FIC

Caída del Cielo

Por Mayra Exitosa

CAPITULO VII

La idea del médico

La joven rubia se lavaba todo lo que podía, sin embargo, el solo estar de pie, le dolía demasiado, meditaba que el hombre que tanto la estaba ayudando había sido un caballero y no la había ofendido a pesar de ser quien le quito el overol y las prendas rotas, miraba la camiseta que portaba era de algodón tan suave blanca y luego al alzar su rostro se encontraban ahí sus prendas lavadas y colgadas, el sostén y la tanga ya se encontraban secos, pero no se los podía poner, solo pensar en doblarse hasta colocarse la prenda no lo lograría sin lastimarse, lo mejor era volver a la cama, al abrir la puerta, él de inmediato con cuidado la alzaba y la volvía a colocar en su lugar de manera que el golpe de su costado no le afectara.

- Sabes, el medico pensó que te habías venido en paracaídas para encontrarme y estar junto a mí, creyó que eras mi mujer. Ella le sonrió, ni lo conocía de nada, al menos no se veía ofendido, así que lo seguía escuchando, - Mis socios me comprometieron con una mujer que ni conozco, salí en las revistas y varios medios de comunicación, pero no había visto a esa chica hasta ese día en la foto, me molesté, así que me oculte aquí, es mi propiedad y cuando salí a buscar el bulto que habíamos visto el guarda bosques y yo, fue que te vi ahí colgada, un día antes vi cuando caías del cielo, temía que fuera una enorme bolsa de hule y se quedara atrapado algún ciervo en ella, nunca imaginé que fuera un paracaídas. ¿Deseas que haga te?, café o que te gustaría desayunar, es muy temprano todavía. Miraba por la ventana y todavía estaba obscuro.

Ella le sonreía suavemente y le hacía la seña de lo que fuera, tenía un hambre voraz, pero no sabía si iba a poder ingerir lo que le diera, así que le decía con señas sobre la receta y las indicaciones de que podía comer, el amable le respondía,

- Si, lo que no puedes comer, ni siquiera lo tengo aquí, algo si te puedo decir, es la primera vez que tengo compañía tan bonita en mi cabaña, me dio pena verte todos esos golpes, eres muy hermosa, así que ha sido un regalo inesperado que pueda dormir contigo.

Ella reía negando sin hacer el más mínimo ruido, con algunas señas le respondía que él era muy guapo y le daba las gracias, estaba feliz por estar ahí y no colgada en el árbol del que la bajo.

El soltaba una carcajada, por supuesto era mucho mejor estar ahí que colgada de esa manera tan arriesgada y casi a punto de caer con todo y paracaídas. - Por cierto, me traje el paracaídas, lo guarde en el sótano, así no habrá ningún riesgo de que alguien se enrede.

Él se retiraba dejándola sola y ella pensaba que una de las cosas que sentía era la suavidad de la camiseta que a ella le quedaba de vestido corto, por lo grande que era, luego intentaba ponerse de pie, era molesto, pero no iba a estar en sus brazos todo el tiempo, así que mientras él se iba a cocina, ella se ponía de pie, miraba sus zapatos enormes y la cabaña muy equipada, dijo que estaba escondiéndose y sin querer, ella también deseaba hacerlo, sin embargo, llamaría para no preocupar a Jim y que este informara que estaba lesionada y se iba a recuperar por su cuenta. Sus manos no se habían quedado sin golpes, más podía escribir, así veía hojas y plumas en una mesilla y anotaba lo que quería hacer sin salir de ahí, no deseaba irse, si a él no le incomodaba que ella estuviera un tiempo recuperándose junto a él en su cabaña así pensaría en lo que iba a decidir, si seguir compitiendo por un lugar de trabajo, o buscar su propio lugar en el mundo y no estar luchando contra otros por un espacio y un sueldo que comparado con lo que había ganado no significaba mucho, lo había comprobado ahora que había realizado el anuncio.

Albert entraba con una charola y traía dos desayunos, varias bebidas, era tan lindo, aun en pijama y sin camisa él había estado picando finamente fruta, para pasar por su garganta, él la notaba sentada en la mesita cerca de la ventana y escribía, a lo que con señas ella le decía que leyera, colocaba la charola y tomaba una silla, servía té y miraba un número telefónico con signo de interrogación, luego escribía, - ¡No me quiero ir! ¿Me puedo quedar contigo?

- Yo soy el que se está escondiendo, para mí que te quedes es genial, así no estaría solo, pero ¿tu familia? ¿tu novio? ¿tu vida?

Ella continuaba escribiendo y lo hacía despacio, a lo que él observaba que tenía una letra bonita y confirmaba, que era huérfana, no poseía familia, trabajaba, pero estaba de vacaciones obligadas por cuatro años sin haberlas tomado, y el teléfono era de un amigo que trabajaba en la misma empresa y su novia era la asistente de su oficina, por lo que ella podía avisar que estaría con vacaciones prolongadas y que las lesiones que había sufrido las curaría en ese mismo tiempo.

- Antes tienes que recuperar el habla, luego iré a buscar mi celular y lo traeré, para que hagas las llamadas ya que puedas hablar y que no sufras al hacerlo. ¿No mencionaste a tu novio?

Ella se ruborizaba y negaba, apenada solo escribía que no tenía novio, que no habría nadie llorando si hubiera muerto en ese accidente. El la vio con seriedad, mientras que ella bajaba el rostro para con sus dedos tocar un trozo de fruta, a lo que él tomaba una cucharita y se la daba en la boca, ella reía apenada.

- Vas a recuperarte pronto, luego decidirás que hacer. Ella escribía, - Tu seguirás escondido. No te molestaré. Él sonreía y le daba de comer, a lo que ella tomaba con cuidado la cuchara y le daba a él, haciéndolo ver que si podía comer su fruta. La taza era pequeña y le endulzaba el té, sin embargo, había un botecito de café y crema por si hubiera deseado eso. Se levantaba y traía una copiosa comida de huevos y tocino, entre otros guisados. Continuaba probando en comer, hasta que ambos dejaban limpios los platos.

- Sabes Candy, cuando el doctor te confundió con mi novia, me dijo algo que me dio una idea, si él te confundió con mi novia, ¿todos podrían hacerlo?

Continuará...


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Seguiremos con más historias de Albert y Candy

Un Abrazo a la Distancia

Mayra Exitosa