Palabras: 500.

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[For you, I'll wait an eternity. My love for you is never ending. I'll love you till the end of time…]
—Lou&Lenni-Kim.
«The wall between us» english version.

VII.

Marinette era la cura para todo. Y de las cosas que había perdido en la vida, y de los dolores, de la ausencia de su madre que le hacía un hueco en el pecho, pero que ella intentaba llenar día a día con su compañía, respeto, compresión y amor. Marinette era ese pedazo de cielo que prometen los relatos religiosos; esa princesa guerrera que los cuentos de Disney mostraban en sus películas; era esa persona que llevaba atado a su dedo meñique un hilo rojo, como decían los japoneses, hilo que está sujeto a las personas destinadas a conocerse y amarse, en esta y en todas las vidas posibles; hilo que puede estirarse, tensarse, enredarse, pero jamás romperse. Marinette era esa alma gemela destinada a compartir con él el tiempo y el espacio.

Lo era todo.

Desde que estaba con ella, incluso sus comidas eran más acompañadas. Su padre, —seguramente feliz por él, por verlo sonreír solo con pensar en la azabache— lo dejaba libre más tiempo, compartir con los Dupain-Cheng. Ya se había vuelto adicto a esa compresión, a ese ambiente familiar dulce como los macarrones, abrigador como cobija y comprensivo como el amor de mamá. Se había vuelto adicto a pasar el mayor tiempo posible con gente que lo quería y hablaba con él, lejos de la hostilidad de casa. Marinette y todo lo que ella conllevaba, se había convertido en su hogar. Un hogar cálido en el que se refugiaba de todo y todos. Un hogar que no pensaba conseguir con nadie más que no fueran su madre o su novia.

La estrechó aún más, después de aquel pensamiento que le dolió. Luego de haber tenido esa relajada expresión en su rostro y dejándose llevar por la melodía que tocaban detrás sus amigos, era algo extraño que de repente se aferrara a Marinette con esa necesidad casi angustiante. Por un momento solo estaban ella y él.

La jovencita sintió el cambio de humor mediante sus vibras, sus gestos físicos. Conocía a Adrien tanto o más de lo que se conocía a ella. Apretó la ropa por la espalda y llamó la atención de su chico. No abrió los ojos.

—¿Estás bien? —Susurró, sabiendo que el tono de voz era suficiente para ser escuchada. Quería que él estuviera bien, que no sufriera por nada.

Él se aferró más a ella y suspiró pesadamente, intentando no ser tan obvio. Marinette lo conocía tanto que había sentido su cambio en un segundo. Sintió orgullo de aquello y no supo por qué.

—Gracias por brindarme este hogar y este amor, Marinette —abrió los ojos con lentitud y la estrechó más. El movimiento ahora era más lento, pero no se paralizaron.

Marinette lo abrazó de vuelta y sonrió.

—No me agradezcas, tontito —suspiró— siempre llega alguien que sana nuestras heridas. —Supo al instante que su inquietud venía por el recuerdo de su madre y se le encogió el corazón—. Siempre hay un lugar al cual pertenecer.

—Y ese lugar eres tú.


¿Algún fan InuKag por aquí? ¿No les recuerda a algo? Es hermoso saber que el sentimiento es el mismo, la simbología igual: son el uno para el otro y han sido creados para cada uno. Destinados.

Sobre los sentimientos de este capítulo… ya Bogaboo sabe por qué viene. Antes tenía una idea completamente distinta, pero recordé que este capítulo de ellos bailando era el momento idóneo para destacar la forma en que Marinette ha ido curando a Adrien con el dolor de la pérdida de su madre.

Millones de gracias a las preciosuras que se han pasado a leerme. Gracias por sus alertas y favoritos. Lloro. En serio, me hacen feliz.

Génesis: ¡Preciosa mía! Gracias por siempre leerme, muchísimas gracias. A mí también me encanta que Adrien le diga cosas lindas a Marinette. Me matan de amor. Millones gracias también por tu apoyo adelantado a mi siguiente proyecto.

Alexa: ya sabes que te amo, mi Ale. ¡Y te extraño mucho!

Lina Breen: ¡Guapa mía! Muchísimas gracias por pasarte por mi fic. Qué grata sorpresa me has dado. ¡Ya lo sé! Chat Blanc duele hondo, lloro.