[Lo que ocurre bajo el cielo]
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[La decisión]
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Félix pensó que una buena noche de sueño repararía su muy adolorido cerebro de las terribles veladas que había pasado la noche anterior. Sin embargo, ni todas las sales de su mamá pudieron ayudarle a calmar el fuerte dolor de cabeza que se había asentado y no parecía querer abandonarlo.
En un sólo día había conseguido: pelear fuertemente con su primo, ganarse la mala voluntad de su prometida, crear todo un drama en la familia Couffainne y lo que es aún peor, ser rechazado por Juleka. Pronto se cumplirían cuatro meses de la muerte de su abuelo y él estaba justamente como al principio y aquello lo preocupaba seriamente.
– No puedo creer que ella te hubiera rechazado – comentó su madre molesta, quien se encontraba frente a él en el salón de música, en tanto los dos discutían los eventos del día anterior. – te diría que es tu culpa, por haberle hecho una visita matutina a Marinette Dupain Cheng mientras que te encontrabas en cortejo con Juleka Couffainne, pero lo cierto es que aquella noticia no había salido aún en las páginas sociales.
– Yo no visité a Marinette – respondió Félix sorprendido.
– Pero las páginas sociales dicen lo contrario – comentó Amelie mientras pasaba el boletín más popular de la ciudad. Félix lo leyó atentamente, aquel diario reseñaba aquella visita como algo completamente normal, después de todo, era un hecho conocido que las dos familias eran muy amigas.
– Probablemente se trataba de Adrien, y pensaron que se trataba de mí. Hasta donde sé, él hizo aquella visita sin el conocimiento de Gabriel Agreste, por lo que utilizó algún carruaje contratado, y no los carruajes con monogramas que usa su papá. Es fácil confundirnos a los dos, nos parecemos mucho – comentó Félix entendiendo exactamente a dónde había ido su primo la mañana anterior.
– Nunca me hubiera imaginado que Adrien pudiese llegar a ser tan desconsiderado, sabiendo que esa pobre chica se encuentra comprometida, y que ha sido solamente un golpe de suerte – comentó Amelie.
– Tengo la impresión de que él quiere que ella rompa el compromiso y acepte ser su amante – respondió Félix, quien era muy consciente de que las reglas del decoro impedían que le hablara a su madre en aquellos términos.
– Félix, por favor, no seas desagradable – se quejó Amelie.
– Es la verdad – se defendió Félix.
– Digno hijo de Gabriel Agreste. Mi pobre hermana debe estar revolviéndose en su tumba – comentó Amelie– espero que no contradigas a la prensa, Félix, lo último que quisiera es que los Dupain tuvieran un escándalo por algo que escapa a su control.
– Yo no diré nada, y algo me dice que Adrien tampoco lo hará– comentó Félix– su prometida y mi tío lo matarían si llegan a enterarse.
De repente, la campanilla sonó, y la mucama entró rápidamente a la estancia. Se trataba de una visita de la señora y la señorita Dupain quienes venían a rendir sus respetos y a invitarlos a un evento.
– Se trata de un picnic en nuestra casa de campo – dijo alegremente Sabine mientras le entregaba la invitación a su amiga.
Amelie estaba completamente encantada con la posibilidad de volver a pasar la noche en aquella hermosa casa de campo, y ante la expectativa de pasear por los bosques de la familia Dupain. Félix sintió algo de curiosidad por el destino de Marie, la chica a la que habían rescatado de una muerte segura un par de meses antes, por lo que él decidió que sería la ocasión ideal para visitarla.
– Queremos dar una última fiesta antes de perder a nuestra querida Marinette– dijo Sabine mientras la tomaba de la mano.
– Mamá, no voy a morir, y probablemente, te siga visitando todos los días – dijo Marinette.
– Aún así la separación es dolorosa – opinó Amelie – por favor, no juzgue con dureza a su pobre mamá.
Las Dupain no permanecieron en su casa por mucho más tiempo, y no se volvieron a encontrar con los Graham de Vanilli sino hasta que llegó el momento de hacer el viaje hacía la casa de campo de Marinette. Amelie se sorprendió al ver a las dos doncellas de Marinette partir con ellos, ya que aquello era extremadamente inusual, pero él entendió que Ladybug tenía trabajo por cumplir.
Félix y Marinette no tuvieron tiempo de visitar a Marie, ya que los preparativos en la casa de los Dupain ocuparon toda la atención de la chica. Félix observó completamente maravillado los preparativos. El repostero de los Dupain se había superado a sí mismo, ya que diferentes postres y bocadillos adornaban las largas mesas finamente decoradas con flores de diferentes colores en un hermoso contraste con la vajilla de plata de la familia.
Félix saludó a un par de conocidos e hizo una simple charla con algunos de los que aún le dirigían la palabra luego de que hubiera aparecido aquella historia en los boletines sociales. De repente, él vió a Adrien, quien asistió al evento en compañía de su padre pero sin señal alguna de su prometida. Él se acercó a su primo, y tras dedicarle un simple saludo le preguntó por el paradero de Kagami.
– Tiene un terrible resfriado, deberías verla, está verdaderamente enferma, y aquello no hace que sea más fácil hablar con ella – comentó Adrien de mal humor.
– ¿Siguieron peleando? – preguntó Félix.
– Yo no he peleado con nadie, pero ella está molesta, tal vez cuando su resfriado mejore, su mal humor también – dijo.
Félix guardó silencio, pero para él era bastante clara la situación: Adrien era todo un experto en pasivo agresividad, mientras que aquella chica tenía una personalidad fuerte. Si realmente llegaban a casarse, casi podía ver un futuro, en que Adrien simplemente terminaría ignorando condescendientemente a su esposa mientras que ella lo arrastraría por la vida como una especie de peso muerto, en tanto volcaba toda su atención a otros asuntos, como sus hijos, su casa o cualquier otra cosa que no fuera Adrien.
– Sé que te molestarás, pero realmente creo que no deberías continuar con este asunto del matrimonio– opinó Félix, mientras que los dos tomaban una copa de limonada y se ubicaban hacia un lado del jardín.
– Lo dices como si fuera tan fácil – murmuró Adrien malhumorado. De repente, el rostro de su primo se iluminó momentáneamente al ver a Marinette pasar, pero esta chispa de alegría desapareció rápidamente al ver que ella se reunía con el Capitán y la familia de su novio.
– Adrien – volvió a comenzar Félix. – teniendo en cuenta que estamos en curso de conversaciones incómodas ¿puedo preguntarte algo? – preguntó.
– Adelante – respondió Adrien con curiosidad.
– ¿Cuál es tu fijación con Marinette? – preguntó Félix quien al ver que Adrien se disponía a negar el asunto continuó – no te atrevas a decirme que no es nada, pues yo sé que algo ocurre. De lo contrario, no te habrías pasado por mí para visitar a Marinette, para evitar la prensa. – dijo, por lo que Adrien se mordió el labio inferior.
– ¿Cómo te enteraste de eso? – preguntó.
– Ah, imagínate mi sorpresa cuando mamá me dijo esta mañana que yo visité a Marinette a solas, cuando estaba completamente seguro de que aquello no había sucedido realmente.
– No le digas a papá por favor– dijo Adrien con expresión preocupada.
– No lo haré– respondió Félix – Volviendo al tema principal ¿Cúal es tu fijación con Marinette?
– Marinette es mi amiga – dijo Adrien cuya mirada se veía casi perdida – es mi única amiga, sin ella me quedo solo.
– Estoy seguro de que ese no es el caso, tienes otros amigos…
– Pero no cómo Marinette – lo interrumpió Adrien – a ninguno de ellos los deseo como a Marinette, y ninguno me entiende como lo hace Marinette.
– Adrien – comenzó Félix mirándolo fijamente – creo que estás poniendo demasiado peso en una relación que pronto perderás – dijo.
– No quiero que las cosas sean de esta manera, pero yo también debo cumplir con el deber que tengo con mi familia– respondió Adrien.
– Deja en paz a Marinette – dijo Félix – ella, literalmente, está a semanas de contraer matrimonio.
– Puede que lo haga, puede que la pierda, pero yo realmente no quiero retirarme sin siquiera pensar que lo he intentado – murmuró Adrien.
– Si lo hubieras intentado realmente, ya habrías hablado con tu papá – respondió – si no tienes la intención de ofrecerle algo verdadero, lo mejor será que la dejes ir.
– En este punto, Félix, tu opinión es completamente irrelevante– dijo Adrien.
En aquel momento, la orquesta dejó de tocar simple música para conversar y los bailarines comenzaron a alinearse en la pista improvisada de madera que los Dupain habían instalado en su jardín. Félix vió Marinette al lado de la mesa de los bocadillos, mientras que miraba hacia los lados. Ella parecía haber perdido a su pareja, pues era evidente que como hija de los anfitriones ella tenía que abrir el primer baile con con su prometido. Sin embargo, el capitán Couffainne no parecía encontrarse por ninguna parte.
Félix no se dió cuenta del momento exacto en el que Adrien se alejó de su lado, pero cuando se percató de ello, vio que él iba directamente hacía Marinette. Probablemente, en sus días de pretendiente de Marinette había abierto tantos bailes en su compañía que era apenas lógico que lo hiciera nuevamente. Sin embargo, ahora todo era completamente diferente, ella estaba comprometida, y sería un verdadero escándalo si la seguía buscando de aquella manera.
A pesar de lo anterior, justo cuando su primo se encontraba a menos de un metro de ella, la mejor amiga de Marinette se cruzó en su camino. Félix se acercó a la escena con el fin de ayudar a la joven a deshacerse de Adrien, después de todo, lo que pretendía hacer su primo no estaba nada bien.
– Buenas tardes, señor Agreste, es todo un placer verlo por aquí, aunque es una verdadera lástima que la señorita Tsurugui no se encuentre en su compañía. – dijo Alya mientras hacía la reverencia de rigor.
– Buenas tardes señora Lahiffe – respondió Adrien haciendo una reverencia – mi prometida no se siente bien, está resfriada, si me disculpa… – continuó Adrien quien dió un paso hacia adelante. Sin embargo ella fue más rápida y lo volvió a interceptar. Félix tuvo problemas al escuchar lo que la chica dijo a continuación, ya que ella bajó bastante su tono de voz.
– Por favor, no quiero ser grosera con usted, por la amistad que lo une a mi esposo, pero le ruego que se aleje de ella, solo le hará daño– dijo Alya con una falsa sonrisa en su rostro para evitar levantar sospechas en todos aquellos a su alrededor que los miraban con curiosidad.
– Yo...– comenzó Adrien.
– Adrien – dijo Félix mientras le tomaba el hombro a su primo – vamos a dar un paseo por el bosque, creo que necesitas algo de sombra, has tomado demasiado sol– continuó él quien diplomáticamente quería decirle a su primo que era el momento de dejar de hacer el ridículo. Adrien levantó su mirada a los lados, y probablemente vió a un par de invitados mirándolo con gesto de curiosidad, de los que Félix ya se había percatado.
– Sí – aceptó Adrien quien se humedeció los labios – probablemente sea lo mejor. Su primo dió un par de pasos hacía atrás y se fue en compañía de Félix. Mientras tanto, el capitán Couffainne hacía su aparición. Él no pudo ver la expresión de Marinette al verlo, ya que él se dirigía en dirección contraria a ella, pero su prometido lucía un semblante especialmente taciturno para tratarse del último evento social antes de su matrimonio.
Adrien le dirigió una mirada especialmente cargada de resentimiento, por lo que Félix decidió que era más conveniente olvidarse de la molestia del capitán y concentrarse en sacar a su primo de aquella fiesta lo más rápido posible. Mientras se aproximaban al bosque. Félix no pudo evitar sentir pena por su primo. Después de todo, él podía entender parte de su fijación a Marinette pues él había pasado años en completa soledad, y su relación con ella fue la puerta de entrada a un mundo diferente, un mundo lleno de lazos, amistad y amor.
Sin embargo, él no estaba libre de errores, y Félix temía que la falta de decisión, así como su clasismo y arrogancia terminarían por pasarle factura. Él no quería decírselo a Adrien, pero él temía que si seguía por aquel camino, terminaría por arruinar su vida y la de su prometida.
Los dos llegaron a la floresta mientras que la música de la orquesta se iba perdiendo en el aire. Los dos primos se refugiaron en la hojarasca verde y amarilla, mientras avanzaban por el sendero.
– Lamento mucho haberte sacado del baile – dijo Adrien de repente, mientras que el sonido de su voz rompía con el silencio del bosque. – sé que necesitas cada oportunidad que tengas para conocer nuevas damas, o para acercarte a la señorita Juleka Couffainne– continuó.
– No te preocupes – contestó Félix – a decir verdad nunca me gustaron tanto los bailes sólo asisto a todos los que puedo por el asunto del matrimonio.
– Entiendo– respondió Adrien quien a decir verdad, no parecía de humor para establecer una verdadera conversación.
Félix no dijo nada, pero lo cierto era que él tenía el presentimiento de que en realidad no se estaba perdiendo de mayor cosa. La alta sociedad lo evitaba y la única diferencia entre su situación en Londres y aquella era que aún existían un par de familias que lo tenían en buena estima, pero lo cierto era que ninguna jovencita aceptaría casarse con él en esas condiciones. Y en lo que respectaba a Juleka Couffainne, aquello era harina de otro costal, su rechazo había sido tan tajante que Félix había abandonado cualquier esperanza al respecto.
Ninguno de los dos sabía con certeza cuánto tiempo llevaban caminando, lo que sí sabían era que lo habían hecho prácticamente en círculos, por un perímetro muy limitado para evitar perderse. De repente, el sonido de voces los alertó.
– Ven aquí – dijo Adrien mientras que le indicaba que se escondiera junto a él al lado de un gran roble junto con unos arbustos.
Los dos guardaron silencio mientras que se escondían en el follaje del bosque. Los únicos sonidos que se escuchaban eran los cantos de los pájaros, y el sonido de voces apagadas a la distancia. Conforme pasaban los segundos, aquellas voces se hacían más y más claras: se trataba de Luka y de Marinette.
– Me meteré en serios problemas si se llegan a enterar que nos encontramos los dos a solas– comentó Marinette.
– Lo sé, pero realmente necesitaba hablar contigo, antes de continuar con esta locura, Marinette– dijo Luka seriamente mientras que los dos se paraban en un claro del bosque no muy lejos de donde se encontraban los dos escondidos.
– ¿Qué locura? ¿A qué te refieres? – preguntó Marinette. Félix sintió un feo sentimiento formarse en la boca de su estómago. Él aún recordaba la sorpresa de Luka cuando le había confesado todos los rumores que sabía acerca de su papá. Era evidente que aquella situación cambiaba por completo las circunstancias de su matrimonio después de todo, el capitán era un soldado, no un agricultor, por lo que él no podría sacar provecho del potencial de las propiedades de los Dupain, por lo que él único incentivo económico que existiría para él era el dote de Marinette, que aunque considerable, no sería lo suficiente para las cuantiosas deudas que enfrentaba aquella familia.
Sin embargo, la verdadera pregunta de Félix en todo aquel asunto era la de saber cómo lograría un hombre como Luka romper aquel compromiso. Era sabido por todos que un verdadero caballero jamás podría faltar a su palabra de aquella manera, mucho menos aún cuando ya se había anunciado aquel evento con tanto esmero por parte de la familia Dupain como parte de un intento desesperado por preservar la reputación de Marinette. Así mismo, también era sabido que el Capitán tenía una reputación impecable, y él dudaba que fuera a arruinarla por un asunto como aquel.
– Marinette – comenzó lentamente Luka como si tratara de medir cada una de las palabras que seguirán a continuación – cuando te propuse matrimonio, yo creí que podría darte una vida holgada, sin incomodidades. Sin embargo, recientemente me he enterado de noticias que cambiarán por completo mi panorama – dijo Luka sin atreverse a mirarla a los ojos, y con el seño fruncido.
Marinette no se veía mejor, ya que su semblante estaba más y más pálido conforme transcurrían los segundos. Félix creyó que ella pediría explicación ante la inaudita situación, pero lo único que hizo fue permanecer callada mientras seguía escuchando.
– Papá tiene deudas, y son escandalósamente cuantiosas– dijo el Capitán quien ya había abandonado cualquier intento de mirar a los ojos a Marinette y ahora dirigía su mirada hacía el suelo – No puedo casarme en esta situación, debo dedicarme a hacer fortuna en alta mar y esperar a que él fallezca, o a que magicamente yo consiga una esposa con un gran dote.
– Cómo te atreves… – comenzó Marinette sin apenas levantar el tono de voz.
– Marinette, aunque no lo parezca, hago esto por tí, pues lo único que traeré a nuestra unión serán problemas. Mira esta finca, mira esa cena, o tus dos doncellas, yo no puedo darte la vida a la que estás acostumbrada, es un error casarme sabiendo que las cosas son de esta manera– dijo, mientras que Marinette negaba frenéticamente con la cabeza.
– No tienes ni idea del daño que me harías– dijo Marinette cuya voz quebrada reflejaba la inminencia de las lágrimas. Félix no se atrevió a voltear hacía Adrien, pero pudo sentir su respiración acelerarse. Era evidente que a pesar de todo, él no disfrutaba verla sufrir.
– Si llegásemos a decir que yo rompí el compromiso sería terrible para mí, ya puedo oír a todos decir que no soy nada más que una jovencita voluble que no pudo superar al primer hombre que la cortejó, y aquello me daría una terrible reputación. Pero si dijeras ante la sociedad que tú rompiste el compromiso sería aún peor, ya que todos pensarían que hice algo indecoroso con Adrien, que he comprometido mi virtud o algo así – dijo Marinette quien con el paso de las palabras había comenzado a sollozar.
– Marinette, sé que en este momento me odias, y no puedes entender…
– Eres igual a él, igual a todos – contestó Marinette quien ahora sollozaba sin ninguna vergüenza.
– Eres muy injusta.
– ¿Lo soy? – preguntó Marinette con un tono de sarcasmo en su voz – yo no fui quien lanzó una propuesta de matrimonio sin ningún cuidado. Lo mínimo que hubieras podido hacer es comprobar que en realidad podrías cumplir, antes de hacer algo como aquello, pues puede que para tí sea sólo un inconveniente más, porque pase lo que pase, tú podrás regresar a tu barco y hacer fortuna, pero yo estoy jugando toda mi vida en esto, si algo le llegara a pasar a papá, mamá y yo quedamos solas y sin un centavo.
– Lo lamento mucho, de verdad lo lamento mucho, si yo hubiera sabido, habría detenido esta locura antes de que todos los preparativos estuvieran listos– se disculpó Luka.
– Esto es simplemente increíble– murmuró Marinette malhumorada.
– Los dos sabemos que tú ni siquiera querías casarte realmente conmigo, sólo me aceptaste porque te encontrabas despechada – murmuró Luka, lo cual fue un rotundo error, ya que Marinette le dedicó una mirada cargada de resentimiento.
– Porque tenía el presentimiento de que acabaría exactamente igual– dijo Marinette – y no me equivoqué– continuó.
– Luka – volvió a comenzar Marinette – me hiciste un gran número de promesas, me dijiste que podría confiar en tí, pero al final fue mentira. Así que estás en lo cierto, porque en este mismo momento, yo no deseo casarme contigo, tan sólo quiero que desaparezcas y no verte más.
– Marinette, por favor…
– Si Adrien Agreste me dejó en una terrible posición, tú me has dado el golpe de gracia. Nadie me elegirá después de esto, y yo no sé qué será de mí
– Marinette…
– Lárgate, hablo en serio – repitió Marinette lentamente y poniendo énfasis en cada una de las sílabas, de manera que se evidenciaba cuán molesta se encontraba.
– Realmente lo lamento– dijo él mientras que finalmente se daba vuelta muy lentamente y comenzaba a marcharse.
Una vez se encontró sola, Marinette tomó una gran bocanada de aire, dió media vuelta y se marchó adentrándose en el bosque. Adrien se movió, y Félix descubrió que él pretendía ir tras ella. Sin embargo, él fue más rápido y detuvo a su primo, deteniéndolo por el brazo.
– Déjame ir, ella debe estar completamente destruida, tengo que hablar con ella, no puedo dejarla sola, debo ayudarla– murmuró Adrien mientras que luchaba por soltarse.
– ¿Ir a decirle exactamente qué? – preguntó Félix molesto – ya has hecho demasiado daño aquí – continuó al tiempo que Adrien lo miraba estupefacto y dejaba de forcejear.
– ¿Es qué acaso no lo entiendes? – continuó Félix – para tí no existen las consecuencias, pero para esa pobre chica esto es realmente grave, y tus descabelladas propuestas no son más que un insulto más para la colección.
– Yo sólo quiero cuidar de ella, yo no haría lo mismo, no ofrecería algo que no le puedo dar – se defendió Adrien.
– Por lo menos él ha tenido el buen sentido de tomar la decisión menos perjudicial, puede que Marinette no lo vea así, pero si se hubieran casado habrían sido muy infelices. En cambio, tú no eres capaz de tomar esa decisión difícil que sería la más adecuada para tí. – dijo.
Adrien se soltó bruscamente de su agarre y se marchó en dirección contraria a la que había avanzado Marinette. Félix recuperó su aliento por algunos segundos y decidió regresar a la casa silenciosamente. Cuando él llegó al jardín de los Dupain la fiesta ya estaba cerca de terminar,aunque aún quedaban un par de parejas en la pista de baile y unos cuantos individuos charlando alegremente.
De repente, su camino se cruzó con el de Alya, la amiga de Marinette, quien al parecer la estaba buscando entre los invitados que aún quedaban. Él se acercó a ella y murmuró.
– Ella se encuentra en el bosque– dijo.
– ¿Sucedió algo malo? – preguntó la chica.
– Sí – asintió Félix – creo que a ella le convendría hablar con alguien en este momento.
– Entiendo – asintió Alya, antes de que ella misma decidiera ir tras Marinette en lo profundo del bosque.
Félix caminó hacía la casa, en donde se dispuso a buscar a Amelie. Sin embargo, justo cuando se encontraba en el recibidor se encontró justo con la persona a quién había evitado toda la tarde.
– Señor Graham de Vanilli – dijo Juleka Couffainne dedicándole una sonrisa – no lo había visto en toda la velada.
– Buenas tardes, señorita Couffainne – la saludó Félix mientras hacía la reverencia de rigor.
Los dos hicieron un poco de conversación, mientras que Félix pensaba que nunca la había visto tan elocuente y risueña como en aquel momento. Un mal sabor se asentó en su boca al pensar que probablemente era consecuencia de su abrupto cambio de situación económica. Desafortunadamente para ella, Juleka Couffainne ya no era aquella chica de una familia acomodada que podría darse el lujo de no casarse, como muy seguramente ella habría querido. Ahora, ella se encontraba en una posición ligeramente parecida a la de Marinette y a la de muchos miles de mujeres de su tiempo.
Félix sabía que si bien este cambio de actitud era lo más deseable para sus objetivos, lo cierto era que había una parte de él que se negaba a ser el villano de su propia historia con Juleka. Parecería estúpido, pero lo cierto es que él hubiera querido poder casarse con una mujer para la que fuera algo más que ese incómodo pretendiente al que únicamente aceptaba por conveniencia. Félix sabía que si bien el amor era mucho pedir, se habría contentado siquiera con la amistad de la mujer a la que algún día pudiera llamar su esposa.
– Félix, querido – dijo Amelie mientras se acercaba a su hijo y lo tomaba por el brazo.
– Disculpe, señorita Couffainne – dijo Félix mientras se alejaba delicadamente de ella. Después de todo, si su mamá requería su presencia, no podría hacerle un desplante.
Félix le brindó su brazo a su mamá y juntos salieron al jardín trasero, en donde apenas quedaban unos cuantos miembros de la servidumbre levantando los platos de la cena. Mientras tanto, los invitados se preparaban a tomar sus carruajes en la parte de adelante de la casa, dejándolos a ellos prácticamente solos en aquel lugar.
– Mamá, has interrumpido una oportunidad perfecta – comentó Félix – Al parecer, el cambio de las circunstancias económicas de Juleka Couffainne la ha hecho cambiar de parecer.
– Lo sé – dijo Amelie – precisamente por eso creo que lo mejor era detenerte.
– Mamá, ya han pasado cuatro meses desde la muerte del abuelo, la temporada va a poco más de la mitad, si las cosas siguen así, estaremos en graves aprietos.
– Puede ser – aceptó Amelie quien se detuvo, miró a su hijo y puso las manos en sus mejillas – pero realmente me rompería el corazón verte casado con una chica por la que no sientes nada. Juleka Couffainne te rechazó, pero ese es su problema, no sabe de lo que se pierde– dijo. Félix rió se soltó suavemente del agarre de su madre y volvió a caminar por el sendero del jardín con ella apoyada en su brazo.
– Parece como si estuvieras empeñada en creer que ella es la mala de esta historia.
– Lo es para mí. Soy tu madre y quien se atreva a despreciar a mi pequeño definitivamente no es mi persona favorita – comentó Amelie mientras, a lo que Félix respondió con una sonrisa.
– Querido, creo que ví al Capitán Couffainne muy molesto, pero no he podido saber que ocurrió. La señora Lahiffe entró en compañía de la señorita Dupain y no se veían nada bien, ¿Tienes alguna idea de qué pudo haber pasado? – preguntó Amelie. Félix reflexionó por algunos minutos mientras pensaba en sí sería buena idea contarle a su mamá lo que había visto, hasta que finalmente tomó la decisión de hacerlo, ya que ella era una de las personas más prudentes que conocía. Félix tomó una gran bocanada de aire y le narró todo, desde su encuentro con Adrien, hasta el episodio en el bosque.
– Verdaderamente vergonzoso – dijo Amelie quien se encontraba completamente sonrojada por la molestia – pensé que el Capitán y su familia valían un poco más, ya veo que nos equivocamos respecto a ellos, me siento muy defraudada de haber tenido aquella familia entre mis amistades.
– No digas eso, mamá – respondió Félix tratando de razonar con la molestia de Amelie– el Capitán está haciendo lo mejor que puede, probablemente sabría que no podría casarse con la señorita Dupain sin hacerla completamente infeliz– dijo – y Juleka, bueno, tu sabes lo que pienso respecto a ella, simplemente es una jovencita mas, en una situación desesperada.
– Este cambio de circunstancias afectará terriblemente a la señorita Dupain – dijo Amelie – me atrevería a pensar que ella no podrá reponerse de algo como esto. Después de todo el escándalo con Adrien. Pobre muchacha – comentó Amelie.
– Lo sé – dijo Félix quien no pudo evitar pensar en las lágrimas que vio derramar a Marinette, y en la tristeza que sintió al ver a la única amiga que había tenido hasta la fecha con el corazón destrozado.
– Esta es tu oportunidad, Félix – dijo Amelie quien cambió su tono de maternal a aquel calculador que utilizaba en momentos muy específicos y especialmente decisivos.
– ¿A qué te refieres, mamá? – preguntó Félix quien pensaba que aquella conversación había quedado cerrada.
– A Marinette Dupain – dijo Amelie – Félix, ella no es una simple chica desesperada como Juleka Couffainne. Los Dupain son una familia en ascenso, esta finca tiene un gran potencial. Nosotros tenemos el dinero, y ellos tienen las habilidades y el terreno. Es claro que entre Marinette Dupain y tú hay una gran atracción, y que ustedes disfrutan con la compañía del otro, está no sólo sería una unión por conveniencia, este sería un verdadero matrimonio, tal y como el que tu padre y yo compartimos cuando aún vivía– continuó Amelie con un tono enérgico que le hizo entender que esto era muy serio.
– Mamá, yo le dí mi palabra a Adrien, yo…
– ¡Esas son tonterías, Félix! – interrumpió Amelie – mira la situación en la que estamos. Querido, sabes que eres lo que yo más amo en mi vida, pero tú más que nadie deberías aceptar que sólo me has traído dolores de cabeza. Todos aquel desastre en Londres no puede volver a repetirse, tienes que madurar. Las reglas de la sociedad dictan tu lugar en esta familia, y lo cierto es que tú eres la cabeza de los Graham de Vanilli, tienes que comenzar a actuar como tal– dijo.
– Eso es lo que hago, le dí mi palabra a Adrien. Yo sólo quiero conservar mi honor – contestó Félix.
– No hay honor en una promesa cómo aquella que le hiciste a tu primo. Sé que siempre has tenido una alta opinión de tí mismo, pero me temo que esta vez Adrien te ha visto la cara de tonto– dijo Amelie – Él te quiere lejos para tener la oportunidad de salirse con la suya en lo que respecta a Marinette Dupain. No hay honor en un asunto tan sórdido como aquel – dijo ella.
Félix la observó fijamente, lo cierto era que Amelie nunca le había recriminado o reprendido por ninguno de sus escándalos en Londres. Probablemente, era precisamente por esto que él lo seguía haciendo, porque no parecían existir las consecuencias para alguien como Félix. Sin embargo, su madre parecía haber llegado a un punto de inflexión lo que lo hacía apreciar aún más la seriedad de aquellas palabras.
– Félix, esta es tu vida, es tu futuro, no puedes simplemente dejarla en manos de otro, tu sabes bien que Marinette Dupain es una excelente opción para tí, y tu serás una excelente opción para ella– dijo Amelie mientras que lo miraba con sus elocuentes ojos verdes, que eran tan parecidos a los suyos. – me preocupa que no estás tomando esto en serio, tu ni siquiera has comenzado a hacer averiguaciones para saber exactamente quien le vendió todos aquellos rumores a la prensa.
– Lo lamento mamá, no he tenido tiempo…
– Eso ya no importa – dijo Amelie cada vez más molesta– yo ya contraté un detective privado, tengo que saber exactamente quién hizo aquello.
De repente, su mamá levantó su mirada hacía una de las ventanas de la casa y observó por unos segundos. Después, ella volteó hacía lado y lado como para verificar si alguien más había visto lo que ella vió, pero lo cierto es que estaban solos, de no ser por un par de miembros de la servidumbre quienes se encontraban lo suficientemente ocupados como para fijarse en aquellos detalles.
– Tengo que ir a ver qué es lo que está sucediendo – dijo su mamá muy seria. Félix la dejó tomar la delantera, para que ella no se diera cuenta de que la iba siguiendo. Después él entró a la casa y caminó hacía la sala de estar, en donde se dispuso a subir las escaleras, pero grande fue su sorpresa al ver que Adrien se encontraba bajando por ellas.
Félix se preguntó qué estaría haciendo su primo allí, ya que aquella escalera daba hacía las habitaciones privadas de la familia, y hasta donde sabía, él no tenía permiso de traspasar las zonas sociales de la casa. De repente, Féliz vio pasar a su mamá en compañía de Marinette por el pasillo por lo que entendió que Amelie había visto algo que les concernía a ellos dos.
– ¿Qué haces aún aquí? – preguntó Félix más agresivamente de lo que pretendía – pensé que habíamos acordado que dejarías a los Dupain en paz ¿No crees que ellos ya han tenido demasiado en un día?
– E-este no es tu problema– balbuceó Adrien que por alguna razón debía encontrarse nervioso.
– ¡No más, Adrien! – dijo Félix subiendo ligeramente el tono de voz – marchate de una vez.
Adrien lo empujó con brusquedad y bajó las escaleras lo más rápido que pudo, y fue cuando Félix lo entendió, su mamá estaba en lo cierto: Adrien verdaderamente le había visto la cara de tonto. Él había tenido un solo objetivo desde que supo que su relación con Marinette no sería posible, y era que a ella no le quedara más alternativa que ser su amante. Félix sintió una rabia sin precedentes hacía su primo, y se preguntó qué habría visto su mamá para que ella tomara la decisión de subir a detener lo que sea que estuviera pasando.
Félix tomó una determinación en aquel momento: pues no importaba que tanto lo odiara Adrien en el futuro, él haría lo mejor para sí mismo, y si eso implicaba que Marinette se encontraba en su camino, no importaba lo que Adrien pensara al respecto.
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Marinette tomó una gran bocanada de aire antes de abandonar el claro del bosque en el que Luka le había dado aquellas terribles noticias. Ella caminó hacía un estanque en el que solía pasar horas en compañía de Adrien. A los dos les gustaba sentarse allí y charlar un rato, o simplemente tomar la comida que Marinette llevaba a sus encuentros. Sin embargo, desde hacía un tiempo, sus recuerdos se encontraban manchados con una sombra de duda.
A pesar de lo anterior, Marinette no pudo dejar de pensar en Adrien mientras que se sentaba en una roca junto al estanque, pues las cosas se acercaban peligrosamente a un punto en el que no le quedaría otra alternativa que acceder a su descabellada propuesta. Marinette pensó hipotéticamente en aquella situación por unos instantes y se dio cuenta de que las consecuencias serían catastróficas. Ella casi podía ver la expresión defraudada de sus padres, su papá jamás se lo perdonaría, y ni hablar de sus abuelos que tanto habían trabajado para que aquella familia ganara prestigio. Igualmente, sabía que si llegase a aceptar, ella se quedaría sola, pues a ninguna de sus amigas le permitirían tener relaciones con una persona como ella. Alya no solo estaba casada, sino que pertenecía a una familia tan respetable como la suya, por lo que nunca mirarían con buenos ojos la caída en desgracia de Marinette, y probablemente le prohibirían a su amiga seguir teniendo contacto alguno con ella.
Marinette miró hacía el cielo, pues no podía dejar de pensar que era verdaderamente terrible que toda su vida estuviera en manos de alguien como Luka o Adrien, pero ahora que lo pensaba mejor, aquel parecía ser el destino de toda mujer, ya fueran virginales debutantes, amantes, solteras, casadas e incluso aquellas escasas mujeres de carrera que había conocido. Tristemente, parecía ser que siempre iban a tener que ser definidas por la mirada masculina y su completa dependencia a ellos, y ese parecía ser un destino del que no podría escapar. Marinette repasó mentalmente las cuentas que había hecho un par de noches atrás, y se dio cuenta de que sus ahorros eran insuficientes. Ella realmente quería pensar una forma en la que pudiera dedicarse a tiempo completo en sus vestidos, tal vez, así tendría una forma de sobrevivir. Sin embargo, por más que lo pensaba, no sabía cómo sería posible.
– Marinette – gritó una voz femenina que la buscaba.
– ¡Alya! – respondió Marinette – aquí estoy – dijo la chica para que su amiga pudiera guiarse con el sonido de su voz. Alya llegó hasta el estanque. Ella se veía casi sin aliento, tras una larga caminata por el bosque.
– Gracias al cielo que te he encontrado – dijo – tenía el presentimiento de que vendrías aquí, siempre he sabido cuánto te gusta este lugar.
– ¿Me estabas buscando? – preguntó Marinette sorprendida, ya que ella no había tenido tiempo de decirle que algo andaba mal.
– Sí – respondió Alya – he visto a Félix Graham de Vanilli salir del bosque en compañía de Adrien Agreste. Él se acercó a mí, y me dijo que algo andaba mal, pero no especificó exactamente qué había sucedido.
Marinette se sintió sonrojada, probablemente, los dos primos habían visto o escuchado su pelea con Luka, y ahora los dos se encontraban enterados de todo. Ella no sabía porqué exactamente, pero se sintió humillada al pensar que ellos dos vieron aquel momento tan personal. Sin embargo, no pudo evitar agradecerle mentalmente a Félix el hecho de que tuviera el buen sentido de mandar a su amiga en su busca. Él debió presentir que ella necesitaba una mano amiga, alguien en quien confiar en un momento como aquel, y Alya es la mejor persona para la tarea. Marinette comenzó a llorar nuevamente, al tiempo que su amiga se sentaba al lado suyo en la roca.
– Marinette – dijo Alya mientras tomaba su hombro. – ¿Qué sucedió?
– Luka rompió el compromiso – contestó entre sollozos.
– ¿Qué? – preguntó Alya impactada – ha de ser un error, seguro no era…
– Fue bastante claro, Alya – dijo Marinette de mala manera – es tan claro como que él necesita más dinero para pagar las deudas de juego de su padre.
– Ha estado muy mal de su parte, no debió dejar que tus padres hicieran esta reunión, ahora quedarán en ridículo – respondió Alya airadamente mientras se sonrojaba más y más conforme pasaban los segundos – ¿es qué acaso no se tomó la molestia de verificar su situación económica antes de lanzar algo tan importante para tí como una propuesta de matrimonio?
– Le recriminé exactamente lo mismo – dijo Marinette.
– Cabeza hueca – murmuró Alya – tiene su cabeza en las nubes, cómo es posible que ni siquiera hubiera tenido el cuidado necesario.
– Lo sé – dijo Marinette quien no pudo evitar sentirse agradecida ante la molestia de Alya, que tan solo ponía de presente la solidaridad de su amiga con su situación.
– No es justo, él fue el culpable, él debería afrontar esta situación, tú no deberías cargar sola con las consecuencias de esto – comentó Alya quien parecía sentir la misma frustración que Marinette había sentido instantes antes.
Marinette guardó silencio, y juntas permanecieron allí hasta que decidieron que era hora de volver a la casa. Al llegar de vuelta, ellas se encontraron con que los demás invitados ya se habían marchado de allí. Luka en especial parecía haberse disuelto en el aire, ya que no había rastro de él, lo que Marinette agradeció, ya que era la última persona a la que quería ver. Nino alentó a Alya para que subiera al carruaje de una vez, era claro que su amiga quería quedarse a su lado, pero su esposo no lo permitiría, ya que él no estaba enterado de la situación, y probablemente, no sabría nada sino hasta que la noticia reventara en los periódicos a la mañana siguiente.
Ella se despidió afectuosamente de su amiga y entró a la casa muy lentamente. Marinette no vio señal alguna de sus padres mientras que subía las escaleras hacía su desván. Probablemente, si era que Luka aún tenía algo de honor en su interior, él mismo les habría comunicado su decisión de romper el compromiso, en vez de dejarle aquella incómoda tarea a Marinette. Ella se sentó en la cornisa de la ventana en la que ella había visto leer a Félix durante la temporada que pasó en su casa.
Marinette no entendía porque tenía que pensar en él en un momento como aquel, pero no pudo evitar preguntarse su opinión. Lo único que supo es que le estaba completamente agradecida por interesarse por su seguridad y bienestar en un momento como aquel, pues había mandado a su amiga en su busca con la única intención de brindarle apoyo, lo cual había resultado muy bien. En realidad, su nuevo amigo podría ser el hombre más sensato con el que se había cruzado. Pudiese ser que su pasado no fuera el más brillante, pero ciertamente parecía haber aprendido de él, y ella era quien tenía la suerte de beneficiarse de aquella situación.
En aquel instante, Marinette se alegró ligeramente al ver una cabellera rubia entrar por la puerta, era justamente de la persona en la que estaba pensando.
– Señor Graham de Vanilli, yo… – dijo Marinette mientras se acercaba hacía la puerta. Sin embargo, ella se detuvo de repente al ver que se trataba de Adrien.
– Lo lamento – comenzó nuevamente Marinette más seria – te confundí con tu primo.
– Yo soy el que lamenta defraudar – dijo Adrien con sarcasmo.
– Por favor marchate, Adrien – pidió Marinette – no estoy de humor, tuve una tarde terrible, y no quiero hablar de ello nuevamente, pero te aseguro que mañana lo leerás todo en los periódicos.
– No es necesario– respondió Adrien– Félix y yo los escuchamos hablar mientras nos encontrábamos en el bosque. Te aseguro que no fue nuestra intención. Yo no me sentía agusto en la fiesta, por lo que decidí escapar al bosque, Félix tampoco quería invadir tu intimidad, él tan sólo se encontraba acompañándome, no es su culpa.
– No sé qué decir – respondió Marinette quien sintió su voz temblorosa y sus ojos escocerle, en tanto comenzaba a parpadear frenéticamente.
– Marinette– comenzó Adrien mientras daba un par de pasos hacía ella y tomaba sus dos manos entre las suyas. – si hay algo que yo pueda hacer por ti, por favor pídelo. Sé que nuestra relación no ha sido la mejor los últimos meses, pero también sé que no quiero verte sufrir.
Marinette tan solo le respondió con una suave sonrisa mientras asentía. Ella sabía que si le dirigía una palabra estallaría en llanto, por lo que prefirió quedarse en silencio.
– Sé que los dos somos culpables en nuestra situación – comenzó nuevamente Adrien con tristeza – todos me lo han dicho una y otra vez, y también sé que lo que te ofrezco son migajas, pero me siento atrapado, y no sé qué hacer. Creo que a estas alturas, ni Kagami ni yo queremos seguir con esta locura, pero nuestras familias son tan exigentes, que no sabemos cómo escapar.
– Adrien, por favor, no te lo tomes a mal– comenzó Marinette algo irritada – pero francamente, en este preciso momento, no quiero saber nada acerca de tu relación con Kagami Tsurugui. Yo ya tengo demasiados problemas cómo para cargar a cuestas los de los demás.
Marinette le dió la espalda a Adrien mientras que se acercaba nuevamente a la ventana y miraba hacía el jardín trasero de la casa. Ella nunca se había negado a escuchar lo que Adrien tenía por decirle. A decir verdad, no importaba la situación, el los últimos cinco años, Marinette había pasado el tiempo haciendo sus sentimientos hacía un lado cada vez que se encontraba con él, pero esta vez su paciencia se había terminado, simplemente, a ella ya no le importaba.
– Que fría te has vuelto, Marinette – dijo Adrien mientras se acercaba a ella.
– Soy fría para tí porque ya no estoy dispuesta a cumplir cada uno de tus deseos sin esperar que tú por lo menos me regales algo de respeto – contestó Marinette.
– ¿Quieres que sea el malo del cuento? – preguntó él mientras se acercaba a la ventana y la tomaba fuertemente por el codo. Marinette forcejeó pero él no la soltó. En cambio, la empujó sin ninguna delicadeza hacía el centro de la habitación.
– Perfecto, seré el malo del cuento – dijo Adrien. Marinette emitió un quejido, y se le quedó mirando sorprendida, así como ella nunca le negaba nada a Adrien, lo cierto es que él jamás le había dedicado una palabra poco amable, y mucho menos, la había tratado de aquella manera.
– Marinette – comenzó él molesto – dime qué es lo que vas a hacer ahora. Luka Couffainne te abandonó sin pensarlo dos veces, en un par de horas serás el hazmerreír de París. Yo puedo darte una buena vida, y sobre todo, mucha seguridad.
– Poner toda mi vida en tus volubles manos no es seguridad, si te llegas a cansar de mí, lo perderé todo, mi familia y mis amigos – dijo Marinette – tú sólo estás molesto porque esta vez las cosas no salen como tú deseas, vete Adrien.
– ¿Cómo te atreves a decir eso? – preguntó Adrien quien dió un paso hacía adelante, mientras que ella daba dos pasos hacía atrás.
De repente, la puerta se abrió y los dos se quedaron estáticos ante la perspectiva de que alguien pudiera oír su discusión. Amelie Graham de Vanilli entró en la habitación con su aire de gran dama, fingiendo que nada pasaba allí, que simplemente se encontraban tomando tranquilamente el té.
– Adrien, querido, creo que es hora de que te vayas– comentó amablemente – ya todos los invitados se encuentran esperando sus carruajes, y creo que tú deberías hacer lo mismo. Pronto serás el señor de tu propia casa, y es momento de que comiences a comportarte como tal.
Adrien se tornó pálido. Su tía lo había dejado en evidencia, y fue claro que por primera vez, alguién lo confrontaba con lo terrible que era su comportamiento.
– S-si señora, con permiso – dijo él mientras hacía una reverencia y se marchaba.
– Señorita Dupain ¿Quiere que la acompañe a su habitación? – preguntó Amelie dedicándole una sonrisa.
– Sí, por favor– asintió Marinette.
Marinette se quedó en su cuarto hasta que llegó la noche, cuando ella decidió que ni siquiera tenía deseos de ir a cenar. A pesar de lo anterior, ya era muy tarde cuando ella sintió golpes en la puerta de su habitación.
– ¿Quién es? – preguntó.
– Somos nosotros, Marinette – dijo Sabine quien se encontraba al otro lado de la puerta.
Marinette dejó a sus padres seguir a su habitación, mientras que los dos se sentaban en un sofá junto a la ventana que adornaba la estancia. Marinette se sentó en una silla frente a ellos mientras que los tres guardaban silencio como lo requería la gravedad de la situación.
– El capitán Couffainne nos lo contó todo – dijo seriamente Sabine – por lo menos tenemos la prerrogativa de elegir la forma en la que hemos de dar la noticia de la ruptura del compromiso.
– ¿A qué te refieres, mamá?
– Para él sería más conveniente que digamos que has sido tú quien lo ha cancelado – comentó Tom – pero lo cierto es que a ninguno de los dos nos importa lo más mínimo que es lo más conveniente para él, sino lo mejor para tí.
– ¿Creen que debería decir que yo rompí el compromiso? – preguntó Marinette.
– Así es – contestó Sabine– si no lo hacemos podríamos alimentar todos aquellos rumores mal intencionados que surgieron con el asunto de Adrien Agreste. – dijo, por lo que Marinette frunció el ceño. Al parecer, sus padres habían tenido el mismo presentimiento que ella.
– Mañana publicaremos nosotros mismos el anuncio en el periódico, ya tenemos listo el texto – dijo Tom pasándole una nota a Marinette. Ella la leyó y quedó satisfecha, pues era clara, directa y sin muchos adornos, sin especificar nada acerca de las verdaderas razones, aunque de seguro, los boletines sociales ya se ocuparían de aquello.
– Perfecto– dijo Marinette quien no encontraba ninguna falla en el plan de sus padres. Los tres se prepararon para darse las buenas noches, en tanto Sabine le decía a su esposo que prefería quedarse un poco más para hablar con Marinette.
– Amelie me comentó que vio a Adrien tratarte sin la menor delicadeza a través de la ventana del desván – dijo Sabine preocupada. – creí que podríamos mantener unas relaciones civilizadas con los Agreste tras la ruptura, pero me temo que no es así. Yo creo que lo mejor será que yo vaya a hablar con Gabriel Agreste, no importa lo que digan de aquí en adelante los periódicos, no quiero volver a ver a ese joven en mi casa.
– Creo que tienes razón, mamá – aceptó Marinette, lo que sorprendió a Sabine.
– ¿Realmente lo crees? – preguntó.
– Sí, él ha visitado esta casa y la de París en múltiples oportunidades. Él insiste en que quiere que yo acepte vivir con él en el campo, lo cual, no voy a hacer. Adrien ya sabe mi secreto, sabe que yo soy Ladybug, y su comportamiento es cada vez más errático – dijo Marinette quien siempre se dejaba llevar por aquel instinto de defender a Adrien sin importar lo que hiciera. Pero, esta vez era completamente diferente, él verdaderamente la había asustado mucho.
– ¿Por qué no me habías dicho esto, Marinette? – preguntó Sabine molesta.
– No quería causar problemas, creí que finalmente se cansaría y se marcharía. Además, supongo que él parecía tan triste de que yo lo hubiera rechazado que no quería herir sus sentimientos – dijo Marinette quien no quería mirar a los ojos a su mamá.
– ¿Sus sentimientos? – preguntó Sabine molesta – ¿Y qué hay de los tuyos? ¿Es qué acaso esos no cuentan?
– Marinette– comenzó Sabine tras una breve pausa – ya no más, hablo en serio, tu amistad con el señor Agreste fue buena al principio, pero llegó un punto en el que debe terminar. Lo lamento mucho por él, pero es claro que a él verdaderamente no le importa tu bienestar. Amelie tiene el presentimiento de que su hijo podría acercarse a tí, pero él al igual que tú, teme herir a su primo.
Marinette guardó silencio, pues no hallaba ninguna objeción ante la posibilidad de concretar un cortejo con alguién como Félix, pero su instinto aún era fuerte, y ella sabía a la perfección que un matrimonio con su primo sería el insulto más grande para Adrien.
– Sé lo qué estás pensando, sé que te niegas a hacerlo – dijo Sabine mientras la tomaba de la mano– pero sería un matrimonio más que conveniente. Yo los he visto juntos, y sé que hay verdadero afecto allí. Tú no eres la responsable de la felicidad de Adrien Agreste, Marinette. Es tu vida la que está en juego.
Marinette asintió sin atreverse a contestarle a Sabine, sin embargo, aquellas palabras se quedaron asentadas en su memoria, aún mucho después de que ella la hubiera dejado sola. Marinette no pudo dormir aquella noche, al punto que finalmente a las dos de la mañana se dio por vencida y bajó a la sala de estar del primer piso en compañía de su bordado. Ella encendió una pálida vela al lado de la ventana y se sentó allí a ver pasar las horas en silencio.
Sin embargo, no fue sino hasta pasadas las cinco de la mañana, que ella sintió pasos en la escalera. Marinette pensó que tal vez se trataba de alguno de los miembros de la servidumbre, ya que aún era demasiado temprano para que sus padres se pusieran de pie. Sin embargo, su sorpresa fue grande al darse cuenta de que se trataba de Félix quien tenía puesto su traje para montar.
– Buenos días – dijo Marinette sorprendida. Él se detuvo de repente en el pasillo, pero caminó hacía ella muy lentamente.
– Buenos días, señorita Dupain– respondió él – supongo que para usted ni siquiera han sido buenas noches, ya que dudo que haya podido dormir – dijo, en tanto se acercaba hacía ella y se sentaba en la silla contigua. Los dos observaron la oscuridad de la ventana por algunos instantes, hasta que Marinette fue la primera en hablar.
– Está usted en lo cierto, no pude dormir, ni siquiera un poco – admitió Marinette.
– ¿Qué han pensado hacer? – preguntó Félix.
– Diremos que yo decidí romper el compromiso – comentó Marinette quien suspiró – eso es infinitamente mejor a que la gente llegue a pensar que Luka lo rompió por mi culpa.
– Tiene razón – aceptó Félix. – ¿Cuál será la versión de su familia para romper el compromiso? – preguntó.
– No lo sé, para ser honesta, no lo he pensado.
– Podría ser otro compromiso – dijo Félix seriamente. En ese momento, Marinette volteó a verlo completamente sorprendida, todo esperaba menos que él pronunciara aquellas palabras, después de todo, ellos nunca habían planteado sobre la mesa la posibilidad de que mutuamente pudieran ser la solución a sus problemas.
– ¿Se refiere a usted mismo? – preguntó Marinette quien quería escuchar las palabras salir de sus labios.
– Por su puesto ¿A quién más podría ser? – preguntó Félix.
– Pensé que no deseaba fastidiar a su primo.
– Al diablo con mi primo. Usted y yo no le importamos a él ¿Por qué debería importarnos a nosotros? – preguntó Félix mientras la miraba a los ojos.
– Ese es un buen punto– respondió Marinette con una pálida sonrisa, ya que en las acciones de Adrien no había nada más que un mal escondido egoísmo. Él únicamente la quería a ella por la manera en la que lo hacía sentir consigo mismo, pero realmente no le importaba en lo más mínimo su seguridad.
– No le agradecí por lo de esta tarde– dijo Marinette de repente – mandar a Alya a buscarme fue muy considerado de su parte. Ella fue de gran ayuda, gracias por pensar en mí.
– No tiene por qué agradecerme– dijo Félix – simplemente pensé que había tenido demasiado por un día.
– ¿Está usted seguro de qué quiere hacer algo tan apresurado como comprometerse conmigo? – preguntó Marinette.
– Los dos estamos en una situación muy desesperada. Usted ha sido rechazada no por un pretendiente, sino por dos. Además, ya han pasado cuatro meses desde la muerte de mi abuelo, lo que tan sólo me deja con ocho meses para conseguir una esposa, de lo contrario, todo el dinero de mi familia irá a parar a las arcas de los embargo… – comenzó Félix quien se detuvo para tomar un largo suspiro.
– Sin embargo, creo usted y yo somos compatibles – dijo Félix – en los meses que llevo aquí, usted no ha hecho nada más que sorprenderme con su generosidad y carácter, señorita Dupain. Usted, a diferencia de muchos otros, ha sido capaz de comprenderme y perdonarme como nadie antes lo había hecho, yo me atrevería a decir que usted es mi primera amiga.
– Es usted muy generoso conmigo – respondió Marinette dedicándole una sonrisa– pero verdaderamente no quiero que usted se sienta obligado por mí, o por lo difícil de mi situación.
– No me siento obligado, todo lo contrario, yo me sentiría muy honrado si usted decidiera aceptarme– dijo Félix mientras se paraba de su silla y se arrodillaba frente a ella con la intención de poner su rostro a su altura.
– Marinette – continuó Félix quien por primera vez usaba su nombre de pila – sé que no puedo ofrecerle mucho más que lo que nuestra mutua necesidad requiere, pero por lo menos sabemos que podremos encontrar en el otro un amigo, una persona en la cual apoyarnos, por favor deme esta oportunidad y le prometo que no la defraudaré– dijo. Marinette lo miró a los ojos por unos segundos.
– Félix – respondió Marinette mientras que ella también comenzaba a usar su nombre de pila– dime algo ¿Aún está en pié ese beso que me pediste hace tiempo?
– Por supuesto – respondió él dedicándole una sonrisa.
– Perfecto – dijo ella antes de inclinarse hacia él y darle un largo beso en los labios. Él respondió aquel gesto con premura y pasión, tomando su mejilla con suavidad. Marinette sintió que por primera vez en semanas su corazón se alegraba, y se sentía tan cálido como la luz del sol de las primeras horas de la mañana y los alumbraba a los dos.
Hola a todos, finalmente llegamos al punto al que queríamos llegar. Fue la escena de Adrien y Félix en el bosque la que inspiró todo este fic. Por supuesto, sobra decir que aún nos quedan capítulos. Muchas gracias por leer. Adiós.
