Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de Stephenie Meyer y la autora es CaraNo, yo sólo traduzco sus maravillosas palabras.

Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of Stephenie Meyer and the author is CaraNo, I'm just translating her amazing words.


Thank you CaraNo for giving me the chance to share your story in another language!

Pueden encontrar todas sus historias en su blog, favor de quitar primero los espacios. También compartiré el link directo a su blog en mi perfil de FF.

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Gracias Yani por betear esta historia.


Capítulo 7

POV Bella

Viernes.

Era primero de abril. Ya saben, día de los inocentes y toda esa mierda.

Sí, estaban a punto de pasar algunas cosas.

Oh, y mis padres llegarían mañana. No podía esperar. Mamá C incluso los invitó a la comida del domingo.

También mis lentes nuevos habían llegado ayer, solo decía.

Siendo perfectamente honesta, necesitaba unos nuevos. Mis lentes viejos eran demasiado feos para ser usados. Así que ahora tenía lentes de montura negra, o sea, estilo de bibliotecaria. Eran jodidamente ardientes, para ser sincera.

Los usaría hoy.

*o*o*o*

—Buenos días, Bella —gruñó Jasper al cruzar la puerta.

—¡Qué hay de nuevo, doc! —sonreí.

En realidad, me estaba hartando de eso. Puede que me detuviera. Pronto. Tal vez.

Jasper gimió frustrado, pero se detuvo a medio gemido cuando vio mis lentes.

Eso le subió el jodido ánimo.

—Oh, tengo que ver esto —se rio—. ¿A qué hora llega Edward?

Revisé su horario.

—En cualquier momento. —Sonreí.

Jasper corrió a toda velocidad a su consultorio solo para regresar con su ropa de trabajo un minuto después.

—¿De verdad crees que los notará? —le pregunté con un poco de desconfianza.

Este era el tipo del que estaba realmente enamorada, y puede que hubiera llorado un poco ayer. Ya saben, sintiendo lástima por mí misma y todo eso.

De verdad lo deseaba.

—Nop. No lo creo. Lo sé —respondió lleno de confianza.

Esperemos que sí, pensé justo cuando la puerta se abrió.

Alcé la vista para verlo desde el escritorio, llevando la misma sonrisa que usaba todas las mañanas.

—Buenos días, Edward.

No dijo nada.

Me estaba viendo con ojos como platos. Y tragó.

Creo que sí notó los lentes.

Jasper se burló detrás de mí.

—Edward, ¿estás bien? —pregunté fingiendo preocupación.

Eso pareció espabilarlo.

—Uh… sí… tú también. Estaré en mi consultorio.

Umm, ¿bien?

—Gracias, Bella. —Jasper se rio en cuanto Edward se fue—. ¡Me hiciste el día!

Ajá, pero Edward me evitó por el resto de mi día.

Estaba empezando a perder la esperanza.

Me salté toda esa mierda del día de los inocentes.

*o*o*o*

—Bella, no olvides llamarme mañana —dijo Rose mientras cerrábamos al final del día—. ¿Segura que no quieres que alguien te acompañe a Seattle?

Había estado preocupada por mí todo el día. No me gustaba eso. Estaba perfectamente bien, saben.

—Estaré bien, Rose. Te lo prometo —sonreí lo más genuinamente posible.

Ella frunció el ceño. Me había atrapado.

Afortunadamente, lo dejó pasar. Quería decir, no había nada que pudiera hacer.

—Emmett pasará mañana temprano a tu casa con el Jeep…

Estaba a punto de agradecerle otra vez por prestarme su carro para recoger a mis padres en Sea-Tac, pero esa jovial voz nos interrumpió, acercándose detrás de mí.

—¿Recogerás a tus padres tú sola?

Con un profundo suspiro, me giré y quedé cara-a-pecho con Sexward.

Rose me besó la mejilla, ahora parada detrás de mí, y dijo "Adiosito". Sí, había dicho adiosito.

Preocupada o no, ella seguía creyendo que Edward sería mío. Pronto.

Yo ya no.

—Sí —le respondí—. El vuelo de mis padres aterriza a mediodía, y estaré ahí para recogerlos. Em y Rose fueron lo suficiente amables para dejarme tomar prestado su carro.

Alzando la vista para verlo, noté que una vez más estaba mirando mis malditos lentes, y me pregunté si tal vez eran una distracción demasiado grande para él. Porque al parecer no podía hablar cuando los usaba.

—Puedo llevarte —soltó al parecer de repente.

Este era el momento donde el tiempo se detenía en las películas, yo me giraba a la cámara y preguntaba: ¿Qué debería hacer? ¿Qué debería hacer?

En realidad, el tiempo no se detuvo y no había ninguna cámara.

—Si quieres, por supuesto —añadió, al parecer ya había comprendido lo que había ofrecido, y no se iba a retractar.

Interesante.

—¿Ocho horas en un carro conmigo? —le pregunté, quería que entendiera en realidad lo que estaba preguntando—. Cuatro de esas ocho serán con mis padres.

Escuché un grito entonces, y Edward también lo escuchó.

Ambos seguimos la dirección del grito, y lo que vi me hizo hervir la piel.

Era Victoria… y lo que asumía era su novio o el papá del bebé.

El papá del bebé estaba a punto de convertirse en comida para cerdo si seguía con esto. Sí, había escuchado que la mafia alimentaba a sus cerdos con cadáveres de víctimas, porque los cerdos digerían todo. Incluidos los huesos. Eso sería muy bueno justo ahora.

El imbécil de la coleta y Victoria estaban parados afuera del único bar que teníamos aquí en el pueblo de Forks —al cruzar la calle, a unas casas del salón de Alice— y era jodidamente obvio que estaban peleando.

Lo analicé y llegué a una conclusión. No podría derrotarlo, pero sí podría derrotarlo. No, eso no tenía nada de sentido. Pero esperaba poder derribarlo. Papá me había enseñado muchas cosas.

—Oh, no, no lo harás —escuché decir a Edward, deteniéndome con una mano en el hombro. Supongo que había empezado a avanzar.

Maldición, había olvidado que él estaba aquí.

—Suéltame, tengo un culo que patear —dije en voz baja con furia, tenía los ojos pegados en el imbécil.

También podría incendiar al imbécil… era una idea.

—No, no lo harás, Bella.

Me giré para fulminarlo con la mirada.

—¿Qué? —dije entre diente—, ¡¿te quedarás ahí parado sin hacer nada?!

Alzó su celular.

—Mientras tú estabas ahí murmurando sobre comida de cerdo y digestión, yo le envié un mensaje a Emmett. Está de guardia y llegará aquí en diez minutos.

Oh…

Oh.

—Pues eso no es lo suficientemente bueno —repliqué, girándome de nuevo solo para ver al imbécil y a Victoria entrar al bar—. Ves, van a entrar, Edward. Los seguiré y mantendré un ojo en ellos.

—Carajo, eres terca —resopló—. Y loca si piensas que te dejaré entrar ahí sola.

—Entonces supongo que ambos iremos —repliqué, ya en camino a cruzar la calle.

Sí que podría derribar al tipo. Podría arrancarle su asquerosa coleta, ¡sí! ¡Podría arrancarle el cabello al cabrón!

—Maldita sea, Bella —gruñó Edward detrás de mí, alcanzándome—. Es que no quiero que salgas herida, ¡¿no puedes comprenderlo?!

—No saldré herida —bufé.

—Espera, ¡espera!

Estaba a punto de abrir la puerta del bar cuando una vez más Edward me jaló hacia atrás.

Lo fulminé con la mirada.

Me aclaró:

—Solo digo que tal vez no deberíamos irrumpir ahí. Piénsalo.

¡No puedo pensar! ¡Quiero golpear y convertir en bocadillo al imbécil!

—Actúa, Bella. Te estoy diciendo que al menos actúes como si solo estuvieras ahí para tomar un jodido trago. No entres ahí solo para verlos.

Ah, ahora lo entendía.

—Eres inteligente, Sexward. Sabía que te mantenía cerca por una razón. —Asentí.

—Dios, gracias —replicó con sarcasmo.

Lo ignoré.

—Bien, entonces somos dos compañeros tomando algo después del trabajo.

Con eso dicho, abrí la puerta del bar lleno de humo y me fui directo a la mesa más cercana al imbécil y Victoria.

Edward me siguió y se sentó junto a mí así que ambos teníamos una visión clara del imbécil, pero también sospechaba que se había sentado ahí para bloquear mi salida si quería comprar algo de comida para cerdo.

Aunque, ¿dónde podría encontrar cerdos en el pueblo de Forks?

—Emmett llegará aquí en minutos, Bella. Cálmate —murmuró Edward suavemente y demasiado cerca para mi gusto… o para su gusto si no quería ser lamido.

En la nariz.

—Estamos manteniendo un ojo en ellos, ¿no? No pasará nada en un bar —continuó, poniendo una mano en mi mano que al parecer estaba aplastando la madera de la mesa.

Tal vez no aplastando, pero lo intentaba.

Tal vez debería respirar.

Sí, lo intentaría.

Pero entonces vi al imbécil agarrar el brazo de Victoria con demasiada brusquedad.

—No pasará nada en un bar mi trasero —siseé, lista para saltar sobre la mesa si Edward no me dejaba salir, pero… Edward ya no estaba junto a mí.

¿Cómo demonios pasó eso?

Luego vi que ya estaba de camino hacia el imbécil.

Lancé mi culo hacia allá.

—Suéltala —escuché a Edward gruñirle a Coleta.

Intenté mantener mi mirada en Victoria, que se veía aterrada, y se me ocurrió que tal vez Coleta todavía no sabía del embarazo.

—Lo que haga con mi chica no tiene ni mierda que ver contigo —espetó Coleta.

Apreté los puños.

Oh, pero no tenía que hacerlo, porque, porque, porque, santa mierda, ¡Edward golpeó a Coleta!

Santa mierda, ¡eso no sonó como los golpes en Duro de Matar! ¡John McClane estaba fingiendo!

Esto fue más bien un golpe sordo.

Victoria gritó entonces y volaron más puños.

—¡Ya llamamos a la policía! —le grité al camarero.

Me apuré a ella para agarrarla, mantuve una mano en su estómago mientras nos dirigíamos a un sitio más seguro. Pero no podía apartar los ojos de Coleta y Edward. Había gritos por todas partes, algunos les decían que se detuvieran, y otros que continuaran. ¡Gente chiflada!

¡Era tan malditamente fuerte! Me refería a Edward. Y, maldición, de verdad estaban luchando hasta la mierda en el piso. Era como dale-golpe-golpe-dale mientras los puños de Edward volaban por el aire.

Y Dios mío, se veía caliente. Todavía llevaba puesta la filipina azul y una chaqueta negra, y ese jodido gorro… oh, y los Converse… tan sexy y santa mierda, ¡¿le había reventado el labio?!

Oh, no, ¡no acababas de hacerle eso a mi Edward, Coleta!

Dejando a Victoria atrás, me acerqué a la parte central del piso para atacar a Coleta por reventar el labio de Edward, pero me detuvieron.

—De ninguna jodida manera, Bella. ¡Retrocede! —escuché una retumbante voz ordenarme.

Emmett.

Él y su oficial —Mark— entraron volando como vampiros a toda velocidad y separaron fácilmente la pelea, y que me jodan si es que Coleta no estaba cerca de desmayarse. Ciertamente mi Edward le había hecho un numerito.

—Edward, ¡¿estás bien?! —lloré, ni siquiera estaba consciente de las lágrimas cayendo por mi cara, pero cuando lo pensaba, tenía sentido. Acababa de presenciar mi primera pelea en un bar.

—Estoy bien —gruñó al pasarse una servilleta sobre el labio, sentándose en un taburete mientras Emmett sacaba a Coleta. Y creía haber visto a Mark con Victoria.

—Dijiste que no pasaba nada en bares —gimoteé, ansiando por tocarlo.

¡No de esa forma, zorras!

Solo quería abrazarlo.

Los ojos de Edward subieron de golpe a los míos y su cara cambió.

—No llores —murmuró, dedicándome media sonrisa. Pero hizo una mueca, probablemente por el dolor en su labio inferior—. Ven aquí.

Obedecí y, Dios mío, lloré más fuerte cuando me abrazó.

—No llores, hermosa —susurró.

Lloré más fuerte.

—Pero estás herido —lloré. Y me estás abrazando, y se siente tan bien…

—Es superficial, Bella… he tenido peores —se rio silenciosamente—. Vamos, nena, necesitamos salir de aquí.

Asentí en su cuello con olor a dios, y seguí aferrándome a él mientras nos guiaba fuera del bar.

Por supuesto, lo siguiente era el interrogatorio, pero Emmett nos dijo que vendría a la clínica después de dejar a Coleta en el hospital.

No era como que Edward fuera a escapar de su hermano.

Así que, con el brazo de Edward alrededor de mí, nos dirigimos a la clínica.

Seguía sollozando y parpadeando para alejar las lágrimas por todo lo que había pasado, y probablemente seguía en shock, pero logré abrir la puerta.

—¿Lista para ser mi enfermera? —Edward intentó bromear mientras nos dirigíamos a la sala de examinación 1.

No me reí.

—Siéntate —dije con voz ronca y señalé la banca que estaba dirigida a los niños.

—Bella —murmuró—, soy el doctor, ¿recuerdas?

—No me importa —dije. Sabía un par de cosas y necesitaba curarlo ya—. Siéntate.

Creo que lo hizo solo para seguirme la corriente, pero no me importó.

Acercándome a su estación de trabajo, agarré agua oxigenada, gasas, algodón, ibuprofeno y luego un vaso de agua del dispensador que estaba en la esquina.

Él me miró. Sentía sus ojos en mí, pero estaba demasiado angustiada para importarme. Esto era algo que tenía que hacer y me alegraba que él me siguiera la corriente.

—Ten, te ayudará a detener la hinchazón —susurré con voz rota, entregándole la pastilla de ibuprofeno de 400 mg y el vaso de agua.

Él ya lo sabía, claro… pero yo solo seguí con la rutina.

—Recuéstate —murmuré.

Una vez más, me obedeció en silencio.

Encendiendo la luz superior para ver con más claridad, agarré un poco de algodón y le añadí unas gotas de agua oxigenada antes de inclinarme sobre él… estaba tan cerca de su hermosa cara.

—Va a arder —susurré, apartando mis ojos de los suyos y concentrándome en su labio roto.

Hizo una ligera mueca cuando pasé el algodón sobre su labio, y parpadeé para alejar más lágrimas.

—No tienes que hacer esto, hermosa —susurró.

—Sí —grazné, una vez más parpadeando para alejar las lágrimas—. De verdad que sí.

Comprendí entonces que mis lágrimas estaban ahí por muchas más razones. No eran solo porque se había metido en una pelea en un bar porque yo no pude esperar a Emmett. No eran solo porque Coleta le abrió el labio. Eran también por mis meses de no ser nada más que una amiga para Edward, sabiendo que él se casaría con alguien completamente equivocada para él, alguien que lo estaba lastimando. Solo quería que él… estuviera conmigo. Quería que me amara como yo lo amaba.

Sacudiendo la cabeza para aclararme, me concentré de nuevo en su labio.

—No necesitarás puntadas —murmuré. Inclinándome sobre su mesa, agarré un paquete de gasas y lo abrí—. Añade presión a la herida por unos treinta minutos. Ya no estás sangrando, así que tal vez no tendrás que durar tanto tiempo.

Intentando mantener las manos para mí, tiré la basura y limpié su espacio de trabajo antes de revisar brevemente sus nudillos.

—Te saldrán moretones… pero no abriste la piel —murmuré, más que nada para mí—. Debería ser suficiente con un poco de hielo.

Se sentó y agarró mi mano cuando retrocedí, pero no podía verlo a los ojos. Era demasiado. Lo deseaba demasiado. Quería ser yo quien lo cuidara. No solo porque estaba en el mismo lugar, sino porque deseaba ser suya.

De la forma en que… Jane lo era.

—Bella —exhaló.

No.

No podía.

Estaba exhausta y no me quedaba nada de control.

—Mírame… por favor.

No.

Entones me jaló a él, más cerca de su cuerpo, y me sentí derrumbarme. Derrumbarme cuando me abrazó de tan cerca, con sus brazos alrededor de mi cintura y su cara tan cerca… nuestras frentes se estaban tocando.

Por favor. Bésame. No me beses. Ámame. Termina con ella. Bésame. No me beses. Está mal, pero tan bien.

Más cerca.

Tan cerca.

Mis ojos se llenaron de lágrimas otra vez y los cerré con fuerza.

Nuestros alientos se mezclaron. Pesados. Menta, café, agua oxigenada, cereza, y… nosotros.

—Lo siento… —lo escuché susurrar—… pero tengo que hacerlo.

Entonces sentí sus labios posarse sobre los míos.