Disclaimer: Fairy Tail no me pertenece, es propiedad de Hiro Mashima.


DOS MENTES DESCUBREN MÁS SECRETOS

Una joven maga celestial caminaba molesta por las calles de Fiore, dirigiéndose al bar dónde se encontraban sus amigos y el responsable de su enojo. Mantenía sus brazos cruzados bajo el pecho, su ceño fruncido y una mirada seria mientras renegaba mentalmente contra el pelirrosa e ideaba mil maneras con las que podría tomar venganza por lo sucedido hace 10 minutos.

¿Cómo era posible que la dejara botada así sin más explicaciones? Era una de las tantas protestas que pasaba por su cabeza, y tan metida se encontraba en sus pensamientos que, al momento de girar una esquina, no se percató que otra persona también se aproximaba.

—Eso dolió… —protestó Lucy que se había caído al suelo producto del choque—. ¡Oiga! ¿Por qué no aprende a…?

Las palabras de la maga quedaron interrumpidas al reconocer la cabellera celeste de su amiga en la misma situación que ella.

—¿Levy chan? —preguntó sorprendida, borrando cualquier expresión de molestia.

—¿Lu chan? —la pequeña maga alzó la mirada sorprendida, seguida de una sonrisa tranquila al reconocer a su mejor amiga—. Disculpa, Lu chan, venía pensando en varias cosas y no presté atención.

Lucy fue la primera en ponerse de pie, extendiendo su mano hacia Levy para poder ayudarla hacer lo mismo.

—Descuida, yo también venía distraída —una mirada curiosa apareció en sus ojos al percatarse de que algo faltaba en el habitual entorno de su amiga—. Es raro verte sin Gajeel, Jet o Droy.

—Ah, si —la peliazul sonrió ligeramente avergonzada, aceptando la ayuda que se le ofrecía—. Es que fui a buscar un nuevo libro.

En un acto reflejo por parte de ambas se regalaron una mutua sonrisa, conocedoras de lo mucho que podían perderse cuando entraban alguna librería.

Desde el inicio del torneo, no habían tenido oportunidad de sentarse a conversar tranquilamente, por lo que aprovechando el accidental encuentro y tras intercambiar un par de palabras, se encaminaron hacia una pequeña cafetería que Levy conocía.

—¿Alguna nueva novela? —intentó adivinar Lucy, recordando la búsqueda de su acompañante.

—Ehmm, no. En realidad, quería saber algo más sobre… —Levy bajó su mirada nuevamente hacia el suelo con las mejillas coloreadas de carmín—. Ehmm, dragones.

—¿Dragones? —preguntó confundida, pero rápidamente entendió el motivo oculto tras aquellas intenciones—. Ajá, tiene que ver con Gajeel, ¿verdad?

Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no empezar a reírse del rostro completamente rojo de la peliazul y el tartamudeo en el que se había vuelto su voz, en un intento por negar lo evidente. Ella apreciaba a Levy, pero eso no hacía que fuera menos gracioso ver como el dragón de metal y la maga trataban de ocultar algo que se veía a kilómetros de distancia. Todos en el gremio ya sospechaban sobre la relación entre ambos y la única persona que podría no estar enterado, era su amigo pelirrosa.

La más baja aprovechó que acababan de llegar a la cafetería para escurrirse hasta una mesa ubicada cerca de la ventana, hacer rápidamente su pedido y tratar de desviar la atención de la rubia hacia el agradable diseño rústico del local, sin embargo, no consiguió lograrlo. Quizás, también se debía a que no lo había intentado con todas sus fuerzas, una parte de ella deseaba hablar con alguien de las preocupaciones que rondaban por su mente, pero no encontraba una forma adecuada de abordar el tema sin exponerse a morir de vergüenza.

—¿No sería más fácil preguntarle a Gajeel si quieres saber algo sobre dragones? —habló Lucy después de darle un pequeño sorbo a su taza de café que acababan de traer.

En silencio había estado observando los gestos que atravesaban el rostro de la otra, su mirada confundida y el jugueteo de sus dedos sobre uno de los panes hasta hacerlos migas. Al darse cuenta que no llegarían a ningún lado de seguir así, se aventuró a darle una pequeña ayuda.

Con lo que no contó fue con el repentino cambio de humor y la expresión molesta que apareció en las facciones de la peliazul.

—El problema es que Gajeel no quiere explicármelo —protestó Levy con un mohín—. Prometió hacerlo y luego desapareció.

Extrañada y al mismo tiempo sintiendo la situación muy familiar, le dedicó toda su atención.

—¿Sucedió algo?

—Si… —Levy soltó un suspiro y empezó hablar—. Fue mientras estabas en la enfermería…

.

Horas atrás:

—¡Eres un idiota Gajeel! —gritó con todas sus fuerzas antes de salir corriendo en dirección contraria a la enfermería.

¿Cómo podía Gajeel insinuar que olía mal? ¿Acaso su aroma o ella misma jamás serían del agrado del Dragon Slayer de Metal? De solo pensarlo Levy sentía un nudo en su garganta, la habían rechazado mucho antes de que pudiera expresar sus sentimientos y toda esperanza de llegar a gustarle al pelinegro había muerto. Pequeñas lágrimas escapaban de sus ojos sin poder detenerla, lo único que deseaba en ese momento era encontrar algún lugar donde poder esconderse y desahogarse.

Corrió sin fijarse en las personas que caminaban por el lugar o la dirección que seguía, y no se detuvo hasta que llegó a una habitación que tenía la puerta entreabierta. Ingresó sin pedir permiso, dirigiendo una rápida mirada a las sillas y mesas que se encontraban esparcidas, parecía más un almacén que otra cosa, pero era perfecto para poder calmarse antes de regresar con los demás.

Con movimientos lentos empujó la puerta y tomó asiento en la silla más alejada, tratando en vano de detener las lágrimas que corrían por sus mejillas. Su mente era un remolino de ideas que se deslizaban entre los recuerdos de los momentos compartidos con Gajeel, las veces que había sido ayudada y protegida por él, los momentos en que habían discutido para después reír juntos, y el sentimiento de cercanía que había empezado a formarse, para llegar a este terrible día en el que todo parecían esperanzas falsas que ella sola había inventado.

—Así que aquí estás, enana —la voz de Gajeel sonó frente a ella, arrancándola de sus pensamientos.

No lo había escuchado llegar, pero tampoco se sentía con valor para encararlo y mucho menos verlo a los ojos.

—Vete, Gajeel, ya escuché suficiente.

Se levantó dispuesta a irse, avanzando un par de pasos antes de que su compañero la detuviera sosteniendo su mano.

—Lo entendiste todo mal, Levy —pronunció en un tono calmado, desprovisto de su usual sarcasmo o dureza.

El cuerpo de la maga se quedó congelado en el lugar mientras su corazón empezó a latir desbocado por la emoción y la sorpresa. ¡La había llamado por su nombre! Gajeel que siempre le decía enana, había usado su nombre por primera vez y solo por eso ella se atrevió a girar el rostro para observarlo.

La escena frente a ella fue como un combinado de emociones que chocaban contra las anteriores, el pelinegro había desviado su vista hacia una pared en cuánto ella lo miró, parecía avergonzado pero el agarre de su mano no se aflojó ni un poco mientras los ojos azules lo observaban con intensidad, desprovistos del enojo para ser reemplazados en su totalidad por la sorpresa.

—¿A qué te refieres? —preguntó Levy en cuánto logró reaccionar.

—¿No te basta con saber que fue un mal entendido? —cuestionó el pelinegro, regresando su mirada hacia ella.

—No.

Exasperado, Gajeel revolvió su cabello tratando de reordenar sus ideas

—Agggg, bueno… —su cerebro se rindió cuando volvió a ver la mirada atenta de la maga y su boca empezó hablar sin detenerse a pensar—. Estábamos hablando sobre el hecho de que Salamander marcó a la coneja, y él presumía que por eso ella tenía mejor aroma que —se detuvo un momento para carraspear—, todos, así que…

—¿Natsu marcó a Lu chan? —le interrumpió Levy sin poder reprimir su curiosidad.

—Sí, son cosas de dragones —se encogió de hombros—. Por eso le estaba explicando algunas cosas, pero él se puso muy engreído con eso y… —el pelinegro hizo una breve pausa y sus ojos se abrieron asombrados en cuánto cayó en una aplastante realidad—. Yo estaba defendiéndote.

A ese punto, Levy no sabía si le había hablado a ella o era una conversación consigo mismo, igualmente lo observó con paciencia.

—Gajeel, no entiendo de que hablas, o que tiene que ver una cosa con otra.

—Te creí más lista, enana —se burló el pelinegro, pero al ver como la peliazul parecía enojarse, continuó apresuradamente—. El punto es que Salamander insistía en que el aroma de la coneja era mejor, y yo le dije que el tuyo le superaba.

Listo, ¡lo había soltado! Para Gajeel fue como quitarse una pesada carga de los hombros y el alivio lo dejó más tranquilo, hasta que se percató del silencio presente en la habitación y la expresión sorprendida de la maga.

La mente de Levy volvía avanzar a toda velocidad, esta vez en una dirección mucho más agradable. Gajeel creía que ella tenía un buen aroma, o al menos eso se entendía de todo lo que había dicho. No, no solo lo había dicho, lo había confirmado con la última oración y la felicidad no cabía en su pequeño cuerpo.

Esos segundos en que Levy se distrajo en sus propias cavilaciones, sirvieron para que el pelinegro tomara conciencia de lo que acababa de decir. Soltó la mano de la maga y se apresuró en caminar a su lado para irse antes de que ella se percatara del casi imperceptible sonrojo que había hecho acto de presencia. Sin embargo, esta vez fue la maga quién detuvo su escape, sujetando su chaqueta.

—Gracias… —susurró sonrojada, agradeciendo que Gajeel se encontrara dándole la espala.

—Sí, de nada —respondió en un vano intento por sonar desinteresado.

Nuevamente el silencio se instauró entre ambos, pero ninguno hizo ademán de querer irse.

—¿Gajeel? —hizo una pausa al sentir el temblor en su voz y trago saliva para aclarar su garganta—. ¿Por qué Natsu presumía haber marcado a Lu chan?

—¿Eh? Ah, si —el pelinegro aún se encontraba perdido en sus pensamientos y solo era medio consciente de lo que decía—. Eso fue porque es algo que los dragones hacen una sola vez en su vida, y como a Salamander le gusta el aroma de la coneja.

—¿Y por eso tú también vas a marcarme? —aventuró Levy, recordando la última frase que casi había gritado su compañero, minutos atrás.

La pregunta hizo reaccionar a Gajeel de sus divagaciones y aterrizó en la realidad con tal fuerza que sintió como si sus piernas perdieran fuerzas. ¿La enana sabía de lo que estaba hablando? Sin poder detenerse, giró su cuerpo de forma que pudiera observar su rostro, encontrándose con una mirada de genuina curiosidad.

—¿Marcarte? —repitió intentando parecer normal.

—Escuché cuando dijiste algo de marcarme y que mi aroma mejoraría con eso —el tono rosáceo en las mejillas de la maga había vuelto, dando una imagen adorable que solo conseguía distraer aún más los pensamientos del otro.

Gajeel volvió a desear con todas sus fuerzas que la tierra se lo tragara.

Su cerebro parecía haberse desconectado de su cuerpo, pues no encontraba alguna forma de salir de esa situación con el orgullo intacto y por otro lado, sus instintos de dragón le exigían que la marcara en ese instante.

—Tal vez, más adelante… —dijo en un susurro que, para mala suerte suya Levy alcanzó a escuchar.

—Y, ¿en qué consiste eso de "marcar"? ¿Por qué solo pueden hacerlo una vez?

La curiosidad de Levy no tardó en aparecer y ahora que se sentía más tranquila, volvía a tener la confianza de preguntar como siempre. Lamentablemente, Gajeel no se encontraba en la misma situación y para su alivio, el sonido de las personas caminando de regreso hacia la arena acompañados de comentarios entusiastas, le dieron la señal de que el descanso había llegado a su fin.

—Parece que terminó el descanso —respondió apresuradamente— Tengo que ir con los demás, te lo explico luego.

Abandonó la habitación lo más rápido que pudo, fingiendo no darse cuenta de la mirada intrigada de Levy.

La maga lo observó partir por unos segundos antes de reaccionar y correr alcanzarlo, sin embargo, él ya se había perdido entre la multitud y por más que lo buscó con la mirada no logró encontrarlo. Se rindió a la idea de verlo, pero animada por la conversación, reunió el valor necesario para gritar.

—¡Mucha suerte, Gajeel!

Algunas personas le dirigieron una mirada confundida que ella ignoró, estaba segura de que el pelinegro llegaría a escucharla. Gajeel no detuvo su paso a pesar de oír su voz, pero si dibujó una sonrisa complacida en su rostro caminando con seguridad en busca de la victoria.

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Regresando al presente:

—Luego de eso ya no pude hablar con él —terminó de contar Levy, dando un sorbo a su café antes de que se enfriara más.

Lucy había escuchado atentamente toda la historia, pero en determinado momento ciertos detalles empezaron a reclamar su atención. Algunas cosas entre la narración de su amiga y lo que ella sabía no concordaban, su mente había buscado alguna explicación coherente sin éxito, pues había perdido la concentración debido a una única frase.

"A Natsu le gusta mi aroma", era un pensamiento que se repetía y pensar así no era algo fácil.

—¿Lu chan? —la peliazul la observó preocupada por su repentino silencio.

—¿Eh? —se sobresaltó Lucy, al ver interrumpidos sus pensamientos.

—¿Qué sucede? Te quedaste en silencio por un buen rato.

—Oh, si… —sonrió algo nerviosa antes de admitir lo que le preocupaba—. Es solo que Natsu también me habló sobre eso de "marcar", pero parecía ser algo diferente.

Rápidamente le contó la explicación que él le había dado poco antes de que ambas se encontraran.

—Natsu dice que es algo para encontrar a todos sus compañeros —empezó Lucy.

—Pero Gajeel dijo que es algo que los dragones hacen una sola vez en su vida —concluyó Levy.

—Y al parecer, todo guarda relación con nuestro aroma —añadió la maga celestial ligeramente sonrojada.

—Sí, y por eso Natsu te marcó —Levy no pudo evitar sonreír ante el rostro de su amiga, cada vez más rojo—. Nos están ocultando algo.

—¿Crees que en el libro esté la respuesta? —preguntó Lucy, intentando calmarse.

Se observaron por un momento llegando a la misma conclusión. Juntaron sus sillas y se perdieron entre las páginas del libro que traía Levy, hojeaban lo más rápido que podían atentas a cualquier detalle hasta que después de 30 minutos suspiraron desanimadas.

—No hay nada —refunfuñó Lucy, apoyando su rostro en la mesa.

—Creo que es normal, no muchos saben sobre estas cosas —la voz de Levy sonaba igual de desanimada—. Solo otro Dragon Slayer podría ayudarnos.

—¡Eso es! —Lucy recuperó rápidamente sus ánimos, sobresaltando a su amiga cuando se puso de pie sin previo aviso.

—¿Q-qué cosa?

—Podemos preguntarle a Wendy, ella debe saber de que hablan esos dos.

—¡Es cierto! —los ánimos de la peliazul se elevaron por igual—. Debemos buscarla.

—¡Si!

La maga celestial se apresuró en ir a pagar la cuenta mientras Levy terminó de recoger sus cosas de la mesa. Abandonaron la cafetería con un par de sonrisas adornando sus rostros, la esperanza había vuelto a ellas y se permitieron disfrutar de una animada charla en lo que llegaban al bar donde encontrarían a la pequeña Dragon Slayer.

Una vez estuvieron en la puerta y el sonido de los gritos de sus compañeros del gremio, les confirmaron que estaban en el bar correcto, se dieron un par de sonrisas de ánimos y complicidad.

El local estaba repleto con sus compañeros y algunas personas de la ciudad, como era de esperar, los magos del gremio ya se encontraban armando un gran alboroto mientras los otros vitoreaban y animaban contagiados por su energía. Gracias a eso, ambas magas consiguieron avanzar inadvertidas por casi todos, excepto por dos magos que detuvieron inmediatamente lo que estaban haciendo en cuanto reconocieron sus aromas.

Siguieron con la mirada cada uno de sus movimientos, sorprendidos de verlas de tan buen humor cuando ambos esperaban ser víctimas de sus respectivos enojos o algún reproche. Sin embargo, ellas conversaban tranquilamente al mismo tiempo que parecían buscar a alguien.

En un determinado momento las cuatro miradas se encontraron y, para desconcierto de los dos Dragon Slayers, las chicas les sonrieron.

—Luce no está molesta —susurró Natsu sin poder guardar silencio por más tiempo.

—Tampoco la enana —respondió de forma automática Gajeel.

Después de lo que les pareció una eternidad, ambas empezaron a caminar en una dirección. Guiados por la curiosidad, ellos hicieron lo mismo con la vista solo para sentir como una oleada de nervios les impactaba.

Tanto Lucy como Levy habían alcanzado a la pequeña Dragon Slayer uniéndola a la conversación. Los temores de Natsu y Gajeel se vieron confirmados cuando Wendy les dirigió una discreta mirada nerviosa y salió del local acompañada de las magas.

—Maldición, ¿cómo no pensé que la enana le preguntaría a Wendy? —se cuestionó Gajeel, sorprendido por la astucia de la peliazul.

—¿Eso importa ahora? ¡Nos van a matar después que Wendy se los explique! —respondió Natsu entrando en pánico.

Abandonaron el bar asustados, siguiendo el rastro que habían dejado sus compañeras. Cada uno ideaba en su mente el mejor plan para salvar su vida, conscientes de que era cuestión de tiempo para que nada pudiera detener el enojo de las dos féminas.

Tal vez, solo tal vez, era mejor que ellos confesaran todo y rogaran al dragón supremo para que los proteja, pero esa pequeña solución que había aparecido en sus mentes sería posible solo si las encontraban a tiempo.


¡Hola, hola!

Aquí vengo con otro capítulo de esta historia :3 Últimamente han pasado varias cosas que en su momento me desanimaron, sin embargo, recibí el apoyo de muchos de ustedes y me animaron a continuar subiendo esta historia. Así que vengo con una maratón de capítulos, ¡yay!

Niomei: ¡Hola! :3 Me alegra mucho saber que te gusta esta historia, confieso que escribir momentos tiernos de ellos me encanta 3

Les agradezco desde ahora todo su apoyo porque me anima a seguir escribiendo. :3

¡Nos vemos en el próximo capítulo!