Ezeiza, Buenos Aires.

El lugar estaba repleto de periodistas, tal como el día en que la Selección Japonesa había llegado. Frente al grupo que se dirigía al Estadio Monumental se encontraba su capitán, Tsubasa Ozora, seguido de Taro Misaki y Genzo Wakabayashi.

-¡Buen partido hoy, Tsubasa, y suerte!- Exclamó una joven castaña de camiseta argentina, apareciéndose frente a ellos. -Aunque no tanta suerte, ¡no quiero que tires tu magia contra mi Selección!

-¡Azula!- El japonés la saludó como si de toda la vida la conociese, aunque solamente hayan compartido un almuerzo grupal y una tarde de helados. -¡Procuraré no humillarlos tanto!

La chica rió, saludando a Tomeya quien pasaba por allí y luego a Kojiro.

-Considerá un Gojira Shoot.- Le dijo, guiñándole un ojo. El delantero, intentando contener una sonrisa, le enseñó el dedo medio mientras pasaba junto a ella. Entonces apareció de entre los jugadores el Príncipe del Sol del Albese FC, quien caminó directo a la joven ante la atenta mirada de sus compañeros, los cuales en su mayoría detuvieron su subida al micro para husmear el suceso. -Hola.- Le sonrió.

Aoi, sin decir más y sin quitar su mirada de la de ella, se quitó de adentro de su remera Adidas su objeto más valioso, tomó su mano y lo colocó allí.

-¿Tus...

-¿Puedes cuidármelas un rato?

-¡Seguro!- Sonrió emocionada, colgándolas de su cuello bajo su camiseta. -Es lo mejor, no querrás que tus monedas se corrompan con el aire frío del Monumental.- Se mofó.

-Sabes lo importantes que son para mi, y he decidido que no hay mejor persona para cuidarlas que tú.- Le dijo, sonriéndole de una forma encantadora a ojos de la chica. -Después de que el partido termine prometo compensarte este pequeño favor con una cena junto con Yuki, a modo de despedida.

-Está bien.- Azula esbozó una sonrisa triste, pues sabía que su despedida de ellos estaba demasiado próxima. Sin poder evitarlo y sin importarle las personas a su alrededor, ella se abalanzó sobre él y lo atrapó en un cálido abrazo, el cual él correspondió de inmediato.

-Contaré contigo.- Shingo reforzó el abrazo un momento antes de liberarla, para así dirigirse finalmente hacia el micro de Japón. Al estar en la puerta, volteó. -Cuídamelas, por favor.

-¡Te lo prometo!

Aquella escena causó un intercambio de miradas entre sus compañeros y dejó con un leve estremecimiento en la joven argentina, quien solo atinó a presionar la pequeña bolsita que colgaba de ella contra su pecho.


Núñez, Buenos Aires.

El estadio estaba repleto, pues un partido entre los dos genios del fútbol mundial era siempre un encuentro atractivo para el público, especialmente tratándose de un país tan adepto al fútbol como lo era Argentina.

-Vaya escándalosos.- Murmuró Yukiko, observando el ambiente tribunero. -Espero que no se cohíba con todos estos apoyos a Argentina.

-Es la primera vez que estoy en unos lugares así, tan privilegiados.- Azula sonrió con emoción. -Aunque... prefiero estar en la popular.

-¿Con todos esos escándalosos?- Preguntó la japonesa, enarcando una ceja.

-Mi mejor amigo Gero debe andar por ahí.- Respondió, sonriendo. -Me había mandado mensajes recriminándome que lo cambié por ustedes, pero al final me dijo que me entiende porque sabe cuánto me gusta pasar tiempo con tu hermano.- Sonrió nerviosa.

-¿Te gusta pasar tiempo con mi hermano?- Yuki se sorprendió ante tal repentino comentario, el cual sabía perfectamente que (y debido al inminente sonrojo de la latina) se le había escapado.

-B-Bueno... no... no es lo que quise decir.

-Hey, no es malo que te guste pasar tiempo con Shingo.- Le dijo, sonriéndole. -Él es un gran chico y es bastante agradable, me lo han dicho muchas veces ya.

-S-Sí.- Asintió, totalmente roja, para luego sonreír nerviosa. -Pensé que lo tomarías mal, ya que resultás tan sobreprotectora con él.

-¿Sobreprotectora? ¿Yo?- La chica fingió demencia, soltando después la carcajada. -Anda, como si fuera que no te gustaría tener una cuñada como yo.

-Me hace sentir mal que vamos a estar a miles de kilómetros de distancia, Yuki, y que no es seguro que volvamos a vernos en mucho tiempo.- Dijo Azula con un aire melancólico.

-¿Por qué dices eso? Mi hermano va camino a ser un futbolista de élite, ¿crees que no podrá comprar un par de pasajes para venir a verte o para llevarte a Italia o a Japón?

-Cierto.- Se rió por lo bajo. -Incluso podría hacerlo con su sueldo actual en Albese.

-¡Por eso! Podrás librarte de mi por unas fechas, pero no de él si eso es lo que quieres.- Le guiñó un ojo, logrando confundir a la muchacha.

-No entiendo qué es lo que estás intentando decirme.

-Si tú se lo pides, él podrá visitarte o llevarte a que conozcas Italia. Pero solo si se lo pides, porque me ha dicho que no quiere parecer molesto o intenso. Pero esta es una relación que no quiere dejar atrás en cuanto el avión parta.

-¿Él... ¿Él te dijo eso?- Azula volvió a sonrojarse con furia.

-Sí, ¿por qué te mentiría?- Respondió Yukiko, viendo llegar a las chicas de la Selección a aquel palco: Sanae Ozora, Yayoi Aoba, Yoshiko Fujisawa y Yukari Nishimoto.

Las tres se saludaron como si de un grupo de amigas se tratase, mientras que las otras tres no pudieron evitar preguntarse quién era aquella muchacha extraña que se encontraba junto a ellas, quien además parecía muy amiga de Yukiko y Sanae.

-Considéralo, eres alguien importante para él.- Le susurró Yuki al oído, dirigiéndose a Sanae para cambiar aquel tema.

La argentina sintió su corazón palpitar como loco. Aunque Yuki no le había dicho más que "mi hermano quiere seguir siendo tu amigo", tales palabras bastaron para que se ilusionase. Decidió llevar su acalorada mirada al campo para evitar así algún momento incómodo con su amiga.

Para Yukiko, esa chica resultaba no solo una amiga, si no que también era el primer interés amoroso de su pequeño hermano, y creía que Shingo Aoi no podría haber elegido mejor. Ahora... ¿lograrán concretar algo antes de que ambos tengasen que partir?


En el campo de juego, todos los futbolistas se encontraban realizando el precalentamiento. Tsubasa, Hyuga, Misaki y Aoi, en círculo, compartían una cálida charla en lo que hacían sus ejercicios previos.

-Escuché que vas a venir a la Liga Argentina, Aoi.- Se mofó Tsubasa mirando a su compañero, quien volteó de inmediato.

-¿Eh? ¡Claro que no!

-Pensamos que esa chica te había convencido.- Rió Taro.

-No, ella no me convenció.- Musitó, sonrojado. -Me lo sugirió alguna vez, pero no me convenció.

-Ya me parecía raro que te estuviese acechando tanto...- Comentó Genzo, lo que causó que el de Gifu lo mirara, confundido. -No te lo tomes a mal, Shingo, pero creo que ella está más interesada en tus habilidades que en ti mismo.

-¿Qué quieres decir con eso?

-Probablemente quiera hacerte fichar por su club o sacar provecho de ti.

-Creo que no deberías hablar así, Genzo.- Taro le habló a su portero y amigo con todo el tacto posible debido a conocer su temperamento y su tendencia de tomarse todo a pecho. -He podido compartir una salida con los Aoi, con Tsubasa, Sanae y ella y te aseguro que no es una mala persona ni una interesada. Es más, ni siquiera permitió que Aoi pagara por su helado.- Sonrió con mofa, mirando al nombrado.

-Es cierto, solo fué un acto de caballerosidad y se lo tomó muy personal.- Bufó.

-La conocen bastante como para haberla conocido hace apenas una semana.- Comentó Genzo, sarcástico. -En fin, está en ti, Aoi. O te arriesgas y te lamentas o tomas prudencia y ves las posibilidades.

-Voy a arriesgarme.- Le sonrió Shingo, cosa que hizo sonreír también a la Golden Combi. -Pero gracias por preocuparte.

-No hay de qué.- Asintió, poniéndose de pie, acomodando su gorra negra y acercándose al chico. -No creas que pienso mal de ella, solo intento cuidar del más pequeño del grupo.- Le dijo, sacudiendo sus negros cabellos. Luego se dirigió a la banca. -Espero que me equivoque.

-Yo también.- Respondió Shingo, para luego suspirar. Lo que Genzo había dicho tenía un poco de sentido, pero... ¿realmente existía esa posibilidad?

-No te sientas mal, lo conoces, Wakabayashi siempre es un poco bocón.- Le sonrió apenado Misaki.

-Lo sé.

El encuentro dió inicio luego de unos breves veinte minutos, con el saque del equipo visitante. Para sorpresa de muchos, la típica táctica japonesa había cambiado para este partido, dejando ver al Príncipe del Sol como uno de los triples volantes ofensivos reforzando una ofensiva ya sólida con Tsubasa Ozora, Taro Misaki, Kojiro Hyuga y Shun Nitta.

Tal cambio pareció haber sido la pieza justa que el rompezabezas japonés necesitaba para este encuentro, pues al tener tres volantes en el centro del campo el juego de Juan Díaz se veía notoriamente afectado, resultando casi siempre ineficaz ante la defensa nipona. Sin embargo el esquema del equipo local tampoco se quedaba atrás, pues las mejores ocasiones de gol habían llegado de parte de la Argentina en las pocas veces que llegaban al área rival.

Poco más de hora y media después el encuentro parecería que resultaría en ceros, cuando un tiro de esquina, un intento de despeje de Galván y una Rovesciata llegando de sorpresa había acabado en el fondo de las redes argentinas, dándoles el único gol del partido.

Shingo Aoi, el autor del gol, decidió tragarse su grito de felicidad y mantenerse sereno en pleno festejo, cosa que llamó la atención de varios, pues... ¿desde cuándo el enérgico Aoi no celebraba un gol como si de un Mundial se tratase? Pero la respuesta era mucho más profunda de lo que la mayoría sabía, y tampoco le quedaban ganas de revelar la razón de su festejo o la falta de tal.