Por varios segundos, sonidos de hojas, causados por una fuerte pero efímera brisa, inundan el lugar. Luego, silencio. Una chica rubia despeinada y cubierta de suciedad se encuentra al final del recorrido, está recargada en un colchón que cubre una de las paredes del local. Intenta recuperar el aliento.

—¿Y... y bien? —dice la chica, dirigiéndose al árbitro. No responde—. ¡Hey! Te... te estoy... hablando.

Las cejas del árbitro jamás estuvieron tan levantadas como ahora. Con el comentario de Shecil, logra parpadear un par de veces antes de poder gritar ante el público .

—¡Con un resultado espectacular, Shecil se convierte en la campeona del desafío con una puntuación perfecta en un tiempo de tan sólo ocho segundos!

La gente, que comparte la misma expresión del árbitro, comienza a moverse. El grito los hace reaccionar, aplausos surgen uno tras otro hasta obtener un conjunto de ovaciones.

—¿Viste lo mismo que yo? —dice un estudiante.

—No lo sé —contesta otro—. Sigo pensando si fue real.

—¿La viste disparar?

—No, apenas distinguí una silueta pasar por el campo. Fue tan rápida...

—Lo sé, fue increíble.

La emoción domina el ambiente, muchos corren hasta Shecil para felicitarla. Ella, contenta y cansada, se deja llevar. Mientras tanto, un chico, cubierto en vendas y en el suelo, mira estupefacto. Los únicos que llegaron a ver los movimientos de la ganadora fueron él y unos cuantos profesores (de la cual uno es el árbitro) que se encontraban espectando, dando por hecho ninguna acción considerada trampa.

Él atestiguó con su único ojo como ella salió disparada al mismo tiempo que sacaba dos flechas del carcaj y las acomodaba en el arco (una encima de otra). Este tipo de técnicas eran muy raras de ver ya que cuesta mucho dominarla, al disparar ambas a la vez la fuerza con la que son impulsadas son bastante menores a la fuerza que tendría una sola, acortando el rango de disparo. Además, se usa para disparar una flecha a la vez, pero se necesita tener un control total en los dedos para no soltar sin querer la flecha equivocada. Con esto se ahorra el movimiento de sacar de una en una, a coste de disminuir la capacidad de puntería debido a que la flecha de arriba no está apoyada en la mano que agarra el arco, sino en la otra flecha.

No había pasado el primer segundo cuando ella hizo el primer disparó contra la diana de la izquierda (la más cercana), y sin ver si atinaba, giró con rapidez al siguiente objetivo (a su derecha) y disparó la flecha restante. Ni siquiera parecía apuntar, sin embargo, cada tiro impactaba el centro. Hizo exactamente lo mismo con las dos dianas siguientes.

Después de sacar otro par de flechas, las fue acomodando en el arco mientras observaba los seis objetivos que se hallaban antes de la pluma azul, apoyada en el suelo. Al igual que Merphel, Shecil decidió disparar a los maniquíes de la derecha, que se encontraban colgando entre los árboles. Por un momento, Merphel se percató de como ella tardó más en disparar en comparación a antes debido al movimiento oscilante que producían dichos maniquíes. Aún así, no habían pasado dos segundos. Con gran habilidad, disparó, acertando a ambos blancos. Sin embargo, como no había bajado la velocidad, dejó atrás el maniquí de la izquierda y estaba por pasar la diana del mismo lado. Lo que pasó a continuación dejó a Merphel más perplejo de lo que ya se encontraba.

La chica sacó otro par de flechas y dio un salto. Como iba muy rápido ella seguía yendo para adelante, pero mientras se encontraba en el aire comenzó a girar sobre sí misma al momento de que ponía las flechas en el arco. Parecía un remolino. En el instante que giró doscientos treinta grados desde su posición original, disparó. ¡Consiguió darle al maniquí que había dejado atrás! ¡Era increíble! Pero no terminó ahí, antes de dar la vuelta completa, volvió a disparar, acertando contra la diana que estaba junto a ella. Y como si nada hubiera pasado, volvió a pisar el suelo como si nunca hubiera brincado. Casi al instante tomó y preparó otras dos flechas. Sin una señal de duda, disparó contra la diana y miró a la derecha para hacer lo mismo con el maniquí restante. Pasaron tres segundos.

Todavía no pasó la pluma azul cuando ya tenía preparado sus siguientes proyectiles. Vio justo delante una diana, y atrás de la misma se encontraba un maniquí, colgando de un árbol. Sin pensarlo mucho, pasó con rapidez la pluma y, esta vez, disparó ambas flechas. Había apuntado entre ambos objetivos. Usó su ingenio y habilidad para apuntar un poco más arriba la flecha que se encontraba debajo, así cuando se encontraran en el aire, la flecha de abajo chocaría con la de arriba y provocaría un cambio en su trayectoria, yendo la de arriba contra el maniquí colgado en el árbol y la de abajo contra la diana.

El problema ahora era la esquina, con tal velocidad jamás lograría cambiar su dirección a tiempo, o al menos eso pensó Merphel. Claro que desde tan lejos no vio la ventaja de espacio que tenía Shecil respecto de la esquina, pues se encontraba a bastantes metros todavía. Incluso antes del último disparo, ya se estaba desviando a la izquierda para poder incorporarse a la siguiente parte del campo.

Aún cambiando de dirección, se preparó para sacar otro par de flechas y disparar contra el maniquí que estaba a su izquierda. Con un movimiento rápido, disparó uno de los proyectiles, acertando al centro y dándole tiempo para incorporarse al carril. Sin más dilación, miró a la derecha en busca de la diana que colgaba de un árbol. Usó su segundo disparó y sin mirar si acertaba, retiró otro par de flechas del carcaj.

Quedaban dos objetivos antes de la siguiente pluma azul. Como estaban del lado derecho, no tendría problema en atinarles, sin embargo, uno de los espectadores estaba bloqueando el paso de la diana. Seguro el chico pensó que para cuando ella llegara a esa sección él ya se hubiera quitado, pero jamás se le ocurrió que Shecil tuviera semejante agilidad. Por un momento, la chica no sabía cómo resolverlo, entonces percibió la pluma azul colocada en la próxima esquina, y una idea apareció ante ella.

Se desvió de nuevo del camino de flechas, está vez por la derecha, y sin desacelerar, apuntó a la diana, donde el chico ya estaba fuera de su línea de disparo. Soltó la primera flecha y preparó la segunda para el maniquí más próximo. Cómo estaba tan cerca, no le costó nada acertar. Ahora tenía que regresar al circuito. Cambió de dirección, pasando por detrás de la diana, para llegar a la siguiente pluma azul a través de un camino semicircular. Pasaron seis segundos desde el conteo.

Las piernas y dedos comenzaron a doler, y la respiración era cada vez más difícil de controlar. Pero no podía rendirse, ya superó la mitad del circuito, tenía que seguir adelante. A su izquierda se encontraban dos dianas, y más adelante otra pluma azul. Comparado a los objetivos anteriores, esta parte era lo suficientemente sencilla para darle un respiro. Como hizo antes, sacó dos flechas más y las disparó. Delante de la pluma se encontraban tres dianas más, una de ellas por detrás de las otras. Cómo estaban tan pegadas no podía encontrar un ángulo para dispararle a la que se encontraba escondida. Entonces se dio cuenta de que su única oportunidad se encontraba en el hueco entre las dos dianas que la cubrían.

Sin tiempo de pestañear, Shecil ya tenía preparados otros dos tiros. Al instante la diana más cercana recibió una flecha en el centro. Decidida a concentrarse, mantuvo la posición mientras corría, y cuando vio el blanco por el hueco, soltó la flecha. Llegó a rozar una de las orillas de las otras dianas, pero no fue suficiente para cambiar su dirección. Al final se clavó en el punto central del objetivo. Sacó otra flecha, estaba apunto de pasarse el blanco faltante. Con un fugaz movimiento logró darle.

Estaba cerca del final, podía ver el final del camino marcado con una pluma verde, y lo único que se interponía eran cinco dianas más. Parecido a lo de antes, dos de las dianas se encontraban detrás de las otras tres. Esta vez, no podría hacer lo mismo, pues no tendría tiempo para preparar el disparo del segundo hueco, y si intentaba desacelerar a esa velocidad, es probable que terminara perdiendo el equilibrio, cayendo como le pasó a Merphel.

No podía fallar ahora que estaba tan cerca, por eso se arriesgó a probar algo que ni siquiera ella había intentado. Tomó tres flechas del carcaj e intentó posicionarlas en el arco, pero los dedos no eran suficientemente capaces de sostenerlas, dos de las flechas se soltaron y cayeron al suelo. Por suerte para ella, como no las disparó, no se considera como pérdida de puntos. Se acercaba la primera diana así que no podía perder más tiempo. Disparó la única flecha que tenía, y después de asestar al blanco, insistió en sacar tres flechas más. La idea era tener una flecha preparada justo antes del segundo hueco para no perder tiempo recargando y desaprovechar la oportunidad, pero tampoco tenía que olvidarse las dos dianas anteriores, pues con el cansancio no se creía capaz de realizar otro giro en el aire.

Las manos le temblaban, no soportaba el dolor de los pies, la respiración se volvió incontrolable y mareos comenzaban a aparecer. A pesar de todo, seguía intentando acomodar el trío de flechas. No quedaba tiempo, apuntó hacia arriba y disparó las tres flechas descontroladas, conforme subían la gravedad los alentaba hasta el punto de detenerse, para luego caer. Entonces, un milagro apareció. Las tres flechas se incrustaron en las tres dianas que tenía Shecil cerca. Lo que parecía un acto desesperado resultó ser una maniobra de intuición máxima. No sabía muy bien lo que sucedió, simplemente tuvo una corazonada.

Un disparo más, era todo lo que faltaba. Revisó el carcaj una vez más, pero para su sorpresa, se quedó sin flechas, la única opción era recoger una del camino que conforma el circuito. Pero intentar agacharse podría conllevar un riesgo, pues perdería el equilibrio. Era todo o nada. Se agachó sin detenerse y alcanzó a tomar la flecha, intentó levantarse pero no podía, todo el peso se estaba yendo hacia en frente. Iba a caer. Sin darle espacio a la duda, colocó la flecha en el arco y apuntó contra el último objetivo que se encontraba a metro y medio por delante de ella. Entonces disparó. Antes de llegar al suelo alcanzó a moverse lo suficiente para rodar en un eje que pasa por la cabeza y va hasta los pies con el propósito de disminuir los daños. De no ser por el propietario del local, Shecil habría sufrido un destino similar al de Merphel, pues había decidido colocar colchones alrededor de las paredes del lugar para evitar accidentes como el que sufrió el arquero. Terminó chocando contra uno de los colchones.

Pasaron varios segundos hasta que la chica logró recuperarse para reclamar por el resultado. El árbitro anunció una aplastante victoria.

Mientras tanto, Merphel permanece inmóvil, no es capaz de asimilarlo. Ver a la gente festejar por su derrota lo desconcierta. Unas lágrimas aparecen por su cara. Intenta subir a la silla, no puede hacerlo. Más lágrimas. Una mano llega para ayudarlo. Es Shecil. El chico voltea abajo, no quiere que lo vea en ese estado. Poco a poco ella lo levanta hasta lograr incorporarlo.

—Fue un buen duelo —dice Shecil, sin percatarse del aspecto de su contrincante. Nota la decisión del arquero por no querer voltearse—. ¡Vamos! No te enojes por algo tan tonto. Todo el mundo pierde.

Ella se agacha, ve la cara del chico cubierto en lágrimas. Su sonrisa se esfuma, no sabe que hacer. Merphel, distinguiendo la cara de la chica, la empuja. Rápidamente coloca sus manos en las llantas de la silla y comienza a irse.

—¡Espera! —grita la chica en un intento de arreglar la situación.

—¡Déjame en paz! —responde el chico entre lágrimas.

El bullicio de la celebración se disipa. Loúnico que queda es un silencio incómodo.