Capítulo VI
"Darth Plagueis era un señor oscuro de los sith tan poderoso y sabio que podía usar la Fuerza para influenciar los midiclorianos y así crear… vida. Su conocimiento del lado oscuro de la Fuerza le permitía salvar a sus seres queridos de la muerte."
- Darth Sidious (Canciller Palpatine), a Anakin Skywalker (futuro Darth Vader). En la Gran Ópera de la República Galáctica (Star Wars Episodio III: La venganza de los Sith)
Camino entre mundos, Reino de la luz, Tercer anillo (crepúsculo).
Sora apoyaba sus pies sobre el ordenador central de abordo. Donald y Goofy llevaban un rato dormitando. Había dedicado el viaje a hablar con sus compañeros, pero, tras tantas horas, habían empezado a tomar turnos para echar una cabezadita. Nunca se sabía cuándo los sincorazón podían atacar con sus naves espaciales, así que siempre debía haber alguien pendiente de los mandos.
El elegido de la Llave Espada aprovechaba aquel tiempo a solas para pensar. Se habría dedicado a chatear con Riku y Kairi vía teléfono gumi, pero no disponía de conexión. Algo preocupante, pero nada grave; mientras siguieran con las indicaciones y visitaran todos los mundos que Yen Sid les había pedido, regresarían triunfantes.
Por algún motivo, el primer mundo al que les había enviado el gran mago estaba excepcionalmente lejos de la Torre. Habían esperado ser enviados a algún sitio conocido, para con algo de suerte completar su entrenamiento durante el viaje. Bueno… tal vez se apresuraba en hacer uso del plural. Él había esperado completar su entrenamiento; sus acompañantes eran ya veteranos guerreros de Su Majestad. En contraste, él…
Él todavía no había conseguido el poder del despertar. La diferencia que les separaba a Riku y a él era cada vez más grande. No sabía qué pensaba su amigo, pero en su corazón él solo albergaba admiración por cómo su amigo había mejorado tanto en tan poco tiempo. En las Islas del Destino habían competido como iguales, y así había sido todo desde entonces. Él había derrotado a Ansem y Marluxia – o eso se suponía, no recordaba nada del Castillo del Olvido –, pero Riku había cuidado de él durante el año que pasó durmiendo y recuperando sus recuerdos. Sin el trabajo en equipo de ambos, Xemnas no habría caído. Y en el reino de los sueños…
"Ya verás, Riku. Cuando nos reencontremos, podré ser de ayuda una vez más. No hará falta que me rescates".
Una luz amarilla comenzó a parpadear en el ordenador de la nave, llamando su atención. Sora sonrió, y el indicador de depósito de la nave giró ligeramente hacia la derecha. Ya casi habían llegado al siguiente mundo. La nave gumi había comenzado a mostrar la información que se disponía de él.
Los números variaban constantemente. Generalmente, la nave era capaz, gracias a los datos que se habían conseguido de viajes anteriores, así como deducciones a partir del nivel de oscuridad del mundo, de catalogar el mundo. El dato principal era lo que Chip y Chop habían llamado "estrellas de dificultad", pero también podían encontrar otras piezas de información. En aquel caso, solo una permanecía constante.
Sora se apresuró a despertar a sus compañeros. Lordran, tierra de dioses, era su primera parada.
[…]
Espacio aéreo de Vergel Radiante, Reino de la luz, Segundo anillo (luz tenue).
El corredor de la oscuridad se abrió en una sala de reuniones del destructor imperial. Sephiroth había tenido días con mejor humor; retirarse de un combate porque otro lo "ordenara" era algo alienígena para él. Solo por haberse sumado a la causa de Xehanort esa misma mañana no pensaba acatar la jerarquía inherente a aquella "Organización XIII". Fiel a sus principios, actuaría solo según su interés: ya había desmantelado la amenaza de los cetra, y ahora usaría la nueva guerra de las Llaves Espada, la colisión frontal entre luz y oscuridad, como perfecto escenario para reiniciar el universo y recrear en él el viaje interestelar que Madre hiciera en su día. Sería el comienzo de una nueva leyenda. Su leyenda.
No, lo que acababa de ocurrir no era un acatamiento de órdenes, sino una concesión por el bien del plan. Se repitió eso un par de veces, todavía visiblemente molesto. La única otra persona presente en aquella sala parecía notarlo, pues se mantuvo en completo silencio en lo que él recuperaba la compostura.
– Percibo una profunda ira en ti, Sephiroth… No la suprimas. Úsala en tu beneficio. Deja que la oscuridad te… posea.
El lord sith, el emperador Darth Sidious sonreía con dientes amarillentos. Era un holograma azul – quién sabría dónde se encontraba… –, pero sus rasgos eran todavía visibles. Su rostro estaba deformado por la vejez y viejas cicatrices, y vestía con una túnica semejante a las ropas de la Organización XIII.
– No me dices algo que no sepa. Yo soy oscuridad.
– Ah, sí… Algo escuché de Xehanort al respecto… Eres la… manifestación de la oscuridad de ese chico… ¿cómo se llamaba…? ¿Sky…? ¿Blue…?
– Cloud.
Sephiroth respondió con actitud tajante. El señor oscuro era un hombre anciano que dominaba aquella hechicería conocida como "el lado oscuro de la fuerza". Y sin embargo, su más temible habilidad parecía provenir de sus agrietados y blanquecinos labios. Cada vez que hablaba, el espadachín de la Masamune sentía que las serpientes siseaban al unísono, entonando su particular canción para domesticarle. Su instinto le pedía que tomara precauciones. Su sentido común, que había interiorizado que frente a sí tenía al líder de la secta religiosa de los sith, entonaba la misma canción.
– Sí… Moriste, y ese debería haber sido tu fin… Pero renaciste. Eras solo un recuerdo apartado, pero el corazón de ese chico sucumbió a sus deseos y ahora…
– Ahora ya no importa. Él no pudo vencerme, y yo salí victorioso.
La cuestión era mucho más compleja. A todos los efectos, Cloud Strife también había muerto. Desde hacía años, era solo un cuerpo al que habían introducido las células de Madre – un clon del propio Sephiroth. Ese era el núcleo de su relación. Ambos compartían el ADN de la Calamidad conocida como Jénova, y sus corazones se habían enlazado como respuesta. Mientras uno viviera, también lo haría el otro. Por eso, Sephiroth jamás mataría a Cloud, ni Cloud mataría del todo a Sephiroth. Sí, esa había sido su dinámica durante mucho tiempo.
– Así que… ¿lo mataste?
– No, anciano –Sephiroth se sentó. Su humor había empeorado al ser llamado "recuerdo apartado", pero lo compensaba la sensación de ver al emperador galáctico tenderle trampas para conseguir información –. El de Cloud ha sido un destino mucho peor.
Darth Sidious comprendió que no conseguiría descubrir nada más, y se limitó a sonreír. Podía percibir en su respuesta indicios de crueldad. Eso era suficiente para mejorar su ánimo. Y en cuanto al misterio de Cloud… Ninguno podía vivir sin el otro, así que debía seguir vivo. ¿Dónde? ¿De qué manera? Esas eran las respuestas que necesitaba.
Cuando el control de la galaxia estaba al alcance de su mano, los sith habían enfrentado su propia extinción un milenio atrás debido a conflictos internos para hacerse con el poder. Desde Darth Bane, así como desde la imposición de la Regla de Dos – nunca habría más de dos sith: un maestro y su aprendiz –, la necesidad de controlar las debilidades de sus enemigos estaba grabada a fuego en el instinto de todos ellos. La Organización XIII no sería una excepción.
Sephiroth aclaró su garganta, llamando la atención del holograma.
– Estás aquí porque querías hablar conmigo, ¿no es cierto? Ve al grano, anciano.
Darth Sidious se recostó en el sillón desde el que se presidía la mesa de la sala de reuniones. Había cedido aquel espacio para que los miembros de la Organización XIII utilizaran los corredores de oscuridad sin alterar demasiado el orden del destructor imperial. La presencia de nuevos aliados era, de momento, secreta. Todavía quedaban… alimañas que aplastar por su lado. Los rebeldes se escondían en los sitios más insospechados.
– Para darte mi enhorabuena por haber liderado la toma de Vergel Radiante, por supuesto… Has sido de mucha utilidad. Los sincorazón habrían tardado demasiado tiempo en tomar este mundo. Necesitábamos tu apoyo.
Sephiroth frunció el ceño, pero no dijo nada. Dudaba que eso fuera completamente cierto. ¿No disponían de suficientes efectivos? ¿Trataban de hacerle sentir imprescindible para la organización? ¿Por qué motivo? Cerró los ojos. Esas serían preguntas para otro momento.
– A cambio de tu continua colaboración, tenemos en una de las naves adyacentes a… ¿Jénova, se llamaba? No ha sido fácil recrearla, espero que aprecies nuestros esfuerzos.
– ¿Cómo lo habéis conseguido? Estoy seguro de que en Midgar eliminaron los restos que pudieran quedar tras mi primera resurrección.
Esta vez fue el señor oscuro quien relamió el sabor de conocer más que su interlocutor.
– El lado oscuro de la Fuerza es el camino a muchas habilidades que algunos consideran… antinaturales. Se lo podríamos agradecer en parte a la Compañía Shinra, que durante tanto tiempo conservó en vida sus células. No todo puede ser destruido con tanta facilidad, como sabrás…
Sin borrar la sonrisa de su rostro, Darth Sidious le indicó cuál era la nave y en qué sala podría encontrar a la entidad alienígena que aquél llamaba "Madre".
– Disfruta de tu reunión. Hablaremos luego de… qué puedes hacer para contribuir a la seguridad del plan. Estoy seguro de que lo encontrarás razonable. Ningún precio es alto si a cambio le das sentido a tu vida, ¿no crees?
[…]
Lordran, Reino de la luz, Tercer anillo (crepúsculo).
Sora, Donald y Goofy descendieron a aquel nuevo mundo con una sonrisa en sus rostros. La tierra rebosaba calma. Paz… Demasiada paz. Un planeta en ruinas. Edificios otrora resplandecientes peleaban por mantenerse erguidos. Violentos guivernos sobrevolaban el cielo, convirtiendo torres en sus nidos, y exhalando llamas para ahuyentar a posibles invasores.
Desembarcaron en los restos de una pequeña torre derruida, apenas en pie sobre la ladera de una montaña. Conexos, podían encontrar los restos de un santuario. ¿Tendría alguna importancia significativa para los habitantes de aquel mundo? Muchos caminos conectaban con aquellas agotadas piedras: un estrecho sendero se unía con un acueducto que permitía el paso a una ciudad; hacia abajo, la torre se adentraba hacia una ciudad sumida en la oscuridad, y, hacia el interior de la montaña, se extendía un camposanto desde el que se podía acceder a unas catacumbas.
Lo primero que llamó la atención de Sora fue la viva llama de una única hoguera. La torre había perdido casi toda su estructura: ya no había techos, ni tampoco escaleras que permitieran ascender a lo que en otro momento fueran niveles superiores. Sin embargo, aquella llama permanecía viva, arrojando su luz de esperanza a todos los viajeros que necesitaran un descanso.
Un hombre estaba acostado junto a aquel cálido fuego, silbando apaciblemente. Sus ropas eran… curiosas. Sora había visto mucha variedad a lo largo de los mundos, pero aquello era sin duda de lo más particular. El caballero cubría su cabeza en su totalidad con un casco de templario, rematado en lo alto con una única pluma roja hacia un lado, y vestía con una tela rugosa sobre la que había el grabado de un sol. Un… ¿rostro? separaba aquel sol de cualesquier otro que hubiera visto con anterioridad.
– ¿Oh…? ¡Ja-já! – el caballero se incorporó lentamente, hasta permanecer sentado con una rodilla flexionada–. No parecéis Huecos, en absoluto… Encantado de conoceros. Mi nombre es Solaire de Astora, un humilde seguidor del Señor de la Luz solar.
Aquel hombre hablaba con la brillante energía de la misma llama junto a la que descansaba. El contraste con el mundo triste y derruido de su alrededor llamó la atención de aquel trío, quienes tardaron unos segundos en recomponerse.
– ¡Oh! Mi nombre es Sora. Y ellos son Donald y Goofy. Encantados de conocerte, Solaire –el caballero asintió un par de veces, como satisfecho con su respuesta–. ¿Eres… de por aquí? ¿Por qué está todo tan en ruinas?
El guerrero de la luz solar ladeó ligeramente la cabeza, algo confuso con la pregunta, pero la respondió con el mejor humor.
– No, no, Astora está algo lejos. ¿Habéis llegado a esta tierra sin conocer Lordran…? ¡Vaya, entonces no debéis ser ni tan siquiera No muertos! Ja, ja… Qué grande es vuestro valor, acudiendo a la tierra del Señor de la Luz sin la marca de los no muertos sobre vosotros. Si morís, será vuestro final de verdad.
Los tres compartieron una profunda perplejidad. ¿Acaso había una maldición en aquel mundo que impedía la muerte…? Donald debió percibir que el caballero comenzaba a sospechar de su desconocimiento, así que intervino con rapidez.
– ¡Bueno! ¡Claro que somos valientes! ¡Es que los tres somos héroes en nuestra tierra!
– ¡Oh, grandioso! Realmente es un honor para mí conoceros entonces, Sora, Donald, Goofy.
"¿Se lo ha creído con tanta facilidad? Parece que es nuestro día de suerte…", pensó con alivio el elegido.
– No, el honor es nuestro, Solaire… Pero si no te importa que te preguntemos, ¿para qué has venido desde tan lejos? ¿Desde… –tardó unos segundos en rehacerse con el nombre– Astora?
El aludido acabó por incorporarse del todo y, con gesto cantarín, informó:
– ¡Bueno! ¡Aprovechando que me convertí en No muerto, decidí venir a esta gran tierra, el hogar del Señor Gwyn, para buscar mi propio sol! –rio gustosamente–. El sol es un astro majestuoso… como un amable padre… ¡ah, ojalá pudiera brillar yo también de esa forma!
El trío se miró entre sí, y compartieron un mismo pensamiento. El guerrero de la luz solar era… intenso. Esa era la única palabra con la que podían describirlo. Sin embargo, Sora sintió también una especie de… añoranza. Podía entender ese deseo por aportar luz a los demás. Por ser alguien que hiciera que el resto tuviera mejor vida. Por un segundo, pensó que, tal vez, se parecieran un poco.
Mientras Solaire se encaraba con el sol y levantaba los brazos – como el águila levanta las alas para volar, pero con mucha mayor inclinación –, y les animaba a "alabar el Sol", el joven comprendió que, tal vez, hacer comparaciones era apresurado.
– Bueno… Nosotros estamos buscando la puerta a la oscuridad. ¿Algún lugar peligroso por aquí cerca? ¡Nosotros nos encargaremos! – los tres blandieron sus armas al unísono. ¿Estaba ensayado? No necesitaban dar respuesta a esa pregunta.
– Ah… ¿Buscáis el Abismo? ¿Queréis recrear la leyenda de Sir Artorias? ¡No puedo estar más orgulloso de los tres! Fue el más grande de los caballeros del Señor Gwyn. Ojalá podáis, como él, hacer frente al inevitable avance de la oscuridad.
Los rostros de los tres se iluminaron al mismo tiempo. ¿Había Yen Sid acertado con el primer mundo? ¿Podían localizar la nueva puerta en Lordran?
– ¡Sí, justo eso! ¿Alguna pista de dónde encontrarlo?
El caballero se cruzó de brazos, meditabundo.
– Bueno… Me temo que, no siendo de por aquí, no os puedo ofrecer mucha guía…
Los tres doblaron su postura, ostensiblemente desanimados tras las malas noticias. No podía ser tan fácil, ¿verdad? No podían simplemente… tenerlo a sus pies, ¿verdad? Suspiró. Al menos lo tenían más cerca que de costumbre…
– ¡Ja, ja, ja! ¡No os desaniméis! – Solaire casi pareció abrazarles con un cálido gesto – Cuando yo estuve perdido como vosotros, acudí al lugar más sagrado de esta tierra. Id a Anor Londo. No lo lamentaréis. ¡El sol brilla con más fuerza en la ciudad construida por el Señor Gwyn!
Sora asintió, con renovadas energías. Pidió indicaciones a Solaire sobre cómo llegar y, por lo que parecía, su aventura acababa de comenzar. Debían adentrarse en la catedral del burgo de los no muertos – la ciudad conexa a ellos por arriba –, que por fortuna estaba conectada a aquel santuario por medio de un ascensor en la pared de la montaña, y entonces adentrarse en una pequeña iglesia que servía de lugar de descanso para los que quisieran acceder al llamado Bosque tenebroso. Si miraban desde aquella montaña, podían hacerse una idea de hasta dónde llegaba la arboleda.
– La planta de en medio de la iglesia conecta con la Fortaleza de Sen, un súbdito del Señor Gwyn. Está repleta de trampas, ¡así que tened cuidado! Pero si llegáis a lo alto, y mostráis este emblema dorado, unas arpías os llevarán a la ciudad.
Sora extendió la mano para recibir el emblema que Solaire le ofrecía. Frunció el ceño muy ligeramente.
– ¿No lo necesitas? ¿Estás seguro? –todavía estaba perdido buscando su sol. ¿Podía ser que…?
– ¡Ja, ja, ja! No, me temo que Anor Londo no tenía las respuestas que yo necesitaba. Pero estoy seguro de que la hija del Señor Gwyn os podrá ayudar.
Sora se sintió tentado de preguntar acerca de por qué no podían ser recibidos por el propio Señor Gwyn, pero, temiéndose la respuesta, prefirió morderse el labio. El tiempo pasa para todos.
– Bueno, esta reunión ha sido un placer, pero debería reemprender mi viaje. Eso sí… Antes de despedirnos… Sora, Donald, Goofy. Debo avisaros de algo. Como venís de tierras lejanas, tal vez no lo sepáis, pero en Lordran el propio transcurrir del tiempo está retorcido, y héroes de siglos atrás aparecen y desaparecen. La propia fábrica de la realidad ondula – ¿Era por eso que la nave gumi no era capaz de ofrecer información estable? –. No hay forma de saber por cuánto tiempo vuestro mundo y el mío permanecerán en contacto. El camino que os espera será duro y peligroso, y me encantaría poder prestaros mi ayuda con algo de saponita blanca, pero me temo que di la última que me quedaba a un buen viajero… Es posible que no nos volvamos a ver… ¿quién sabe? Llevad esto encima. Por si acaso. Si la fortuna os sonríe y lo encontráis, con esto el buen viajero os reconocerá como amigos míos.
Goofy recibió de las manos de Solaire un medallón que tenía inscrito el mismo emblema del sol que el peto del caballero. Ciertamente, era indistinguible. "¿Cuántos de estos llevas encima?", quiso preguntar el elegido de la Llave Espada. No obstante, cuando alzó la mirada, las palabras apenas asomando por sus labios, el guerrero de la luz solar ya había desaparecido.
– Oh… Me habría gustado despedirme como es debido – Goofy miró cual Hachiko el lugar que acababa de ocupar el caballero.
– Bueno, ¡estas cosas pasan! – Donald le restó importancia –. Démosle las gracias cuando encontremos la puerta a la oscuridad. ¡Podemos ofrecerle un banquete! ¡Estoy seguro de que quedará mucho más impresionado con Su Majestad que con ese Señor Gwyn suyo!
Sora no pudo reprimir una carcajada, y, con actitud relajada, retomaron la marcha. Las direcciones que Solaire les había dado eran certeras, así que no tardarían más que un par de horas en llegar a lo alto de la Fortaleza de Sen. No podía ser tan difícil, ¿no?
[…]
Muchos héroes habían fracasado tratando de llegar a Anor Londo. Uno de ellos pertenecía a una de las más antiguas casas de Astora. Había sido criado bajo el mejor de los tutelajes, y le habían proporcionado las mejores espadas y armaduras. Había crecido con la esperanza puesta en cierto dicho transmitido de generación en generación en su familia: Vos que sois No muerto sois elegido, y, en vuestra huida del Asilo de los No muertos, haced peregrinaje a la tierra de los antiguos señores. Cuando hagáis sonar la Campana del Despertar, el destino de los no muertos conoceréis.
Ahora, el valiente héroe yacía olvidado en ese asilo de leyenda. Hasta minutos antes de morir, debía haber creído que estaba cumpliendo con su destino. Debía haber creído que todo estaba a su alcance, que la luz siempre guiaría su camino, que el camino que recorría estaría siempre pavimentado para que sus nobles pies lo cruzaran.
Lordran había aplastado esa esperanza con rabia. Esa era la naturaleza de aquel mundo. En un escenario así, ¿por qué debía siquiera molestarse en llevar a Sora a la oscuridad?¿Y si todo fallaba? ¿Y si solo le volvían más fuerte? ¿No era más sencillo arrancar la raíz antes de lamentarse por si la planta se pudriría? ¿No era más fácil darle muerte?
El hombre de la túnica blanca se llevó la mano al pecho, palpando lo que escondía en su bolsillo anterior. En otro mundo no serviría de nada, pero allí… allí, tan cerca de lo que conocían como "el Abismo", podía llamar al nuevo número IX. ¿Sora sobreviviría? "No por mucho tiempo", reflexionó. "Aunque muriera, yo podría ponerle fin a todo. Se acabarían los quebraderos de cabeza que le ha dado al Maestro".
Y eso suponiendo que sobreviviera la ruta hasta Anor Londo. Los obstáculos en su camino, aunque en parte removidos por el No muerto elegido, el sin nombre que Solaire de Astora había llamado "el buen viajero", seguían siendo numerosos. Soldados. Trampas. Laberintos... Dioses. Podía dejar que Lordran lo agotara antes de rematarlo. Podía esperar a que se separara de los idiotas de sus amigos. Podía…
Aquel debate interno no podía continuar. Las órdenes del Maestro eran absolutas. Creer en el destino nublaba la mente, pero obedecer al Maestro… ¿por qué la sensación era distinta? Aparcando a un lado la flagrante contradicción, el hombre de blanco, oculto en la torre del santuario del enlace del fuego, retomó su supervisión sobre el trío.
Si así las aguas de su mente estaban calmadas, ¿por qué removerlas?
DIRECTORIO DE NUEVOS PERSONAJES
Darth Sidious
Número VI de la nueva Organización XIII. El señor oscuro.
Uno de los dos lord sith vivos actualmente. Es el maestro de Darth Vader.
Bajo la identidad de "Palpatine", Darth Sidious se convirtió en un importante senador de la república galáctica. Acumuló poder con el tiempo gracias a su excelente oratoria y su carisma, trayendo gente a su bando que desconocía sus verdaderos propósitos. Orquestó una guerra civil con el único propósito de convertirse en canciller supremo primero, y en emperador después. Todo con el objetivo último de erradicar a los jedi, la otra orden monástica que conoce los secretos de la Fuerza – y con la que han estado enemistados por siglos.
Solaire de Astora
Un caballero del reino de Astora que marchó a Lordran para buscar, en sus propios términos, "su propio sol".
Aunque él mismo reconoce abiertamente que es una expedición extraña, lo asume con entereza y no deja que le afecte al ánimo. Ayudándose mutuamente con "el buen viajero", tocó las dos campanas del despertar y llegó a Anor Londo. Sin embargo, su misión parece haber llegado a un punto muerto. En Izalith, la tierra de los demonios, el reino creado por la única bruja del calibre de Gwyn, tal vez encuentre su respuesta…
