¡Hola!Disculpen la demora en este fic, he estado un poco a full de trabajo, no me llegaba la inspiración y estoy también muy concentrada en mi fic sobre Tamao. Esta canción en particular es especial, ya que la tuve que rehacer tres veces porque no me terminaba de convencer. En fin, basta de quejas jejeje. Muchas gracias a todos los que siguen el fic, muchas gracias Rozanji por tus reviews (por cierto, la canción que me imagine fue I know I loves you, del desaparecido grupo Savage Garden, súper cursi, lo sé), gracias por esperar y pues vayamos a esta canción un tanto nostálgica… ¡Disfruten!

Snow

Entró a cada una de las habitaciones y verificó que estuvieran bien cerradas las ventanas. Interrumpió momentáneamente su tarea al notar que comenzaba a nevar. Le gustaba la nieve, pero sobre todo apreciaba ver nevar.

En su mente todavía tenía nítidamente grabado el recuerdo de la primera vez que vio como el manto blanco cubría cada superficie de Aomori y lo asombrado que estaba al notarlo.

La nieve le recordaba a Matamune y a su primer encuentro con Anna. Instintivamente llevó su mano al collar de garras de oso que colgaba de su cuello. Eran memorias que tenía muy bien guardadas dentro de su corazón.

De repente un aroma dulce le llegó a la nariz, sacándolo de su ensimismamiento, unos brazos lo rodearon suavemente por detrás y sintió la frente de su prometida recargarse en su espalda.

- Lograrás verlo nuevamente- escuchó que Anna le decía.

Por respuesta acarició con suavidad las manos que lo rodeaban.

-Ven- le dijo ella al mismo tiempo que se separaba de él.

Se dirigió sutilmente hacía los enormes ventanales de la sala y corrió la cortina que los cubría. Lo invitó a sentarse a lado de ella. El joven obedeció, la rubia tomo una frazada y con sumo cuidado los cubrió a ambos.

-Gracias por todo- pronunció mirándolo a los ojos.

Yoh le sonrió abiertamente, ella se ruborizó levemente. Él se aventuró a entrelazar su mano con la de ella y la sostuvo con firmeza.

Vieron la nieve caer, sin decir palabra alguna, como siempre lo hacían, con las manos entrelazadas, disfrutando del calor de sus cuerpos y de su mutua compañía.

Desde algún lugar del cosmos, un gato con sombrero y pipa sonreía al verlos, su felicidad bien había válido su sacrificio.

FIN