CARTA II


París, 09 de marzo de 1811.

Regina.

Te escribo desde París. Deseando que te encuentres bien, tú y Bianca; sé que ha pasado tiempo desde mi última carta. Mis obligaciones con el Gremio aumenta exponencialmente, pero conoces cómo es esto. En las últimas semanas he estado preguntándome, ¿Por qué estoy vivo? ¿Cuál es el motivo de todas las cosas en las que estoy involucrado? Pero después lo recordé, mi misión, mi llamado, y ahora tengo una oportunidad de cumplirlo.

Hace unos días conocí a una dama de alto renombre, esta me ofreció algo que ni el dinero puede comprar, Tiempo. Me ofreció el tiempo mismo, viajar atreves de él y por fin terminar con esto, incluso antes que ocurra.

Este es mi llamado, mi oportunidad mi razón de vida, mi razón de existir. Pero entonces llegó a mí un pensamiento. Si altero el tiempo cambiare todo ¿desapareceré en el olvido? ¿Olvidare toda mi vida? Todo por lo que he trabajado… o lo recordare todo, y ¿seré el único que lo recuerde? ¿Podre vivir con eso? Y ¿de verdad podre ser feliz cuando esto termine?

Y entre tantas dudas, no pude evitar pensar en ti ¿Te recordare ?, ¿te conoceré en ese mundo?

Y me di cuenta a regañadientes que no quiero olvidar las noches que pasamos juntos, y aunque a mi tío no le agrade, no puedo evitar recordar que en esos tiempos y por cortos que fueron, de verdad me hicieron sentir vivo y me produce alegría el recordarlo, incluso si fue hace más de tres años.

Probablemente pienses que es una estupidez, y lo comprendo, quizás solo fue un juego para ti, y no me importa

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La carta fue doblada antes que la terminaran de leer. El remitente de inmediato se dispuso a viajar, en busca de respuestas.

(El escrito fue leído cientos de veces en el camino)


"Los avances del imperio francés con un creciente poder en Europa había sido un problema para el gremio desde 1799, dispersando sus filas y disminuyendo la cantidad de cazadores activos. La quinta coalición hace un par de años fue catastrófica para las sedes principales en Francia sur y Alemania, esto hizo que varios miembros se dispersaran para evitar involucrarse, reduciendo considerablemente sus números.


[Regno di Napoli 1811, Sud Italia]

Reino de Nápoles 1811, Sur de Italia .

La hermosa ciudad costera se llenaba de la fresca y suave brisa traída directo del mar, era bien conocido que aquí podrías encontrar personas de todas las partes del mundo, griegos, españoles, franceses e italianos. En esta ciudad hay un modesto edificio al final de la calle, una librería. El local era pequeño entre los demás edificios e insignificante comparado al imponente puerto que recibía diariamente los grandes barcos.

Al entrar por la gran puerta de madera encontrarías que el establecimiento era oscuro por dentro, debido a la gran cantidad de libros alrededor ya los muebles viejos, en el acceso solo había un pasillo, era tan estrecho que a penas y cabrían dos personas y al fondo estaba el mostrador donde normalmente encontrarías al Signor Leggiéri, dueño del lugar.

El hombre había pasado 40 años lejos de estos territorios, y aunque originario de Venecia, Nápoles lo consiguió con los brazos abiertos hace un año. Era un sitio agradable con brillantes amaneceres y noches frescas junto al mar, Incluso si este territorio es parte de los aliados del imperio, era pacifico, perfecto para olvidar, perfecto para esconderse.

Extrañamente ese día la librería estaba completamente cerrada, y el edificio se perdió dentro de la "Parténope".

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" No tengo seguridad de que esto a funcionar, pero es lo único vaya que me queda, debo terminar con la desdicha que comenzó hace más de 11 años, no me produce pena si muero o si no puedo regresar a casa y le pido que usted tampoco la tenga, lo que importa es terminarlo antes que él termine con el mundo.

Con esto me despido, Dios lo guarde tío y de todo corazón espero volvernos a encontrar en esta vida o en la próxima.

Alain Dupont ".

Un hombre robusto sentado en su escritorio leyó con cuidado estas palabras, y trataba de entender en lo que se había metido ahora su muchacho.

- ¿Por qué todos los Dupont son tan dramáticos? –Dijo a las paredes.

Dobló la carta con cuidado y la guardó en el cajón del escritorio.

–Oh chico, pudimos venir juntos a Nápoles, tendrías todos estos para leer –extendió sus brazos hacia todos sus libros –Te enseñaría a coquetear con le signorine al buen estilo de Italia, incluso podríamos comprar un barco y dedicarnos a pescar, aunque sea la cosa más aburrida del mundo… podríamos cocinar la pasta que tanto te gustaba de niño…

Su mirada se dirigió a su techo –Ustedes lo hicieron tan necio y obstinado - Habló como si los muertos le podría responder, como si escucharan.

Después de un suspiro acomodó sus brazos detrás de su cabeza y subió sus pies al escritorio para relajarse –Es algo de familia supongo.

Se rasco la barba perezosamente - Solo espero que estés haciendo lo correcto hijo… o al menos que valga la pena, llegaras a los 40 y ninguna mujer te querrá cerca… Tch, aunque con esa genética tuya, quizás sea algo imposible –Después de un silencio incomodo abrió los ojos con sorpresa –Otra vez estoy hablando solo… ¿no es síntoma de un hombre senil? ¿Cierto? Acabo de cumplir 54, no es edad para quedar senil o estar demente –Hubo cierto terror en como reflexionó su soledad.

Un crujido del suelo de madera saco al hombre de su preocupación por la edad.

¡Fiuuuuu!

Con mucha rapidez había arrojado un cuchillo hacia enfrente, en un parpadeo este estaba clavado contra la pared de madera. Tomó su sombrero de paja y se levantó rápidamente, sabía que su ataque había sido esquivado.

–Fufufu…

" Esa maldita risa, no la había escuchado en mucho tiempo, ¿Qué mierda hace aquí?" pensó el hombre - Mi scusi signora, pero no estamos en horario… para recibir brujas.

¡Fiuuuuu!

Lanzó un cuchillo más, pero esta vez al clavarse en la pared un color carmesí adornaba la hoja afilada.

Una figura fantasmal de más de 2 metros apareció frente al hombre, su figura curvilínea estaba cover by un gran y escotado vestido blanco, en la cabeza llevaba un gran sombrero negro con una rosa adornándolo. Sus ojos brillaban como dos faros en un muelle y tenía una mirada sádica. La piel era pálida como la porcelana y contrastaba con su cabello negro recortado correctamente por encima de sus finos hombros. Un par de colmillos sobresalían de la sonrisa burlona que dibujaron sus labios rojos. Una fina línea de sangre rodo por su mejilla, se lamio con diversión lo que cayó a sus labios, su sonrisa nunca desapareció.

–Fufufu –se burló nuevamente - cuchillos de plata, con que decidiste seguir su consejo, no esperaba menos, CesarLeggiéri Madieu.

–Deja la condecoración a un lado Grimhilde, ¿Qué demonios haces aquí? ¿Cómo me encontraste?

–Oh vamos Cesar, así recibes a tu "sobrina" después de tanto tiempo.

–No importa lo que diga Alain, nunca te llamare "sobrina" vieja bruja, ¿Qué haces aquí? - el hombre amenazó con otro cuchillo, que iría directo entre sus ojos.

–Oh vamos, deja tus juegos de "cazador enojado", Alain es el único que lo hace ver sexy… -dijo con voz suave y lenta mientras se acercaba –Tu en cambio viejo, lo haces ver patético, en todo caso no he venido a pelear, si te quisiera muerto, ya te hubiera cortado la garganta.

–Si ese es el caso, habla ¿Qué quieres? Estoy muy ocupado – se burló, sabía que pelear a distancia era la mejor carta que tenía en estos momentos.

- ¿Ocupado ?, preguntándote si terminaras senil antes de tiempo, oh vamos querido "tío" Cesar.

–Tsk… -Gruño, la mujer tocó un punto débil aquí.

–Muy bien, he venido por respuestas y asumiendo que eres el único hombre que recibiría una igual, esperaba que pudieras aclararme lo que significa esto –sacó un sobre ya abierto.

Cesar miró con recelo a la mujer antes de arrebatarle el sobre, en sus manos lo revisó detenidamente, su destino fue Alemania, estaba significativamente más cerca de París, por eso le llegó antes. Sacó la carta y comenzó a leerla, todo parecía normal pero de pronto lo que estaba escrito comenzó a ponerlo incómodo "¿Qué diablos Alain?" había pensado cuando comenzaron los detalles¿ "íntimos"? Así que comenzó a saltar los detalles de su relación pasada con esta odiosa mujer; Originalmente Alain se encargaría de ella, era su misión, pero de la nada la vampiresa comenzó a cooperar, y con el tiempo se convirtió en una fuente confiable de información, eso le dio cierta inmunidad y prestigio dentro del gremio, obviamente su sobrino tuvo algo que ver.

–Él también me envió una carta… -dijo entregando el papel.

–Eso ya lo sé idiota, mi viaje aquí tiene el objetivo de saber lo que significa, ¿Por qué se molestaría en enviarme esta basura? –Dijo mientras arrugaba el papel y lo tiraba al suelo.

–Acaso no sabes leer, esta carta es muy explícita, quizás demasiado –reflexiono mientras rascaba su barba.

–No tientes a tu suerte, viejo idiota –dijo irritada

- ¡¿Cómo te…

Se detuvo. La vampiresa lo miró con un profundo desprecio cuando una estúpida sonrisa se dibujó en el rostro del hombre.

–Si no mal recuerdo… ¡TU ERES COMO 100 AÑOS MAYOR QUE YO! –Señalo con el dedo divertido.

De pronto los labios de la mujer se torcieron y sus ojos se abrieron con sorpresa y vergüenza, entonces un torrente de ira se marcó en sus gestos, parecía estar dispuesta a ahorcar al hombre, o cortarle la garganta como había amenazado, o podría envenenarlo con una manzana, sería una muerte lenta y estaría encantada de ver como se desvanece en agonía. El pensamiento de la cara moribunda de Cesar hizo que sus labios se curvaran en una diabólica sonrisa, y se dio cuenta hasta que vio como el hombre con una sonrisa engreída esperaba que ella atacara.

Sabía que Alain y Cesar no compartían sangre, eso era obvio, Alain no tenía nada de este molesto hombre, pero esos ojos, ambos tenían ojos asesinos, incluso si este viejo los esconde con la sonrisa. No, luchar solo sería perjudicial, el viejo era tan impredecible que pelear con él es tirar una moneda al aire.

No caería en los juegos infantiles de este viejo estúpido, pero Lady Grimhilde comenzaba a desesperarse, si no fuera por Alain ya le hubiera cortado la lengua a éste hace mucho tiempo.

–Ugh, supongo que este viaje fue una pérdida de tiempo –La mujer molesta, pero no por el viaje, ya que Nápoles era hermoso, en realidad quería ver al cazador, no se han visto las caras hace 3 años, a veces solían llegarle cartas, pero solo eso. También extrañaba su singular y viciosa sangre, cuando recordó el sabor no pudo evitar lamer su labio, eso la apaciguo un poco de su creciente ira –Vámonos querida, este anciano tiene que tomar su siesta.

–Sí madre.

El hombre no se movió cuando frente a él cayó del techo una figura más pequeña, piel blanca como la nieve, cabello negro, labios fríos y un par de colmillos, sin decir nada salió rápidamente del edificio.

Cesar conocía el negocio, él se lo enseño a Alain. Tenía preparado polvo de ajo con partículas de plata para aturdir a estas dos, en el mejor de los casos las dejaría ciegas, eso ya no sería necesario, al menos ya no tenía que preocuparse en barrer después.

–Si sabes algo de él, ten la delicadeza de avisarme… "tío" –se burló la gran mujer mientras salía.

Cesar bajo la mirada al suelo, la carta que Grimhilde había tirado ya no estaba, cruzó los brazos negando con la cabeza– ¿Quién diría que esa bruja es una dama sofisticada? –Podía pensar en varios nombres, pero uno en especial estaba muy presente en sus pensamientos.

–Maldita se Alain, entiendo el atractivo, pero ¿Por qué un vampiro sádico? que diría tu madre si supiera que eres un masoquista.

[Villanueve 1779, Francia]

- ¡Achoooou!

- Monsieur Dupont ¿se encuentra bien? –Preguntó la castaña de vestido azul

–Sí, solo un estornudo. "Otra vez… espero no haberme resfriado" pensó el hombre.

Cuando estuvo seguro de estar solo, regresó a su asiento y volvió a relajarse –Primero te niegas a venir a Nápoles, después de las acusaciones por el robo de un tesoro perdido, las locuras de tu carta y finalmente la bruja loca aparece –Cesar quería que Alain estaba bien, donde sea que este y aunque no estaba de acuerdo en sus acciones esperaba con ansias más noticias suyas, conociéndolo talvez en 3 meses, y aunque tardara más tiempo el esperaría, siempre lo hace. Por el momento recordó lo que su sobrino siempre decía.

–Denme un maldito respiro…

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