Para el aniversario de su accidente, las mejoras de Harry empezaron a hacerse mucho más notorias.

Podía caminar desde su cama hasta la puerta, y mantenerse de pie por lo menos durante cinco minutos seguidos. Desde su torso hacia arriba, la movilidad ya no era nada limitada, y su ánimo cada vez tenía menos fluctuaciones. Su magia...era otro tema. Los hechizos cada vez salían mejores, y consistentes, pudiendo añadir unos nuevos y simples a la lista, pero el agotamiento luego de performarlos no se iba nunca. Eso lo tenía un poco estresado, a todos, a decir verdad. Quería volver a volar, quería volver a sentirse invencible al conjurar un simple Expecto patronum. Estaba comenzando a detestar su habitación cada vez más con el paso de los días.

Sus recuerdos y su percepción del mundo no había variado mucho desde que descubrió, hacía dos meses atrás, que no estaba del todo bien. Seguían faltándole partes, y continuaba perdiéndose días de la semana, aunque tenía la noción de que los vivía, pero no podía rememorar exactamente ninguno de ellos.

Sin embargo, se mantenía optimista. Estaba teniendo avances, fuesen o no los que él quisiera.

El clima estaba fresco, a pesar de ser verano aún, y real, realmente no quería levantarse de la cama.

—¿Podemos quedarnos aquí para siempre? —le preguntó, a sabiendas de la respuesta.

—Claro, porque como no tengo responsabilidades ni cosas que hacer además de estar tendido a tu lado —replicó Draco, con voz monótona—. A veces me pregunto si realmente piensas.

Harry bufó, antes de girarse hacia un lado y encararlo. Tenía el cabello aplastado por el colchón y usaba su camisa recogida, dejando ver la marca que ya no se molestaba en cubrir a su alrededor, con su vista fija en el techo. El ojiverde se deleitó de la imagen.

—¿Te das cuenta que cuando tengas cien años, nueve de cada diez palabras que salgan de tu boca van a ser gruñidos? —le dijo, con una pequeña sonrisa—. Merlín, no sé que hice tan mal para merecerte.

El rubio le pegó un codazo en su costado, rodando los ojos. En el rostro del pelinegro, una pequeña sonrisa comenzaba a formarse al verle. Era inevitable.

—¿Vas a dejar de mirarme como un maldito psicópata y dejarme hacer mi trabajo? —le preguntó, aún sin devolverle la mirada.

—No te estoy deteniendo —respondió él, acercando su mano hasta el rostro ajeno para acariciar su mejilla.

—Me distraes —replicó el ojigris solementemente.

—¿Sí? —elevó las cejas—. Entonces, eso significa que te distraeré de cualquier forma.

Pasó uno de sus brazos por el cuello ajeno, y el otro, lo aferró a su espalda, atrayéndolo hacia sí mismo con fuerza. Draco luchó brevemente, pero el moreno no le iba a permitir escapar. No señor. Se iban a quedar allí hasta que el mundo acabara.

—Levántate Potter —gruñó Draco, y Harry lo apretó aún más contra su pecho—. Te voy a maldecir el culo, y te juro por Merlín que me dará igual si me quitan la licencia o me mandan a Azkaban por maltratar al niño dorado.

Harry se rió, e ignorando sus quejidos, incrementó la fuerza del agarre.

—Creí que dijiste que siempre podrías contra mí, Malfoy, ¿no es así? Que en Hogwarts te ganaba solo porque tenía al profesorado de mi lado. Bueno, líbrate, a ver si puedes —le dijo—. Estoy desnutrido y débil.

Draco bufó contra su piel, haciendo que el aire caliente enviara descargas eléctricas por cada centímetro de su ser.

—Hace semanas que has estado volviendo a ganar músculo —protestó—. Y estoy seguro que esto es una llave marcial de algún tipo, porque me niego a creer que tienes tanta fuerza.

—No, solo un abrazo de oso —alegó el ojiverde sonriendo—. Pero si me das un beso, te suelto.

En un movimiento rápido, de pronto Draco empujó sus brazos hacia arriba, posándolos en su propia cintura para poder estabilizarse, y giró sobre su propio eje, subiendo una pierna a un lado de su cadera, inmovilizándolo ahora a él, quedando horcajadas sobre su cuerpo.

—¿Decías?

Harry no tenía tiempo para reclamar, porque dio un vistazo por todo el cuerpo ajeno de inmediato. Pasó saliva, siendo verdaderamente consciente de la posición en la que estaban tan abruptamente, y la sonrisa en el rostro del rubio comenzó a desvanecerse lento, mientras él se hacía consciente también. El pelinegro deshizo el agarre de una de sus manos, y comenzó a frotarla contra la cadera ajena, metiéndola lentamente por debajo de la ropa.

—Harry... —Draco dijo con un hilo de voz, sus ojos pasando a mirarle con una intensidad abrumadora— Tenemos que empezar con tu sesión del día.

Pero al moreno le importaba una soberana mierda incluso si eso significaba que podía volver a recuperar su magia, porque ahí estaba Draco Malfoy sobre él, con las mejillas sonrosadas por el calor, su cuerpo perfecto, y una ligera expresión de sorpresa. No podía pensar en nada más.

Se levantó desde el colchón, juntando su frente con la del hombre, tratando de regular su respiración debido al roce, y el tacto de la blanca piel bajo sus dedos, donde dibujaba pequeños patrones, acercándose cada vez más al borde del pantalón, sintiendo el abdomen de Draco, sintiendo su peso encima de su entrepierna, donde con cada segundo empezaba a crecer un bulto.

—Harry, no--

No lo dejó terminar, porque trataría de comenzar a enumerar todas las razones por lo que aquello no era bueno, y por Godric Gryffindor, no necesitaba eso en ese momento.

Sus labios tenían un ligero sabor al café que estaba tomando hace unos minutos, y se dedicó a mover los propios sobre los ajenos con una lentitud casi tortuosa, aprovechando el momento, mientras el cariño en el costado del cuerpo del ojigris se volvía más insistente. Draco le correspondió al instante, y no se resistió cuando decidió ingresar su lengua dentro de su boca, probando la suya, que se unió en un ritmo delicioso, donde Harry procedió a morder su piel sensible, y succionar, una y otra y otra vez, hasta que el rubio emitió un pequeño quejido de dolor.

Subió su otra mano, que estaba reposando sobre su pierna hasta su nuca, enterrando los dedos en su cabello, mientras Draco pasaba sus brazos por encima de su cuello, comenzando a moverse sobre su ya formada erección y Harry dejó salir un suspiro, separándose finalmente de sus labios.

—Harry, por favor, basta —pidió, durante un momento en el que todo había parado. Tenía las cejas juntas con preocupación, y se veía asustado. Implorante.

Pero no lo escuchó, en cambio, atacó su cuello, dejando un rastro de besos que iban desde la clavícula, subiendo por su garganta, deteniéndose en su manzana de Adán, y llegando hasta su mandíbula, dando toques lentos, para proceder a morder el lóbulo ajeno, y besarlo tras su oreja.

Escuchaba los suspiros ahogados de Draco, que iban directo a su entrepierna, apretando dolorosamente en sus pantalones. Bajó la mirada, para ver que el rubio tenía una de igual tamaño allí, chocando con la suya, y se rió, procediendo a lamer el exterior de la oreja ajena, acercándose más al botón de la ropa inferior del hombre.

Ahora sus manos estaban por todo su cuerpo, pasándolas por encima de la tela, tocando, y de reojo vio cómo el ojigris se mordía el labio inferior, haciendo que Harry no pudiese evitar el volver a besarle.

De nuevo, fue recibido con total bienvenida, trabajando en el botón de los pantalones, mientras sentía sus delgados dedos colarse por abajo de su camiseta, haciéndole soltar un suspiro a él. Draco seguía moviéndose encima, frotando sus erecciones, enviando descargas de placer por toda su espina dorsal.

Entonces, con su mano ya adentro de su ropa interior, agarrando su miembro con la piel desnuda, Draco saltó casi un metro hacia atrás, un poco horrorizado. Manos tocando su boca, pantalones abiertos, erección marcada en su bóxer, completamente sonrojado, el pelo revuelto y una fina gota de sudor cayendo de un costado de su cara, junto a unos labios hinchados y de un color rosa fuerte.

Mierda. No podía apartarse de esa forma, y no podía verse así. No podía irse, había esperado tanto por ese momento. No--

—Vuelvo enseguida.

Fue el "enseguida" más largo de todos los tiempos.

Y aunque efectivamente si regresó, evitó que Harry tocara el tema, y evitó también al máximo el contacto físico.

Draco lucía distante, con ojeras bajo sus ojos y una expresión que variaba entre la culpa y la tristeza. Y continuó así por otros tres días más al menos, hasta que Harry no lo soportó más. Merlín, eran adultos.

—No estoy enojado, ¿lo sabes? —preguntó, mientras almorzaban.

Draco pegó un brinco desde la otra esquina de la habitación, devolviéndole aquella mirada cansada que no comprendía. Luego de unos segundos, asintió.

—¿Entonces? ¿Cuál es tu problema? No hicimos nada malo, ni nada que no quisiéramos--

—Estoy enojado conmigo, por permitir que pasara —lo interrumpió, por lo bajo. Harry arqueó una ceja, negando con la cabeza.

—No te estás aprovechando de mi, Draco. Entiéndelo —bramó Harry con molestia—. En ese caso yo me estoy aprovechando de ti, porque no te escuché cuando me dijiste que debíamos parar y por mi culpa ahora te sientes así.

—No, Harry. No —Draco se detuvo, cerrando los ojos con fuerza y apretando la mandíbula—. Quiero esto. De verdad que sí. Dios, no puedo pensar en nada más que follarte en todas las posiciones posibles y en todo momento.

Aquél conocido calor comenzó a crecer en su interior y sintió un escalofrío recorrerle todo el cuerpo. No sabía cuánto podría aguantar, que le dijera esas cosas, con esos ojos tan brillantes y esa cara preciosa. Tragó en seco, y Draco siguió el movimiento de su manzana de Adán con la mirada.

—Solo no--

Harry notó cómo se mordió la lengua, desviando sus ojos hasta la ventana, y tuvo que suprimir todas las preguntas que querían salir de sus labios.

Se resignó. No quería presionarlo tampoco.

—Cuando sea que estés listo —aseguró suavemente.

Draco soltó una risa amarga, subiendo una de sus piernas en el asiento, apoyando allí su barbilla sin despegar su mirada desde el día soleado del exterior.

—No es solo eso... —murmuró al cabo de un rato.

Harry estudió sus palabras. Habían salido en un tono calmo, como si no importara, como si le estuviese diciendo alguna nimiedad. Pero él sabía que no era así.

—¿Crees que esto no es en serio...? —preguntó con cuidado. Draco se mordió el labio.

—En parte —admitió.

—No deberías pensarlo. Porque lo es. Para mí lo es.

Trató de demostrar en sus ojos que estaba diciendo la verdad. Que nunca en su vida había sido más sincero.

Draco suspiró, desviando la mirada hasta sus manos, sus hombros cayendo levemente.

—Veremos, cuando estés bien y recuperado.

Algo en su expresión, le decía a Harry que eso no era todo.

—¿Tienes miedo de que cuando ya no te necesite, me olvide de ti?

Al parecer había dado en el clavo, porque el hombre levantó la cabeza de inmediato, sus ojos llenos de incertidumbre. El moreno sintió cómo su estómago se revolvía.

—¿Lo harías?

Y su voz salió tan cargada de miedo, que su corazón se estrujó en su pecho. Harry levantó las manos en el aire, para que Draco fuese hacia él.

—Jamás.

Lo hizo, y se mantuvieron en un abrazo que pudo haber durado perfectamente unas cuantas horas, aspirando el olor a menta que desprendía el rubio, el calor familiar, y el cariño que le tenía rebosando a su alrededor. Harry se aclaró la garganta, pasando la mano por la espalda ajena.

—Es más, una vez que todo vuelva a--la normalidad. Me gustaría mucho más intentarlo. En serio. Tú y yo.

Escuchó cómo soltaba un respiración temblorosa, pausada, y cuando quiso separarse, Harry lo apretó más contra sí.

No quería escuchar una respuesta.

Sin embargo, Draco pareció no cambiar su humor los días venideros.

Un par de semanas después, unas voces insistentes lo despertaron durante la noche. Le tomó unos segundos ubicarse, parecían provenir desde el pasillo.

Recordó vagamente que Hermione y Ron estuvieron allí hace unas horas, antes de quedarse dormido, pero nada claro, por lo que las voces a sus espaldas no podían pertenecer a nadie más que a ellos.

—¿Realmente crees que está bien aquí? —escuchó cómo ella le decía a su amigo. Luego bajó un poco la voz—. No veo una sola mejora.

Harry frunció el ceño. ¿Estaban hablando de él? No movió un solo músculo, en caso de que dejaran de hablar en el momento que se dieran cuenta que estaba despierto.

—¿Recuerdas cómo estaba hace un año atrás? —Ron argumentó, bajando la voz también—. Puede caminar, performar una gama considerable de hechizos que no sabíamos que podría volver a conjurar.

Un pesado silencio los siguió, y a pesar de que no podía verles, el ojiverde estaba seguro de que Hermione estaba negando con la cabeza, mientras Ron miraba hacia el cielo con exasperación.

—No está dando lo suficiente. Aquí no va a--no va a mejorar, Ron.

Oyó cómo el pelirrojo daba un par de pasos por todo el lugar, y Hermione soltaba una respiración cansada. Harry se aferró a las sábanas.

—Está en buenas manos con Draco —afirmó él.

¿Draco? ¿Desde cuándo era Draco, y no Malfoy?

—No creo que ni siquiera Draco pueda seguir ayudando desde ahora —ah, al parecer Ron no era el único que le llamaba por su primer nombre. Frunció el ceño—. ¿Los has visto? Está demasiado atado emocionalmente. Ambos lo están. No creo que siga siendo sabio cargarlo con las decisiones de la salud de Harry. No cuando puede estar juzgándolas desde un punto de vista personal.

Harry no estaba totalmente consciente, no entendía muy bien qué significaba todo eso, pero podía asegurar que no era nada bueno.

Nuevamente aquel silencio tenso les siguió, y el moreno tragó saliva, con la duda aflorando en su pecho.

—¿Qué sugieres, entonces? —terminó diciendo Ron.

—He investigado un poco. Por unos meses... —Hermione dijo luego de un momento. Meses. Había pensado lo que sea que esto significara por meses y él no tenía idea—. Hay un centro en Escocia donde están capacitados en ese tipo de maldiciones y cuadros clínicos. Con la mayoría de los síntomas de Harry.

El pelinegro analizó sus palabras. Querían llevárselo, lejos. Muy lejos. De todos. De su vida actual.

—¿Piensas que puede ayudarle de verdad?

La castaña no lo dudó.

—Es mejor que la alternativa.

Luego de eso, el cansancio le ganó. Cerró los ojos, con un mal presentimiento en cada fibra de su ser. Lo discutiría. Obviamente lo haría. En cuanto tuviese la oportunidad.

Draco llegó al día siguiente como de costumbre, cómo ocultando algo. Hicieron su rutina, Harry le robó algunos besos; mantuvieron algunas conversaciones y llegaron a algunos acuerdos, haciéndole sentir las ya tan conocidas mariposas en el estómago.

Entonces, Hermione fue a visitarlo.

El rubio estaba terminando el masaje y los hechizos de su terapia, cuando su amiga había ingresado al cuarto, con aire inseguro y tomando la tela de su vestido que caía con gracia sobre su abultado vientre.

Harry ni siquiera la saludó. Levantó una ceja, cruzándose de brazos y mirándola fijo.

—Te escuché. Anoche.

Vio cómo todo su cuerpo se tensaba, desviando la mirada hacia Draco, quien fingía estar prestándole toda su atención a su trabajo, y no a la inminente discusión que se venía. Hermione ni siquiera trató de negar nada.

—Lo siento. Pensé que estabas dormido —dijo finalmente, sentándose en la silla más lejana a Harry.

El ojiverde la siguió con la mirada, y ella no parecía querer dar su brazo a torcer.

—¿Realmente piensas eso? ¿Todo lo que dijiste? ¿Sobre Draco, mi progreso? —preguntó con incredulidad.

—Harry... —Draco interceptó.

Harry desvió sus ojos hasta él, encontrando una súplica implícita. ¿Pidiendo qué, exactamente? No sabía. No tenía idea. El rubio tenía las comisuras de su boca inclinadas hacia abajo, y negando casi imperceptiblemente. Él frunció el ceño.

—Sí —la voz de Hermione cortó el aire, y vio cómo el rubio cerraba los ojos con cansancio. El pelinegro se centró en ella—. Y no voy a retractarme. Creo que es la mejor opción. Ha pasado un año, Harry. Un año. Para este punto, me gustaría que tu vida, por la que tanto has llorado, vuelva a ti lo más rápido posible. Aquí, a pesar de que Draco es el mejor en lo que hace, no vas a mejorar. No como quisiéramos.

Las palabras lo golpearon, y se quedó inmóvil en su posición. Negó con la cabeza, sin entender nada. Nada más que lo que sea que le estuviesen diciendo, significaba separarse de Draco. No quería permitir algo así, no mientras estuviese consciente.

—Prefiero quedarme con Draco —dijo firme.

Hermione suspiró, dejando caer la cabeza y los hombros, negando un poco ella también. Pero no iba a a ceder. Estaba harto de que la gente controlara su vida sin preguntarle. Como si fuese un niño. Cómo si no tuviese la noción de su situación, Merlín.

—Harry... —Draco tomó su rostro luego de unos segundos. Apenas se resistió—. No hay nada que pueda hacer ya. Ni con el contrato que firmó Hermione y que puede deshacer en cualquier momento que ella encuentre conveniente, ni con tu problema.

Harry lo miró con la confusión abriéndose paso por su rostro. ¿Qué era esto? ¿Cómo podría no ayudarle? Si era todo lo que había hecho estos meses, si todavía quedaba mucho por sanar. Eran patrañas.

Aquella vocecita que quería sabotearlo siempre, susurró que al fin y al cabo, quizás Draco se había aburrido de él y era la mejor opción para deshacerse de su carga.

Algo de lo que sentía tuvo que haberse traspasado a su cara, porque el rubio negó rápidamente, incrementando el agarre de su mandíbula, acariciando, con sus ojitos brillando con una emoción que no era capaz de identificar.

—La maldición que te atacó, según creemos, iba destinada a causar solo algunos de tus problemas actuales. No todos, ya que la recibiste en un lugar que no deberías. No iba orientado hacia tu médula espinal. Por eso es un hechizo mal conjurado —el rubio habló lento y con cuidado. Quizás con miedo de romper el ambiente, a pesar de que Hermione estuviese allí—. Una de las cosas que no debería haberte sucedido, fue el perder tu movilidad —Draco delineó sus facciones con suavidad, como Harry había hecho hace un tiempo. Cerró los ojos—. Pero estás casi caminando de nuevo —su otra mano se posó sobre una de sus piernas—. También creemos que tu magia si debió haberse visto afectada, pero no de esta forma. De todas maneras, las "cadenas" que sostenían tu núcleo mágico luego de la maldición ya no están. Por lo que ese síntoma ya no debería estar ahí —ahora, el calor de sus dedos estaba sobre su pecho—. El cansancio es algo aparte.

Harry abrió los ojos, encontrándose con los orbes mercurio de Draco. No quería aceptarlo, lo que sea que le estaba diciendo, no quería. No quería alejarse de él, no podía comprender cómo ya no lo necesitaba más.

Porque lo hacía, como si fuese la fuente vital de su existencia. Negó.

—Realmente no hay nada más que pueda hacer, Harry.

Tuvo que apartar la mirada, era demasiada intensidad, demasiadas dudas y miedos. La morena lo miraba con preocupación, con ruego. Tragó saliva.

—Por favor, piénsalo —pidió ella.

La habitación dio vueltas unos instantes, afirmando el agarre de Draco con una de sus manos, sintiendo la tersa piel bajo su tacto y la incertidumbre de no saber si esto era lo correcto.

No quería que lo fuese.

—Lo haré.

Esa misma noche, mientras Draco estaba a su lado, ambos en silencio y mirando las estrellas por la ventana, la conversación aún no se iba de su mente.

—¿De verdad piensas que es lo mejor?

Harry tenía miedo de preguntar, porque sabía la respuesta.

Draco salió del hueco de su cuello y su hombro, levantando la cabeza hasta que quedaran mirándose. Se veía serio, pero Harry lo conocía lo suficiente para saber que debajo de la calma superficie, estaba sucediendo una tormenta.

—La verdad es que sí —dijo lentamente.

Harry tragó, acariciando su espalda y presionando un beso en su frente.

—Pero eso significaría alejarme de ti.

El rubio se mordió el labio, cerrando sus párpados. Algo no estaba bien, podía sentirlo. Solo no sabía qué.

—Podría tratar de verte lo más seguido posible —susurró.

—¿Y tu beca...?

—Puede esperar.

Harry agachó la cabeza, posando un casto beso en sus labios, agradeciendo silenciosamente.

Draco se dejó hacer, capturando nuevamente su boca, esta vez en una unión más larga. Más calmada.

Entonces otra preocupación nació en él.

—Tengo miedo —confesó.

Draco se separó lo suficiente para poder mirarlo a los ojos, una de sus manos atrapando un rizo y jugueteando con él con cariño.

—¿De qué? —preguntó bajito. El ojiverde tragó pesadamente.

—De volver a confiar. De que no estés allí. De que mi vida no vuelva a ser como antes.

El hombre no habló de inmediato, en cambio, apoyó su barbilla en su pecho, pensando bien sus palabras.

—Dudo que vuelva a serlo.

Un ya familiar nudo se formó en su cuello. Allí estaba Draco, admitiendo abiertamente uno de sus más grandes temores. El ojigris entrelazó sus dedos, dándole un apretón y Harry parpadeó un par de veces, sin querer creerlo realmente.

—¿No crees que pueda volver a ser--normal? —murmuró, su voz quebrándose en la última palabra.

Draco rodó los ojos.

—Odio cuando ocupas esa expresión —frunció el ceño, y el moreno le ofreció una expresión de disculpa—. Harry, tu vida tomó un giro brusco. Uno que no esperabas. Tuviste que aprender a moverte desde cero, usar tu magia desde cero, y perdiste la conexión con el tiempo. ¿Cómo esperas volver a ser quién eras?

Harry dejó que las palabras lo empaparan, tomarlas, incorporarlas.

T

ratar de creer que eran ciertas.

—Supongo que no puedo —se las arregló para decir luego de unos minutos

—Supongo que no puedes —afirmó Draco. Luego, dejó otro pequeño beso pero esta vez en su nariz—. ¿Realmente es tan malo para ti?

Su voz tenía un tinte de miedo y Harry comprendió. El detestar lo que le pasó, significaba renegar de Draco, de haberlo reencontrado, de haberse enamorado de él.

De eso jamás podría arrepentirse.

Lo miró a los ojos, tratando de que comprendiera la intensidad de sus sentimientos.

—No. Al final de todo, estás aquí.

Esperaba encontrarse con esperanza, cariño, incluso una expresión de hastío o sarcasmo en sus ojos plata.

Nunca pensó en encontrar tristeza.

—Eres asquerosamente cursi a veces, ¿lo sabes? —dijo él en un intento de bromear.

Harry decidió que lo mejor era no presionar el tema, que si el rubio tenía algo que decir, terminaría por expresarlo al final de todo. Se obligó a sonreír.

—No puedo evitarlo si al final del día te ves así —miró todas sus facciones con detención—. Merlín, eres hermoso.

Un ligero rubor se extendió por cada centímetro de su cara, hasta la punta de sus orejas. Draco escondió su rostro nuevamente en el hueco de su cuello y el pelinegro se quejó.

—Te odio tanto a veces.

—No lo haces.

El rubio le pegó sin fuerza haciendo que Harry se quejara.

—¿No te parece extraño? —pronunció Draco con cautela.

—¿Mhhm? —preguntó él, tratando de separarse para ver su expresión, pero el ojigris no lo dejaba—. ¿Qué cosa?

—Esto —susurró—. Nosotros. Cómo nos odiamos tanto de niños, y ahora estamos aquí, en una misma cama, dándonos besos.

Soltó una risa amarga. Harry apoyó su mejilla en la coronilla del hombre, pensando.

—Sí. Y no —le contestó—. Bueno, ya que me obligas a confesarlo... —suspiró, como si aquello le molestara. Draco bajo suyo estaba prestando total atención— Cuando descubrí que era bisexual. Y que me gustaban los hombres. Mucho —hizo énfasis en ello, haciendo que el rubio riera un poco—. Yo... me cuestioné si lo que sentí por ti todo el tiempo fue solo aversión por tu persona, y por lo que hacías —admitió—. Dios, tenía, ¿dieciséis? Menos, en algunas ocasiones, y había un maldito maniático queriendo matarme, y aún así te colabas en mis pensamientos, por alguna u otra cosa, y quería estar pendiente de ti —Draco levantó su cabeza, devolviéndole la mirada nuevamente—. ¿Es normal prestarle tanta atención a alguien a esa edad? Solo por odio. Quiero decir, en sexto año apenas tengo recuerdos de Ginny, ¡y fue mi primer amor! Lo único que pienso de ese año, es en ti, en cuántas veces te seguí, y cómo cada día pensaba en qué estabas haciendo algo, que necesitaba atraparte. Verte.

Una pequeña sonrisa se asomó por la esquina de la boca de Draco y solo por eso, Harry no se arrepintió ni un poco en confesar algo tan vergonzoso. Es más, se ganó hasta un beso.

—¿Me estás diciendo que tenías un crush en mí, Harry James Potter? —bromeó. Harry rodó los ojos.

—Nunca dije algo así y nunca lo admitiré ante otra alma. Llamaré a un abogado si es necesario.

—Copión.

—Idiota.

El moreno presionó otro beso, antes de que Draco girara el cuello como cada vez que hacían cuando se peleaban de broma, y arrugó la nariz, limpiándose con la manga.

Y así estuvieron, por lo que Harry sentía que podrían ser años, disfrutando de nada más que la presencia del otro. La certeza de que sus sentimientos eran correspondidos.

—¿Crees que una vez que todo--? —dijo luego de un rato, acurrucado él esta vez contra el cuello del rubio—. Que todo termine... ¿podríamos tener un futuro juntos?

Sintió su cuerpo tensarse, y Harry sintió aquella característica melancolía que parecía no querer irse del cuerpo del rubio volver, emanando algo indescifrable desde su aura.

—Podríamos intentarlo —murmuró él.

Su corazón se hundió un poco, pero no agregó nada más.

Harry para ese punto, debería haber sabido que Draco nunca hacía promesas.

Daba igual cuánto las necesitara.

Harry aceptó la propuesta de Hermione unos días después.

No estaba seguro. Ni siquiera sabía si eso iba a mejorar su futuro, pero lo hizo, porque Draco decía que era lo mejor. Y Draco nunca se equivocaba.

Un mes transcurrió, y a pesar de que ya no estuviese sujeto a un contrato, el rubio seguía yendo, ayudándolo. Tanto así, que podía caminar unos pasos más, cada vez más. Todo gracias a él.

Harry trataba de memorizarse cada aspecto de su ser. Sus bromas irónicas, su estatura, el calor que desprendía su cuerpo y cada línea que poseía, cada cicatriz. Su manera de hablar, cómo arrastraba las palabras. Sus ojos grises completamente fríos y la forma en el su cabello caía encima de su frente. Cómo lo cuidaba.

Como cada palabra que salía de sus labios se sentían como hogar.

Algo inusual sucedía, Harry se daba cuenta, y le frustraba tanto no saber qué. Estaba allí, frente a sus ojos, pero no podía descifrarlo.

Lo más notorio de todo, eran los extraños dichos de Draco, cómo siempre le susurraba:

—Eres tan precioso.

—Te quiero.

—Te extrañaré.

Lo que era raro. Draco nunca había sido conocido por ser demostrativo. Jamás. Pero de un día hasta allí había comenzado a decirlo, y Harry realmente quería creer que era porque ya no podrían verse tan seguido. Esperaba que sí.

Porque cada vez que preguntaba el por qué, el qué estaba sucediendo, Draco solo agitaba su cabello, le otorgaba una sonrisa dulce, y movía una mano en el aire.

—Solo es para que no lo olvides.

Entonces, los arreglos para trasladarlo desde su hogar hasta el centro de Escocia comenzaron.

Se habían llevado una buena parte de su ropa, y de sus cosas personales, a pesar de que Hermione alegaba que no serían más de tres meses.

La familia Weasley seguía visitándolo, prometiendo que irían a verlo hasta el final del mundo si era necesario, y Ron diciéndole que esperaba que con tanto tiempo libre, por fin aprendiera a ganarle en ajedrez mágico.

Hermione estaba más distante, pero Harry asumía que era solo por el hecho de que pensaba que él estaba enojado con ella, por presionarlo. Y a pesar de que podría estarlo, descubrió que ya no le quedaban las fuerzas suficientes para ello.

El tiempo pasaba, y ya quedaban tres días para que el gran cambio sucediera.

Draco había terminado de organizar las últimas cosas, y Harry, luego de estar pegado mirando la ventana, vio de reojo cómo tomaba su túnica, dispuesto a irse.

No podía permitirlo.

—Quédate, por favor —rogó antes de que se fuera—. No sabemos cuando volveremos a poder estar así.

Draco no se lo esperaba, porque sus cejas se juntaron, formando un hueco que Harry no tenía por qué encontrar encantador, pero lo hacía. Estiró sus brazos como comúnmente hacía, para que se uniese a él en la cama. El rubio quedó plasmado en su lugar, antes de dejar caer lentamente su bastón y reposarlo contra la pared a un lado de la puerta, a la que se giró para ponerle cerradura.

Harry no entendía muy bien por qué, pero no había tiempo para preguntas burdas.

Draco se acercó hasta él a paso dubitativo, pero una vez que estuvo a una distancia razonable, el moreno lo atrapó entre sus brazos, botándolo hacia la cama, haciéndole sonreír.

Le dio un pequeño beso, y notó cómo durante ese día no habían compartido ninguno. No entendía cómo había sobrevivido las horas, pero al fin y al cabo, había sido una jornada agotadora.

El rubio entrelazó sus dedos, jugando con su pulgar y dejando un leve roce con sus labios encima del dorso de su mano.

—Nunca pensé que diría esto, pero hueles tan bien —susurró.

Un pequeño escalofrío lo recorrió de pies a cabeza, antes de fruncir el ceño y hacer un puchero.

—¿Cómo que nunca pensaste que dirías eso? —se quejó, refunfuñando.

Draco se rió de él, besando su mejilla esta vez.

—Porque antes de mí, apuesto a que no diferenciabas siquiera el jabón del shampoo —alzó una ceja—. Antes de mí, no sabías nada del mundo, ni de la vida. Deberías agradecerme, Harry Potter. Antes andabas cochino y apestoso por el mundmhpf.

Harry le dio un beso para callarlo, porque sabía que de otra forma, no lo haría nunca.

Cuando se separó, Draco le miraba con enojo fingido, y él se dedicó a darle una sonrisa completamente inocente, mostrando todos sus dientes.

Recibió nada más un pequeño golpe.

Ninguno dijo nada un buen tiempo, nada más abrazados, con las manos tomadas, y pensando en lo mucho que cambiarían sus días en menos de una semana.

—¿Te gustaría casarte algún día? —preguntó aleatoriamente, luego de un rato.

Draco hizo un pequeño ruido, que indicaba que estaba pensando su respuesta y que no tenía derecho de ser tan adorable.

—Supongo, nunca lo he pensado.

Él resopló. ¿Sangrepura, y nunca lo había pensado? Patrañas. Le dio un golpe sin fuerza en el hombro, que hizo a Draco sonreír.

—Deberiamos hacerlo. Algún día.

No recibió respuesta. Pero ni siquiera tuvo el tiempo de procesar si aquello era bueno o era malo, porque los labios ajenos estaban sobre él.

Era un beso diferente, muy distinto a los que solían compartir, que eran todos cariño y suavidad. Éste era un beso enojado, posesivo, con choques de dientes y mordiscos dolorosos. Uno que se asemejaría mucho a cómo hubiese sido un beso de ellos dos en la adolescencia, con todos esos sentimientos que ninguno sabía cómo manejar.

Draco le besaba con desesperación, con sus dos manos puestas a cada extremo de su cara, y los ojos apretados con fuerza. Harry solo quería prolongar ese momento por el resto de su vida.

Se separaron unos minutos más tarde, con las respiraciones agitadas y mirándose a los ojos, con tantas, tantas cosas por decirse.

Eventualmente se metieron bajo las sábanas, hablando en susurros y con pequeñas risas. Hasta que el cansancio lo venció, obligándole a cerrar los ojos mientras el rubio tarareaba una melodía.

Por la mañana, Draco no estaba allí. Yéndose como siempre en algún punto de la noche.

Algo le decía que esa vez era distinto al "como siempre."