Los minutos pasaron con rapidez.
Al principio todo se tornó un tanto incómodo para ambas partes, cosa que Iván se encargó de arreglar con todo el medio que tenía disponible. Primero comenzó con lo básico: conocer si el otro tenía idea del lugar en el que estaban. Una vez recibió una respuesta lo suficiente veraz que le indicó cuán ignorante era al colocarse nervioso intentando encontrar una respuesta, procedió a decirle todo lo que sabía sobre el Óblast en general.
Una buena jugada pues consiguió entretener a Yao durante el trayecto al edificio departamental. Llegados al punto de entrada hacia la ciudad, el frío aumentó un poco más mientras que su relato de la gran Novosibirsk daba fin.
Pronto llegaría el invierno.
—Rusia se hace cada vez más fría con el pasar de los años —comentó el asiático abrazándose a sí mismo. Se detuvo para dar un poco de calor a sus manos.
Yao no se dio cuenta cuando su compañero se acercó y colocó su abrigo encima suyo hasta que sintió el contacto directo de la tela contra su cuerpo. Se sorprendió dedicándole una mirada de pleno desconcierto y negó al instante, en respuesta, Iván sonrió con las mejillas un poquito rojas.
— ¿Qué —tartamudeó— haces? Estoy acostumbrado, no es necesario...
—Si tú estás acostumbrado, yo lo estoy el doble —Volviendo a caminar, el ruso metió sus manos en los bolsillos de su pantalón de mezclilla, dejándolo atrás—. No me gustaría que pillaras algún resfriado.
Quedando deslumbrado por el calor que emitía aquella prenda, Yao se aferró a ella y echó a correr para quedar a la altura de Iván. No dirigió su mirada a él, sólo se plantó a observar un punto indefinido. Por su mente se cruzó la escena caótica de su primera vez en la ciudad, causándole gracia lo loco que se había vuelto al llegar ahí. Esto por supuesto no fue desapercibido por el ruso.
— ¿Tanto te gustó? —preguntó él al ver la ligera sonrisa que se formó en su acompañante a causa de sus pensamientos.
—Es sorprendente que sólo llevo dos días aquí y cosas extrañas ya han sucedido —respondió emocionado—. Yo en una tormenta, y ahora tú como si nada cuando yo me estoy muriendo de frío. ¿Es normal en ustedes ser tan extraños, cierto?
—En la Siberia del lejano oriente, ahí sí hace muchísimo frío —Se apresuró a responder—. Estamos acostumbrados a las bajas temperaturas, aunque en verano hay días que el sol pega realmente fuerte. Pero dime, ¿estás disfrutando tu estancia?
Yao no sabía a qué venía dicha pregunta, esa que lo hizo pensar más en tan poco tiempo. La mirada del joven eslavo clavada sobre sus finos rasgos no fue impedimento para que un remolino de pensamientos lo invadiera por completo, dando una respuesta un tanto obvia por la ligera sonrisa que formó. Todo se calmó en gran medida cuando ambos vieron a un hombre borracho conducir lo que parecía ser un tanque de guerra* mientras exclamaba algunas frases que incluso para Iván eran difíciles de entender. Gracias a que el edificio donde se hospedaban ya era visible así como sus alrededores, Braginski pudo observar cómo con lentitud se iba estrellando en el supermercado donde solía comprar aquello que pudiera necesitar, seguido de algunas maldiciones en ruso por parte de la que sería dueña del local.
Ahora era su turno de maldecir tener que caminar tres cuadras para llegar a la tienda más cercana.
—Kolkol... —expresó en un extraño ruido respetando que cierto chino se encontraba justo a su lado no en mejores condiciones.
Sin embargo, la repentina risa de Yao logró que el reciente malestar se quitara en seguida. Al voltear se halló con él tomándose de la frente y cerrando los ojos, negando un poco. Y es que, ¿quién no se sentiría a gusto con semejantes anomalías que parecían intentar darle sentido a su aburrida vida? Wang debía admitir que tenía algo de miedo, uno que era reemplazado por un extraño sabor de boca que le incitaba a querer seguir caminando por esas calles que tenían una sorpresa escondida por cada paso a dar.
—Más que nunca —dijo él, en respuesta a la pregunta que no pudo contestar en su debido tiempo—. ¡Aiyah! Tengo que irme antes de que termine despedido mi primer día de trabajo.
Reaccionó algo desorientado, dirigiendo un último vistazo al accidente en donde divisó a un hombre que salía corriendo con una botella de vodka en mano a quien sabe dónde. Debía hacer lo mismo a pesar de no cometer algún delito mas que el de llegar tarde a su turno y quedar mal ante el padre de Lihn. Intentó quitarse el abrigo que traía puesto, ese que por cierto cumplió su trabajo de una forma eficiente, pero fue detenido por Iván.
—Gracias... —balbuceó con sus mejillas tan rojas que podía hacer pensar a cualquiera que su tono de piel era uno muy extraño.
Fue así como emprendió su carrera al establecimiento, no sin antes estornudar bastante fuerte; Iván sonriendo levemente continuó sin la compañía del asiático para realizar algunos ejercicios con la finalidad de reforzar sus conocimientos en próximos exámenes. Para su desgracia se topó con la escena del hombre roba vodka siendo detenido por la policía, en territorio de su edificio departamental. Ya se veía siendo interrogado por Milanka.
Con su corazón latiendo a mil por hora, Yao llegó a su destino con un sonrojo menor al anterior. Antes de tocar la puerta donde los trabajadores entraban, se detuvo recargándose en la pared más cercana para poder recuperar el aliento. Una vez hecho, se pasó una mano por la frente despejándola de algunos traviesos cabellos que cayeron sobre ella por el continúo movimiento. Suspiró tratándose de arreglar sin olvidar aferrar el abrigo que se le iba cayendo cada que lo soltaba un poco. Con las suficientes fuerzas se paró firme y tocó, de inmediato un joven de amable sonrisa lo recibió.
— ¿Tú eres el nuevo mesero, cierto?
—Sí, soy... —No tuvo tiempo para hablar pues él lo metió en un abrir y cerrar de ojos.
—Mucho gusto, yo soy Miroslav Zepan* y soy ayudante de cocina. Ven por aquí por favor —Señaló una puerta de apariencia antaña.
Asintiendo algo torpe el asiático lo siguió, echando un vistazo a la cocina y las personas trabajando en platillos para satisfacer a los clientes que esperaban su pedido allá afuera. Antes de llegar, un joven con un extraño rizo y rasgos coreanos entró con una bandeja en mano, ambos chocaron miradas siendo el primero en responder a ese desconocido con una sonrisa.
Hasta ese momento, las cosas parecían demasiado bien para Yao.
En frente de la puerta agradeció a Miroslav con un leve movimiento de cabeza, éste se retiró al ser llamado por un chef. Al estar a punto de llamar a la puerta, ésta se abrió dejando ver a un hombre algo mayor.
—Creí que no llegarías muchacho, adelante, pasa —ordenó haciéndose a un lado.
Así hizo, mirando con disimuló la que sería la oficina del dueño. Debía admitir que no era la gran cosa pero estaba en buen estado, reluciendo ese toque vietnamita hasta no más poder. Y lo que más le gustó, fue ver un gran cuadro de una hermosa flor de loto reposando justo en las espaldas del escritorio. La puerta se cerró y el señor se dirigió a su respectivo lugar.
—Mi hija ya me ha comentado acerca de tu situación y la relación de ambos. Siendo que ella es una mujer fuerte y de gran fortaleza, tengo mis expectativas bien puestas en ti, Wang —dijo sentándose en la silla giratoria, sin apartar sus ojos del chino.
—Estoy agradecido con ustedes por darme ésta oportunidad, y sobre todo por la gran ayuda —Perdiendo todo posible temor, Yao habló firme—. Haré un buen trabajo, Sr. Nguyen.
—Eso espero —Hizo una breve pausa—... creo que ella ya te comentó todo lo que debes saber acerca de nosotros, ¿no?
—Antes de llegar a la ciudad me lo hizo saber.
—Muy bien, entonces puedes empezar a trabajar —Agarrando una pluma comenzó su travesía en escribir algo que Yao desconocía—. Ve con Miroslav para que te indique lo que debes hacer.
Inclinó la cabeza sin exagerar, indicando que seguiría la órden. Al alzar la mirada observó a lo lejos un cuadro de Lihn siendo una adorable niña cargando lo que parecía ser un non lá* vestida con un hermoso áo dài*. Se retiró de inmediato buscando al chico al que ya bien podía identificar como Miroslav, encontrándolo hablando con el otro del rizo. Se acercó siendo cuidadoso y llamando su atención con una mano, logrando su objetivo.
—Él es Yong Soo y te ayudará a ver todo acerca de tu trabajo —Comenzó el eslovaco—. Ambos tenemos algo de tiempo trabajando en Âu Lạc* por lo que puedes sentirte en confianza.
—Gracias por todo Zepan —Yao sonrió.
—Llámame Miroslav —comentó riendo un poco. Miró a ambos sin perder esos aires de completa amabilidad—. Yo me retiro, todavía hay varios pedidos que entregar.
Se dio la media vuelta, retirándose al área de la cocina. Ahora era el turno del coreano para hacerse lucir.
— ¿Eres de China, verdad? —preguntó mirándolo, volviendo a sonreír como antes—. Menos mal no eres de Japón. ¡Bueno! Lo primero que tienes que hacer es ponerte nuestro vestuario de meseros, de ahí no creo que tengas mayor problema, da-ze.
Le entregó algo de ropa doblada y señaló con una mano los sanitarios. El mayor en edad le agradeció y se dirigió a los mismos, ambos tomando sus respectivos rumbos.
Llegados al punto en el que Yao se encontraba abrochándose la camisa negra con bordes rojos de mangas largas junto al mandil corto de los mismos colores frente al gran espejo, Yong Soo ingresó al lugar con una pequeña toalla blanca en un brazo quedando aturdido por lo que sus ojos veían.
— ¿Eras hombre? Siempre creí que eras mujer —mencionó doloroso con sus planes de "conquistarla" arruinados.
— ¡Siempre fui un chico! —acusó doblando la que sería su chamarra, cerrando los ojos y murmurando—. Ya sé que soy hermoso...
Así fue como salieron al mismo tiempo para auxiliar a la única mesera que empezaba a acumular trabajo pues el otro compañero ya tenía sus propios pedidos y tuvo que retirarse a la estación de meseros por algunos utensilios, esto de acuerdo a las palabras del coreano. Al entrar al salón comedor nunca se imaginó que fuese tan bello por dentro, quedando impresionado por la fachada del lugar que albergaba a varias personas casi llenando todo el establecimiento.
Y no era para menos pues las luces acopladas al ambiente en donde se apreciaban algunas varas de bambú separar cada cuatro mesas con cuatro sillas cada una, cuyo tono de los manteles era un blanco puro; eran por demás adecuadas. En las paredes se dejaban ver cuatro nón lá de tal forma que tenían luces propias, cada uno de un tono distinto a la pared ligeramente verde menta para distinguirse de entre las hojas rosa pastel pintadas con enorme delicadeza. Lo que le daba más ese toque del lejano oriente eran los detalles como cuadros con diferentes escenarios referentes a dicho continente. Sus pisos de azulejo daban la sensación de estar al bordo de una canoa en algún río vietnamita. Quizás Yao se daba la oportunidad de observar cada detalle por cada paso que daba ahora que no debía correr para no llegar tarde, maravillándose de más.
Con una sonrisa amable comenzó a realizar sus tareas, atendiendo primero uno de los pedidos ya realizados con anterioridad. Así continuó durante las siguientes cinco horas, tiempo en el que consiguió obtener propina para su pasaje de la mañana próxima. Adicional a ello logró hacerse amigo de Yong Soo y los demás trabajadores de los cuales se despidieron una vez el negocio cerró, al parecer ellos serían sus compañeros de trabajo durante ese turno.
Aprovechando la oportunidad, el coreano fue hasta Yao para pedirle que se fueran juntos pues al parecer la ruta de ambos era la misma, cosa que lo alegró bastante aún cuando ese chico solía sacarle de sus casillas una que otra vez con sus comentarios y actitud. Bueno, eso no quitaba que Yong Soo fuera una buena persona, algo inmaduro incluso para su edad pero bueno al fin y al cabo.
Por fortuna logró erradicar algún rastro de enfermedad todo ese rato que se mantenía oculta en su garganta, la cual le ardía para hacerse notar. Siendo descuidado no se fijó en alguna farmacia en donde pudiera adquirir algo para sus posibles futuros malestares. Pero él sabía que su cuerpo era fuerte, así que lo ignoraría.
Para cuando se tuvieron que separar, Yao recordó que no tuvo tiempo de ir a comprar algo para comer y el supermercado no estaba disponible, así que no le quedó opción más que irse a su departamento al ya no ver al coreano dentro de su rango visual. Con el estómago vacío le tocaría empezar a hacer su tarea y revisar el proyecto que ya se les había asignado, no era de su agrado pero no tenía otra opción.
Tal vez el ruido de su hambre llegaría hasta los oídos de sus vecinos.
Con la llave incrustada en la cerradura, el asiático observó el gran abrigo que traía encima, pensando que no sería mala idea entregarlo a su dueño. Sus ojos hicieron un recorrido por el muro que separaba una puerta de la otra. Lo pensó, lo dudó. Hiciera frío o no, esa prenda no le pertenecía. Total, nada podía pasar si se atrevía a interrumpir al ruso de lo que sea que estuviese haciendo y terminaría con aquel compromiso.
Entonces tocó la puerta, anunciando su presencia.
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N o t a s.
2.1- Suceso ocurrido con el hombre borracho y el tanque de guerra: Estos casos suelen pasar en medios informativos, especialmente en Rusia por motivos desconocidos que cautivan al público extranjero.
2.2- Miroslav Zepan: Nombre humano de Eslovaquia dado por mí.
2.3- Nón Lá: Símbolo característico vietnamita; El sombrero de Vietnam.
2.4- Áo dài: Traje tradicional de Vietnam.
2.5- Âu Lạc: Era el nombre del estado vietnamita del 257 a. C. al 179 a. C. También conocido como el antepasado de Vietnam.
