AVA

Por Cris Snape


Disclaimer: El Potterverso es de Rowling.

Esta historia participa en el reto anual "El retorno del Long Story" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.


7

THE WITCH

Percy solo parece desconcertado durante un segundo. Se pone colorado y da un paso atrás al tiempo que se lleva la mano a la cinturilla del pantalón. Después, carraspea y recupera la compostura, mostrándose tan imperturbable como siempre.

—No sé qué quieres decir.

Audrey rechina los dientes. Está dispuesta a enfrentarse a él de una vez por todas. Está harta de sus rarezas, de sus excusas, de su comportamiento y de que amenace con alejarla de Ava cada vez que algo no sale como él desea. Así pues, aprieta los puños y estira la espalda todo lo que puede. Pese a que Weasley es más alto, se siente mucho más grande que él.

—¡Y una mierda! No sé qué te traes entre manos, pero hasta aquí hemos llegado. —Alza un dedo para impedir su protesta—. Sé perfectamente que hace un momento no estabas aquí y que has aparecido de repente, así que ni se te ocurra ponerme una excusa. Y no intentes hacerme quedar como una loca porque no es la primera vez que pasa algo así. ¿Quién puñetas eres tú?

La mira con los ojos entornados. Se cruza de brazos y alza la barbilla.

—Ya lo sabes. Percy Weasley.

—Percy el amish, querrás decir. —Audrey chasquea la lengua y avanza hacia él. Le agrada ver como retrocede—. Me vas a explicar ahora mismo por qué eres tan raro.

—No tengo ni idea…

Audrey no le deja hablar.

—Me vas a decir qué haces para salir del pueblo cuando te tomas un día libre. Quiero saber por qué no pareces tener ni idea de cómo es el mundo real. Y, sobre todo, me vas a contar con pelos y señales dónde está Ava y por qué te la llevaste. Quiero saber por qué sucedían todas esas cosas extrañas a su alrededor. Y quiero saberlo ahora mismo.

Ya está. Ya lo ha dicho. No ha podido ser más clara. Permanece con los brazos cruzados y casi puede escuchar el cerebro de Weasley mientras piensa sobre lo que está ocurriendo. Entonces, vuelve a llevarse la mano a la cintura del pantalón y Audrey casi espera que saque una pistola de ahí, pero no. Lo que él tiene entre manos es un estúpido palo de madera.

—Si no comienzas a comportarte como una persona normal, me veré en la obligación de…

Weasley no puede terminar de pronunciar su amenaza. Audrey gruñe y le quita el palo de las manos. No tiene ni idea de qué es, pero su instinto le dice que es importante, así que lo agarra por ambos extremos y se lo planta al hombre delante de los ojos.

—Explícate o rompo esta cosa.

La mandíbula de Percy se tensa y su nuez se mueve arriba y abajo. Hace ademán de recuperar el palo, aunque Audrey es más rápida y se aleja de él a toda velocidad. Weasley se coloca las gafas sobre la nariz y extiende una mano en su dirección. Parece un petulante niño de diez años.

—Devuélveme mi varita.

—Ni hablar.

Audrey contesta de forma inmediata y no le pasa desapercibido el hecho de que él llame "varita" al dichoso palo. Puede sentirlo entre sus dedos, caliente y suave, repleto de energía, y se siente extraña porque es la primera vez que le pasa algo así. Está a punto de bajar la guardia y Percy debe haberlo notado, puesto que vuelve a avanzar en su dirección. Por suerte, Audrey reacciona a tiempo.

—Hablo en serio. Dime qué está pasando o me cargo tu varita.

Percy baja el brazo muy despacio y se toma su tiempo para pensar.

—No sé si estás preparada para escucharme.

—Prueba.


"Alucina, William: Ava es una bruja.

Y Percy Weasley también.

Ni siquiera tengo palabras para explicarte lo que ha ocurrido esta noche, pero te aseguro que no te miento. Son brujos de verdad, de los que pueden hacer magia. Al principio no me lo creí, pero entonces Weasley transformó la cama de su cuarto en un libro y no me cupo la menor duda de que decía la verdad.

Apenas he podido asimilar la información y supongo que ya tendré tiempo para hacerlo. Tal vez debería haber esperado un poco para escribirte, pero tengo una excelente noticia para ti: Ava vuelve a casa.

Será de forma temporal, pero ahora que sé que es una bruja, Weasley quiere asegurarse de que puedo ocuparme de ella y de todo el asunto de la magia. Dice que no será fácil, pero yo estoy dispuesta a intentarlo. Todo va a salir bien, William. Te lo prometo.

Audrey."


—¡Audrey!

Ava se agarra a su cuello con todas sus fuerzas. Al principio se siente desconcertada puesto que en los últimos tiempos la niña había reducido al mínimo sus muestras de afecto, pero luego se aferra a ella y aspira profundamente su aroma infantil. La ha extrañado muchísimo y no quiere que vuelvan a alejarla de su lado. Permanecen unidas durante un rato. Audrey está de rodillas en el suelo y la aleja de su cuerpo, sosteniéndole la cara con ambas manos.

—¿Estás bien, cielo?

Palpa su cuerpo exhaustivamente para asegurarse de que Weasley se la devuelve entera. Ava asiente y se sorbe los mocos. Es raro que tenga los ojos humedecidos por las lágrimas porque esa niña no ha llorado desde que comprendió que nunca más volvería a ver a su padre. Asiente y se abraza de nuevo a ella.

—No quiero irme otra vez.

—No te preocupes. Haré todo lo que pueda para que te quedes conmigo.

No se lo promete. Debería hacerlo, pero no quiere mentirle. El regreso de Ava es temporal. No sabe qué decisión tomará Weasley al final y, aunque tiene muchas esperanzas puestas en obtener un resultado positivo, cabe la posibilidad de que todo salga mal. Se pone en pie con la niña agarrada a su cuello y entra en casa. Suspira profundamente. Sentir el cuerpo de Ava tan cerca y acariciar su cabello hace que se sienta mucho más tranquila. Ha vivido las últimas semanas en tensión permanente y agradece poder tomarse un respiro. Lleva a la niña a la sala de estar y se sienta con ella en el sofá. Sólo entonces recuerda que Weasley está allí. Se ha quedado bajo el umbral de la puerta y tiene la maleta de Ava a sus pies. Observa la escena con seriedad, aunque a Audrey le parece que hay un brillo extraño en sus ojos, como si fuese capaz de sentir ternura.

Después de media hora de mimos y palabras cariñosas, Ava anuncia que va a su cuarto. Ha echado de menos sus cosas y quiere jugar con sus muñecas. Audrey la ve partir con el corazón en un puño y sonríe cuando la pequeña le dirige a Weasley una mirada heladora. Él sólo alza una ceja y Audrey deja escapar la pregunta.

—¿Tienes hijos?

Está convencida de que no le responderá. Sin embargo, el hecho de revelar la verdad parece haberle llevado a bajar la guardia y niega con la cabeza.

—No, pero tengo un montón de sobrinos. —Carraspea y se acerca al sofá—. Me puedo imaginar cómo te sientes en este momento.

En absoluto. Ni en un millón de vidas podría comprenderla. No puede suponer siquiera lo duro que fue perder a su madre, a William y finalmente a Ava. No sabe lo angustiada que se ha sentido durante los dos últimos años. No tiene ni idea de la clase de alivio que la ha embargado cuando ha abrazado a su niña. Podría decirle todo eso, pero opta por guiar la conversación hacia otros derroteros. Ha llegado el momento de interrogar a Percy Weasley.

—Tampoco llevas anillo de casado.

Percy se mira las manos y una pequeña sonrisa aparece en sus labios. Se sienta junto a ella y se olvida del trabajo durante un rato.

—Estuve casado un tiempo.

Audrey no se puede ni imaginar qué clase de mujer ha sido capaz de soportar a Weasley. Le observa fijamente, esperando a que él añada algo más.

—Al final todo se fue a la mierda.

—¿Cómo se llamaba?

—Penny. Nos conocimos en la escuela.

—Así que un amor adolescente. —Audrey le da un codazo suave, juguetón—. ¿Qué pasó para que todo se fuese a la mierda?

—Empezamos a seguir caminos diferentes. Yo quería mirar hacia delante y ella estaba empeñada en perseguir fantasmas.

Audrey asiente y una duda la asalta.

—¿Fantasmas de verdad?

Teniendo en cuenta que existe todo un mundo mágico ahí fuera, la pregunta no está demás. Weasley niega con la cabeza y vuelve a sonreírle.

—Fantasmas figurados, me temo. Es una larga historia.

—Tenemos tiempo.

Percy suspira, duda un poco, vuelve a suspirar y finalmente le habla sobre una guerra entre brujos, sobre los sangrepuras y los nacidos de muggles, sobre un mago tenebroso que sembró el terror y generó un gran dolor en la sociedad mágica. Audrey le escucha con atención y se estremece. Le asusta un poco que esos acontecimientos de los que habla Weasley sean tan recientes y teme por Ava.

—Así que los brujos tenéis vuestro Hitler particular —comenta, socarrona.

—Sigo sin saber quién es Hitler.

—Pues tendré que obligarte a ver unos cuantos documentales. —Audrey señala la televisión con un gesto. Se muerde el labio inferior antes de hablar—. ¿Ava corre peligro?

—Quiero creer que no. Ganamos la guerra y encerramos a la mayoría de mortífagos.

—Eso no es garantía de nada. Todavía tenemos nazis rondando por ahí.

—¿Nazis?

—Seguidores de Hitler. Algo así como los mortífagos muggles.

A Audrey le resulta extraño pronunciar esos términos, pero ha decidido empaparse de ellos. Todo lo que Percy Weasley le ha contado sobre el mundo mágico se ha quedado grabado en su memoria. Necesita saber y comprender para poder cuidar de Ava. Weasley sonríe, complacido por la comparación y asiente con la cabeza. Tiene el pelo tan repeinado como siempre y a Audrey le dan ganas de revolvérselo. No sabe por qué.

—El mundo mágico no es perfecto.

—El normal tampoco.

Intercambian una mirada cómplice. Cuando se da cuenta, Audrey parpadea rápidamente y centra su atención en la pared de enfrente. Escucha a Percy carraspear y nota como se remueve en el sillón. Se siente bastante turbada, así que decide que lo mejor que puede hacer es seguir hablando, centrarse en el tema que más le preocupa en la actualidad.

—No me has dicho dónde ha estado Ava durante todo este tiempo.

—En un hogar para niños huérfanos.

Audrey alza una ceja y resopla. Vaya forma de llamar a un orfanato. Está a punto de decirle que la niña no es huérfana (no del todo), pero el hombre sigue hablando. Ha colocado las manos sobre sus rodillas y una vez más parece un robot. Se pregunta qué puede hacer para convertirlo en una persona más natural, alguien que no mantenga su musculatura en perpetua tensión. Debe tener el cuerpo lleno de contracturas. Pobrecito.

—Después de la guerra, muchos niños perdieron a sus padres. El Ministerio de Magia comprendió que debía ocuparse de ellos, así que adquirió la mansión de un antiguo mortífago y la convirtió en la casa de esos huérfanos. Es un buen sitio, aunque a Ava nunca le gustó. —Percy carraspea de nuevo. Audrey se plantea la posibilidad de comprarle una bolsa de caramelos de menta—. Están allí hasta que cumplen once años, que es cuando comienzan su educación en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. A partir de entonces, sólo van al hogar en vacaciones.

—¿Y después?

A Percy le sorprende su pregunta. Gira la cabeza y la mira con expresión interrogante.

—Después están preparados para enfrentarse a la vida adulta.

—¿Seguro?

Audrey no espera que le conteste esa pregunta. Aun así, Weasley pone cara de estar reflexionando sobre ello y se ve impelido a decir algo.

—Aunque no lo creas, la atención a esos niños ha mejorado muchísimo desde la guerra.

—No lo dudo. Y tampoco era un reproche. El gobierno normal tampoco es que se ocupe mucho de los huérfanos una vez cumplen la mayoría de edad.

—¿Lo dices por experiencia?

Audrey se encoge de hombros. Ciertamente no era una niña cuando perdió a su madre, pero su muerte desestabilizó toda su existencia. A sus veinte años ni siquiera había tenido tiempo para terminar sus estudios. Cuando se quedó sola, perdió tanto el norte que se pasó una larga temporada sin saber qué hacer con su vida. La había echado muchísimo de menos y por eso estaba decidida a convertirse en el apoyo de Ava, porque una madre nunca deja de hacer falta. Da igual los años que tengas. Audrey incluso se atrevería a decir que cuanto mayor se hace, más necesita a la suya.

—Supongo.

Audrey aprieta los ojos para olvidar todos esos desgraciados recuerdos. No se le ocurre nada más que pueda preguntarle a Weasley en ese momento, así que se pone en pie para reunirse con su hija. Se detiene justo antes de abandonar la estancia y se dirige al hombre.

—Mañana voy a llevar a Ava de compras. ¿Te vienes?

—No me queda más remedio. Tengo que ver cómo te manejas con ella.

Audrey pone los ojos en blanco. Es curioso que no le moleste demasiado saber que tendrá que soportar su presencia. Empieza a acostumbrarse a él.


Ava se ha detenido frente al escaparate de una tienda de mascotas. Audrey cuenta hasta cinco y sonríe con suficiencia cuando la niña habla.

—Quiero un perrito.

—Ya tenemos uno.

—Es un perro ovejero y nunca me hace caso.

—He dicho que no.

Ava frunce el ceño y gira la cabeza hacia la derecha.

—¿Y un gatito?

—También tenemos uno.

—No es verdad. Sólo es un gato callejero que está cerca de casa.

—Intenta hacerte amiga suya.

Ava da una patadita y se cruza de brazos.

—Audrey, porfi.

—Nada de mascotas. —Audrey agarra la mano de la niña y tira de ella con suavidad—. Démonos prisa. Tenemos muchas cosas que comprar.

Ava protesta un poco más, pero se deja llevar con más mansedumbre que en otras ocasiones. Sólo lleva unas horas en casa, pero está muy cambiada. Ya no se muestra hostil y es mucho más cariñosa. Está claro que no ha echado de menos solo su cuarto y sus juguetes.

Audrey camina en dirección hacia la tienda de ropa infantil en la que Ava suele adquirir todos sus modelitos. Cuando echa un vistazo por encima de su hombro, ve a Weasley caminando tras ella. Tiene puesto otro de sus horribles trajes de colores oscuros y ella ya no puede soportarlo más. Se da media vuelta y se encara con él, ganándose una mirada desconcertada.

—Tú también deberías comprarte algo, Percy.

Él extiende los brazos y se mira la ropa.

—¿Qué tiene de malo mi traje?

—Que nadie se pone uno de esos desde los años 30. —Audrey se acerca a él y baja un poco el tono de voz—. Si vas a estar entre muggles, es mejor que te vistas como uno. —Después, le da un golpecito en el pecho con el dedo índice—. Llamas muchísimo la atención.

Weasley se echa otro vistazo y frunce el ceño antes de hablar.

—¿De veras? Yo pensé que mi vestimenta es discreta y elegante.

Ava interviene en la conversación.

—Pareces el abuelo del abuelo del abuelo de mi abuelo.

Audrey comienza a reírse a carcajadas y Percy la mira fijamente, como si estuviera extrañado por algo. A lo mejor es por el sonido de su risa. William siempre le decía que se ríe como una cabra. Y a juzgar por la cara un poco roja de Ava, tenía razón. Cuando logra calmarse, tira de Weasley y reanuda la marcha.

—¿Vas a necesitar ayuda con las compras?

Weasley hace un ruidito que no significa nada, aunque cualquiera entendería lo que quiere decir en realidad. Audrey pone los ojos en blanco y se hace cargo de la situación.

—Vale. Primero me ocuparé de Ava y después te acompañaremos a por ropa del siglo XXI.

Audrey, que siempre ha disfrutado enormemente de los días de compra, no sabía que uno de ellos podía ser tan divertido. Ava ha hecho un auténtico pase de modelos en mitad de la tienda, haciendo gala de un desparpajo infantil la mar de entretenido. Al final ha llenado las bolsas con dos vestidos, un par de pantalones y un montón de camisetas con dibujos. Weasley es otro cantar. En primer lugar, porque es incapaz de escoger una prenda en condiciones.

—¿Ese chaleco, Weasley?

—¿Qué tiene de malo?

—Que está en la sección de ropa masculina para mayores de cien años. —Audrey pone los ojos en blanco y lo saca de ese agujero infernal—. Si todos los brujos visten tan mal como tú, no sé si quiero que Ava sea una de vosotros.

—En realidad acostumbramos a llevar túnicas.

—¿Tuniqué?

—Túnicas.

Audrey bufa y prefiere no pensar en eso. Túnicas, qué cosa más incómoda y absurda. Arrastra a Weasley hasta un lugar que podría denominarse como el paraíso de los vaqueros y le insta a probarse varios modelos en distintos colores. Percy no parece muy convencido, pero no se resiste a las súplicas de Ava ni al piropo malicioso de Audrey.

—Estos te hacen un buen culo. Con esos trajes que llevas parecía que no tenías uno.

Percy no le hace ningún reproche, pero se pone rojo y se queda mudo. Al final se compra los pantalones y accede a probarse las camisetas, las sudaderas y los jerséis que Audrey escoge para él.

—Me siento como tu asistente personal, Weasley —bromea cuando él abandona por enésima vez el probador para mostrarle el modelito—. Ese jersey te queda bien.

—Pero es verde Slytherin.

Parece consternado ante ese hecho, pero Audrey no entiende ni una palabra de lo que dice.

—No sabía que hubiera un color así.

Weasley chasquea la lengua.

—Déjalo. No creo que vayas a entenderlo.

Audrey guarda silencio. Supone que es otra cosa relacionada con magos y no le parece el lugar adecuado para interrogarle. Además, Weasley acaba de decir que se lleva otros pantalones más y ha escogido cinco prendas entre todas las que le han mostrado. Puesto que se está comportando bastante bien, Audrey decide que merece ser premiado y le lleva a la que supone que será su tienda favorita.

—Trajes —musita Percy sin dar crédito.

—Trajes modernos y elegantes. Échales un vistazo mientras yo te busco un par de camisas.

Percy asiente y parece medio hipnotizado mientras se acerca a las maravillosas chaquetas y los fascinantes pantalones. Audrey agita la cabeza, comprendiendo que es un caso perdido. Inevitablemente recuerda a cierto personaje de la tele cuyo lema parecía ser "Ponte traje". Mientras rebusca entre las camisas y decide que el rosa no pegará nada con un pelo tan rojizo como el de Weasley (a William le sentaba fenomenal el rosa), Ava se acerca a ella. Está sonriente, disfrutando mucho de la actitud nerviosa y desconcertada del pobre brujo.

—¿Me ayudas, Ava? —le dice antes de que ella pueda hablarle—. A papá nunca tuve que ayudarle con estas cosas. Tenía muy buen gusto.

—Todos los brujos visten raro, Audrey. —La niña se muerde el labio inferior—. Yo no quiero ponerme esa ropa tan fea.

—No creo que puedan obligarte a llevarla.

—¿Y si hay normas sobre eso?

Audrey detiene su busca frenética y la mira fijamente. No sabe qué contestar porque en realidad no conoce la respuesta.

—Podemos preguntarle a Weasley.

Ava se enfurruña, lo cual resulta sorprendente habida cuenta de su anterior buen humor.

—No me gusta —afirma con rotundidad—. Me llevó de casa y no me hacía caso cuando le decía que quería verte.

A Audrey le sorprende esa revelación.

—¿Fue a verte?

—Todos los días. Decía que quería que estuviera bien.

Audrey asiente. Sabe que Weasley acostumbra a hacer eso de desaparecerse bastante a menudo, pero ignoraba esas visitas a Ava. Es obvio que se ha estado preocupando por ella durante todo ese tiempo y, cuando le echa un vistazo, no puede evitar mirarlo con otros ojos. En ese momento sostiene un traje gris perla y lo observa con ojo clínico, evidentemente satisfecho con lo que está viendo. No tiene el pelo tan perfecto como siempre y unos cuantos rizos se encrespan en su frente, justo sobre los ojos. A Audrey no le parece el tipo robótico de siempre y supone que tanto cambiarse de ropa le ha ayudado a relajarse.

—Weasley sólo hacía su trabajo. Es un mago y los magos tienen que cumplir con ciertas leyes que nosotras no entendemos del todo.

Ava mira a Percy, entorna los ojos y chasquea la lengua.

—Sigue sin gustarme.

—Pues me temo que tendremos que llevarnos bien con él porque va a pasar una temporada en casa.

Ava no protesta. Se ha resignado ante esa realidad. Estira los brazos y agarra una camisa blanca inmaculada que en realidad no tiene ninguna gracia. Aparentemente es tan sosa como Weasley, aunque Audrey sabe que podría quedar muy elegante una vez puesta. Así pues, acepta la proposición de la niña, agarra un par de modelitos más y se los lleva al brujo.

—Pruébate estas camisas de momento —ordena mientras deja las cosas en el probador—. Cuando tengas el traje, podremos buscar alguna más dependiendo del color.

Weasley asiente y tarda una eternidad en decidirse. Mientras se prueba un traje tras otro, su sonrisa se va ampliando más y más y Ava y Audrey terminan sentadas en el suelo, aburridas y ansiosas porque compre algo de una vez. No es nada sorprendente que el brujo se compre cuatro trajes, todos sobrios y elegantes.

—Podré llevarlos al trabajo —anuncia, sonriente y satisfecho—. No desentonarán nada en el mundo mágico y son muy bonitos.

—Me alegra mucho que te gusten.

—He pensado en mirar alguno más.

Audrey le detiene antes de que vuelva a la tienda.

—Ni hablar, Percy. Ava y yo estamos hambrientas. ¿Alguna vez has probado la comida basura?

Percy la mira escandalizado e incluso alza un poco en tono de voz.

—¿Los muggles coméis basura?

Audrey niega con la cabeza. Ya no le extraña que reaccione de esa manera. Ava, en cambio, no se corta un pelo a la hora de reírse y exponer lo que piensa realmente.

—¡Pero qué tonto eres!

A Weasley no le gusta recibir semejante insulto, así que endereza la espalda y se encara con la niña. A esas alturas, tiene el pelo hecho un desastre. Audrey comprende por qué usa tanto fijador y se dice que necesita un buen corte. A lo mejor puede convencerlo para ir a la peluquería para que le hagan algo bonito y actual. Percy Weasley está desactualizado y ella siente la imperiosa necesidad de ponerlo a la moda.

—Exijo una explicación.

Pese a la firmeza que imprime a su voz, ninguna de sus dos acompañantes se siente impresionada. Ava refunfuña algo y Audrey le agarra de la muñeca y tira de él mientras le habla con suma paciencia.

—La comida basura no es basura de verdad. Simplemente es poco sana. Muy grasienta y nada nutritiva.

—Y está riquísima —añade Ava, quien prácticamente está empezando a salivar ante la perspectiva de comerse una hamburguesa con patatas.

Weasley frunce el ceño.

—Así no vas a convencerme de que la niña debe estar contigo —susurra esas palabras para que sólo Audrey pueda escucharle.

—Por una vez no pasará nada. ¿O es que los brujos no os dais caprichos de vez en cuando?

—Bueno, reconozco que soy fan de las ranas de chocolate.

—No sé qué es eso, pero creo que a mí también me encantarán.

—Podría traer unas cuantas chucherías.

—Deberías haberlo hecho hace mucho tiempo, Percy Weasley. Si quieres que a Ava le guste tu mundo mágico, tienes que empezar por ahí.

La conversación se interrumpe porque han llegado a la hamburguesería. Ava corre hacia el mostrador mientras Audrey echa un vistazo a su alrededor y señala con la cabeza en una dirección.

—Siéntate allí, yo haré el pedido. ¿Te apetece algo?

—Sorpréndeme.

Y dicho eso, Percy le guiña un ojo. A ella. Así sin más. A Audrey se le queda la boca abierta y él se pone rojo en un instante y empieza a carraspear como si estuviera ahogándose. Busca algo ingenioso que decir, algo que sirva para quitarle hierro al incómodo momento que acaban de vivir, pero no se le ocurre nada. Ve a Weasley acercándose a la mesa que le ha indicado y tiene que respirar hondo antes de reunirse con Ava, quien ya tiene totalmente claro lo que quiere comer. Cuando un rato después se reúnen con el brujo, parece menos azorado que antes, pero se las ha apañado para arreglarse el pelo y está tan envarado como siempre. Es una lástima. Con lo relajado que había estado antes de hacer esa tontería del ojo.

—Toma. —Audrey coloca frente a él una bandeja con una hamburguesa, un refresco y patatas fritas—. Es el menú estándar, lo que cualquier persona debería comer durante su primera visita a un sitio así.

—Gracias.

Weasley examina la comida con ojo clínico. Se coloca las gafas sobre la nariz, carraspea por enésima vez ese día y abre la caja que contiene la hamburguesa. La huele y hace ademán de llevársela a la boca. Tiene cara de resignación mientras lo hace, como si le apeteciera más comer carne humana que esa guarrería. Ava le interrumpe.

—¿No le pones kétchup? Está más rica.

Audrey sabe lo que va a pasar a continuación. Percy mira su bandeja y no mueve un dedo. Suspirando, Audrey le hace entrega de un sobrecito con salsa.

—Es esto. Ábrelo, quita el pan y estruja el contenido sobre la carne.

Weasley asiente. Por suerte, es un tipo que aprende bastante deprisa. Se muestra un poco torpe mientras ejecuta esas acciones, pero finalmente logra cumplir con su objetivo y le da un bocado a la hamburguesa. Al principio tiene la nariz arrugada, pero cuando saborea la comida parece satisfecho. Audrey tiene que preguntárselo.

—¿Te gusta?

—He comido cosas peores.

Audrey piensa que no debería ser tan tiquismiquis puesto que no tiene ni la menor idea de cómo se cocina, pero se guarda la opinión para sí misma. Ava ya ha empezado a devorar su comida y ella observa a Percy mientras la hamburguesa empieza a convertirse en un pequeño desastre. El kétchup se ha mezclado con la mayonesa y forman un mejunje que se escurre por las manos del brujo. La lechuga se está cayendo sobre la caja de cartón, media rodaja de tomate está fuera y el pan se ha roto, dejando al descubierto la carne. Weasley se está poniendo perdido y tiene migas y restos de salsa en la barba. Audrey pone los ojos en blanco y se da cuenta de que mirarle es tan fascinante que no ha probado bocado. En su vida ha visto a nadie más desastre que él.

—Deberías limpiarte, Percy —sugiere cuando lo considera oportuno.

—Ya.

Weasley se mira las muñecas. La salsa se ha escurrido hasta mancharle las mangas de la camisa y tiene grasa prácticamente goteando por su barbilla. Parece muy disgustado, como si no estuviera nada acostumbrado a presentar tan mal aspecto. Bufa y se lleva una mano a la cinturilla del pantalón. Audrey sabe que guarda ahí su varita. Espera que la saque y haga algo para arreglar el desaguisado, pero Percy sólo bufa y expresa su consternación.

—¿No hay cubiertos?

—Me temo que no. Como mucho te dan unos de plástico si te pides una ensalada. Y te aseguro que el cuchillo no corta una mierda.

Weasley se chupa el dedo pulgar y Audrey tiene que apartar la mirada. No sabe por qué, pero el estómago le ha dado un vuelco. Siente las mejillas un poco calientes y teme haberse ruborizado como una niña tonta porque, vamos a ver, ¿qué motivos tiene ella para ruborizarse?

—Ahora sé por qué la llaman comida basura. —Weasley comprueba con consternación que también se ha manchado el pantalón. Y la corbata—. Cuando sales de aquí, tienes que tirar toda la ropa que llevas puesta.

—Eso es porque tú no sabes comer —señala Ava con bastante acierto.

—Eso es porque me parece de mala educación comer con las manos, señorita Miller.

Ava alza una ceja y no responde.

—Cuando termines puedes ir al baño para adecentarte un poco. Está allí.

Señala una puerta ubicada al otro lado del local. Percy asiente apreciativamente y sigue su consejo cuando da buena cuenta de su comida. Audrey lo observa mientras avanza por el local y suspira una vez desaparece de su vista. No sabe qué le está pasando, pero no es ni medianamente normal.

¿Cabe la posibilidad de que Percy Weasley empiece a gustarle un poco?