cada maestro; lo único que tenían en común eran las cejas diminutas, el rasgo muviano más típico. Se centró en Hakurei y recordó la conversación con Asmita. Supuso que debido a la ceguera se limitó a encargarse del jardín de los sales gemelos, de allí que no tuviera más información para brindarle. Entonces pensó que quizás lograría hallar algo en el templo de Virgo; la cantidad de información que había en la biblioteca era gigante, con muchos archivos que desconocía.
Cuando vio los primeros retratos le llamó la atención una placa con las palabras «Herrero maestro. Santo de Aries». Se acercó a leer las que le seguían; todas tenían nombre, algunas hasta mencionaban la armadura que portaron cuando fueron santos.
—Kiki, ¿Mu o el Patriarca no te dijeron quién fue el primer herrero maestro? El que va acá.
—Hmmm... Creo que no. El maestro Mu dijo que fue hace mucho, mucho, mucho tiempo.
—Vivía en el continente Mu —dijo Athena.
—¡Cierto! Si fue el primero tuviste que conocerlo cuando le pediste que forjara las armaduras.
—Eso dice la historia —Se llevó las manos a la cabeza y cerró los ojos—. ¿Cómo se llamaba? Hum... Empezaba con A... A... An... ¡Antara!
—¿Antara?
—No, no... Él fue herrero y ocupó el cargo de su hermana cuando la nombraron... matriarca.
Shaka buscó el nombre de Antara en las placas: había sido santo de Escorpio.
—Empezaba con A, empezaba con A...
—Está bien —le dijo el sexto guardián—. Algún día tal vez lo recuerdes... Ahora tenemos que irnos.
Los pequeños agarraron a Shaka de la mano para salir de la sala; no pararon de hablar sobre una cantidad infinita de temas. En el frente de la casa Mu ya los estaba esperando. Kiki corrió hacia él para ir juntos. Recién cuando comenzaron a descender por la escalinata llegó el silencio.
Shaka miró a su compañero de reojo. La expresión amarga del primer guardián ya le estaba colmando la paciencia. Hubiese deseado permitirle escapar a Jamir como cada vez que necesita alejarse del Santuario, o a Lhasa, mucho mejor aún, pero hasta no tener una idea clara de qué hacer tenía que seguir sus obligaciones como chaperón.
—Mu.
—¿Qué pasa?
—Tal vez sea pedirte demasiado, pero creo que deberías enfocarte en dos cosas hoy. La primera: hablá con Saga. Dejale en claro tus inseguridades. Él no sabe cómo actuar debido a tu falta de interés.
Mu se mordió el labio. Odiaba sus sentimientos, detestaba que su abuelo lo presionara a enamorarse, pero le dolía demasiado que Shaka lo animara a estar con quien no le despertaba nada. Lo peor era que no podía demostrarlo. Su destino al haber nacido como el primer varón de su clan y elegido por las estrellas ya era bastante cruel, no quería arrastrar al santo de Virgo consigo.
—No te rindas al principio —continuó Shaka—. Lo que se te pide es doloroso, pero quizás puedas disfrutar y aprender algo de esta experiencia.
—¿Qué es lo segundo? —preguntó el caballero de Aries.
—El contacto físico juega un rol importante en la conquista... según el maestro Dohko.
—¿Eh?
—No te digo que lo abraces ni nada por el estilo... Podrías hacer algo tan simple como esto.
Señaló la mano con la cual llevaba a la diosa.
—Cuando éramos chicos Saga hacía lo mismo —siguió—. Ahora las circunstancias son otras. Pero tenés que dar el primer paso. Nunca vas a conocer tus límites si no lo intentás.
—Hum... ¿Y si él no quiere?
—Dudo que se vaya a negar.
—Pero... ¿Qué hago si me transpira la mano? ¿O si lo agarro muy fuerte o suave?
—Ay, Mu... No hay mucha ciencia para eso... Ya sé que te parece raro, pero lo hacés conmigo todo el tiempo.
—Es distinto.
—No creo que sea tan diferente... Imaginá que soy Saga e intentá agarrarme la mano.
Mu torció la boca. Miró con timidez la mano libre de su compañero. No podía imaginar que fuera Saga. Conocía muy bien los dedos de Shaka: suaves y delicados, fríos si la temperatura bajaba de veinte grados, largos; cada vez que los entrelazaba con los suyos le daba tranquilidad, una distinta a la que sentía en su niñez cuando hacía lo mismo con el caballero de Géminis.
Cruzó miradas con Athena; ella le sonrió. Se sintió culpable de faltar a sus votos como santo. «Es mejor que sufra yo y no la humanidad», pensó. Soltó la canasta, la llevó a través de sus poderes de telequinesia y decidió agarrarle la mano a Shaka. Una corriente le cruzó el cuerpo. Trató de aparentar que el contacto con su amigo no le había provocado nada.
—Con vos es fácil —dijo.
Bajó dos escalones y frenó cuando sintió que algo se oponía. Volteó a ver a Shaka inmóvil. Tenía los ojos abiertos, como si fueran a salirse. Estaba pálido, con los labios apenas separados.
—¿Qué pasa? —preguntó. Lo estiró con suavidad, pero el sexto guardián no reaccionaba— ¿Shaka? ¿Qué tenés?
Lo último que Shaka escuchó fue la voz de Mu gritar su nombre mientras Athena estaba de pie frente a un joven rubio de ojos dorados.
-NOTAS-
Hola a quienes lean esto.
Muchas gracias por leer el capítulo.
Debo confesar que este me costó MUCHO.
¿Qué les pareció?
Admito que es el primero que me sorprendió: ¡Mu está enamorado de Shaka!
La canción que dejé más arriba me hizo pensar en cómo se debe sentir Mu respecto a Shaka, no tengo idea por qué XD Mientras más pasaban los días me dieron más ganas de hacer que Mu se enamorara de él.
Después de hablar con una amiga porque no pasaba NADA en este capítulo, me surgió la idea de los poemas... y porque estuve leyendo para Poesía Universal XD Así que se me ocurrió que Mu podría escribir poemas, lo que me sirve de excusa para no dejar de practicar porque ya hice todos los talleres obligatorios de poesía en la facultad.
Los poemas que estaban en el cuaderno de Mu también eran de amor, pero más adelante voy a profundizar en ese tema.
Es el primer poema de amor que escribo XDDDDDDDDDDDDDD Espero que me haya quedado decente.
Con esto de que Mu está enamorado de Shaka voy a tener que corregir los capítulos pasados XD Igualmente tenía pensado hacerlo porque este fanfic se publica a medida que termino los capítulos, pero ahora es más que necesario.
Lo que siente Mu no es correspondido. Shaka es bastante complejo y, como él mismo le dijo a Saga, sí quiere a Mu, pero no está enamorado de él... A ver si al final no se me enamora XDDDDDDDDDDD
Con respecto a Saga, les prometo que sí va a tener sus momentos con Mu a partir del siguiente capítulo... Me va a costar HORRORES, pero lo voy a hacer.
¿Qué les pareció Athena? XDDDD No puedo hacerla seria, lo mismo con Shion y Dohko, son el alivio cómico. Aunque hoy los abuelos (son viejos, pero no tan viejos) se pusieron serios.
Ah, y mi Shion acá también tiene sus razones para alejar a Mu y Shaka XD
Asmita va a aparecer de nuevo y va a revelar cosas interesantes para Shaka.
Creo que eso es lo más relevante.
No sé cuándo vaya a venir la continuación porque ya empezaron las clases y todavía no sé en qué comisiones estoy, para que se den una idea de lo desorganizado que es este cuatrimestre... otro más...
Voy a tratar de traer un nuevo capítulo a fin de mes o principio de mayo.
El siguiente fanfic que quiero actualizar sí o sí es Sleepover que le debo continuación desde enero ;A; Y eso que va a ser corto... En Sweek ya hay dos capítulos, pero el tercero apenas lo empecé a escribir.
En fin, cuídense.
