Este microrelato viene atrasado. Me sucedieron un par de cosas el día de ayer y fue un día caótico, así que cuando menos me di cuenta eran las 12 de la noche y con el microrelato listo, pero ya no daba más. Lo bueno es que ahora en la noche espero traer el 8o relato, así que serán dos en el mismo día.

Este microrelato es siempre un #sesshome, inspirado en la idea de "concierto de música clásica".

Realmente debo de confesar que cuando veo una imagen, escucho conversaciones, veo ciertas palabras o veo alguna escena en la TV la inspiración me vuelca en un sin fin de ideas y diálogos en mi cabeza creando mi propio mundo, pero cuando me siento y empiezo a escribir a veces el cerebro se me pone en blanco y es como si mis manos tomaran posesión de lo que hago, a veces tengo que parar y leer lo que he puesto porque no sé realmente cómo va.

Este fue ese caso. Sé que les gusta el lemon picaronas... (igual a mí), llevaba una idea clara de cómo quería empezar y cuando empecé a escribir, casi quedándome sin aliento lo primero que vi que había puesto era "fatal accidente"... así que ya saben de lo que irá.

Debo de admitir que cada uno de los que he escrito me gustaría convertirlos en largos, pero en el que sí trabajaré será en el de "la niñera del jefe", es que hasta el título me quedó divertido, aunque debo de admitir que me gustaría trabajar en "el barro que limpia tu corazón", ohhhh ese me rompió el alma, pero este que les dejo me gustó también, espero que ustedes lo disfruten, espero realmente el siguiente sea divertido o picante.

Así que, sin más, ahora sí ya podrán leer y cruzaré los dedos por traer el otro hoy en la noche.

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Disclaimers

Todos los personajes le pertenecen a Rumiko Takahashi, pero la historia y la locura muy mía.

Solo publico en Fanfiction, Wattpad y en mi página de romancerotico . worpdress . com, si ven en otro lado la historia ¡denúncienlas! Y no subo nada en Facebook.

Estas historias no tienen relación entre sí y pueden ser de diferentes fandoms.

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Componiendo una nueva melodía para el corazón


Basado en la sugerencia de "Concierto clásico"

Después del fatal accidente por el cual había pasado casi 5 meses en el hospital y tras perder a toda su familia lo único que deseaba era morir, sí, morir.

Su representante no dejaba de insistir en que los medios querían una entrevista con él, pagarían muy bien por su valioso tiempo, pero tras tirarle uno de sus discos de platino, uno de los primeros que había ganado, el otro no volvió a insistir.

Contrató ayuda para limpiar el pent-house del peli plata que día a día se iba carcomiendo desde lo más profundo de su ser por aquella tragedia, pero cuando la señora que llegaba vio como él hacía añicos todo dejando un desastre mayor le dijo a Miroku que ni loca regresaría, él ofreció mayor paga, pero su determinación era firme.

—Ni aunque me pagara 100 veces mi salario normal regresaría, ¡ese hombre está loco! Y cualquiera que sea cuerda se alejaría dejando solo una estela de polvo y jamás regresaría.

Aquello era cierto, pero además de ser su representado, también era su amigo, pero entendía a la perfección a la señora, en aquel punto también la vida de ella podría correr peligro.

¡Eso era desesperante! Las personas sólo pueden recibir ayuda cuando primero aceptan que tienen un problema y luego de ello deben de pedirla, porque si cualquiera de las dos situaciones se forzaba era inútil.

En aquel accidente, en donde el gran concertista Sesshoumaru Taisho había resultado con una contusión cerebral y le dejaba una pierna rota en tres pedazos que ahora solo la tenía gracias a varias reconstrucciones y muchos miles invertidos en aquellas cirugías, aunque su cuenta podía soportar más, entendía el porqué de su comportamiento, no cualquiera podía soportar la pérdida de su esposa junto a sus gemelas y de su propia madre en un solo evento, especialmente luego que quedara en un coma inducido durante 10 días solo para despertar y recibir aquella trágica noticia.

¡Ni que fuera idiota para no entender! Pero Miroku creía en poderes celestiales y divinos, fuerzas que no se pueden ver, caminos del destino previamente trazados o como lo llamasen, pero él sí creía en Dios.

Oró, clamó y lloró, necesita que Él lo ayudara, que le indicara el camino que tenía que seguir para ayudar a su amigo y su plegaria fue escuchada.

—¿Está segura de esto, señorita Higurashi? —una peli negra se había reunido con él para hablar sobre la fisioterapia del señor Taisho.

—Completamente —aseguró con firmeza

—No será algo fácil —trató de advertirle, especialmente por su mal humor.

—Nunca lo es.

El primer día la insultó. El segundo ocupó la misma táctica a lo cual ella se burló diciéndole que tenía que actualizar su repertorio, pero aquel acto de "no merezco vivir" no la iba a convencer.

Tenía un horario y llegaba de 11 a 3. No era su trabajo, pero mientras no estuvieran en terapia ella se encargaba de hacerle la comida y limpiar el lugar, aunque al día siguiente lo encontrara patas arriba y la comida arruinada por su terquedad.

Casi había pasado una semana, él estaba sorprendido, no sabía si aquella peli negra era estúpida o qué, pero definitivamente terca sí era.

Había adecuado una habitación para fisioterapia, Miroku le compraba todo lo necesario para que su amigo ni siquiera tuviera que salir, pero además construía un pequeño altarcito con incienso para honrar las almas de aquellos seres queridos.

La primera vez que Sesshoumaru lo vio su corazón, el cual creía destrozado, se volvió a partir en pequeños trozos. Si hubiera podido tirarse al suelo lo habría hecho, pero la silla de ruedas a la que estaba condenado se lo impidió.

A partir de ese día, cuando la peli negra llegaba la veía de reojo, lo primero que ella hacía era saludar el retrato de su madre, su esposa y sus dos hijas, imaginaba que Miroku le había proporcionado las fotografías.

Acomodaba un par de flores, presentaba sus respetos y luego limpiaba y cocinaba. Así pasó otra semana más.

Un día la encontró hablando sola, ¿o estaba hablando por teléfono?

—La verdad no sé cómo lo soportabas —escuchó decir y afinó su oído para seguir curioseando—. Casi creo que me hablabas de otra persona, ¿habrás tenido una doble vida? —se carcajeó—. Lo sé, yo y mis teorías locas.

Estaba preparando una pasta verde, una de las preferidas de su mujer, el olor era increíble, había sobrevivido a base de galletas, unas barras nutricionales y agua, y sí había rebajado varias libras.

—Eras terrible en la cocina, pero nunca te dabas por vencida, ¿recuerdas aquella vez que quemaste aquella olla? —su risa se escuchaba por toda la cocina, era una sincera, una contagiosa—. Mi tía estaba furiosa porque era una que adoraba ella porque decía que en esa olla la comida sabía mejor, pero nunca te detuviste.

Cuando se dio la media vuelta puso la pasta en un plato, la tapó con plástico transparente y lo metió al microondas. Escribió una nota y la dejó en la isleta.

Esa era la rutina de siempre, ¿por qué no se cansaba? Le había dejado claro con sus acciones que no necesitaba nada, pero ese día algo cambió. Cuando entró a la cocina, tras la partida de ella, a retirar el plástico su estómago rugió y su corazón se estrujó.

Durante algunos días la escuchaba tras la puerta hablar con alguien, asumía que era una conversación telefónica, pero cada día comía de aquella comida tan deliciosa y única que ella preparaba.

—Creo que habrías perdido, ¿no lo crees? Yo tenía razón, ese corazón en algún momento se podía ablandar —se quedó callada durante unos segundos y la escuchó sollozar—. ¿Por qué…? —el caer de sus lágrimas las podía escuchar a pesar de que no la veía—. ¿Por qué… pasó esto… Rin…?

Escuchar el nombre de su fallecida esposa lo hizo reaccionar entrando a la cocina tirando la puerta con la fuerza de un vendaval.

—¿Quién demonios eres? —indagó enfurecido—. ¿Por qué hablas de mí esposa con tanta familiaridad?

La peli negra se dio la media vuelta con sus ojos enrojecidos por su llanto y quedó en silencio.

—Habla —exigió molesto, ella respiró profundamente limpiándose las lágrimas para caminar hasta donde él estaba.

—Te lo diré, solo con una condición —lo retó.

Ambos se miraron fijamente como si de un concurso se tratara, y durante algunos minutos el silencio ambientó el lugar.

—Yo no tengo intención de hablar porque realmente no lo necesito, pero tú sí tienes curiosidad por saber, podría salir de aquí y nunca sabrías nada, ¿eso es lo que quieres o aceptas mi condición?

Lo meditó unos segundos y gruñó, ella tenía razón.

—¿Qué quieres? ¿Dinero? —ella se mofó.

—Si crees que lo puedes solucionar todo con dinero, entonces hazlo —lo retó y de alguna manera entendió a qué se refería—, si consigues revivirla entonces te diré lo que quieras.

Otra vez el intercambio de desprecio en sus miradas, era terco y orgulloso, Rin siempre se lo decía, pero esa mujer sabía cómo ponerlo en su lugar.

—¿Cuál es tu condición?

—Recibe un par de terapia conmigo, acepta que necesitas ayuda y pídela. Tu pierna se puede recuperar con paciencia y esfuerzo, y el mundo no debería de privarse de tu música. Tu pierna no debería de ser impedimento para tocar.

—¿Sabes que necesito controlar los pedales musicales para manejar el sonido? ¿Cómo podría hacerlo con una pierna inútil?

—Lo inútil son tus pensamientos negativos, no tu pierna.

La discusión terminó cuando él dio la vuelta con su silla y se retiró.

Al día siguiente, la rutina de ella no cambió, excepto por algo.

Su enorme piano de cola negra reluciente estaba cobrando vida. Salió de su habitación y la encontró tocando una melodía que significaba mucho para él, una que había compuesto el día que nacieron sus gemelas.

—Rin adoraba toda la música que componías, pero ésta, en particular la hacía llorar.

Gruñó queriendo gritarle, pero ya no podía más.

—Probemos una semana y…

—Las promesas se hacen bien o mejor no se hacen —sentenció sin dejar de tocar, las manos de ella se movían con destreza como si la melodía la hubiese practicado cientos de veces porque incluso la recordaba con los ojos cerrados.

—Está bien. Acepto.

—Quiero que lo pidas —exigió y vio como las lágrimas de ella rodaban por sus rosadas mejillas.

—Quiero… que me ayudes… a caminar… —pidió entre dientes.

Ella sabía que era más de lo que pensaba que obtendría, así que sonrió y la melodía dejó de sonar.

—Había una vez una pequeña niña de 6 años que vivía feliz con sus dos amorosos padres, ella era la niña de sus ojos, la persona que movía su mundo.

—¿De qué estás hablando? —pero ella lo ignoró continuando su relato y sonriendo en el proceso.

—Todo era felicidad, hasta que un día la fatalidad que no había entrado a su mundo se coló de la manera más cruel. Tras un accidente y a sus escasos 6 añitos, ella quedó completamente sola en el mundo perdiendo a sus padres al instante en que unos mocosos imprudentes probando sus virilidades absurdas chocaron por estar haciendo carreras con los autos de sus papás.

Su rostro se entristeció, la historia le pareció conocida. Se dio la media vuelta entrando a la cocina y luego regresó con unas servilletas que encontró para podérselas entregar a lo cual ella agradeció.

—La madre de Rin era hermana de mi madre, cuando mis padres tuvieron ese fatal accidente ella me tomó en custodia sin dudarlo y en una pequeña casa rodeada de amor y de cocina, crecí completamente feliz.

Sí, era cierto, la madre de su difunta esposa era cocinera aunque a Rin el título no le quedaba, tenía el arte hasta de quemar el agua.

—Rin y yo crecimos como hermanas, éramos diferentes y sin embargo ambas nos enamoramos del mismo hombre.

Aquella confesión lo dejó helado. Ella sonrió negando.

—Me enamoré de tu música, de tu forma de tocar, pero nunca vi a Rin tan entusiasmada con algo, sabía lo que significaba perderlo todo y no me permitiría perder a mi hermana por un hombre, así que le dije que realmente no me interesabas y dejé que su amor siguiera su curso, aunque debo de admitir que fue por ese mismo amor que no pude visitarlos ni tampoco presentarme ante ti.

Levantó su rostro encontrándose con el de él y sonrió negando de un lado a otro quitándose las lágrimas que había derramado con su relato.

—Por favor, no creas que he venido a declarar mi amor, eso no podría ser más absurdo porque yo tengo ya mi propio hogar. A lo único a lo que he venido es a ayudarte, a literalmente ponerte en pie, porque sé que si estás todavía aquí es por alguna razón y si Rin pudiera hablarte te diría que nunca te rindieras.

—¿Cómo… lo sabes? —preguntó con su corazón hecho añicos.

—Porque ella te amaba y era tan buena que sé que lo único que desearía es que seas feliz.

Echó para atrás su cabeza, en eso tenía razón. Rin era una mujer que daba cualquier cosa, pero ante todo con sinceridad.

—¿Me dejarás ayudarte? —extendió su mano a lo cual él la observó.

—Sí.

Kagome sonrió complacida.

Los primeros días fueron unos tormentos, pero a medida que el tiempo iba pasando se iban haciendo amigos.

Justo antes de que ella entrara al pent-house escuchó una nueva melodía. Casi habían pasado 6 semanas y su recuperación era increíble.

Se quedó embelesada con aquella dulce tonada que tenía notas alegres y cuando terminó comenzó a aplaudir llena de júbilo.

—¡Es preciosa! —lo ovacionó cuando él se encontró descubierto—. ¿Es nueva?

—Sí.

—¿Cómo se llama?

—Luz.

El rostro de ella se enterneció y él se levantó del asiento caminando ayudado por un bastón.

—¿Siempre te irás Kagome?

Era la tercera vez que la llamaba por su nombre y no podía negar que aquello se sentía maravilloso.

—Sí. Mi… familia… está esperándome.

—Ya veo.

—¿Podrías darme tu dirección? Tal vez en un futuro podría hacerte una visita.

Se asustó, pero al mismo tiempo se recobró.

—Claro.

La despedida era fría y distante, pero antes de hacerlo él le entregó una USB en sus manos.

—Es mi nueva melodía.

—Imagino que fue algún recuerdo para… tu familia ¿no?

Él negó llegando hasta donde estaba el altar que había hecho y que ahora sabía que esas fotografías eran unas que la misma Rin le había enviado a ella como regalos.

—Es una melodía que te dedico a ti. Has sido la luz en mi oscuro camino Kagome y la única manera que tengo de agradecértelo es entregándote algo como esto.

Kagome quiso llorar y lanzarse a sus brazos confesándole que todo era una mentira, no había nadie esperándola porque ella nunca lo había dejado amar, pero aquellos sentimientos tan mezquinos le lastimaban el alma ¿Cómo podría decirle algo así cuando su querida hermana ya no estaba en este mundo? Además, si aceptaba lo que sentía en voz alta era como aceptar que esas habían sido sus intenciones desde un principio y eso no era así.

—No dejarás de ir a la fisioterapia, ¿verdad?

—No.

—Hasta pronto Sesshoumaru.

—Hasta pronto Kagome.

Los dos se tomaron de la mano y por alguna razón no querían soltarse, pero lo hicieron.

Sesshoumaru no sabría hasta días después que ella era dueña de un restaurante en una ciudad lejana, que durante aquellos 5 meses tras la tragedia ella se había dedicado a aprender todo lo que pudiera de fisioterapia nada más para ayudarlo y que su mentalidad cambiara al punto de querer solicitar la ayuda.

Pero no pasaría un año desde su despedida y varios conciertos dedicados a esa peli negra que lo había traído a la vida otra vez, antes de que se volvieran a encontrar.

Tal vez en esa ocasión, el destino no sería injusto con esas dos almas que en un inicio se pertenecían la una a la otra.