Capítulo VII:
Quinn salió de la casa de Finn sintiendo que su corazón se había quedado ahí mismo, su Rachel. Mas ella lo entendía, Rachel tenía que decidir, y podía pasar desde minutos a mucho tiempo y eso estaba bien, ella tenía que entender que eso estaba bien.
Mientras ella se fue a su casa con sus hijos, explicándole sobre todo a Kyle lo que había ocurrido y que estaba muy bien si él quería irse con ella a pasar un tiempo.
- No lo ves mamá ¿es cómo si ya se hubiesen divorciado? – soltó muy preocupado.
- Nada de eso mi amor, no te preocupes bebé, ven aquí – pidió ella abrazándole – los amo más que a la vida misma.
- Yo también mami – replicó él.
- Un niño no debería preocuparse por tamañas razones, sólo las de ser un niño, déjame a mí preocuparme por lo mío y tú mi hijo disfruta de tu estancia aquí – le pidió y su niño a regañadientes asintió, él quería ayudar – ahora vamos a dormir mi amor – le dijo yéndose a dormir junto a sus dos nenes, Beth en medio de ambos.
- Mamá, ella es muy chiquitita – observó sonriendo – en mi tiempo, yo ya la conozco grande, mas así parece muy chiquitita – le dijo muy sonriente su hijo y Quinn sonrió con él, su bebita era de lo más adorable.
…
- ¿Me vas a dejar por ella? – preguntó Finn triste sentándose en su sofá para conversar con su aún novia.
- Te dejo sí, pero no por ella, sino porque ya no te reconozco, le disparaste Finn.
- Fue un accidente, estoy cansado de repetirlo.
- Aun así, entraste a mi casa con un arma cargada y sin seguro, eso pudo terminar en tragedia.
- Estaba muy emocionado, era mi primera arma, quería enseñártela, ahora comprendo que fue un error.
- Claro que lo fue, aparte de nosotras había dos niños ahí.
- Ese niño parece el hermano de Beth, es un puto clon de Quinn.
- Sí que lo es, pero nada de puto, es un niño.
- Ok, perdóname – dijo él y ambos se quedaron en silencio mirándose incómodamente.
- ¿Se ha roto, verdad? – preguntó Finn en cuanto a su relación.
- Sí, se ha roto y no lo planee así, no lo dispuse así.
- Apuesto que Quinn sí.
- Ya dejala, escuchándote entiendo todo el peso que presupone su apellido conociendo a Russell, pero ella no es así.
- Lo es y peor, ya te darás cuenta, si me estás dejando ¿saldrás con ella ahora? Es una mujer Rachel, tú no eres gay.
- Te dejo y no para salir con ella de inmediato, y la gente Finn es más que su género, son más que las etiquetas que quieras ponerles, que no es ropa, sólo es lo que es, un alma bonita con virtudes y defectos.
- Y a la mierda, todo es una mierda – objetó él – ahora vete de aquí, sal, antes que me entren las ganas de ir a buscarla.
- Esa es otra cosa que quería plantearte.
- No, Rach, no.
- Sí Finn, sí – sentenció firmemente – la dejas en paz, a ella y a sus hijos, te veo junto a ella, y me voy a desgraciar ¿entiendes?
- Porque se les ha dado por hablar del futuro, no estamos en el futuro, es el presente.
- Bueno, ya entendiste entonces, adiós – le dijo saliendo de su casa.
…
- ¿Puede Kyle pasar conmigo la tarde? – preguntó llamando a Quinn.
- Claro que puede – le dijo a ella – ve mi amor – le dijo a él acariciando su espalda.
- Y así dices que no parece un divorcio pesado – dijo su hijo levantando su ceja.
- Ese es mi bebé, que guapo te ves hijo –replicó Quinn y su hijo suspiró dramáticamente igualito a Rachel, provocando gran sonrisa en ella.
…
- Hola mami – dijo él al presentarse, Rachel le regaló una enorme sonrisa y le acarició con ambas manos su carita.
- Realmente eres lindo mi amor y vas a ser más alto que yo.
- Bueno, eso no es muy difícil – bromeo el chico haciendo jadear a su madre, para después ambos disolverse en risas.
Ambos pasaron la tarde cantando y jugando, Rachel le preguntó sobre su futuro, él le pudo decir sólo algunas cosas – para que no afecte el futuro mami – sentenció su hijo y así se hizo.
…
Quinn siguió escribiéndole cosas bonitas como el primer día hace cuatro meses, la única diferencia era que ahora Rachel sabía que era ella.
Pasaron unos cuantos días para que todo se normalizara entre ellas y Finn, los tres estaban distanciados, Puck sabía que había pasado algo, pero no todo, ninguno de los tres hablaba.
- Se veía venir hermano – le dijo Puck un día ambos saliendo a tomar un par de cervezas.
- Pero ¿qué me dices? ¿Por qué no me lo dijiste antes? Así me evitaba el dolor.
- El dolor no se puede evitar – aconsejó su amigo – algunas cosas tienen que pasar, y por la forma como ambas se miran, me sorprende que no se hallan juntado ya, las cosas tienen forma caprichosa de ocurrir y ya está – le decía Puck abrazándole – hay que mirar hacia adelante y decidir lo mejor para uno, que no significa lo peor para el otro, ya que no se puede construir felicidad sobre una desgracia, eso no dura. Además, hermano, estamos a punto de graduarnos, somos solteros y nos iremos de fiesta, conocerás todo tipo de chicas, rubias, asiáticas, francesas, latinas, hay un mundo delante de dos chicos guapos como nosotros – dijo y Finn asintió, por esa parte Puck tenía mucha razón – vamos a vivir hermano, nada más.
- Nada más, no habrá mujer como Rachel.
- No lo habrá, ella no es para ti, habrá otras y en tu busqueda talvez encuentres la definitiva.
- Sí hermano – acordó Finn con una sonrisa triste.
…
Desde ese momento pasó tres meses más, tiempo en el que le quitaron el yeso de la pierna de Quinn, seis meses desde que apareció su hijo.
- Falta todavía un accidente más mamá – le dijo una tarde su hijo a Quinn.
- ¿Cómo ocurre?
- Es un incendio mamá, en la casa del tío Finn.
- Mierda ¿es decir quedo atrapada con él dentro? – preguntó ella.
- Maso menos, le salvas la vida, pero el vidrio al estallar, el de las ventanas te lastima severamente, debes esquivar ese vidrio por lo que más quieras mamá – pidió preocupado.
- Lo haré hijo, ya te dije que soportaría todo y más para llegar a tenerte.
- No puedes evitarlo mamá, podría cambiar el rumbo futuro.
La peor pesadilla del nene, ver a su mamá entrar en uno y otro accidente para que se lastime, pero sólo lo suficiente, no crónicamente, como pronosticar algo semejante con tan sólo ocho años de edad.
- ¿Rachel lo sabe?
- No – negó él con la cabeza.
…
El tercer accidente ocurrió una semana después, Quinn vió el rostro taciturno de su hijo y lo comprendió – ya vengo amor – le dijo besándole la cabeza.
Quinn se dirigió a la casa de Finn cuando todavía desde afuera no se veía nada, todo estaba normal.
- Eh, ¿a dónde vas? – preguntó Rachel cogiéndole del brazo.
- Voy a la casa de Finn – soltó Quinn para decirle después lo que iba a ocurrir y tenía que ocurrir.
- No, te vas a matar, no seas imbécil – Rachel quiso impedir que Quinn fuera.
- Tiene que pasar Rachel, voy a ser cuidadosa, tienes que dejarlo pasar.
- Y una mierda, no vas – se entercó Rachel y así por un buen tiempo, hasta que las primeras llamas de fuego salieron por la ventana.
- Confía en mí – pidió Quinn.
- Si tu vas yo voy y es lo último – pidió Rachel poniendo límites.
- Bueno – aceptó Quinn volteando los ojos y Rachel se dio cuenta que sólo se necesitaba su negativa parque Quinn hiciera esto o lo otro, Quinn ya era muy azotada, y Rachel recién se había dado cuenta de esto, ella sonrió para sus adentros pensando que lo iba a utilizar en un futuro.
Ambas entraron a la casa de Finn, él había estado fumando sobre el sofá, además de emborracharse, el cigarro había caído sobre el sofá incendiándolo y de ahí a las cortinas y a las paredes de drywall cuando ambas chicas lo encontraron.
Finn estaba desmayado.
Quinn vió las ventanas de cristal cerca de ella y rogó que no se rompieran, porque si no estás saldrían volando como si fuesen estrellas ninjas pudiendo cortar una que otra arteria.
- Saquémoslo rápido – pidió Quinn y cada chica se puso un brazo de Finn al hombro y entre ambas lo sacaron, ya cuando iban atravesando la puerta, todas las ventanas colapsaron estallando, ellos se arrojaron al piso, por lo que estas astillas salieron volando por encima de ellas.
Una vez fuera los tres, un vecino que estaba pasando de la tienda, cogió a Finn y lo pudo arrastrar un poco más lejos, poniendo a los tres adolescentes a salvo.
La casa después de eso empezó a soltar mucho humo y fuego.
- Si hubieses ido sola, talvez te hubieras hecho mucho más daño – opinó Rachel sobre Quinn y ella asintió, eso era más que seguro, mas al Rachel al acompañarla, disminuyó el tiempo de reacción, quedando a salvo ambas, incluso Finn, que sólo tuvo pequeños golpes en la cabeza al caer con las chicas.
Quinn estaba sentada en la acera del frente, llena de humo, Rachel a su lado no pudo verla más hermosa si aun Quinn lo intentara.
Ella acomodó un mechón de su cabello y se preguntó - ¿cómo había pasado tanto tiempo sin besarla? – por lo que ahí mismo con ambas manos cogió su carita y le dio un gran beso, ahí mismo, ambas sentadas en la acera cubiertas de hollín.
- ¿Qué, qué? – preguntó Quinn sin aliento, Rachel le sonrió y le besó un poco más.
A partir de ahí, ambas se rehusaron a separarse.
…
- Quinn tienes que comer más verduras.
- Pero no quiero.
- Vas a comer más verduras.
- Ok – Quinn tan azotada empezó a ser algunos cambios positivos en su vida, Rachel le recompensaba con besos y para ella, eso era perfecto.
…
Cumplido el séptimo mes, ambas adolescentes estaban en el dormitorio de Rachel viendo una peli de caricaturas, bueno, ellas no la veían, sus hijos sí.
Hasta que Beth empezó a decir – chao chao Kyle – y a repetir eso.
Eso hizo despabilar a ambas, quienes se sentaron en la cama a observar todo, su hijo mayor estaba desapareciendo lentamente mientras atrás de él se habría un portal color dorado, de la propia energía.
- Mamá, mami – coreó asustado.
- Tranquilo mi amor, tranquilo – objetó Quinn saltando de la cama y abrazándole muy fuerte – no te puedes ir, no te puedes ir, te lo prohibo – decía ella quién se negaba a aceptar que su hijo tenía que irse a su propia época.
- Chao Kyle, amooooooo – soltó la bebita mandando un beso volado.
- Quinn para, para – pidió ella con lágrimas no derramadas cogiéndole del brazo fuertemente de Quinn halándola hacia atrás.
- Quinn mira, mira ¡ - le gritó y Quinn separándose un poco a regañadientes, ella llorando para este punto, vió a través del portal a ellas con más años, Beth de 17 años a su lado, Loren sentada en la alfombra con su perrito y a Kyle ir a abrazarles, él regresando a casa – Quinn es su familia, tranquila, somos nosotras – observó Rachel – y Brittany – quién fue la que abrió el portal.
Quinn se quedó llorando por la intensidad de que su hijo se fuera y con ella llorando también lo hizo Rachel y Beth.
…
Pasado mucho tiempo…
- Beth se ha dormido – susurró Rachel viendo a la nenita sobre la cama, Quinn a su lado con los ojos muy rojos del llanto.
- Oh mi amor – susurró Rachel acariciando la carita de su Quinn y dándole un beso muy sentido sobre los labios – lo tendremos algún día, a él y a Loren, al perrito, a todos.
Quinn asintió sollozando y Rachel la volvió a besar, hasta que ambas se tranquilizaron lo suficiente.
- Una vez me preguntaste si te quería – empezó a decir Rachel.
- Sé que me quieres.
- No seas engreída Quinn – soltó riendo y con ella riendo, Quinn también sonrió – y la verdad es que no te quiero.
- Auchhh – dijo Quinn sin entender.
- No te quiero, te amo – dijo cogiendo con ambas manos su carita.
- Yo te quiero.
- Ya lo sé.
- Y también te amo.
- También lo sé.
- No sea engreída Rachel – replicó ella divertida, ambas sonrieron en la boca de la otra antes del beso.
Awww
- Tienes un alma muy bonita Quinn, el envase también es bonito – refiriéndose a su aspecto.
- Dices las cosas más bonitas cielo – susurró ella con sarcasmo.
Y ambas rieron, eso es lo que necesitaban después de un periodo tan emocional, reírse, estar juntas y amarse.
- A partir de aquí hacia delante, juntas, hacia delante – propuso Quinn.
- Hacia adelante, juntas, hacia adelante – repitió Rachel de acuerdo entrelazando sus dedos, recostadas ambas en la cama de Rachel con Beth a un lado de ellas.
…
La siguiente boda de Rachel ocurrió cinco meses después, cuando Beth cumplió dos años, el mismo día.
- Te dije Rachel, no te cases tan joven y que tal si sale más imbécil que Finn.
- No creo que salga más imbécil, ciertamente no lo eres amor – replicó a su novia el día de su boda, ambas estaban en el dormitorio de Rachel vestidas de blanco para la ocasión, ellas se iban a casar ni bien terminado el instituto.
- Además, dicen que es de mala suerte ver a la novia vestida y yo ya te vi, vestida y desvestida – dijo Quinn sonriente muy orgullosa de sí misma.
- Quinnnnnnnnnnn ¡ - se quejó adorablemente Rachel – que cosas dices cielo.
- Cielo, amor, bebé, corazón, cariño, miel, todo, eres todo para mí – susurró Quinn sobre sus labios dándole un beso intenso – pre beso – lo definió ella, beso antes de la boda – y ahora que lo dices, tengo hambre – pidió Quinn mirándole.
- Amor, ya te deslicé unas tiras de tocino, no tengo más, tendrás que aguantar hasta después de la boda.
- Pero tengo hambre amorrrrrrrrrrr – se quejó Quinn fingiendo inocencia.
- Pues has algo al respecto – dijo ella observando la sonrisa traviesa de su novia.
- Definitivamente haré algo al respecto – declaró Quinn – me encanta que seas tan meticulosa limpiando tu alfombra – añadió antes de arrodillarse y empezar a acariciar las piernas de su amor.
- ¿Qué estás haciendo? – preguntó Rachel con un decibel más en su voz.
- Creo que ya lo sabes mi vida, tengo hambre – soltó guiñándole un ojo.
- Oh mierda – susurró Rachel antes de con ambas manos cubrir su boca para evitar gemir más de lo necesario y que se pudiera oír.
Quinn colocó besitos cortos en su muslo antes de empezar a comer.
…
Era el día de su boda.
Rachel estaba en su baño acomodando su maquillaje, Quinn recostada en su cama luciendo muy orgullosa de sí misma.
- Estás toda engreída amor – le dijo Rachel mirándola atravez de su espejo. Quinn asintió con su sonrisa come mierda, tan grande como el gato del país de las maravillas.
- Chicas cinco minutos tienen que bajar ya – dijo la organizadora.
- Bueno voy yendo, te espero en el altar mi amor – dijo Quinn besando dulcemente los labios de su aún novia.
Rachel le dio una palmada a ese trasero que tanto amaba.
- Heyyyyy no arruines la mercancía – soltó traviesa riendo, así salió de aquel dormitorio.
Rachel se quedó riendo, mirando el reflejo de su espejo y la foto que había sacado de Kyle junto a Beth antes de que se fuera.
- Un paso más cerca de ustedes mis amores – susurró besando la foto y dejándola debajo de su almohada.
…
- Estoy tan nerviosa – declaró Quinn en el altar con Santana y Brittany a un lado de ella.
- Ya sabes que te dirá que sí, no entiendo ese nerviosismo tuyo Fabray.
- Igual, es el día más importante de mi vida, aparte del nacimiento de Beth.
Ambas conversaron un ratito más, hasta que la marcha nupcial empezó a sonar ese día en el jardín trasero de los Berrys, Rachel empezó a llegar junto a su padre – mierda - exclamó Quinn mirándola con la boca abierta muy sorprendida de la belleza de su novia.
Rachel se sonrojó al ver a su Quinn con esa expresión, ambas muy rojitas y sonrientes, ambas muy enamoradas.
Hiram caminó de la mano de su hija hasta llegar al altar – Quinn, te entrego mi bien más valioso, lo mejor de mi vida, a mi hijita, para que formen una vida juntas hasta el final de sus días – dijo emocionado.
- Muchas gracias Hiram, planeo hacer exactamente eso, tener una vida juntas muy feliz hasta el final de nuestros días.
Hiram y Leroy besaron ambas de sus mejillas, para después sentarse y dejar a ambas mujeres con las manos entrelazadas frente al juez.
- Hora de la verdad – susurró Quinn.
- Hora de la verdad – repitió Rachel.
Ambas mirándose y tomadas de las manos escucharon al juez, brindaron sus votos y juramentos de amor.
- Por Loren Y Kyle nuestros niños aún no nacidos y por Beth, por el inicio de nuestra vida juntos, sí acepto – aceptó Rachel y Quinn de igual manera.
Quienes les vieran y oyeran hasta pensaron que son intensas y dramáticas por mencionar niños que aún no nacen, sus géneros y características, más ellas lo sabían mejor, tres eran sus niños.
Después de la boda, ellas se mudaron a New York a su propio departamento.
- Mamá, estos son los números de lotería, talvez te puedan servir – había dicho su niño y vaya que sí, sirvió y mucho por lo menos para Quinn que si bien tenía el apoyo de su madre, la de su padre no.
Ese dinero ayudó a la pareja a estabilizarse y a iniciar su vida juntas, todo compartido.
Ellas ganaron la lotería sólo una vez, repetidas veces sería sospechoso, el premio mayor y algunos chiquitos, como de 100 dólares de raspa y gana y así.
- Nuestro primer millón – susurró Rachel sobre los labios de Quinn, ambas apenas mudarse a ese departamento, teniendo sólo un colchón en medio de todo.
Así iniciaron su vida juntas, con un colchón en medio del departamento, muchos sueños y promesas de amor, ambas iban a estudiar sus carreras, Beth iba a hacer su vida durante los años venideros.
Todo estaba funcionando tal cual.
…
Quince años después…
Quinn estaba fingiendo estar dormida en su enorme cama, ¿la razón? Su bebita Loren de cuatro añitos, toda una mini Rachel, cabello negro, hoyuelos en su sonrisa, ojos color café, la sonrisa marca Berry, toda una miniatura de su esposa y eso era lo que más enamoraba a Quinn.
- Mamá, mamá despierta – pedía la cuchi sentada a horcadas de ella sobre la cama – mamááááááa – pedía la nena haciendo cosquillas a su madre, y ella intentaba no reír.
Rachel estaba viendo la imagen desde la puerta, todos los días era lo mismo, Quinn intentaba parecer dormida para después iniciar una guerra de cosquillas con su niña, quién soltaba carcajadas de felicidad, se doblaba de risas la nena.
- Yo ayudo, yo ayudo – agregaba Kyle ayudando a su hermana.
A veces se sumaba Beth y a veces Rachel, y así toda la familia disfrutaban de muchas risas matutinas, del amor en el aire.
El amor en movimiento.
- Los amo mucho mis bebés – dijo Quinn abrazando a su hija menor, Rachel le besaba la cabecita a Kyle y Beth quién ya era toda una señorita.
- Mamá, ya no soy una bebé – decía ella con los brazos cruzados sobre su pecho.
- Siempre serás nuestra bebé, así seas ancianita y uses pañal – sostuvo Rachel y Kyle se dobló de risa por la imagen.
- Mamáááaááá ¡ - se quejó Beth para después reír.
- Yo ya no uso pañal, soy grande ¡ - agregó Loren estirando sus bracitos, derritiendo de amor a todos.
La más chiquitita de la familia.
Otro día en familia, uno fantástico, de muchos.
…
Fin.
