xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx

CAPÍTULO 7: Nature boy

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx

.

Yuki estaba intentando acabar un artículo para una revista literaria con la que colaboraba, pero no conseguía concentrarse en su tarea. Lo que tenía a pocos metros de su despacho le crispaba los nervios y le ponía de mal humor.

Su hermano llevaba desde la noche anterior desparramado en el sofá, con cara de que se le hubiera acabado la vida y suspirando ruidosamente cada cinco minutos.

Él se había mantenido al margen, autoconvenciéndose de que no era la persona apropiada para mediar en esa situación. Además, se trataba de Tatsuha. Aquello tampoco podía durarle mucho.

Shuichi sí que había intentado animarle invitándole a jugar con él a la consola o charlando sobre Nittle Grasper, cosas que normalmente despertaban el entusiasmo de Tatsuha y, si bien el chico había participado en los pasatiempos que proponía el cantante, su melancolía no remitía. Tatsu perdía todas las partidas por no estar concentrado en el juego y respondía a la charla de Shu-chan con frases cortas o pequeñas risitas tristes, todo ello carente de energía.

Finalmente, el escritor aplastó su cigarrillo contra el cenicero y salió del despacho.

- Bueno, ya está bien - Dijo, desde la puerta del salón - Estoy cansado de verte ahí tirado sin hacer nada. Sal a dar una vuelta o haz lo que quieras, pero sacúdete la tontería y cambia de actitud. ¡Me pones nervioso!

Tatsuha volvió a suspirar. Al oír ese sonido otra vez, Yuki apretó los puños y los dientes. Iba a continuar con su discurso absolutamente falto de tacto pero vio que su hermano, muy lentamente, empezaba a incorporarse.

- Hay que ver, Eiri… - La voz de Tatsuha sonaba extremadamente cansada - Si hago ruido, porque hago ruido. Si no hago nada, porque no hago nada… El caso es refunfuñar.

- Oh, vamos, deja de dramatizar. No eres el primero ni serás el último al que le den calabazas.

- Claro, claro… - Tatsuha se había puesto en pie y se estaba poniendo la chaqueta - No dejemos que las tonterías que le pasen al tonto de Tatsuha nos distraigan de nuestra propia mierda. Tranquilo, Eiri, voy a coger mi actitud y a largarme con ella un rato - Su hermano pasó junto a él caminando hacia la puerta del piso - Discúlpame por haber pretendido usurpar, aunque fuera brevemente, tu puesto de amargado oficial de esta casa.

- Oye, ¡no me hables así! - Tatsuha salió del piso y llamó al ascensor. Yuki iba tras él para continuar con su reprimenda - Te recuerdo que sigues aquí porque te he dado permiso para...

- ¿Y por qué no tengo que hablarte así, Eiri, si lo que digo es cierto? - Su hermano se había girado para mirarle y, esta vez, para sorpresa del escritor, no solo había tristeza en su cara y en su voz, sino también enfado - Al fin y al cabo, solo estamos hablando de mí. Otra cosa sería si estuviéramos tratando alguna de las preocupaciones de Eiri. Porque en el mundo no hay espacio para nada más que los problemas de Eiri, las inquietudes de Eiri, los traumas de Eiri. Porque el hecho de que Eiri tenga o no tenga pareja se convierte, inmediatamente, en una cuestión de estado, y porque si no es Eiri el que se ocupa del templo, la Tierra detiene su órbita. Por eso vamos todos corriendo siempre detrás de Eiri y nuestras vidas giran en torno a si Eiri se levanta con el pie izquierdo o el derecho. ¿Acaso hay algo más importante en lo que pudiéramos ocupar nuestro tiempo? Claro que no. Perdóname, hermano, por haber pretendido ocupar un lugar que no me corresponde.

Yuki se quedó mirando a su hermano totalmente desarmado. Aquella respuesta no se la esperaba y, lo que era aún peor, Tatsuha tenía toda la razón.

Estaba tan acostumbrado a ser, desde siempre, el centro de atención de toda su familia, que ya lo consideraba algo normal y ni siquiera reparaba en ello. Mika era la primogénita, la más obediente, la más lista, la que en mejor lugar había dejado siempre a los Uesugi, pero todo eso quedaba en un segundo plano porque era una mujer. Era absurdo e injusto, pero era así. En cambio, él era el varón, el heredero, el príncipe. Desde que tenía memoria, todo en su casa había girado en torno a él. Yuki se había resistido con todas sus fuerzas a aquel destino impuesto, pero tenía que reconocer que su estatus de hermano mayor también le había supuesto privilegios, y él los había aceptado como algo natural, como un derecho de nacimiento… O como una compensación por sus obligaciones de nacimiento.

Además, sentía tal rencor hacia la vida por lo que le había hecho pasar, que se había acabado convenciendo de que sus problemas eran mucho más graves que los de los demás. Había invertido tanta energía en luchar contra sus demonios, que no se había parado nunca a pensar en el esfuerzo que les suponía a los demás superar sus propias dificultades. Tal vez su hermano estuviera en lo cierto y la percepción que tenía de su propia importancia estuviera algo alterada.

A Mika le había tocado lidiar con una familia de tozudos, absurdos y permanentemente malhumorados machos alfa; a él, con todas sus "mierdas"; y al final, a la cola de todo eso, se había quedado Tatsuha.

A Tatsu-chan todos le tenían por un cabeza hueca, pero parecía ser el único capaz de adaptarse a las circunstancias. Disfrutaba de la vida y no parecía tener más ambición que pasarla haciendo frente al menor número de complicaciones posible. Si uno lo pensaba bien, criarse en una casa llena de gente amargada era una razón perfectamente válida para decidir ser un indolente.

Su hermano siempre había afirmado que se consideraba la mar de afortunado por ser "el último mono" de la familia, porque así nadie esperaba nada de él y todo era mucho más fácil. Eso solía exasperar a Yuki, que no soportaba la complacencia ante la mediocridad pero, ¿era Tatsuha del todo sincero al afirmar eso? ¿De verdad le daba igual que todos pasaran por alto su propia individualidad?

Siempre había oído decir que Tatsuha se parecía físicamente a él, nunca al revés. A Tatsuha le habían impuesto las labores del templo sin preguntarle siquiera, y todo el mundo decía que "le sustituía". Además, lo hacía perfectamente bien y, aún así, su padre insistía en que debía ser Yuki el que se quedara en el templo, como si lo que hacía Tatsuha no tuviese mérito.

No, todo eso tenía que doler, aunque su hermano prefiriera pasar de puntillas por encima de ese dolor y hacerle el menor caso posible. Y encima, ahora iba "mini Seguchi" y le rechazaba...

Vale, sus problemas podían ser más jodidos, pero eso no significaba que Tatsu no sufriera.

"¡Pues eso se va a acabar!"

Mientras Yuki llevaba a cabo su reflexión, el ascensor había llegado y las puertas se abrían ante el joven Uesugi.

- ¡Tatsuha, ven aquí!

- ¿Eh? - Una manaza cayó sobre su hombro y tiró de su chaqueta, arrastrándole otra vez al interior del piso.

- ¡Que vengas!

Yuki estaba decidido a demostrar que podía ser el mejor hermano mayor del mundo… cuando él quería.

¡BLAM!

La puerta se cerró y Tatsuha se vio empujado por su hermano, que seguía sujetándole por la chaqueta y le hacía caminar delante de él, de nuevo hacia el salón.

- Pero, Eiri, ¿qué...?

- No te preocupes. Yo me encargo - Y le obligó a volver a sentarse en el sofá. Luego buscó su teléfono, marcó un número, y esperó a recibir una respuesta - Shuichi, tengo una misión para ti - Pero Tatsuha no pudo saber en qué consistía esa misión porque su hermano, poseído por una nueva y desconcertante oleada de energía, se había metido en la cocina y seguía hablando con su novio desde allí. Pocos segundos después, volvió al salón, con una lata de cerveza en cada mano. Seguía hablando sosteniendo el teléfono entre la oreja y el hombro - No, nadie más… Bien.

Yuki se sentó, puso una de las latas sobre la mesa, frente a Tatsuha, y abrió la que tenía en la otra mano. El pequeño Uesugi estaba atemorizado. Yuki nunca le daba alcohol. Durante sus visitas a Tokio, solía sisar algún trago de las reservas de su hermano y Eiri hacía como que no se daba cuenta, pero nunca le ofrecía una copa.

- Vale, te esperamos aquí. No tardes. - Y, sin despedirse, colgó. Luego, volvió a girarse hacia su desconcertado hermano pequeño - Vamos, ¡abre tu cerveza! - Le animó-ordenó. Tatsuha obedeció, más por miedo que por entusiasmo - Brindemos.

- Po… ¿Por qué?

- Porque hoy, hermano, voy a hacer realidad tu sueño.

¡CLANK!

Yuki hizo chocar su cerveza contra la de Tatsuha, que no estaba seguro de si debía alegrarse o huir de allí mientras aún estuviera a tiempo.

o~o~o

There was a boy… (1)

Suguru estaba en su casa, solo, sentado en el sofá abrazado a sus rodillas, intentando analizar cómo se sentía.

A very strange, enchanted boy… (2)

Tenía claro que no estaba contento. Admitía, incluso, que estaba triste, pero no sabía a ciencia cierta de dónde provenía su tristeza.

They said he wandered very far,

very far, over land and sea. (3)

También tenía bastante claro que no le había gustado que Tatsuha se marchara y, ahora que sabía que no iba a volver, le echaba de menos. Nunca se había parado a pensar durante tanto tiempo seguido en su relación.

Al fin y al cabo, esa era parte de la diversión, ¿no? No tener que pensar. Ya pensaba más que suficiente en su día a día. Lo que le gustaba de estar con Tatsuha era que, con él, todo parecía fácil, festivo, nunca había razón para preocuparse. Oh, ¿por qué había tenido que liarlo todo de esa manera?

El mismo Tatsuha se había apresurado a aclarar, la primera vez que tuvieron sexo, que a él no le interesaban las relaciones, que lo que quería era pasarlo bien y no complicarse. Suguru había estado perfectamente de acuerdo con su postura y, ahora, le salía con que se había enamorado. ¿Por qué? ¿Para qué?

A little shy and sad of eye… (4)

Enamorarse aportaba casi nulas ventajas y un sin fin de complicaciones. Lo había comprobado observando a todos los que le rodeaban. No había más que ver la montaña rusa emocional en la que vivía subido Shuichi, por ejemplo. Eso solo por mencionar a la persona que tenía más cerca.

¿Y de qué le había servido a su madre enamorarse? Solo le había traído problemas. Ahora estaba casada con un tipo absolutamente anodino y predecible, pero que la trataba bien, y no parecía echar de menos nada de su antigua vida, ni siquiera a su propio hijo.

Al final, la gente siempre acaba yendo a lo suyo y decepcionándote. Era mucho mejor concentrarse en ser práctico y en los propios objetivos.

Por eso no podía entender por qué Tatsuha se había empeñado en tener "algo más". Eso era un engorro, se mirara por donde se mirara. Bastaba con pararse a pensar en todos los problemas que tendrían en el hipotético caso de decidir llevar aquello adelante: el hecho de vivir en ciudades distintas, la falta de tiempo, las múltiples obligaciones de ambos, que a Uesugi-kun le daría un ataque si su otro hijo acababa liándose también con otro tío, el ataque que le daría a Tohma…

Estaba claro que todo eran pegas, y aún así...

Si Tatsuha había decidido sincerarse de aquella manera y había preferido cortar del todo antes que seguir como estaban, tal vez eso quisiera decir que le importaba de verdad, que le importaba mucho. Eso tampoco lo acababa de entender. Nadie parecía mostrar demasiado interés hacia su persona en ningún aspecto que no fuera reclamarle eficiencia en todo lo que hacía. Todo el mundo parecía encontrarle demasiado serio y puntilloso como para incluirle en alguna actividad divertida. Todo el mundo menos Tatsuha.

Y él se estaba sintiendo tan mal desde que se fue, tan solo, tan confuso… Ni siquiera había tenido ánimos para seguir estudiando. Trabajo no le faltaba, tenía una buena lista de tareas pegada en la pared de su despacho pero, aunque había intentado reemprenderlas, todo aquello se le antojaba carente de sentido desde que su amante se marchara. Aquello no tenía ninguna lógica, pero estaba pasando.

Lo de utilizar las entradas que le había regalado… Eso ni se lo había planteado. De todas formas, ¿con quién iba a ir? Suguru llevaba años estudiando desde casa por su cuenta y no le quedaba ningún amigo de su antiguo instituto, aunque allí tampoco es que tuviera muchos. Él siempre había sido tímido e inseguro, solo se sentía agusto sobre el escenario, donde la gente le miraba de una forma completamente distinta a como lo hacían en la vida cotidiana. Sin nadie a su lado que le envalentonara, las habilidades sociales de Suguru se disolvían como una pastilla efervescente en un vaso de agua.

Con Hiro y Shuichi había conseguido hacer buenas migas, pero todavía medía inconscientemente sus palabras ante ellos, temeroso de que sus compañeros volvieran a considerarle demasiado repelente y neurótico.

Se dio cuenta de que Tatsuha era la única persona con la que se permitía ser plenamente él mismo, y que a Tatsu le encantaba.

Vale, tenía que pararse a analizar qué significaba exactamente Tatsu para él.

but very wise was he. (5)

Para Suguru, las visitas de Tatsuha eran como unas vacaciones de su propia vida.

Cuando estaban juntos, no había horarios ni obligaciones, no tenía nada que demostrar. Se trataba de unos extraños lapsos de tiempo en los que no hacía méritos de ningún tipo y, aún así, recibía recompensas ininterrumpidamente, por ninguna otra razón más allá que la de existir.

Tatsuha le mimaba a todas horas. Le daba deliciosos masajes en la espalda y los piececillos, le achuchaba incluso cuando no estaban en la cama y procuraba que siempre hubiera cosas ricas para comer en casa.

Suguru nunca prestaba demasiada atención a lo que comía. Consideraba que alimentarse era una obligación, algo que se tenía que hacer para que "la máquina" siguiera funcionando. Ni siquiera hacía auténticas comidas si no estaba acompañado. Tenía una reserva de arroz blanco siempre listo, algunos ingredientes comodín saludables, y echaba mano de eso cuando sentía algo de hambre. En realidad, ni siquiera se sentaba a comer, le hubiera hecho perder demasiado tiempo. Se preparaba un plato de "algo" y se lo comía en su mesa de trabajo, mientras seguía produciendo.

Pero, cuando Tatsuha llegaba, aparecían las tabletas de chocolate, la sabrosa comida de encargo y las patatas fritas. No se podía vivir de eso eternamente, pero era un paréntesis deliciosamente hedonista en su insípida y frugal dieta.

También le hacía regalitos. A Suguru nadie le había hecho nunca regalos porque sí, siempre le habían dicho que las cosas había que ganárselas.

Recordó el día que apareció en su casa con dos pijamas-peluche. El de Tatsuha era un tiburón azul que lucía una aleta dorsal de felpa, malvados ojos achinados y dientes en el borde de la capucha. Las mangas no llegaban a cubrirle las muñecas y las perneras solo le llegaban hasta media pantorrilla. Suguru no supo qué cara poner. Tatsu estaba absolutamente ridículo pero, al mismo tiempo, emanaba felicidad por cada uno de sus poros. Con toda la ilusión del mundo, sacó de la bolsa el que había traído para su amante y se lo tendió, esperando a que se lo pusiera con una sonrisa de oreja a oreja. Suguru lo cogió, receloso, y lo desdobló para ver de qué se trataba. El suyo era un murcielaguito negro de vientre rosado, con alitas y todo, que tenía unas orejas puntiagudas y unos ojos rojos en la capucha. Jamás en su vida se le habría ocurrido ponerse algo así por iniciativa propia, pero Tatsuha estaba tan ilusionado, que no se vio con corazón de negarse.

Sin estar muy seguro de lo que hacía, se desprendió de su ropa y se introdujo en aquel extraño atuendo. Para él, la longitud de las mangas y las piernas era más que suficiente. Pese a la vergüenza que estaba pasando, Tatsuha le miró con la cara arrebolada y los ojos llenos de ternura, le abrazó y le dijo que era "la cosita más bonita del mundo". Eso consiguió relajar a Suguru, que le devolvió el abrazo y, por fin, se rió también. Bah, ¿qué más daba si tenían una pinta ridícula? De todas formas, no iba a verles nadie más.

Después pidieron una pizza y se la comieron mientras veían una película tontísima sobre un tornado que había absorbido un montón de tiburones y los hacía "llover" sobre la ciudad de Los Ángeles, causando el caos entre sus habitantes.

And then, one day… (6)

Además, Tatsuha le piropeaba constantemente. Para el joven monje no parecía existir nadie más guapo ni más listo que Suggy-chan, y no perdía ocasión de recordárselo. Suguru no se tomaba muy en serio sus palabras, pero era agradable que le dijeran cosas bonitas para variar.

A magic day he passed my way. (7)

Sí, tenía que reconocer que, desde que conocía a Tatsuha, su vida era mejor.

Tatsu no tenía nada que ver con el perfil de persona que se había imaginado como una posible pareja, pero había resultado ser mejor, muchísimo mejor.

Suguru siempre había estado rodeado de gente importante, talentosa, influyente. Gente que se consideraba muy por encima del resto de los mortales y que casi le pedía una compensación en excelencia por tratar con él. En medio de todo eso, la alegre despreocupación de Tatsuha y su aparente falta de ambición resultaban deliciosamente refrescantes. Tatsuha no le pedía nada a cambio de quedarse a su lado, nada a parte de que fuera él mismo y disfrutara de ello.

And while we spoke of many things,

fools and kings,

this he said to me. (8)

Entonces, ¿era eso? ¿Tener una relación consistía, sencillamente, en ser feliz junto a otra persona por cosas tan pequeñas como aquellas?

¿De verdad estaba dispuesto a no verle más a cambio de ese orden y esa falta de complicaciones que tanto había defendido tras escuchar su confesión de amor?

"The greatest thing you'll ever learn

is just to love and be loved in return" (9)

¡No, no iba a hacer eso! Quería que Tatsu volviera y, si para eso tenía que involucrarse sentimentalmente, con todo lo que ello conllevaba… Bueno, pues… ¡Estaba dispuesto a hacerlo!

- ¡Sí, eso es! - Se levantó del sofá de un salto y proclamó su nueva resolución con el puño en alto ante un público inexistente - ¡Ahora mismo voy a buscar a ese idiota y a decirle que yo también le quiero!

"The greatest thing you'll ever learn

is just to love and be loved in return"

.


(1) Había una vez un chico…

(2) Un chico muy extraño, hechizado…

(3) Decían que había viajado muy lejos,

muy lejos, por mar y tierra.

(4) Un poco tímido y de mirada triste…

(5) … pero muy sabio era él.

(6) Y entonces, un día…

(7) Un mágico día, se cruzó en mi camino.

(8) Y mientras hablábamos de muchas cosas,

de bufones y reyes,

esto fue lo que me dijo.

(9) "Lo más grande que aprenderás jamás

es, sencillamente, a amar y ser amado."

Nature boy es un tema compuesto por Eden Ahbez e interpretado por Nat King Cole en 1948.

Bien, Bien... Suguru ha decidido ser sincero consigo mismo y, ¿qué habrá tramado Yuki?

¡Seguimos con esta aventura!