CAPITULO 7

Ese viernes asisto al primer partido de fútbol americano de mi vida. Nunca me ha interesado en lo más mínimo, y sigue sin interesarme. Estoy sentada en lo alto de las gradas con Naruto y sus amigos y, por lo que veo, no ocurre nada interesante. Parece que se limitan a esperar y a apiñarse, y no pasa nada. No se parece a los partidos de fútbol americano de las películas y las series. A las nueve y media el partido está a punto de acabar, o eso espero, y estoy bostezando en mi abrigo cuando de repente Naruto me rodea con el brazo y casi me atraganto con mi bostezo. Abajo, Sakura está animando con el resto de las animadoras. Se está contoneando y meneando sus pompones. Mira a las gradas y, cuando nos ve, se detiene medio segundo antes de lanzarse a otro baile con los ojos ardiendo. Miro de reojo a Naruto, a cuya cara aflora una mueca de satisfacción.

Cuando Sakura regresa a la banda, aparta el brazo y parece recordar de repente que estoy ahí.

—Ten Ten ha invitado a unos cuantos a su casa. ¿Quieres ir?

Ni siquiera hablo con Ten Ten. Suelto otro bostezo, bien grande, tal vez demasiado. Hace darme cuenta que todavía no se me dan las actuaciones.

—Estoy cansada. Así que… no creo. No, gracias. ¿Puedes… dejarme en casa cuando vayas de camino allí?

Naruto me mira escéptico, pero no dice nada. De camino a casa, pasamos por la cafetería y Naruto suelta de improviso:

—Tengo hambre. ¿Quieres que nos paremos a tomar algo? —Y añade con énfasis—: ¿O estás demasiado cansada?

Hago caso omiso de la pulla y digo: —Tengo un poco de hambre.

Así que Naruto da media vuelta y vamos a la cafetería. Nos metemos en un reservado de la parte delantera. Siempre que venía aquí con Natsu y Kiba, nos sentábamos detrás, cerca de la gramola para echar monedas. Ésta estaba estropeada la mitad de las veces, pero, de todos modos, nos gustaba estar cerca. Se me hace raro estar aquí sin ellos. Hemos creado muchas tradiciones en este sitio. Los tres pedíamos dos sándwiches de queso y los cortábamos en cuadraditos y pedíamos un bol de sopa de tomate para bañarlos. Luego Kiba y yo compartíamos un gofre con extra de nata y Natsu tomaba un pudín de tapioca. Asqueroso. Lo sé. Estoy casi segura de que sólo a las abuelas les gusta el pudín de tapioca. Nuestra camarera es Kori, una estudiante universitaria. Se marchó durante el verano, pero supongo que ha regresado. Observa con disimulo a Naruto mientras nos trae el agua.

—¿Dónde están tus amigos? —me pregunta.

—Natsu se ha ido a Kumo y Kiba… no está —respondo, y Naruto pone los ojos en blanco. Naruto pide tortitas de arándanos y bacón y huevos revueltos. Yo pido un sándwich de queso con patatas fritas y un refresco de cereza. Cuando Kelly se marcha con nuestros pedidos, le pregunto:

—¿Por qué odias tanto a Kiba?

—No le odio —resopla—. Casi no le conozco.

—Bueno, está claro que no te gusta.

Naruto se enfurruña. —¿Cómo me va a gustar? En séptimo me delató por copiar.

¿Naruto copió? El estómago se me retuerce un poco.

—¿Cómo copiaste? ¿En los deberes?

—No, en un examen de lengua. Escribí las respuestas en mi calculadora y Kiba se chivó. ¿Qué tipo de persona hace algo así?

Examino su expresión en busca de vergüenza o incomodidad por haber copiado, pero no veo ni gota.

—¿Por qué te haces el ofendido? ¡Fuiste tú quien copió!

—¡Fue en séptimo!

—Bueno, ¿sigues copiando?

—No. Casi nunca. Bueno, lo he hecho. —Me frunce el ceño—. ¿Te importaría dejar de mirarme así?

—¿Así? ¿Cómo?

—En plan sentencioso. Mira, iré a la universidad con una beca de lacrosse, así que tampoco importa.

Tengo una revelación. Bajo la voz y digo:

—Espera… ¿Sabes leer?

Naruto estalla en carcajadas.

—¡Sí, sé leer! De verdad, Hinata. No todo tiene una historia detrás, ¿vale? Soy perezoso y ya está. —Resopla—. ¿Que si sé leer? ¡Te he escrito varias notas! Eres súpergraciosa.

Noto que empiezo a sonrojarme.

—No tiene tanta gracia —digo, y entorno los ojos—. ¿Todo te parece una broma?

—No todo; pero la mayoría de las cosas, sí.

Bajo la barbilla.

—Pues quizá sea un defecto de carácter que deberías trabajar. Porque algunas cosas son serias y deberías tomártelas en serio. Perdona si te parezco sentenciosa.

—Sip, me lo pareces bastante. Creo que, en general, eres bastante sentenciosa. Creo que es un defecto de carácter que tú deberías trabajar. También creo que deberías aprender a relajarte y a divertirte.

Estoy recopilando una lista de todas las formas en las que me divierto: ir en bici, preparar galletas y leer. Se me pasa por la cabeza añadir las labores de punto, pero estoy bastante segura de que se burlará de mí. En ese momento Kori nos trae la comida y me detengo para morder el sándwich mientras aún está caliente. Naruto me roba una de las patatas fritas.

—¿Y quién más?

—¿Quién más qué?

—¿Quién más recibió una carta? —dice con la boca llena.

—Hum, eso es privado —le respondo, y sacudo la cabeza como si quisiera decir: « Hay que ver, qué maleducado».

—¿Qué? Tengo curiosidad.

Naruto moja otra patata en mi pequeño ramequín de ketchup. Con una sonrisa de suficiencia, añade:

—Venga, no seas tímida. Sé que soy el número uno, obviamente. Pero quiero saber quién más entró en la lista.

Está tan seguro de sí mismo que sólo le falta ponerse a hacer flexiones. Vale, si tiene tantas ganas de saberlo, se lo diré:

—Kiba, tú…

—Obviamente.

—Hitomi.

—¿Hitomi? ¿Quién es? —resopla.

Apoyo los codos en la mesa y descanso la barbilla en las manos. —Le conocí en el campamento de verano. Era el mejor nadador de entre los chicos. Una vez salvó a un niño de ahogarse. Nadó hasta el centro del lago antes de que los socorristas se dieran cuenta de que pasaba algo.

—¿Qué dijo cuando recibió la carta?

—Nada. La devolvieron al remitente.

—Bien, ¿quién es el siguiente?

Le doy otro mordisco a mi sándwich. —Rock Lee.

—Es gay —dice Naruto.

—¡No es gay !

—Sigue soñando. Es gay. Ayer llegó a clase con un corte de tazón con fleco.

—Seguro que la llevaba a modo de ironía. Además, llevar un corte de tazón no te convierte en gay. —Le miro como si quisiera decir: « ¡Guau, qué homófobo!» .

—Eh, no me mires así —objeta—. Mi tío favorito es súpergay. Apuesto cincuenta pavos a que si le enseño una foto suya a mi tío, me lo confirma al instante.

—El hecho de que Rock Lee sea aficionado a los cortes no significa que sea gay.—Naruto abre la boca para discutírmelo, pero levanto la mano para silenciarlo—.Lo que significa es que es un chico de ciudad atrapado en… esta aburrida zona residencial. Seguro que acaba en Kiri. Podría ser actor de televisión. Tiene el físico, ¿sabes? Esbelto con rasgos delicados. Unos rasgos muy sensibles. Parece… un ángel.

—¿Qué ha respondido el ángel a la carta?

—Nada… Estoy segura de que eso se debe a que es un caballero y no quiere hacerme pasar vergüenza. —Le lanzo una mirada cargada de significado. « Y no como otros» , le digo con los ojos. Naruto pone los ojos en blanco.

—Vale, vale. Lo que tú digas, a mí me da igual.

Se arrellana en su silla y apoya el brazo en el respaldo de la silla de al lado.

—Sólo has mencionado cuatro. ¿Quién es el quinto?

Me sorprende que lleve la cuenta.

—Toneri Otsutsuki.

A Naruto se le ponen los ojos como platos. —¿Otsutsuki? ¿Cuándo te gustaba?

—En octavo.

—¡Pensaba que en octavo te gustaba yo!

—Creo que se mezclaron un poco —admito. Revuelvo la bebida con la pajita y le explico: —Una vez, en educación física, tuvimos que quedarnos a recoger las pelotas de fútbol y empezó a llover. —Suspiro—. Seguramente es lo más romántico que me hay a ocurrido nunca.

—¿Qué manía tienen las chicas con la lluvia? —se pregunta Naruto. Me encojo de hombros.

—Ni idea… Creo que es porque todo parece más dramático bajo la lluvia.

—Pero ¿ocurrió algo entre los dos, o sólo os quedasteis bajo la lluvia recogiendo pelotas de fútbol?

—No lo comprenderías.

Alguien como Naruto no lo entendería nunca. Naruto pone los ojos en blanco.

—¿Así que Otsutsuki recibió la carta en su antigua casa? —apunta.

—Creo que sí. No he vuelto a saber nada más de él. Le doy un buen sorbo al refresco.

—¿Por qué me da la impresión de que esto te hace sentir muy triste?

—¡No lo estoy!

Puede que lo esté un poco. Aparte de Kiba, creo que Toneri Otsutsuki es el que más me importa de todos los chicos de los que me he enamorado. Era muy dulce. Era la promesa del quizá, quizá algún día. Creo que Toneri Otsutsuki es El Chico Que Se Me Escapó.

—Es que siempre me he preguntado cómo acabó —digo, en voz alta—. Si sigue siendo el mismo. Apuesto a que sí.

—¿Sabes qué? Creo que te mencionó una vez. Sí, sin duda. Dijo que le parecías la chica más guapa de nuestro curso. Dijo que sólo se arrepentía de no haberte invitado al baile de gala de octavo.

Me quedo completamente paralizada y dejo de respirar.

—¿De verdad? —murmuro. Naruto estalla en carcajadas.

—¡Tía! ¡Pero qué crédula eres!

Siento un nudo en el estómago, y parpadeo. —Eso ha sido muy cruel. ¿Por qué lo has dicho?

Naruto para de reír y responde: —Eh, lo siento. Era una broma.

Extiendo los brazos sobre la mesa y hundo la cabeza en la superficie. —Eres horrible.

Intenta retirarme el cabello de la cara pero le lanzo un golpe: —¡Ay! ¡Eso duele!

—Me alegro. Te lo mereces.

—Lo siento —repite Naruto. Pero conserva una sonrisa en la mirada, así que giro la cabeza para no verle.

—Venga, no te enfades. ¿Quién sabe? Quizá le gustabas. Llamémosle y lo sabremos.

Levanto la cabeza de golpe. —¿Tienes su número? ¿Tienes el número de teléfono de Toneri Otsutsuki?

Naruto saca su móvil.

—Pues claro. Llamémosle.

—¡No! —Intento arrebatarle el móvil de las manos, pero es demasiado veloz. Naruto levanta el teléfono por encima de su cabeza y no puedo alcanzarlo—. ¡No te atrevas a llamarle!

—¿Por qué? Pensaba que tenías curiosidad por saber cómo le iba.

Niego fervientemente con la cabeza.

—¿De qué tienes miedo? ¿De que no se acuerde de ti? —Naruto cambia de expresión, como si hubiese comprendido algo sobre mí—. ¿O de que sí se acuerde?

Niego con la cabeza.

—Es eso. —Naruto asiente para sí, se balancea hacia atrás con la silla y entrelaza las manos detrás de la cabeza. No me gusta cómo me está mirando. Como si me conociese. Le tiendo la palma de la mano:

—Dame tu móvil.

Naruto se queda boquiabierto.—¿Vas a llamarle? ¿Ahora?

Me alegro de haberle sorprendido. Me siento como si hubiese ganado algo. Creo que pillar desprevenido a Naruto podría ser una afición divertida. En un tono imperativo que sólo utilizo con Hanabi, le ordeno:

—Dame el móvil. —Naruto me entrega el teléfono y copio el número de Toneri en el mío—. Le llamaré cuando a mí me apetezca, no cuando te apetezca a ti.

Naruto asiente con una expresión reacia de respeto. Claro que no pienso llamar a Toneri, pero Naruto no tiene por qué enterarse. Esa noche, estoy tumbada en la cama pensando en Toneri. Me divierte pensar en la posibilidad. Asusta un poco, pero es divertido. Es como si una puerta que estaba cerrada, se hubiese abierto un poco. ¿Y si…? ¿Cómo sería si Toneri y yo…? Si cierro los ojos, casi puedo imaginármelo.


Hanabi y yo estamos sentadas en los peldaños de enfrente de la casa. Hanabi se está bebiendo un batido de yogur, y yo estoy trabajando en la bufanda para Natsu mientras espero a Naruto. Hanabi está esperando a que salga papá. Hoy la llevará él a la escuela. La señorita Mei aún no ha salido. Quizá esté enferma, o puede que se esté retrasando más de lo habitual. Tenemos la mirada fija en su puerta cuando un monovolumen entra en la calle y se detiene delante de casa. Entorno los ojos. Es Naruto Uzumaki. Conduciendo un monovolumen de color beis. Naruto saca la cabeza por la ventana.

—¿Vienes o no?

—¿Por qué vas en eso? —pregunta Hanabi.

—No importa, Hanabi. Sube de una vez —responde Naruto. Hanabi y yo intercambiamos una mirada.

—¿Yo también? —me pregunta.

Me encojo de hombros. Luego me inclino hacia atrás, abro la puerta y grito:

—¡Hanabi vendrá conmigo, papá!

—¡Vale!

Nos ponemos de pie y, en ese momento, la señorita Mei sale a toda prisa vestida con traje azul marino, el maletín en una mano y el café en la otra. Hanabi y yo nos miramos muertas de risa.

—Cinco, cuatro, tres…

¡Maldita sea!

Entre risas, corremos hasta el monovolumen de Naruto. Yo me siento delante y Hanabi atrás.

—¿De qué os reíais? —pregunta Naruto.

Estoy a punto de explicárselo cuando Kiba sale de su casa. Se detiene y nos mira fijamente un segundo antes de saludarnos con la mano. Yo le devuelvo el saludo y Hanabi saca la cabeza por la ventanilla y chilla:

—¡Hola, Kiba!

—¿Qué hay? —dice Naruto, y se inclina hacia mí.

—Hola —responde Kiba y entra en su coche.

Naruto me da un pellizco, sonríe de oreja a oreja y recula con el coche.

—Explicadme de qué os reíais.

—Al menos una vez a la semana, la señorita Mei sale corriendo de casa y se derrama café caliente encima —le respondo, mientras me abrocho el cinturón de seguridad.

—Es súpergracioso —añade Hanabi.

—Sois unas sádicas —resopla Naruto.

—¿Qué quiere decir « sádicas» ? —inquiere Hanabi mientras coloca la cabezaentre los dos. La empujo hacia atrás y le digo:

—Ponte el cinturón.

—Eso significa que ver sufrir a los demás te hace feliz.

—Ah. —Y repite para sí, con suavidad—: Sádico.

—No le enseñes cosas raras.

—Me gustan las cosas raras —protesta Hanabi.

—¿Ves? A la niña le gustan las cosas raras —dice Naruto y, sin mirar atrás, levanta la mano para chocarla con Hanabi—. Eh, dame un sorbo de eso que estás bebiendo.

—Casi no queda. Te lo puedes terminar.

Hanabi se lo pasa a Naruto y éste inclina el envase de plástico sobre su boca. —Está bueno.

—Es de la tienda de comida japonesa —le explica Hanabi—. Vienen en un paquete y puedes meterlos en el congelador y, si te lo llevas para comer, estará fresco cuando te lo bebas.

—Suena bien. Hinata, tráeme uno mañana por la mañana. A cambio de los servicios prestados.

Le lanzo una mirada asesina, y Naruto se defiende: —¡Me refiero a los trayectos en coche! ¡Demonios!

—Ya te lo traeré yo, Naruto —dice Hanabi.

—Ésa es mi chica.

—Siempre y cuando mañana también me lleves a la escuela —concluye Hanabi, y Naruto canta victoria.


Antes de mi cuarta clase estoy en mi taquilla, intentando fijar con una horquilla mi trenza de lechera delante del espejo que cuelga de la puerta

—Hinata.

—¿Sí?

Me vuelvo y veo a Rock Lee, con una camiseta azul brillante de cuello en uve y unos pantalones color piedra.

—Esto me llegó hace unos días… No iba a decir nada, pero luego se me ocurrió que quizá lo querrías.

Rock Lee me entrega un sobre de color rosa. Es mi carta. Así que Rock Lee también recibió la suya. La meto en la taquilla, me pongo cara de « ¡Ostras!» a mí misma en el espejo y cierro la puerta.

—Te estarás preguntando de qué va todo esto —comienzo, pero enseguida flaqueo—. Es…, estooo…, la escribí hace mucho tiempo.

—No hace falta que me expliques nada.

—¿En serio? ¿No tienes curiosidad?

—No. Fue muy grato recibir una carta como ésa. De hecho, me siento bastante honrado.

Suelto un suspiro de alivio y me apoyo en la taquilla. ¿Cómo puede ser tan perfecto? Rock Lee siempre encuentra las palabras adecuadas. Entonces hace un mohín, mitad mueca, mitad sonrisa.

—Pero… —Baja la voz—. Sabes que soy gay, ¿no?

—Ah, sí, claro —respondo, intentando no sonar decepcionada—. Lo sabía perfectamente.

Rock Lee sonríe.

—Qué adorable eres —replica, y vuelvo a animarme—. ¿Te importaría no decírselo a nadie? A ver, he salido del armario, pero no estoy del todo fuera. ¿Sabes lo que digo?

—Desde luego —digo yo súpersegura.

—Por ejemplo, mi madre lo sabe, pero mi padre sólo lo intuye. No se lo he dicho directamente.

—Entendido.

—Dejo que la gente piense lo que le apetezca. No creo que sea responsabilidad mía explicarme ante nadie. Tú ya sabes de lo que hablo. Como persona birracial, seguro que mucha gente te pregunta de qué raza eres, ¿verdad?

Nunca me lo había planteado de esta manera, pero ¡sí, sí, síii!

Rock Lee lo pilla.

—Exacto. Y te quedas como con ganas de preguntarles para qué quieren saberlo.

—Exacto.

Nos sonreímos y me invade la maravillosa sensación de que alguien me comprende. Los dos caminamos juntos en la misma dirección: él tiene clase de mandarín y yo de francés. Me pregunta por Naruto, y estoy tentada de contarle la verdad porque me siento súperunida a él. Pero Naruto y yo hicimos un pacto: acordamos de manera explícita que nunca se lo contaríamos a nadie, y no quiero ser la responsable de romperlo. Así que cuando Rock Lee dice:

—Eh, ¿qué hay entre Naruto Uzumaki y tú?

Me encojo de hombros y sonrío de forma enigmática.

—Es de locos, ¿no? Porque es tan… —Busco la palabra exacta, pero no se me ocurre—. Podría interpretar el papel de chico guapo en una película. Tú también, claro. Tú serías el chico a quien la chica debería elegir.

Rock Lee ríe, pero se nota que está complacido.

Querido Rock Lee:

Nunca he conocido a ningún chico con tan buenos modales como tú. Para el baile te pusiste un pañuelo en el cuello, y te sentaba tan bien que creo que podrías ponértelo siempre y nadie te diría nada. ¡Oh, Rock Lee! Ojalá supiese qué tipo de chicas te gustan. Por lo que sé, todavía no has salido con nadie… a menos que tengas una novia en otro instituto. Eres tan misterioso… No sé casi nada de ti. Los detalles que conozco son insustanciales e insatisfactorios. Por ejemplo, sé que para el almuerzo siempre comes sándwich de pollo y que formas parte del equipo de golf. Creo que el único detalle remotamente importante que sé de ti es que eres un gran motivador, lo que significa que tienes grandes reservas emocionales. Como ese discurso que dijiste en clase de retórica. ¡Era tan sensible y sutil! Ese discurso me hizo sentir que te conocía al menos un poco. Pero no te conozco, y desearía hacerlo. Creo que eres muy especial. Creo que probablemente seas una de las personas más especiales de la escuela, y desearía que lo supiera más gente. O quizá no, porque a veces es agradable ser el único que sabe algo.

Con amor, Hinata.


Después de clase, Ino y yo estamos matando el rato en mi habitación. Se ha buscado un lío con su padre por pasarse toda la noche fuera de casa, así que se esconde aquí hasta que llegue de su trabajo. Compartimos una bolsa de patatas de Hanabi que tendré sustituir pronto porque, de lo contrario, se quejará de que ha desaparecido de su almuerzo del lunes. Ino se mete un puñado de patatas en la boca.

—Dime, Hinata. ¿Hasta dónde habéis llegado?

Casi me atraganto.

—¡A ninguna parte! Y no tenemos planes de llegar a ninguna parte en el futuro cercano. Ni nunca.

—¿En serio? ¿Ni siquiera te ha pasado la mano por encima del sujetador? ¿Una pasada rápida por encima del pecho?

—¡No! Ya te lo he dicho, mi hermana y yo no somos así.

—¿Estás de broma? Claro que Natsu y Kiba se han acostado. No seas tan ingenua, Hinata —resopla Ino.

—No soy ingenua. Estoy completamente segura de que Natsu y Kiba no lo han hecho.

—¿Cómo? ¿Cómo puedes estar tan segura? Me encantaría oírlo.

—No te lo voy a contar.

Si se lo cuento a Ino, se partirá de risa. Ella no lo comprende, no tiene hermanos. No sabe cómo son las cosas entre hermanas. Natsu y yo hicimos un pacto cuando íbamos a la escuela. Juramos que no nos acostaríamos con nadie hasta que estuviéramos casadas o muy, muy enamoradas, y tuviésemos al menos veintiún años. Puede que Natsu esté muy, muy enamorada, pero no está casada y no tiene veintiún años. Natsu nunca rompería un juramento. Entre hermanas, un pacto lo es todo.

—No, en serio. Me gustaría saberlo.

Ino tiene ese brillo hambriento en la mirada y sé que esto es sólo el calentamiento.

—Te vas a burlar de mí, y no pienso permitírtelo.

Ino pone los ojos en blanco.

—Vale. Pero es imposible que no hayan echado un polvo.

Creo que Ino habla de este modo para provocarme. Le encanta provocar a la gente, así que me esfuerzo por evitarlo.

—¿Te importaría dejar de hablar de si mi hermana y Kiba se han acostado? Sabes que no me gusta —le replico sin perder la compostura. Ino saca un rotulador indeleble de su mochila y empieza a pintarse la uña del pulgar.

—Tienes que dejar de ser tan miedosa. En serio, te has hecho a la idea de que será un momento espectacular que te cambiará la vida, pero en realidad no dura ni cinco minutos, y ni siquiera es la mejor parte.

Sé que está esperando a que le pregunte cuál es la mejor parte, y tengo curiosidad, pero no le hago ni caso, y digo:

—Creo que el rotulador indeleble es tóxico para las uñas.

A lo que responde sacudiendo la cabeza como si fuese un caso perdido. Aunque a veces me pregunto… ¿Cómo será? Estar tan unida a un chico y dejar que te vea completamente, sin esconder nada. ¿Será terrorífico sólo durante un segundo o dos, o lo será siempre? ¿Y si no me gustase en absoluto? ¿O si me gustase demasiado? Todo esto da que pensar.


—¿Crees que, si un chico y una chica llevan mucho tiempo saliendo, eso significa que han tenido relaciones sexuales? —pregunto a Naruto.

Estamos sentados en el suelo de la biblioteca, apoyados de espaldas a la pared de la sección de referencias a la que no va nadie. Las clases han acabado, la biblioteca está vacía y estamos haciendo deberes. Naruto siempre saca notas bajas en química, así que lo estoy ayudando. Naruto levanta la vista del libro de química. Parece que he suscitado su interés. Deja el libro a un lado y dice:

—Necesito más información. ¿Cuánto tiempo llevan saliendo?

—Mucho tiempo. Unos dos años o así.

—¿Cuántos años tienen? ¿Nuestra edad?

—Más o menos.

—Entonces es probable, pero no tiene por qué. Depende del chico y de la chica. Pero si tuviese que apostar algo, diría que sí.

—Pero la chica no es así. Ni el chico tampoco.

—¿De quiénes estamos hablando?

—Es un secreto. —Pero, después de titubear un poco, añado—: Ino dice que seguro que lo han hecho. Dice que es imposible que no lo hayan hecho.

Naruto suelta un bufido. —¿Por qué le haces caso? Esa chica es un desastre.

—¡No es ningún desastre!

Naruto me lanza una mirada escéptica.

—En primero se emborrachó con Four Loko, se subió al tejado de Shikamaru Nara e hizo un estriptís.

—¿Estuviste allí? —replico—. ¿Lo viste con tus propios ojos?

—Claro que sí. Pesqué su ropa de la piscina como el caballero que soy.

Inflo las mejillas.

—Bueno, Ino nunca lo ha mencionado, así que no puedo confirmarlo. Además, ¿el Four Loko o como se llame no está prohibido?

—Todavía lo fabrican, pero es una mierda de versión aguada. Le puedes añadir una bebida energética y produce el mismo efecto. —Me estremezco, y eso hace sonreír a Naruto—. ¿De qué habláis Ino y tú? No tenéis nada en común.

—¿De qué hablamos nosotros dos? —repongo yo. Naruto se ríe.

—Bien dicho.

Naruto se aparta de la pared y apoya la cabeza en mi regazo y yo me quedo completamente inmóvil. Intento que mi voz suene normal cuando digo:

—Hoy estás de un humor muy extraño.

Naruto arquea una ceja.

—¿De qué humor estoy? —A Naruto le encanta que hablen de él. Por lo general, no me molesta, pero hoy no estoy de humor para transigir. Ya tiene a demasiada gente a su alrededor que le dice lo fantástico que es.

—De un humor insoportable —le digo, y se echa a reír.

—Tengo sueño. —Naruto cierra los ojos y se acurruca a mi lado—. Cuéntame una historia para dormir, Hyuga.

—No coquetees —le digo. Abre los ojos de golpe.

—¡No estaba coqueteando!

—Sí que lo estabas. Coqueteas con todo el mundo. Es como si no pudieses evitarlo.

—Bueno, contigo no coqueteo nunca.

Naruto se endereza y mira su móvil y, de repente, desearía no haber dicho nada.