Disclaimer: Esta historia está inspirada, en parte, en el universo detallado en la saga cazadores oscuros de Sherrilyn Kenyon, mezclado con el universo de Harry Potter de J.K Rowling. Salvo algún que otro personaje de mi invención, todos los ambientes, personajes, argumentos, hechizos y todo lo reconocible pertenece a las dos autoras, yo solo los tomo los mezclo y agrego cosas.
ACLARACIÓN: NO ES NECESARIO LEER O HABER LEIDO LA SAGA DE CAZADORES OSCUROS PARA ENTENDER LA HISTORIA, YA QUE LAS PARTES IMPORTANTES DE LA TRAMA SERÁN EXPLICADAS.
SI LEISTE LA SAGA: puede que algunos personajes y/o destinos de los mismos hayan sido levemente modificados por el bien de esta trama.
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Capitulo 7:
Astrid daba vueltas en su cama. Era medio día otra vez y hacia al menos dos noches que Octavius se negaba a mirarla siquiera. Cada vez que la bruja cerraba sus ojos, los recuerdos de la hermosa villa romana la acosaban.
La noche anterior había recordado cuando Octavius había vuelto victorioso de una gran conquista dirigida a la Galia y, con su armadura aun bañada en la sangre de sus enemigos, había golpeado la puerta de su padre para reclamar el honor de desposarse con ella, o mejor dicho con Helena.
Podía sentir el regocijo de verlo bajar de su garañón, con el largo cabello atado con un lazo de cuero. Su dorada piel se veía salpicada de la sangre propia y de extraños. Aquel hombre era brutal en casi todos los sentidos, pero cuando la miraba, la dulzura de sus ojos la desarmaba completamente.
Él tenía diecinueve años cuando la reclamó. Ella solo contaba con diecisiete y hacia al menos cuatro años había atravesado su primera regla. Para los estándares de la época ella se estaba volviendo anciana debido a que su padre se negaba a entregarla a cualquier pretendiente.
El padre de Helena sabía que Octavius era un esclavo liberto y que apenas había alcanzado el rango de general, pero en su corazón sabía que su hija lo amaba y que no había hombre en la tierra que cuidara a su preciosa hija como él podría hacerlo.
Muchos hombres se habían presentado solicitando la mano de Helena. Muchos la comparaban con aquella que había portado tal belleza que una nación fue destruida por su causa. Titus se había negado sistemáticamente a entregarla. Él veía como todos esos hombres la miraban con ojos lujuriosos, no podía encontrar en ellos nada que hablase de cariño o protección. Todos ellos la querían como una incubadora, para que trajese al mundo a la siguiente generación.
Titus jamás entregaría a su bella Helena a uno de esos hombres pervertidos y avaros. Solo el esclavo liberto había demostrado un interés distinto por su hija, solo él había mostrado ser digno de su confianza.
Astrid claudicó ante el sueño. Intentando que Octavius hablase nuevamente con ella había cambiado completamente sus patrones de sueño. De alguna forma solo dormía cuando el sol estaba bien alto en el cielo.
Helena tenía doce años recién cumplidos e iba camino a Roma, su tía abuela la había mandado a llamar y Titus la había enviado con reticencia. Diez guardias había pagado para su protección, y tres bellas doncellas vestidas de forma exquisita habían sido contratadas para evitar que tuviera demasiada atención dentro de la comitiva. Los caminos eran peligrosos en esos tiempos.
Octavius había sido un muchacho de catorce años en ese entonces, un esclavo nacido en las cocinas. Él había sido enviado para alimentar los caballos a lo largo del camino. Flaco y desgarbado, nadie había posado su vista en él, más que para darle una orden o golpearlo, salvo Helena, ella solía escapar de sus cuidadoras para jugar con él en el patio de la villa.
Cuando los enemigos atacaron el campamento, los guardias huyeron rápidamente dejando a las doncellas a merced de los lascivos atacantes de cabellos rubios. Solo Octavius había intentado protegerlas usando una rama que debía ser colocada en una fogata y no empuñada como una espada.
Octavius era un niño esclavo con un palo enfrentándose a varios asesinos. Aun así, su valor fue suficiente como para proteger a Helena. Él no había logrado evitar que aquellos hombres desgarrasen las gargantas de las doncellas, pero si había evitado que la tocasen a ella.
Octavius los mantuvo a raya hasta que un hombre alto vestido con una basta túnica negra, con cabello oscuro y ojos aterradoramente grises, se presentó. Octavius cubrió a Helena con su cuerpo intentando que no viese lo que sucedía. Los gritos de los atacantes ya eran demasiado como para que ella también viese la masacre.
Helena no vio el rostro de su salvador. Pero podía sentir el poder que manaba de él, mientras Octavius la envolvía con su cuerpo para evitar que ella viese lo que sucedía. Su padre estaría furioso cuando supiese que los guardias habían corrido al ver llegar a los atacantes.
Cuando todo terminó, ella aun mantenía sus ojos fuertemente cerrados. Sintió pasos acercándose a ella y un repentino frio se apoderó de su cuerpo cuando Octavius la soltó. Una melodiosa y masculina voz le dijo que no viera. Nada bueno encontraría si abría los ojos.
Astrid despertó de golpe. Esa voz, esa aura atrayente y peligrosa. Los atacantes rubios, altos y extremadamente bellos, las doncellas con sus gargantas cercenadas, sin dudas Helena y Octavius habían sobrevivido a un ataque de Daimons, y el extraño salvador no podía ser otro que Acheron.
A tientas halló su teléfono. Necesitaba hablar con él de forma urgente. Si su sueño era algo más que eso, si su sueño en realidad era un recuerdo, entonces Ash debía saber porqué recordaba esas cosas.
El teléfono sonó dos veces antes de que la profunda voz de su sueño le respondiese.
- ¿Keliena?
- Ash, ¿donde estas?
- en ningún lado donde quisieses estar pequeña. ¿Qué sucede?, ¿los atacaron?
- no, tío. Nada de eso. Pero hay cosas que necesito saber. He estado teniendo unos sueños extraños.
- Edera, deberías hablar con algún caminante de los sueños, los oneroi son los que saben de eso, no yo.
- no Acheron. Es contigo que debo hablar.
- te escucho entonces.
- Desde que estoy con él he tenido todos estos sueños con la mujer de Octavius, él no quiere decírmelo pero estoy segura de que me parezco demasiado a ella, creo que de alguna forma soy ella.
- esa no es una interesante teoría Keliena.
Otra vez Acheron estaba siendo ambiguo. Él raramente decía las cosas de una sola vez. La mayoría del tiempo te hacia hablar hasta que tú mismo deducías la respuesta a tu pregunta. Y de pronto el sueño que tuvo, volvió a su mente.
- ¿tu conociste a la esposa de Octavius?
- no.
- no me mientas Ash, te vi. Octavius y ella fueron atacados por Daimons, tú apareciste. Conociste a Helena.
- si, conocí a Helena.
- acabas de decir que no. ¿Estás ebrio?
- no Keliena. Yo no conocí a la esposa de Octavius. Helena apenas era una niña cuando la conocí, ella aun no era una mujer. Y Octavius era apenas un esclavo.
- meros tecnicismos… un momento. Tú siempre me has dicho Keliena. Dijiste que significa Luz en atlante, ¿por qué suena igual que Helena en griego antiguo? Dime la verdad, ¿siempre lo supiste? Keliena es luz en idioma atlante, y Helena significa luz o antorcha en griego.
- Astrid, el griego antiguo encuentra sus raíces en la Atlántida.
- ¿por qué no me dijiste nada de esto antes Ash?
- no está en mi forzar tu destino pequeña. ¿Qué sentido tendría habértelo dicho?
Astrid comenzaba a exasperarse. Ahora entendía por qué su padre solía enloquecer cada vez que necesitaba conseguir información de Ash. Antes conseguiría hacer sangrar una piedra, que una respuesta directa de aquel hombre.
-no lo sé, pero me hubiese gustado saber que soy una especie de reencarnación de la esposa de uno de tus Dark-hunters y que casualmente tu protegiste mi vida anteriormente.
- yo no te protegí Astrid. Ese fue Octavius. Yo estaba persiguiendo a los Daimons, y él los entretuvo lo suficiente como para que yo los alcanzase. Desgraciadamente no llegué a tiempo para evitar que matasen a las doncellas, me disculpo por eso.
- ¿Él lo sabe?
- sí, lo dedujo igual que tu, luego de su renacimiento.
- dime Acheron, ¿estoy destinada a estar con él?
Ash guardó silencio algunos instantes. Él por supuesto no quería influir en las decisiones de Astrid. Hermione había dicho que sería su hija quien liberaría a Octavius, pero decirle eso en ese momento seria incomodarla o incluso orillarla a cambiar su camino. No, él no podía interferir en eso.
- no lo sé Astrid, eso depende de las elecciones que tomen tu y Octavius.
Astrid resopló molesta. Su temperamento explosivo estaba aflorando nuevamente. Ella en realidad no podía enojarse con Acheron, él había sido extremadamente bueno con ella y uno de los que había intercedido ante su padre para que no tuviese que ser una guerrera.
- está bien Ash. Gracias.
- de nada. Cuídate Edera.
Cuando el teléfono quedó muerto en su oído, Astrid lo dejó sobre su mesita de luz y se puso una bata para caminar hacia la habitación de Octavius. Ella necesitaba hablar con él.
Abrió lentamente las puertas de la habitación. No supo por qué lo hizo, pero murmuró un hechizo para inducir un profundo sueño en Octavius y lanzó un Lumos para que el cuarto se iluminara. Al ser una luz mágica, el no se vería herido por ella.
Ella solo había heredado un poder y hasta ese instante había pensado que era el más inútil de los dones. Pero ahora, con él dormido, le encontró un gran uso. Posó su mano sobre la broncínea frente de Octavius, para poder ver así sus pensamientos y sueños.
Él estaba soñando con Helena. La tenia desnuda en la piscina de la villa romana. Ella reía y huía de él en el agua tibia. Cuando la atrapó, el beso en el que se fundieron envió una corriente eléctrica por la columna vertebral de Astrid.
Cuando él se introdujo así mismo en Helena, Astrid rompió la conexión. Estaba completamente afiebrada, lo que había visto era demasiado para su propio bien.
Él naturalmente yacía desnudo sobre la gran cama, y bajo la sabana podía verse como su abultado miembro se elevaba, sin duda disfrutando las delicias del sueño que su dueño tenía en ese instante. Presa de la curiosidad, Astrid lo descubrió.
Ella sabia como era la anatomía de un hombre, después de todo había estudiado para ser sanadora en el mundo muggle y el mágico, ver pacientes desnudos era normal en su profesión. Había visto muchos hombres sin ropa, pero ninguno había causado en ella lo que Octavius causaba. Verlo allí alborotó sus dormidas hormonas.
Y se preguntó como sabría él. Astrid era tímida e inexperta con respecto al sexo. Pero con él de estando de esa manera, inconsciente, se envalentonó.
Hundiendo la cabeza, llevó la lengua sobre el tenso miembro, él sabía realmente bien. Su piel era salada y olía completamente masculina. Cada una de sus terminales nerviosas vibraba expectantes, se movió despacio sobre su pecho, probando cada centímetro de este.
No fue hasta que alcanzó el estómago que ella se retiró. Él tenía todo el torso sin vello excepto por un pequeño tramo del pelo que iba desde su ombligo hacia abajo, hasta la zona más espesa en el centro de su cuerpo
Astrid lo tocó con cautela. Estaba fascinada con esa parte de él. Al principio fue capaz de moverlo a voluntad, pero en poco tiempo estuvo tan duro que todo lo que pudo hacer fue bajar la mano por su longitud y realizar un movimiento de vaivén.
Alzó su mirada con cautela, sinceramente no recordaba la duración el hechizo de sueño que había lanzado, y esperaba que él no recordase nada de lo que ella estaba haciendo, o lo adujera a su sueño. Siguiendo su instinto volvió a saborearlo.
Él seguía dormido, inconsciente del hecho de que lo estaba explorando. Ella se incorporó subiendo por su cuerpo para besar aquellos labios que la habían perseguido estos últimos días en sus sueños. Octavius era perfecto.
El cazador oscuro despertó aturdido mientras trataba de enfocar sus pensamientos. Pero todo lo que él podía ver era a Helena sobre él. No, esta no era Helena, era Astrid, la bruja que lo había hechizado. Ella estaba inclinada sobre él abrasándole con el calor de sus labios.
-me robas el aliento.
Astrid se sintió cohibida inmediatamente y de un salto se alejó completamente de él. Había sido descubierta en fragrante delito. Su rosto se volvió completamente escarlata ante los penetrantes ojos negros de él que estaban empañados por la lujuria.
- yo, yo, lo… lo siento.
La bruja intentó salir de la habitación pero Octavius fue más rápido que ella y la acorraló contra la pared más cercana. Colocó sus grandes brazos alrededor de su cabeza y pegó su desnudo cuerpo al de ella.
- sabes Astrid, en algunos países eso que has hecho podría llevarte a la cárcel.
- lo siento. Déjame ir Octavius.
Octavius se inclinó y capturó los hinchados labios. El beso le supo a gloria. Él estaba soñando con Helena un momento atrás, y luego cambió a Astrid y su aura virginal. Haber despertado con ella encima de él, eso le supo a gloria. Su sueño no era ni remotamente tan placentero como lo que ella estaba haciéndole en ese momento.
Astrid era arcilla en sus manos, se deshacía con sus besos y pequeños gemidos salían de sus labios cuando él atacó su cuello y raspó la piel sensible con sus colmillos.
Estaba poseída. Su cuerpo había cobrado vida y sus manos recorrían la fuerte espalda del cazador. Se sentía pequeña y frágil pero a la vez el poder y la magia chispeaban por su sangre. Nunca se había sentido de esa forma en toda su vida, y nunca había podido entender el lio que armaban sus amigas en torno al sexo.
- ¿aun quieres que te deje ir pequeña Astrid?
Ella llorisqueó, como única respuesta. Y gimió cuando él metió su mano bajo su ropa interior. Ella solo llevaba un camisón y la bata, así que le fue sencillo atacar su intimidad. Nadie, salvo ella misma, la había tocado de esa forma. Sus piernas flaqueaban ante el intenso ataque a la que él la estaba sometiendo, mientras la besaba con fiereza.
Cuando ella cabalgó la ola de placer, Octavius sintió hambre de ella. Solo habían compartido un beso antes, y ahora la estaba tocando íntimamente después de que ella lo complaciera mientras dormía.
- se que eres virgen Astrid. Puedo sentirlo. Necesito que me apartes ahora o más tarde no podré hacerlo.
Astrid lo pensó por un momento. Había guardado su virginidad sin ningún motivo por todos esos años. Él estaba siendo amable con ella y según sus sueños él era un amante atento. Según su lógica no tenía nada en contra de entregarse a él ese día. Por toda respuesta, atacó sus labios y reunió su fuerza para empujarlo hacia la cama.
Se subió a su vasto y musculoso cuerpo para recorrerlo con los labios como había hecho antes, pero ahora él estaba consiente para hacerle saber que le gustaba lo que hacía.
De un momento a otro él la dejó de espaldas en la cama y con una agilidad sobre humana la dejó desnuda, expuesta para él. Por un momento Astrid se cohibió. Nunca había estado sin ropa delante de un hombre.
- eres preciosa.
El la recorrió con urgentes besos y estimuló sus pechos con la barba de sus mejillas. Ella gritó cuando alcanzó un segundo orgasmo bajo su mano y antes de que el placer se esfumase de su cuerpo, él le abrió las piernas y se introdujo en ella de una sola estocada.
El dolor la atravesó como un relámpago, mientras él permanecía estático llenándola. Octavius metió su mano entre ellos y la comenzó a estimular con sus dedos, aun sin moverse del todo. El dolor disminuyó con su toque, y un momento después, cuando ella comenzó a gemir nuevamente, él comenzó a moverse dentro de ella.
Para ser sincera, ella solo podía sentir la intrusión en su cuerpo, y el dolor menguaba con el placer que él le propinaba mientras tocaba sus clítoris con la mano.
Cuando ella alcanzó un nuevo orgasmo, él se dejó ir, derrumbando su cuerpo sobre ella por un instante. Luego rodó sobre su espalda y comenzó a observarla con curiosidad.
- ¿estás bien?
- no lo sé.
- Ven.
Él la abrazó y acarició su espalda desnuda hasta que ella se entregó al sueño. Finalmente se había perdido su virginidad, y cada musculo en su cuerpo palpitaba, pero en su corazón sabía que había hecho lo correcto.
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Vestido sólo con pantalones de cuero negro, estaba sentado sobre la balaustra de piedra del balcón del templo de Artemisa, con la espalda apoyada en una de las columnas dóricas que lo unían.
El balcón estaba hecho de un brillante mármol blanco sobre el cual se veía una impresionante vista del arco iris sobre una cascada y una perfecta escena del bosque. Pero nadie esperaría menos del Monte Olimpo donde los Dioses Griegos tenían su hogar.
Artemisa había asistido al concilio de dioses y lo había dejado en su templo esperando. Estúpidamente había prometido quedarse quieto, sin hacer nada. Estaba mortalmente aburrido, su estúpido honor no le permitía irse de allí.
Cuando las doradas puertas se abrieron, Artemisa entró con su cabello rojo flotando a su alrededor. Ella era hermosa, y en algún tiempo Acheron hubiese dado el mundo por solo sentir una caricia de ella. Pero de eso habían pasado milenios.
- Zeus dice que todos los dioses solares se están preparando para el solsticio. Incluso mi hermano peleará.
- bien por él. Envíale saludos a Apolo.
- no hables en ese tono Acheron.
Mientras ella no estaba, Simi se había materializado en el balcón y le había dado las malas noticias antes de volver con los Malfoy. Hermione había sido secuestrada y él necesitaba ir para ayudar en su búsqueda. Si los secuestradores tenían que ver con el panteón egipcio y no lograban rescatarla antes del solsticio, las cosas se pondrían feas.
Era cierto que los griegos los habían encerrado la primera vez, pero los dioses griegos habían estado sin combatir por tanto tiempo que si los vengativos dioses del desierto eran liberados, la fuerza de su ira podría destruir a todos.
-ellos tienen la llave Artie. Se la han llevado. Debes dejarme ir.
- no me interesa Acheron. Que mi hermano, y los dioses de la guerra se encarguen.
- no es necesario entrar en guerra, podemos evitarlo y salvar vidas inocentes.
- No, me debes una semana más de servicio Acheron. Lo prometiste.
Era demasiado esperar. Debería haberlo sabido mejor. La diosa vaca, como Simi decía, no tenía intención de dejarlo ir de su templo hasta que terminaran los días que habían acordado. Ese había sido el amargo trato que había hecho con ella. Dos semanas como su mascota/esclavo sexual por un mes de libertad, sin su interferencia, para poder luchar si los egipcios atacaban.
Odiaba jugar a estos juegos, pero uno hacía lo que tenía que hacer. Incluso cuando esto realmente apestaba. Además necesitaba alimentarse, si las cosas se ponían realmente feas, nadie lo querría hambriento por ahí. Eso sería más peligroso que dejar a los egipcios sueltos.
- debes dejarme ir a ver qué sucede. Sabes que me necesitan. Tu hermano casi muere a manos de Osiris la ultima vez, si ellos se liberan…
- mi hermano es un estúpido y tu negociaste dos semanas conmigo.
- dame doce horas, y te devolveré un día mas.
Sabiendo que aun quedaban, al menos, dos semanas para el solsticio, él contaba con algunos días de sobra para poder cumplir sus deberes y liberarse de la molesta diosa por un tiempo.
Artemisa lo odiaba, porque no podía dejarlo ir. Incluso en su terquedad, él era todavía el hombre más atractivo que
Jamás había visto. No había nada que disfrutase más que observarlo moverse. O incluso sentado como lo estaba ahora él tenía el cuerpo más viciosamente perfecto que ningún hombre había poseído.
Su largo pelo rubio estaba trenzado esa vez, y caía sobre su hombro mientras él se recostaba sobre la baranda del balcón, Acheron tenía expresamente prohibido usar el cabello negro como a él le gustaba cuando estaba a su servicio. El cielo recortado tras su duro cuerpo le daba un aspecto mucho más apetecible de lo que Artemisa deseaba reconocer.
Él rezumaba poder y Artemisa le temía por eso. Acheron solo se inclinaba ante ella cuando era forzado por sangre y hueso o por el hambre. Incluso en esos momentos él se mantenía estoico y desafiante incendiando sus venas. Él era una bestia salvaje y ella llevaba siglos intentando domesticarlo sin buenos resultados. Eso la ponía furiosa.
-Tienes la boca más hermosa, Acheron, especialmente cuando está en mi cuerpo.
Ash gimió cuando reconoció el calor en los ojos esmeraldas mientras acariciaba sus labios. Ella era realmente una ninfómana y él estaba asqueado. Necesitaba irse pronto.
-¿Nunca te cansas Artemisa? Juro que si fuera mortal estaría seco ahora mismo. Tenemos que encontrarte un pasatiempo. Uno que no involucre saltar sobre mí.
Los desnudó con un movimiento de sus manos y comenzó a refregarse a sí misma sobre él. Rechinando los dientes, Ash inclinó la cabeza hacia atrás cuando ella empezó mordisquearle la garganta. Inclinó la cabeza sabiendo lo que venía mientras le lamía ligeramente la piel.
- tres horas. Pero solo si me das seis orgasmos en una hora. Te dejaré alimentarte y cuando vuelvas me deberás un día mas.
- dije diez horas.
- tres, ni una más, ni una menos. Y seis orgasmos. Tómalo o déjalo Acheron.
- bien, tu ganas.
Ella caminó hacia la cama de doseles. Seis orgasmos en una hora… eso era insultante. Él podía dárselos en diez minutos.
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Sweet home Alabama sonaba en el teléfono. Y Pólux intentaba por todos los medios ignorarlo. Él realmente no era una persona madrugadora y la noche anterior había dormido poco. La música sonando no lograba colarse entre las brumas de su sueño. Aun no lograba dimensionar la importancia de ese sonido.
- Pólux, Pólux despierta. Acheron te llama.
Al sentir la voz de Caleb, Pólux se despertó definitivamente y supo que él tenía razón. Su teléfono estaba configurado para que sonara esa canción cuando él llamase. Y a juzgar por la hora que era, esa llamada debía ser importante.
- Ash.
-…
- ¿qué?
-…
- ¿crees que debo ir?
- …
- ¿y la tessera?
-…
- bien, supongo que incluso puede servirnos. Con suerte se matarán entre ellos.
-…
- bien. Dame un par de horas. Necesito bajar al pueblo para comprar un traslador.
-…
- adiós.
Pólux peinó con una mano sus rizos dorados y alcanzó sus vaqueros que yacían tirados en el suelo de la habitación. Estaba preocupado, su madre y futura hermana habían sido secuestradas la noche anterior y Acheron había sugerido que fuera con su familia y llevara a Caleb.
Él sabía sobre el problema en el que se hallaban envueltos sus padres, pero Ash le había encomendado otra misión. Ahora él había cambiado de opinión y le pedía que se reuniera con ellos en Nueva Orleans.
Mientras abotonaba el pantalón, Caleb le devolvió la mirada desde la cama. Ellos hacia un par de días se habían enredado en algo que a Pólux le aterraba darle nombre. Desde el amanecer que compartieron en la montaña, la lujuria y pasión había surgido en ellos. Y en los momentos donde no estaban compartiendo sus cuerpos, el joven Malfoy se dedicaba a mostrarle al lobo las cosas buenas y simples de la vida.
La noche anterior, Caleb había visto televisión por primera vez en su vida. Si bien esta no era igual a la que hubiera antes de la guerra, se parecía mucho a la existente en la época en la que sus padres eran jóvenes. La bomba electromagnética que había estallado durante la última guerra mundial había destruido toda la nueva tecnología existente hasta ese momento, y solo las cosas viejas habían sobrevivido.
Él y Caleb habían llegado a una conclusión. No pensarían a donde los llevaría esa relación, vivirían cada segundo al máximo. Verían lo que sucedía entre ellos más adelante. Y si Caleb estaba vivo al siguiente día, luego de su cumpleaños número veintisiete, conversarían sobre el futuro.
- ¿Cómo sabias que era Ash?
- Sweet home Alabama.
- es una canción demasiado vieja como para que la conozcas.
- es verdad. Pero he estado en varios santuarios donde esa canción es el código que avisa que el viejo Acheron ha llegado. Deduje que era él, y tu solo lo confirmaste. ¿Sucedió algo?
Los santuarios eran lugares donde los were hunters, Apolitas y Daimons convivían sin luchar entre ellos. Allí podían hallar refugio en caso de ser perseguidos y nadie podría tocarlos mientras estuvieran bajo ese techo.
- sí, mi madre fue secuestrada de su casa en Nueva Orleans. Debo ir. Tú aun puedes quedarte aquí si lo deseas. Levantaré las defensas y el fidelio debería protegerte, salvo que yo muera.
- no te molestes. Iré contigo Pólux.
- no estoy seguro de que los Arcadianos o la tessera no nos alcancen si vas.
- no importa. Si debo morir en un par de semanas, al menos quiero irme habiendo hecho lo que nací para hacer. No voy a quedarme aquí encerrado sabiendo que hay una buena lucha allí afuera. Además siempre hay santuarios en los que puedo esconderme si las cosas se ponen demasiado feas.
- está bien. Ash dijo que querrías ir. Debes quedarte aquí por un rato, iré al pueblo y saldremos en cuanto consiga un traslador.
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N.a: fin del capítulo. Un problema menos, Astrid y Octavius están más cerca que nunca. Pobre Acheron, él debería dejar que Simi se comiera a la toxica diosa vaca. Si les gustó, espero sus opiniones en los review.
Acabo de terminar de leer el libro que Sherrilyn escribió sobre Ash. Lo terminé en un día y no hay forma de que yo pueda escribir algo tan espectacular. Definitivamente moriría por tener un poquito del talento que tiene ella y JK Rowling. Debería volver a nacer, y ni aun así les alcanzaría los talones.
¡HASTA LA PROXIMA!
