Capítulo 7: Incluso su vida.

—Pero qué picaruela… —Ginny escuchó la voz burlona de Nate, nada más ambos se hubieron materializado sobre el puente—. ¿A dónde nos has traído, gatita?

El Puente del Diablo.

A pesar de aquel nombre que incitaba a las más macabras leyendas y al temor, Ginny había vivido allí los mejores momentos de su vida. Junto a Harry.

En realidad no era un puente, sino tres, uno encajado dentro de otro. Situado en el Valle de Rheidol, en Ceredigion, Gales, y a pesar de la brutal caída que había hasta las casi inexistentes aguas del río que lo atravesaba en su base, aquel era un bellísimo lugar: viejo como la misma tierra que lo sostenía, rodeado por enormes y frondosos árboles verdes, del que descendía una angosta y serpenteante escalera hasta el río, apenas un arroyo, cuyas aguas discurrían, raudas, ajenas a todo… y a todos. Allí, en numerosas ocasiones, Harry y ella se habían encontrado furtivamente en medio de la noche, durante aquel magnífico verano en que ambos, siendo aún adolescentes, se entregaron mutuamente su amor sin reparos. Aquel puente había sido testigo de numerosas promesas, de juramentos, que habían volado en aras de un viento plagado de guerra y sufrimiento, hasta acabar disueltos en la bruma del tiempo.

El recuerdo de aquellos maravillosos sueños, ahora perdidos, le atenazó el pecho sin piedad. Sin embargo, se obligó a recomponerse pues recordó, alerta, que en esta ocasión no había llegado sola allí.

—¿Qué es este sitio? —Nate insistió en preguntar, mirando a su alrededor con curiosidad, aparentemente distraído, a la tenue luz de la luna que era incapaz de iluminar el fondo del barranco.

Pero Ginny no era tan tonta como para creer que él había bajado la guardia.

—Nate, siento lo que ha pasado, de veras que lo siento —se disculpó con mirada contrita. Esperaba que su voz fuera lo suficientemente convincente.

—Y más que lo sentirás. ¡'Expelliarmus'! —ordenó, haciendo saltar de la mano de Ginny la varita que, disimuladamente, ella había extraído de su bolso. Y apuntó a su corazón con su propia varita, amenazante.

Ginny tenía claro que debía ganar tiempo, debía entretenerlo hasta hallar el modo de escapar de allí.

—¡No me fastidies! ¿Quieres matarme sólo porque yo te he rechazado? —preguntó con incredulidad—. ¡El mundo está lleno de mujeres que se morirían por estar contigo! ¿O acaso eres tú, el mago que ha estado intentando matarme durante todo este tiempo? —lo retó a responder.

—No quiero matarte a ti, sino a él —respondió, con voz que intentaba aparentar calma, pero que en el fondo insinuaba una rabia apenas contenida.

Aquello, ella no lo esperaba.

—¿A él? ¿A quién? —quiso saber, más y más confusa por momentos.

—No eres tan lista como pareces.

Nate se acercó a ella despacio, amenazante, mostrando una mirada casi ida. Se notaba a la legua que él la deseaba. Sin embargo, había algo, o alguien, y no era ella, que con nada más recordarlo lo hacía enloquecer.

De pronto, una luz se hizo en las tinieblas de su más completa ignorancia.

—A Harry… —musitó, convencida. Un miedo frío se adueñó de su alma. Él quería ver a Harry muerto… Por Dios...

—Premio a la señorita.

—¿Pero por qué? ¿Por mí? ¿Es por mí? Que sepas, que él acaba de rechazarme —anunció, tratando de despistarlo el tiempo suficiente como para ser capaz de contraatacar.

En cambio, él soltó una sonora carcajada que parecía salida de un sueño demente; de una pesadilla.

—¿En serio? —Objetó, enarcando una ceja, incrédulo, cuando fue capaz de dejar de reír.

—No me crees… Que sepas, que él no vendrá —cambió de estrategia.

—Niña tonta… Claro que vendrá. Él se desvive por ti, lo daría todo por ti; incluso su vida. Vendrá. Y yo, por fin, podré acabar con su miserable y molesta existencia de una vez y para siempre. No puedes imaginar cuánto me he divertido estando contigo… —declaró, mirándola con desprecio—, viendo cómo él se ponía en peligro por ti… una y otra vez... Cuando en realidad, todos esos peligros iban destinados a acabar con su patética vida. Hasta que, para tocarme las narices de nuevo, se enteró de la verdad; pero no fue capaz de averiguar qué mente brillante había orquestado tan magnífico plan para quitarlo de en medio. Entonces, me vi obligado a reinventarme sobre la marcha —confesó, pensativo—. No es que no intentase matarlo un par de veces más; pero a ese imbécil siempre le acompaña la suerte del necio.

Ginny lo miró, horrorizada.

—¿De qué me estás hablando?

—Aún queda tiempo; te lo contaré —respondió, arrogante—.Tú has creído que Harry te ha estado evitando durante todo este tiempo por algún tipo de discusión, de pelea, que ambos mantuvisteis. Me habría gustado presenciarla —imaginó, morboso—. Ignorante… Él te ha estado evitando para no poner tu vida en peligro, realmente. Alguien le dio el chivatazo de que no era a ti, sino a él mismo, a quien un 'malhechor' se quería cargar; comprendió que tú tan sólo sufrías atentados cuando él estaba cerca; comprendió la verdad. A él, tontita, a él… ¿A quién crees que iban destinados los escombros que cayeron de tu tejado? ¿Y la bebida envenenada? No fuiste más que un engorro, bonita… hasta que hallé un modo creativo de usarte en su contra.

—¿Pero qué…? ¿Qué estás diciendo?

—No puedo imaginar porqué, desde un principio, ambos supusisteis que tú estabas en mi punto de mira —elucubró, extrañado—. Aunque fue divertidísimo contemplar cómo él se ponía en ridículo por ti, día sí y día también. Quiero cargármelo a él; a él… Y él, al final, ató cabos. Pero no le otorgues ningún mérito, era cuestión de tiempo que cayera del guindo —agitó su mano, con desdén—. Entonces me di cuenta de que él mismo había puesto en mis manos la herramienta perfecta para poder cobrarme mi venganza más dulce: él te arrojó a mis brazos; a-mis-brazos. ¿Entiendes la ironía? De pronto, yo tuve a mi entera disposición un modo mucho más dulce, más cruel, de hacerle sufrir hasta llevarlo al infierno, antes de mandarlo directamente allí de una patada. Y él no podía hacer nada más que confiar en mis 'honorables intenciones' y sufrir en la distancia. Pobrecito… —Rió de buena gana, por la ocurrencia—. Ah, ah… —ordenó, amenazando a Ginny con su varita, de nuevo, al ver que ella intentaba sacar algo de su bolso—. Lo he pasado realmente bien. Pero esto ya empieza a aburrirme. Comencemos con el acto final.

—Harry no vendrá. No sabe dónde estoy —aseguró, a la desesperada.

—Se las apañará. Siempre se las apaña. Hagamos esto un poco más… atractivo. Pasa al otro lado de la barandilla, por favor. Pero no saltes… todavía. —Hizo un gesto con la varita, indicándole que siguiera sus órdenes.

—Estás rematadamente loco.

—¿Loco? ¿Loco? ¡Loco, me ha vuelto él! —estalló preso de ira, de pronto—. ¡Yo debería haber sido el jefe del Cuartel General de Aurores! ¡El director del Departamento de Seguridad Mágica! ¡Todos lo auguraban! ¡Lo esperaban! ¡Yo soy brillante! ¡Insuperable! —gritó, carcomido por la envidia y por la rabia—. Pero llegó él, el señorito encantador 'todo lo sé', 'todo lo hago bien'. Él mostró un encanto innato con el que yo sólo podía soñar… Y en poco tiempo me arrebató todo aquello por lo que yo llevo más de diez años luchando. No es más que un miserable ladrón.

—¿Lo has hablado con Kingsley? Quizá el pueda argumentar…

—No vale la pena. Potter lo tiene sometido a un 'Confundus' permanente. Pero yo lo salvaré. Salvaré al Ministerio de Magia al completo de las garras de ese maldito usurpador.

—Mientes —Ginny respondió, furiosa, apenas sin darse cuenta. Si había algo que ella no podía soportar, era ser testigo de cómo alguien acusaba a Harry de maquinador, de perverso o malvado.

—¡'Expulso'! —Nate gritó, fuera de sí.

Un potente chorro de luz azul atravesó la barandilla casi al lado de Ginny, destruyéndola a su paso. Ella fue golpeada por la fuerte onda expansiva, perdió el equilibrio y cayó, logrando agarrarse con ambas manos al borde del puente. Sintió cómo su mano derecha era traspasada por un calambrazo de dolor terrible; sabía que se la había roto al golpear a Nate, en su casa; aunque había sido capaz de soportar el dolor… hasta ese momento.

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Harry se estrujaba los sesos, desesperado, intentando hallar un modo de saber a dónde se habían llevado a Ginny, y quiénes. No tenía ni idea de quién, o quiénes, se la habían llevado. ¿Era posible que, quien intentaba acabar con su vida, se hubiera llevado a Ginny para tenderle una trampa a él? Pero, entonces, habría dejado alguna pista, algún rastro sobre cómo y dónde encontrarlo. ¿O podía haber sido Nate, despechado por el rechazo al que ella lo había sometido? Y aún siendo así, ¿a dónde se la podía haber llevado? De pronto, una extraña visión se coló en su mente, entre la vorágine de alocados pensamientos. Llevado por un fuerte impulso, se centró en ella. ¿Qué había estado protegiendo Ginny en una mano durante la pelea que había mantenido con él? Él había visto el objeto de pasada, medio oculto en su mano, pero aún así, le había llamado poderosamente la atención. Él había visto aquello antes, lo conocía… Su cabeza estaba apunto de estallar. Aún así, intensificó sus esfuerzos por recordar. Algo de tela, oscuro, raído, de Ginny… Casi le saltaron las lágrimas al darse cuenta de que sabía lo que era aquello. Es más: él tenía un objeto igual. Corrió hasta su cuarto, abrió la puerta de un golpe, caminó hasta el armario y sacó, de uno de los cajones, una pequeña cajita de madera. La cogió, con temor de haberse equivocado. Pero al abrirla allí estaba: el guante raído, la pareja del que había escondido Ginny en su mano; aquellos que sirvieron a ambos, hacía tantos años ya, para ocultar sus encuentros a escondidas, durante el verano en que, finalmente, él se marchó con Ron y con Hermione en busca de los horrocruxes. ¿Y si no le habían dejado pistas sobre cómo encontrar al agresor, simplemente porque era Ginny, y no quien la había agredido, quien había decidido a dónde marchar? ¿Y si aquel secuestro no había sido más que un maldito y lamentable 'error'?

—¡'Expecto patronus'! —ejecutó con su varita, decidido, mientras cogía el guante dispuesto a darle uso de nuevo. Deseó con todas sus fuerzas no estar equivocado—. «Ginny está en serio peligro. Sigue a mi patronus, Ron, a donde quiera que él te lleve. Él me encontrará.» —Una vez dictado el claro mensaje a su ciervo guardián, lo lanzó en busca de Ron, a la carrera.

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—¡Socorro! ¡Por favor, no me dejes caer! —Ginny suplicó a Nate, presa del pánico.

—Oh… no pienso ayudarte. Pero aguanta, palomita. Si caes antes de que él llegue, las cosas se podrían complicar —él respondió, con serena crueldad.

—¡Harry no vendrá! ¡No vendrá! Si me matas, él acabará con tu miserable vida —le aseguró, con furia.

—En absoluto. Morir no figura entre mis planes inmediatos. Sin embargo…

No pudo terminar la frase, pues recibió un derechazo en plena mandíbula, que lo derribó. Harry, presa de una titánica ira, lo golpeó en pleno rostro, con saña, una y otra vez, hasta dejarlo inconsciente. Dándose cuenta de que lo mataría si seguía golpeándolo, se puso en pie y corrió a socorrer a Ginny.

—¡Aguanta, Ginny! ¡Dame la mano! —le ordenó, acercándose al precipicio tanto como le fue posible y alargando su mano hacia ella.

—No puedo, Harry. Mi mano derecha está rota y, si suelto la izquierda, caeré sin remedio.

—Mi varita, mi varita… —Él rebuscó por todos los bolsillos de su chaqueta, enloquecido, con manos temblorosas. Pero no halló su varita, que debía haber perdido al golpear a Nate, sin darse cuenta.

—No puedo aguantar más, Harry —ella anunció, casi rendida.

—¡Aguanta! ¡Acércame tu mano derecha! ¡Te cogeré por la muñeca!

Ginny así lo hizo. Cuando Harry estaba apunto de coger su mano con todas sus fuerzas, un fuerte espasmo de dolor sacudió su cuerpo y un esputo sanguinolento salió disparado de su boca. Destrozada por la angustia, Ginny vio cómo Nate, cuyo rostro estaba completamente ensangrentado y desfigurado, a espaldas de Harry, profería un macabro grito de triunfo. Debido al impulso por el golpe recibido, el cuerpo de Harry se precipitó al vacío, con un enorme cuchillo clavado en la espalda. La mano izquierda de Ginny no pudo aguantar más el peso y, dedo tras dedo, dejó de responder a su más mínima orden de resistencia. Segundos después, su cuerpo se precipitó a la inmensa negrura, tras el de Harry.


NOTAS DE LA AUTORA

Soy consciente de que apenas he dado tiempo para que la gente que sigue este fic pueda leer el capítulo anterior, y (si quiere) comentarlo. Así que, en esta ocasión, dedico el capítulo a todas aquellas personas que siguen este relato, a todas y cada una de ellas.

Aún así, tengo que hacer mención especial a patriciamartin151197, la persona más rápida 'a este lado del oeste', jeje, quien me ha dejado un comentario muy, pero que muy interesante al respecto. Como comprobarás en este capítulo, tu teoría iba bien encaminada pero no era totalmente correcta. Sinceramente, espero haberte sorprendido.

De hecho, espero haber sorprendido (para bien, si es posible) a todos los lectores de este relato. En parte, para eso lo estoy escribiendo y publicando. Si supierais que está basado en un sueño que tuve una noche, mientras dormía... Bueno, ya lo sabéis.

He publicado este capítulo apenas con una ligera corrección. Así que, si encontráis en él más fallos gramaticales u ortográficos de los habituales en mí, me disculpo de antemano. Le daré un repaso en cuanto pueda. Pero una vez lo he terminado, no he sido capaz de resistirme a publicarlo inmediatamente. Para mí, ha sido bastante... 'intenso' escribirlo.

No habrá más capítulos hasta la semana que viene, no creo que disponga de tiempo suficiente para poder escribir y publicar ninguno más.

Así que, con cariño, me despido hasta la próxima semana.

Rose.