Ese verano Bellatrix no tuvo problema para rechazar la invitación de los Lestrange: tenía que prepararse para los ÉXTASIS. Así logró quedarse un verano más sola en la mansión Black. Aunque no completamente sola…
-Pero si aún no sabes qué trabajo quieres ¿a qué exámenes te presentarás? –inquirió Sirius abrazándola bajo las sábanas.
Su prima se acurrucó junto a él y enumeró con los dedos:
-A ver… A los de Pociones, Herbología y Cuidado de Criaturas, por si quisiera estudiar magizoologia. También a Encantamientos y Transformaciones, son básicos y los más prácticos. Al de Defensa por supuesto, igual consigo que los examinadores aprendan algo. Quizá también a los de Alquimia y Aritmancia, cogí esas optativas porque se supone que son las más difíciles... Y bueno, Adivinación no creo que sea muy complicado… ¡Oh, y al de Astronomía, claro! Sería estúpido no presentarme siendo una Black.
-¿Qué te parece si te haces pasar por este Black y haces los cinco que necesito para ser auror? Me puedo dejar el pelo largo –comentó enredando entre sus dedos los mechones de su prima.
-Estarías muy sexy –aseguró ella besándolo-. Pero no lo necesitas, vas muy bien en todas las asignaturas. Si te esfuerzas un poco más en Pociones no tendrás ningún problema.
-No es que no me esfuerce... Es que, a ver, tengo un caldero hirviendo y la cabeza de Quejicus cerca… ¡me es imposible reprimir el deseo de sumergirlo!
-¡Sirius! –le regañó ella.
-¡No lo digo con crueldad! Lo digo porque así se lavaría el pelo de una vez.
Bellatrix sacudió la cabeza e intentó no sonreír. Desde su bronca tras el incidente con Lupin su amistad con Snape se enfrió. Como pertenecían al mismo grupo mantenían las formas, pero ya no estudiaban juntos ni quedaban tras las clases. Sobre todo porque había algo que no le podía perdonar: Snape (junto a otros slytherins) había empezado a acudir a reuniones con su maestro. No lo entendía, Severus era mestizo, ¿cómo lo toleraba Voldemort? Aún así lo quería reclutar y también a Rodolphus, Dolohov, Macnair… Eran ya un nutrido grupo de jóvenes magos. Y Voldemort tenía grandes palabras para todos.
Bellatrix no podía evitar los celos. Hasta entonces era la única a la que Voldemort prestaba atención, pero ahora era una más. Cierto que era la única a la que entrenaba personalmente, pero aún así… Pronto se dio cuenta de que era peor de lo que pensaba. Fue una tarde en la que se encontró con Rabastan en el Callejón Diagon. El mayor de los Lestrange la invitó a tomar algo en un concurrido y ruidoso bar.
-Creí que estarías en Francia con tu familia –comentó Bellatrix.
-Nah, estoy ocupado con una misión para el Señor Oscuro –respondió él con una sonrisa de suficiencia.
-¿Quién? –inquirió ella desconcertada.
-Ya sabes… No podemos pronunciar su nombre, nadie es digno. Pero tú siempre lo has llamado maestro, eso también está bien.
-Ah… Sí… -respondió Bellatrix algo desconcertada por el misticismo del que empezaba a rodearse Voldemort.
-¿Y bien? –susurró él bajando el tono- Enséñamela.
-¿El qué?
-Ya sabes… -repitió él con secretismo- Su marca.
Cogió un ejemplar del Profeta para ocultarlo del resto, se subió la manga y le mostró el tatuaje de una serpiente saliendo de la boca de una calavera. A Bellatrix le gustó el diseño. Y lo reconoció: era la marca que imprimía Voldemort a sus seguidores, a quienes denominaba mortífagos. Le aclaró que ella aún no la había tomado y él se extrañó. Le comentó que como Rodolphus, Severus y algunos más la habían recibido ese verano, creyó que ella también. Bellatrix empalideció y negó con la cabeza. Su mejor amigo no se lo había contado, aunque quizá no se atrevía a poner algo así por carta.
-Bueno, enana –comentó Rabastan-, debo marcharme ya. Los asuntos del Señor Oscuro no pueden esperar. Nos veremos pronto. Y recuerda no contar nada de lo nuestro.
Le guiñó un ojo y se marchó. Bellatrix se quedó paralizada. Todos sus amigos se habían unido oficialmente a Voldemort y a ella ni siquiera se lo había pedido. ¡Pero si llevaba años diciéndole que sería la primera! Ella siempre respondió que no se uniría antes de terminar el colegio y sin tener claras las condiciones. Y Voldemort lo sabía. Pero aún así… Le dio rabia ser tan inútil en las relaciones sociales y no comprender su proceder.
-¿Has terminado con el Profeta? –le preguntó un hombre señalando el periódico.
-No –le espetó ella abriendo el ejemplar y fingiendo estudiarlo.
En su casa recibían el Profeta, su padre era amigo del director, pero últimamente había dejado de leerlo. Comprobó que todo seguían siendo noticias de catástrofes en el mundo muggle y asesinatos y desapariciones en el mágico. Los aurores sospechaban que todo estaba conectado, pero no se atrevían a señalar un culpable y nadie había reivindicado los crímenes. Bellatrix imaginaba que Voldemort tenía bastante que ver: lo que estaba sucediendo se correspondía con los planes de los que llevaba años hablándole. Lo que no llegaba a decidir era si estaba o no de acuerdo.
Su maestro pretendía tomar el Ministerio de Magia e imponer un nuevo orden en el que los magos y brujas de sangre pura gobernaran el mundo. Dado que el ministro actual, Harold Minchum, lo único que había hecho era poner más dementores en Azkaban, no lo veía un mago muy capaz. Sin embargo Voldemort era brillante y muy poderoso, hacían falta personas inteligentes en el poder, Bellatrix estaba segura de eso. Y la segunda parte tampoco le parecía mal: los sangre-pura serían mejores gobernantes que los mestizos o sangre sucia. A ellos les educaban desde pequeños de forma muy estricta, corría por sus venas más magia que en el resto.
-Lo de masacrar a los muggles me parece un poco exagerado –murmuró leyendo una noticia sobre una explosión en una zona obrera de Londres.
Esa era la parte que la hacía dudar: no veía necesaria a la gente no-mágica, vivirían más libres sin ellos. Pero quizá exterminarlos tampoco era la solución…
-Hombre, a quién tenemos aquí –comentó una voz burlona sacándola de sus pensamientos.
-Potter… -respondió con desgana- Aún no te has quedado calvo de tanto sobarte el pelo… poco debe faltar.
Sus acompañantes ahogaron una carcajada.
-Ya, claro… –respondió él- Estas son Marlene y Lily. Y este de aquí es Sirius, no sé si te acuerdas de él. Estamos teniendo una cita doble.
James era el único (además de Rodolphus) que conocía su relación y le encantaba usar esa información para fastidiarlos. Bellatrix apretó la mandíbula. Miró a su primo y a la rubia que llevaba del brazo. No era especialmente celosa: odiaba a toda la humanidad por igual. Además era ella la que quería mantener su relación en secreto. Aún así sintió ganas de levantarse y comerle la boca a su primo para demostrar que era SU perrito. Pero reprimió las ganas y masculló que llegaba tarde a un compromiso. Se levantó y Sirius se apresuró a comentar:
-Estamos teniendo una cita doble porque Dorcas ha dejado plantada a Marly y ha decidido ser hetero por un día, así que ha elegido al mejor.
-No sé si serías mi tipo, Black –replicó Marlene-, no me gusta que te brille el pelo más que a mí.
Bastante más aliviada, Bellatrix se despidió y se marchó. Más tarde Sirius le aclaró que todo el colegio sabía que Marlene y Dorcas llevaban juntas desde quinto curso, pero como ella no se enteraba de esas cosas, James lo había usado para ponerla celosa. Eso le dio una idea: ¿podía ser lo que Voldemort pretendía? Es más, ¿les habría regalado la marca a sus amigos solo para conseguirla a ella? En su siguiente encuentro con él, cuando terminaron de practicar y le acompañó a la salida de la mansión, tuvo ocasión de comprobarlo.
-Me comentó Rabastan que os encontrasteis el otro día –dijo Voldemort que nunca charlaba sin motivo.
-Ah sí –respondió despreocupada-. Me vino bien porque como no cumplo diecisiete hasta dentro de dos semanas, no puedo pedir whisky y me lo pidió él.
Voldemort no respondió. Probablemente esperaba que le pidiese explicaciones por ascender a sus compañeros, pero ella no pensaba hacerlo. Empezó a sospechar que ni siquiera fue un encuentro casual: quizá la misión que tenía Rabastan era contarle que sus amigos ya eran mortífagos.
-¿Y te comentó algo más? –preguntó fingiendo desinterés mientras acariciaba a Nagini que descansaba sobre sus hombros.
-Mm… -murmuró la bruja haciendo memoria- Algo de que quiere cortarse el pelo. Y que conoció a una chica en el club de duelo. Y que se ha comprado unas zapatillas de estar por casa y son mucho más cómodas de lo que…
-De su hermano, me refiero –la interrumpió Voldemort intentando sin éxito disimular su irritación.
-¡Ah! Sí, me dijo que Rod lo está pasando bien en Francia, que ha tomado la marca, que el otro día le tocó una gragea con sabor a…
-Vaya… -la cortó de nuevo él- Tendré que hablar con Rabastan, no debería haberte contado lo de la marca. Era un secreto entre…
Se interrumpió porque Bellatrix no aguantó más y se echó a reír.
-Me siento halagada, señor, de que quiera ponerme celosa. Pero no voy a cambiar de opinión porque les haya pedido la mano a otros primero. Me lo pensaré cuando termine el colegio. Y no aceptaré que nadie esté por encima de mí.
Voldemort ya no pudo camuflar la rabia y empuñó su varita. Pese a su actitud relajada, Bellatrix llevaba todo el camino completamente alerta. Su maestro siempre repetía que lo vital en el duelo era ser el más poderoso, pero ella había aprendido que todavía más importante era saber anticiparse. Había adivinado el juego mental que se traía Voldemort para manipularla y lo había presionado hasta desvelar su plan. Y sabía que eso lo había puesto rabioso y reaccionaría como lo hacía en tales circunstancias.
-No toleraré ninguna insolencia de una niña, ¡cru…!
Antes de que terminara la maldición, su varita había volado a la mano de Bellatrix. Venció a su maestro con un expelliarmus; no verbal, pero un expelliarmus al fin y al cabo. Empezó a plantearse si no debería ser ella quien le diera clases. Aún así no quería tensar la cuerda, ese hombre era extremadamente peligroso. La necesitaba viva y complaciente para que aceptara unirse a él voluntariamente como requería el ritual, pero encontraría formas de presionarla que prefería evitar.
-Me ha enseñado a estar alerta siempre –contestó con tono neutro-. No soy insolente, soy la mejor. La única que puede ayudarle a hacer realidad su visión y usted lo sabe. Pero las mejores cosas son las más difíciles de ganar, así que hablaremos cuando termine el curso –sentenció devolviéndole su varita-. ¡Adiós, Nagy! Recuerda no comer muchos estos días, si no el estómago se te hinchará y la muda te molestará más.
Le dio el consejo mientras le acariciaba la cabeza. Nagini profirió un siseo de asentimiento y frotó su cabeza contra el cuerpo de Bellatrix. Eso también epató a Voldemort: todos sus mortífagos temían a su serpiente tanto o más que a él y Nagini los detestaba a todos. A lo que logró reaccionar, habían salido del recinto y Bellatrix había cerrado la verja tras ella. A la chica le costó horas calmar las palpitaciones nerviosas de su corazón, pero se sintió orgullosa.
-No te lo pondré tan fácil, Voldy…
El primer día de curso Rodolphus le confesó a su amiga lo referente a la marca. Comentó que como sabía que ella prefería esperar, no la había avisado. Su amiga asintió. No supo si era sincero, si estaba celoso de que ella fuese la mejor o si seguía dolido por su relación con Sirius. Jamás hablaron de ese tema y ella lo dio por cerrado. Estaba segura de que fueron sus padres los que le presionaron para intentar unirse a los Black. Pero eran solo amigos.
-Odio a James –farfulló Sirius una noche mientras paseaba con Bellatrix por el Bosque Prohibido.
-Me parece genial. Existen innumerables motivos para ello, ¿cuál has elegido?
-Ha empezado a salir con Lily y su familia lo ha invitado a pasar las Navidades con ellos. Así que yo me tengo que quedar en Hogwarts. Los Potter me han invitado a su casa, pero sería demasiado raro estar sin su hijo…
-Es verdad… Si quieres venir conmigo estás invitado, ya verás que alegría le das a tu madre.
-Te quiero, peque, pero a mi madre solo quiero darle disgustos.
-¿Me quieres? –preguntó Bellatrix con ojos brillantes.
-Eh… Bueno… Sí, ya lo sabes. ¿Tú no me quieres o qué? –inquirió Sirius burlón.
-Supongo que sí, eres el mejor novio que he tenido –respondió con desinterés.
-¡Porque soy el único que has tenido! ¡Ahora verás, cuervo traidor! –exclamó con tono amenazante.
Al momento Bellatrix echó a correr y él la persiguió sin dejar de gritar y reír. Disfrutaban mucho paseando por el bosque, evitaban los hábitats de criaturas peligrosas y si se encontraban a alguna se transformaban. Nadie se acercaba a un perro gigante con un cuervo y un escarbato sobre el lomo, era una imagen demasiado extraña y amenazante.
-Ya verás como las Navidades pasan enseguida –le prometió Bellatrix la noche antes de marcharse.
Para el animago fue verdad: se quedaron pocos en Hogwarts y a él le admiraba todo el mundo, no le costaba encontrar compañía. Pero a Bellatrix los días se le hacían eternos. Sus padres habían invitado a los Malfoy a la Mansión y Narcissa pasaba el día entero con Lucius. Andrómeda, sin embargo, se mostraba huraña y apesadumbrada y apenas se relacionaba con nadie. Bellatrix se centró en sus estudios y de vez en cuando se escabullía con Raspy para jugar en los bosques.
Era miércoles y no volvían al colegio hasta el lunes, pero esa tarde Bellatrix juzgó que ya había tenido suficiente. Declaró que como ya había pasado el día de Navidad y necesitaba libros de la Biblioteca, regresaba al colegio.
-¡Pero, hija, no puedes irte, mañana vienen los Lestrange! –declaró su madre
-Ya vinieron ayer. Y antes de ayer. Y también el día de antes. Veo a Rod todo el año, podré pasar cuatro días sin él.
-No te puedes aparecer tan lejos –apuntó su padre.
-No hay necesidad, me voy por la chimenea.
Antes de que sus padres pudieran impedirlo, Bellatrix, su baúl y su mochila desaparecieron por la chimenea del salón. Apareció en el despacho de McGonagall, en ese momento vacío. "Estupendo" murmuró. "¿Todo bien, Raspy?" preguntó abriendo su mochila. El escarbato ni se había enterado del viaje: seguía jugando con su pelotita. La chica salió del despacho y se dirigió a las mazmorras sin cruzarse a nadie. Dejó su baúl, se aseguró de llevar todo lo necesario en su mochila y partió en busca de su primo.
-¿Dónde estará ese pulgoso? –murmuró- Me vendría bien su estúpido mapa… ¿Qué encantamientos habrán usado? Supongo que el homonculous, pero… ¡Eh, espera! No necesito ningún mapa, tengo mi propio rastreador.
Liberó a Raspy y usó en él un conjuro desilusionador para que se camuflara con su entorno por si se cruzaban a alguien. Después extrajo de su mochila un jersey que le robó a Sirius porque le gustaba que oliese a él y se lo acercó. El animal lo esnifó y al momento empezó a seguir el rastro. Diez minutos después localizaron a Sirius practicando duelo contra el sauce boxeador. Por poco se llevó un buen golpe cuando notó que algo invisible trepaba por su pierna.
-¿¡Raspy!? ¿Eres tú? –inquirió dándole un toque con su varita para devolverlo a su ser- ¡Bella! ¡Qué hacéis aquí!
La cogió en brazos, la besó y susurró que la había echado de menos.
-Vengo a secuestrarte por Navidad.
-¿Cómo? –preguntó Sirius- Pero si la Navidad ya casi ha pasado…
-Ve a coger lo que necesites mientras yo busco a un amigo para que nos lleve. Quedamos aquí en quince minutos.
Sirius tenía bastantes preguntas. Pero aquello parecía una aventura emocionante, así que en lugar de abrir la boca, echó a correr hacia la torre de gryffindor. Volvió minutos después con su mochila llena de ropa. Su prima ya estaba ahí, acariciando el aire.
-Vamos, monta –le indicó.
-Eh… ¿Dónde? No veo la escoba…
-En escoba no, en Darklain –aclaró-. ¡Ah! ¿No lo ves? Es un thestral, de los más grandes. Espera, te ayudo.
Sirius sabía lo que era un thestral, pero –por suerte- nunca había conocido la muerte y no veía a esas siniestras criaturas. Supuso que en el caso de su prima habría sido en el club de duelo ilegal… Quiso creer que fue ahí. Antes de poder preguntar, se vio sentado sobre una montura invisible. Era una sensación extrañísima y poco agradable. De un salto Bellatrix subió delante y le indicó al animal que cuando él quisiera. Sirius ahogó un grito al notar como una fuerza invisible los levantaba y ascendían por el cielo.
-¡Esto es geniaaal! –exclamó extendiendo los brazos y cerrando los ojos- ¡Nos estamos fugando en una bestia voladoraaaa!
Bellatrix sonrió mientras su primo se reía del caos que se desataría cuando descubrieran que había desaparecido. Ella sabía que no sería así. Desde la sala de profesores, McGonagall contemplaba sus siluetas alejarse. No hacía eso por su alumno favorito (junto con James, por muy rebeldes que fuesen, eran los mejores) sino para convencerse de que hacía todo lo posible por salvar a Bellatrix.
Volaron hacia el sur de Escocia, abandonando las Tierras Altas hasta llegar a las afueras de Edimburgo. El paisaje era verde y frondoso, con serpenteantes ríos atravesándolo.
-Aquí está bien, Darklain –indicó la bruja y el animal comenzó a descender.
Los Black bajaron de un salto y el thestral se alejó para ir de caza. Se hallaban ante una cabaña de piedra semioculta entre los bosques. Era una casita de dos plantas con salón, una cocina y en la de arriba un cuarto de baño y un dormitorio tipo buhardilla con el techo transparente para poder ver las estrellas.
-¿De quién es esto? –inquirió Sirius.
-Perteneció a la abuela Irma. Ya te conté que hasta que yo me ocupé, el abuelo Pollux la maltrataba, así que venía aquí a refugiarse. Lo heredó mi padre, pero él nunca ha venido. He robado la llave de su despacho.
Bellatrix liberó a Raspy para que pudiera investigar mientras su primo lo observaba todo emocionado. Después la chica deshizo su equipaje y murmuró:
-Le he pedido a Didi que nos hiciera unos sándwiches para cenar, pero no tengo nada más. Mañana tendremos que ir a Edimburgo a buscar comida. Pese a ser muggle he leído que es una ciudad bonita…
-Eso me han dicho, siempre he querido ir. No te preocupes, yo cocino muy bien, me enseñó la señora Potter. Nos apañaremos bien.
Y así fue. Disfrutaron mucho haciendo excursiones, visitando la ciudad y pasando juntos cada segundo. La última noche antes de regresar al colegio (al que por primera vez Sirius no deseaba volver) estaban abrazados en la cama mirando las estrellas cuando Bellatrix murmuró:
-¿Ves? No necesito mansiones ni nada caro, solo que estemos los dos.
Su primo la besó agradecido y sintió que un enorme peso desaparecía de sus hombros.
-Te querré y te cuidaré siempre, peque. Y te prometo que te daré la vida que mereces.
Serían felices juntos, no tenía dudas. Hasta que la realidad le salió al paso un par de meses después.
Voldemort dejó de esconderse. No reconoció sus crímenes, sino que directamente exigió que se le otorgara el puesto de Ministro en pago por la limpieza que ya había comenzado. El Ministerio se negó y así empezó oficialmente la guerra. Por mucho que los dos primos habían intentado obviar el tema, llegó un punto en que tuvieron que enfrentarse a ello.
-Bella, no puedes volver a dar clases con él, lo que está haciendo es horrible.
-¿Por qué? Yo creo que es sensato: que se encargue de gobernar alguien verdaderamente poderoso e inteligente.
-Si Dumbledore que es el mago más respetado nunca ha querido ser Ministro, por algo será. El poder corrompe a las personas.
-Porque es mucho más cómodo quedarse tranquilo en el castillo que gobernar el país, pero mi maestro está dispuesto a…
-¡Arg, por favor, no lo llames así! Me da repelús.
-Bueno, pues no hablamos más del tema y ya está, pero pienso seguir con él.
-Lo dices en broma, ¿verdad? Ya me da asco que te dé clases, ¿pero no te plantearás unirte a él?
-Creo que se lo debo, soy una bruja y duelista excepcional gracias a él. Si no ¿qué me espera? ¿Un trabajo aburrido en el que no pueda desarrollar mi potencial? El Señor Oscuro me puede dar mucho más.
-¿¡El Señor Oscuro!? ¿¡Ahora es el "Señor Oscuro"!? –bramó Sirius con incredulidad- ¡Bellatrix, despierta! ¡Está desapareciendo gente, hay ataques a diario, las familias con sangre muggle están huyendo del país aterrorizadas! ¡Y todo porque un enfermo ególatra juzga que la sangre pura es mejor que el resto!
-¡Es que lo es! –respondió ella también gritando- ¡¿Por qué no iba a serlo?! ¡Yo soy la mejor estudiante del colegio y soy de sangre pura! ¡Tú también y lo mismo tu amiguito Potter, os envidia todo el maldito colegio! Yo quiero formar parte de algo grande, quiero mejorar el mundo y solo mi maestro tiene un plan para ello.
Ninguno de los dos siguió gritando porque ambos sentían su respiración demasiado agitada. Estaban en la Sala de Menesteres y de no ser así los habría escuchado todo el colegio. Cuando se calmaron, Sirius expresó lo que ambos sabían que sucedería:
-En ese caso, adiós, Bellatrix. Yo no quiero formar parte de ello ni ver cómo te destruyes sin poder hacer nada. Si abres los ojos, ya sabes dónde encontrarme. Ojalá lo hagas antes de que sea tarde.
Contempló a su prima esperando alguna respuesta pero ella solo le miró con los ojos encendidos y los puños apretados. Así que se marchó. Bellatrix se quedó sola, llorando por la tensión, por haber soltado por orgullo cosas que no creía y por haber confesado otras que sí. Pero ya estaba hecho: había elegido. Cuando terminase el colegio tomaría la marca y lucharía del lado de Voldemort. Solo esperaba no tener que enfrentarse a la única persona a la que amaba.
-¡Enhorabuena, querida, diez EXTASIS y todos con Extraordinario! Creo que desde el propio Dumbledore no se veía una proeza semejante –exclamó Slughorn el día que le entregaron sus notas ante sus profesores-. Has superado incluso a Minerva. ¿Sabes ya a qué quieres dedicarte?
Bellatrix miró de reojo a su ya exprofesora que la contemplaba con frialdad. La chica estaba segura de que su expresión no tenía nada que ver con sus calificaciones. Dumbledore también le dirigía una mirada de preocupación. Lo mismo el resto de sus compañeros; ninguno de Slytherin, no se habían presentado a los exámenes porque ya tenían su vida encauzada… hacia Voldemort. Y por la forma en que cuchicheaban el resto de casas, sospechó que de ella pensaban lo mismo. Así que decidió darles lo que querían:
-¡Oh, sí, lo he decidido! –exclamó- He estado revisando los libros de Historia y he descubierto que hay un flagrante vacío en lo que a brujas oscuras se refiere… ¡Así que preparaos para actualizar vuestros penosos manuales porque próximamente ocuparé todas las portadas!
Sin darles tiempo a reaccionar, Bellatrix se acercó a una de las ventanas y voló. No usó escoba ni se transformó en cuervo: simplemente voló inmersa en una nube negra hasta desaparecer. Una habilidad que hasta entonces solo Lord Voldemort había mostrado.
