Scorpius estaba tumbado sobre el regazo de Taneedra con los ojos cerrados, dejando que la chica le acariciara el pelo. El rubio sabía que aquella era la manera que tenía la chica de pedirle disculpas después del encontronazo que habían tenido a la entrada de Slytherin.
Muchas veces Taneedra se dejaba llevar por el impulso del momento, sin pensar mucho en las consecuencias de sus actos. No por ello el Sombrero Seleccionador había decidido que era Gryffindor su casa.
Aquella faceta de la chica era algo que Scorpius odiaba y adoraba a partes iguales. A veces, Scorpius sentía envidia de la tenacidad de la morena; otras, sin embargo, quería mandarla al fondo del Lago Negro.
Scorpius sonrió levemente, sin que Taneedra lo notase, pues la chica seguía hablando en un murmullo tenue como si alguien pudiera escucharles.
Taneedra se había tranquilizado después de haber escuchado su parte de la historia. Scorpius había obviado la información más importante respecto a lo que ocurría con Rose Weasley, dado que aquello no era de la incumbencia de Taneedra, pero le había dejado claro que la supuesta relación con la chica era meramente académica.
El hecho de que el profesor Funke les hubiera puesto juntos en DCAO había servido de coartada perfecta para cubrir el verdadero motivo de la reunión que habían tenido por la mañana en la misma sala donde estaba ahora con la bruja.
El aspecto de la Sala de los Menesteres había cambiado considerablemente; ya no era un aula perfectamente equipada. La pareja se encontraba ahora en un saloncito pequeño pero acogedor similar al cuarto de la chica de la casa familiar.
Taneedra habló, sacándole casi por completo del ligero sueño en el que se estaba sumiendo debido a las caricias.
—La verdad, es que no sé porque les hice caso a esos chismosos. Creo que venía todavía enfadada de la pelea con Longbottom y me afectó más de lo debido. ¡Por Merlín, es que de verdad! ¿Quién iba a ser capaz de creerse eso?
Scorpius la miró, aún con la cabeza sobre las piernas de la chica. Frunció el ceño confuso, aunque no sabía si era por la somnolencia inducida por Taneedra o por curiosidad pura y dura. No se lo reconocería a ella, pero no había estado prestándole toda la atención que la chica se merecía.
—¿Qué quieres decir, Taneedra?
Taneedra gruñó, sin mirarle. Scorpius pudo percibir un brillo extraño en los ojos de la chica al que no estaba acostumbrado. Se incorporó, sentándose con el cuerpo girado hacia ella. No podía permitir que su amiga estuviera pasando por un mal momento y él mantenerse indiferente.
—Todo es culpa de Longbottom. Me desquicia y claro, luego hago tonterías. No sé cómo puede haber alguien tan tonto como él. Y claro...si encima se mete con mi pelo...
Taneedra hizo un gesto exagerado con las manos, mientras echaba la cabeza para atrás. Scorpius pudo notar como una lágrima se escapaba de la mirada de la chica, pero él sabía que no debía decir nada. Taneedra era demasiado orgullosa como para llorar delante de alguien, aunque ese alguien fuera él mismo.
—Eso no te lo discuto, a veces haces cada tontería que hace que me replantee tu inteligencia, Taneedra. ¿Pero qué quieres decir?
—Pues que el muy idiota se pasó toda la clase de Transformaciones diciendo que si mi pelo parecía un nido de serpientes, que si creía que el color lombarda me quedaba bien…¡Lombarda!...¡Hasta un troll tuerto sería capaz de ver que mi pelo es violeta!
Scorpius la interrumpió, antes de que la chica volviera a iniciar su discurso en contra del chico moreno. La mente de Taneedra era un caos en el que él prefería no adentrarse demasiado.
—No me refiero a eso, ¿qué has querido decir con lo de ser capaz de creerse no sé qué?
Taneedra le miró de tal modo que Scorpius sabía que la chica estaba pensando en lanzar algún hechizo contra él como había hecho con Frank Longbottom. Sus ojos seguían brillando, pero esta vez de rabia.
—Pero Scorpius, ¿acaso no me escuchas cuando te hablo?
Scorpius la miró con ojos de cordero degollado, pidiendo clemencia por su parte. La chica le había llegado con tanta información que Scorpius no había podido digerir toda en aquel momento. Taneedra suspiró, intentando calmarse. -La rabia que sentía dentro no serviría de nada dirigirla hacia Scorpius, él no era quien le había sacado de sus casillas.
—Ya veo que no mucho, solo cuando te interesa. Te lo dije al principio, ¿no te acuerdas?
Taneedra pudo leer la cara de Scorpius como un libro abierto. Scorpius se encogió de hombros. La chica tenía que reconocer que el rubio sabía cómo jugar sus cartas.
—¿Antes o después de que me empujases contra el sofá?
—Es que tenía que mostrarme firme, no te podías salir con la tuya con un simple abrazo, desgraciado.
Scorpius sonrió. Sabía que podía resultar irresistible cuando jugaba bien sus cartas, sobre todo con la que era su mejor amiga.
—A ver, como te dije antes aunque no me escucharas. Cuando entré en la sala común, Taylor Wood estaba diciéndole a Cassandra Thomas que os había visto a Rose y a ti salir de aquí a medio vestir. Y luego empezó a decir que si Rose se conformaba con miseria después de haber estado con él…
—¿Y decidiste creerle a ese imbécil? Taneedra, por Merlín...es Taylor Wood, no deja de respirar porque es un acto involuntario.
—Creo que me molestó que te llamase miseria.
Taneedra pestañeó, coqueta. Scorpius arqueó una ceja, sonriendo. ¿Dónde habría aprendido Taneedra a comportarse así? Aquello era una novedad de la que Scorpius no tenía constancia.
—Gracias por querer defender mi honor sin saber por mi parte lo que había pasado.
— ¡Y también que insinuase que te habías liado con Rose Weasley! ¡Sin que me lo hubieras dicho a mí primero! ¿Qué clase de amigo haría eso?
Scorpius se encogió de hombros, haciendo una mueca. Aprovecharía la oportunidad para fastidiar un poco a la chica.
—Bueno, tampoco sería tan raro.
Taneedra se irguió, como si Scorpius con sus palabras la hubiera puesto en alerta. La chica no sabía por dónde podría salir el rubio, pero era mejor estar preparada.
—¿Perdón? ¿Te he escuchado bien? ¿Voy a tener que hechizarte a ti también?
—Quiero decir. Rose Weasley es inteligente y guapa. Solo le falta tener el pelo morado para ser la chica perfecta que cualquier chico querría en su vida.
Scorpius intentó ocultar sin éxito una sonrisa de suficiencia, sabía que durante un segundo, había tenido a su compañera contra las cuerdas. Taneedra entrecerró los ojos aunque una sonrisa divertida se adivinaba en sus labios.
—Odio cuando me resultas irresistiblemente adorable, Scorpius. Eres una serpiente zalamera.
—No es nada que ya no supieras. Pero bueno, si en algún momento hay en mi vida algún interés amoroso, ten por seguro que tú serás la primera en enterarte.
—Eso espero. Aunque sea simplemente para iniciar yo el rumor.
Taneedra le guiñó un ojo. Scorpius se tapó la cara con la mano, fingiendo exasperación. El rubio miró la hora en su reloj.
—Creo que deberíamos ir yendo cada uno a nuestra sala común. No quiero que por nuestra culpa le resten privilegios al resto de prefectos. Ya se ha hecho tarde, aquí en esta habitación nunca soy consciente del paso del tiempo.
—Tú siempre siendo tan considerado con los demás. Aunque tienes razón. Algún día tendremos que subir a ver a Theo, quiero ver como es la Torre de los Premios Anuales por dentro.
—Claro. ¿Mañana tenemos alguna clase los tres juntos?
Taneedra negó moviendo la cabeza de manera exagerada. Sus trenzas cayeron por su hombro acariciando la mejilla a Scorpius en el proceso.
—Hasta el jueves nada, que tenemos DCAO. Buff...en esa también tengo que verle la cara a Longbottom…aunque ahí no me metería en problemas si le lanzase un hechizo...
—Taneedra…
—¡Es que es superior a mí! Además, si la cosa era juntar a los prefectos, ¿por qué no me pusieron contigo? ¿O con Potter? Lo de la unión de las casas ha sido una excusa de McGonagall. Incluso podían haberme puesto con Theo y que dejasen a Longbottom con Potter. No tiene sentido alguno que estemos juntos él y yo. ¡Pertenecemos a la misma casa! ¿Qué unión vamos a sacar de ahí?
—Quizás ha sido la excusa de McGonagall para que tú y Frank empecéis a llevaros bien. Piénsalo, el profesor Longbottom, padre del que consideras tu archienemigo, es el jefe de tu casa. Y no creo que se le haya pasado lo mal que os lleváis. Vamos, no creo que nadie en este castillo haya pasado por alto vuestras continuas peleas.
—Creo que no te estoy entendiendo.
—No puede haber una verdadera unión de las casas si dentro de las mismas no hay un buen ambiente. ¿No crees?
Taneedra se separó ligeramente del chico, cruzando los brazos. Scorpius pudo notar que había dado en la fibra sensible de la chica. Desde el primer día, Taneedra Zabini y Frank Longbottom se habían llevado como el perro y el gato. Todo había empezado antes siquiera de que hubieran tenido que pasar por el Sombrero Seleccionador, en el embarcadero del Lago Negro. Frank Longbottom, supuestamente sin querer aunque Taneedra lo dudaba, había hecho que la morena se resbalase, cayendo al agua. Y como no podía ser de otro modo, había querido el destino que ambos acabasen en la misma casa. Durante aquel primer banquete de bienvenida, Taneedra no había desaprovechado la oportunidad de que el rostro de Frank Longbottom quedase estampado en un flan de queso.
Sin embargo, Taneedra no daría su brazo a torcer tan fácilmente.
—No es mi culpa que Longbottom sea insufrible.
Scorpius puso los ojos en blanco. A veces la chica le conseguía desesperar.
—Taneedra, debes reconocerme que siempre le buscas las cosquillas.
—¡Pero porque él empieza!
Scorpius suspiró. Cuando la chica no quería ver más allá de sus narices, aquello era una batalla perdida. Taneedra no podía ser más necia ni aunque practicase diariamente.
—Bueno, podrías empezar tú primero por disculparte. Y así cambias un poco vuestra dinámica. Sería algo novedoso, no te lo voy a negar. ¿Una berenjena, en serio Taneedra?
—Es lo más asqueroso que se me ocurrió que fuera de color morado. Quería que se acordara de mí mientras estuviera en la enfermería.
—Transformándole la nariz en el vegetal que más odias. Escúchate, incluso quieres meterte con él cuando no estáis en la misma sala. Nunca entenderé qué hace Longbottom para desquiciarte de ese modo, si tu padre te viera así, no lo aprobaría.
El gesto de Taneedra se ensombreció, la relación con su padre no estaba en el mejor momento, sobre todo después del verano. Taneedra sonrió, queriendo disimular delante de Scorpius. Poniendo su mejor cara, continuó deleitándose en su pequeña travesura.
—La berenjena es una fruta, que te crees muy listo tú a veces. Y sí, quizás no fue mi momento más brillante, pero tendrías que haberle visto la cara. Fue genial.
Scorpius observó como Taneedra sonreía orgullosa, tal parecía que estaba rememorando la mueca que se había formado en la cara de Frank Longbottom casi al final de la clase de Transformaciones. Sin embargo, algo le decía a Scorpius que Taneedra no estaba del todo bien. La conocía lo suficiente como para saber que algo le escondía, aunque no se hacía una idea de qué podía ser.
Scorpius estaba preocupado por su amiga. Taneedra se había cuidado de no parecer totalmente culpable, pero no había conseguido convencer a la profesora McGonagall. Scorpius habló de nuevo.
—No quiero que pienses que creo que tú tienes toda la culpa, dos no bailan si uno no quiere. Aún así, sigo pensando en que deberías disculparte.
Taneedra bufó; con un gesto desdeñoso de la mano, le dejó claro al rubio que no pensaba igual que él. Scorpius decidió atacar utilizando otra táctica.
—Considera disculparte con él, Taneedra. De ese modo tendrías tú la ventaja de haber querido ser más madura que él, a pesar de haberle hechizado en clase delante de todos, claro está.
—En eso tienes razón, no me había dado cuenta. Oye, pues no es tan mala idea. Es una lástima que las probabilidades de que te vaya a hacer caso sean tan ínfimas.
Taneedra pensó en las palabras de su amigo. Se había sentido un poco mal consigo misma cuando al volver por la tarde a la sala común, se había enterado gracias a unos compañeros de que el chico continuaba en la enfermería. Pero tendría que meditar con la almohada lo que Scorpius le había dicho.
—Venga anda, levántate. Que nos va a dar aquí la hora de ir a desayunar.
Scorpius gruñó aunque Taneedra tenía razón. Ambos se levantaron, dirigiéndose a la puerta. Scorpius se estiró antes de salir de la habitación. Salieron al pasillo, débilmente iluminado. Taneedra habló.
—¿Sabes qué es lo peor?
—Sorpréndeme.
—Que los dos sabemos que tienes razón, pero no lo voy a admitir. Me despido de ti aquí, que me va mejor subir por estas escaleras. ¡Buenas noches, Scor!
La chica se despidió lanzando un beso al aire que Scorpius fingió atrapar. Ambos rieron, intentando no elevar demasiado la voz. Scorpius continuó por el pasillo, aún tenía siete pisos por bajar antes de llegar a su sala común.
Scorpius se había quedado con la mosca detrás de la oreja. No se le había escapado la reacción de Taneedra justo después de haber mencionado a su padre.
Los pasillos estaban completamente vacíos. Scorpius metió las manos en los bolsillos del pantalón del uniforme. Le gustaba aprovechar esos momentos para pensar, aunque tenía demasiadas cosas en la cabeza como para sacar algo en claro.
Aún no sabía si Rose querría continuar las clases, pero Scorpius esperaba que sí. También esperaba que Taneedra pensara en arreglar las cosas con Frank Longbottom.
Parecía que lo único que le quedaba a Scorpius era esperar a que todo ocupase el lugar que le correspondía.
La Sala Común de Gryffindor estaba prácticamente vacía, salvo por Rose, que volvía a estar sentada en la misma butaca donde horas antes había estado leyendo. La habitación se había ido vaciando poco a poco después de la cena.
Frank se había subido a su cuarto hacía rato. Se había disculpado con la pelirroja a pesar de que había sido Rose quien le había aconsejado que se fuera a acostar más pronto de lo que el chico acostumbraba. Bajo los efectos de la medicina que la señora Pomfrey le había dado, el chico aún se sentía algo mareado incluso después de haber cenado.
Rose le había contado a Frank lo que había ocurrido por la mañana mientras el resto del alumnado estaba desayunando y como Scorpius Malfoy era ahora sabedor de su situación.
Le había sorprendido gratamente la reacción del chico, quien la había alentado a seguir con las clases particulares sin que le importase lo que los demás pudieran decir de ella.
Por otra parte, al contrario de lo que ella creía, a Frank no le había extrañado que Rose hubiera contado todo lo que pasaba con ella a Scorpius. Sin embargo, casi en el momento en que el chico cabeceaba de sueño a punto de romperse el cuello, probablemente por los efectos adversos de la poción, Frank le había insinuado que quizás el chico podía contarle algo de su situación a la loca de Taneedra Zabini.
Rose puso los ojos en blanco al recordar la cara de asco que había puesto el chico. Alargó la mano, tomando una onza de la tableta de chocolate que había dejado sobre la mesita.
Ella le había reprochado su comportamiento infantil pero sabía que debido al estado de somnolencia del chico, sus palabras habían caído en saco roto.
La pelirroja había aprovechado también para hablar con su hermano durante un momento en el que le había encontrado sin sus amigos cerca. Rose le contó, obviando el detalle de su muerte, la pesadilla que había tenido y que ahora tendría clases con Scorpius Malfoy.
Hugo, mostrando más sensatez de la que Rose esperaba, le había aconsejado que no le dijera nada a su padre. Al menos de momento, para evitar que se apareciera en el colegio montando un escándalo porque su princesa estaba recibiendo clases del hijo de Draco Malfoy.
Ron Weasley, la mayoría de las veces en defensa de Hermione y algo que había pasado durante la guerra, guardaba un rencor hacia los Malfoy que parecía quemarle desde lo más profundo.
Su madre le había dejado claro más de una vez a su marido que ella sabía cuidarse sola, pero Ron Weasley no parecía querer olvidar. Como su tío George solía decir cuando a veces se metía en una nube oscura de melancolía y recuerdos, hay heridas, más allá de las físicas, que probablemente no cicatrizan nunca.
Ni Rose ni Hugo sabían el verdadero motivo por el que su padre sentía tanto odio hacia Draco Malfoy especialmente, pero la chica sabía que su hermano tenía razón. Hugo también le había confesado, en un susurro para que el resto de compañeros no les escuchasen, que Scorpius Malfoy le parecía un tío legal; más de una vez le había visto ayudando a otros alumnos, sobre todo a los más pequeños, no solo con los deberes sino también cuando necesitaban que alguien le echase una mano. Scorpius Malfoy parecía tener el don de la oportunidad para ayudar a quien le hiciera falta sin esperar nada a cambio.
Ni Rose ni Hugo habían llegado al extremo de odiar al unigénito de Malfoy a pesar de la vehemencia con la que su padre había insistido en que intentaran superarlo siempre. Había sido especialmente persistente con Rose hasta que Hermione le dijo que parase. Rose sabía que en el fondo, su madre agradecía que ella no hubiera hecho caso a lo que su padre le había dicho.
Ni siquiera se podía decir que Rose tuviera una relación cordial con Scorpius. El chico siempre había mantenido un perfil social bajo, sin querer llamar demasiado la atención. Él no se metía con nadie y en respuesta, el chico vivía su vida estudiantil sin que nadie se metiera con él.
Rose suponía que Scorpius seguiría dispuesto a darle clases; aunque no fuera a verle en las aulas hasta el jueves, le buscaría para hablar con él. Quizás incluso podía enviarle una carta como había hecho él para concertar la primera clase.
La puerta se abrió en ese momento, Taneedra entró por la misma con una gran sonrisa que se empequeñeció al ver que no estaba sola y que Rose Weasley aún seguía despierta en la Sala Común.
Ambas se miraron. Ninguna de las dos esperaba cruzarse con nadie en la Sala Común a esas horas de la noche.
Rose se reacomodó en la butaca, poniendo los pies sobre el suelo.
—Buenas noches, Zabini.
Taneedra se había quedado prácticamente helada en la puerta. Al ver a la pelirroja sola sin el pesado de Longbottom cerca como acostumbraban, la chica pensó que el moreno quizás aún seguía en la enfermería. Quizás Scorpius tenía razón y se había pasado de la raya.
La chica asintió en respuesta.
—Buenas noches, Weasley.
Volvieron a quedarse en silencio. Rose desvió su mirada hacía las ascuas que aún resistían en la chimenea. La voz de Taneedra la sacó de aquel trance en el que podía descansar sin tener pesadillas.
—Weasley, esto…¿puedo hacerte una pregunta?
Rose la miró, frunciendo el ceño. No sabía lo que quería la chica pero si se dignaba a hablar con ella en vez de ignorarse, tendría que ser importante. Relajó su expresión, Taneedra solo quería hablar.
—Claro, sin problemas. Si quieres, te puedes sentar en vez de quedarte ahí de pie.
Rose señaló el sofá que estaba a su derecha. Aunque probablemente aún quedaban alumnos que seguían despiertos, no era necesario despertar al resto de la torre.
Taneedra se movió hacia donde estaba ella. La chica se sentó con una elegancia que parecía innata en ella, parecía una leona de verdad.
Taneedra se quedó mirando a su regazo. Le había sorprendido la invitación de la pelirroja a sentarse a su lado, pero había sido una sorpresa para bien.
—Esto, Weasley...te quería preguntar por Longbottom. ¿Sabes si está bien? Me ha extrañado no verle aquí contigo.
Rose sonrió sin que Taneedra lo notase dado que aún no había levantado la cabeza de su falda. Aunque Frank intentase convencerla de lo contrario, la chica no podía ser tan mala como él aseguraba.
—Está bien, Zabini. Llegó un poco antes de la cena. Sigue bastante mareado por las pociones que se ha tenido que tomar pero no hay nada que una noche de sueño no arregle.
Rose se tuvo que reír con ironía mentalmente de lo que acaba de decir. Claro, cualquier otra persona podría dormir y descansar, pero no ella.
Taneedra la miró por primera vez desde que había entrado en la sala y Rose pudo observar el alivio en la mirada de la chica.
—Menos mal. Ya me veía teniendo que ir a la enfermería para pedirle disculp…
Taneedra calló en el mismo momento en el que se dio cuenta de que había hablado en voz alta. Eso solía pasarle más a menudo de lo que a ella le gustaba admitir. Se fijó en que Rose le sonreía. Taneedra sabía que la pelirroja no era tonta.
—Creo que si le llegas a pedir disculpas, Frank vuelve a la enfermería del susto. Aunque fue un hechizo muy bueno, diste de pleno.
Taneedra la miró avergonzada aunque se tomaba las palabras de Rose como un halago. Escuchó como la pelirroja se reía quedamente desde su butaca. Taneedra estaba conteniendo las ganas de reírse pero fue débil y rompió en una carcajada a la que se sumó Rose.
Cuando recuperaron la respiración, el ambiente había cambiado de manera imperceptible entre las dos pero ambas se sentían mucho más cómodas en presencia de la otra. Rose volvió a subir los pies a la butaca.
—Lo que hubiera dado por haber podido verlo, te lo juro. Aunque te prometo Zabini que para la próxima clase de Transformaciones vuelvo a ponerme con él. Hoy lo que pasó fue que…
—Tranquila, Scorpius ya me lo ha contado todo.
Rose se quedó helada durante un segundo. Al final resultaba que Frank tenía razón y Scorpius tenía la lengua más suelta de lo que parecía.
—Por mí no hay problema en que te pongas con él para mejorar tus notas. Aunque eso implique que tenga que verle la cara más de lo que me gustaría.
Rose se relajó. Su secreto seguía a salvo.
—Weasley, ¿tú crees que Longbottom aceptará mis disculpas?
La chica la miró con la duda pintada en sus ojos. Rose conocía bien al chico y sabía que no iba a ser fácil que la perdonase.
—No estoy segura, Zabini. Frank es más terco que un toro cuando se lo propone.
Rose pudo observar como Taneedra se hundía levemente en el sofá. La pelirroja acercó su mano hacia la tableta de chocolate, ofreciéndosela a la chica.
—Toma, come un poco de chocolate. Te sentará bien.
Taneedra miró a Rose bajo una luz que no la había visto nunca. La chica parecía estar cansada, totalmente desganada. Sin querer parecer descortés, porque su padre la había educado bien, tomó una onza del chocolate que Rose le ofrecía.
Tenía un sabor intenso sin llegar a ser amargo, bastante más fuerte del que ella acostumbraba a tomar. Taneedra vio como Rose la imitaba, cogiendo otro trozo y llevándoselo a la boca. Hacía mucho tiempo que la morena no comía un chocolate tan exquisito, aunque no se podía esperar menos de Rose Weasley.
—Este chocolate está buenísimo, ¿es de Zonkos?
Rose negó con la cabeza, aún teniendo la boca llena de chocolate. Tragó con rapidez queriendo responder a la chica.
—No te sabría decir, la verdad. Me llegó por correo, sin remitente. Totalmente anónimo.
Taneedra escupió lo poco que quedaba de chocolate en su mano. Rose se alertó ante el gesto de la chica.
—¡Pero cómo te has atrevido a comer algo enviado por un anónimo, Weasley!
Rose se encogió de hombros. No era capaz de verle ninguna pega a disfrutar de aquel manjar.
—Pues no lo sé. ¿Debería preocuparme?
Taneedra se llevó las manos a la cabeza. Seguía prácticamente en shock. Quizás había prejuzgado a la chica antes de tiempo y sí que tal vez no era tan inteligente como aparentaba.
—¡Rose, han podido querer envenenarte y haberlo conseguido sin problema! ¿Pero cómo se te ocurre? ¿Te encuentras bien?
Taneedra sabía que había perdido un poco la compostura, pero aquel era un tema serio. La pelirroja se había sorprendido al escuchar su nombre dicho por la chica. Rose estaba segura de que pocas veces habían usado el nombre de pila la una con la otra. Rose hizo un gesto con la mano, restándole importancia.
—No pasa nada, Zabini. Me encuentro bien, siéndote totalmente sincera. De verdad, no te preocupes. Aunque si así te quedas más tranquila, tiro lo que queda a la papelera.
—Por favor. Te prometo que te compro tu dulce favorito para compensártelo pero es que eso que has hecho...puede ser muy peligroso, Weasley.
Rose sonrió, se levantó y tiró el chocolate a la papelera para después lanzarle un hechizo para que no quedase rastro alguno. Taneedra tenía razón y ella no se había dado ni cuenta. Le debía una a la chica.
—Tienes toda la razón, no sé cómo no caí en la cuenta antes.
Rose volvió a sentarse en la butaca. Se sentía cansada pero sabía que subía a intentar dormir un rato, el remedio sería peor que la enfermedad. Taneedra no parecía tampoco que tuviera muchas ganas de subir al dormitorio por lo que Rose aprovecharía ese rato de charla que estaba disfrutando más de lo que admitiría en público.
Sentía que Taneedra no se andaba con medias tintas con ella y aquello era algo a lo que no estaba acostumbrada. Era un soplo de aire fresco que alguien que no fuera de su familia la tratase como a una persona normal y no como la princesa de Gryffindor. Taneedra habló, rompiendo el hilo de sus pensamientos.
—Aunque una cosa te tengo que reconocer, sin duda eres más valiente de lo que yo sería.
Taneedra le sonrió y Rose le devolvió la sonrisa. La morena parecía haberse vuelto a relajar después del susto de un posible envenenamiento.
—Bueno, tú lo llamas valentía pero estoy segura de que mi madre lo llamaría ser una inconsciente.
Volvieron a quedarse en silencio aunque la atmósfera seguía siendo agradable. Había un ligero olor a chocolate derretido en el ambiente que le daba un toque especial a la Sala Común. Rose creía escuchar a la Dama Gorda haciendo gorgoritos en el pasillo.
—Weasley, respecto a lo de Longbottom. ¿Estaba muy enfadado?
Rose no sabía qué decirle a Taneedra. Frank estaba enfadado, sí, pero también bajo el efecto de demasiados medicamentos como para dar una respuesta fiable.
—No creo que esté muy muy enfadado, pero sí que estaba enfadado por la tarde.
—Pues vaya, en una buena me he metido. Es que le quiero pedir disculpas por todo esto de la unión de las casas, ya es el momento de crecer un poco. Y como sí o sí nos va a tocar trabajar juntos, pues para empezar desde la casilla de salida.
Aquello era lo que había sacado en claro de su conversación con Scorpius, aunque Rose no tendría porqué saberlo, era mejor que la pelirroja pensase que había sido un gesto que había salido de ella.
—Es muy buena idea, la verdad.
Rose estaba sorprendida con la idea de la chica aunque no estaba tan segura de que Frank aceptase así de primeras las disculpas de la chica, por muy genuinas que parecieran. Se le ocurrió que podría devolver el favor a Taneedra ayudándola a allanar el terreno con Frank.
—Si quieres, yo te puedo ayudar. Al fin y al cabo, de no ser por ti, hubiera seguido comiendo ese chocolate hasta que quedaran migas.¿Cuándo querrías pedirle disculpas?
Taneedra suspiró, echando la cabeza para atrás. Lo más lógico sería pedirle disculpas mañana por la mañana pero por ella, era mejor si aquello no ocurría en su vida.
—Mañana, supongo. Ahora es un poco tarde para subir a su dormitorio, despertar a todos y pedirle perdón. Además que fijo que me hechizaría sí o sí.
—Bueno, no es tan difícil subir al cuarto de los chicos siendote sincera. Ellos lo tienen más complicado para subir al nuestro. Aunque sí, no es muy buena idea.
Taneedra la miró sorprendida. Rose pudo adivinar cierto azoro en la piel oscura de la chica.
—Mira, se me ocurre que mañana por la mañana, puedes bajar conmigo al Gran Comedor.
Taneedra arqueó una ceja. Aún sentía en sus mejillas el calor que había subido a su rostro cuando Rose había confesado que no era tan difícil subir a lo que Taneedra consideraba territorio peligroso. Nunca se le habría ocurrido subir allí a no ser que su vida dependiera de ello.
—Eso sería un poco raro. Longbottom no es que sea muy brillante pero si de repente me ve contigo como si fuéramos amiguísimas, creo que algo raro se olería.
Rose hizo una mueca con los labios.
—Tienes razón, no había caído en eso. Lo que sí puedes hacer, es sentarte a nuestro lado en el desayuno. Si te pones a mi lado, si las cosas se pusieran feas, pues podría interponerme entre los dos.
—Pero Longbottom no estaba tan enfadado, ¿no?
—No, pero ambos tenéis un historial. Un historial que además conocemos todo Hogwarts.
Rose volvió a sonreír y Taneedra se tapó la cara con la mano. El segundo plan de la pelirroja no le parecía tan descabellado. Y no sería algo fuera de lo normal que ella se sentase donde le apeteciera, al fin y al cabo, pertenecían a la misma casa.
—Sería de necios negar la evidencia pero por mí vale. Gracias Weasley, por echarme una mano.
—No tienes porqué darlas. En parte me siento un poco culpable, si yo no me hubiera sentado con Scorpius, nada de esto hubiera pasado.
—Nada qué ver, Weasley. Si no hubiera sido lo de la berenjena, probablemente nos hubiéramos metido en algún que otro lío. Tal parece que tu amigo no sabe vivir sin hacerme la vida imposible.
Rose sonrió, casi notaba como las comisuras de sus labios le dolían. Se lo estaba pasando bastante bien aunque se le estaba haciendo demasiado tarde para escaparse al bosque.
—Lo mismo me ha dicho él de ti tantas veces que si me dieran un galeón casi podría abrirme mi propia cámara en Gringotts. Además, esto que quede entre nosotras dos.
Rose se acercó más a la morena, como si alguien fuera capaz de escucharles a pesar de estar completamente solas.
—Frank odia las berenjenas, con toda su alma. Creo que ni aunque te lo hubieras propuesto hubieras dado más en el clavo, por eso es que estaba tan enfadado. Pero yo no te he dicho nada, eh.
Rose se llevó el dedo índice a los labios queriendo señalar que si Frank preguntaba, ella no había tenido nada que ver. Taneedra no pudo evitar sorprenderse ante la revelación de Rose. Resulta que iba a tener más en común con Longbottom que ese odio acérrimo que se tenían desde el momento en el que sus caminos se habían cruzado, el odio a las berenjenas. Taneedra bufó aunque antes de que pudiera acabar, un bostezo se escapó sin que ella pudiera cubrirse la boca.
—Perdona, Weasley, eso ha sido de mala educación. Me ha gustado mucho hablar contigo esta noche, si te digo la verdad y...gracias por ayudarme con lo de Longbottom.
—No hay nada que agradecer, Zabini.
—Yo voy a irme ya a dormir, ¿subes tú también?
Rose negó suavemente. No quería meterse en esa jaula acolchada, aún no.
—Aún voy a quedarme un rato más aquí, no estoy muy cansada. Leeré un par de capítulos más y ya subo.
Taneedra no se creyó del todo las palabras de la pelirroja pero no salió de ella decirle nada. Tampoco sabía qué más decirle.
—Buenas noches, Weasley.
—Buenas noches, Zabini. Que descanses.
Taneedra se levantó dirigiendo sus pasos hacia la escalera que daba a los dormitorios. Cuando llegó al arco que marcaba el inicio de las mismas, se giró para observar a la pelirroja. Scorpius tenía razón, se la veía más alicaída que de costumbre, casi como resignada. Algo dentro de ella misma le estaba gritando a gritos que aquel estado de ánimo no se debía a un tío, había algo más que atormentaba a Rose Weasley. Taneedra emprendió la marcha, quizás podría seguir el consejo de Scorpius y ser más amable con la pelirroja aunque no llegasen a ser nunca amigas. La chica parecía que lo necesitaba.
Rose paseaba por los pasillos de Hogwarts cuando el alba estaba a punto de romper. Contra todo pronóstico, se había quedado dormida en la butaca de la sala común aunque la dicha había sido breve.
Rose, después de ver la hora que era en su reloj de muñeca, se había dado cuenta de que no le merecía la pena acostarse en su cama por lo que había decidido darse una ducha haciendo el menor ruido posible y ya se había puesto su uniforme.
Aunque se había sentido bastante intranquila mientras se duchaba. Tanto que casi lo había hecho con prisas.
En sus pesadillas había visto un lago oscuro, casi tan negro que parecía el vacío más inmenso que ella había observado jamás. Sin embargo, el agua del lago había comenzado poco a poco a agitarse. Aquellos seres cadavéricos que extendían sus brazos intentando alcanzarla sería algo difícil de olvidar. Nunca antes había estado en sueños en aquel lugar y desconocía que eran aquellas grotescas criaturas que parecían la triste sombra de donde en algún momento había habido un ser humano.
Sintió un escalofrío y supo que no era por el ligero frío de la noche que aún persistía por los corredores.
Lo que más le desconcertaba de aquel sueño es que aunque aquellos seres luchaban por salir del agua, nunca habían conseguido llegar a ella. De un momento a otro, Rose se había elevado en el aire como una figura luminosa que le resultaba extrañamente reconfortante. Sin embargo, Rose se despertó en ese instante y la duda seguiría con ella el resto del día.
No había quedado a una hora fija con Taneedra para llevar a cabo el plan pero a Frank le gustaba aprovechar hasta el último minuto de sueño, por lo que había optado por tomar el aire hasta que llegase una hora aceptable para ir a buscar al chico.
Desde que sus síntomas habían empeorado, había aprendido a disfrutar del amanecer sobre los terrenos de Hogwarts. Su sitio favorito, después de muchas escapadas de investigación, era una pequeña arcada del patio inferior con vistas al lago. Aunque desde allí los rayos de sol tardaban más en romper el día, le gustaba dejar su mirada vagar por toda la superficie del lago. Alguna que otra vez había visto un tentáculo del calamar gigante, casi como si le diera los buenos días.
Aceleró el paso, sentía la necesidad de llegar lo más pronto posible para disfrutar de ese momento a solas. El mundo en silencio, su mente casi parecía callarse.
Se asomó, apoyando los codos en la escueta balaustrada que no ofrecía mucha seguridad pero era mejor que nada.
El cielo iba clareando poco a poco, pasando por un tono de azul lavanda que durante el curso anterior, había pasado a ser el color favorito de Rose.
El tono melocotón fue abriéndose paso gradualmente, pintando el agua del lago con toques de dorado. Rose volvió a recordar la pesadilla y por un momento, ese momento de felicidad se empañó de miedo.
Cerró los ojos un momento, dándose un poco de tiempo para permitir a su cuerpo relajarse.
Cuando Rose volvió a abrirlos, algo captó su atención. Scorpius Malfoy salía en ese instante de los invernaderos, cubierto de tierra y con un chándal que necesitaba irse directamente a la lavadora.
Casi como si hubiera notado que le observaban, Scorpius dirigió su mirada hacia ella. Rose se sintió descubierta y sin pensarlo mucho, se escondió detrás de la columna. Escuchó los pasos de Scorpius sobre el césped mientras corría hacia ella. Ya estaba, su lugar secreto, ya no era un secreto.
Rose se asomó un poco, el rubio estaba prácticamente a pocos pasos de donde ella estaba.
—Hey, Weasley. ¡Buenos días!
Rose volvió a esconderse como si fuera a servir de algo.
—Weasley, te he visto perfectamente. Es inútil que intentes esconderte.
La respiración de Scorpius se escuchaba muy cerca. Sin que Rose viera cómo lo había conseguido, el chico saltó la balaustrada con una agilidad envidiable. Scorpius puso sus manos sobre las rodillas. Rose notó que el chico jadeaba bastante aunque a ella no le parecía que hubiera corrido tanto.
Scorpius sentía que se le iba a salir el estómago por la boca. Había pasado una buena noche pero su cuerpo había decidido, demasiado pronto incluso para él, que ya habían sido suficientes horas de sueño. Había tardado poco tiempo en ponerse el chándal para ir a correr por el bosque en su forma de animago. Aunque no acostumbraba a escaparse todas las noches, desde el encuentro que había tenido con la voz de Rose, Scorpius sentía una necesidad mayor de andar por ahí por si volvía a cruzarse con la chica.
El destino había querido cumplir su capricho. Mientras se vestía dentro del invernadero número 4, había visto a través de las ventanas como la chica se asomaba al Lago Negro. Scorpius no sabía si se trataba de ella o de Lily Potter pero una vez que se vio fuera, el rubio confirmó que era Rose la que estaba allí a aquellas horas tan tempranas.
Le había sorprendido que la chica intentase esconderse de él pero la había visto perfectamente, mucho antes incluso de que ella le viera a él.
Scorpius la miró sonriendo aunque aún estaba bastante colorado por la extensiva carrera que había hecho aquella mañana. Él estaba seguro de que había llegado casi al límite del territorio de los centauros. Vio como la chica se separaba de la pared y Scorpius agradeció el gesto.
—Veo que no soy el único que hoy ha madrugado, ¿eh?
Rose hizo una mueca. Scorpius se dio cuenta de que había metido la pata intentando hacerse el gracioso.
—¿Has conseguido dormir algo esta noche, Weasley?
—Sí, algo. Pero es que me estaba agobiando si pasaba más tiempo despierta en la cama.
Rose había mentido al chico pero de eso no tendría porqué enterarse nunca.
—Comprendo. Oye, perdona que te haya invadido así de esta manera. Te he visto cuando salía de los invernaderos y me pareció buena idea saludarte. He sido un poco descortés y además, mira que pintas llevo.
Scorpius se señaló así mismo y Rose sonrió dándole la razón sin decir nada. Scorpius siempre solía ir vestido muy formal y correctamente, no lleno de barro hasta las cejas. Rose no pudo evitar preguntar qué hacía el rubio ahí a esas horas.
—Malfoy, ¿por qué estás tan pronto en los invernaderos? Aún no tenemos tarea de Herbología.
Rose le había pillado con las manos en la masa, buscó una excusa rápida y la soltó sin mucha convicción.
—Estaba buscando muestras de una planta para una poción.
—¿Y dónde están las muestras?
La pelirroja le había vuelto a pillar de nuevo. A esas horas de la mañana y sin haberse duchado, Scorpius aún no era persona.
—¡Por Merlín! ¡Me las he dejado en el invernadero!
Scorpius se golpeó suavemente la frente con su mano, manchándose aún más de tierra. Aquel gesto tan teatral, por la manera en que la chica arqueaba las cejas, no había resultado nada convincente.
—Pues quizás deberías ir a buscarlas antes de que les toque clase a los de primero. Puede que el profesor Longbottom les haga un tour por todos los invernaderos.
—Sí, claro. Tienes toda la razón, Weasley.
Scorpius se encaramó de nuevo a la barandilla con un equilibrio que le daba una pizca de envidia a Rose. El rubio saltó al vacío, cayendo de pie como un gato. La distancia al suelo sería poco menos de un metro pero Rose no hubiera sido capaz de saltar con tanta elegancia. Rose vio como el chico comenzaba a alejarse cuando recordó algo que tenía pendiente.
—¡Malfoy, espera!
Scorpius se giró con rapidez. El rubio estaba seguro de que la chica no se había tragado su mentira.
—¿Qué pasa, Weasley?
Estaban hablando en voz alta pero no había nadie a quien pudieran molestar.
—Lo he estado pensando y acepto. Acepto que seas mi profesor de clases particulares.
La amplia sonrisa que llenó el rostro del chico hizo que ella sonriera en respuesta, aunque mucho más comedida.
—No podrías haberme dado mejor noticia, Weasley. Ya verás que lo conseguiremos. ¿Te apetece empezar hoy?
Scorpius había vuelto a acercarse a donde estaba ella. Rose pudo apreciar que sus ojos grises brillaban de manera especial.
—Claro, por mí sin problema. ¿A qué hora?
—¿Te va bien a las seis en la puerta de la Biblioteca?
—Me va perfecto.
Rose dijo eso último con una leve sonrisa. Scorpius levantó sus pulgares en signo de que todo estaba bien y volvió a dirigirse hacia los invernaderos. Rose no se había creído la mayor parte de la historia que el rubio le había contado pero qué otro motivo iba a tener el rubio para estar a esas horas ahí. Miró la hora que era, aún era pronto pero decidió que era un buen momento para ir a buscar a Frank sin prisa alguna. El desayuno prometía ser aún más interesante que el breve encuentro que había compartido con el rubio.
Taneedra estaba en la puerta del Gran Comedor. Desde su posición podía ver que Longbottom ya estaba sentado en la mesa de Gryffindor junto a Rose. Taneedra sabía que para el resto de alumnos que estaban pasando en ese momento por ahí para ir a desayunar tenía que parecer una loca.
Respiró profundamente. No era algo tan difícil de hacer. Tenía que entrar en el Gran Comedor, sentarse en la mesa al lado de Rose y hablar con el chico. Era un plan sencillo pero Taneedra no comprendía porque temía tanto el enfrentamiento con el chico.
Estaba segura de que no sería la última vez que se verían en una situación así, pero pedirle disculpas era una novedad para ella. Para ambos, en realidad. Decidió no atrasar más la situación. Si tardaba un poco más podría pasar que el chico terminara de desayunar y se fuera del Gran Comedor.
Entró, con el ajetreo de la mañana, nadie reparó en ella. Las mesas estaban prácticamente llenas. Saludó de lejos a Scorpius que ya estaba en la mesa de las serpientes. Dirigió sus pasos hacia donde estaba la pareja de amigos. Taneedra había pensado que sería mejor si se sentaba enfrente del chico. Ese cambio de planes no se lo había podido decir a Rose porque cuando se despertó, la cama de la pelirroja ya estaba vacía.
Se sentó sin decir nada, ni siquiera un breve saludo. Rose la miró sonriendo. Taneedra quiso interpretar esa sonrisa como la manera de la pelirroja de decirle que todo saldría bien, que ella le cubría las espaldas. Taneedra no sabía porque la noche anterior había decidido confiar en la chica. Quizás se debía que por primera vez en todos los años que llevaban siendo compañeras, había visto a la pelirroja como un ser vulnerable. Taneedra disimuló sirviéndose un vaso de zumo de manzana. Colocó un par de pasteles de canela en su plato cuando la voz de Longbottom, en un susurro con cierto tono peligroso interrumpió su gran actuación.
—¿Cómo te atreves a sentarte aquí sin ningún tipo de vergüenza, Zabini?
Taneedra le miró controlando la rabia que el moreno despertaba en ella simplemente con dirigirse a ella. El chico tenía la misma cara de idiota que de costumbre así que Taneedra se sentía más tranquila. Había sido una lástima que su hechizo no hubiera tenido efecto permanente.
—Hasta donde yo sé, Longbottom, esta también es mi mesa.
Taneedra le había respondido en el mismo susurro aunque con más agresividad de la que le hubiera gustado.
Frank apretó los dientes. No era capaz de comprender cómo la chica había tenido la desfachatez de sentarse enfrente de él como si no hubiera pasado nada y no hubiera perdido una tarde de su vida junto con Madame Pomfrey. Frank se fijó en que la chica desviaba su mirada hacia Rose quien la estaba mirando con preocupación. Algo le estaba oliendo raro y no le gustaba esa sensación. Sintió la mano de Rose sobre su antebrazo.
—Frank, estoy segura de que si Taneedra, de entre todos los sitios, ha decidido sentarse aquí, quizás es porque tenga algo que decirte. ¿No es así?
Rose volvió su mirada hacia la chica. Frank estaba confundido. Desconocía en qué momento su amiga tenía tanta complicidad con la loca que tenía enfrente. Sin embargo, su confusión aumentó cuando vio como Taneedra asentía. La chica volvió a mirarle directamente a los ojos. Esta vez Frank no notó en la mirada ambarina esa rabia que se tenían el uno al otro.
—Quería pedirte disculpas, por lo de ayer.
—¡Ajá! ¡Así que admites que fuiste tú a propósito!
Frank se había levantado alzando la voz. La atención de todo el comedor, incluidos los profesores, se había dirigido hacia ellos. Taneedra mantuvo la mirada. Si el chico no quería aceptar sus disculpas, ella al menos se quedaba con que había dado el primer paso.
El chico la señalaba con un dedo acusador. Con toda la calma que podía encontrar dentro de ella, se levantó.
—Sí, lo admito. Y de nuevo, lo siento.
Frank se había quedado sin palabras. El hecho de que la chica pudiera mantenerse tan calmada le estaba dando más miedo del que quería demostrar. Quizás era una treta de la morena para hacer otra jugarreta. Taneedra volvió a hablar. El comedor estaba prácticamente en silencio.
Rose miraba a ambos sin saber si intervenir aunque no parecía hacer falta. La tensión entre ambos podía contarse con un cuchillo y Rose no sabía por dónde podría salir Frank.
—Te propongo una tregua, todo por la unión de las casas.
Taneedra extendió su mano como símbolo de paz. Frank no las tenía todas consigo pero si no aceptaba, el que quedaría en ridículo sería él. Tomó la mano que la pelimorada le ofrecía, aunque tenía que cobrarse por última vez. La chica le debía una.
Mientras se daban la mano, Frank se fijó en que el plato con flan estaba al alcance de su mano libre. Sería la venganza perfecta, no se le ocurría mejor punto final para esa rivalidad que reinaba entre ambos.
Fue un visto y no visto. Antes de que Rose pudiera hacer nada, la fuente llena de flan había acabado sobre el pelo de Taneedra. Se escuchó como varios alumnos contenían la respiración.
Vale, había llegado tarde pero le había prometido a la chica que estaría ahí para ella. Se levantó, encarándose con Frank.
—Frank, te has pasado. Taneedra venía con buenas intenciones y tú respondes así.
Frank pudo ver la decepción en la mirada de Rose y aquella pequeña venganza se tintó de un sabor agridulce. Quizás no debería haber hecho aquello si la chica quería dejar todo atrás. El chico no pudo decir nada porque antes de que pudiera hablar, Rose se había subido a la mesa pasando al lado donde estaba Taneedra.
Ambas chicas se marcharon del Gran Comedor y Frank Longbottom sintió que era el foco de todas las miradas, todas ellas bastante enfadadas con su comportamiento. Especialmente la de su padre.
