Giorno y Abbacchio se sentaron afuera de la tienda de autoservicio a beber café y comer sandwiches mientras esperaban la llegada de Mista y del equipo de investigación del cual estaba a cargo el ex-policía. Diez minutos antes, Leone había pedido el celular de la rubia para contactar a uno de sus subordinados: Quería averiguar quiénes eran esos hombres, quién los había enviado y cuál era su objetivo (a demás de lo evidente, o sea, matarlos). Generalmente, hubiera preferido encargarse personalmente de un asunto tan delicado, pero Giovanna había dicho que lo más importante era informar al resto del grupo sobre la situación, y francamente, estaba de acuerdo.

—Iban por tí.

El comentario tomó por sorpresa a Leone, no por lo que expresaba (no era estúpido, había tenido suficiente tiempo para analizar el ataque mientras se servía su café, y era evidente que él era el objetivo), sino porque esperaba que la espera transcurriera en silencio.

—Lo sé.

Observó el paisaje en silencio. Era una fortuna que la carrera estuviera relativamente vacía, pues no tenía la energía para deshacerse de gente chismosa. Y es que ciertamente, el panorama era llamativo: Cuatro cuerpos tirados, dos con ellos sobre un charco de su propia sangre, casquillos y agujeros de balas, restos de cristales rotos, un montón de algas marinas, un enorme camión estrellado, jirones de carne de lo que habían sido las piernas de Giorno embarrados en el pavimento y bajo las llantas. Eso último le revolvió el estómago, no por la carnicería, veía cosas peores en su línea del trabajo, sino por el recuerdo de Giorno agonizando al recibir un impacto que iba dirigido a él.

—¿Por qué lo hiciste?

— ¿Hacer qué?— Preguntó la rubia, mientras trataba de cubrir sus piernas desnudas con su abrigo. Una vez que la adrenalina de la pelea se disipó, cayó en cuenta de que se estaba congelando.

—Salvarme la vida.

—Porque me importas.— Contestó, como si fuera lo más evidente del mundo.

—¿Lo dices porque me acosté contigo una vez? Vaya, realmente estás necesitada de afecto. Eso, o soy muy bueno en la cama.— Por supuesto, una respuesta mordaz fue la mejor opción para Leone ante una declaración tan... ¿Inesperada? ¿Intensa? ¿Confusa? ¿Aterradora?

—Lo digo porque tú y los chicos son lo más cercano que tengo a una familia.— Respondió sin alterarse.

Leone no tenía la energía mental para tratar de descifrar las emociones provocadas por esa frase. Ni para sentirlas. Así que se apresuró a desviar el tema.

—No quiero que vuelvas a salvarme.

—¿Por qué? Soy virtualmente inmortal, no es una molestia. — "Por esa clase de cosas la detesto" pensó el ex-policía, poniendo los ojos en blanco.

—Eso es lo más presuntuoso que he escuchado en mi puta vida, Giovanna.

—Pero es verdad.— Replicó la rubia, dando un sorbo a su café.

Leone consideró rebatir, tratar de explicarle los escenarios en los que la red de seguridad de su estúpido stand podía fallar (porque tal vez había discutido esos escenarios alguna vez con Fugo tras beber una botella completa de vino), pero decidió que era una perdida de tiempo.

—No vuelvas a hacerlo.

—¿Por qué?

—Porque no necesito que me cubras las espaldas.

Giorno odiaba repetirse, pero con sus amigos (su familia) a veces hacía excepciones. Así que, por tercera vez, repitió la pregunta.

—¿Por qué?

"Porque no valgo la pena". Sin embargo, el albino no diría eso en voz alta, no delante de Giorno, no ahora que se veía tan viva y soberbia como de costumbre. Tampoco tuvo que pensar en una respuesta más adecuada, porque en ese momento Guido Mista entró al estacionamiento casi derrapando.

El moreno salió disparado apenas el auto se detuvo, prácticamente arrojándose sobre Giorno, pero deteniéndose a último momento al darse cuenta de que estaba a punto de sobrepasar (por mucho) sus límites cono guardaespaldas, e incluso como amigo. En lugar de eso, se limitó a escanear a la joven de pies a cabeza, asegurándose de que estuviera sana y salva. No le pasó desapercibido el hecho de que tenía las piernas descubiertas, ni el ligero temblor provocado por el frío.

No era necesario ser muy observador para darte cuenta de que Mista le pertenecía a Giorno. Esa era la mejor forma de describir e interpretar la adoración absoluta que el pistolero profesaba por su Don, pues a pesar de que trataba de disimularlo, habían miles de cosas que lo delataban: su mirada cargada de devoción, la forma inconsciente en la que su cuerpo gravitaba hacia ella cuando estaban en la misma habitación, la ferocidad con la que reaccionaba ante cualquier amenaza hacia ella, el como una simple palabra o gesto de la mujer podía tranquilizarlo por completo la mayor parte del tiempo...

En cuanto a la razón de ese comportamiento habían muchas teorías, pues algunos lo interpretaban como simple deseo carnal (algo comprensible, siendo Giorno la encarnación de la perfección), otros como admiración, e incluso como miedo. Pero los más cercanos a Guido sabían perfectamente la verdadera razón: Estaba enamorado. Posiblemente había sido de esa forma desde el inicio, cuando siendo prácticamente desconocidos tuvieron que poner sus vidas en mano del otro tantas veces que perdió la cuenta, aunque tardó meses en darse cuenta de la naturaleza (y profundidad) de sus sentimientos. En ese momento, si Giorno le hubiera pedido que se quitara los pantalones y se los diera, él lo haría sin chistar. Incluso se los ofrecería él si no temiera verse tan desesperado (apesar de estarlo); en cambio, darle su abrigo era una acción más sutil y socialmente aceptable, así que eso hizo, se despojó de su enorme gabardina gris y la colocó sobre los hombros de la rubia.

—Gracias, Mista. ¿Quieres un café?

—¡No! ¡Lo que quiero es saber por qué desapareciste de esa forma!... ¡Y qué le pasó a tus pantalones!

—La arrolló un camión.— Respondió Leone por ella, dando un sorbo a su café tras hablar. Lo dijo con calma, como si el suceso no lo hubiera sumido en un profundo estado de desesperación en el momento.

—¿TE ARROLLÓ UN CAMIÓN?

Abbacchio no quiso quedarse a oír el drama, así que se metió a la tienda. Ahora que tenían a Mista como conductor designado, no tenía razones para mantenerse sobrio. A su criterio, merecía (y necesitaba) un trago después de ese puto embrollo. Buscó entre los estantes la bebida con el porcentaje más elevado de alcohol, pagó, y vertió una cantidad significativa en su café.

Cuando salió de la tienda, Giorno ya estaba en el auto, ocupando el asiento de copiloto, y el equipo de investigación también había llegado. No necesitaban instrucciones adicionales, por lo que el albino se limitó a subir también al auto.

—Trata de no beber demasiado, tenemos una junta pendiente.— A pesar de que Abbacchio había escondido la botella dentro de su abrigo, sus intenciones eran bastante predecibles para la rubia.

—Voy a hacer lo que se me de la puta gana.—

A pesar de su mordaz respuesta, Leone bebió mucho menos de lo planeado. El camino a casa fue relativamente tranquilo, pues aunque Mista tenía muchísimas preguntas, Giorno había prometido explicarlo en casa, con todos presentes, para no tener que repetir la historia. En cuanto entraron a la casa, fueron recibidos por Narancia.

—¡Giorno, no vuelvas a desaparecer así! ¡Mista estuvo insoportable estos dos días!

—¡No le hables así a la jefa!— Regañó Mista, mientras le daba un zape.

—Sí, es la jefa, pero en primer lugar es Giorno, y no puede desaparecer sin avisarnos. ¡Tú tampoco, Abbacchio!

—Era una misión confidencial.— Explicó la chica.

—¡Pero no nos guardamos secretos entre nosotros!

Por unos segundos, se formó un silencio bastante incómodo. A pesar de tener veinte años y de ser miembro del equipo de protección personal de la líder de la mafia, Narancia era bastante ingenuo en algunos aspectos. Las otras tres personas en esa habitación guardaban secretos, algunos bastante inocentes, pero otros eran lo suficientemente oscuros para corroer espíritus más débiles. Giorno tenía muchos decesos últimos.

—Narancia,— llamó Giorno, en parte para safarlos de esa desagradable situación, en parte para acabar con todo de una vez. —ve por Bucciarati, Fugo y Polnareff. Los veo en cinco minutos en el comedor.

Al terminar de hablar, se apresuró a su habitación, donde buscó un par de pantalones enteros, una camisa limpia y de paso, ropa interior. Pasó rápidamente al baño a mojarse la cara y desenredar un poco su cabello y trenzarlo: Lucir presentable le daba cierta seguridad, y a pesar de su estoico rostro, en ese momento la necesitaba.

Cuando llegó al comedor, ya estaban todos ahí: El asiento de la cabecera reservado para ella, con Bruno a la derecha y Fugo a la izquierda, Narancia a lado del rubio, Polnareff sobre la mesa en el otro extremo de la mesa y Abbacchio en el último lugar disponible.

—Giorno, por favor, ¿podrías explicarnos de qué se trata todo esto?— Para Fugo, lo más frustrante de la situación era el secretismo. Bruno no había dado más explicaciones que un "es una misión secreta", y el no saber lo que estaba pasando estaba a punto de acabar con su limitada paciencia.

Giorno tomó su lugar con esa calma y elegancia que la caracterizaban, manteniendo su perfecta fachada de calma y control, aunque por dentro, era un torbellino de emociones e ideas inconexas.

—Iré directo al grano. Alguien está reclutando gente bajo el nombre de Diavolo: Una mujer llamada Lila Montanari. Bucciarati y yo hemos recibido informes sobre Montanari poniéndose en contacto con algunos miembros de Passione o asociados que tenían una buena relación con el anterior Jefe, así como con algunos de nuestros enemigos. Al inicio creímos que era una simple farsa, pero ésta mujer parece tener información importante sobre puestos, stands, operaciones clave y demás información clasificada. Hemos tratado de localizarla, pero su rastro parece haberse esfumado por completo desde hace un mes, aproximadamente. Lo único útil que conseguimos fue su dirección legal, en Cadoneghe, así que decidí llevar a Abbacchio para investigar. Realmente no encontramos nada consistente, pero su comportamiento era extraño, como si estuviera con otra persona a momentos, a pesar de que Moody Blues no encontró rastros de otro ser humano, y luego Montanari mencionó el nombre de Diavolo, aparentemente de forma aleatoria. A demás, hoy, antes de entrar a la ciudad, un grupo con al menos un usuario de stand trató de asesinar a Abbacchio. No tengo pruebas, pero estoy segura de que ambos eventos están relacionados.

Nadie se atrevió a interrumpir el pequeño monólogo explicativo de Giorno. Esperaron a que guardara silencio e hiciera algún gesto que indicara que podían tomar la palabra. Por supuesto, ese no era el final de la conversación, la joven solo había dado un resumen general para que comprendieran a grandes rasgos el contexto de la situación antes de hacer preguntas más específicas y exigir todos los detalles. Era una buena forma de evitar perder el tiempo divagando de forma estúpida.

—¿Por qué no nos dijeron nada hasta ahora?— Preguntó Fugo. Con una simple mirada, Bucciarati pareció preguntarle a Giorno si quería ayuda con las eso. La rubia meneó la cabeza de forma casi imperceptible, indicando que podía encargarse

—Porque no queríamos preocuparlos por una falsa alarma.— El súbito cambio en el lenguaje corporal de los presentes era prueba suficiente de lo mucho que les había afectado esa conversación... Justo como ella y Bucciarati habían previsto. —En realidad, hubiéramos preferido mantener este asunto en secreto hasta decifrarlo, pero, sea o no Diavolo el que está detrás de todo esto, tengo la impresión de que todos están en la mira, y sería injusto no advertirles.

Por supuesto, la línea de trabajo en sí era un riesgo, especialmente ocupando cargos tan altos dentro de la mafia, pero tenía la impresión de que esto era distinto: Jamás había sido ignorada abiertamente en un enfrentamiento en favor de eliminar a uno de sus subordinados.

—Antes de que continúes...— Dijo Bucciarati al notar que Fugo se preparaba para reclamar. —Tengo que contarles algo importante. Un hombre trató de escabullirse dentro de la mansión en la madrugada. Los guardias lograron neutralizarlo, así que la situación no pasó a mayores, pero descubrieron que llevaba con él par de mochilas llenas de C-4. Cuando lo detuvieron, ya había colocado varias cargas al rededor del edificio, en puntos clave de la estructura. Lamentablemente, no pudieron capturarlo vivo para interrogarlo, pero supongo que está relacionado con el atentado contra Abbacchio.

Después de esa declaración, inevitablemente hubieron reclamos por parte de Fugo, Mista y Narancia. Estaban molestos por ser dejados a un lado, a pesar de comprender las razones. Por supuesto, Polnareff sabía; si alguien le hubiera dicho a su yo de 24 que algún día se convertiría en el guardián de todos los secretos de la mafia italiana, se hubiera reído en su cara. Sin embargo, ahí estaba, sin realmente tener otra opción.

Eventualmente, los chicos lograron tranquilizarse, principalmente gracias a la intervención de Bucciarati. La conversación volvió al tema principal, y pasaron cerca de cuatro horas con Giorno dando información (principalmente solicitada por Fugo); Abbacchio narrando a detalle lo sucedido en la cabaña (omitiendo, por supuesto, el accidente de Giorno y los sucesos desencadenados por éste), así como sus propias conclusiones; ambos explicando los detalles del atentado de la hora anterior, y cada miembro de la mesa presentando sus teorías sobre la situación.

—¿Qué información tenemos de Lila Montanari? Dentro de todo esto, lo único que está claro es que esa mujer está en el centro de este asunto.— Por supuesto, la pregunta venía de labios de Fugo.

—No mucha, a decir verdad. Nació el 26 de noviembre de 1982, en el hospital central de Cadoneghe. Actualmente tiene 22 años. Su única familia conocida es su madre, Sonia Montanari, quien lleva cuatro años muerta. —Mista contuvo un escalofrío ante la mención del número maldito. — Aparentemente, solo culminó la educación básica, pero según los registros, era una alumna excelente, aunque retraída. Después de abandonar la escuela, comenzó a dejarse ver únicamente de forma esporádica en el pueblo, hasta después de la muerte de su madre, cuando se dedicó a recorrer el país como mochilera, ganándose la vida leyendo cartas y vendiendo amuletos. Las personas que la conocen la describen como "solitaria", "extraña" y "evasiva", entre otros términos similares. No tiene amigos, ni pareja conocidos. Tampoco encontramos ninguna conexión entre ella y la mafia.

—O sea que es una ermitaña.— Declaró Mista.

—No estrictamente. Mantiene cierto contacto con otras personas, o mejor dicho, lo hacía, pero siempre esporádico y superficial.

—¿Estamos de acuerdo de que eso no encaja con el perfil de alguien que planetaría un golpe contra la cabeza de la mafia, cierto?— Preguntó el pistolero.

—Es una de las cosas que no terminan de encajar.— Aceptó Giorno.

—Puede que sea algún familiar o aliado del antiguo jefe. Aunque no entiendo por qué atacar ahora, y no hace tres años, cuando la inestabilidad de la organización jugaba a su favor.— Dijo Abbacchio. Sabía que esa teoría tenía muchos huecos, pero era el curso de pensamiento más razonable.

—No lo creo. Diavolo era extremadamente celoso con su identidad. Trish y yo somos la prueba de lo lejos que estaba dispuesto a llegar para mantener su anonimato.— Señaló Polnareff.

—Y aún así, hay una persona suelta que conoce su nombre y la antigua estructura de Passione.— Respondió Fugo con cierta mordacidad. El estrés lo estaba volviendo más irritable de lo habitual.

—Esto no va a llevarnos a ningún lado.— Declaró Giorno, evitando la discusión que estaba a punto de comenzar. —No tenemos suficiente información para determinar quién está detrás de todo esto, pero sí la suficiente para actuar. Alguien está yendo tras nuestras cabezas, presumiblemente para tomar control de Passione.— Por supuesto, eso no explicaba por qué no habían intentado matarla a ella, solo a Abbacchio, pero el asunto ya era lo suficientemente turbio sin considerar esa variable. —Necesitamos tomar medidas al respecto. A partir de ahora, vamos a aumentar la seguridad. También vamos s mudarnos a alguna de las casas de seguridad, ya que evidentemente esta ubicación está comprometida: Nos moveremos mañana a primera hora. Y nadie puede salir por su cuenta, eso es una orden directa.— Añadió eso último al ver que Narancia estaba a punto de protestar. —No vamos a facilitarles el trabajo exponiéndonos como presas fáciles. Independientemente de todo lo anterior, tenemos que mantener una fachada de naturalidad: No podemos darnos el lujo de aparentar debilidad.

—¿Qué hay de Trish?— Preguntó Narancia. La pelirrosa se encontraba actualmente en una gira en Estados Unidos.

—En este momento, creo que está mucho más segura en el extranjero. De todas formas duplicaré su equipo de seguridad, y enviaré a Sheila E. con ella. Le informaremos de todo dentro de un mes, cuando regrese.

Pasaron una hora más discutiendo detalles estratégicos, como los planes para mudanza, los cambios necesarios en sus rutinas, el número de actividades que podían cancelar sin levantar sospechas... Cuando aparentemente de la nada, Fugo se levantó de golpe, tirando la silla en el proceso.

—¡Qué demonios, Fugo!

—Mierda, mierda, mierda...— El rubio parecía no haber escuchado el reclamo de Narancia, demasiado abrumado por su epifanía. Acababa de darse cuenta de algo dolorosamente obvio.

—¿Qué sucede, Fugo?— Preguntó Bucciarati, manteniendo la calma.

—Sucede...— Comenzó, mientras hacía un esfuerzo por controlar su ritmo cardíaco. — Sucede que esto inició desde hace dos meses, y no nos dimos cuenta. La muerte de Murolo fue la primera jugada.

Todos en la mesa permanecieron en silencio, dejando que la nueva información se asentara. Y sí, era estúpidamente evidente. Porque no podía ser una casualidad que Cannolo Murolo, el hombre con el stand capaz de rastrear a los traidores, muriera de un paro cardíaco justo antes de que todo estallara. Incluso si la autopsia y la minuciosa investigación no habían revelado nada sospechoso.

—Mierda.— Musitó Mista, simplificando perfectamente la situación en una sola palabra.


Aclaraciones sobre este fic:La historia se comienza a desarrollar a mediados de diciembre del 2004, aproximadamente tres años y medio después de los sucesos de Vento Aureo. Por lo tanto, las edades de los chicos son:Giorno: 19 años.Abbacchio: 24 años.Mista: 22 años recién cumplidos.Narancia: 20 años.Fugo: 20 años, también recién cumplidos.Trish: 18 años.Todos conservan su fecha de nacimiento canon, excepto Trish, por conveniencia de la trama.Y sí, decidí relacionar los sucesos de esta historia con Purple Haze Feedback, aunque eso solo lo haga más complicado de escribir.