Disclaimer: Los personajes de Harry Potter no son míos, son propiedad de J.K. Rowling. La historia tampoco me pertenece, es de Inadaze22 y fue beteada por Julietta Regneey.
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Capítulo seis: Punto de ruptura
Primera parte: El tiempo se detuvo
—¿Qué hace una chica tan bonita en un lugar como este?
Hermione miró al hombre de ojos oscuros que acababa de sentarse en la silla vacía a su lado. Dejó el vaso de cerveza vacío y pidió otro a la camarera de mirada cautelosa antes de mostrar una sonrisa que hizo que Hermione se sintiera incómoda.
Estaba borracho, apestaba a cerveza y a un extraño olor almizclado que no pudo identificar. Olía a mujer, pero eso no le sorprendió. Él estaba medio sonriendo, con esa mirada vidriosa que ella reconoció como la de un hombre sexualmente satisfecho.
—Ocupándome de mis asuntos. Deberías intentarlo —cortó con frialdad, alejando su silla de la de él.
—Oh, no seas tímida, gatita —le pasó el dedo por la mandíbula—. Te sientes tan suave, tan inocente.
De inmediato, Hermione le apartó la mano de un manotazo.
—Considera esta tu primera y última advertencia. No me toques.
Él la miró lascivamente.
—Eres una gatita luchadora, ¿no? Me gusta eso... Podrías ser buena.
Disgustada, pagó su comida y saltó del taburete, ansiosa por alejarse de él.
No sabía que él la había seguido fuera del Bar & Grill hasta que ella dobló por un callejón que estaba en dirección a su hotel. Era una noche particularmente clara y sin nubes, que había seguido precedida por una impresionante puesta de sol. El callejón por el que caminaba estaba parcialmente iluminado y vacío, salvo por algunos perros vagabundos.
—Aquí, gatita, gatita —dijo una voz amenazadora justo detrás de ella.
Los meses de estar siempre en "Vigilancia Constante" como Moody le enseño, habían regresado con toda su fuerza mientras ella giraba, solo para encontrarse cara a cara con el idiota de la barra. Hermione se relajó un poco ante la presencia del muggle y reconsideró maldecirlo hasta la muerte.
Su varita permaneció en su bolsillo trasero.
—¿Por qué me estás siguiendo? —preguntó Hermione con las manos en las caderas.
Como si no hubiera escuchado su pregunta, el extraño respondió.
—Hueles celestial, a fruta... Duraznos —gimió suavemente como si acabara de morder un durazno perfectamente maduro.
Molesta, ella se volvió, lista para huir, pero él fue mucho más rápido de lo que esperaba.
Antes de que un grito de sorpresa pudiera escapar de sus labios, Hermione fue tirada violentamente hacia atrás por su cabello y empujada contra la pared del edificio. Le había dolido, o eso creía, ya que su adrenalina estaba a toda marcha y no sentía nada, excepto la imperiosa necesidad de escapar.
Luchar o huir... Ella eligió luchar antes de emprender vuelo. Hermione no sabía muy bien cómo pelear, no había estado nunca en una pelea física, si no contaba el abofetear a Malfoy, pero el instinto se había apoderado de ella rápidamente. Luchó, arañó y trató de darle un rodillazo; no le importaba lo que pasara, estaría condenada si caía sin luchar por su vida.
Al principio, parecía sorprendido por su fuerza. Recibió algunos golpes antes de sujetar sus manos.
—Ahora, gatita, vas a portarte bien —estaba sin aliento; se había quedado sin aliento tratando de someterla.
—¡Déjame ir!
Él sonrió y fue solo entonces que ella se dio cuenta de que ya no podía ver su rostro, gracias a la luz de la luna.
—Tan luchadora, gatita. Puede que tenga que mantenerte cerca y no deshacerme de ti como hice con las demás.
A Hermione se le heló la sangre.
—Mmm, gatita, no puedo esperar a conquistar tu espíritu.
Al estilo de Hermione Granger, había planeado su escape en exactamente nueve segundos y todo lo que tenía que hacer era conseguir que él le soltara la mano.
—¿Cuántos años tienes?
—Mi edad es irrelevante para ti.
Como lo había planeado, su brazo se levantó para abofetearla, pero no tuvo oportunidad. En el momento en que su mano soltó la de ella, Hermione tomó su varita, lo golpeó con una maldición de repulsión que lo hizo soltarla de repente, disparó otra maldición que lo envió de culo al suelo con un grito de sorpresa y enojo, lo lanzó a medio camino por el callejón y utilizó en ella un rápido encantamiento de desilusión e intentó recuperar el aliento.
Ella escuchó sus maldiciones enojadas, escuchó sus pies mientras corría por el callejón en dirección en la que ella había huido y cuando se detuvo a menos de dos metros de donde ella estaba bajo el encantamiento de desilusión, Hermione desaceleró su corazón y su respiración de modo que ella no sería descubierta.
—¿A dónde diablos te escapaste tan rápido? Íbamos a jugar... —pateó algunos botes de basura para ver si ella estaba detrás de ellos.
Hermione se tapó la boca para ahogar su jadeo.
Después de que pateó bastantes botes de basura y cajas vacías, su tono se volvió más amenazador. La había helado hasta los huesos.
—Sal, sal, donde sea que estés —llegó su voz cantarina—. No tienes que tenerme miedo, no te lastimaré.
Ella lo dudaba.
Hubo más ruidos mientras su voz pasaba de amenazante a salvaje.
—Mira, perra, cuando te encuentre, te haré pagar.
Todo lo que escuchó a cambio fueron perros que ladraban enojados.
—¡Mierda! —gritó de frustración, haciendo que Hermione saltara—. Ahora tengo que buscar otra para reemplazarte, gatita. ¡Es tu culpa! ¡Maldita sea! —luego salió furioso del callejón.
Entonces se relajó. Fue allí cuando Hermione cayó de rodillas, conmocionada hasta la médula. Durante quince minutos, se sentó allí, temblando de miedo. Simplemente no podía creer que eso hubiera pasado, no podía creer que había escapado; toda la experiencia la había aterrorizado.
¿Y si no hubiera tenido su varita?
¿Y si su plan no hubiera funcionado?
Hermione se estremeció; no quería pensar en lo que hubiera pasado porque ya lo sabía. Solo entonces se dio cuenta, para su horror, que él estaba al acecho.
Y la próxima chica podría no tener tanta suerte como ella.
Antes de que Hermione pudiera pensar, planear o considerarlo, estaba corriendo calle abajo. No había recorrido más de dos cuadras cuando escuchó un gemido de dolor proveniente de otro callejón.
Un gemido de dolor... Un gruñido... Un grito... Una bofetada... Luego un grito ahogado.
Era como si el grito de la chica hubiera despertado algo dentro de Hermione y la hizo correr ciegamente al callejón en modo rescate. Pero se quedó paralizada ante lo que tenía delante. Había encontrado a otra chica y ella no había sido tan afortunada o tan fuerte como Hermione.
Había perdido quince minutos, en los cuales podría haber evitado que otra chica saliera lastimada. Ella no había hecho nada y él había descargado su enojo y frustración en otra persona. Era irracional, lo sabía, pero eso no la hacía sentir mejor. La niña gritó de nuevo y el corazón de Hermione se desmoronó con impotencia. Al instante, reconoció ese grito. ¿Qué había estado pensando al dejarlo salir de ese callejón?
Pansy.
Y el tiempo se detuvo.
Hermione abrió los ojos.
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Segunda parte: El despertar del alma
24 de octubre
Sacada de un recuerdo horrible, Hermione se despertó de su coma inducido de cuatro días.
Estaba confundida y asustada, pero luego escuchó la voz de Pansy mientras leía en voz alta una revista de moda; un artículo sobre cómo domar el frizz sin magia. Eso no le hizo gracia.
Hermione no podía hablar por lo que gimió molesta en voz baja.
En un instante, Pansy estaba a su lado, insistiendo con tono suave que permaneciera quieta. Luego le ladró a alguien, Hermione se enteró más tarde que era Blaise Zabini, para que consiguiera un Sanador y rápido. Hermione echó un vistazo a su rostro comprensivo, pensó en la constante pesadilla que había revivido mientras dormía y rápidamente estalló en sollozos histéricos. Pansy, que estaba incómoda con lágrimas que no eran suyas, se hizo a un lado y alguien más ocupó su lugar.
Narcissa Malfoy.
Sus lágrimas se detuvieron instantáneamente debido al shock de ver a su "estudiante" junto a su cama.
No había absolutamente ninguna razón para que la Señora Malfoy estuviera allí, pero se secó las lágrimas y deseó haberse quedado quieta. Su voz era como el terciopelo, tan suave y cariñosa, tan maternal. No se había sentido tan protegida desde hace mucho tiempo, se deleitó en silencio, pero sin permitirse realmente relajarse. Hermione no era su hija, ni siquiera una amiga cercana; ella era solo su tutora de italiano. No había ningún vínculo emocional entre ellas y no tenía ni idea de cómo la Señora Malfoy sabía lo que había sucedido en la Mansión Marquette.
Probablemente Pansy se lo contó.
A Hermione, en ese momento, no le importaba a quién le había dicho. Simplemente estaba agradecida de que, por primera vez en mucho tiempo, no estuviera amargamente sola.
Narcissa no se quedó mucho tiempo después de que Hermione recuperara la conciencia, Blaise tampoco. Los Sanadores sacaron a todos, excepto a Pansy y no esperaba volver a ver a ninguno de ellos.
Y no lo había hecho, al menos ese día.
Hermione fue sometida a una serie de pruebas: caminar, hablar, algunos hechizos básicos con la varita de Pansy, que había sido sorprendentemente flexible y otras pruebas más. Le habían hecho preguntas básicas. Le habían preguntado qué había pasado y Pansy casi rompió la pluma que tenía en la mano ante los detalles que había dado. Le habían hecho preguntas sobre magia, su historia, hechizos para romper maldiciones, Aritmancia, pociones, runas antiguas y una serie de otros temas; preguntas que ella había respondido perfectamente.
Era como una prueba oral y aunque muchas cosas habían cambiado, Hermione Granger todavía disfrutaba de ser evaluada intelectualmente.
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Tercera parte: Diez meses
30 de octubre
La señora Malfoy y Blaise habían vuelto.
Era temprano en la mañana cuando abrió los ojos y los vio hablando con Pansy junto a la puerta. Se sentaron con ella mientras Pansy corría a casa para ducharse y cambiarse. Blaise les había traído el desayuno a ambas y se paró incómodamente en la puerta mientras Narcissa colocaba flores frescas de los jardines Malfoy en el alféizar de la ventana para iluminar su habitación.
Poco después, se fueron juntos.
Blaise regresó esa tarde con el almuerzo mientras Pansy asistía a una reunión de trabajo; ella no había tenido mucha hambre, pero comió una rebanada de pastel de limón. No habían hablado mucho, tal vez solo unas veintitrés palabras.
—¿Cómo te sientes? —Blaise preguntó de la nada.
—Como si me hubieran disparado a través de una habitación —ella vio que él se estremeció un poco. Hermione tomó aliento y lo alcanzó con su mano sana—. ¿Blaise?
Sus ojos se encontraron.
—¿Hmm?
Se movió un poco, pero las palabras salieron con facilidad.
—Gracias por salvarme.
—En cualquier momento, Hermione.
Hermione tenía la sensación de que él realmente no sabía qué más decir en ese momento. Y eso estaba bien porque ella realmente no quería que él dijera nada, en absoluto. Ella y Blaise eran prácticamente desconocidos, siendo Pansy el vínculo mutuo entre ellos. Habían compartido algunas conversaciones en el pasado, nada profundo o significativo. El hecho de que él hubiera continuado vigilándola, incluso sin ninguna obligación de su parte, había demostrado lo buena persona que era.
Narcissa había regresado esa noche, justo antes del final de las horas de visita y recitó el alfabeto en italiano y los números que Hermione le había enseñado en sus lecciones anteriores, solo para que no tuvieran que sentarse en silencio... Y luego dejó caer una bomba sobre la bruja postrada.
—Pansy me lo dijo...
—¿Pansy?
—Yo fui la persona que tuvo que calmarla cuando le enviaste esa carta. Se sintió tan traicionada por ti, Hermione. Estaba herida de que no pudieras confiar en ella y que se lo hubieras ocultado durante más de cuatro años. Pansy no entendía y tuve que ayudarla a comprender que había cosas más importantes. Por muy dulce que sea, a veces necesita que le recuerden que el mundo no gira en torno a ella.
Hermione suspiró.
—Quería, pero no pude. Fue bastante difícil aceptarlo por mi cuenta. Llegamos allí esa mañana para la cita, entré y no pude hacerlo. Acababa de perder a mis padres, acababa de matar a alguien y sabía que lo perdería todo, pero no pude. No podía perderlo. Estaba avergonzada, pero pensé que algo bueno podría venir de toda esa devastación.
—Entiendo por qué no le dijiste a Weasley, pero ¿por qué esperar para decirle a Pansy?
—La necesitaba, así de simple... Le mentí a ella y a todos durante años, por eso no tenía a nadie cuando más los necesitaba —la garganta de Hermione estaba llena de emoción.—. Yo estaba desesperada.
Narcissa le tocó el hombro.
—No tienes que pasar por esto por tu cuenta; tu pérdida es muy reciente.
—Diez meses, veintiocho días, catorce horas y doce minutos —recitó.
—Puedes hablar conmigo al respecto. Yo atenderé...
Hermione negó con la cabeza, amargamente.
—No, no entiendes... Tú no tuviste que ver morir a tu hijo.
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Cuarta parte: Camino a la demencia
2 de noviembre
La primera persona que vio fue su jefe.
Después de casi dos semanas desde el incidente, la ira del Señor Kingston estaba lejos de apaciguarse. Todavía estaba tan furioso con el Ministerio y con los Aurores por lo que había sucedido, que había gritado durante dos horas seguidas.
—¡Todavía no puedo creer que esto haya sucedido! No estarás en condiciones de trabajar durante semanas y no permitiré que te esfuerces más de lo necesario. Me preocupo por mis empleados, aunque el Ministerio no lo hace.
Hermione trató de pronunciar alguna palabra, pero no lo logró.
—¿Sabes qué? Romperé el contrato con el Ministerio. ¡Ni siquiera será una mella de nuestras ganancias fiscales, pero a ellos los destruirá! Se lo diré a todas las empresas que rompen maldiciones en todo el maldito Londres, con un infierno en toda Europa, ¡no dejaré que el Ministerio de Magia encuentre a nadie porque les gusta lastimar a los Rompe-Maldiciones! Eso les enseñará a esos cabrones...
Hermione dejó de escuchar.
No solo maldijo en inglés, sino que también detectó un poco de español y alemán.
El Señor Kingston le había traído flores, pero estaba tan furioso que accidentalmente destruyó el jarrón, derramando agua y lirios peruanos por todo el piso. Si no hubiera sido por la llegada de Blaise, con el desayuno, porque la comida en San Mungo era insípida, Hermione estaba segura de que el Señor Kingston todavía estaría allí, un día completo despotricando. Aun así, era bueno saber que se preocupaba por ella, a su manera.
Esa vez, ella y Blaise habían hablado como si la incomodidad del día anterior nunca hubiera sucedido. Él era honesto y ella lo envidiaba.
—Pansy tuvo una emergencia en Madeira; algo relacionado con un problema con uno de las modelos. Tuvo que irse en un trasladador y dijo que te enviaría una lechuza tan pronto como pudiera.
Se había acostumbrado a que Pansy discutiera con las Medibrujas y Sanadores, así que se sentía extraño que no estuviera allí. Extrañaría el humor que le había proporcionado.
—Umm... Oh, está bien...
Estuvo en silencio durante unos minutos antes de que él preguntara.
—¿Qué es lo que más extrañas de Italia?
Más que nada, quería decir mi hijo, pero todo lo que salió de sus labios fue.
—La comida.
Él rio entre dientes.
—Yo también echo de menos eso. Con mi madre nos mudamos de regreso a Londres cuando comencé Hogwarts; me tomó tres años superar la insulsez.
Mantuvo su voz suave cuando preguntó.
—¿Extrañas a tu madre?
Blaise se encogió de hombros.
—No éramos cercanos. Prácticamente fui criado por nuestros elfos domésticos mientras ella deambulaba por el mundo con sus muchos maridos.
—¿Murió esa noche en la mansión Parkinson?
Él asintió.
—Esa fue la noche en que decidí convertirme en Auror. No necesitaba el dinero. Todavía no lo necesito, pero quería asegurarme de que nadie tuviera que sufrir las mismas pérdidas que... Bueno, las que casi todos experimentaron.
Cayeron en otro silencio.
—Esto puede ser personal, pero ¿Pansy y tú todavía se van a casar? Recuerdo que ella me dijo que ustedes dos se comprometieron después de que terminó la guerra.
Blaise pareció incómodo por un momento antes de suspirar.
—Estoy enamorado de Pansy y probablemente siempre la amaré. Y si lo insinuara, me casaría con ella mañana. Sin embargo, no está lista, así que la esperare hasta que esté lista.
—Sabes, ella también te ama... A su manera demente.
Él asintió.
—Me contó sobre Australia y lo que hiciste por ella. Gracias, por salvarla. Quería darte las gracias desde que te vi en el Departamento de Aurores esa primera vez, pero no quería asustarte.
Fue el turno de Hermione para sentirse incómoda.
—Lo que no entiendes de Pansy es que por mucho que diga que se ha curado y ha seguido adelante, sé que no lo ha hecho, al menos no por completo.
—¿Qué quieres decir?
—A veces se estremece y odia que la toquen. Siempre es muy consciente de lo que la rodea, hasta el punto en que nadie puede entrar en la habitación sin que ella se dé cuenta. Tiene pesadillas horribles. No sale sola por la noche y duerme con todas las luces de su casa encendidas porque le aterroriza la oscuridad. Australia no existe en su mente y no tomará la entrada del Caldero Chorreante en Diagon Alley debido que es un callejón.
—Tampoco soy una gran fanática de los callejones después de esa noche, para ser honesta —murmuró Hermione.
Blaise la miró fijamente por unos momentos antes de continuar.
—No voy a apresurarla para que vuelva a tener una relación. Cuando esté lista, sabrá dónde encontrarme.
La conversación se había movido a temas más ligeros y Blaise la había hecho sonreír por primera vez con una imitación de su jefe. Le había traído a Hermione su varita rota en una bolsa de plástico junto con su bolso y ella expresó en voz baja su agradecimiento.
—¿Por qué sigues viniendo aquí, me traes comida y te sientas conmigo durante horas? —le preguntó.
Blaise se encogió de hombros.
—Supongo que, dado que el Ministerio no te estaba tratando de manera justa, yo sí lo haría.
Era lo último que había dicho antes de que el Señor Dorchester asomara la cabeza en la habitación. Blaise saludó a su jefe con frialdad y dijo algo acerca de que todavía estaba de vacaciones antes de dejarlos a los dos solos. Dorchester le había traído flores, le había dicho que habían suspendido a Harry durante dos semanas sin paga y que hasta que pudiera conseguir su perdón, estaría en trabajo de oficina.
Harry estaría de baja hasta el final de los tiempos, en lo que a ella respectaba.
Por supuesto, la visita del hombre tenía otro propósito.
—Acabamos de recibir el aviso de que su empresa se está retirando y, si no es un problema, podría pedirle a su jefe que lo reconsidere. Si esto pasa, le costará al Ministerio más de medio millón de galeones... Y a mí mi trabajo.
Después de considerarlo debidamente, Hermione se mordió el labio.
—Lo intentaré, pero no estoy haciendo ninguna promesa.
Minutos después de que el Señor Dorchester se fuera, Blaise asomó la cabeza para despedirse.
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Quinta parte: Bombas en Londres
3 de noviembre
Había un agujero dentro de ella… Tan profundo que Hermione no podía precisar exactamente dónde estaba, pero lo sentía. Ahí fue donde enterró la culpa. Pensó en ello como un lugar que cambiaba rápidamente. De caliente a frío. De nieve a lluvia. De granizo a copos de nieve. De calma a ventisca. De seco a mojado. Todo al mismo tiempo. Nunca se detuvo. Lo único que permaneció constante fue el doloroso agotamiento; era una fatiga que ninguna cantidad de sueño podía curar.
Cuando el agotamiento era especialmente fuerte, se encontraba mirando al vacío. Ella veía fijamente y se preguntaba si esta era realmente su vida o si era alguna enferma y retorcida tierra de sueños en la que estaría atrapada por toda la eternidad. Hermione había deseado que ese fuera el caso; estar atrapada entre mundos, soñando o mejor dicho teniendo pesadillas. Y luego se despertaría con diecisiete años.
Diecisiete.
Cuando el mundo estaba en la palma de su mano y no era tan miserable. Había algunas cosas que ella cambiaría, pero otras no. Había caminos por los que viajaría y algunos de los que se alejaría.
La retrospectiva siempre era un cincuenta/cincuenta.
La vida no había sido sencilla. Era un infierno, pero ciertamente había sido mejor que el presente.
Tenía amigos en los que apoyarse, con quienes hablar, abrazar... Amar. ¿Dónde estaban esos amigos? Tenía a Pansy, pero eso no era una amistad; solo un vínculo que se había forjado a partir de la desesperación en una horrible noche.
El abandono de Harry había dolido casi tanto como haber sido lanzada a través de la habitación. Casi. Además de todo el dolor que sentía, sabía que, si se permitía sentir su deserción, seguramente moriría de pena.
Entonces, Hermione se permitió pensar en su vida, cuando tenía diecisiete años.
Fue uno de los momentos más agradables de su vida; justo antes de que todo se fuera al diablo en un barco lleno de gasolina. Los diecisiete habían sido una gran aventura. Había sido aterrador y, aunque habían estado en guerra, la vida había sido prometedora. En ese entonces todo había sido mucho mejor que estar postrada en una cama en San Mungo, trataba de convencerse a sí misma de que algún día despertaría de la pesadilla y comenzaría a vivir. La vida a los diecisiete años no había sido tan deprimente.
Sintió una mano en su hombro que rápidamente ignoró; no apartaría la mirada de la ventana.
Se sentía como un pecado estar atrapada allí, porque afuera se veía muy agradable, atractivo. El cielo otoñal era perfecto y sin nubes, de un rico celeste; el sol brillaba, pero no parecía ni demasiado caliente ni demasiado frío. Simplemente perfecto. Soplaba una brisa; solo lo sabía porque los árboles se balanceaban muy suavemente.
Otra mano se unió a la de su anterior y le apartaron suavemente el cabello del rostro. Hermione parpadeó, solo una vez y se rascó la piel del brazo con incomodidad. Nada encajaba bien, al parecer y todo lo que quería era ser insensible. Entumecida de la culpa, del dolor. Entumecida, ante todo.
Dios, necesitaba un trago... O muchos. Eso la adormecería perfectamente. Sin embargo, con todas las pociones que estaba tomando actualmente, emborracharse era, en el mejor de los casos, un pensamiento desgarrador. En su vida, había visto donde habían terminado las personas que habían experimentado las sustancias para adormecer el dolor y sustituirlo por otra cosa.
Las manos tiraron de su enredado cabello hacia atrás en una cola de caballo desordenada.
Hermione hizo una mueca involuntariamente; su cabeza, aunque sanada, todavía estaba sensible y dolorida.
En el fondo, Hermione sabía que, si no se detenía ahora, si no buscaba ayuda, si no se liberaba de la inmensa cantidad de culpa que la asfixiaba, terminaría como esas almas deprimidas e ignorantes. Pero, en ese momento, decidió ignorar esa verdad. ¿Qué importaba de todos modos? Si hubiera recibido ayuda, la arreglarían, ¿y luego qué? ¿Estaría feliz?
Las manos se movieron y volvió a sentirlas mientras le ponían los calcetines en los pies.
Ni siquiera se había dado cuenta de que tenía frío, estaba demasiado perdida en sus propios pensamientos como para hablar.
De todos modos, ¿qué era la felicidad y cómo era ser verdaderamente feliz? ¿Uno reía más fuerte? ¿Sonreía uno genuinamente a cada momento?
Y después de que esa sonrisa se hubiera desvanecido, ¿entonces qué sucedía?
Hermione no había sido realmente feliz en tanto tiempo que ni siquiera sabía si era capaz de sentirse así de nuevo. Sabía que podía mentir y decir que no quería sentirlo, pero eso era ridículo. Todos querían ser felices, ¿verdad? Tal vez la felicidad la eludía por una razón...
—¿Hermione? —el dueño de las manos habló en voz baja—. Creo que es hora de pociones.
Sus ojos se desviaron hacia la voz y asintió. Nunca pensó que lo admitiría, pero estaba eternamente agradecida con los Slytherin.
Aparte de las molestas Medibrujas y la carta de Pansy y la despedida de Blaise, él fue el último contacto que tuvo con personas. Eso fue hasta que Narcissa apareció muy temprano esa mañana luciendo nerviosa. Hermione se preguntó cómo pasó la seguridad antes de las horas de visita. Su saludo fue amable, aunque Hermione tenía la sensación de que la mujer estaba molesta; las lágrimas mancharon sus pálidas mejillas.
Era la única pista que necesitaba.
—¿Hermione?
—Lo siento —murmuró en respuesta, mirándola por primera vez—. Estaba perdida en mis pensamientos.
—Está perfectamente bien, parece que hoy también estoy perdida en mis pensamientos —la mujer mayor sonrió débilmente mientras le entregaba el frasco y volvía a acomodar el nuevo ramo de flores que había traído. Cuando terminó, miró a su alrededor, orgullosa—. Se ve animado aquí... Bebe eso —instruyó en un tono maternal.
Hubo una insinuación de una sonrisa en el rostro de Hermione mientras bebía el contenido del frasco, pero inmediatamente se torció en una mirada de disgusto y frunció el ceño mientras se terminaba el líquido. Tenía un sabor absolutamente horrible y aceptó la taza de jugo que la Señora Malfoy le había ofrecido, bebiéndolo de unos pocos tragos. Todavía tenía un sabor amargo en la lengua, pero estaba acostumbrada a eso.
Ella se sentó en la silla.
—¿Cómo estás esta mañana?
Hermione frunció el ceño y miró su brazo que estaba cómodamente metido en el cabestrillo.
Aunque caminaba con un poco de cojera, que, con suerte sería temporal, Hermione sintió que fue afortunada que pudieran curar todo lo demás… Bueno, excepto su brazo. Aparentemente, el daño fue tan severo que incluso después de que le volvieron a crecer los huesos, la parte inferior de su brazo estaba frágil hasta el punto en que tendría que usar un yeso muggle para protegerse durante un mes y tomar pociones repugnantes para fortalecer sus huesos.
Entonces, allí estaba ella, con un yeso que iba desde arriba del codo hasta la muñeca… E incluso con los hechizos anti picazón y secado, todavía era muy incómodo. Hermione pensó que no debería quejarse. Podría haber sido mucho peor. Eso era lo que se decía a sí misma cuando se sentía abatida.
—Mejor que ayer —respondió ella con un pequeño encogimiento de hombros.
—Eso siempre es bueno. Estoy a punto de irme, ¿hay algo que necesites?
Hermione negó con la cabeza.
—Muchísimas gracias por todo.
Le dio a la joven otra sonrisa débil.
—No es un problema. Siempre cuido a los que me importan —involuntariamente, su corazón se disparó—. Mi oferta sigue en pie. Si quieres hablar sobre tu...
Hermione se encogió y le tomó todo su poder para contener las lágrimas.
—No.
Narcissa sintió empatía y no lo mencionó más.
—No voy a poder pasarme por unos próximos días, pero creo que Blaise vendrá —cogió su varita y con una pequeña palmada en el brazo, se fue. Estaba a menos de un metro de la puerta cuando escuchó la voz de Narcissa. Estaba llena de sorpresa y para absoluto horror de Hermione dijo lo último que quería oír—. ¿Señor Potter?
Realmente había esperado que hubiera otra persona con el apellido Potter… Tal vez un Melvin o Courtney Potter. Incluso aceptaría la reencarnación de James Potter. Cualquiera excepto Harry.
Pero no era propio de ella conseguir lo que quería, así que se preparó y vio como la puerta era reabierta por nada menos que por Harry Potter.
Se sintió como si un Dementor hubiera entrado en la habitación; cada pizca de felicidad que había sentido fue succionada directamente de su cuerpo. Y luego todo se volvió frío, tan frío como la noche en que la dejó. La ira y el dolor burbujearon en su estómago mientras colocaba su brazo bueno sobre el herido, como si lo estuviera protegiendo del frío de la habitación.
Todo estaba quieto y silencioso.
Harry se aclaró la garganta.
Hermione lo ignoró.
Harry se acercó al costado de la cama.
Hermione apartó la mirada y se centró en la ventana.
—¿Hermione?
No pudo ocultar su ira por un momento más.
—¿Vienes a romper el resto de mí?
Pareció un poco desconcertado.
—No.
—¿Por qué estás aquí?
Él tomó una respiración profunda y paciente antes de hablar casi a regañadientes, como un niño al que se obliga a disculparse por una broma que salió mal.
—Vine... A disculparme.
—Disculpa no aceptada —Hermione agitó su mano buena con desdén—. Vete.
—Mira…
Ella lo interrumpió antes de que pudiera empezar.
—No, tú mira, Harry. No quiero escuchar tu disculpa forzada tanto como tú no quieres entregarla. Haznos un favor a los dos y lárgate.
Pareció insultado.
—¿Qué te hace pensar que mi disculpa es obligada?
—Si lo hubieras dicho en serio, no hubieras esperado tanto para venir. Puede que me haya ido por cinco años, Harry, pero mi cerebro no se me salió por los oídos en ese tiempo —cortó Hermione—. Déjame adivinar, te dijeron que aseguraras mi perdón para que no tuvieran que extender tu suspensión… —se calló, mirando fijamente su expresión facial que cambiaba rápidamente.
La expresión de Harry se transformó de insultado a atónito.
Máxima anotación para Hermione Granger.
Por una fracción de segundo, pensó estúpidamente que él lo negaría, que diría que había venido aquí por su propia voluntad, que diría que no tenía intención de dejarla y se disculparía por permitir que ella se lastimara debido a su ira e inmadurez. Se sintió estúpida por tener ese pensamiento.
—Bueno —habló con cierta ligereza, a pesar de la confusión que se desarrollaba dentro de ella—. Espero que disfrutes de la vida detrás de un escritorio. Escuché que es fascinante.
Esas palabras lo hicieron ponerse de un bonito tono rojo que le recordó vagamente a Ron en su momento más épico.
—¡Todo esto es tu culpa! —gritó Harry.
Hermione había tomado la decisión de que podía seguir adelante. Podía gritar hasta que sus pulmones colapsaran, maldecirla, decirle que era su culpa que estuviera en San Mungo. Podía hablar de cómo ella había roto sus corazones. Podía aceptar sus críticas; ella se odiaba más a sí misma de lo que él podría hacerlo.
Ella mantuvo su comportamiento sereno.
—¿Y cómo esto es mi culpa?
—Apareces aquí después de cinco años pensando que puedes invadir mi vida, bueno, no puedes, Hermione. Echaste a perder nuestra amistad. Lo estaba haciendo muy bien sin ti cerca.
Podría seguir adelante y acusarla de causar todos y cada uno de sus problemas. A Hermione no le importaba. Pero cuanto antes se diera cuenta de que parte de esto también era culpa suya, sería mejor.
—No sé qué tiene que ver todo eso con el hecho de que me dejaste indefensa.
—Yo…
Su voz temblaba mientras hablaba.
—No importa lo que uses como defensa, te equivocaste, no yo.
—Tú fuiste quien…
—Creo que tu memoria de esa noche es muy defectuosa —lo interrumpió temblorosamente—. No hice nada excepto sugerir que termináramos el trabajo para que pudiéramos irnos. Ódiame todo lo que quieras, Harry, pero fastidiaste esto, no yo. Te mereces todos los días de trabajo de escritorio que tengas.
—¡Qué! —rugió.
Hermione lo fulminó con la mirada y, a pesar de sus propios sentimientos, escupió fríamente.
—Tienes suerte de tener tu maldito trabajo porque si quisiera, presentaría cargos contra ti tan rápido que tu cabeza daría vueltas en círculos. Ni siquiera podrías deletrear Auror antes de que termine contigo. —Sus últimas palabras fueron recibidas con silencio y ella usó ese silencio para recomponerse; estaba a dos segundos de desmoronarse en su presencia, pero mantuvo las lágrimas a raya.
Independientemente de lo que le había dicho, todavía se culpaba a sí misma por muchas de las cosas que sucedieron entre ellos. Ambos se habían hecho mucho mal.
—Veo que te estás llevando maravillosamente bien con Pansy Parkinson y los Malfoy —mencionó con disgusto como si hubiera ingerido una pieza de fruta podrida—. Me pregunto qué diría tu madre sobre su única hija siendo amigable con dos prejuiciosos...
Cada pizca de reserva a la que se había aferrado en los minutos anteriores se hizo trizas instantáneamente.
—No —dijo en un susurro bajo, mostrando cada pizca de furia y pasión. De repente, incómoda con el cabestrillo, se lo quitó del brazo y lo arrojó al otro lado de la habitación.
Hubo una pausa, una en la que solía respirar profundo mientras sopesaba las siguientes palabras.
—Mi madre estaría feliz que hice tal alianza, de haber hecho mi trabajo para cerrar la brecha entre los viejos prejuicios. Pansy y los Malfoy son mejores personas de lo que tú o yo podríamos ser. Han sido mejores para mí que nadie. Si quieres ver a una persona prejuiciosa y atroz, mírate en el espejo, Harry.
Él pareció desconcertado por sus palabras y tono.
—Solo eres su pequeño caso de caridad. No se preocupan por ti. Solo te están usando para verse mejor.
Hermione negó con la cabeza patéticamente.
—Eres un hipócrita.
—¿Qué? —gritó Harry.
—¡Tú también me estás usando! —Hermione gritó, cansada de la conversación—. Esa es la razón por la que estás aquí pidiendo mi perdón, Harry. Yo también soy un medio para tus fines, así que no te sientes ahí y actúes como si fueras el santo patrón de todo lo bueno y justo en el mundo, porque ambos sabemos que no lo eres.
—Oh, y tú eres la señorita perfecta, ¿eh?
—Estoy lejos de serlo —él empezó a decir algo más, pero ella no se lo permitió—. He pasado por un infierno y estoy cansada de tus intentos de iniciar una pelea.
Harry hizo un sonido frustrado.
—Solo quiero tu perdón para poder seguir con mi vida.
Había mucho que podía aguantar y muchas veces ella dejaba que él la lastimara, simplemente porque se sentía culpable por lo que le había hecho. Pero este fue el final. Había tantas cosas que quería decirle. Quería contarle sobre Australia, sobre sus padres, sobre todo lo que había hecho y las mentiras que les había contado a todos, sin embargo, lo único que pudo decir con voz baja y exigente fue una sola palabra...
—Vete.
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Fin capitulo seis
Notas: ¡Hola todo el mundo! ¿cómo están? ¡Uff! Muchas cosas sucedieron en estos capítulos, además, se dieron algunos indicios sobre los traumas y problemas de Hermione y Pansy, también se explica el como y porque son tan cercanas.
Realmente espero que estos capítulos sean de su agrado. Cuídense mucho, besos.
Link historia original: s/4172243/1/Broken
Naoko Ichigo
