Para cuando la miro, no tenia ni aliento, ni estímulo, pero salió corriendo por ella. La montó y fluyó como un rio.

Durmió en sus brazos, con un par de sus rubios en el rostro, y no dijo mucho, más que la desanimada cara, cuando miro su nombre en su teléfono.

Llamaba; "Luna" decía. Y volvió cuando le pidió un beso que le quitó el aire, y volvió a embestirla, aún por el timbrar del celular.

"¿Qué querrá?"

"Saber de ella". Nada más y nada menos.

La rubia sonríe torcidamente al ver su expresión.

Él nunca le dirá lo que le susurro al oído. Él recordará sus ojos hasta el olvido junto a su fragancia y tacto.

Ella ríe un poco y se masturba con fuerza hasta rociarlo.

Lincoln se hace la idea de que no es amor a segundo mes. "Es por la lubricidad", y sabe de la palabra porque le lee literatura erótica. "Las once mil vergas", le narra, mientras él está sobre ella, estrujando sus nalgas, al par de que eyacula dentro suyo, y saca su miembro levemente sangrado por su menstruación, y se siente culpable e indecoroso por las relaciones sexuales que tiene con Sam.

Es un preadolescente, y es encontrado inseguro por Luna cuando comparten una habitación u observación en cualquier situación.

—¿Te encuentras bien? —le pregunta al tener las manos de mantequilla, dándole un inesperado declinación de objeto o lugar para su favor, o tartamudeando nervioso.

—Sí... Me encuen-encuentro bien Luna...

Y la estimulación propia en su habitación, le hace sentir que peca junto a la vergüenza. Por eso ronda en las noches después de "desahogarse", de lavarse las manos con fuerza. Y su sorpresa es grande, al ver en toda la sociedad, el sexo que tanto le dice Sam que mueve al mundo de los hombres.

Se quedó un rato estupefacto al ver "Los 120 días en Sodoma", en la alcoba de Lucy. Y aquel no fue a más que acusarla, siendo que en realidad, para su paz mental, no había leído más que las primeras páginas.

Los castigaron a los dos al final con buena reprendas, y la novia de su hermana, tuvo que sacarlo por las noches de casa, y las mañanas de escuela.

A Sam le gusta tenerlo a su disposición. Lo desviste primero y le graba cuándo empiezan los juegos, hasta que termina el acto final.

La degeneración empieza al cabo que le dice que podría vender todo ese material a costos muy elevados. A veces ponía la cámara, y hasta las cosas eran de elevadas condiciones. Le metía la lengua por donde no debía, y hacía qué él le hiciese lo mismo.

Un día soñó que vendía los videos y que personas en todo el mundo, que sus amigos y familiares, veían el material, y después se burlaban, se masturbaban, asqueaban o se entristecían y decepcionaban, al verlo así de expuesto y lujurioso.

En el sueño, Luna le veía, pero no le decía nada.

Lo veía, pero no con odio o tristeza, sino con indiferencia. Y se alejaba de él, mientras él la perseguía gritando y llorando para que se detuviera. Nunca lo había, y nunca la alcanzaba, retenido en la oscuridad, a la par de que sentía la mirada de personas que no veía.

Después de eso, un día en casa de ella, le suplico que borrara los videos que guardaba celosamente en su computador.

Ella le miró seria, y dijo que no lo haría.