"—Siempre he deseado algo así —murmuró ella —. Era como un sueño.

—Entiendo —es su respuesta, luego de tomar un sorbo de su té—. ¿Y ahora?

—¿Ahora? —ladeó su cabeza— Yo... No lo sé. No lo sé del todo, quiero decir.

—Aún eres joven —comentó al pasar de unos minutos—. No hay muros, ni titanes, nada que te impida averiguarlo.

Ella asiente y vuelve a llevar la taza a sus labios."

Esa fue toda su conversación. El viento, la panorámica del sol ocultándose y la curiosa sensación de comodidad, lograron que el té de ese día se sintiera extremadamente bien.

Eso la instó a acompañarlo el día siguiente.

Y el siguiente.

Y el siguiente a ese.

Visitar al capitán poco a poco fue haciendo parte de su rutina. A él no parecía molestarle su presencia y si era así, no lo demostraba.

Posterior a dejarlo en el lugar que siempre le indicaba, se iba a explorar los alrededores. Descubrió sus plantaciones de té, los polluelos que tenía en el patio trasero, los diferentes colores de las mariposas que volaban cerca a su huerto, los distintos tipos de flores, la tranquilidad del bosque y su sueño.

Lo había reconocido; quería descansar.

Ya no deseaba arriesgar su vida, ni lastimar a otros, ni tener un dilema interno cuestionándose si el mañana sería mejor, ni muchos menos llorar. Sólo quería sentarse, ver el atardecer o las estrellas y tener una vida tranquila. Quería ser una persona normal, como la Mikasa ackerman de nueve años que todavía vivía con sus padres.

Huele la flor que sostenía con sus manos mientras una sonrisa amenazaba con dibujarse en sus labios. El peso que tanto aprisionaba sus hombros y pecho por fin desapareció.

Lo logró.

Y rio, rio por darse cuenta que no todo estaba perdido, que aún tenía una oportunidad de crear su propio camino, que el tiempo no había acabado todavía.

Sí, podría reivindicarse.


Levi detiene la limpieza que le propiciaba a las ventanas para fijar su atención en ella. Le pareció raro el verla carcajear en el jardín con la sola compañía de unas flores en la mano. Y si bien era extraño, esa mera sonrisa fue suficiente para ablandar su corazón.

¿Acaso en algún momento la vio de esa manera o imaginó hacerlo luego de todo el desastre que vivieron? ¿Tan alegre y satisfecha? ¿Tan simpática y risueña?

El tenerla cerca todos los días desde las mañanas hasta la tardes, no era incómodo, chocante o anormal, al contrario, era reconfortante y cálido, porque la soledad que albergaba su corazón al no tener a sus amigos y camaradas nunca más a su lado, no era tan abrumadora.

Entonces, ¿era cierto lo que dijo ese mocoso aquella vez?

"—Bastardo estúpido —gruñó, de pie junto al muchacho—. Si mi pierna estuviera sana, te golpearía tan fuerte hasta sacarte esos asquerosos dientes.

Los ojos de Eren se exaltaron ante sus frías y amenazantes palabras, más no tardaron en entrecerrarse junto a una sonrisa ladina.

—Al menos, hay algunas cosas que no cambian, ¿verdad, capitán? —dijo, en tono nostálgico. Levi lo mira indiferente antes de soltar un "tch" de mala gana—. Capitán, ¿puedo pedirle algo?

—¿Pedir? —su ceño se frunció. Eso lo desconcertó— ¿Pedir qué? ¿Buscas que perdone fácilmente toda la mierda que has causado?

—Mikasa... Cuídela.

Uno, dos, tres parpadeos fue lo que le costó a Levi salir de su estupor. ¿Cuidar a quién?

—¿Qué estás diciendo?

—Yo no quería que ella estuviera junto a otro hombre. El pensarlo me enfermaba. Sólo quería ser yo el dueño de sus pensamientos, por siempre y para siempre —apretó sus puños unos instantes para posteriormente liberarlos. Levi lo observaba decepcionado—. Pero el destino ya está escrito. Usted no estará solo y ella podrá ser feliz.

—¡Oye, Eren! —exclamó— No sé que piensas, ni que pretendes, ni a donde quieres llegar, pero detente. Estás equivocado.

Eren lo miró con detenimiento antes de exhalar pesadamente.

—No puede engañarme capitán, tampoco puede engañarse a sí mismo. Mikasa es importante para usted.

—No como piensas.

—Ah, ¿es así? —asintió suavemente— Entiendo. Sólo permítame decirle una cosa más; la sonrisa de Mikasa cuando está feliz, es la más hermosa que podrá ver alguna vez en su vida."

Meneando su cabeza de un lado a otro, intentando eliminar los fragmentos de aquellas conversación, retoma su labor.


La figura de Mikasa es cada vez más presente en su casa. Ya no se limita a correr por lugares escondidos como una niña pequeña, también lo ayuda a hacer té y la merienda, a limpiar y a conducir su silla de ruedas cuando requiere ir al mercado.

Su cercanía a ella se disolvió años atrás en la batalla para apropiarse del polémico suero. Era interesante el volver a retomarla.

—¿Se encuentra bien? —le preguntó con palpable preocupación, sujetándolo firmemente del brazo.

—Fue simplemente una punzada.

Mikasa posa la mano en su espalda y lo ayuda a sentarse en el sofá de la sala de estar. Su pierna seguro lo castigaba por haberla usado más de la cuenta.

El semblante de ella se ensombrece en cuento él inicia un masaje desde su muslo hasta su pantorrilla. Quiere preguntar que le pasa, pero ella se adelanta, mostrándose incómoda.

—Aquel día debí haber sido más rápida. Así, no estuviera en estas condiciones.

Él la escudriña confundido, sin embargo, el recuerdo de esa fatídica batalla contra todos los titanes es suficiente para resolver su incógnita.

¿Por qué se sentía así? No era su culpa, él mismo optó por arriesgarse en salvar a Connie. Sumando que, ella fue la principal protagonista en esa pelea, ¿por qué se enfocaba tanto en los " debí" o en el clásico " que hubiera pasado si"?

—¿Es eso importante ahora? —renegó— Lo hecho, hecho está. No hay vuelta atrás. No hay que estar atado al pasado. No hay que arrepentirse de la decisiones ni de las acciones. Independientemente del resultado, algo aprenderás.

Y era cierto, ella lo había vivido en carne propia. Todas y cada una de sus elecciones tuvieron un resultado y ese resultado afectó su realidad. Desde el "¿qué soy para ti?" De Eren hasta su valor de ir a matarlo. Y a raíz de todo eso, de todo ese dolor y arrepentimientos, pudo llegar hasta donde se encontraba ahora y comprender quién era y que quería, por su propia cuenta.

—Tiene razón, capitán. Entiendo.

—Además —continuo—, si no fuera por ti, posiblemente tuviera una pierna nada más o peor, estuviera muerto. Gracias.

Unas cosquillas acompañadas de un ardor en sus mejillas, le dificultan hablar. Nunca había escuchado al capitán Levi tan sincero.

—No puedo decir "de nada" tan fácilmente, señor —luchó por no balbucear—. Usted me salvó también años atrás, ¿recuerda? Fue la primera vez que trabajamos juntos. Pude haber muerto aplastada por el brazo Annie si usted no me hubiera empujado. Debería ser yo quien diga "gracias".

—De igual forma me costó una pierna. Es lo que trae salvar mocosos —trató de usar un poco de humor, pero la expresión de Mikasa no demostraba estar divirtiéndose—. Tomémoslo como un "estamos a mano", ¿te parece?

—¿Será suficiente? —averiguó, porque en el fondo no estaba segura de eso.

El encoge sus hombros y estrecha su mano. Ella duda un largo rato, pero al final acepta.

Ambos perciben que se comunican mejor con acciones que con palabras.