Todo Hola a todos, a empezar una nueva semana, yo aquí trabajando, como absolutamente siempre, pero le escaqueo el tiempo al jefe para poder publicarles.

Disclamer.- Todo pertenece a Sir Arthur Conan Doyle, a la BBC, a Moffat a Gattis y a un montón de personas de las cuales ninguna soy yo. Mía solo es la historia y escribo sin ánimo de lucro.

Para Violette Moore, porque ella lo pidió!


La Ecuación De Dirac

por

Adrel Black


VII

Es por la tarde de su segundo día en aquel lugar; vio a Sherlock durante la misa a las siete de la tarde el día anterior y aquel día por la mañana durante el desayuno, llevaba un traje negro y el alzacuellos pulcramente acomodado que contrastaba con sus rizos salvajes.

En ambos momentos el Teniente Bryant le seguía de cerca.

John de pie en la armería no sabe qué es exactamente lo que esperaba encontrar, pero ciertamente no es esto, esto parece una armería del siglo XV.

Es un cuarto en la planta baja, tiene los mismos paneles de madera que el resto del lugar, hay grandes cuadros de cacería que adornan el lugar y armas arcaicas también, espadas, ballestas, alabardas y hachas.

En las paredes hay empotrados estantes, dentro se apilan varios rifles de cacería, cuando menos veinte y una dotación completa de balas. No solo balas para cazar, balas de goma y pintura. John se pasa la tarde limpiando las armas, haciendo inventario de todo con lo que cuentan, encuentra papeles referentes al coto de caza. También hay algunos blancos de cartón para entrenamientos, todos ellos en forma de liebre, venados, jabalíes.

No alcanza a entender por qué este grupo de hombres se mantiene recluido en la escuela, entiende que es cómodo y básicamente gratuito, ellos comen y viven de las colegiaturas estratosféricas, pero ninguno parece tener algún otro lugar a donde ir.

Durante el tiempo que ha estado en la armería ha visto por la ventana a Taylor y Davis andando por el camino, le llama la atención que parecen discutir, los ha visto caminar hacia el bosque y de regreso, cuando pasan a un lado de la ventana John alcanza a escuchar un fragmento de la conversación que mantienen en voz baja.

—Tienes que entender, —dice Taylor, —ya me llevé un susto de muerte cuando Scotland Yard estuvo aquí, no voy a arriesgarme.

—Si lo sé, pero tienes que calmarte, —le responde Davis, —ninguno de nosotros quiere parecer más culpable de lo necesario…

—Lo sé, pero tengo que saber quien la movió del lugar donde la dejé.

John hace una anotación mental de aquello y piensa en buscar a Sherlock.

No ha podido hablar con él desde el día anterior. Le gustaría saber si ha hecho algún avance, si ha descubierto algo. Es extraño estar aquí investigando juntos, pero estar separados, durante los casos suelen estar hombro con hombro.

Regresa cada una de las armas a su lugar, deja fuera uno de los rifles junto con algunos blancos y municiones de pintura. Luego sale hacia los terrenos con rumbo a la Iglesia.

Sherlock anda con una azada en la mano dando vuelta a la construcción, hacia la parte trasera que se abre al bosque.

John apresura el paso para alcanzarlo.

El cielo se ha despejado completamente desde el día anterior, los únicos vestigios que quedan de la lluvia torrencial que azotó es el lodo que se seca despacio.

—Padre William, —saluda John.

Sherlock le mira y sonríe.

—Capitán Watson. —El Capitán se acerca y toma la azada que Sherlock lleva en la mano, el detective mira alrededor con suspicacia —¿Por qué no habías venido?

—Bueno, no eres el único al que deben ver en sus ocupaciones de vez en cuando.

—¿Qué has estado haciendo?

—En la armería, pero hay algo que debo contarte…

Siguen el camino hasta el costado de la Iglesia donde Sherlock comienza a quitar los matojos que crecen justo en los cimientos de la pared, John en voz baja le dice lo que escuchó decir a Taylor y Davis.

—¿Fue todo lo que escuchaste?

—Si, hablaban en voz muy baja y se iban alejando.

—Puede tener algo que ver, o no ser nada, —John le quita la azada a Sherlock y se dispone a ayudar. —El Padre Samuel no me deja ni por un segundo y en cuanto pongo un pie fuera de la Iglesia, aparece Bryant, ofreciendo a mostrarme la escuela, el bosque, preguntando en dónde estuve antes, en qué Iglesia, cuántos años tengo, mi familia… —Sherlock parece contrariado, John se ríe un poco. —¿Qué es lo gracioso?

—Bueno, es obvio que está… —John deja la oración en el aire, esperando que Sherlock lo entienda sin decirlo, pero el detective lo mira a los ojos sin comprender —… coqueteando, —aclara John, —es obvio que está coqueteando.

—¿Coqueteando? —Sherlock hace un gesto desdeñoso —¿crees que está coqueteando conmigo?, ¿por qué haría algo como eso?

John endereza la espalda, le cruje un poco, no está acostumbrado a este tipo de trabajo físico, hay muchas respuestas que cruzan por su mente sobre porqué Bryant coquetea con Sherlock, frunce el ceño y piensa cómo vocalizar al menos una sin sonar anhelante.

—Bueno, eres joven, —el detective sigue serio, John vuelve al trabajo, aun con su espalda protestando, para evitar que Sherlock le mire cuando diga lo siguiente: —eres atractivo y eres la novedad aquí, ¿no es obvio?

Sherlock no dice nada, pasan unos minutos en silencio mientras John continúa trabajando con la azada. Le escurre sudor por la frente y empieza a sentir como la playera verde militar que lleva puesta se le pega a la espalda.

Cuando siente que es seguro, mira a Sherlock de nuevo, éste tiene la curiosidad grabada en la frente y parece distinto, como si de pronto se hubiera dado cuenta de algo, es cuando pregunta:

—¿White coqueteaba contigo ayer?

—Si.

—¿Y él te parece atractivo?

—Este es un nivel de conversación totalmente nuevo para nosotros —responde John alzando las cejas.

—¿Te lo parece?

—No, —niega John, —me parece común y corriente.

—Es millonario, —dice Sherlock, como si eso probara algo.

—¿Cómo lo sabes?

—Su traje y sus zapatos son italianos…

—Bueno, todos aquí parecen tener dinero, mira la forma en la que viven.

—No me refiero a acomodado. —Sherlock hace un gesto desdeñoso. —Hablo de un traje hecho a la medida, su reloj es un Rolex y el anillo que lleva en la mano izquierda, es de platino con un zafiro natural.

John que no se había fijado ni en el reloj, ni en el anillo, lo ve un poco con la boca abierta, luego sin pensarlo dice:

—Impresionante, —Sherlock que tenía el ceño fruncido mientras soltaba todo aquello, le mira como si buscara algo en los rasgos de John.

—¿Lo crees?

—Claro, —asegura John, —es impresionante que hayas notado todo eso con solo unos pocos vistazos.

El ceño de Sherlock se suaviza un poco y toma la azada de las manos de John y continúa con el trabajo, conforme han ido sacando los matojos, han seguido avanzando por el borde de la iglesia.

—Por cierto, —dice John recordando la invitación de White, —me ha invitado esta noche a una fiesta.

Sherlock levanta la espalda tan rápido que John da un paso atrás involuntario.

—¿Quién?

—White.

—¿A dónde?

—Aquí en la escuela.

—Nadie me ha dicho que haya una fiesta…

—Creo que no estás invitado, —aclara John, el ceño de Sherlock está fruncido de nuevo. —Eres un Diácono y por la forma en la que White lo dijo… —Sherlock ahora además de molesto parece interesado, —bueno... —John se aclara la garganta —sonó un poco turbio.

Sherlock asiente.

—Buscaré una manera de escapar del Padre Samuel, nos vemos a las ocho en tu habitación.

.o.O.o.

La Congregación del Padre Samuel suele encontrarse formada, —sobre todo los domingos — por personas del Pueblo de Somerset, sin embargo, el resto de la semana, sus sermones son escuchados únicamente por el personal del Colegio.

Esa tarde-noche en particular dirige un sermón bastante brusco sobre los vicios, las depravaciones y el castigo eterno al grupo de hombres que le miran, algunos con aburrimiento, otros con un interés que, Sherlock está seguro, es fingido, y otros, como el Director Barclay con su eterna sonrisa de político.

John por su parte, se sienta al final de la segunda fila, con su espalda muy recta y sigue con los ojos azules los aspavientos del Padre Samuel. Sherlock lo puede ver desde su lugar, en una solitaria silla a la izquierda del altar, desde dónde, cuando corresponde, ayuda al Padre Samuel a llevar a cabo la misa.

El Padre Samuel no para de hablar sobre el tormento del infierno, el fuego del infierno, la ira de Dios, son temas que a Sherlock jamás le han importado, el cuerpo es química y materia, empieza siendo una célula, termina siendo materia orgánica en descomposición. Nunca se ha preocupado por pensar en si hay algo después, le parece un concepto pueril tener la fe puesta en que ganarás un lugar en un sitio mejor cuando ya no quede nada físico de ti. Además, ¿qué posibilidades hay para él? En el sermón del Padre Samuel, una persona como Sherlock está más allá de la salvación. No ha asesinado a nadie…aun, pero estaría más que dispuesto a matar si llegara la situación. La arrogancia de su intelecto, sintiendo a todos inferiores, la vanidad de saberse atractivo, no puede negar que está ahí, que es la razón de los trajes ajustados y las camisas de marca. Es un ladrón consumado, ha hurtado credenciales, de Lestrade desde el principio de los tiempos, comida de la nevera de la Señora Hudson desde que llegó a Baker Street, ni hablar de Mycroft, le ha robado armas, credenciales, hasta ropa cuando ha precisado hacerlo. Incluso se robó el cenicero de Buckingham Palace, "por John" le susurra su mente, "porque John dijo que estaba tentado a robar un cenicero". Mira al Doctor, con su pose de soldado, los ojos muy azules fijos en el Padre Samuel, parece estar pensando profundamente en lo que el hombre está diciendo.

Siempre creyó que John, el sentimiento que tiene para él, era su único rasgo redentor, pero al parecer, según el sermón del Padre Samuel, incluso querer a John es pecado, sentir esa sensación en el pecho y en el cuerpo le vuelve un pecador impenitente.

John le mira y Sherlock desvía los ojos hacia los demás, aquellos hombres le intrigan, todos parecen culpables de algo, incluso parecen saber entre ellos que son culpables, el Padre Samuel también parece saberlo, suele hablarles como si pudiera juzgarlos a todos. En su defensa, piensa Sherlock, es difícil no tener alguna culpa, cuando todos los rasgos de humanidad de las personas parecen ser un pecado.

Es algo antes de las ocho de la noche cuando la misa termina y se retiran, hablan con excitación entre ellos y se alejan, John va un poco rezagado, mira a Sherlock, tal vez para preguntar algo, pero cuando ve al Padre acercándose al detective, se aleja también rumbo a la casa.

—Harán una de sus fiestas —gruñe el Padre Samuel —yo no me acerco a la casa cuando se juntan a festejar, pero puedo imaginar lo que deben hacer.

—Padre Samuel —dice Sherlock con sumisión —quisiera poder retirarme a orar… —los ojos de Samuel son como los de un ave de presa —el ambiente aquí es muy diferente a lo que yo estaba acostumbrado.

—Entiendo —dice asintiendo con aprobación —sé a lo que te refieres. Si, ve a tu celda, ya no te molestaré más.

Sherlock sigue al padre Samuel hacia las habitaciones, éste entra y cierra la puerta, el detective, cierra la suya también y luego con mucho sigilo y asegurándose de que la puerta de la entrada no rechine se aleja hacia la casa por los bordes del jardín.

.o.O.o.

Sherlock mira a John de pie fuera de su habitación mirando un cuadro en el pasillo, Sherlock se acerca con sigilo y entra por la puerta abierta, John entra tras él y cierra.

—Tengo quince minutos mirando ese estúpido cuadro, —dice John, —creí que ya no vendrías. —cuchichea.

—Tuve que deshacerme del Padre Samuel.

Sherlock se ha abalanzado directamente hacia el closet de John.

—¿Qué haces, Sherlock?

—¿Qué vas a vestir para la fiesta? —John que pensaba irse tal como estaba, se encoge de hombros. —Es una fiesta —aclara Sherlock —y es obvio que algo sucede, no es la primera fiesta que organizan, según el Padre Samuel, es algo habitual.

—Ajam.

Sherlock rueda los ojos.

—Tienes que mezclarte entre ellos, tienen que pensar que estás divirtiéndote, tendrás que beber, tendrás que estar presentable.

—Estoy presentable, —dice John molesto.

Sherlock le mira con atención. Jamás dirá que John no se ve bien, con una de las playeras que Mycroft envió y con pantalones tipo cargo, pero una cosa es verse bien y otra muy diferente es congeniar con aquellos hombres. Sherlock jamás cambiaría la forma en que John se viste, a él no le molestan sus suéteres coloridos, ni su chamarra negra y lisa, pero ahora deben cumplir con el papel que les toca.

—Date un baño, —dice el detective y empuja a John hacia la puerta del baño privado —y déjame encargarme.

John toma la toalla se aleja hacia la ducha y dice a Sherlock, como si fuera una aclaración:

—Me duché antes de ir a misa.

Sherlock lo escucha y sonríe un poco para sí mismo, John.

John llegó en el mejor momento, fue casi como si fuera la mano de la Providencia quien lo envió. Si se hubieran conocido antes, Sherlock está seguro que lo hubiera arrastrado al hoyo negro en el que se encontraba, cubierto de drogas y suciedad, muriendo de aburrimiento, literal y metafóricamente.

Si hubiera llegado después tal vez Mycroft habría conseguido ya alguien más con quién él pudiera compartir el piso de Baker Street, alguien que, seguramente, habría huido luego de un par de días de conocer a Sherlock, alguien aburrido e insípido. Pero John llegó…

Sherlock toma un traje negro con pinta de ser caro y una camisa gris tormenta, no se puede negar que Mycroft tiene buen gusto para la ropa. Deja el conjunto sobre la cama y se acerca para cerrar el closet. Ahí en un cesto se encuentra la playera que John llevaba el día anterior, casi sin estar seguro de lo que hace, Sherlock la toma y la acerca a su rostro, huele al desodorante de John, y a la crema corporal de John, huele al sudor de John, huele a John.

Sherlock siente como algo se dispara en su cuerpo, es adrenalina, John está ahí, al otro de la puerta de la ducha, desnudo; también es deseo, Sherlock lo ha deseado por mucho tiempo. Al principio creyó que pasaría, que era solo la novedad de tener a un hombre atrayente cerca, pero las cosas solo han ido a peor, creyó que su cuerpo dejaría pasar las sensaciones de la misma forma que hacía con el hambre y el sueño, pero todo lo contrario, su cuerpo se ha vuelto más y más receptivo a la presencia del soldado.

Incluso ahora, luego de semanas, recuerda la noche pasada en Baskerville, compartiendo una habitación y una cama, John luego de algunas horas se había quedado dormido, pero él, terminó la madrugada fuera de la habitación, en el frío, fumando, incapaz de seguir mirando el pecho de John que subía y bajaba al ritmo de su respiración, perdido en sus pestañas que se movían mientras, seguro, soñaba. Incapaz de mantener las manos quietas cuando tenía a John a solo centímetros. Y después de un par de cigarrillos a solas volvió dentro y se perdió de nuevo en la firma dormida a su lado. Nunca podría evitar lo que sentía por John. No lo evitaría ni para salvar la vida.

La puerta de la ducha al abrirse trae a Sherlock de vuelta, suelta la playera en el cesto y cierra el closet, quizás un poco más fuerte de lo debido. Intenta recomponerse antes de darse la vuelta y enfrentarse a si amigo.

John le da la espalda, mientras mira la ropa sobre la cama, tiene el cabello mojado, hay gotas que escurren de las puntas por su espalda amplia y desnuda, rápidas, hacia la curva de su trasero, para perderse en la toalla que cuelga mustia en su cadera estrecha.

Sherlock traga.

—¿Esto es lo que crees que debo usar?

—S… —se aclara la garganta —Si.

Sherlock se da la vuelta de nuevo hacia el closet, y escucha como éste comienza a vestirse, el detective rebusca en la maleta que Mycroft preparó para el Doctor, hay unos gemelos de acero sin ningún adorno, algo muy propio de la forma austera de ser de John, se vuelve para ver como su amigo se cierra el zíper del pantalón, ojalá no hubiera alcanzado a divisar la ropa interior roja…

John se desliza dentro de la camisa, le hace juego con los ojos. Cinto negro, zapatos lustrosos, saco, Sherlock se acerca y le ayuda a colocarse los gemelos y acomodarse el cuello.

—¿Realmente es esto necesario? —pregunta el Capitán mientras se mira al espejo y acomoda su cabello.

—Péinalo hacia atrás —es la respuesta de Sherlock, John obedece sin rechistar. —Serás mis ojos ahí, tienes que prestar mucha atención a lo que ocurra —John asiente.

Sherlock siempre se ha dicho a sí mismo que la atracción que siente por John es algo más, es por la forma en que él es, es por los chistes en las escenas de crimen, y por su disposición a soportar los trozos de cadáver en la nevera y los experimentos potencialmente peligrosos en las alacenas, en ese contexto, nunca entendió porqué las mujeres lo seguían de tal forma. Claro que sabe que es apuesto, pero nunca había sido el factor primordial, sin embargo, en ese momento en particular, lo encuentra no solo apuesto, sino impresionante.

El soldado toma la SIG del cajón de su mesa de noche y la acomoda, tal como suele, en la parte trasera de la pretina del pantalón. Luego mira a Sherlock y asiente.

Llaman a la puerta, Sherlock se acerca al oído de John "cuídate" susurra, John asiente de nuevo.

Sherlock se aleja de la vista y John abre la puerta, el detective puede escuchar la voz de White.

—¿Estás listo Capitán?

—Claro, —escucha como John responde, luego escucha la puerta al cerrarse.


Bueno hasta aquí.

Hola Ariniet.- Aquí está, ¡para que veas tu nombre escrito de nuevo! Ya tienes tu culpable, muy bien, ya veremos si lo mantienes, luego de este capítulo, Espero que sigas disfrutando la lectura. Si, la están pasando mal, pero no será para siempre, a mi tampoco me gusta que estén separados, pero acabarán bien juntitos ya lo verás. Y la ecuación de Dirac, bueno, volverá a aparecer, tiene su razón de estar aquí. Espero que tengas una buena semana. Saludos!

Hola Quennie Romanov.- No, no es un "reformatorio de niños desviados", es más bien el equivalente masculino de una "academia de señoritas", algo muy de etiqueta. Pecado, eso es interesante, vamos a ver qué opinas después de este capítulo y no se diga después del siguiente. Dudar de todos es lo correcto, al menos por el momento. Espero que lo sigas disfrutando, ten una bella semana. Saludos!

Espero que todos tengan una excelente semana.

Nos leemos pronto.

Adrel Black