Capítulo siete

.

.

.

.

.

Llegando a su casa luego de haber sido dado de alta, se dedicó a recuperarse de su lesión del vientre. Y sumido en su soledad, el hueco en su pecho crecía conforme pensaba sobre todo lo que había pasado en los últimos años en que Izuku se convertía en un héroe profesional, digno de pertenecer a los altos rankings.

Le pesaba el cuerpo de sólo recordarlo. De sólo adentrarse en ese erizo terreno en que permitió que su ira se descarrilara y así herir a la persona que menos lo merecía.

Recordaba las veces que Izuku lo visitaba en sus días libres para comer y ver películas de All Might durante toda la tarde hasta estar entrada la noche.

Recordaba la calidez de su persona, las palabras tan dulces que salían de su boca, la determinación de cumplir sus metas, su mirada segura cada vez que le decía que no se rendiría con él.

Recordaba esos detalles que extrañaba con locura, con fervor, ansiando tanto estar con él como en el pasado.

Los días que la agencia le había otorgado para reponerse de sus heridas se acabaría pronto, y Katsuki aún no resolvía los asuntos del corazón que bastante daño le causaban.

Por un lado, se proponía encarar a Izuku y decirle lo que sentía. Por otro, temía lo que sucedería entre ellos si hablaran. Aún cabía la posibilidad de que Izuku no quiera saber nada de él por lo mismo.

¿Cómo podría haberlo lastimado de la forma en la que lo hizo? ¿Qué carajos podía decirle para remediar el daño echo? ¿Qué podría esperarse de su reacción? ¿Lloraría? ¿Se enojaría? ¿Lo rechazaría?

Un zarpazo lo azotó que le impidió seguirse imaginando esos escenarios tan crueles que lo único que hacían en él era hacerlo temer por el rechazo que lógicamente sucedería.

¿Cómo Izuku podría estar con alguien que lo insultó y rechazó tan tajantemente que provocó que el brillo de sus ojos se opacara?

Pasó esos días comiendo solo, durmiendo solo, viendo la televisión solo, lavando la ropa solo, asomándose al porche solo, etc. Todo solo.

Katsuki estaba harto de tanta maldita soledad, mas sabía que eso es el precio que tiene que pagar por haber dicho pura basura sinsentido.

El timbre de su departamento sonó, desconcertando a un Katsuki que limpiaba el piso con el trapeador.

Con el ceño fruncido, se dirigió a abrir la puerta, sorprendiéndose al ver a Izuku del otro lado de la puerta.

El rubio agrandó los ojos, tomando toda la imagen del ya no adolescente que se situaba como un adulto maduro delante de él.

—Deku—Pronunció sorprendido.

Éste lo miró serio, sin mostrarse sorprendido al igual que él.

—Ha pasado tiempo desde que viniste a visitarme, maldito nerd— Apenas podía contenerse las ganas de abrazarlo ahí mismo, pero se contuvo. Era demasiado pronto, y demasiado injusto hacerlo sin avisarle a Izuku.

Izuku se balanceó en sus pies, extendiendo una bolsa de tela hacia él.

—No vine a visitarte— Aclaró. —Sólo vine a dejarte algunos platillos y remedios caseros que te manda mi mamá— Al ver que Katsuki no tomaba la bolsa, pues estaba muy concentrado en las expresiones que él ejecutaba. Sacudió la bolsa frente a sus narices. —Tómala. Es todo lo que vine hacer—Dicho eso se giró de lado, dispuesto a marcharse, cuando por impulso, Katsuki lo cogió del brazo, reteniéndolo.

Sus ojos se cruzaron en ese breve instante.

—Quédate un poco— Pidió Katsuki. Sus mejillas inevitablemente se sonrojaron por la muestra de vulnerabilidad que demostraba.

—¿Kacchan?

—Quédate— Dijo más urgido.

Izuku se volteó, quedando delante de él.

Es en ese momento en que se percató de que medían casi exactamente lo mismo, con él midiendo escasos centímetros más que el menor, salvo con la diferencia de que Izuku poseía mayor masa muscular en su cuerpo que él.

Lo vio apartar la mirada.

—No puedo— Murmuró, frunciendo el entrecejo. —Tengo una cita.

—¿Qué?— Se tensó en su sitio. —¿Estás saliendo con alguien?

—No.

—¿Es una chica?

—Sí.

Katsuki se mordió el labio. Temblaba. Pero de miedo.

¿Izuku con alguien más?

Su corazón se agrietó.

—¿Kacchan?— Izuku lo escudriñó, atento a su cambio de expresión.

—No es nada— Sacudió la cabeza.

—Kacchan— Presionó. —¿Qué ocurre?

—¿Hasta ahora preguntas qué ocurre?— Se exaltó. —Ocurren muchas cosas, Deku. Tu saliendo con una chica, tu diciendo pura maldito incoherencia que me quieres y luego decides rendirte con si nada. ¿Es que eres tan idiota para decidir todo por tu cuenta, sin siquiera preguntarme?

—¿A dónde quieres llegar con eso?

—A ningún lado, estúpido.

Jadeó en cuanto se percató de lo que acababa de decir. ¿Qué carajos estaba diciendo?

—Bueno, si eso es todo. Me retiro. Recupérate pronto— Trató de sonreír, pero salió una mueca lastimosa.

Un arranque de valentía lo llevó a tomar su brazo y atraerlo hasta la entrada de su casa de un jalón.

No quería que se fuera con esa chica.

—¡Wa!— Exclamó el menor. —¡Kacchan!

El rubio lo abrazó por detrás.

—No vayas con esa chica.

—¿Qué?—Musitó desconcertado.

—Lo siento— Espetó con la voz atorada. Los sentimientos que llevaba reprimiendo por fin salían a la luz. Izuku no opuso resistencia en ese punto.—Dije tanta maldita estupidez en aquel momento. Te dije cosas horribles. Te alejé. Y ahora me siento como un estúpido por sentirme tan miserable sin… sin ti— Afianzó sus brazos alrededor de su cintura, ocultando su nariz sobre su hombro. Su aroma colmaba sus nervios. —Así que no vayas a ver a esa chica. No la veas. Quédate aquí.

—¿Por qué me dices esto, Kacchan?

Sus ojos se empañaron por el sentimentalismo que se apoderaba de sus acciones. Veía borroso, conteniéndose de no quebrarse en cada segundo que transcurría.

Lo abrazó más fuerte. Sus brazos temblorosos en resonancia con el intermitente sentimiento de soledad que lo acaparaba al no tenerlo a su lado.

Tomó aire.

—Porque me gustas— Confesó emotivo. —Me gustas. Me gustas. Me gustas— El cuerpo de Izuku se paralizó entre su agarre. —Realmente me gustas, Deku.

—¿Eh?

—Fui muy idiota para darme cuenta de lo que sentía por ti. Pero no miento cuando digo que me gustas, maldición— Sus ojos lagrimeaban, mas no caían lágrimas. —¡Carajo…!

Katsuki estiró los brazos para girar al menor, debido a que su falta de reacción, propiciaba unas ansias terribles en el rubio, dado que desconocía el motivo de dicho silencio.

Sin embargo, Izuku no le permitió girarlo.

—Lo siento— Fue lo que manifestó el menor. —Pero no puedo quedarme aquí.

Abrió las orbes, aterrorizado.

¿Lo estaba rechazando?

O más bien, ¿Lo rechazó?

—¿Es por esa estúpida?

—No la voy a lastimar, Kacchan. Ella me está esperando.

Deshizo el abrazo.

—¡No…!— En un arrebato lo giró, poniendo sus manos sobre sus hombros estampándolo contra la pared.

—¡Kacchan!

—¡No lo voy a permitir!

Las orbes verdes del chico lo observaban con interrogación.

Su corazón estaba latiendo a mil por hora, incapaz de conjurar palabras o cualquier otra estupidez que saliera de su boca.

Llevaba semanas añorando tener a Izuku frente a él, mirándolo.

Y sin razonar más nada, se inclinó a besarlo, sin anticipar que sería esquivado por la cabeza de Izuku.

Esa acción le rompió el corazón.

Izuku lo rechazaba. Lo alejaba de él.

—Kacchan—Izuku estaba rojo. —¿Qué crees que estás haciendo?

—¿Qué más? Impidiendo que te vayas.

—¿Huh?¿Irme a dónde?— Ladeó la cabeza en confusión.

Katsuki apretó los dientes, aborreciendo la dirección en que la conversación fluía, ya que él no solía hablar de sentimentalismos, ni de las dichas de la vida misma. Solo entraba hablaba, decía lo que pensaba y se marchaba. No le gustaba tener que esperar a que el contrario le respondiera, mucho menos a una confesión de amor.

—Irte de mi vida— Espetó con la cara igual de roja que la de Izuku.

—¿Eh?!— La cara de Izuku se bañó de incredulidad.

Las manos del rubio temblaron sobre los hombros del menor, quien se paralizó ante su toque.

—Tu-tu me lo pediste, Kacchan. No entiendo qué es lo que quieres que haga. Irme o quedarme.

—¡Te estoy pidiendo que te quedes, bastardo! ¡Quédate, maldita sea!— Enterró sus dedos en los llanos músculos de sus hombros, que cupieron perfectos. —Te necesito…

«Juro que te necesito. Te quiero tanto que duele» se quedó tallado en sus labios, en sus ojos, en la punta de la lengua.

—No pensé que escucharía eso de ti—Admitió el menor con una mirada sentimental. —Me habías dicho que me saliera de tu vida. He cumplido con eso. Me ha costado, pero lo hice. Yo…— Subió sus manos rumbo a sus antebrazos. —Yo siempre te he querido aunque gran parte de mi sabía que no sería correspondido, y cuando eso pasó, me sentí tan perdido que me tomé mi tiempo para recuperarme. A cambiar mis objetivos. Hacer modificaciones. Lo que sea para olvidarte. Así que mi amiga Uraraka se ofreció a salir conmigo para que me olvidara de ti.

—Y ¿Funcionó?

—¿Eh?— Lo miró confundido.

—¿Funcionó olvidarte de mi?— A decir verdad, Katsuki tenía miedo de la respuesta que diría Izuku ante eso.

—No— Respondió entristecido. —No funcionó. Yo… yo aún te quiero.

Los dos temblaban por razones más o menos similares. Uno por confesarse y el otro por admitir que aún lo quería. Razones que a fin de cuentas se entrelazaban en medio del camino.

Katsuki, tan impulsivo como es, dijo lo primero que se le vino a la mente en ese momento.

—¡Eres un imbécil, Deku!— Lo sacudió, acercando su rostro al suyo, dejando una discreta distancia entre ellos. —Un maldito imbécil que me colma la maldita paciencia. Carajo.

Izuku con lo sentimental que es, lagrimeaba un poco, con la cabeza encorvada. Miraba a la persona que llevaba conociendo por lo que parecía ser una vida entera, y su corazón sangraba pletórico, extático de tenerlo ahí, entre sus manos.

—Un imbécil que quiero besar— Katsuki se puso tan rojo que ardía en cada poro de sus mejillas. —Quiero besarte— Acercó su rostro a un palmo del de Izuku, contemplando lo sutil que eran sus lágrimas y la intensidad con que sus ojos brillaban al verlo tan cerca suyo.

—Pero, debo irme.

Ancló sus manos con mayor fuerza.

—No te irás, idiota— Lo miraba frunciendo le ceño duramente.

La duda en la mirada de Izuku, encendió alarmas en su cerebro, mismas que lo llevaron a adelantarse y tomar la iniciativa de besarlo.

Sin embargo Izuku lo empujó con sus manos, desviando la cabeza a un lado.

—¡Basta, Kacchan!

El rubor de sus mejillas pecosas decía exactamente lo contrario a dicho rechazo, que afectó de sobremanera al adulto explosivo, quien al saberse evitado por Izuku, advertía su pecho oprimirse en un torbellino de emociones agolpándose violentamente en su interior, a punto de explotar a niveles incalculables.

—¡No me evites!—Exclamó Katsuki, frustrado.

—No te estoy evitando, Kacchan.

—Entonces, ¿qué carajos fue eso? ¿Hah? Me evitaste, estúpido.

—Porque no voy a traicionar a Uraraka. No lo haré, Kacchan.

Razón que lo llevó a deducir que si Izuku no estuviera saliendo con la castaña, aceptaría estar a su lado. Eso fue un motivo suficiente para llenarse de esperanza y abalanzarse sobre él, abrazándolo. Percibió a Izuku tensarse con su gesto, mas no lo evitó como las dos veces anteriores.

—¿Por qué me haces esto, Kacchan...?—El menor quiso oponerse a su abrazo, cediendo poco a poco a la fuerza desbordante de sus sentimientos, de sus brazos envolviéndose alrededor de su cuello. La voz temblorosa del chico, reflejaba miedo, incertidumbre.

¿Por qué crees que lo hago? Quiso decir, pero eran tantas palabras y deseos que buscaba depurarle, mas se retuvo por la resistencia del menor, que no hacía más que romper su corazón.

¿Así fue como Izuku se sintió ante su rechazo?

Sacudió esos pensamientos negativos de su cabeza y se centró en abrazarlo, en sostenerlo, en hacerle saber que él reciprocaba ese amor que en el pasado Izuku le profesaba con tanta vehemencia y seguridad que añoraba oír de sus labios.

Acomodó su cabeza en la abertura de su cuello, concentrado en verter sus sentimientos lo mejor posible, pese a la evidente tensión que el menor ejercía.

—¿No es obvio?— Susurró Katsuki.

—¿Qué cosa?

El «Te quiero» se quedó pegado en sus labios, mismos que besaron la mejilla del chico, quien se paralizó ante su penetrante cercanía y dominante aliento sobre su cálida piel. Besó con entereza sus mejillas pecosas, besando cada peca por igual, sin omitir ninguna. Lo sintió removerse bajo sus besos, mas no lo frenó. Al contrario, lo percibía temblar emotivamente con la sensación de sus labios tocar su piel.

—Kacchan...— Suspiró el menor, clavando sus manos sobre sus hombros en señal de rendición. —No me hagas esto— Suplicaba al borde de dejarse arrastrar por su poder sobre él.

—Sólo ríndete, Deku— Imperó el mayor, abrazándolo fuertemente. —Ríndete— Sopló con sus labios rozando la piel suave de la comisura de sus labios.

—¿Rendirme?— La duda en su voz lo impulsó a dar un paso adelante.

—Ríndete— Sus manos se adhirieron a sus hombros, pesadas y en parte humedecidas por la expectación que suponía todo lo que estaba haciendo por retenerlo para hacerle ver lo mucho que sentía por él. Lo mucho que anhelaba estar a su lado. Y lo mucho que Izuku le hacía falta en su mundo.

Escondió su rostro en la curvatura de su cuello.—Izuku...— Se permitió pronunciar su nombre. Su lengua se aflojó, sus labios se anestesiaron, su corazón pegó un salto en el cielo. —Izuku. Izuku— Cerró los ojos, ingiriendo su aroma tranquilizante. —Solo ríndete. Ríndete, Izuku. No lastimarás a esa chica, si es lo que piensas. Por nada del mundo la vas a lastimar si estas aquí— Con sus dedos acarició sus cabellos rizados.

Apenas dilucidaba que esta cercanía que tenía con Izuku resultaba ser la primera vez que mantenían un contacto que traspasaba la barrera de la amistad por mucho. Y Katsuki no se retractaría de dar ese paso que lo impulsaría a estar a mayores distancias si eso implicaba estar a su lado.

—Kacchan, no lo sé— Dudó Izuku, temblando bajo su imperante cercanía.

—Izuku—Articuló suplicante, acortando la distancia que los separaba del otro.

De ese modo, Katsuki estaba seguro que no permitiría que Izuku se fuera de su vida, no obstante, él no estaría en control de lo que pasaría después de aquel acercamiento entre ellos.