Capítulo 7: Daño colateral


Qué sensación agradable, Satoru piensa mientras se retira. Le agrada todo, la sonrisa inocente de Kasumi, la chispa que incinera instantáneamente al adentrarse en el terreno de sus hermanos, la ternura al agachar la cabeza constantemente con la humildad de alguien que se cree poca cosa, cuán ingenua.

A pesar de lo agradable que se siente, se retira. Sabe que tiene cosas mucho más importantes de las qué ocuparse, sobre todo en plena temporada de maldiciones. Llega el momento en el que no tiene descanso y espera que Ijichi se haya fijado la fecha de expiración de su Visa, porque él se ha olvidado por completo y es muy probable que deba viajar al extranjero otra vez.

Y mientras Satoru desaparece en la inmensidad de la noche, Kasumi sueña. Se le ha quedado en los pulmones el olor de su colonia, masculina, distintiva. Siente que lo abraza, que está aún con ella y olvida completamente ese dolor que le pesaba en el corazón al inicio del día. Kasumi ha dejado atrás por completo el silencio de Satoru durante toda la semana y el pecho vuelve a llenársele de la ingenuidad natural del primer amor. De la tibieza que produce sentirse querida.

La cena, las risas, la ayuda, la amabilidad que ha demostrado con Sochi, representan para ella un cariño inconmensurable. Un gesto que no encuentra manera de regresar en la misma medida, nada que ella pudiera hacer sería suficiente para devolverle aquello.

En algún momento abre los ojos, se encuentra acostada en una cama en una habitación oscura, cubierta con un edredón de Kano, y no sabe cómo llegó allí. Se sienta sobre el borde y se talla los ojos, suelta un bostezo y se estira. Luego intenta recordar cómo es que llegó allí y llega a la vergonzosa conclusión de que se quedó dormida mientras Gojo Satoru le contaba algo, algo de lo que ahora no tiene la más mínima idea.

Le martiriza haberlo dejado hablando solo, justo en el momento en el que hubieran podido hablar de algo más importante, como por ejemplo… su presencia en su casa.

Kasumi termina suspirando, su rostro no hace ningún esfuerzo en esbozar la sonrisa que le nace naturalmente al pensar que fue él quien la dejó durmiendo en esa cama. Pero una idea la obliga a levantarse y salir apresuradamente por el pasillo. Abre la puerta y siente que la retira le quema. Es de día, de hecho, ya casi es medio día. Las gruesas cortinas de Kano le habían hecho creer que seguía siendo de noche, pero al salir de su cuarto Kasumi no tarda en descubrir que Gojo se ha marchado, otra vez.

Se siente tonta por haber esperado que él durmiera en el sofá. Es lo más lógico que se haya marchado, considerando quién es y lo fundamental que es para la organización en la que trabaja. Hay cosas que sólo alguien como Gojo Satoru puede solucionar.

Pero aquel desaliento muere rápidamente, cuando toma su celular y entre todas las notificaciones, la primera que ve es la suya.

'Tuve que marcharme', dice la primera. 'Nos vemos pronto', lee y sonríe con tal emoción que pega un salto de alegría. Podría incluso bailar.

—¿Qué haces Kasumi? —pregunta Sochi, que ha estado sentado en el sofá comiendo de los snacks que Gojo Satoru compró para él.

—¿Eh? ¡Oye! ¿¡Aún no has desayunado y ya estás comiendo esas cosas!? —se acerca rápidamente y las levanta de la mesa—. Sólo después de comer —le dice seriamente al sacar de sus manos la última bolsa de frituras.

Kasumi suspira. Sabe que el gesto ha sido con la mejor intención, pero desearía no tener que pelear con su hermano, considerando que ésta es una de las pocas ocasiones que tiene de verlo y pasar tiempo con él. Guarda las frituras dentro de una bolsa de tela y la esconde en el sitio más alto de la alacena, tan lejano que tiene que usar una silla para llegar.

Después, mira el resto de sus mensajes y palidece. Tiene quince llamadas perdidas de Utahime.

Lo olvidé por completo, se dice internamente y piensa en Gojo una vez más, la única explicación que hay en el hecho de no haber hablado con Utahime de lo que sucedió con su hermano. Mira superficialmente los mensajes de Momo y Mai, incluso Mechamaru, parece a ha preocupado a más de uno y se siente terriblemente culpable. Tiene que solucionar esta desatención lo antes posible y marca atolondradamente sobre la pantalla.

—¡Utahime-sensei! —pronuncia en un tono exagerado cuando escucha que han atendido su llamado. Tiene las cejas apretadas sobre su frente, los labios torcidos en un gesto incómodo.

—¡Miwa-san! ¿Dónde estás? ¿Estás bien?

—S-sí, sensei. Lo siento, lamento mucho haberla preocupado. Ayer recibí una llamada de la escuela… de mi hermano Kano. Tuvieron que enviarlo al hospital por un dolor agudo en el estómago. Resultó ser apendicitis… afortunadamente estuvieron a tiempo de operarlo… Lamento no haber llamado antes, todo sucedió muy rápido y… al llegar a casa me quedé dormida —Miwa baja la voz al decir esto último. Su mentira sale con más naturalidad que la última vez, pero la culpa es la misma que aquel día en el que la atrapó con la bolsa de kikufuku.

—Vaya… Imaginé que tendría que ser algo serio para que te desaparecieras así. Nos tenías preocupados, el director no ha dejado de preguntar por ti. Bueno, es un alivio que estés bien. Supongo que tendrás que quedarte unos días con tus hermanos, veremos que alguien te lleve tus cuadernos para que no te atrases.

—Gracias, tengo muchas cosas pendientes… no quisiera quedarme atrás —contesta forzando una sonrisa, como si Utahime pudiera verla.

—Si necesitas algo, no dudes en llamar.

Cuando cuelga el teléfono, vuelve a mirar la pantalla y la sonrisa obligada que esboza se curva naturalmente y se ríe estando sola.

'Nos vemos pronto.'

Su mente reposa en esa promesa que vibra en su interior y finalmente cree que es momento de escribir. Llega a pensar en exceso cada palabra que va a utilizar, esforzándose inconscientemente en parecer más madura de lo que realmente es.

'¡Gracias por la comida!', escribe y luego borra. Teme que crea que sólo tiene algo bueno qué decir de la comida. 'Fue lindo verte anoche', escribe abochornada y cuando se siente ahogar lo borra inmediatamente. '¿Cuándo,' comienza y al instante se da cuenta de lo desesperado que suena ese mensaje.

Su inexperiencia es abrumadora. No sabe ni siquiera cómo iniciar una conversación y luego llega a la conclusión de que no puede pretender ser algo que no es. Así se vea como una idiota.

'¡Buenos días Gojo-san! Gracias por la comida y por cuidar a Sochi ayer, lamento haberme quedado dormida durante nuestra conversación. ¿Hay manera de compensarlo por eso cuando tenga la oportunidad?'

Agrega un emoji sonriente para disimular su nerviosismo, presiona enviar y relee su propio mensaje un par de veces hasta que lo ve en línea y él abre su mensaje. Miwa siente que el corazón le ha golpeado con tanta fuerza el pecho que cierra la aplicación de mensajería y deja el celular sobre la mesa.

¡Lo ha visto! ¡Casi de inmediato! ¿Está contestando? ¿Estará escribiendo? ¿Estará rechazando su propuesta?

Temores irracionales arrasan con su mente en segundos, batallando contra otros ideales ensoñados.

El ring-tone del móvil suena a los pocos segundos y Kasumi agarra el celular de inmediato. Desliza su dedo hacia las notificaciones generales y ve su mensaje sin abrirlo, ya que teme que él perciba su ansiedad.

'Se me ocurren varias cosas, pero ¿qué es lo que tienes en mente?'

Kasumi olvida su estrategia, abre el mensaje y comienza a tipear de inmediato.

'Podría cocinar algo.'

Del otro lado de la comunicación, en Tokio, Satoru lee aquel mensaje y se sonríe. No está seguro si Kasumi ha esquivado adrede su insinuación o si realmente no la aprecia como tal. La idea la causa ternura.

'Podría comer algo,' contesta él casi al instante y permanece sentado observando la pantalla de su celular. Se ríe ligeramente al notar que Kasumi no tarda en abrirlo y comienza a tipear al instante.

'¿Qué te gusta comer?'

'Dudo que lo que me gusta comer esté en el menú, así que sorpréndeme.'

'¡Perfecto!'

Gojo ve el mensaje. Miwa mira la pantalla y luego cierra la aplicación. Comienza a pensar en diferentes platillos y hace números mentalmente, no puede salirse demasiado de su presupuesto. Tendrá que pasarse al mercado a ver las ofertas.

La incertidumbre en ella crece, se alimenta de los últimos eventos como una criatura famélica. Kasumi se ha quedado con ciertas dudas. Pero dadas las circunstancias sabe que no es culpa de Gojo no haberlas respondido.

El estado de su relación, los detalles más específicos de este acuerdo, de 'llevar las cosas más lentamente'. Había quedado en el aire, no hay solemnidad alguna a su respecto. Sin embargo, no hay espacio para amargura ni desconfianza en el corazón iluso de Miwa. Ella no podría estar más feliz, ni aunque así lo quisiera.

Se da una ducha rápida y sale de casa con Sochi para buscar a Kano en el hospital. Solo se detiene junto a la puerta al ver algo fuera de lo común. Una colilla de cigarrillo yace seca, ennegrecida de tabaco, justo al lado de la puerta del departamento de sus hermanos.

Le resulta extraño, ya que está prohibido fumar en los corredores internos del edificio de departamentos.

Una idea cruza su mente y decide aclararlo lo antes posible

'¿Fumas?'

Al enviar el mensaje siente la mano de su hermano menor arrastrándola a avanzar. Miwa casi pierde el equilibrio y sale junto a Sochi. Toman el metro y caminan hasta Kioto Teishin Hospital.

Al llegar una enfermera la pone al tanto de la situación, nada fuera de lo ordinario. El muchacho está en condiciones de volver a casa bajo los cuidados necesarios. En una semana estará como nuevo.

Kasumi olvida por completo a Satoru cuando ve a su hermano sentado en una silla de ruedas esperándola junto a su cama. Ya está vestido y parece estar ansioso por volver. Sochi se acerca dando energéticos brincos y lo primero que hace Kano es mostrarle su cicatriz.

Un resoplido mezclado con risa escapa de la garganta de Kasumi. Mira la incisión desde lejos y toma las agarraderas de la silla para comenzar su lento camino a casa.

—Es asqueroso, ¡genial! —dice Sochi.

—¿Te gusta? Pude haber muerto.

Kano habla con la ligereza típica de su edad. Y su hermana, al escucharlo, no puede más que invocar paciencia y alegrarse de que el cuadro de su hermano no haya sido peor.

—¡Increíble!

El niño contesta con más emoción. Kasumi sabe que la disciplina que estudia la pondrá en más de una ocasión en peligro de muerte, y sólo Sochi podría pensar que eso es genial. Aunque, sobre mayor meditación, Kasumi cree que Gojo Satoru podría darle una respuesta similar.

Un taxi más tarde y a pasos cortos y deliberados, los muchachos Miwa llegan a casa y al ver nuevamente la colilla de cigarrillo junto a la puerta de su casa, Kasumi recuerda el mensaje que le envió a Satoru. Chequea su móvil una vez dentro de la casa, pero él aún no ha contestado. Más sí ha visto su mensaje.


'¿Fumas?'

Satoru lee el mensaje un poco confundido. Ha estado peleando durante todo el día con el joven Noboyuki. Aprovecha un momento para ver su móvil, cuando el sol se pone e Ito está en el suelo balbuceando estupideces.

—¿Para qué vine aquí? ¿Quién me dejó creer que esto era una buena idea? Quiero volver a casa… odio esto… ya no quiero más.

Gojo ignora el gimoteo y lee una y otra vez el mismo mensaje como si la siguiente vez comenzara a tener sentido.

'¿Fumar qué?' escribe y envía para luego sonreír. ¿Acaso Miwa Kasumi le está ofreciendo drogas?

'Cigarrillo', contesta ella demasiado rápido.

Su respuesta es tan concisa que Satoru presiente, es algo importante.

'No', contesta a secas y ve en su pantalla como ella escribe y borra un par de veces. Decide terminar esa tortura y pregunta: '¿por qué?'.

Ella se toma su tiempo y los segundos comienzan a hacerse largos. Satoru se gira al muchacho que sigue postrado en el suelo balbuceando lamentos penosos. El móvil suena y, al leer, los labios de Gojo se vuelven una línea adusta.

'Alguien ha estado fumando fuera del departamento de mis hermanos, creí que fuiste tú. Supongo que no es nada, me estoy poniendo paranoica jaja'.

Como si la escena se manifestara frente a él, Satoru inhala el hedor de las cenizas y ropa sucia. El olor de Isao Miwa sigue latente en sus recuerdos, como el más cruel recordatorio del pasado de Kasumi.

—Mierda —suelta para sí mismo—. Mierda.

—¿Sensei?

—¿Huh?... No es nada, sigue lloriqueando. Vuelvo en una hora.

Otra escapada rápida a esa horrenda casa. Tiene que hacerlo, si su presentimiento es acertado podría ser que ha metido la pata. Y con esa idea se pone la chaqueta, cambia las gafas oscuras por la banda negra y sale lo más rápido posible de las premisas de la escuela.

Sube al tren bala JR Pass. Dos horas y cuarenta minutos que se sienten terriblemente interminables, es un martirio y el pie oscilante de Gojo es clara muestra de su ansiedad. Esa que siente en contadas ocasiones, lo que sólo significa que algo está fuera de su alcance.

Ijichi comienza a llamarlo y atiende sabiendo perfectamente que tendrá que mentir.

—Sí —responde al atender en un tono inusual.

Satoru… El director requiere su presencia…

—Dile que llego en una hora.

Eso le dijo a Noboyuki… hace dos horas.

—Oye, oye, oye. Ijichi, ¿estás llamándome mentiroso?

—Gojo… —Ijichi suspira del otro lado de la línea—. ¿Una hora?

—Algo así —se ríe—. Ijichi, hazme un favor. Cúbreme, tengo algo importante qué hacer, pero no puedo decirte qué es. Es algo que solo puede hacer el gran Gojo Satoru, y si regreso ahora podría poner en peligro la seguridad de un par de niños.

—¿Niños? Gojo-san, el director se molestará conmigo si…

—Pero yo me molestaré más. Ey, Ijichi, ¿acaso quieres que un par de niños inocentes salgan heridos?

—¡N-No! Claro que no… Pero…

—Gracias, Ijichi, cuento contigo —contesta y cuelga.

Mira la hora, tendrá que actuar rápido y para ello le tocará abusar ligeramente del poder divino que posee. Baja del tren en la estación y busca un lugar aislado para unir sus manos y en un parpadeo está junto a la puerta de aquel sombrío departamento.

Esta vez no repite el procedimiento de la vez anterior. Puede escuchar un televisor encendido del otro lado de la puerta y decide tener la delicadeza de tocar. Llama con los nudillos de una forma suave y el volumen del televisor baja. Oye los pasos del otro lado y el picaporte gira frente a él.

El mismo rostro marcado por una pelea en prisión, con un cigarrillo pendiendo entre los labios. Al ver el humo lo imagina por un segundo parado frente a la puerta de Kasumi y controla la urgencia que comienza a arremolinarse en su estómago. La terrible incomodidad de no ser tan omnipotente como él cree que él.

—¿Tú de nuevo? ¿Qué quieres ahora?

—¿Fuiste tú?

—Qué fastidio… —intenta cerrar la puerta, pero el zapato de Gojo se interpone entre ella y el marco y él se asoma por el pequeño espacio abierto.

—Los dos sabemos cómo termina esto. Y hoy estoy un poco más corto de tiempo que ayer, así que vayamos al grano, ¿quieres? No estoy de tan buen humor como me gustaría.

—Maldito bicho raro, ¿qué mierda quieres ahora?

Con un ligero movimiento de su mano la puerta se abre de par en par, Isao sale despedido hacia el suelo. La madera podrida de la puerta golpea contra la pared y el picaporte se rompe.

—De verdad no quieres verme enojado —Hace un gesto con los labios, una mueca de disgusto—. Vaya, eres lento ¿cierto?

Gojo avanza, pone las manos en los bolsillos de su chaqueta y camina al interior, luego saca una mano y se sacude del rostro el humo del cigarrillo.

—Dime, ¿fuiste a su casa o no?

Isao se sonríe. Parece haberse dado cuenta finalmente que no tiene manera de oponer resistencia. Se levanta y se sienta en una de las desgastadas sillas de su apartamento y enciende un segundo cigarrillo, como si lo hiciera apropósito.

—¿Y qué vas a hacer? ¿Matarme? —se ríe—. ¿Hoy es mi día de suerte?

El hedor es más insoportable que el día anterior. Gojo no desea adentrarse un paso más y decide no contestar su pregunta. La verdad es que preferiría no tener que asesinar un humano.

—Son mis hijos —continúa en un tono menos altanero—. Tengo derecho de verlos.

—Dijiste que los detestabas.

—No, dije que detestaba escuchar a Kasumi hablar sobre esos monstruos. ¿Sabes? Cuando viniste aquí preguntando por ellos, empecé a pensar. Siempre quise a esos niños, eran ellas a quienes no podía aguantar. Los muchachos no deberían criarse sin un padre…

—Los muchachos están mejor sin el padre que tienen.

—Eso no lo decides tú, niño.

Si tan sólo Isao supiera que habla con el hombre más poderoso de la tierra, no estaría llamándolo niño ahora.

El rostro de Satoru, ausente de expresión, esconde un sinfín de ideas sobre lo que podría hacer con Isao sin que nadie lo supiera. Tiene que hacerse cargo.

—Vaya, sí que metí la pata —comenta a punto de reírse.

Isao lo mira de reojo, extrañado por su aparente diversión.

—Sí que eres un bicho raro.

—El más raro de todos —contesta y se da media vuelta para retirarse.

—¡Oye! —grita Isao y él se detiene sin voltearse a verlo de frente—, ¿eso es todo?

—Eso es todo Isao, tranquilo. Hoy tampoco es tu día de suerte.

Extrañado, Isao Miwa observa como Gojo Satoru se marcha, despidiéndose incluso con un gesto de su mano.

Una vez fuera del edificio Gojo toma su celular y marca un número. Le da una pista anónima a la policía sobre la venta ilícita que Isao lleva adelante desde que salió de prisión. No es la forma en la que le gustaría lidiar con esto, pero al menos se lo sacará de encima por al menos cinco años más. Suficiente tiempo como para que Kano sea mayor de edad y esté totalmente fuera de su alcance. Ya verá luego si sigue manteniendo las mismas ideas, pero para entonces Sochi tendrá al menos doce años sin la presencia de este horrendo padre.


Un par de días más transcurren y la ausencia vuelve a hacer meollo en la mente de Kasumi. Gojo no ha respondido su último mensaje y dentro de poco volverá a la escuela, y perderá su oportunidad de cocinar para él. Parece que se tendrá que acostumbrar a los horarios del hombre más importante del mundo.

Al menos se ha entretenido jugando juegos de mesa con sus hermanos, ayudándolos con sus tareas y escuchando las ideas que Kano tiene para el manga que ha comenzado a dibujar.

Durante la mañana recibió un llamado de Utahime, le envió saludos de todos sus compañeros, aunque está segura de que Todo no ha notado su ausencia en absoluto.

Kasumi limpia el departamento hasta el rincón más recóndito. Necesita ocupar su mente en algo más que los silencios interminables de Satoru. Tiene un mandil puesto y anda por la casa en pantalones cortos. Mientras plancha la ropa, el timbre suena y ve a Sochi correr por el pasillo a toda velocidad.

—¡Sochi! ¡No abras la puerta sin…

El niño se queda helado, retrocede unos pasos y suelta la perilla de la puerta. Kasumi mira al hombre del otro lado y luego de salir de su confusión, sonríe.

—¡Mechamaru! —saluda y se adelanta.

Él trae un morral y está parado en el pasillo, mira a través del verde incandescente de su mirada al niño que lo observa boquiabierto.

—¿¡Quién es!? —grita Kano desde su habitación.

—¡Un amigo! —contesta Kasumi.

—¿Es un cosplay? —pregunta Sochi, que no sale de su asombro.

La boca mecánica de Mecamaru se abre para darle paso a la bocina detrás de su mecánica mandíbula.

—Utahime-sensei me envió con tu tarea.

—Pasa Mechamaru —lo invita Kasumi abriendo la puerta de par en par.

Incómodo, Mechamaru entra y no tarda en sacar de un morral una pila de libros. Él observa al niño, aún absorto en lo que cree es un disfraz. Kasumi recibe los libros y les hecha una mirada, la verdad es que se muere de ganas de tener algo más qué hacer ya que las tareas domésticas se le están esfumando entre las manos.

—Toma asiento. ¡Sochi! ¡Deja de mirarlo así! Es de mala educación —le dice al niño y luego se voltea a él—. Lo siento… Voy a dejar esto, ya regreso.

Mechamaru ignora los ojos curiosos que tiene encima e inspecciona los alrededores. Su escrutinio es amplio. Mira las fotos colgadas sobre las paredes y luego el juego de mesa que yace frente a un pequeño televisor. Se siente como caminando sobre un santuario, un sitio sagrado. El hogar de Kasumi.

Su andar mecánico resuena mientras se mueve lentamente para ver completamente el otro lado de la habitación. Todo reluce, la madera brilla. Kirimaru desearía poder respirar aquel aire y saber qué aroma tiene su casa. Qué perfume exuda la piel de Kasumi.

—Oye… —Se da cuenta que el niño está jalando de su pantalón—. ¿Quieres jugar conmigo?

—Ey, ¿es el tipo que me contaste? —escucha a su espalda y se gira.

Un muchacho descalzo de mediana estatura se acerca con un gesto arrogante, de cabello y ojos oscuros. Camina hasta él observándolo con desconfianza y se queda mudo mientras el otro le contesta.

—¿Gojo-sensei? No, este es otro. Él es un amigo de Kasumi, de la escuela.

—Ah… ¿un hechicero? —pregunta como si él no estuviera allí parado, inspeccionándolo de arriba abajo.

—¿Gojo Satoru? —pregunta Mechamaru con la certeza de que no necesita una respuesta.

—Supongo que está bien —dice Kano, estirando los brazos detrás de la nuca—. ¿Eres algo así como Cyborg? —le pregunta, finalmente reconociendo su presencia.

—¿Cyborg? —cuestiona Mechamaru sin entender la referencia.

—Sí, alguien mitad hombre, mitad máquina.

Él medita un momento.

—Podría decirse…

—Genial —sueltan ambos al mismo tiempo.

—Oigan, ¿lo están interrogando? —La voz de Kasumi resuena molesta cuando sale del cuarto—. Déjenlo en paz.

Kasumi vuelve a plantarse frente a él. Mechamaru la observa y desde su lejano encierro la observa con cierta emoción. Lleva días sin ver ese rostro y su corazón enamorado invade su cuerpo atrofiado con calor. Ella sonríe, él suspira desde lejos y luego vuelve a sentir la incomodidad de la presencia de Gojo Satoru.

—Tengo que irme.

—¿Tan rápido?

—¡Quédate a jugar! —ruega Sochi.

—Necesitamos uno más para jugar charadas. Yo quiero hacer equipo con Cyborg.

—¿Cy… ¡Kano! ¡Se llama Mechamaru!

—¡Yo quiero estar en su equipo! —gimotea Sochi nuevamente y Kasumi suspira.

Al verla sonreírle tímidamente, se siente desarmar. Por lo general preferiría rechazar la invitación, pero no puede decir no esta vez. No cuando ella lo mira de esa manera, a su yo alterno. Y aunque desea poder ser él mismo, no tiene el valor de rechazarla, de rechazar esta oportunidad.

—Está bien.

Kano y Sochi no tardan mucho en salir corriendo, Kasumi los reprende y le recuerda a su hermano los puntos que tiene en el abdomen. Buscan una silla, toman las botanas que Satoru le obsequió a Sochi y llenan la mesa de comida que Mechamaru no puede ingerir. Y mientras los niños se marchan al dormitorio de Kano en busca de las cartas de charadas, Kasumi y él los esperan en la sala.

Él no está seguro de qué decir. No es el hombre más conversador de la historia y luego de haber visto al menos veinte veces el video que grabaron para el Intercambio de las Escuelas Hermanas, sabe que él no es su tipo en lo absoluto. Ya que sólo reúne uno de los requisitos en la lista de Kasumi. Ella es, sin duda alguna, la única que existe ante sus ojos.

—¿Gojo-sensei estuvo aquí? —le pregunta repentinamente y ve con desilusión la forma en la que su cuerpo se pone rígido. Ya sabía de antemano la respuesta a aquella pregunta, pero ésta sale de sus labios sin que exista poder dentro de su propio cuerpo para detenerlo.

—Uhm… Bueno, sí. Es decir, yo… Fue el día en el que Kano estuvo en el hospital… Él estaba cerca así que se quedó con Sochi. No es nada del otro mundo…

Su risa exagerada no es más que un manto de mentiras. Él puede verlo claramente y le irrita la idea de que él esté persiguiendo algo más de ella.

En la tina en la que se hunde, presiona los puños vendados. La piel cubierta de úlceras y yagas reventándose bajo la presión de sus dedos.

—¿Puedes… hacerme el favor de no mencionárselo a nadie? No quisiera que hubiera malos entendidos.

—Claro.

Los muchachos no tardan en volver. Él hace un esfuerzo sobrehumano por olvidar lo que acaba de saber. Intenta no imaginar, borrar de su mente el rostro repulsivo de Gojo Satoru. Pero, a pesar de las risas que ocasionalmente comparte, no lo logra por completo. No es sino hasta que ve a Miwa sonreír sobre la pantalla de su celular que una aguja punzante se hinca sobre su abdomen.

'Mañana podría hacerme un tiempo', lee Kasumi de parte del dueño de sus desvelos.

N/A: Gracias a Mooooon, Chumingostylee, Sasha Necron, Haria, Nicole, natalysweety e Ina por sus comentarios. Estoy muy feliz de que haya gente que disfrute de lo que escribo. Y un saludo caluroso para gojofan, pero dejame decirte si es que lees esto por puro hate que la pedofilia no es de lo que me acusas estar escribiendo, y que si Gojo pudiera ser el padre de Miwa eso significaría que era sexualmente activo a los 10 años y eso me parece un poco exagerado. Sí, ya sé que es un tipo a todo dar, pero no creo que sea una máquina sexual a tan temprana edad jajaja En todo caso, en términos legales, no llega ni al estupro porque me ocupé de que Miwa tenga 18 en este fic, ni al grooming porque ellos casi no interactuaron antes de que ella cumpliera la edad. Así que te mando un beso grande con mucho amor. ¡Nos leemos en el próximo!